El amor mismo
Podríamos hacer tú y yo el amor en la montaña, en la flor y en el agua.
Algunas veces creo haber comprendido.
Ya he estado ahí en tus palabras.
Ya estuve ahí en tu morada.
Yo fui ese grito, bien lo sabes.
¡No me dejes! Quizá yo fui ese, tu arquetipo.
Se cayeron las paredes de la magia y te encuentro unido al destino.
¡No me dejes! Venga la calma y suspiro,
y tiemblo y me resigno.
Pero ahora creo estamos unidos por algo más que un simple ídolo.
No me dejes, yo lloraba, pero ahora te veo y sigo.
Pues podría ser yo tu amada en la hoja y en el trigo.
Podría existir una danza entre tu cuerpo y el mío.
Allá arriba de una montaña o en un bosque florecido.
No quererte, eso es no haber comprendido.
¡Que te amo! ¡Que lo hago! Conscientemente asumo mi camino.
Ya no importa tiempo y espacio. No me importa si es un delito.
Lo que siento puro y fino no es juzgado pues fue creado desde el principio;
por aquel que lo conoce y es el amor mismo.
Yaraíma Ruiz*
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