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CAPÍTULO 1

Laura:

Siempre he creído que los sueños son uno de los aspectos más maravillosos de la existencia. Es ese instante mágico en el que nos sumergimos en nuestra propia imaginación y experimentamos realidades que solo habitan en nuestro pensamiento. Resulta asombroso como, tanto en nuestros momentos de vigilia como durante el sueño, nuestra mente es capaz de concebir innumerables ideas, vivir múltiples vidas creadas por nuestra imaginación e incluso hacer realidad nuestros deseos más profundos.

—Laura —oigo la voz de mi madre a lo lejos. A pesar de tenerla enfrente, estoy en uno de esos momentos en los que te quedas absorta, con la mirada perdida, soñando despierta, sin ver ni escuchar a quienes te rodean—. Laura, ¿me estás escuchando?

Contemplo cómo mi madre realiza movimientos repetidos con su mano derecha frente a mis ojos para verificar mi conciencia, y en ese instante, la risa de mi hermana me saca del estado en el que me encontraba, devolviéndome a la realidad.

Muevo ligeramente la cabeza y la dirijo hacia mi madre, un tanto desconcertada.

—¿Qué pasó? —le pregunto, mientras la risa de mi hermana, sentada a mi lado en la mesa, me deja más confundida.

—¿Qué pasó? Que te quedaste como una zombie de nuevo, hablando con mamá —Manny habla entre risas sin parar.

—Basta, hija, por favor, esto es algo serio y no es momento para hacer bromas —mi madre se dirige a mi hermana, mientras que ella intenta contener su risa, aunque sin mucho éxito.

—Bien, ábrelo. —veo el sobre que se encuentra justo delante de mi sobre la mesa, y siento un nudo en la garganta debido a los nervios. Aún no logro asimilar por completo la idea de que prácticamente mi destino está plasmado en ese papel.

Respiro profundamente y lo tomo en mis manos. Con las manos temblorosas, lo abro y saco el papel que tiene adentro, sin embargo, el miedo se apodera de mí y vuelvo a dejarlo en la mesa.

—¡Dios, no puedo! Por favor, mamá, ábrelo tú —me muerdo el labio inferior por los nervios y volteo a ver a Manny, quien está con los ojos abiertos esperando a que nuestra madre abra el papel y revele su contenido.

—¡Madre mía! Yo tampoco puedo.—vuelve a poner el papel encima de la mesa.

—¡Ay, por Dios! ¡Podrían solo leerlo y ya! —habla irritada Manny, inclinándome hacia adelante para alcanzar el papel— A ver.

Lo abre y empieza a leer en un tono bajo, que no puedo escuchar, mientras que yo, por otro lado, lo único que hago es comerme las uñas a causa del estrés.

—Y bien, ¿qué dice? — deja de leer y toma un poco de aire, mirándonos a mi madre y a mí sin ninguna expresión en el rostro.

—¡Manny, no te quedes ahí parada, di algo! —me desespero al ver que ella no dice nada.

—¡Te dieron la beca! —casi no me lo creo cuando esas palabras salen de su boca, acompañadas de una sonrisa.

—¿En serio? —le quito la hoja de las manos para leerlo yo misma, mientras que doña Isabel, mi madre, exhala el aire que tenía en los pulmones y se lleva una mano a su pecho en un gesto de alivio.

—¡Muchas felicidades, hermana! — me abraza y mi madre lo toma en sus manos para leerlo ella, mientras que yo doy saltos de alegría, ya que esto es lo que siempre soñé.

—¡Muchas felicidades, mi niña! ¡Sabía que lo lograrías!—doña Isabel me estrecha entre sus brazos dándome un beso en la frente en un gesto de cariño.

—Gracias, mamá —me separo de ella y vuelvo a mirar el papel—. ¡Dios mío, no puedo creer que me hayan otorgado la beca!

—Sabía que te la iban a dar, mi hermana es la mejor —Manny me da un golpecito juguetón con su puño cerrado en el hombro izquierdo y los dos nos echamos a reír.

—Tengo que decírselo a Erik —menciono emocionada— Se va a poner muy feliz cuando se lo cuente.

Salgo de la cocina y me adentro en los estrechos pasillos de la casa, donde puedo ver colgadas en las paredes numerosas fotografías y obras de arte, las cuales me detengo a observar detenidamente.

Me encuentro procesando todo lo que ha ocurrido recientemente. Acabo de recibir una beca en una de las universidades más renombradas de Nueva York, en Estados Unidos. Pero no se trata de cualquier universidad, es la University of Fine Arts. Esta institución es reconocida por su enfoque especializado en disciplinas artísticas. Su principal objetivo es proporcionar una educación completa y de alta calidad en campos como la música, la danza, el teatro, las artes visuales y el diseño.

