CAPÍTULO V
Familia+ Secretos= Conflictos.
Stella.
Una semana después.
¿Alguna vez les ha pasado que toman una decisión bajo presión, sin pensar en lo que puede llegar a desencadenar? ¿Han sentido esa horrible sensación después de ver cómo resultó de desastroso ese impulso?
Pues, les diré que no es bonito, y menos cuando ese impulso lleva a defraudarse a uno mismo. Se siente pésimo, y lo único que espero es que esto sea una pesadilla porque no puedo creer lo que hice.
Me recuesto en la cama cerrando mis ojos para descansar, algo que por más que lo intento, no lo logro.
De acuerdo con la hora de mi teléfono celular, son las ocho de la noche.
No he podido dormir bien esta última semana por lo ocurrido en el parque de atracciones, en todo el desastre que resultó el lanzamiento de la campaña publicitaria que llevaba organizando por meses.
En cuanto a mi trabajo, me cuesta dar la cara en la empresa. Ciertamente, no fue muy profesional de mi parte abandonar así el escenario y dejar botado todo por lo que había luchado, y sin mencionar la reputación del corporativo.
Quería ayudar a Ziel, era algo que por algún motivo no pude dejar pasar, fue un impulso, pero no puedo justificarme con eso.
Sin embargo, me arrepiento. Me encuentro aún más arrepentida porque dejé mi sueño a un lado, mi oportunidad de ser reconocida y seguir creciendo en la industria, todo se perdió en vano ya que nunca encontramos al chico misterioso en el estacionamiento.
Ziel ha intentado hablar conmigo, pero sólo le he devuelto un par de palabras de vez en cuando.
No estoy enojada con él, sé que esto no fue culpa suya. Él decidió avanzar sin mí, y sólo me aventé a seguirle sin medir las consecuencias de mis acciones.
Estoy molesta conmigo misma porque en vez de regresar al escenario y disculparme, preferí tomar un taxi a mi casa sin atreverme a dar alguna explicación.
Me incorporo, sacando las piernas de la cama para colocarme las pantuflas.
Decido bajar a la cocina por un poco de chocolate caliente. Es muy delicioso, además logra aliviarme la tristeza así sea por un breve momento.
Me sirvo una taza y salgo de la cocina para dirigirme a las escaleras.
El timbre de la puerta de entrada suena dos veces y una voz familiar hace que me detenga antes de poner un pie en el primer escalón. -Stel, ¿podemos hablar?, ábreme...
Romina.
He ignorado sus llamadas un par de veces porque no sé cómo explicarle lo sucedido. Supongo que por eso está aquí tan tarde, buscándome, así sea una semana después.
Camino hacia la puerta e inhalo profundo antes de llegar a la entrada, sé que ahora no tengo escapatoria.
-Voy -le abro la puerta.
Ella pasa sin yo invitarla a que lo haga y camina hacia la sala. Su rostro está inexpresivo, pero sé que anda entre molesta y preocupada; tantos años conociéndola me hace llegar a esa conclusión.
Cierro la puerta para seguirle y al llegar al umbral de la sala, la veo sentada en uno de los pequeños sofás. Está de brazos cruzados, al igual que sus piernas.
- ¿Te gustaría una taza de chocolate caliente? Lo acabo de preparar.
Niega. -Así estoy bien, gracias.
Asiento y camino hasta el otro sofá para quedar frente a ella.
Permanece en silencio, observándome, a lo mejor esperando alguna explicación de mi parte que logre justificar mi cambio repentino.
Desvío la mirada, incapaz de pronunciar palabra.
-Stel, ¿me puedes decir por qué no has ido a trabajar, ni tampoco atiendes mis llamadas? -rompe el silencio que nos rodea.
-No me he sentido bien últimamente -sorbo un poco de mi chocolate-. Tampoco he querido preocuparte, sé que debes de estar ocupada.
-Uhm... Bien.
Nos quedamos unos minutos en silencio, ella con su mirada hacia la ventana. Soplo mi chocolate y sorbo otro poco. Debo admitir que este momento se siente incómodo.
