Veintisiete
«Una guardiana no debe sentir miedo».
Eso era lo que Galathéia se repetía con cada paso que subía de las escaleras, a pesar de que sus piernas temblaban. Por irónico que fuera, se acercó más a Andrómeda, como si hubieran intercambiado sus lugares como guardiana y protegida.
—¿Y si mejor me quedo abajo? No creo que sea una buena idea entrar también.
En eso, Andrómeda no podía estar más de acuerdo. Sin embargo, miró a Zéphyrine, a la espera de su decisión.
—Puedes quedarte en el umbral si deseas, te prometo que trataremos de terminar cuanto antes —expresó la pelirroja, entendiendo su temor. No iba a mentirle diciéndole que no había nada que temer ni de Cælum, ni del resto de guardias bajo sus órdenes, y mucho menos cuando se encargó de contarle a ella y a Andrómeda todo lo que sabía respecto al cristal agonizante de Gewër.
Aun así, Galathéia prefería alejarse de allí. No soportaría tan fácilmente la idea de estar tan cerca de todo lo que podía salvar a su reino, y a la vez, tan lejos, pero era todo de lo que su vida dependía, y arriesgándose, solo afectaría a Andrómeda.
La más joven de las brujas también sentía nervios. Sabía que había sido llamada lejos de su reino natal para cumplir una tarea, y que si algo salía mal, no volvería a Wækas con facilidad.
Lo más sorprendente al llegar a la entrada, fue ser recibidas por el mismísimo Rey de Gewër. Quizás, no debía ser tan asombroso en sus propios reinos, pero era la primera ocasión que lo veían desde que llegaron. Después de hacer reverencias de saludo, Galathéia bajó la mirada y guardó silencio, con el deseo de que su majestad no reparara demasiado en su presencia, ni se le hiciera inconveniente.
Sin embargo, con una breve mirada, Ahree reconoció de dónde provenía la chica, y no pudo evitar sentir una punzada de culpa por la situación en la que se debía encontrar su reino. Aun así, tuvo la fuerza para ignorarla y adentrarse más al salón del palacio.
—No me da vibras de regicida... —pensó Andrómeda en voz lo suficientemente alta para que sus compañeras la escucharan, y Galathéia se alertó de que alguien más las oyera, pero Zéphyrine asintió.
—¡Lo mismo digo yo! —exclamó ella—. Estoy casi segura de que ha sido inculpado...
La guardiana no iba a privarlas de su derecho a cotillear, pero habría deseado que lo hicieran en un momento y lugar más indicado.
—Pues, a lo mejor y el anterior rey se lo merecía... —murmuró la bruja de cabello castaño, enredando uno de sus mechones alrededor de su dedo. Llamó la atención de sus compañeras, queriendo que se explicara más—. ¡Ah!, solo fue una idea tonta. No me malentiendan, Marseus es muy buen rey, pero si has trabajado para él y nunca has querido golpearlo aunque sea una sola vez, entonces nunca has trabajado para Marseus...
Zéphyrine enarcó una ceja, dudosa.
—¿Con ese mi hermano quería hacer una alianza?
Galathéia y Andrómeda eligieron no responder debido a toda la información que le habían omitido.
No había un solo momento en el que la guardiana dejara de pensar tanto en su reino, como en Lyn y Elyon, pero más que nunca, Galathéia deseó saber cómo se encontraban; si estaban bien, entonces ella, en un reino tan lejano como peligroso, también lo estaría.
—Creo que hay una gran diferencia entre golpear y matar... —acotó en un murmullo, viendo que el Rey Ahree insistía en la presencia de las brujas con la mirada a lo lejos. Andrómeda y Zéphyrine también lo notaron, y la última se acercó a Galathéia, observándola con un sentimiento del que ella estaba segura, era compasión.
—Todo va a salir bien —prometió, mientras dio un par de palmadas sobre su cabeza, y luego revolvía un poquito su pelo. No tenía idea de que pudiera sentirse tan suave, que le habría gustado seguir molestándola, pero se apartó.
