Capítulo 2: Viaje al pasado
ALMAS EN PENA
CAPÍTULO 2: VIAJE AL PASADO
Hace casi dos siglos
—¡Es imposible dialogar en esta casa! —Se quejó el más pequeño de los Park, quien salió a toda prisa de la enorme residencia de su familia y se montó en su carruaje tras pedirle a su conductor que lo llevara por donde mismo.
Siempre era igual.
Park JiMin, un muchacho rubio de quince años, gran belleza y educación excepcional, se cansó de tener que vivir su día a día rodeado de gente con pensamiento mediocre y con nada más que ambición, envidia y hambre de riqueza en su corazón.
No importaba cuántas veces intentara hablarlo con sus padres y su hermano mayor, nunca los hacía cambiar de opinión. Ellos se encasillaban en "nuestros antepasados hicieron grandes cosas por esta región, por eso gozamos de esta estabilidad y aquellos, los pobres, no" y si él insistía con su clásica respuesta ("¡exacto! ¡Ellos lo hicieron, no nosotros! Lucharon por un país libre y, por personas como ustedes, se echará a perder, de nuevo"), lo mandaban directo a su habitación, castigado.
Limpió sus lágrimas saladas con amargura y vio por la ventana el horrible escenario que lo rodeaba, una vez salieron de su vecindario.
La clara división de clase baja y clase alta era dolorosa y desamparadora. Las casas, los techados, los cristales de los ventanales, las puertas; la ropa, los zapatos, los accesorios; los ojos sin brillo, los rostros sucios, las manos con callos y resecas, los pies con ampollas, pieles pálidas por enfermedad o bronceadas por las extenuantes horas bajo el sol; la alimentación, la educación, los trabajos; el acceso a servicios médicos, de gas y de agua; los derechos, las obligaciones y las posibilidades de trascender.
Una lista que nombrara todas las diferencias era casi interminable y JiMin se propuso hacer una, como castigo a pagar por las faltas que hacían los de su clase social y torturarse por no conseguir nada a su triste edad para ayudar de verdad. Crimen y castigo, como diría el título de un libro no tan sonado por esas fechas en aquella región.
Durante sus vacaciones del internado al que asistía del otro lado del país, parte de su rutina semanal, casi diaria, era visitar los barrios bajos para pensar en cómo echarles una mano. A veces, se bajaba de su carruaje y la plebe (que ya lo reconocía entre ellos como "el niñito de ojitos lindos", "el señorito Park" o "el hijo de los patrones") iba directo en búsqueda de un consejo para casi cualquier cosa.
—¡Joven Park! Las hortalizas de mi jardín han tardado mucho en surgir y temo que se me hayan secado. ¿Sabe qué puedo hacer?
—¡Muchas gracias por darme la idea de centrarme en los resultados anteriores en las carreras de caballos para saber por cuál apostar a la próxima!
—A causa del poema que me ayudó a aprenderme, la señorita que intentaba conquistar accedió a salir conmigo. ¡Sin duda es un romántico empedernido usted también!
—Tenía razón. ¡El pastel de manzana sabe mejor con un toque de nuez moscada!
Esa ocasión, no lo hizo porque no quería descubrieran que lloró y que le preguntaran la razón de su malestar, pues volvería a lloriquear por semejante muestra de cariño y el remordimiento lo carcomería vivo si los veía echarse la culpa por "sobrepasarse de confianza con un noble".
Los saludó con la mejor sonrisa que pudo ofrecerles y sacudió su mano a otros niños más menores que él, inspirados por su aura cargada de amabilidad y sinceridad. Minnie, como era nombrado por esos chiquillos, se convirtió en su ejemplo a seguir.
Fue ese mismo día cuando lo vio por primera vez.
Jeon JungKook.
Estaba manchado de tierra por corretear al perro de su vecino, su ropa estaba hecha jirones y su cabello revuelto. Sus ojos oscuros centellaron bajo los rayos solares al encontrarse con los rojos ajenos, maravillado por la belleza del joven que oyó mencionar tantas veces por las calles.
Fueron apenas unos segundos.
JiMin memorizó cada pequeño detalle que logró contemplar desde su lugar al asomarse por la ventana y controló a su desbocado corazón al sentarse bien en su asiento, una vez lo dejaron atrás.
