Capítulo 3: Noche de espinas
ALMAS EN PENA
CAPÍTULO 3: NOCHE DE ESPINAS
Hace casi dos siglos
—¡Pero sabes que mi caligrafía es horrible! Además, no sé escribir bien —JungKook se quejó ante la presión de su novio, quien no hizo más que alentarlo a firmar y a poner una dedicatoria en una esquina de una pintura.
—Dime qué quieres que diga y yo lo escribiré en papel para ti, corazón, así podrás copiarlo. ¡Y tienes una caligrafía hermosa! No sé de qué hablas —respondió JiMin, quien horas antes derribó por accidente un botecito con pintura en su cabeza y terminó manchado del cabello y la cara.
Para la estrella más brillante de mi cielo. -Jeon JungKook, 1848.
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En la actualidad
HoSeok fue quien organizó al grupo en la siguiente fase de su misión: visitar el viejo y olvidado museo de la ciudad, ya que consiguió boletos gratis gracias a un concurso de baile al que asistió en noviembre.
Los cursos especiales que unieron al grupo concluyeron un día antes de la tarde acordada para la "expedición", justo a tiempo para que pudieran seguir con su investigación paranormal y compraran los regalos de último minuto que les faltaban para Navidad y el cumpleaños de TaeHyung.
Las calles se cubrieron de espesa y blanca nieve, los árboles perdieron gran parte de sus hojas (en su lugar, se llenaron con foquitos de colores que iluminaban las aceras todas las noches) y los locales sacaron los mejores adornos navideños para hacer competencia entre ellos de quién atraía a más público en esas vacaciones.
—Sabía que no vendrías bien abrigado. Nunca lo haces.
Afuera del museo y refugiados bajo el techito de la entrada, Tae intentó contener el sonrojo de sus mejillas cuando su mejor amigo sacó de una bolsa un par de guantes extras, un gorro y una bufanda; las prendas combinaban entre sí. Jin las había comprado para él desde el año pasado y siempre las llevaba consigo.
—Arruinarás mi look —reprochó el Min, ganándose una mirada vacía por parte del contrario—. Bien, no te diré nada solo porque me da lástima que cargues con todo esto cada que sales conmigo.
El joven puso su dedo índice sobre la comisura de sus finos labios y le hizo guardar silencio.
—Si te preocuparas más por tu salud, en vez de por verte bien, tal vez yo cargaría con menos cosas —suspiró y negó, agotado de haber tenido esa misma charla varias veces desde que le compró ese conjunto invernal. Acomodó la bufanda alrededor de su cuello y escondió sus orejas abajo del gorro de lana—. Incluso vistiendo una bolsa de basura te ves bien. No debes de preocuparte por eso.
Estaban esperando a que los otros dos muchachos regresaran de la taquilla, misma en la que preguntaban sobre la validez de los boletos que tenían, mientras el otro par se encontraba encerrado en su propia burbuja.
El vaho que formó la respiración del mayor de los Min hizo que SeokJin riera y apartara su rostro unos centímetros. Su aliento olía a café y caramelo.
—Pareces mi novio —dijo TaeHyung y algo en su interior dio un brinco ante la idea. No supo si fue su corazón o las sorpresivas mariposas en su estómago (o las avispas, como les decía Yoonie).
Jin sonrió, tan sereno como de costumbre, con las mejillas rosas por el frío y los labios un poco agrietados. Una vez acabó de arreglarle la ropa, estuvo a nada de dar un paso hacia atrás para marcar un poco de distancia entre ambos; sin embargo, Tae sujetó sus manos entre las suyas y se lo impidió.
—¿Qué pasa? —Preguntó y, en contra de sus intenciones originales, acercó más su rostro al ajeno para retarlo a sabrá Dios qué—. ¿Acaso es tu forma de pedirme ser tu pareja?
Fue un chiste sin gracia, lo descubrió cuando se dio cuenta que era el único que reía. Por fortuna, el llamado de alguien los hizo girarse a uno de sus costados.
—¡Ya está todo listo! —HoSeok alzó la voz al correr hacia ellos. Iba con un conjunto de lana calentito y varios suéteres muy coloridos que ninguno de los presentes usaría con tanto estilo, como él.
Yoon iba detrás del solecito (como lo apodaron), con las manos en los bolsillos de su abrigo y el rostro tan pálido como de costumbre. A diferencia de su nueva amistad, él sí notó cómo su hermano se llevó al bolsillo de su chaqueta la mano de su amigo y ocultó su nerviosismo con una sonrisa.