Sus pasos iban a la par de los de Andrómeda, con la mirada fija en el cristal núcleo dorado, recordando inevitablemente el momento en el que lo hurtó de su hogar. Cada paso la atraía tan solo por su luz, tan pura y reluciente, estremeciéndola.
Si hubiera nacido distinta, ella habría sido capaz de obtener todos sus secretos, de tomar el control de su reino, y demostrar su verdadero potencial.
Y sin embargo, le temía. Ya conocía el dolor que podía infligirle, y por más que lo negaba, la culpa en la que la sumía. ¿En serio ella había ocasionado tanto desastre con su acción?
Tragó en seco, y se dio cuenta de que estaba temblando.
—¿Podríamos cambiar de lugar? —le sugirió a Andrómeda, quién con una mirada de sospecha, intuía lo que podía estar sintiendo.
Con un suspiro, aceptó cambiar de cristal, y volteó por un segundo hacia el guardia rubio que vigilaba el menor de sus movimientos con una seriedad escalofriante. Al igual que Galathéia, sabía que su vida dependía de ese instante.
Aceptó la petición de Zéphyrine, sobre todo porque si algo peor le ocurría al cristal de Gewër, no quería ser la responsable. Lo que no entendía, era por qué Moirean no estaba con ellas allí para ayudarlas, pero tal vez era mejor así.
—Estás un poco lejos de casa, ¿eh? —preguntó hacia el cristal cuarzo, acercando su mano para tocarlo. No podía vincularse con él, pero era la misma razón por la que se le hacía más fácil estudiarlo, sin correr el peligro de contaminarlo por sus acciones.
No obstante, no era una tarea a la que se hubiera dedicado en Wækas. Si lo pensaba bien, jamás había visto el cristal núcleo de su nación, y muchas veces su rey cambiaba el curso de la isla de un momento a otro, sin tener que ir a un lugar en específico.
«Concéntrate, Andrómeda», se pidió a sí misma. No podía pensar en su hogar todavía.
Galathéia miró expectante a las brujas, deseándole suerte a ambas en sus pensamientos. Si el cristal de Wölcenn no podía reemplazar al de Gewër, se preguntó qué tan bien pudiera tomarse el Rey Ahree la noticia. Era imposible de imaginar que pediría disculpas y la dejara regresar a casa con el cuarzo como si nada hubiera pasado.
Quiso seguir soñando despierta para mantenerse positiva, hasta que una tranquila voz detrás de ella la sorprendió:
—Si crees ser una bruja, ¿por qué no vas con ellas?
Sabía que la positividad no le duraría demasiado tiempo, pero aquello fue muy pronto.
Ni siquiera se volteó hacia Moirean, y entrecerró los ojos, molesta.
—Debería preguntarle lo mismo a usted.
—No confío en ti, así que no te perderé de vista —respondió la bruja, acercándose a su lado, mientras miraba a su alumna a lo lejos. Por supuesto que la notó dudar, y todavía temía la idea de que aceptara ser reemplazada por otra bruja con tanta facilidad.
Tal vez no siempre tuvieran buenos momentos, pero ella la había cuidado cuando su misma reina la rechazó. Todavía era su alumna, y siempre fue fácil controlarla, pese a lo caótica que suponía ser.
Zéphyrine logró que las brujas fueran temidas, tal como debía ser. Aunque moría por un lugar en el mundo, podía obtener los tres reinos si tan solo fuera capaz de imaginarlo, y por eso, Moirean no iba a permitir que le arrebataran su lugar de manera tan injusta.
—Debes morirte de ganas por obtener el cristal núcleo de tu reino, y llevarlo de vuelta a su hogar, ¿no es así?
—Supongo que como bruja, me daría a mí el lugar que merezco en Wölcenn —sonrió Galathéia, siguiendo el juego de fingir ser la cuarta bruja. Al final, sus palabras no estaban tan lejos de la verdad.
—Tú no eres una bruja —afirmó la mayor.
—O eso es lo que usted desearía...
—Alguien como tú, no soportaría jamás la vida de una bruja. Te gusta la compasión, y no la encontrarás en ninguno de los tres reinos.
