
Capítulo 18
Reconoce cuándo has tenido suficiente y date un descanso. Tienes derecho a un descanso. No significa que no lo ames. Nosignifica que no puedas ayudarlo. Pero no eres bueno para nadie si no te cuidas.
(N.James)
El restaurante era muy insípido, en opinión de Mark. Y, aun así, estaba capturando cada detalle en su memoria. Realmente quería volver a escribir y creyó que todo este enredo de ángeles, harpías, brujos y almas sería un buen comienzo.
Puso sus codos sobre la mesa, acercándose más a todos sus acompañantes. Sonrió ampliamente. —Entonces...
Theo estaba siendo acosado –porque no había una palabra más apropiada– por Susan. La mujer estaba pegada a su costado, frotándose contra él; poco faltaba para que trepara en su regazo. Se veía incómodo.
Y Alejandro estaba haciendo muecas mientras veía a su amigo.
Cris parecía dolido. La expresión rota y su mirada triste hacían a Mark querer abrazarlo...incluso si era la primera vez que lo veía.
—...¿estás bien? —Mark lo preguntó bajando un poco la voz, atrapó una de sus manos sobre la mesa y sólo entonces Cris pareció respirar de nuevo. Tomó una respiración profunda y sus ojos se abrieron demasiado. Fue como si de repente recordara dónde estaba, era la primera vez que apartaba la vista de Theo.
Las cejas de Mark se alzaron y frotó su pulgar sobre la mano de Cris. Le daba mucha pena verlo tan triste.
Cris carraspeó un poco. Tuvo un breve momento de incomodidad antes de que una mirada curiosa y una sonrisa torcida se instalaran en su rostro. —Uumm, ¿tú eres...? No recuerdo haberte visto antes con Alex o con... —hubo una pausa y tragó antes de pronunciar su nombre— con Theo. Definitivamente te recordaría —agregó un guiño coqueto—, hay algo en ti... —ladeó un poco su cabeza y lo miró con atención. Sí, había algo en él. ¿Qué era?
Mark le regresó la mirada, sin pena alguna. Sonrió un poco, quizá un inocente coqueteo –como era su naturaleza–, al decir: —También hay algo en ti.
—¿Podrían comportarse y dejar de coquetear? —todos saltaron sorprendidos ante la voz de Theo.
Alejandro se asustó; hace sólo un momento Theo estaba centrado en la mujer y de la nada gritó eso.
Cris y Mark se sobresaltaron y miraron hacia quien acababa de gritar, pero no se veían culpables o arrepentidos. Mark todavía arrastró su dedo sobre la palma de Cris y se estremeció cuando lo sintió: Magia.
Ah. Él nunca había estado cerca de un brujo. No pudo evitar la sonrisa que curvó sus labios.
Theo gruñó y después mordió sus labios. Sus manos, en puño, sobre la mesa. No podía soportar ver a este niño coquetear y tocar a Cris. Se sentía...tan mal. Su pecho dolía; se sentía apretado, como si estuvieran estrujando su corazón y algo más. Dolía de una manera que nunca antes había sentido.
¿Y por qué demonios Cris no le decía nada? ¿Por qué no lo detenía?
Susan, por su parte, estaba furiosa y desorientada. Ella –igual que todas las pocas Harpías que todavía seguían vivas– sabía perfectamente elegir a sus víctimas. Debían ser hombres –o mujeres, aunque en su mayoría eran hombres– frágiles; y no hablemos del físico, un cuerpo fuerte no hace fuerte al hombre, eso es sólo el exterior, en cascarón que cubría lo realmente importante. Necesitaban personas débiles, almas rotas que fácilmente podrían fracturarse más para dejarlas entrar. Y una vez que ellas rompían por completo a la persona, cuando se hacían indispensables para ellos –porque “Soy todo lo que tienes. E incluso si todos te abandonan, yo sigo aquí...contigo”–, cuando tenían su alma completamente rota pero todavía funcional, entonces podían tomarla. Porque ese ser estaría tan roto y confundido que se las daría sin pensar.
