Veintidós
«Había una vez, una muy pequeña bruja llamada Laris. El destino quiso que naciera en medio de las tierras desérticas de Gewër, y se convirtiera en el reemplazo de quien sería su maestra, Moirean.
Era muy adorada, más de lo que puede esperarse para una bruja. Se dice que incluso, su Majestad, el Rey Silas, quería que viviera en su palacio, aunque la joven se quedó al lado de su maestra.
Ambas serían muy felices, a pesar de que Moirean sabía que no sería eterno. Su pequeña alumna aprendía bien, y muy pronto, no necesitaría más de ella.
No podía elegir estar más tiempo, y... le habría gustado decir que solo quería quedarse por Laris y su bienestar, pero sabía que era una mentira. Quizás, no había vivido lo suficiente, y en el fondo, tenía miedo de cómo se sentiría su muerte.
Aquellos pensamientos no duraron demasiado, porque quien sí tuvo un deceso muy doloroso, fue la pequeña Laris, que había ido en busca de agua para los animales, y cayó en medio de arenas movedizas. Forcejear lo empeoraba todo, y por más que gritaba, estaba muy lejos para que alguien la escuchara.
Moirean había llegado muy tarde, cuando la pequeña se cansó de luchar, y dejó hundirse su cuerpo.
Se culpó bastante por lo sucedido, por haberlo deseado.
Aprovechaba las noches para mirar las estrellas y rogarles que le devolvieran a Laris, o que le dieran una segunda oportunidad para hacerlo mejor. Que sin importar cuán difícil fuera, ella aceptaría su destino, porque ya no le servía de nada una vida tan miserable...
Sus súplicas fueron escuchadas desde el mismo cielo, entregándole a una pequeña que, en cambio, había perdido a su maestra. Ambas estaban rotas por el abandono, ¿aquello era el destino?»
Eso fue lo que Zéphyrine por mucho tiempo quiso creer.
Eso era lo que Andrómeda y Galathéia conocían por el momento, pero estaban seguras de que había mucho más oculto.
La guardiana no terminaba de entender aquella regla tan extraña que limitaba la vida de las brujas:
—¿Qué es lo que hace que una bruja empiece a morir? ¿Estar cerca de otra? —preguntó Galathéia, observando a lo lejos a los bailarines y músicos—. ¿No pondría eso en peligro a las tres ahora mismo?
Zéphyrine y Andrómeda se miraron con duda, y se encogieron de hombros.
—No lo creo. He estado casi toda mi vida cerca de Moirean, ¡y miren! Ojalá hacerla desaparecer fuera tan fácil —bufó la pelirroja, mientras se cruzaba de brazos.
Si se dedicaba a enumerar las razones que la inspiraban a deshacerse de su maestra, la lista sería muy larga, pero siéndose honesta, solo ansiaba su lugar en Gewër. Quería esa libertad que tanto la inspiró a buscar, y por irónico que fuera, solo la obtendría arrebatándosela.
—Pienso que por más que el resto intenta hacernos lucir como potenciales traidoras que no merecemos ni siquiera un lugar donde vivir, de un modo u otro, sí pertenecemos al lugar donde nacimos... —dijo Andrómeda, aunque a Zéphyrine no le gustó aquella teoría.
No quería nada que ver más con Wölcenn, y lo que más detestaba, era tener un recordatorio constante del lugar en donde nació justo a su lado. No odiaba a Galathéia, pero verla la hacía sentir arrepentimiento, aunque sea por muy pequeños instantes.
No se arrepentía de su decisión, ni de su despedida, pero deseó tener más tiempo para comprenderse a sí misma más, y poder haber sido más honesta con ambas. Y a la vez, sabía que más tiempo la habría hecho retroceder, y que por mucho más que tomara, Galathéia ya tenía su perfecta vida, y que ella debía construir la suya.
—Debe ser horrible sentir que tu vida está limitada... —pensó la guardiana en voz baja.
Una vez más, las brujas no supieron qué responder.
—Pues... sé que no he vivido gran cosa, pero creo que sería lindo tener compañía por un rato y enseñar a alguien más todo lo que me enseñó mi maestra a mí —respondió Andrómeda, para sorpresa de sus compañeras—. ¡Es en serio!, siempre que sea de forma natural, no le temo a la muerte...
Zéphyrine no terminaba de creerle, pues la veía muy joven para pensar así, pero suspiró, al tiempo se abrazaba más a sí misma, fingiendo que se cubría del frío, y miraba fijamente los bailes.
