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🐺 CAPÍTULO 9 🐺

La lluvia caía sobre mi rostro y se mezclaba con la sangre que brotaba de mis ojos. El maravilloso aroma de mi Muse, me guiaba a través del bosque. Mientras volaba, mis cabellos ondeaban con fuerza debido a la fuerza del viento. Para mi sorpresa, Hellas quería que nuestro Muse sufriese. Con nuestro poder desatado, solo verle de rodillas mientras suplicaba perdón, podía complacernos.

Contuve la necesidad de sonreír al advertir que lo tenía delante. Él no merecía conocer la sensación de mariposas, que parecían revolotear en mi estómago.

La preocupación de mi Muse no solo se notaba en su semblante, también llegaba en oleadas a través de la conexión que nos unía. La mirada dispar de este se perdía en un punto inespecífico. La niebla provocada por la lluvia nos empezó a rodear. Respiré hondo y con solo pensarlo, el cielo cesó la tormenta. Pude ver en todo su esplendor al lobito, a quien ahora profesaba un odio profundo.

Vislumbré decepcionada la luna nueva, lo suficiente para que el recuerdo de lo que esta representaba me enfureciera: Hécate, la bruja, la diosa lunar con conocimiento de hierbas y plantas venenosas, nigromancia e incluso hechicería. Era como si, desde el cielo estrellado, ella se burlara.

—Hellas, me alegro de que estés despierta.

Aunque la gravedad de la voz de Aster me gustaba, no dije nada al respecto. Quería reír, pues era incapaz de creer en la culpabilidad que me transmitía.

—No tengo que pedir permiso para ir a donde me plazca, lobito —retrocedí cuando él intentó acercarse. Levanté una mano y la llevé a mis labios, buscaba ocultar una sonrisa burlona.

Aster me dedicó una mirada seria.

—Puede que me encuentre preocupado por ti, pero no toleraré faltas de respeto, Luna.

Solté una carcajada seca, mis ojos ardieron y por mis mejillas se deslizaron lágrimas sangrientas. Los ojos del lobito todavía reflejaban la preocupación y la culpa, mas esos no eran los sentimientos que necesitaba de él.

—Contempla en todo su esplendor, lo que tu necesidad provocó —tras un veloz movimiento de mi parte, estábamos cara a cara —Que cada detalle de lo que le hiciste a mis ojos, quede grabado en tu conciencia. Carga incluso en tus sueños con la culpa, maldito —junté mi frente con la suya, la mirada de mi Muse se ensombreció cuando le acaricié el rostro.

—Haré lo que sea necesario, Luna, para que te quedes a mi lado. Incluso, si eso significa que una parte de mi corazón se rompa —la voz ronca le pertenecía a su lobo y los iris brillantes lo demostraban.

Mordí el interior de mi mejilla, mientras fulminaba a Aster con la mirada. Escuchaba en mi mente los sollozos de Hellas, éramos incapaces de creerle.

La tierra empezó a temblar bajo nuestros pies.

—Me decepcionas, lobito, sé que todo lo que dices son mentiras.

Aster suspiró hondo y se despeinó el cabello de forma desesperada.

—Aunque me duele y enfada a partes iguales, entiendo que no confíes en mí.

Reí a carcajadas, creé un círculo de fuego a mi alrededor al chasquear los dedos.

—No entiendes nada, lobito, has de sufrir un poco de mi dolor para ello.

Pese a que las llamas se acrecentaban, en respuesta a mis palabras llenas de ira, Aster no retrocedió.

—Tienes acceso a mi mente, Hellas, comprueba si miento o no por ti misma.

Recuperé la tranquilidad de la que siempre hacía gala, al hincar las uñas en mis manos. A través de una abertura en el círculo, permití que él tomase mi mano y la pusiese en su pecho. Los latidos del corazón de este, sonaban tan acelerados como los míos.

—Sé que todo es mi culpa, mereces una felicidad que jamás tuviste —Aster colocó la mano sobre la mía —En un sueño, vi como por un jardín de flores corría la sangre de una mujer. A su lado una versión más joven de ti, lloraba.

Aquel terrible recuerdo transcurrió por unos instantes en mi mente. El dolor que me atravesó el pecho cual estaca, causó que las nubes tapasen la maldita luna oscura. El sonido retumbante de una próxima tormenta eléctrica, le hacía compañía al crepitar del fuego.

—No te atrevas a hablar de ella, no permitiré que accedas al muro que he construido.

Cerré la abertura del círculo, Aster saltó hacia atrás en consecuencia. Odiaba admirar la tristeza en sus desiguales ojos. El sabor amargo ascendió hasta mi garganta, cuando le grité que era un cobarde.

Complacida, admiré como los ojos adoptaban tonalidades más claras, le crecían garras y pelo en los brazos. Mientras estuve encerrada con aquellos licántropos, oí que algunos controlaban partes de la transformación. Sin embargo, todo cambiaba si las emociones resultaban ser demasiado fuertes.

—Si es tu deseo, puedes golpearme, Luna. Haré lo necesario para ganar tu confianza.

Bostecé de aburrimiento, pues Aster no tenía intención alguna de pelear. Extendí el círculo, los árboles cercanos comenzaron a arder.

—Ten cuidado, lobito, no te recomiendo que juegues con fuego.