Y por eso había elegido a Theo. El sexy detective inalcanzable que iba de cama en cama; pero nunca entregaba más que su cuerpo, nunca más de una noche. Algo le faltaba al hombre y algo le sobraba también –y eso era lo que Susan iba a tomar–. Y entonces había conocido a Cris. Y el maldito brujo casi arruina sus planes. Pero al final fue lo mejor que pudo suceder porque confundió tanto a Theo, lo abrumó todo lo que lo hacía sentir, al grado de rechazarlo. Y ese fue el momento perfecto para la entrada de Susan.
Y entonces no lo entendía: ¿por qué estaba perdiendo el control sobre él? ¡No debería ser capaz de notar a nadie más que a ella!
Quería gruñir, pero no era su papel. Ella era la mujer comprensiva aquí, así que forzó una sonrisa y acarició detrás del cuello de Theo, dejó que sus uñas se clavaran sólo un poco –moría por dejarlas salir y clavarlas en su carne, perforar su piel y tomar su alma–.
—Déjalos, cariño —su voz fue un dulce ronroneo, del que ya estaba harta. Si no fuera por la conexión de Theo con tantos seres especiales no se tomaría tantas molestias con él—. Ya son mayorcitos ambos. Saben lo que hacen.
Theo parecía que quería golpear a alguien. «Probablemente a mí», pensó Mark. Y aunque se supone que su prioridad era Alejandro y conseguir su ayuda para salvar a Wolf, no pudo evitar preocuparse cuando notó la expresión totalmente herida de Cris. «¡No, no, no!». Se puso de pie al instante y ni siquiera lo pensó cuando tomó ambas manos del brujo –era indudablemente un brujo, podía sentir su magia ahora que lo sabía– y tiró de él. Cris estaba tan desorientado que casi le cayó encima.
—¡Si nos disculpan sólo un minuto! —Mark gritó mientras lo arrastraba con él. ¡Uf, era mucho más grande y pesado que él! Y lo peor es que alejarlo de ellos no iba a servir. Si estaba en lo correcto, lo que Cris necesitaba es que esa maldita Harpía se alejara de Theo. Si ellos dos eran almas gemelas y Susan lograba lo que buscaba, Theo terminaría como Wolf y no estaba seguro lo que le pasaría a Cris. Era un brujo, sí, pero se sentía joven; y, además, estaría tomando el alma de su alma gemela. Probablemente lo volvería loco o descontrolaría su magia.
Mark se detuvo unos metros más allá. Recostó a Cris sobre una de las columnas y mordió sus labios, nervioso. Suspiró, cuando supuso que no podía hacer otra cosa. Abdiel –su hermoso Ángel, su Ancla, el amor de su vida– tendría que entenderlo; en cuanto le explicara en lo que se estaba metiendo, lo haría. —Bueno —lamió sus labios y se puso de puntitas, pasó sus manos detrás de la cabeza de Cris para bajarlo hacia él. Los ojos del brujo estaban cerrados con fuerza y había un rastro de sangre donde estaba mordiendo sus labios demasiado fuerte. Lo iba a besar para tratar de romper a Theo, necesitaba que se diera cuenta del daño que le hacía a Cris verlo con alguien más.
Y, afortunadamente, el plan funcionó a la perfección: ni siquiera tuvo que besarlo, Theo estaba ahí para impedirlo.
* * *
Theo frunció el ceño cuando el chico rubio –¿Matt?– se llevó a Cris. ¡¿Cómo se atrevía?! ¿Y por qué Cris lo permita? ¡Maldita sea!
Susan estaba diciendo algo. Y quizá estaba volviéndose loco, pero los suaves golpeteos en su nuca se sentían mal, como si estuviera tirando de pequeños hilos dentro de él y tratando de sacar algo.
Se frotó las sienes y los ojos, tratando de alejar esa sensación. Y cuando los abrió de nuevo, frotó su pecho en el mismo momento que su mirada se encontraba con Cris y el otro chico. Cris hizo lo mismo, llevándose una mano sobre el corazón. Justo cuando el rubio lo jalaba y se estiraba para besarlo...