Además, resulta de suma importancia para mi matricularme en dicha universidad, dado que fue la institución donde mi padre obtuvo su título universitario. Aunque no pretendo cursar la misma carrera que él, quiero seguir sus pasos

Mi padre fue un talentoso pintor cuyos reconocimientos se vio limitado debido a su prematura muerte. A pesar de ello, sus creaciones artísticas son auténticas obras maestras que poseen un valor incalculable para mí, tanto sentimental como artísticamente. Varios compradores y coleccionistas mostraron interés en adquirir las pinturas que dejó mi padre tras su fallecimiento, ofreciendo generosas sumas de dinero a mi madre. No obstante, ella rechazó las ofertas, ya que no quería deshacerse de las escasas obras que había dejado a mi padre, pues representaba un tesoro muy valioso para nuestra familia.

Permanezco absorta frente a una de las pinturas de mi padre, la cual me transporta al recuerdo de aquella tarde. Contemplo a mi padre, sentado en su modesto taburete de madera, mientras plasma el magnífico lago que se extiende ante nosotros, fusionándolo con el paisaje que lo adorna en el lienzo.

Una leve sonrisa toma forma en mi rostro ante el bello recuerdo de ese momento, a la vez que regreso a la realidad y recuerdo lo que iba a hacer anteriormente.

Sigo caminando hasta llegar a la puerta de mi cuarto. La abro y entro rápidamente, dirigiéndome hacia mi escritorio. Me siento en la silla y abro mi laptop. Busco el perfil de Erick y hago clic en "hacer videollamada". La sonrisa en mi rostro se agranda cuando, después de varios segundos, veo que en la pantalla aparece la imagen de mi amigo en la cocina, intentando cocinar algo en el sartén.

—¿En serio estás cocinando? —digo riendo al verlo del otro lado de la pantalla, con dificultad para mover el sartén.

—Oye, al menos lo intento —se queja, volteando a ver por un segundo la cámara y luego sigue concentrado en lo suyo.

—Ten cuidado de no quemar el apartamento —digo aún riendo—, Conociéndote, no dudo que lo hagas.

—Me estás ofendiendo, señorita Ortega —se muestra indignado a través de la pantalla, volviendo la mirada hacia ella cuando deja la sartén por unos minutos para buscar, aparentemente, un condimento en el estante.— Oye, aquí dice media cucharada de sal, pero creo que es muy poca, así que le echaré un poco más.

Ruedo los ojos mientras veo cómo añade dos cucharadas de sal (lo cual explica por qué ninguna de sus recetas sale bien).

—Bueno, querido Erick, tengo una pequeña sorpresa para ti —digo para que me escuche.

—¿Qué? Dime que ya follaste. Dos años sin hacerlo es una tortura existencial. No sé cómo puedes aguantar, Laura. —sacó un suspiro y meneo la cabeza, rogándole a Dios por la paciencia necesaria para tolerar a mi mejor amigo.

—Es algo mucho mejor que eso —afirmo, viendo cómo Erick toma uno de los huevos que se encuentra a un lado de la mesa y lo destroza, depositándolo en un diminuto recipiente.

—¿Qué es mejor que el sexo? —me pregunta, dejando el pozuelo a un lado y prestándome atención.

—Pues... — le enseño el documento que recibí de la universidad y, aunque las letras son demasiado pequeñas para que él las lea, puedo percibir que comprendes de que le hablo. Sus ojos se abren y una leve sonrisa se asoma en sus labios — Me dieron la beca.

—¡No me jodas, no me jodas! —repite y deja a medias lo que está haciendo para prestarme atención— ¿Está hablando en serio?

—Me entregaron el sobre hace unos minutos, todavía no me lo creo. ¡Me concedieron la beca para estudiar en University of Fine Arts! —En mi voz se nota lo emocionada que estoy y no puedo dejar de pensar en lo que me prepara la vida de aquí en adelante.

—¿Entonces? ¿Es un hecho? ¿Te vas a venir a vivir a New York? —Erick todavía no puede creérselo y la sonrisa en mi rostro se desvanece un poco. Siempre quise ir a University of Fine Arts, pero nunca me puse a pensar en todo lo que conllevaba esa decisión. Dejaría mi país, a mi hermana, a mi madre y a todas mis amistades. Todo eso obviamente me deprime un poco, pero tengo que pensar en positivo. Voy a estudiar lo que me gusta, en el lugar donde siempre quise graduarme. Voy a hacer nuevas amistades y tendré nuevas experiencias. Además, sé que no estaré sola, siempre voy a tener a Erick a mi lado.

—Supongo que sí —repongo la sonrisa en mi rostro y escucho a mi amigo hablar de nuevo.

—¿Y cuándo vienes?

—En tres semanas —digo casual.

—No puedo creer que en tres semanas voy a tener a mi pulga berrinchuda aquí conmigo, luego de no haberla visto en ocho meses —se dirige a mí usando el usual apodo que ya extrañaba que me dijera.