—No creo que pueda ser más doloroso que una fisura... —murmuró muy bajo. Lo pensó mucho mejor en silencio, y unos mechones de su cabello rojizo cayeron sobre su rostro—. Además, a Wölcenn le favorecería mucho tener una bruja nueva después de lo que hice, y tal vez todo el mundo se sienta agradecido si yo me muero... —rio con nervios. Si lo hacía sonar gracioso, nadie se preocuparía tanto, aunque sabía que en el fondo, a nadie le importaría—. Si la siguiente estrella en caer es una bruja para Wölcenn, yo misma subiría de regreso solo para darle las gracias y ahorrarme el seguir viviendo...
—Zéphyrine...
La bruja apretó su mano contra su propio brazo, conteniendo cualquier acción impulsiva. Odió aquel tono de lástima, y eso era lo último que quería recibir de Galathéia.
Respiró profundo, y con una sonrisa muy fingida regresó a mirarla, pero al instante, la guardiana captó el mensaje de que lo mejor sería cambiar de tema.
—Solo olvídalo... —suspiró.
Colocando el mechón intrusivo detrás de su oreja, Zéphyrine se sintió con más calma, y decidió cambiar de tema.
—¿Todavía estás segura de que no tienes un don?
Galathéia bajó la mirada, a la vez que asentía. No seguiría ilusionándose con ello.
—¿Qué importancia tendría ahora?
La pelirroja puso su dedo entre sus labios, pensativa.
—Tal vez a ti no te importe, pero creo que te lo debo después de todo lo que te dije... —expresó con sinceridad. Galathéia la miró con duda, y siguió escuchándola—. Debes saber que hay dones que se vuelven inutilizables dependiendo el lugar o las condiciones de la atmósfera, sabemos que el de Vega solo funciona cuando hay niebla cerca.
—Si mi don no funciona en Wölcenn, ¿no sería lo mismo que nada?
Ya había pensado en aquella posibilidad alguna vez, y sin embargo, no la hacía sentirse mejor.
—Pero ya tenemos una pista, y está en tus vínculos. ¿No decían los anteriores guardianes que tus vínculos eran perfectos?
—Estoy segura de que solo lo decían para consolarme... —murmuró la guardiana, aunque reconocía que ningún animal se resistía a vincularse con ella.
—¿Y si intentamos averiguarlo con un vínculo? —pidió Zéphyrine, extendiéndole su mano.
Galathéia asintió con lentitud, solo porque en aquellas alturas, ya no tenía nada que perder. Con una sonrisa traviesa dibujada en su rostro, la pelirroja tomó la muñeca de la guardiana para llevársela lejos.
—¡Espera...!
Zéphyrine puso su dedo en sus labios en señal de silencio, conteniendo apenas el deseo de reír, mientras la llevaba hasta un callejón sumamente estrecho con escasa iluminación. Desde allí, Galathéia podía ver a su lado a las personas caminar y seguir con sus vidas, y aunque su mente estaba en alerta, su cuerpo se había dejado llevar muy bien por ella.
—No te asustes, solo pienso que si vamos a hacer un vínculo, necesitamos un poco más de privacidad...
La guardiana no respondió, pero recién reparaba en lo pequeño que era el espacio para ambas, y que de cierta forma, se sentía intimidada por lo alta que era Zéphyrine.
En realidad, su estatura estaba bien; sabía que en cambio, fue su propio cuerpo el que no quiso colaborar creciendo algunos centímetros más.
Aun así, nunca había experimentado aquella sensación con ninguno de sus compañeros. Nunca tuvo miedo de estirarse a mirar a Elyon, y este no dudaba tampoco en agacharse un poco por ella.
Era algo más lo que le impedía mirar a Zéphyrine a la cara, si esta era consciente de ello, por lo que en aquel momento, solo se mantenía cabizbaja.
Para la cantidad de vínculos que había hecho durante toda su vida, uno más no debía tener tanta importancia, pero la sola idea de tocarla le provocaba más nervios, aunque aparentaba seriedad, mientras aceptaba el contacto.
La bruja entrelazó sus dedos, y se sorprendió de lo suave que era en realidad tocar a Galathéia. Un farol en el lado del muro contrario iluminaba apenas su rostro desde arriba, y le pareció curioso cómo contrastaba tan directo la luz naranja con el celeste natural de sus ojos, y acentuaba cada una de sus facciones más delicadas. Su rostro era muy acorazonado, y su nariz tan respingada y pequeña que podría pasar desapercibida si no fuera por el enrojecimiento natural que recibía por la altura de Wölcenn. Sus labios también eran pequeños, pero un poco carnosos. Eran bastante lindos, como para querer tocarlos...