-No vine hasta acá para que me mientas, Stella -dice mi amiga, inclinándose hasta colocar su mano sobre la mía-. Además de compañeras en el trabajo, somos amigas, casi como hermanas, te has convertido en mi familia. No tienes que cohibirte de decirme lo que te pasa. Te conozco, y sé que me ocultas algo.
-Lo sé... -me detengo unos segundos queriendo decirle la verdad, pero alejo ese pensamiento de mi cabeza-. Sin embargo, son cosas que se me hacen difícil explicar, cosas que no creí que me llegarían a pasar y prefiero dejarlo así, antes de que no entiendas mi situación.
Nos quedamos mirando la una a la otra y ella me sonríe ladinamente, con algo de picardía. -Es sobre un chico, ¿verdad?
Aparto su mano de un manotón. - ¿Qué? ¡No!
«Bueno sí, pero no de la manera que te imaginas».
- ¡Entonces no entiendo cómo vas a dejar el evento en plena presentación a la prensa! -reclama exaltada, como si estuviera guardándose el regaño desde que entró a mi casa- ¡Lo estabas esperando desde hace mucho, Stella, por Dios!
Me levanto y camino hasta la ventana. En este punto estoy dudosa en si confesarle la verdad detrás de todo esto o no.
-Ya te dije Romina, hay cosas que no todo el mundo entiende.
-Yo no soy todo el mundo, Stella, y tampoco puedes cargar tú sola con lo que te agobia, no es sano... -me acompaña, colocando su mano sobre mi hombro. Su voz se oye retraída y preocupada.
Quiero hacerlo, pero no puedo... no puedo justificarme, ella no lo entendería.
Por más que quiera confesarle sobre la existencia de Ziel, no estoy segura de cómo reaccionaría y tampoco quiero averiguarlo... Es lo que me impide confiarle mi secreto.
Lo único que se me ocurre es alejarla para que deje de preocuparse por mí, antes de que me quede sin excusas. Es una solución algo brusca y para nada coherente, lo sé. Supongo que no será la decisión correcta, pero es la única con la que puedo mantener a salvo al chico espíritu.
- ¿Quién dijo que no? -me volteo para encararla, haciendo mi mejor actuación de amiga ofendida- ¿Estás insinuando que no soy capaz de resolver mis propios problemas? ¿Así de insignificante me catalogas?
Abre completamente los ojos, sorprendida por mi reacción. -Stel, no es eso, es solo que nunca habías faltado a tu trabajo. Eres muy responsable, y más laboralmente.
-Yo soy completamente capaz de...- antes de que el hilo de la conversación empiece a perder sentido, y también porque soy mala excusándome, dejo salir un leve suspiro-. Será mejor que te vayas, Romina.
Su rostro se contrae en confusión. -Pero, ¿por qué?
-Por favor, haz lo que te pido -respondo-. Ah, y discúlpame con Jack -le hago señas con mi mano hacia la puerta y ella no protesta-. Por el momento, no tengo ánimos de volver a la empresa.
- ¿Segura que eso es lo que quieres? -duda al tomar la perilla de la puerta, pero termina girándola para abrirla-, pueden despedirte si no das una razón coherente.
-Pues... que lo hagan entonces -suelto finalmente-. No puedo ir en este momento.
Ella asiente y luego sale de la casa.
Antes de que cierre la puerta, Romina la detiene con su mano. -Sabes Stella, el papel de una amiga no solo consiste en estar ahí para contarse chismes, pedir favores, juntarse para hacer pijamadas o cualquier otra cosa superficial como aparecen en las películas... Se trata de confiar la una de la otra, disfrutar de los buenos momentos y apoyarse en los difíciles -la escucho suspirar levemente-. Si hoy me estás alejando, tal vez nunca me consideraste tu amiga.
«Tal vez ella tenga razón... Si no pude confiar en la lealtad de mi mejor amiga, ¿en quién entonces?»
-Piensa lo que mejor te parezca, Romina. Solamente quiero mi espacio -cierro la puerta, dejándola del otro lado.
«Lo siento, amiga».
Exhalo, recostando mi espalda de la puerta y cerrando mis ojos en un intento por no empezar a llorar. Nunca me creí capaz de echarla así de la casa.