Llevó sus manos a su pecho y se hizo ovillo, nervioso por sus latidos irregulares y, sobre todo, por el aumento de temperatura que experimentó en sus mejillas, cuello y orejas. Hasta sus manos sudaron. Si no fuera porque era un gran conocedor, habría pensado que era un refriado.
Tuvieron que pasar varios días para que se animara a salir de la mansión, asustado por cómo reaccionaba por alguien a quien apenas conoció de vista. No sabía el sonido de su voz, mucho menos sus gustos o comportamiento; sin embargo, hasta lo más básico pareció innecesario y todo raciocinio abandonó su ser.
Porque incluso el hombre más conocedor caería rendido ante esos ojos brillantes.
La imagen de ese plebeyo no dejó de repetirse en su cabeza durante todo el día, ni siquiera en sus sueños más profundos. Despertaba varias veces por las noches con la respiración acelerada y sonrojado por la culpa de su fantasiosa mente que le jugaba en su contra al hacerlo imaginar mil y una cosas a su corta edad.
Una mañana, apenas desayunar y vestirse, salió sin compañía en búsqueda de aquel chiquillo con una canastita de pan recién horneado y frutas recién cortadas de su invernadero como cortesía y agradecimiento por volverse su nuevo y encantador sueño.
Preguntó a todo aquel se le puso enfrente, hasta que consiguió una dirección gracias a una mujer a la que le aconsejó sobre una nueva técnica de bordado que aplicaban las mejores costureras en Francia.
JungKook vivía en una casita humilde, igual que el resto de las personas que vivían por esas zonas, con un viejo y casi seco nogal al cruzar la calle. Su vecino era un viejecito con la piel arrugada, casi sordo y ciego, con un perro algo flaco y de raza cruzada que lo cuidaba como si su vida dependiera de ello.
JiMin pensó que se desmayaría ahí mismo al acercarse para llamar a la puerta y esperó con la, apenas descubierta, impaciencia que se volvió parte de su día a día cada que de estar con Jeon se tratase.
Su corazón dio un vuelco al oír la madera del piso crujir bajo el peso de alguien del otro lado de la puerta, el rechinar de la misma al ser abierta y un suspiro masculino que pareció cansado. Cerró sus ojos con fuerza y respiró hondo en demanda de un poco de valor para que sus piernas dejaran de temblar.
—Buenos días —comenzó con su discurso con la mirada fija en los zapatos del ajeno, cosa que nunca hizo antes e iba en contra de su educación—. Soy Park JiMin, hijo de los señores Park. Hace unos días, como de costumbre, paseaba por estas calles y vi a un joven de mi edad y, desde entonces, no logro sacarlo de mi cabeza. Traje esto —desde hacía varios segundos que tenía alzada la canasta de pan y frutas— con la esperanza de convencerlos de dejarme intentar ser su amigo.
Pasaron unos instantes antes de que tuviera el coraje de alzar la vista y encontrarse, para su sorpresa, con el motivo de sus suspiros con las mejillas sonrojadas y una sonrisita avergonzada. El plebeyo llevó una mano hasta el lóbulo de una de sus orejas y lo frotó al querer que la intensidad del calor bajara.
—Pensé que era el único incapaz de olvidar tus ojos —y JiMin rio al comprender que jamás soltaría esas primeras palabras porque, por supuesto, sabía que nadie olvidaría el color de sus irises.
Ese día, compartieron los gajos de una toronja mientras JungKook los guiaba a través de varios árboles y arbustos hasta su "lugar secreto", un laguito que pronto se volvió el punto de sus encuentros diarios, una vez JiMin convenció a sus padres de no mandarlo de nuevo a su antigua escuela y que lo inscribieran en una más cercana.
Descubrieron entonces que, en realidad, JungKook era dos años mayor y Minnie justificó con eso su diferencia de estatura, sin saber que esos centímetros que los separaban nunca serían rebasados y se convertirían en el motivo por el cual tendría que pararse de puntillas incontables veces para robar un par de besos a los finos labios ajenos.
—¿Ya te he dicho cuánto me gustan tus obras? —Park preguntó, sentado en un cajón de carga alguna tarde, un año después de haberse conocido y pocos meses desde que formalizaron su relación—. En especial las de flores.
El otro rio.