—Pues, ni creas que voy a dejar que sigas haciendo desmadres, señorito.

—Ya, yo soy un desmadre, señorita Ortega — después de decir eso, deja de reír, ya que Erick comienza a hacer muecas de desagrado al otro lado de la pantalla. Observo cómo se gira y las siguientes palabras que emiten me hacen regresar a mi postura anterior.

—¡Oh mierda! ¡El pavo se está quemando! — de manera veloz, veo como él se coloca rápidamente unos guantes de cocina, habre el horno y una densa nuve de humo comienza a emerger. Escucho como tose brevemente mientras extrae la bandeja con el pavo completamente carbonizado .

No puedo contener mi risa desenfrenada al presenciar esta escena. Quisiera no hacerlo pero la risa puede más que yo.

—Ya me he dado cuenta de que lo eres.

—Hey, no te rías —mi amigo me advierte, pero yo simplemente no dejo de hacerlo.

—Bueno, mejor te dejo con tu pavo quemado y yo voy a contarle la noticia a Cynthia.

—Primero te ríes y ahora me abandonas, eso no se hace, Ortega. Soy tu mejor amigo —intenta hacerse el ofendido y yo lo único que hago es alzar las cejas.

—Adiós, Erick —presiono el botón para cortar la videollamada y luego suelto el aire que hay en mis pulmones al cerrar la laptop.

Tres semanas después.

Estas tres semanas han pasado volando, todavía no puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo. No me hago todavía la idea de que en estos momentos estoy cerrando la maleta para ir de camino al aeropuerto. Es como si cerrara una etapa de mi vida para empezar otra. Me cuesta un poco despedirme de esta casa, ya que ha sido mi hogar desde que nací. Además, aquí tengo los mejores recuerdos con mi padre y no quiero deshacerme de ellos. Pero debo entender que esto es un nuevo ciclo, una nueva vida la que voy a vivir, nuevas experiencias y maravillosas locuras las que voy a hacer de aquí en adelante.

Y quién sabe, quizás encuentre el amor.

—¡Laura, ya vámonos que se nos va a hacer tarde!—oigo la dulce voz de mi madre resonando desde la sala, sonrío al pensar lo mucho que echaré de menos sus reprimendas y sus llamados a despertarme en las mañanas.

Agarro mi maleta y la arrastro, cerrando la puerta de mi habitación. Cuando llego a las escaleras bajo con dificultad, ya que llevo la maleta conmigo, y observo cómo todos están en la sala esperándome: Manny, mi madre, Héctor, que es la pareja de mi madre, y Chyntia, mi mejor amiga.

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—Joder tía, te voy a extrañar mucho.—Chyntia me ve haciendo pucheros y con lágrima en los ojos, yo no puedo evitar ponerme igual de sentimental en este momento, así que la estrecho contra mis brazos, tratando de contener mis emociones.

—Yo también, joder—lucho porque las lágrimas no salgan de mis ojos pero muero en el intento, una pequeña gota corre por mi mejilla, pero de un momento a otro sonrío al oír lo que mi amiga me susurra al oído.

—Oye, recuerda darle mi número a los afroamericanos buenotes que te encuentres por allá—niego con la cabeza pidiéndole a Dios que le dé un poco de cordura a esta mujer. Me separo de Chyntia y luego ella me guiña el ojo.

Una de las cosas que más voy a extrañar de aquí es a esta chica. ¡Por Dios! Todavía no puedo creer cómo he aguantado tantos años con ella. Pero bueno, su locura es la que la hace especial y ni hablemos del pibón que es, sus ojos café contrastan con su cabello largo color miel y su piel trigueña, una chica que todos quisieran tener.

Escucho el último anuncio de abordaje de vuelo a New York y no puedo evitar decir las siguientes palabras.

—Me pueden dar un último abrazo, por favor—pido extendiendo mis brazos esperando a que cumplan mi petición.

—Claro que sí, hija—todos vienen hacia donde estoy, dándome un fuerte abrazo que me deja sin aire en los pulmones.

—En serio los voy a extrañar—digo en medio de este lindo momento, sintiendo el calor corporal que me brinda este abrazo.

—Te aseguro que lo vas a hacer muy bien, Laura—Héctor habla después de que el abrazo se rompe y todos se apartan de mí.

—Eso espero—mis ojos por un segundo se quedan observando a mi madre y a Héctor, sus manos entrelazadas y lo bien que se ven juntos.

Hace unos meses mi madre me dió la noticia de que estaba saliendo con alguien. Obviamente, al principio no lo tomé muy bien, pero luego me di cuenta de que lo único que quería era que ella fuera feliz. Después de tantos años de luto por mi padre, creo que tenía el derecho de volverse a enamorar.

—Bueno, creo que ya es la hora—respiro dos veces antes de girarme y empezar a caminar por los pasillos del aeropuerto.

Después de todo, esta es la mejor decisión. ¿O no?

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