Me sigo repitiendo una y otra vez de que no tuve otra opción porque no puede saber sobre el chico espíritu, pero eso no es suficiente como para disminuir la presión que siento en mi pecho. Tenía otras opciones, como sincerarme con ella y decirle todo sobre lo que está pasando con Ziel, pero preferí el camino supuestamente fácil... Aunque no lo fue.
Si antes estaba mal, ahora estoy de la mierda. ¿Por qué? Porque algo que ella dijo es completamente cierto... Soy una pésima amiga y, además, es obvio que me despedirán.
Me giro para ver hacia la calle por los pequeños cristales decorativos de la puerta y ya Romina no está.
Un golpe seco impacta contra la puerta. Proviene de mi enfurecido puño.
-No debiste tratarla así, Stel.
Ziel está a mi espalda.
Cuando volteo, lo veo recostado de lado en una de las paredes del pasillo. Parece decepcionado. No puedo culparlo, yo también estoy decepcionada de mí misma.
Por otro lado, ni siquiera sé qué sentir al verlo. Todo mi mundo se está desmoronando. Nunca me había sentido así de confundida e impotente.
Siento cómo mis mejillas se humedecen y aparto rápidamente las lágrimas con la palma de mi mano antes de hablar. -Ahora no es un buen momento.
-Lo sé, y lamento que tengas que pasar por esta situación.
-Lo escuchaste todo, ¿cierto?
-Sí- musita.
-Dime, ¿qué esperabas que le dijera? -hago una pausa- ¡Oye Romina! Estoy viviendo con una especie de fantasma y no me abandonará hasta que lo ayude a recuperar la memoria para que pueda ir hacia la luz.
» En la presentación tuve que irme porque él reconoció a alguien y lo seguimos hasta que desapareció -digo, en un tono burlón y sarcástico.
-No necesariamente, Stel. No vine a juzgarte, pero pudiste...
Bufo, interrumpiéndolo. -Por si no te habías dado cuenta antes... Las cosas no son tan fáciles en esta vida como parecen, Ziel.
Él camina unos pasos hacia mí. -Pero, ella es tu amiga, ¿no se supone que está para entenderte? Deberías ser sincera y ya.
-Créeme, la conozco. Y si yo fuera ella, hubiese pensado que perdí un tornillo.
-Pero, y si...
-Olvídalo -le interrumpo otra vez-. Mejor me voy a mi habitación para intentar descansar.
Sigo mi camino hacia las escaleras, dejando a un lado al chico espíritu que sólo asiente y no pronuncia ni una palabra más.
(...)
Dos días después.
El sonido de mi celular hace que aparte mis ojos de la televisión.
Lo tomo y al ver que es una videollamada de mis padres, sujeto el control remoto y bajo el volumen antes de contestar.
- ¡Hola preciosa! -mis padres dicen al unísono.
Lágrimas invaden mis ojos por completo al ver a esas dos personas que tanto extrañaba. No había podido hablar con ellos desde el día que presenté mi propuesta para la campaña; entre los problemas con las comunicaciones y nuestros horarios, no logramos coincidir.
-Hola mamá, hola papá, ¿cómo están? Me alegra mucho verlos.
-Bien cariño, a nosotros igual nos alegra verte.
-Ya decía yo que no iba a ver más el rostro de mi única hija- dice mi madre en medio de risas, supongo que está feliz.
-Lo mismo digo, mamá.
-Y cuéntanos Stella, ¿cómo te ha ido?
-Bien papá, la verdad no hay mucho que con...
-Esa no parece tu oficina... Cariño, ¿estás en casa? -indaga mi mamá, cortando mi charla con papá.
Obviamente ella es curiosa hasta por los codos y se iba a dar cuenta de ello tarde o temprano. Lo que sí me molesta es que no esperó a que terminara de hablar.
-Eh sí... Me dieron el día libre- miento.
-Entiendo...- pronuncia dudosa.
Mis padres se ven el uno al otro. Por sus gestos, parece que no me creyeron.
-Mamá, papá, ¿sucede algo?
Mi padre se rasca levemente la barbilla antes de hablar. -Bueno cariño, iré al grano...