Le daba la espalda, sumergido en el clásico olor de las pinturas que su novio le regaló por su cumpleaños dieciocho para que pudiera hacer un mejor trabajo que con las viejas que solía usar, con la cara manchada (como de costumbre, esa vez de azul) y las manos llenas de marcas por el arduo trabajo que hacía en el negocio de su padre y su pasatiempo con los pinceles y las brochas.
Estaban uno de los callejones menos transitados del pueblo, se sentían protegidos por la fuerza de uno y la inteligencia del otro. Siempre hallaban la manera de escapar de cualquier situación, juntos.
—Es como...
—"Ver florecer este lugar... ¡Como si floreciera la esperanza!" —Citó por él.
Fue el turno del noble de reír y, casi al instante, tuvo a una corta distancia al Jeon, encantado por el sonido de su risa y su simple presencia. Su beso no tardó en manchar de diversos colores las costosas telas que vestían a JiMin y sus risas cambiaron a suspiros ahogados.
—Aquí no, JungKookie. Me da pena que alguien nos vea —más bien, era respeto por estar en vía pública.
—De acuerdo, Mimi — tan fascinado como la primera vez que lo oyó, suspiró por el apodo que conocía a la perfección y acarició su nuca con una sonrisita cómplice.
Hacía tiempo que habían aprendido a guardarse esos momentos para ellos dos y no compartirlos con nadie más.
Si bien ante sus creencias sobre el amor entre dos hombres era algo "extraño", fue un romance secreto que la plebe decidió ayudarles a conservar como agradecimiento por la incontable ayuda que recibían día tras día con los consejos del noble.
—¿Has pensado en mi idea de vender tus cuadros? —Preguntó Minnie tras unos segundos de silencio en los que no hicieron nada más que verse—. Seguro que se venderán.
—Sé que no lo harán, al menos no aquí —negó con desilusión el otro, el cual no dejó de sentir las caricias de su pareja en ningún momento—. Mi apellido no es reconocido, amor. Nadie las notará en una exposición... Y sé que me ofreciste venderlas bajo el tuyo, pero no sería lo mismo. No me sentiría cómodo, más bien. Ya es suficiente con los riesgos que corres al comprarme todo el material que necesito.
—El dinero no es problema para mí...
—Para mí sí —cortó— y no me gusta recibirlo sin darte nada a cambio. Sé que lo haces sin esas intenciones, es solo que... No sé. Me estoy poniendo límites a mí mismo, como dijiste antes, ¿no es así?
Su novio suspiró y lo abrazó contra su pecho, indispuesto a dejarlo pensar demasiado las cosas. Su primera discusión fue por esa misma razón, aunque también estuvo influenciada por una que tuvo el menor con sus padres antes de encontrarse, así que comprendía mejor el dilema en el cual se encontraba su pareja.
—No. Eres alguien luchador, eso es todo —el abrazo fue correspondido—. Ya quisiera yo tener tu determinación y amor por algo, como para querer ejercerlo y volverlo mi oficio.
—Eres bueno en muchas cosas, amor —y, aun así, seguía sin hallar su destino. No quería dedicarse a lo mismo que se dedicaría su hermano (a lo mismo que su padre, ser un abusivo con los pobres)—. Luchas por nosotros, por los que no podemos defendernos. Eso ya es digno de admirar.
...
Fue un poco antes del cumpleaños veinte de JiMin cuando concordaron que había sido suficiente de esconder su relación y que correrían el riesgo de ser rechazados para hacerla pública, pues por la edad y los deberes se les complicaba más escaparse para verse en el lago o algún otro sitio acordado.
JungKook asistió a la fiesta de cumpleaños de su novio en el invernadero de la familia, tal como planearon, con las prendas que le consiguió para que no se sintiera fuera de lugar. Minnie no tardó en correr a su encuentro apenas lo vio atravesar la entrada con una cajita de regalo en las manos.
Un par de muchachas parecieron interesarse en el misterioso "noble" que nunca habían visto entre los invitados, ni del que habían oído hablar por parte de la familia.
—¡Llegaste! —No le importó haber dejado a unos invitados con la palabra en la boca al tenerlo frente a él. Lo llevó de la mano hasta atrás de algunas plantas para cubrirse de los curiosos—. Estaba muy nervioso. ¿No tuviste problemas? ¡Y te ves tan guapo! Casi le tiro el ponche a mi prima y...
Enternecido por su preocupación, lo calló con un beso fugaz y le tendió su obsequio para que su inquietud se disipara. Y, de hecho, funcionó, pues no tardó en abrirlo, entusiasmado por descubrir su contenido.
