CAPÍTULO III
Mi nombre es...
Stella.
Dos semanas después.
La perseverancia es la clave del éxito y en este caso, el éxito está muy lejos de ser concretado.
Se necesita demasiada paciencia para llegar a perseverar en algo de lo que no tienes ni idea, en un camino donde no sabes si vas bien o en retroceso.
Somos dos mentes pensando en una solución, pero ni eso es suficiente. Mientras muchos ven su vaso medio lleno, el mío está medio vacío o vacío en su totalidad. Prácticamente, estoy en blanco.
Luego de dos semanas de probar cualquier método para que el chico espíritu recordara, aunque sea su nombre, aún seguimos sin ningún resultado positivo.
Literalmente, pareciera que su memoria se borró por completo.
Intenté mostrándole imágenes, palabras que lo familiarizaran con su origen, e incluso buscamos nombres en internet para ver si alguno se le hacía conocido, pero nada.
Estos últimos días he asistido al trabajo desde que amanece hasta la tarde, mientras que él se queda en casa; en las pocas horas que quedan o en el fin de semana, me dispongo a darle ánimos y ayudarle, aunque aún no avanzamos mucho.
Lo que pude notar es que es amante del deporte, así como de las motocicletas y ropa negra. Ahora entiendo mejor su atuendo de todos los días y no es que haya pensado que los espíritus cambian de ropa, es sólo que su vestimenta no se compara ni un poco con su animada y alegre personalidad.
Supongo que los gustos en cuanto a colores no definen a las personas.
Ahora, me encuentro en el trabajo terminando la jornada laboral del día de hoy. Debo admitir que por más que lo he intentado, no he logrado concentrarme. La situación con el chico espíritu me tiene perdida.
Sé que el estrés hará más tediosa la búsqueda de lo que sea que quiere recordar, pero es inevitable.
Si tan sólo hubiera una pista que me orientara. Siento que doy vueltas sin sentidos.
«¿Por qué fui la elegida?» «Ni siquiera sé qué haré ahora para encontrar una solución a este callejón sin salida».
El reloj marca las cinco de la tarde y recojo mi bolso para salir de mi oficina.
Camino a pasos apresurados, despidiéndome de los demás con un simple hasta mañana.
Al cruzar en uno de los cubículos, me encuentro a Romina caminando en mi dirección mientras sostiene unas carpetas de lo que parece ser papeleo.
Viene luciendo un traje de falda tubo azul oscuro que se ajusta perfectamente a sus curvas, y unos tacones aguja color negro. A ella no le cuesta nada llevar ese atuendo, la elegancia le resulta natural. En mi caso, prefiero la comodidad.
Levanta la mirada, arruinando mi escape.
-Hola Stella, ¿por qué vas tan deprisa? ¿A dónde te diriges? - me interroga con una sonrisa en el rostro.
-Hola Romi, voy a casa- sonrío e invento una excusa para evitar que vaya conmigo-, está por comenzar una película que llevo esperando desde hace mucho.
Sus ojos se iluminan. - ¿Una película? Genial, te acompaño, hoy no tengo planes.
«Bueno, creo que no me las ingenié tan bien como pensaba».
-No, no, no. Será para otra ocasión. Es que tengo la casa hecha un desastre y no quiero que la veas así-vuelvo a excusarme.
-No te preocupes-entrelaza su brazo con el mío como si me fuera a llevar al altar para casarme-, yo tampoco soy una limpiadora compulsiva y lo sabes- empieza a caminar-. Ven, acompáñame a mi oficina para dejar estos papeles y nos vamos.
Sin embargo, me detengo después del quinto paso. -No, de verdad, dejémoslo para otro día.
Romina suelta mi brazo y camina hasta colocarse en frente de mí, con el ceño fruncido y de brazos cruzados.
-Stella, ¿me estás ocultando algo? -refunfuña, seria.
«Creo que tampoco se mantenerme bajo control o mentir estando bajo presión».