Galathéia rodó los ojos. Empezaba a entender de dónde Zéphyrine le guardaba rencor por las oportunidades que tuvo.
—Puede hablar por usted si lo desea, pero le aseguro que Zéphyrine y Andrómeda son muy queridas.
La bruja sonrió un poco. Quizás, Galathéia en esos momentos actuaba con la audacia propia de una bruja, pero ya haría que se arrepintiera.
—Tu cariño no podrá salvarlas si estuvieran en peligro, y tampoco a tu reino.
La guardiana puso miró su propia mano por un largo instante, aún con dudas respecto a su don, mas, con la certeza de una cosa:
—Yo creo que sí.
—Entonces, intenta salvar a tu reino —dijo Moirean con la mirada fija en su rey, causando una repentina sensación de alerta en Galathéia por sus siguientes palabras—. Mata a Ahree de Gewër, y recupera el cristal núcleo de Wölcenn.
Una guardiana no debía sentir miedo, pero por la forma en que su cuerpo se movió sin que ella se lo ordenara, inevitablemente empezó a asustarse.
Se repitió una y otra vez que se detuviera, sin éxito, pero en cuanto su mano empuñó su daga estilete, consideró lo perdida que estaba.
Al desenvainar su arma, las lágrimas cayeron a sus mejillas, y no podía contener su sollozo. Incluso si cerraba sus ojos, y sus manos temblaban, seguía caminando con una seguridad que jamás fue propia de ella.
—¿Qué crees que estás haciendo, guardiana? —inquirió Cælum muy pausado y amenazante a la vez, a punto de desenvainar su cimitarra. Un paso más, y ya no le preguntaría, pero por la manera en que la chica lloraba, sin darse la posibilidad de responder, creyó que se había vuelto loca. Eso, o actuaba muy bien.
—N-no quiero... Lo juro, no quiero... —balbuceó con la voz entrecortada. Aunque él agarraba su brazo con fuerza, sabía que no sería suficiente para detenerla, y que no demoraría en atacarlo a él—. Por favor, solo deténme... —suplicó en medio de su llanto. Cælum no le negaría esa oportunidad, y lo prefería mucho más a dar muerte a otra persona, y obtener una fisura que de seguro, la mataría a ella también.
Una guardiana no debía sentir miedo, y era la razón por la que Galathéia limpió sus lágrimas, antes de empuñar su arma, a pesar de que seguía temblando.
«Ay, no...», pensó Zéphyrine alarmada, y creó un pequeño tornado que apartó a cierta distancia a los dos guardianes rivales, y corrió tras Galathéia. Miró a su maestra, conteniendo un gruñido de rabia, y sentía la culpa de haber expuesto a su compañera, y después abandonarla.
Ambas sabían que si no era Cælum quien la detenía, cualquiera de los otros guardias lo haría también. ¿Y qué podría hacer Zéphyrine, si ya le había dado la espalda a su propio reino tan solo para poder pertenecer a Gewër?
—¡Cælum, perdónala! —pidió, sin pensarlo demasiado.
—Un enemigo de Gewër no merece perdón —replicó el guardián—. Y ella pide que la detenga...
Zéphyrine tocó el hombro de Galathéia, con el impulso de querer ponerla detrás de ella, pero al instante, la guardiana la apartó.
—Está bien, no quiero atacarte a ti tampoco... —dijo de forma pausada para no llorar más, y antes de que pudiera levantar su arma, la bruja creó otro pequeño tornado para hacerla retroceder—. ¡Basta!, no te quiero hacer daño, Zéphyrine... —pidió entre sollozos.
Asustada por el corto tiempo que tenía para decidir, la pelirroja volteó de nuevo a Moirean, quién tenía un talento especial para mantenerse tan impasible en una situación como aquella, pero la conocía lo suficiente para saber que lo estaba disfrutando.
—¡Es culpa de Moirean! Ha usado su don contra ella, ¿no ves que no puede detenerse?
Cælum miró a la mayor de las brujas, al igual que Ahree, pero el primero decidió ignorar la acusación a pesar de lo convincente que parecía. Incluso si decía la verdad, la única forma de detener a Galathéia, sería matándola.