—¡Oh, Kookie! —Exclamó, emocionado.
Era un guardapelo con dos pequeñitas pinturas en su interior, un retrato de Mimi y otro de los dos. Lo aferró contra su pecho a la par que no se contuvo y se acercó a repetir el gesto que JungKook tuvo antes, besó sus labios con suavidad y pronto lo rodeó con sus brazos.
—Lo cuidaré con mi vida.
—Lo sé —alardeó y a ambos se les escapó una risita.
En el resto del festejo, JiMin presentó al muchacho por lo que era, un excelente pintor de nombre Jeon JungKook, al cual conoció hacía años vagando por la ciudad. ¡Hasta lo hicieron con sus padres! Los invitados no hicieron preguntas frente a ellos de sus manos entrelazadas y se limitaron a murmurar entre sí las posibles razones.
—No conozco a nadie con ese apellido, ¿es de otro país? —Preguntó la hija de los Baek, AYeon, sin ningún ánimo de ofender y con una linda sonrisa.
—Es un plebeyo —se limitó a decir el Park y, pese a eso, su pareja imitó el gesto de la chica—. Sus padres trabajan en nuestras tierras. Somos novios desde hace tiempo, a decir verdad.
Eso pareció oprimir el botón silenciador de todos a su alrededor, puesto que se quedaron helados en sus lugares el escucharlo confesar todo con tanta naturalidad, como si fuera lo más normal.
—¡Qué lindos! —La única que continuó como antes fue AYeon, quien se acercó a apretar sus manos unidas entre las propias—. Espero con ansias oír su historia de amor, en ese caso. A pesar de ya no ser tan cercanos, como en la infancia, JiMinnie, me alegra que encontraras el amor. Eres alguien muy fiel a tus ideales, ¡seguro que JungKookie te apoyará a alcanzarlos!
—AYeon, ven aquí —la apuró su madre, que estaba a varios metros, al casi tomarla por loca ante semejantes palabras. Tiró de su muñeca con fuerza y se limitó a barrer con la mirada de arriba hacia abajo a la pareja, disgustada.
Como si se tratara de telepatía, todos los presentes comenzaron a retirarse entre susurros a sus casas.
—Ojalá el chico reencuentre el camino pronto...
—Era obvio que acabaría así. Desde pequeño ha sido... Afeminado.
—¡Era de esperarse! Con sus ridiculeces sobre los ricos para enloquecer a sus padres, no encontró nada mejor para hacerlo que dejarlos en ridículo de esta manera.
—¡Un hombre...!
—Peor, ¡un plebeyo!
La pareja sabía a la perfección que eso pasaría tarde o temprano, por eso aprovecharon para disfrutar de la fiesta antes. Lo bueno fue que bailaron y comieron hasta más no poder.
Minnie puso a Kookie detrás de él apenas vio a sus padres acercarse en compañía de JiHyun, su hermano mayor, con los ojos encendidos por la furia. No necesitaron ninguna palabra para comprender el regaño que se avecinaba.
—¡Tú! —El señor Park apuntó a su hijo—. Ven con nosotros ahora mismo. Tenemos que hablar seriamente contigo...
—Papá, él es mi...
—¡No te di la palabra! —Lo interrumpió y lo hizo ponerse rojo por la molestia que lo invadió—. Ya lo sé, ya oí la estupidez que le dijiste a la hija de los Baek. JiHyun, cuida a éste para que no se robe nada.
—¡No se robará nada...!
—¡PARK JIMIN!
JungKook le hizo un gesto a su novio para que no se preocupara, que entendía y que ambos tenían en cuenta que eso podría pasar una vez su secreto saliera al descubierto, así que esperaría con calma junto a su (serio) hermano mayor hasta que llegara.
Indeciso, Mimi asintió y amenazó con que no le hicieran nada si no querían acabar por no saber nada más de él al mismo tiempo que sus padres se lo llevaban a tirones hacia otra parte del invernadero.
Ni siquiera se quedaron lo trabajadores por lo tenso del ambiente.
Fue en ese momento en el que le soltaron, a gritos y jalones, su enojo por su actuar sin pensar en lo que diría la gente, ni mucho menos de su responsabilidad como un Park. Le reprocharon su inmadurez por su deseo de unir a pobres y ricos por el "bien del país", su credulidad ante el exterior y, claro, su estúpida obsesión por hacerlos enojar al llevar a alguien de la plebe a su residencia y presentarlo, por si fuera poco, como su novio.