¡No! «Sobre mi cadáver», no supo qué lo puso tan mal, pero ahí estaba ya. Corriendo fuera de su silla. Casi estaba seguro que había una pequeña cortada en su nuca –ahí donde las uñas de Susan habían estado–, pero eso no era importante ahora.
Susan se quedó boquiabierta y tardó unos segundos en reaccionar. Lo que provocó todo el caos siguiente. Estaba por seguir al maldito de Theo, cuando un mano demasiado poderosa –y no por su fuerza física, sino por el poder que emanaba de él– rodeó su muñeca.
Alejandro Stevens –el Atrapador de almas– negó y sonrió cuando sus miradas de encontraron. Chasqueó su lengua antes de hablar. —Yo creo que no.
Y a pesar de lo atrapada que se sentía y de la necesidad de ir tras Theo o salir huyendo, también quería devorar a este hombre. Se pasó la lengua por los gruesos labios. «Tantas almas serían una delicia».
* * *
Cris parpadeó cuando alguien tiró de él, de nuevo. Se llevó una mano a la cabeza y tardó en darse cuenta que el dolor inaguantable ya no estaba. Su alma ya no se sentía contaminada y rota.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —Theo le gritó furioso, sus manos apretaron con fuerza los brazos de Cris—. Eres un idiota —le dijo, pero ya no estaba gritando y una de sus manos fue subiendo hasta acunar su rostro.
Cris suspiró. No imaginaba así su reencuentro y estaba furioso, necesitaba hablar con Theo sobre lo que estaba sucediendo con esta maldita mujer. Pero Alejandro le había escrito que algo estaba mal y debía volver cuanto antes. Y ahora ser tocado por este terco hombre se sentía tan bien.
Quizá se le escapó un gemido bajo cuando sintió el calor del cuerpo de Theo, que se iba acercando poco a poco y lo miraba tan intensamente. Una de sus manos fue también hacia el rostro del detective, acarició su mejilla y amó la mirada furiosa que Theo le dio. No pudo evitar sonreír ante su reacción: fueron estos malos modos los que atrajeron su atención en primer lugar, antes de darse cuenta que era su alma gemela.
Estaba por decir algo cuando sintió la humedad unos centímetros debajo del cabello de Theo. Frunció el ceño mientras lo acercaba más a él, Theo se quejó cuando chocó contra su pecho mientras Cris inspeccionaba la sangre que humedecía su piel. No lo pensó demasiado cuando sus dedos índice y medio frotaron juntos sobre esa piel suave, hilillos de magia –de un verde con tintes de plata– brotaron y curaron la pequeña herida.
Theo contuvo la respiración cuando lo sintió. La magia de Cris. Y algo dentro de él –no sabría decir qué– se sintió tan bien.
Cris también lo sintió. Sus almas se tocaron cuando su magia lo penetró. Fueron uno solo, durante un breve momento. Y no había sido su intención, pero amó la sensación. Se echó para atrás y sus palabras murieron de nuevo cuando los ojos verdes de Theo lo miraron, sus pupilas tan dilatadas.
Ambos se estremecieron. Y la voz de Cris era ronca cuando dijo: —¿Yo soy el idiota? Te recuerdo la última vez que...
—¡Cállate! —Theo lo agarró como antes hiciera Mark, pero él no tenía problemas para alcanzarlo, tenía la altura perfecta—. Cállate —su mirada se perdió en los labios de Cris. Su voz bajó y estaban ya rozándose—. Bésame —fue apenas audible. Se moría por ello—, sólo cállate y...
«Bésame».
La última palabra no fue dicha porque Cris ya lo estaba besando con fuerza.
Mark –que era un romántico incurable y un poquito chismoso– prácticamente flotó feliz de regreso hacia la mesa. Donde Susan y Alejandro lo esperaban; se había acabado lo divertido
* ~ * ~ *
¡Hola por aquí! ¿Qué les va pareciendo la historia?
En este momento Almas entrelazadas y Ángel cautivo están demasiado conectadas en sus historias. Si leen ambas deben estar entendiendo mejor. Si no, igual entenderán todo más adelante 🙆
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