- ¡¿Qué?! No, yo no te oculto nada- niego, mi voz se torna aguda.
- ¿En serio? ¿Y por qué no quieres que te acompañe a casa? - coloca una mano en la cadera y levanta una ceja esperando mi respuesta.
-Es que...yo... yo tengo...-tartamudeo, evadiendo su crítica mirada- ¡Tengo que pasar por la tienda comprando veneno para ratas! -exclamo. Sonrío nerviosa -, he visto algunas rondar dentro del desorden.
La cara de terror de Romina aparece y me felicito mentalmente por meter en mi escusa al principal miedo de mi amiga... Ratas.
La veo tragar saliva antes de hablar. - ¡¿Ratas?! ¡Llamemos al control de plagas!
-Tranquila, yo resuelvo por mi cuenta, son inofensivas- le rodeo los hombros con mi brazo, calmada.
-Pero...
Me aparto, sonriendo ampliamente. -Lo siento Romi, se me hace tarde, hasta mañana-le doy un beso corto en la mejilla y salgo literalmente corriendo de ese lugar, dejándola con la palabra en la boca.
No puedo permitir que se acerque a mi casa. No hay desorden ni ratas, sólo el chico espíritu que no sé si podrá ver y prefiero evitarme momentos incómodos, sobre todo para mí.
(...)
Camino por la concurrida calle hacia mi casa. Decidí tomar esta vía para evitar distraerme en el parque de la ruta más larga; su paz me atraparía sin darme cuenta.
Con un brazo sostengo mi bolso, mientras mi mirada está hacia el suelo.
«No, no estoy esperando conseguirme un billete de cien dólares en el camino, sólo trato de pensar qué hacer cuando llegue a casa».
Tal vez haga lo que le dije a Romina y ponga una película para distraerme un rato. Ayer compré un paquete de maíz para palomitas que se hacen rápidamente en el microondas cuando fui al supermercado, así que no hay mejor forma de degustarlas.
Puedo incluso invitar al chico espíritu, aunque es obvio que no necesita invitación, ya que siempre se aparece en cualquier momento y cuando menos me lo espero.
Camino unos cuantos minutos sin prestarle atención a todo lo que ocurre a mi alrededor. Un poco más y llego a la parada para tomar el autobús.
-Confía en tu destino y verás la solución-una voz un poco envejecida aparece desde mi costado derecho.
Volteo y en frente de una puerta de vidrio está una señora que aparenta los setenta años, lo supongo por su cabello canoso y largo que cae como cascada hasta la cintura.
Viste una especie de vestido largo hasta los tobillos, de tela blanca con detalles en púrpura y azul, algunos collares de cuentas cuelgan de su cuello y en su cabeza usa una bandana púrpura.
Sostengo mi bolso con fuerza. - ¿Disculpe?
Ella sonríe. -Permíteme leer tu mano- se acerca unos pasos hacia mí-. La palma de una mano revela muchos secretos de la vida de las personas, cariño.
Estira su brazo para tomar mi mano libre y doy un paso hacia atrás.
-Creo que mejor no, llevo algo de prisa, gracias señora, feliz tarde- me doy la vuelta y camino lejos de ella.
-Veo desesperación en tu rostro, señorita, y no creo que sea porque vas tarde a algún sitio- dice y me detengo en seco-. Ven, solamente será un momento.
Giro mi cabeza nuevamente en su dirección y la veo entra a una especie de tienda de antigüedades.
No sé si sea buena idea entrar ahí, no confío mucho en esas personas que aparecen de la nada y dicen leer las cartas, la mente o cualquier otra cosa de esas extrañas y sobrenaturales.
Sin embargo, se ve que es una señora amigable y ya entró a esperarme, no puedo dejarla así, sería de mala educación.
Después de unos segundos pensándolo, entro al lugar.
Es un espacio pequeño lleno de estantes desordenados con piezas de cerámica, pinturas y uno que otros artefactos de siglos pasados. También hay algunos animales disecados luciendo trajes ridículos. «Asco»
El ambiente huele a polvo y toda la infraestructura se ve tan deteriorada que parece que se va a caer sobre mí en cualquier momento.