La nubecita Min pensó que sus mejores amigos eran unos gais muy ciegos que les encantaba torturarse, en vez de formalizar apenas supieron que sus sentimientos eran recíprocos. Todos los hombres eran iguales de tontos.
—Hasta conseguí un descuento para la próxima vez que venga porque los amenacé con denunciarlos con la Procuraduría Federal del Consumidor por no querer hacerme válidas mis entradas —explicó muy orgulloso Hobie por haber aplicado lo que aprendió en la universidad en su día a día. Les puso los brazaletes verdes a los otros dos para que pudieran entrar—. Jamás pensé que Régimen Legal me ayudaría en algo tan cotidiano, como esto. ¿Quién lo diría?
—Hablas demasiado —YoonGi lo interrumpió y se adentró sin más al museo.
Sin darse cuenta, se robó un suspiro del platicador.
—Cómo me gusta que me hablen mal.
—¿Qué? —Pronunció a la vez la curiosa dupla.
—¿Qué? —Repitió él y salió de su pequeña ensoñación antes de seguir al más bajito de los cuatro.
...
La institución estaba algo olvidada, al menos por los ciudadanos que no trabajaban ahí o no vivían por la zona. Los únicos que iban eran niños y adolescentes a los que llevaban las escuelas para que conocieran la historia de su pueblo y sus fronteras con otros territorios. No era la gran cosa, pero sí poseía una gran cantidad de pinturas, artefactos usados por "celebridades regionales", pinturas, trajes típicos y algunos instrumentos y partituras.
La estructura era vieja y parecía que se caería en algún momento; aun así, era firme y sabia, como un viejo roble. Soportó tormentas, fuertes vientos, temblores y pequeñas inundaciones; aguantó guerras entre ciudadanos, contra enemigos y "simples" disputas entre bandos contrarios. Sin duda, la historia y los espíritus de la gente que vivió antes en la ciudad se encargaban de protegerlo.
Fantasmas de gente que no sabía que estaba muerta y estaba lista para luchar, defender y vencer con honor a lo que era, es y será suyo.
El señor Kim, un hombre de piel morena, alto y lindos hoyuelos, fue el que se encargó de darles el tour a los jóvenes. Sus antepasados fueron los que hicieron y abrieron el museo para todo el público, hacía casi dos siglos (eso les dijo al presentarse). Una familia bien posicionada que, de hecho, tuvo mucho que ver en lo que la gente cuenta de aquel misterioso pintor y su gran amor.
—Nudos —pronunció, incrédulo, TaeHyung—, hilanderas, ruecas; violines, pianos, violonchelos, viejas canciones; fotografías de alcaldes con sus palabras cuando ganaron las elecciones, cuando dejaron sus puestos o su último mensaje antes de morir... ¡Hay de todo aquí, menos lo que buscamos!
El grupo se detuvo por su repentino grito y se giraron a verlo, curiosos.
—TaeTae, no seas dramático —HoSeok alentó y frotó su cuello—. Claro que están las pinturas que buscamos, solo que todavía no llegamos a esa parte. Deja de estarte quejando y disfruta el día, ¿bien? No tenemos clases, no tenemos tareas, pasamos nuestras materias y tenemos todas las vacaciones para ayudarte.
—Por supuesto —su hermano también lo apoyó—. No hay nada mejor que salir a ser perseguidos por fantasmas en medio de la madrugada cuando puedo estar en mi cama, descansando bien cobijado y con un buen libro. De hecho, ¿a quién le gusta estar calentito durante uno de los inviernos más fríos que hemos tenido?
Jin estuvo a punto de apoyar el sarcasmo del menor, si no hubiese sido porque el trabajador del museo tocó su hombro con un poco de indecisión; su tacto fue helado. Sus ojos oscuros se enfrentaron a los claros del muchacho y un brillo peculiar en ellos hizo que tuviera un escalofrío.
—Por pura casualidad, ¿puedo saber qué están buscando? No me gustaría que tuvieran un mal momento por mi culpa al llevarlos de un lado a otro —era más fácil si le decían a qué iban, si parecían tener tanta prisa.
—Estamos buscando los cuadros del pintor Jeon, Jeon JungKook. ¿Los siguen teniendo en exposición? —Se apuró a preguntar Jin, antes de pasar una vergüenza por alguno de sus acompañantes—. Es para algo importante.
—¿Jeon? ¡Por supuesto! Es de los artículos más antiguos que tenemos en nuestra disposición y de los que mejor cuidamos —expresó y la esperanza en Tae volvió a revivir. También el encargado pareció estar contento de tener lo que buscaban y ser de ayuda—. Están por aquí, síganme.