Además, ¿por qué Moirean ordenaría atacar a Ahree, cuando fue la única persona además de él que se preocupó por salvarlo en el pasado? Le debía al menos un favor, y poco le importaba la guardiana extranjera.
—Te daré la oportunidad de atacar primero —le dijo a Galathéia, y al instante, ella se lanzó apuntando a él, tan solo para que el guardián la esquivara con facilidad, y golpeara con su cimitarra.
A tiempo, Galathéia lo bloqueó, asustada en un principio, y sin saber por cuánto tiempo más podría contenerlo. Su arma era muy pequeña a comparación, y no era útil para ese tipo de enfrentamientos.
No obstante, a su cuerpo no parecía importarle nada de eso. Empujó con fuerza y trató de apuntar a su oponente, pero este golpeó contra su daga hacia su lado izquierdo, haciéndole perder a la guardiana el equilibrio, y su arma de sus manos, cayendo esta al suelo.
Al tener la oportunidad, Cælum apuntó a su cuello.
No ponía en duda que la guardiana pudiera ser más hábil, pero no estaba de humor para jugar con ella. No obstante, con miedo, Galathéia retrocedió un paso, tropezando en el acto, y deteniéndose gracias a Ahree, quién, seguro de que la chica ya no era una amenaza, presionó con su mano un poquito sobre su hombro, hasta que cayó desmayada.
—Zéphy, ¿vas a ayudarme? —pidió con calma, sosteniendo el cuerpo de la guardiana.
—¿Le hiciste daño? —inquirió la bruja lo más suave que pudo, evitando que sonara como una amenaza, a pesar de que estaba más asustada que la misma Galathéia antes de perder la consciencia.
El rey negó con la cabeza.
—Solo usé mi don, está durmiendo —explicó—. Si es verdad lo que dices, espero que sea suficiente para detenerla...
Zéphyrine asintió, y recibió a una dormida Galathéia en sus brazos, mientras Andrómeda se le unía también.
—¿Qué vamos a hacer...? —preguntó la más joven, sabiendo que su estadía en Gewër no duraría más después de lo sucedido. Estaba consciente de que no debía ser incumbencia de Zéphyrine, y que podría abandonarlas con facilidad, pero esperaba que por el tiempo compartido, pudiera ayudarlas un poco.
—Les sugiero que regresen a sus hogares... —dijo Ahree, mirando hacia Cælum por un instante. Convencerlo de que no persiguiera a la guardiana y a la bruja sería imposible; él no permitiría que se corriera el rumor de que había sido amenazado dentro del mismo palacio, y que la guardiana salió con vida, pero haría su mayor esfuerzo en darles tiempo. Además, si Moirean fue la verdadera culpable, el castigo debía ser para ella.
—No es por cuestionarlo, su Majestad, pero mi hogar está muy lejos de aquí, y el de ella está muy próximo a desmoronarse... —murmuró Andrómeda con un ligero temblor en su voz, debido a lo que podría considerarse una insolencia de su parte. Si Ahree de Gewër se parecía tan siquiera un poco a los otros dos reyes que ya conocía, lo mejor habría sido mantenerse en silencio.
Y sin embargo, el rey bajó la mirada, en un intento de ocultar la vergüenza que sentía tras las acciones que él aprobó. Ya era demasiado tarde para retroceder, pero al menos, podía ayudar a la guardiana.
—Váyanse ya —dijo en un tono más demandante.
Zéphyrine le sugirió a Andrómeda con un movimiento de su cabeza que hiciera caso, por lo que la joven bruja recargó a la guardiana en sus brazos.
—Y se suponía que tú debías protegerme a mí... —murmuró muy bajito, sin saber si era con ironía, o molestia.
Para su suerte, no fue muy difícil llevarla hasta la salida, a pesar de que fue detenida por los guardias.
—Déjenlas ir —dijo Ahree, y con duda, los soldados obedecieron.
Andrómeda supo que no debía perder la oportunidad de huir, y alcanzar a Phoellie, que se encontraba al pie de las escaleras.