En el mostrador está un señor que aparenta menos edad que la señora de hace rato y con su mano me señala el final del pasillo, donde se encuentra una especie de cortina con estampado floral.
Aparto la cortina por un costado y entro a un cuarto mucho más pequeño donde se encuentra la señora sentada en un extremo de una mesa redonda.
El lugar se encuentra iluminado por velas de todos colores, telas con estampados extraños colgando de las paredes y en el centro de la mesa están posicionadas ordenadamente unas cartas y una gran esfera de cristal.
«Sí, como lo supuse, es una psíquica».
-Ven, siéntate- me invita a tomar asiento en la silla que está en frente de ella.
Hago lo que me dice y me acomodo el bolso sobre el regazo. -Debo ser sincera con usted- coloco mis manos entrelazadas sobre la mesa-. Si es una especie de psíquica, no creo en nada de eso, ni mucho menos en lo supersticioso.
Ella sonríe amablemente. -Lo sé- aparta la esfera y las cartas de la mesa-. Nadie cree lo que digo, hasta que tarde o temprano se cumple.
Estira su mano sobre la mesa.
-Veamos qué hay aquí -toma mi mano derecha y la voltea palma arriba.
Se queda unos segundos observándola en silencio. Por mi parte, me mantengo serena esperando sus palabras.
-Eres una chica decidida y se ve que tendrás un futuro maravilloso- pasa su dedo índice sobre una de las líneas que yacen en mi palma.
-Sin embargo- hace una pausa-, aquí dice que pasarás por una inestabilidad en cuanto a tu familia-frunce el ceño-, ¿falta de confianza?
¿Falta de confianza con mi familia? Eso es imposible, siempre hemos sido muy unidos, y ahora más por la distancia que nos separa.
Es obvio que sólo está diciendo cosas por decir, porque ni yo veo en mi futuro la posibilidad de una discusión o secretos con mis padres.
-Otra cosa- interrumpe mis pensamientos y la observo detenidamente-. ¡Oh querida!, lamento mucho tu perdida.
- ¿A qué se refiere?
-Esta línea de aquí, referente a tu pasado- señala una minúscula curvatura en la palma-, habla de una reciente perdida. Un lazo muy fuerte que se quebró.
-La pérdida más reciente que he tenido es la de mi abuela materna, pero eso ya tiene muchos años.
Su expresión se enseria al tocar la línea nuevamente y mantiene sus labios sellados, sin pronunciar otra palabra.
La veo negar con la cabeza y después levanta su mirada hacia mí, con una sonrisa casi imperceptible en el rostro. -Mi consejo cariño, ten calma, apóyate en tu paciencia, vive cada momento como si fuera el último y todo se resolverá más rápido de lo que crees.
Mis ojos se abren como platos, ya que no entiendo a qué se deben esos consejos.
- ¿Por qué me dice esas cosas? -musito.
Rodea mi mano con las suyas, presiona un poco y después la palmea suavemente antes de levantarse de su lugar. -Oh Stella, sabes por qué lo digo.
Rodea la mesa y cruza la cortina por donde entré.
«¿Cómo supo mi nombre?» «¿Por qué...?»
Me levanto y le sigo hasta llegar a la entrada de la tienda. - ¡Espere!, nunca le dije mi nombre.
Ella abre la puerta. -Será mejor que ya te vayas, se te hace tarde y debes solucionar el problema de las ratas.
Hace énfasis en la última palabra mientras ríe por lo bajo. Me toma amablemente del brazo para indicarme que debo salir.
No discuto, aún con la incertidumbre del cómo supo también de la mentira que le dije a mi amiga y salgo del lugar.
-Recuerda- llama mi atención con un golpeteo del cristal-. Si quieres avanzar, la torpeza es la clave-cierra la puerta.