El señor los guio entre diferentes pasillos y les hizo subir algunas escaleras, hasta llegar al tercer piso del edificio, donde el público casi no subía por flojera, a pesar de ser la zona mejor cuidada de todo el sitio.
—Deberían poner escaleras eléctricas o un elevador. Subir esto en verano debe ser lo peor para los conserjes —pensó en voz alta Hobie, quien se detuvo a pocos escalones antes de llegar con los demás para tomar un poco de aire y quitarse un suéter.
La tercera planta era una habitación dedicada a los pintores más reconocidos del pueblo, al igual que contaba con una pequeña exposición con caballetes y lienzos blancos que pertenecieron a los mismos. Se escuchaba el eco de sus pasos amortiguados por una vieja y enorme alfombra roja y había algunas partículas de polvo en el aire que les provocaron uno que otro estornudo.
—Del pintor que les interesa tenemos cuatro obras en cuestión —informó el mayor y los encaminó hasta uno de los extremos de la sala—. "Rey de mis pensamientos", "Rey sin corona", "Príncipe cruel" y, mi favorita, "Noche de espinas". Verán que tienen influencias barrocas y neoclásicas en sus trazos, con un pulso muy firme...
No oyeron la explicación técnica y se centraron en admirar los cuadros.
El primero era el retrato de un joven rubio, mirada rojiza y amable, labios rechonchos y porte de noble con prendas de alta costura. El segundo era una mano extendida en el césped con una corona manchada de sangre, incluso tantos años después la pintura aún parecía fresca y brillante. La tercera era oscura y tenebrosa por la mirada de un hombre que vigilaba entre las sombras a dos amantes en la orilla del famoso lago de la leyenda. La cuarta era la misma pareja en el mismo lugar, uno castaño y otro con cabellera dorada, desnudos y ambos sujetando una rosa entre sus manos sobra le cabeza del "Rey de sus pensamientos", con las mejillas rojizas y los labios curveados en un jadeo grabado en el lienzo por años.
—¡Es igual al espectro de Park JiMin! —TaeHyung señaló la primera obra, entusiasmado de sentirse más cerca de unir las piezas de su rompecabezas. Se giró a ver al trabajador—. ¿Usted sabe la leyenda que cuentan sobre ellos dos?
El señor Kim rio y rascó la parte posterior de su cabeza.
—Claro. Se dice que hace casi doscientos años dos muchachos llamados Jeon JungKook y Park JiMin se conocieron y que por ser de diferentes clases sociales tuvieron que separarse —resumió—. El joven que se ve al comienzo es el jovencito Park, tal como sospechaban. Se cree que las obras tienen relación entre ellas y cuentan la historia de ese par.
—La única que parece que no concordar es la de "Rey sin corona" —Yoon murmuró—. Si la ignoro, no dudaría ni un poco en que Jin tenía razón con que todo parece una estrategia de mercadotecnia para vender copias de sus trabajos... O para darle más valor a las originales.
Los tres estudiantes restantes se giraron a verlo mal porque, claramente, no pudo haber tenido peor idea que decir eso frente a un guía de un museo que tiene como única labor mostrar las habitaciones y construir un mundo mágico o trágico para que la imaginación del espectador lo transporte a esa época.
—Están en desorden. Están organizadas por cómo las fueron encontrando los dueños originales del museo —explicó—. Si se acercan y ven los años, se darán cuenta de ese detalle. Primero es "Rey sin corona", luego "Rey de mis pensamientos", "Príncipe cruel" y, por último, "Noche de espinas".
Jin notó que la camisa del hombre tenía su nombre completo bordado con letras azules: Kim NamJoon.
—"Para la estrella más brillante de mi cielo" —leyó TaeHyung y sus ojos viajaron al instante a Jin, quien leía las dedicatorias del pintor y las pequeñas descripciones que estaban debajo de los cuadros en pequeñas tarjetas informativas.
—¡Todo un romántico! Te dije que era una historia demasiado gay, amigo —Hobie señaló e hizo que Yoonie soltara una risita al notar la sorpresa del guía.
La única que no tenía nada más que la firma del autor era la primera, la ajena a la historia de amor y que no tenía ningún otro fin que mera estética en su momento (misma que acabó por leer el futuro que deparaba a los Park). La segunda tenía la frase que leyó el Min, la tercera decía "Por un nuevo comienzo juntos" y la cuarta "Como aniversario de haber formalizado con la rosa más bella de mi jardín".