—Se supone que debas aceptar el vínculo —dijo la guardiana con seriedad, más como una queja.
«¿No sabe cómo hacer un vínculo?», pensó con impaciencia por haberla esperado. Además, se sentía más nerviosa al notar que no dejaba de mirarla.
—¡Lo siento! —se disculpó la bruja, sintiendo un cosquilleo en sus mejillas que se transformaba en ardor. Al contrario de la guardiana, su experiencia en vínculos se reducía solo a Lyn, y eso había sido hace muchísimo tiempo.
Contó hasta tres en su mente mientras cerraba sus ojos y aceptaba el vínculo, y para su sorpresa, aquello se sintió único. Demasiado bien, en una forma que no podía explicar.
Ni siquiera miró en los recuerdos o pensamientos de Galathéia, porque sabía que no eran de su incumbencia, pero quería extender el vínculo todo el tiempo posible.
Solo había sentido una calma tan ligera la vez que probó aquella infusión que su maestra le preparó, pero no supo cómo relacionar una cosa con otra.
Galathéia, al contrario, habría deseado poder sentirse la mitad de bien que Zéphyrine, pero se obligó a continuar con su tarea, decidiendo encontrar todas las respuestas posibles. Sin embargo, el dolor que le ocasionaba, y tantos recuerdos confusos, solo la llevaban a una aterradora conclusión:
Zéphyrine era caos.
Un tornado de problemas que ni siquiera ella misma entendía. Un cúmulo de recuerdos dolorosos que se obligaba a ignorar, y otros, en cambio, de los que jamás llegó a tener idea.
En cierta manera, muchos de sus sentimientos le eran familiares. Aunque la bruja la acusaba de que lo tuvo todo demasiado fácil a pesar de su condición, creyó que nadie más que ella podía entender tan bien la sensación de no ser suficiente para nada o nadie.
Zéphyrine se sentía sola, y en constante necesidad de ganarse un lugar en el mundo.
Galathéia, en cambio, se veía a sí misma como una farsante que no merecía nada de lo que recibía.
Habría sido más sencillo si su vida hubiera sido tan normal como le correspondía. Nunca se habría propuesto por sí sola entrar a la Primera Guardia, si su reina no la incluyera entre sus candidatos apenas nació. Quería a Elyon muchísimo, pero no conseguía entender qué vio alguien tan perfecto como él en ella.
Las cosas que realmente había deseado eran mucho más simples, y aun así, nunca tuvo la confianza para ir por ellas.
Conocer más a aquella chica que miraba sus entrenamientos con curiosidad, y que tenía la oportunidad de viajar a través de los tres reinos y conocerlo todo, por ejemplo.
Parecía que el destino la favorecía una vez más, cumpliendo su deseo.
Quizás, Zéphyrine no era lo que había idealizado en su imaginación por tanto tiempo. Era muy irritante y odiosa, pero la hacía sentir menos sola.
Quería decirle que no estaba sola.
No obstante, durante el vínculo sintió tanta frialdad que se relacionaba con la distancia que Lyn colocó con ella desde que fueron separados, y lo que más dolía de todo, fue aquel momento en que con una acción condenó el resto de su existencia.
«Si mi deseo es corrupto, toma mi corazón y mi alma junto a él», fueron sus palabras, antes de probarse a sí misma que había cometido un gran error del que ya no podía retroceder jamás.
La fisura, aunque pequeña, persistía, y Galathéia creyó que moriría si continuaba sintiéndola. ¿Cómo Zéphyrine había podido vivir con eso tanto tiempo?
No lo sintió en ese momento, pero una pequeña lágrima rodó de su mejilla, y apretó sus labios para contener cualquier exclamación de dolor, hasta que la bruja soltó su mano de forma abrupta, y la sacudió su cuerpo.
—Ay no. Galathéia, ¿estás bien? —inquirió temerosa, acercándose a limpiar las lágrimas de su rostro, aunque la guardiana no reaccionaba aún—. ¿Te lastimé mucho? ¡Si te dolía, ¿por qué no me dijiste?!
Separándose en silencio, Galathéia tomó largas bocanadas de aire, tratando de entender un poco de todo lo que había visto y sentido. No sabía cómo decirle lo que quería sin verse entrometida, y se avergonzó por hurgar así en sus memorias.