«Okay, eso fue raro»
Debo admitir que este momento me dejó petrificada. Supo mi nombre, mi pasado, la mentira que le dije a Romina hace unos minutos, predijo algo de mi futuro y me dio unos consejos que aún no logro entender.
«¿Debería tomar en cuenta todo lo que me dijo o hacer como si nada de eso pasó?».
Ignoro todas las interrogantes que inundan mi cabeza en este instante y retomo mi caminata a la parada. Necesito llegar a casa antes de que alguien más quiera leer otra parte de mi cuerpo.
(...)
Camino al interior de mi desolada casa y no hay señales del chico espíritu.
Subo las escaleras rápidamente, entro a mi habitación, me doy una rápida ducha y salgo del cuarto con mi cómoda pijama.
«Bueno Stella, sólo relájate». Me aconsejo mentalmente.
Me dirijo a la cocina y coloco en el microondas el maíz para las palomitas.
«Ahora, ¿dónde estará el chico espíritu?»
Dejo la cocina y camino por el resto de la casa para buscarlo. Entro a la sala, al cuarto que actualmente uso como almacén, al baño, al estudio, incluso salgo al patio trasero, pero no logro encontrarlo.
Me quedo un instante pensativa y no me queda de otra que ver la película yo sola. En algún momento se aparecerá.
Me dirijo nuevamente a la sala para colocar la película, y al pasar el umbral, el chico espíritu aparece en el otro extremo.
-Hola Stella, ¿qué tal estuvo tu día? -sonríe.
- Aquí estás-exhalo aliviada-. Pues, bien, algo movido pero normal como siempre -me encojo de hombros, restándole importancia a lo de la psíquica y voy al grano-. Oye, ¿te gustaría ver una película?
Él me mira con el ceño fruncido. Sus manos abandonan los bolsillos de su pantalón.
-Stel, ¿y si mejor pensamos en otra idea para mi problema de amnesia? - trae ahora una expresión de disgusto y le entiendo perfectamente.
No es que quiera olvidarme de su problema, sólo quiero que se relaje un poco.
-Créeme, saturarnos así no solucionará nada- camino hacia la mesita al lado del sofá-. Mejor veamos una película, de seguro te ayudará a despejar la mente.
Se la piensa una y otra vez, pero después asiente. -Está bien.
Tomo el control del televisor y enciendo la pantalla, colocando en Netflix una de las películas del top 10.
El chico espíritu se sienta en un extremo del sofá, con sus ojos en la pantalla, mientras yo voy hacia la cocina por las palomitas y una lata de Coca Cola. Me gusta acompañar las películas con comida y sentirme como si estuviera en el cine, ya que no me da tiempo de ir a uno real por mi ocupado horario.
Al regresar a la sala, ya habían transcurrido unos minutos de la película.
Siento su mirada sobre mí, observa la comida que traigo en las manos y luego vuelve a posar sus ojos en la televisión, sin decir nada.
Creo que jugué mal mis cartas, no debería haber traído esto hasta acá, me sentiré muy incómoda ya que él no puede comer nada. Sin embargo, no puedo ignorar mi deseo de consumir comida chatarra mientras veo una película.
-Espero me disculpes por traer comida al sofá-me siento en el otro extremo del mueble.
-Aber, im Gegensatz zu meinen Träumen, hatte ich kein Ziel une keinen Wunsch mehr…
Me levanto de golpe del sofá al ver que me senté sobre el control remoto del televisor.
- ¡Arg, odio cuando esto pasa! -pongo en pausa la película, mientras cambio el idioma. Se modificó al idioma alemán -. Disculpa, a veces suelo ser distraída.
No escucho respuesta y volteo a ver al chico espíritu. Está con la mirada perdida hacia la televisión y su expresión facial algo neutral.
«¿Acaso se molestó por lo de la comida?»
- ¿Te encuentras bien? -indago, colocando mis aperitivos en la mesita, al lado del sofá.
-Eh, sí- su voz es un simple susurro-. Stella, ¿podrías repetir esa parte?
