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𝚅𝚎𝚜𝚝𝚒𝚐𝚒𝚘

Katsuki siempre ha sido agradecido con lo que ha conseguido y logrado, sus padres murieron en un accidente automovilístico cuando tenía seis años.

Y antes de morir, le dejaron una cuenta bancaria a su nombre con el dinero suficiente para varios años. Quedó al cuidado de su tía Rumi Usagiyama, la cual se encargó de prepararlo para la vida laboral y adulta, utilizando el dinero de la cuenta de su hermana para los estudios del cenizo. Respetándola.

Ahora era todo un hombre hecho y derecho, graduado con honores de la carrera de Medicina, vivía en un departamento y trabajaba a tiempo completo en uno de los hospitales más importantes de la ciudad de Musutafu.

Estaba satisfecho con la vida que llevaba, sus únicas preocupaciones eran el trabajo, los gastos y, dedicarle tiempo a su novia.

Camie Utsushimi apareció en su vida cuando estaba en los últimos meses de su carrera, tenía la licenciatura de Pedagogía, pero realmente la chica no ejerció su carrera y trabajaba como empacadora en una fábrica.

A palabras del cenizo, la chica no quería trabajar con niños ni nada de eso porque no los toleraba, y que solamente había estudiado eso por estudiar y tener un título.

Vivía junto a él en el departamento y se hacía responsable del 10% de los gastos del mismo entre otras cosas.

Rumi trató de hablar con él sin meterse demasiado en sus cosas, pero el cenizo no se lo tomó nada bien alegando que era su vida y que no tenía porque meterse.

No insistió más y dejó que el cenizo se diera cuenta por sí solo, el error que estaba cometiendo.

Todo iba bien en su vida.

Hasta que por un accidente, quedó en un limbo.

Abrió sus ojos de a poco, varias luces de colores cegaban un poco su vista. Se enderezó lentamente al percatarse que estaba recostado en el suelo, sobó su cabeza tratando de aminorar el ligero dolor que sentía.

Al bajar su mano se percató de que su piel estaba blanca, como la de un esqueleto. Más seguía teniendo músculos y carne, llevó sus manos hacia donde estaba su cabello por instinto, se alivió de saber que estaba todavía ahí.

Observó su entorno, tratando de ver que lo podía ayudar para poder orientarse y así saber en donde se encontraba. Lo cual era raro, ya que suponía que debía de estar en una camilla por el accidente que tuvo.

Sin embargo ahí estaba, como si nada hubiera pasado.

Al mirar abajó se percató de que tenía puesta una camisa de manga larga negra con un símbolo blanco en el centro, junto a unos pantalones de chándal. Menuda fachatez si tenía que ser sincero.

Se levantó al sentir como su cuerpo estaba adormecido, algunas extremidades más que otras. Se sentía completamente extraño.

Trató de avanzar y dio unos cuantos pasos para poder acostumbrarse, necesitaba ver más allá de lo que apenas podía ver para saber a donde podía ir, y a quien podía pedir ayuda.

El pedir ayuda siempre fue la espina qué lo detuvo para hacer muchas cosas, ya que tenía un concepto de autodidacta muy marcado. Pero ahora era necesario ya que no tenía ni idea de donde estaba.

Al asomarse un poco pudo ver varias casas y árboles adornados con colores atractivos y brillantes, parecía un pueblo mágico en el cual solamente irradiaba felicidad y armonía.

Alzó una de sus cejas extrañado, no parecía un pueblo de la ciudad ni nada por el estilo. Este a simple vista parecía algo mágico y fantaseoso. No recordaba para nada haber escuchado de un lugar así, teniendo en cuenta que uno de sus primos viajaba mucho a diferentes pueblos alrededor del mundo.

Observó como una criatura pequeña volaba hasta estar frente a él, parecía un pajaro, sin embargo no lo era. Tenía el cuello más largo de lo normal y las patas eran de color blanco, y su pelaje era de diferentes colores.

Lo miró extrañado hasta que aquella cosa lanzó un extraño grito, como una alarma, trató de golpearlo para callarlo pero evadió el golpe.

—¡Bienvenido trascendido! No esperaba a alguien tan pronto.

Saludaron detrás de él y saltó asustado mientras retrocedía, al voltear hacia atrás se sorprendió con lo que vio.

Era un chico de cabellos negros con una sonrisa peculiar, pero definitivamente lo que más lo sorprendió fue su apariencia total.

Era puro hueso y su rostro estaba decorado con extrañas figuras, sus ojos no eran más que unas cuencas vacías con una luz adornando el centro de cada cuenca.

