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5

Ambos felinos marchaban durante horas, como hacían todos los días después despertar, mientras discutían sobre su próxima táctica de caza; hasta incluso después de mediodía, cuando la sábana estaba callada, incluso exenta del canto de los pájaros.

Tiane hablaba y hablaba sin parar esa mañana, había despertado motivada, como si la vida hubiese retornado otra vez, como si la felicidad ardiera nuevamente en su corazón. Aunque el pequeño guepardo solo la podía mirar a su lado, y sus palabras rebotaban de sus oídos como piedras cayendo por un acantilado, sí que contemplaba su caminar, porque era como un movimiento hipnótico y perfecto para él.

Los meses que habían pasado frente a ellos dos les hicieron dar cuenta a ambos que no podrían quejarse por nada más en esta vida, se les había concedido la tan ansiada segunda oportunidad que pidieron aclamandole a la noche y la esfera blanca, y aunque sus familias estaban muertas, eran felices, porque se tenían el uno al otro.

Eran dos felinos de diferente especie conviviendo como familia, y no era fácil de aceptar para ninguno de los dos orgullosos animales, pero era así y punto.

–¿Ves esos elefantes? Se creen reyes, pero yo pienso que no tienen ninguna gracia, solo comen esos aburridos árboles y caminan muy, pero muy lento, como si creyeran que su movimiento es bonito. He visto algunos en las lejanías de la sabana ayudando aquellos salvajes, a los caminantes de dos patas. Se dejan montar en sus grandes lomos, y los dominan como si fuesen mansos y estúpidos.

–¿Elefantes? Nunca me he puesto a estudiarlos, pero tampoco les encuentro mucha gracia como dices tú.

–¿Te gustaría matar a uno? –le Preguntó Natzala a Tiane, esperando su ansiada respuesta.

–Es como un sueño, una meta digna para todo cazador –comentó la leona.

Velocidad y garras, contra fuerza bruta, sumada con toneladas y toneladas de músculo y grasa de elefante... no nos conviene para nada.–opinó Natzala con otra gran sonrisa.

–Tú lo has dicho tonto–exclamó Tiane empujando a su compañero suavemente mientras caminaban por la sabana.

–Aun así no tienen gracia –le dijo él devolviendo el empujón.

Tiane se encontraba recostada mientras Natzala terminaba de comer los restos de un pequeño jabalí asesinado por ellos la noche anterior.

–Sabes Natzala, alguna vez has pensado en...

–¿Qué cosa? –la interrumpió masticando los huesos del cerdo, babeando sangre fresca.

–Es difícil de preguntar, porque no sé cómo explicarlo.

Natzala le miró tiernamente poniéndole algo de atención.

–¿Alguna vez has imaginado que eres otro ser?

–¿Otro ser?

–Si, a ver por ejemplo, ¿Has imaginado alguna vez que fuiste un león?

–¿Un león? ¿Cuándo?–preguntó Natzala.

–No lo sé, tal vez antes de ser guepardo.

–Me acordaría si hubiese sido un león–respondió algo confundido.

–Digo, en otra vida, mucho antes de haber nacido.

Natzala abrió los ojos como estupefactos y quedó pensando en lo que le planteaba su fiel amiga.

–¿Cómo es eso? ¡Es extraño! –dijo el guepardo mientras bostezaba sangre de jabalí.

–¿Cómo sabes si alguna vez fuiste un león? Tal vez hace muchos años... Imagínate esto, antes de que fueras un guepardo, fuiste un gran león, con una bella melena y con una gran manada a la que tendrías que haber cuidado y protegido de otros leones forajidos.

–Pero sabría algo de los leones ¿No crees?, sabría algo al nacer, ¿O no? ¿Cómo es posible olvidar todos esos recuerdos?
–¿Cómo sabes si alguna vez yo fui una guepardo? Con fuertes músculos en mis piernas, y con los que pude haber corrido a gran velocidad, incluso más veloz que tú...

–Sabrías algo de mí, me contarías cómo hubiese sido la experiencia de ser un guepardo.

–No valdría la pena recordar lo de la otra vida.

–¿Por qué no?

–¿No sería mejor nacer con la mente en blanco? Piénsalo, si algún día tú te mueres, y naces como otro ser, ya sea un guepardo, un elefante, un salvaje, lo que sea, ¿No te gustaría olvidar aquel trauma? Tú sabes, ver morir a tu madre enfrente de tus ojos, o de saber que todos tus pequeños hermanos están muertos.

–Pero...

–¿Cuál sería la idea de nacer como un guepardo si tienes la mente y los recuerdos de un león?

–Tienes razón, no tiene ningún sentido...

–Pero la gran pregunta es, será hecho o realidad, ¿existirá esto?

–No me lo había planteado nunca, pero hay algo curioso... una vez, me puse a pensar en que se sentiría ser uno de esos salvajes, ¿Recuerdas? Lentos y débiles comparado a nosotros... Pero a cambio ellos tienen la capacidad, la cual no me explico, de matar elefantes, de matar leones, de matar guepardos como yo.

–¿Te gustaría ser como ellos, a pesar de...?

–No estoy diciendo eso, me refiero a que son tan misteriosos, tan fuera de este mundo.

–Son un mal Natzala, matan sin piedad...

–Lo sé, pero todos somos asesinos en la naturaleza mi amiga.

–Ellos aman destruir la belleza, solo por placer –exclamó Tiane muy molesta–. Nosotros no dejamos los cuerpos tirados.


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