«¿Repetir ese pequeño fragmento?» «Pero si sólo fue una oración»
- Ah claro, descuida, igual creo que no te pierdes de nada- retrocedo la película unos segundos y...
-Me refería al idioma con el que se escuchó cuando te sentaste sobre el control remoto- dice, mirándome con determinación.
Abro los ojos en asombro. - ¿Entiendes alemán?
Él sonríe. -No, la verdad no, sólo escuché algo que me resultó familiar.
«¿Algo en alemán le resultó familiar?» «Bueno, a lo mejor tomaba clases de alemán, eso significaría un avance para nuestra búsqueda».
Tomo el control remoto otra vez, localizando el botón del idioma. -Bueno, está bien.
-Te diré la parte donde debes pausarla-dice animado.
Asiento y presiono el botón de play.
La película se reproduce. -Aber, im Gegensatz zu meinen Träumen, hatte ich kein Ziel...
- ¡Pausa! - grita, levantándose del sofá de un golpe.
Los subtítulos están en la pantalla en el idioma que se reprodujo, es decir, en alemán; algo extraño ya que por lo general suelen estar en español.
El chico espíritu disminuye la distancia que lo separa del televisor y sigo su mirada hasta el final de esa línea, a esa pequeña palabra de cuatro letras.
Lo veo recorrer con su mano de un lado a otro esa palabra, como tratando de asimilarla o simplemente, acostumbrándose a la posibilidad del recuerdo.
Su mano queda posicionada frente a la pantalla. -Este es.
Me levanto del sofá, acercándome hacia él. Me encuentro muy confundida en este momento, no tengo ni idea de a qué se refiere.
- ¿Es qué?
Silencio, es sólo lo que hay por unos segundos.
-Mi nombre- hace una pausa y voltea hacia mí con una sonrisa en el rostro-. Mi nombre es Ziel.
«¿Eso es un nombre? Con razón nunca lo descubrimos». No he escuchado a nadie llamarse así. Creo que el desespero está cegando un poco su memoria.
Sin embargo, la posibilidad de que sea su nombre es una esperanza de que poco a poco podamos conocer su verdad. Una verdad que tanto veo anhelar en sus ojos desde que llegó a mi vida.
- ¿Estás seguro? - intento hacer que lo rectifique.
Vuelve a mirar la pantalla. Su mano tocando esa palabra. Cierra los ojos un momento y después los abre.
-Sí- su expresión volvió a ser neutral-. No tengo dudas, Stella, recordé mi nombre- con voz firme y sin titubear, confirma su afirmación.
Mi estómago gruñe de inmediato, delatando el hambre que tengo presente desde el comienzo de la película y que había olvidado por completo. Sin embargo, lo ignoro.
No puedo pensar en comer en este momento, cuando la felicidad del chico espíritu se adueña de su rostro y me hace sentir, por alguna razón, completa.
Todavía hay esperanzas, ya que cuando menos lo esperamos, cuando por fin nos dimos un respiro de esta búsqueda sin sentido, su nombre, algo extraño e inusual, aparece como caído del cielo.
Pensándolo bien, creo que, si no me hubiese sentado sobre el control remoto, él jamás lo hubiera recordado.
«Si quieres avanzar, la torpeza es la clave».
«Confía en tu destino y verás la solución».
La psíquica no se equivocó después de todo.
Creo que fue obra del mismo destino. Sí, exactamente, él es destino. Su nombre traducido al español significa destino. Lo sé porque ya había visto esta película antes varias veces y recordaba esa escena perfectamente.
«Pero, a diferencia de mis sueños, yo ya tenía un destino...»
A lo mejor mi abuela, que en paz descanse, tenía razón. No debo cerrar mi mente a lo desconocido. Si esta oportunidad se me presentó en el camino, debo enfrentarla como sea y confío en que poco a poco los recuerdos aparezcan de nuevo en la mente del chico espíritu.
Ziel.
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