Claro que se asustó, pero no lo demostraría. Nunca fue partidario de mostrar cuando algo lo aterraba o perturbaba.

—Un momento...

Aquel chico (si es que le podía decir así), se acercó despacio analizando toda su persona. Katsuki no entendía el porqué. Hasta que el rostro del otro mostró una faceta de asombro.

—¡Ven conmigo!

Antes de poder reaccionar, fue metido en una extraña bolsa y nada más sintió el movimiento agitado al moverse de donde estaban. Empezó a soltar insultos contra ese tipo que se lo llevaba en contra de su voluntad.

No entendía que pasaba, quería explicaciones, pero aparentemente era ignorado a propósito. No supo cuanto tiempo le llevó hasta que sintió el suelo al ser colocado en él. Escuchó voces a través de la tela, parecía como si estuvieran discutiendo algo.

No fue hasta que abrieron la bolsa y la luz le pegó de golpe, solo para ver a más criaturas como el chico de antes.

Claro que se sintió asustado después de ver a esos cadáveres deambulantes rodeándolo como si el extraño fuera él. Como si el estuviera echo un cadáver con la piel blanca, cuencas vacías y quien sabe que tantas cosas más.

Al mirar su entorno se dio cuenta de que estaban en una especie de terraza, aparentemente era una estructura algo grande ya que habían ventanales rodeándolos, evitando que alguien se lanzara.

A él se acercó una que tenía el pelo negro en una coleta alta y sus cuencas estaban rodeadas por pétalos de colores rojizos. Esta lo observaba curiosa, Katsuki podía deducir qué era una tipo de líder al ver como todos los demás esperaban a que ella dijera algo.

—Tenemos un problema chicos. Uno muy serio. Es un caso de Vestigio —habló de forma seria.

De inmediato todos se sorprendieron al escucharla decir eso, uno de estatura baja empezó a gritar escandalizado hasta que fue callado por la misma chica. Katsuki cada vez entendía menos al punto de frustrarse, se levantó alejándose de ellos. Necesitaba respuestas, ahora.

—Qué esta pasando, donde estoy.

—Escucha amigo, sé que tienes muchas dudas y preguntas, pero es necesario que nos acompañes. Tú no deberías estar aquí, aún no es tiempo de que mueras.

Ante eso, Katsuki abrió confundido sus ojos, ¿qué era toda esa mierda?, ¿muerto?, ¿no era tiempo? 

—Que mierda sucede, díganme —exigió más que molesto.

Nadie le estaba dando respuestas del porque estaba ahí, y si realmente no debería estar ahí, pues claro que las merecía. Sin embargo, nadie le decía nada, todos actuaban nerviosos y sorprendidos por la palabra Vestigio.

—Tienes que llevarlo con el sabio Aizawa, Momo —mencionó otra chica de cabello castaño.

Por lo que Katsuki podía ver, todos tenían sus rostros decorados con ciertos colores que aparentemente no se repetían entre ellos. Eso sí, todos tenían aquellas luces amarillas en medio de sus ojos, Katsuki suponía que debían ser las pupilas.

Momo, quien era la que mencionó lo del Vestigio, suspiró resignada para después asentir.

Pero Katsuki no iba a confiar así como así.

—No iré a ningún lado hasta que me digan que putas sucede.

—Amigo eres muy grosero —esta vez fue uno de cabellos amarillos y mechón negro.

Katsuki le dirigió una mirada gélida, provocando que el otro se escondiera detrás de uno de cabellos rojizos parados en punta.

—Ey, ey, con mi cabecita de melón no —mencionó el de cabellos rojizos.

Suspiró, harto de toda esa situación.

—Escucha, todas las dudas que tienes pueden resolverse, pero para eso necesito que me acompañes con quien te puede ayudar a resolverlas, por lo que necesito que confíes en mí.

Había sinceridad en sus palabras, todos lo veían expectantes de lo que haría a continuación. No tenía muchas opciones si tenía que ser realista, estaba en un lugar completamente desconocido, con esqueletos parlanchines.

Se sentía en una película mexicana donde involucraban al mundo de los muertos.

Simplemente asintió resignado, por mucho que le pesara, no sabía que hacer.

Momo sonrió satisfecha y le indicó con la cabeza que avanzaran. Al hacerlo se percató de que nadie más los estaba siguiendo, lo que generaba más dudas.

Al menos no eran chismosos.

Devolvió su mirada al frente, viendo como la coleta de Momo se movía al compás de la caminata.

Vestigio...

¿Qué rayos estaba pasando?

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