—¡Y frente a AYeon! —Reprochó su madre—. ¿Es que acaso nunca te enteras de nada, JiMin? ¡Deja de vivir en tu mundo de fantasía! ¡Los señores Baek y nosotros ya teníamos todo listo para tu compromiso con AYeon! Íbamos a anunciarlo esta noche, después de cortar el pastel.
La sorpresa del menor tuvo que ser notoria, ya que su mamá rio, convencida de que el joven no prestaba atención a las "señales".
—Es tu amiga de la infancia, no tenemos lazos familiares y es muy inteligente. ¿Sabes lo difícil que es hallar a una mujer bella y con cerebro? —Cuestionó su padre, cosa que hizo morder la lengua de su esposa, herida—. Hoy en día, las bellas buscan el dinero con el que las feas atemorizan a los hombres. ¡Sus hijos saldrán bellísimos y en cuna de oro! ¡Entiéndelo, JiMin! Ya estás grande para estos jueguecitos.
—¡No son juegos, papá! —Gritó también, cansado de soportar cuán alto hablaba el viejo—. No apoyo sus ideas sobre la clase baja, ni sus tratos hacia ellos. Es algo que he mantenido desde que tengo memoria y ya deberían de saberlo. Deberían de saber que estoy muy lejos de convertirme en alguien tan cruel, como ustedes...
—No digas tonterías. Eres un Park, JiMin.
—Exacto —interrumpió—. Lo único que nos une es un apellido y si debo de dejarlo para que permitan vivir mi vida como deseo, entonces eso haré porque no solo no estoy de su lado, sino que también estoy enamorado de Jeon JungKook. Lo amo desde los quince años.
—Hijo, cuidado con lo que dices —siseó el hombre—. No te vayas a arrepentir...
—Y amo a su familia y a todos los que trabajan en nuestras tierras por darme la familia que nunca encontré aquí. Por quererme, por respetarme y ver más allá de la sangre noble que cargo...
El sonido de una fina mano chocar con su mejilla fue lo único que logró detenerlo.
—Eres un ser egoísta y cruel —señaló su progenitora, la mujer de larga cabellera rubia, a la par que él se acariciaba la zona del golpe—. ¿Familia, ellos? No te conocen, JiMin. Lo único que quieren es nuestro dinero. Te llevé en mi vientre nueve meses, soy tu madre. No puedes rebajarme a un nivel menor que ellos.
—Ni siquiera fuiste capaz de intuir que tenía un romance con alguien del pueblo durante los últimos años con todas mis salidas, como para decir eso. No seas ridícula —incrédulo por su testarudez—. La palabra "madre" le queda muy grande a alguien como tú, no hago más que decirlo por costumbre.
Al decidir ignorar los gritos entre dolidos y enojados de la pareja, se dio media vuelta y se encaminó hacia donde dejó a JungKook, quien tuvo el infortunio de escuchar todo.
JiHyun no se esforzó a detenerlos al verlos alejarse de la mano y a toda prisa, como si el piso ardiera, distante como era de costumbre. No era como si apoyara a su hermano menor, tampoco que estuviera del lado de sus padres. Era así, vacío y con movimientos automáticos, la mayoría del tiempo, con desinterés en todo y antipático.
Al menos eso fue hasta que, tras pensárselo un poco más, decidió seguirlos.
Los novios corrieron a su lugar seguro al esquivar la poca guardia que tenía la residencia y se refugiaron entre los arbustos que rodeaban al lago para no ser hallados pronto.
—¿Te casarás?
—¡Por supuesto que no...! A menos que vayas a pedir mi mano ahora, entonces sí.
—Mimi, esto es serio —intentó recordar Kook y lo hizo suspirar—. ¿Me juras que no sabías nada de eso?
—¡Por supuesto! Me habría quejado contigo antes que con alguien más, de haberlo sabido —se apuró a responder—. Eres mi mejor amigo y mi pareja. ¿No me crees?
Ver la sonrisita de su pareja bajo la luz de la luna le alivió al instante. No se había dado cuenta de cuándo su corazón comenzó a latir con tanto apuro, ni cuándo su respiración se entrecortó por el exceso de información que procesar.