Aster gruñó en respuesta y, a una distancia segura, se movía alrededor. Pensaba hallar una abertura que le dejase pasar a través del fuego. Mientras le mostraba una sonrisa frívola, el primer relámpago cayó a sus pies.

—Luna, detente de una vez. El bosque no es el culpable de tu dolor y lo sabes —el tono de voz de Aster era más grave, emanaba una energía de fortaleza que encontraba atractiva.

Tres rayos más cayeron ante él, justo cuando reía a carcajadas. Incluso si sus palabras eran ciertas, solo encontraría alivio al ver todo el bosque en llamas.

—¿Qué harás para detenerme? Soy demasiado para ti.

El miedo buscaba controlar a mi Muse, la naturaleza de este provenía de la preocupación por los licántropos de su manada. La sensación triunfal, al tener en mis manos la vida de esos lobos, se mezclaba con los celos y hacía arder mi pecho.

«Tenemos que protegerlos, ellos son nuestra responsabilidad ahora» En mi mente, Hellas se limpió las lágrimas antes de regañarme.

Solté un bufido en respuesta. Las llamas comenzaron a devorar una buena parte del bosque. Aster no dejaba de retroceder, mas era cuestión de tiempo antes de que se asfixiara. Una lágrima de sangre escapó de uno de mis ojos, la tristeza contenida en ella le pertenecía a Hellas.

«Detente, por favor, si continúas nuestro Muse morirá»

Rodé los ojos y luego le dediqué una sonrisa a Aster, quien me miraba enfadado.

«Que ingenua eres. Matar es tan natural como respirar. Lo único que debes hacer es mantenerte callada y observar. Solo me deshago de una piedra en el camino»

Las súplicas de Hellas continuaron durante un rato. Sin perder de vista el cómo Aster venía a mi encuentro, suspiré hondo. ¿Ella olvidaba tan rápido que nuestro Muse nos mantenía cautivas? ¿Qué nos arrebató la libertad sin importarle lo que deseáramos? Él resultaba ser igual que los demás; alguien que solo nos cortaría las alas.

Pestañeé repetidas veces al advertir que el dolor en mis ojos cesaba. La tierra del bosque ahora era negra, el olor a quemado reinaba en el ambiente.

—¿Estás satisfecha? —Aster suspiró hondo, nuestro aliento se mezclaba debido a la cercanía —Has acabado con la belleza del bosque por una simple furia.

Las gotas de lluvia que caían del cielo, extinguieron las llamas. Tras ponerme de rodillas y hundir los dedos en la tierra, el bosque regresó a su estado anterior. Permití que una leve sonrisa se mostrase en mi rostro.

—¿Eres feliz ahora, lobito? En caso de que el fuego llegase al pueblo, ya reparé los daños.

Aster gruñó y clavó las garras en mis hombros. Todo el cuerpo le temblaba gracias a la ira.

—¿Te has decidido a pelear por fin, lobito?

En cuanto mi Muse profundizó las heridas, la sangre corrió con libertad por mi clavícula.

—Sé que buscas demostrar que eres un monstruo, Hellas —Aster se puso a mi altura —No lucharé contigo y este, será el último castigo que te daré.

Junté mi frente con la suya, eché la cabeza hacia atrás y empecé a golpear su frente repetidas veces. Aster retorcía las garras en los agujeros que me causó, la culpa dominaba todo su semblante.

—Solo te haré daño, es lo único que conozco —mi voz se convirtió en un murmullo.

A la vez que el lobito sacó las garras de las heridas, detuve mis golpes. Ambos respirábamos con dificultad e incluso tomamos cierta distancia. Con torpeza, Aster alzó la mano con la intención de acariciar mi mejilla.

—Mi primer recuerdo es la sangre, Luna. Por lo poco que he visto, creo que también es el tuyo.

Aster trató de ayudarme cuando me tambaleé, pero le grité que no se acercara. Al toser escupí sangre, me estremecí de manera involuntaria al oír la voz de quien tanto me aterraba.

«Al final, siempre caminarás sobre cadáveres»

Hellas no comprendía lo que sucedía. Podía verla retorcerse en el campo de flores que era mi mente, mientras masajeaba con desesperación mis sienes.

—¡Cállate! —Aster posó la mano sobre mi hombro y la retiré con un gesto brusco —No se te ocurra buscarme, maldito.

Luché por dejar sus brazos cuando mi Muse me rodeó con ellos, las fuerzas se me escapaban con cada segundo que transcurría.

—¿Algún día me dirás lo que eres? —el aliento de Aster calmó mis temblores.

—No soy humana, mi pequeño perrito —con lo último de mis fuerzas le empujé —Podría haber sido solo tu Muse, pero, esta vez... soy tu peor pesadilla.

Una espada de energía apareció en mi mano. El tiempo pareció detenerse cuando le ataqué con ella y, en última instancia, me provoqué un corte profundo. Aster gritó mi nombre acto seguido, se colocó delante de una flecha dorada que le atravesó el brazo. Recibí el dolor punzante de esta a través del vínculo.

Mi Muse se mantenía de pie por mera voluntad. Le sorprendí al interponerme entre él y la próxima flecha. Ignoré el ardor en mis manos mientras susurraba que estábamos a mano.

—Aléjate del licántropo, Hélade, si no ten por seguro que no fallaré el próximo tiro.

Reí a carcajadas, por supuesto, era imposible que no reconociese a la maldita Artemisa.

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