—30 de diciembre de 1850 —leyó en voz alta NamJoon para Jin apenas lo vio fruncir el entrecejo y notó sus intenciones de acercarse más de lo permitido a la pintura—. La última es la única que tiene un día y un mes, el resto no tienen más que el año en que las hizo. Se piensa que iba a ser un regalo para su amigo... Amante —se corrigió.
—Su aniversario... —Susurró el chico y sus ojos no se tardaron en encontrarse con los de TaeHyung—. Su aniversario es en tu cumpleaños.
El moreno palideció y sintió una inexplicable inquietud con esa idea.
—¿Por qué buscan información sobre ellos? ¿Es una tarea? —Kim NamJoon preguntó.
Yoon le respondió algo entre dientes, aunque fue algo grosero así que ninguno de los demás se esforzó en repetir su comentario. HoSeok fue el que le platicó todo lo que se les pasó por la cabeza a él y a su compañero de la universidad, con pelos y señas, sobre esa pareja.
—¿Y ellos los asustaron? —Se sorprendió ante el último relato que sucedió días atrás, cuando anduvieron de las manos por los lugares mencionados en la leyenda—. Eso es nuevo. Creo que nadie se había fijado tanto en esa historia, como lo han hecho ustedes... O, al menos, nunca se atrevieron a hacer algo al respecto. La gente le tema a lo desconocido y este es uno de esos casos.
—¡A mí me dan pavor los fantasmas y los temas relacionados! De hecho, me desmayé —Nam rio por la confesión del joven—. Usted trabaja aquí y su familia también lo hizo en el pasado, ¿de casualidad no llegó a encontrar algo más, aparte de estas pinturas, que nos puedan ayudar a terminar de formar todo el escenario?
—¿Qué harán con eso una vez tengan todas las piezas?
Hobie soltó un quejido.
—Es de mala educación responder una pregunta con otra —reprochó—. Lo único que queremos es saber el contexto. Después de todo, tampoco es como que podamos traerlos a la vida. Han pasado muchos años desde su muerte y sus cuerpos no deben de ser más que polvo.
—¿Será...?
Con esa respuesta, entre divertido y pensativo, NamJoon tarareó por lo bajo y pareció preguntarse más cosas de las que los amigos habrían podido comprender en algún momento de sus cortas e inexpertas vidas. Los rodeó con sutileza, con un paso ligero y felino que no pareció propio de alguien tan grande como lo era él, con hombros anchos y muy bien proporcionado.
—Síganme.
El tipo caminó hacia la puerta de una oficina en la que ninguno había reparado y que, de hecho, no creían haberla visto nunca en sus visitas cuando fueron con los de sus antiguos colegios. Supusieron que fue construida en sus años de preparatoria o universidad y que fue de los pocos cambios que hubo en todo ese tiempo.
El cuarteto se miró entre ellos, dudosos entre si seguirlo o dejar la misión a medias y huir; no obstante, cuando Jin se percató de la mirada de cachorro regañado que tenía Tae, su corazón se estrujó y no pudo decirle que no. Nunca podía, incluso si hacía todo un show sobre lo mala que era su idea.
Entrelazó sus manos y la tela de sus guantes fue una sensación gratificante en ese instante que parecía ser tan importante para su "investigación de campo".
Lo siguieron.
La oficina no tenía mucho más que un viejo librero, un escritorio hecho con madera de roble, algunas sillas cómodas, una vieja tetera en una mesita y un antiguo archivero que rechinó y olió a metal oxidado cuando el señor Kim lo abrió. Un corte con él era casi asegurado la contracción de la enfermedad del tétanos sin su respectiva vacuna.
Todos lo miraron, expectantes, sacar un par de sobres abiertos y amarillentos con manchas por el paso del tiempo.
—Fueron halladas en el mismo lugar que la última pintura —explicó y el alma de cada uno del grupo pareció irse al cielo con semejantes palabras—. Son firmadas por JungKook, todas y cada una de ellas.
—¿No era analfabeta? —Preguntó, incrédulo, YoonGi.
—Lo era —confirmó él—. Contó con ayuda de otro hombre. No están expuestas debido a que pueden perderse con facilidad y no queremos que su valor se deteriore. Pueden leerlas aquí. Yo iré a dar una vuelta en la primera planta para ver si no necesitan mi ayuda con un nuevo grupo.
Con una sonrisa amable, Kim NamJoon abandonó la oficina.
Catorce cartas. Todas con la fecha del último día de cada mes que iba pasando desde noviembre de 1849 hasta diciembre de 1850. Todas con la misma dedicatoria en sus sobres.
Ocho palabras.
Treinta y cinco letras.
Para la estrella más brillante de mi cielo.
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