—¿Te duele? —JungKook acarició la mejilla rojiza de Minnie—. No interrumpí porque supuse que no habrías querido... ¿Hice bien? —Recibió un suave cabezazo como respuesta y rio.
—Lo más seguro es que me habría alterado más si te acercabas. No puedo controlarme cuando se trata de ti —eso los hizo sonrojar y reír, de nuevo, antes de que la seriedad volviera a instalarse entre ellos—. Debemos escapar. No quiero casarme con AYeon y estar lejos de ti.
Eso sorprendió al otro.
—¿Estás seguro?
—Muy seguro. ¿Por qué? ¿Tú no quieres estar conmigo? ¿Ya no me aguantas? —Ambos sonrieron al saber a la perfección la respuesta.
—No hay nada que desee más que estar a tu lado todo lo que me resta de vida —aclaró porque sabía cuánto JiMin amaba oír eso y, en su interior, también amaba decirlo en voz alta y no guardárselo.
Recibió un merecido beso como premio por esas palabras y a su novio de a horcajadas sobre él para refugiarse de la brisa otoñal. Los árboles blandían sus ramas y hojas al ritmo del viento, así que fueron incapaces de escuchar el crujir del césped cuando JiHyun llegó a una distancia considerable para oírlos.
—Puedo tomar cosas de mi casa y las podemos vender, una vez lleguemos a un lugar lejos de aquí... ¿Qué dices? Mientras nos asentamos y todo eso, quiero decir —aclaró, como si ese plan ya le hubiera estado rondando por la cabeza hacía mucho tiempo—. No conocerán el apellido Park o yo pasaré a ser Jeon JiMin.
JungKook sintió a su corazón saltar en su pecho ante semejante idea, maravillado y entusiasmado por la tranquilidad con la cual lo dijo. Ocultó su sonrisita al mirar el guardapelo que le regaló horas antes colgar de su fino y blanquecino cuello.
—Alguien podrá ayudarnos con los papeles, de seguro... Nos encontraremos aquí al anochecer...
Y el resto era historia.
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En la actualidad
—¡Te odio tanto, Min TaeHyung! —Lloró SeokJin a altas horas de la noche, quien corría de la mano de su mejor amigo por la calle principal de la ciudad con la sensación de querer vomitar y desmayarse al mismo tiempo.
Al no poder negarse ante el plan de Tae (más bien, al no ser oídos sus reproches), YoonGi y SeokJin se vieron envueltos en él junto a HoSeok, quien accedió a ayudarlos por no tener nada interesante que hacer, a pesar de tener pendientes dos proyectos finales.
La primera fase constó de averiguar cuán reales eran los mitos de los fantasmas de la pareja y de comprobar si era cierto que perseguían a aquellos que iban tomados de la mano durante las noches. Decidieron que fuera después de medianoche porque "a esas horas espantan".
—Ni siquiera sabemos cuál es la iglesia de la que se tiró JiMin... —YoonGi entornó los ojos la tarde en la que los cuatro se reunieron en una cafetería para hablar mejor de la idea. Casi al instante, hizo una mueca de asco al ver a HoSeok manchado de la espuma de su café y le tendió una servilleta.
—Ya lo tengo todo cubierto —le presumió su hermano—. Solo existe una que es tan vieja, no te preocupes. En el peor de los casos, ¡te confundirán con otro fantasma de lo pálido que eres!
—Se nota que eres el adoptado porque no sabes hilar una cosa con la otra.
—¡Oye, eso es ofensivo!
Los equipos de búsqueda fueron SeokJin y TaeHyung en la catedral y los otros dos en el lago. Y sí, para su desgracia, tuvieron que abandonar el lugar casi al instante en que pasaron con las manos entrelazadas.
El llanto ahogado de la figura translúcida con el que les pedía ayuda porque no sé dónde está, lo extraño, ¿por qué se fue? ¿Por qué me dejó? Me duele, ¿por qué no puedo dejar de amarlo? los siguió por varias calles y los heló cuando desapareció con un grito cargado de pena y angustia, justo al toparse con la otra falsa y aterrada pareja.
—¡Hobie, no!
HoSeok se desmayó del susto apenas estuvo a salvo y fue hasta ese momento que TaeHyung y Jin soltaron sus manos.
[Portada hecha por Martha Arriola 💕].
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