—¿Se puede saber por qué hiciste eso? —preguntó Cælum molesto, en cuanto Ahree volteó a él.
—Soy quien da las órdenes, ¿no es así? —respondió con un tono ligeramente burlón, caminando hacia Zéphyrine—. Zéphy, ¿puedes darme tu palabra de que puedo confiar en esa guardiana y la otra bruja?
Zéphyrine sintió un leve escalofrío, a la vez que la certeza de que el único sueño que perseguía estaba a punto de desmoronarse, sin importar la respuesta que diera. Era la razón por la que asintió con seguridad, mirando a Moirean con odio.
Todavía no podía procesar lo que sentía, pero era muy cercano al dolor, a pesar de que no podía entenderlo. Sabía que su maestra intentaría poner en peligro a Galathéia, pero se le hacía inaudito que usara su don de la misma forma en que la manipuló tantas veces solo por querer demostrar su control sobre ella.
Una vez más se lo estaba probando, pero podía asegurar que sería la última.
—No solo manipuló a Galathéia, estoy segura de que es culpable de la muerte de Laris, su primera alumna. ¡Confiesa que usaste tu don para hacerla hundirse en las arenas movedizas! —exclamó, con la esperanza de que la acusación causara aunque sea un atisbo de sorpresa en la bruja.
Solo consiguió que ella suspirara con tristeza, al tiempo en que se acercaba para encararla ante su acusación.
—Confieso que deseé que Laris desapareciera porque temía morir; aquel fue mi único error, del cual no dejaré de arrepentirme. Por eso te recibí...
—¡No te arrepientes! —aseguró Zéphyrine—. Si de verdad lo hicieras, ¿por qué has sido tan cruel conmigo?
Notó que su propia voz temblaba, al igual que su cuerpo, y deseó como nunca antes tener control de sí misma, porque lo que menos quería, era acabar llorando cuando tenía la oportunidad de deshacerse de Moirean. Ella se acercó, acariciando su mejilla con un semblante que fingía calidez, y no tuvo la fuerza para apartarla, pero quería que la soltara.
—Lo siento, Zéphyrine. No soy perfecta —admitió con esa calma tan falsa que la pelirroja odiaba—, pero no he sido culpable de esto —se dirigió de repente hacia Ahree y Cælum—. Zéphyrine se ha encaprichado con esa guardiana, y pensó que podía confiar en ella, pero es obvio que solo la ha usado para recuperar el cristal núcleo de su reino, y herir a su Majestad. Lo siento mucho, yo te advertí que las personas como nosotras no recibiremos amor jamás. Naciste sola, y vivirás sola por el resto de tu vida...
Zéphyrine sentía que le faltaba la respiración, razón por la que trataba de tomar pequeñas bocanadas de aire, y porque las lágrimas no demoraron en borrar su visión al acumularse. Jamás creería algo así, pero se sentía de lo más indefensa y sola. Su palabra no tenía fuerza, ni ella, un lugar en el mundo.
Miró a Cælum con súplica, segura de que era lo más cercano a un amigo en toda Gewër, pero este se acercó más, al tiempo en que evadía su mirada.
—Tus amigas no van a ir muy lejos. Si todavía quieres quedarte, deberás traerlas...
Desesperada, la bruja maldijo en sus pensamientos. Con los labios muy apretados, aceptó la sentencia, al tiempo en que bajaba las escaleras del palacio.
Encontró a Galathéia acostada sobre el lomo de Phoellie, y durmiendo lucía de lo más tranquila, sin tener idea del caos que había ocasionado, y del peligro en el que se encontraba. Soltó una pequeña risa de ironía que en el fondo, le dolía, porque quizás Moirean tenía razón en un par de cosas que dijo, pero todavía no quería aceptar cuáles.
—¿Hay noticias buenas? —preguntó Andrómeda con apuro y nervios. El hecho de que Zéphyrine volviera a ellas, al menos le daba cierto alivio.
—Debemos irnos de Yfat cuanto antes —explicó la pelirroja, tomando las poleas de Phoellie para llevársela lo más lejos del palacio.
—Entonces no hay noticias buenas...
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