-Nos llamó Romina- es mi madre la que habla, interrumpiendo a mi padre-. Nos dijo que llevas más de una semana sin ir a trabajar. Está muy preocupada por ti, Stella.
-Yo le dije que no tenía que preocuparse.
- ¿Te sientes mal, cariño? - pregunta mi padre.
-No papá, que haya faltado a trabajar no significa que esté mal, sólo es exceso de trabajo y quiero un descanso.
Mi madre aparta a mi papá de la pantalla, logrando que solamente se vea ella. -Y si lo que quieres es descansar, ¿por qué no te justificaste? Sino que dejaste todo tirado, como si nada.
Ella siempre queriendo opinar en todo.
De verdad intento ser tolerante, pero ella no lo facilita. Ya soy muy grande como para tomar mis propias decisiones y hacerme cargo de lo que eso conlleve, aunque a veces no resulte como quisiera.
- ¿Crees que no me afecta haberme ido así?
-Pues no parece, Stella.
Solamente es capaz de ver un lado de la moneda. A veces me pregunto si se pondrá en mis zapatos y pensará en cómo me siento estando sola, con tanto estrés acumulándose dentro de mí.
-Entonces para que lo entiendas, sí me afecta. Pero no puedo hacer nada, mamá.
-Claro que sí, puedes disculparte con Romina, al igual que con la directiva...
-No, no voy una disculparme por querer descansar todo el trabajo que me han exprimido en la empresa.
No me siento cansada, al contrario, me encontraba más que dispuestas a sacarle el mayor provecho a la campaña. Sin embargo, desde que llegó Ziel me he sentido agobiada y no logro pensar con claridad las cosas.
Gracias a Romina que no pudo darme mi espacio como le pedí, ahora tengo que mentirles a mis padres para no asustarlos con eso de que veo fantasmas, bueno, uno específicamente.
-Stella, no seas terca, piensa en tu reputación, en lo que esto puede afectar a tu carrera.
-Mi carrera está bien, pronto conseguiré otro empleo.
-No lo entiendes.
- ¡La que no lo entiende eres tú! ¡Deja de entrometerte en mi vida! -alzo la voz, haciendo que mi madre retroceda, chocando con el hombro de mi padre.
Un incómodo silencio se apodera del momento tan desagradable que acabo de provocar.
Veo el rostro inexpresivo de mi madre y no sé qué esperar ahora.
Por más que quiera evitar discusiones, ella no me lo pone fácil.
Sé que hay veces que me apoya, pero otras sólo quieren controlar todo y tener la razón, pero lastimosamente este no será el caso.
-Te desconozco Stella -dice al fin.
» Espero logres meditar sobre qué es lo que quieres para tu vida, porque así no te educamos... Esta no eres tú. Esta nueva versión tuya no es mi hija.
Mi madre se levanta, apartándose de la pantalla.
Lentamente, mi padre toma posesión de la computadora, apareciendo en todo el centro de la pantalla de mi celular. -Ya se le pasará, descuida.
Siento como una aguda migraña empieza a punzar en mi cabeza, y con mi dedo pulgar me doy unos masajes. -Metí la pata... No era mi intención, pero es que mamá...
-Lo sé, Stella, pero mientras no hayas aclarado todo eso que llevas en la mente, será mejor que ambos te demos tu espacio.
- ¿Estás enojado?
-No puedo enojarme por algo que heredaste de tu madre. Las dos son como bombas nucleares cuando se enojan.
Su comparación me hace reír y a él igual. Digamos que el carácter fuerte y decidido lo heredé de mi mamá.
-Gracias papá.
-Sabes que te queremos, y estaremos aquí para ti, pase lo que pase.
Instantáneamente se pierde la conexión de la videollamada.
Suelto el teléfono a un lado del sofá y apoyo mi cabeza en uno de esos cojines decorativos.
-Ahora me dirás que estuvo mal lo que hice- digo en voz alta, porque obviamente Ziel escuchó todo. Tengo ese presentimiento.
-No vine a juzgarte, sólo te acompañaré.
Tenía razón.
Volteo a verlo y me regala una leve sonrisa que por ese breve instante me hace olvidar todo lo que está por venir de ahora en adelante.
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