A lo único que pudo atinar, fue a abrazar a Zéphyrine. Al principio, muy tímida; no tenía idea de lo que estaba haciendo, y temía la reacción de la bruja. Sin embargo, ella permaneció congelada, y su mente se encontraba en blanco, por lo que la guardiana tomó confianza y la apretó con más fuerza, la suficiente para ofrecerle su calidez. Lo bueno de ser tan pequeña, es que no se atrevía a ver qué cara tenía en ese momento, pero mientras no la apartara, todo estaría bien.
Cuando al fin pudo desarrollar pensamientos coherentes, la pelirroja supuso que se había asustado por el dolor que recibió durante el vínculo, y culpable, correspondió el abrazo de forma suave. Algo le decía que si se aferraba un poco más, acabaría extrañando ese tipo de contacto el resto de su vida.
—Gracias... —murmuró Galathéia aún abrazándola. Tomó aire, a la vez que la fuerza para separarse al fin, y mirarla—. Gracias a ti, creo que ya sé cuál es mi don...
La bruja casi lo había olvidado. Más lamentaba que Galathéia se hubiera lastimado por su culpa, pero solo por ese instante, sintió que había hecho algo bien, y aquella era otra sensación con la que tampoco estaba muy familiarizada.
—¿De verdad? ¿Cuál es? —preguntó con repentina emoción. Era como abrir un regalo sorpresa juntas.
Sin embargo, la guardiana desvió la mirada con duda, sin saber cómo tomarse aún aquel regalo. Se sentía como una malagradecida, y a la vez, que estaba atrapada en una eterna broma de mal gusto, pero al menos, entendía por qué alguna vez la consideraron erróneamente tan especial para ser una candidata a la corona de Wölcenn.
Cuando un recién llegado nacía, por medio de un vínculo era muy fácil detectar cuánta magia tenía, y era muy probable que esta desarrollara un gran don. Por supuesto, la Primera Guardia del Reino de las Nubes siempre fue muy exigente, y sus sucesores debían ser mejores que ellos mismos.
La Reina Talith nunca se equivocó con ella. Siempre tuvo un don, y este era enorme y bastante especial... en cualquiera de los reinos restantes, mas no allí.
En su reino, jamás conoció de nadie que hubiera tenido una fisura, y aun si se diera el caso, el lugar abundaba de aquella flor que los representaba. La misma con la que más de una vez se la apodó porque era muy similar en apariencia, una dalia.
La dalia de Wölcenn.
No obstante, Galathéia reparó en ese momento en lo que era capaz de hacer, y en la persona que tenía enfrente suyo. A pesar del dolor que sufrió, se creía capaz de volver a utilizar su don.
—Ya lo verás. Déjame intentar de nuevo, creo que falta solo un poco para sanar la fisura.
—¿Qué cosa? —inquirió la bruja, atónita. No pensó que aquella era la razón por la que sintió sanar, pero si había lastimado a Galathéia, se negaba a volver a hacerlo—. ¡No!, ni hablar —se negó, guardando su mano contra su pecho.
—¡Quiero ayudarte!
—¡Y yo te estoy ayudando a que no mueras! ¿Qué no ves? ¡Todo esto me lo merezco!, tú no tienes que pasar por ello...
«No te lo mereces», quiso responder, pero no encontró el valor suficiente para decirlo, porque implicaba aceptar que Zéphyrine había causado la destrucción de Wölcenn por capricho, y que sin embargo, ella y cada una de las personas que fueron cercanas a la bruja alguna vez, también tenían cierta responsabilidad.
Jamás había entendido qué hacía tan diferentes a las brujas del resto, pero no veía una razón para que fuera alejada o temida. Incluso recordó cuando el sueño de la bruja era entrar a la Primera Guardia, y todos estaban seguros de que podía ser más fuerte que el mismo Lyn.
Sin embargo, ya era demasiado tarde.
Decidió alejarse de ella en silencio, y buscar a Andrómeda para irse, a pesar de que el pensamiento de que no quería volver a abandonarla no se desvanecería con tanta facilidad.
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HOLIII, no tiene nada que ver con la historia kjasjk pero, ¿alguien por acá está viendo también KinnPorsche? En caso de que no, y les interesen los dramas BL tailandeses (sobre todo con mafias), LO RECOMIENDO. Mi hermana ya está harta de escucharme hablar de eso, y apenas entré al mundo de los dramas tailandeses, así que me siento solita sin tener con quién fangirlear 🤧
EN FIN, me da ternura cómo Zéphy y Gala empiezan a entenderse y confiar de poquito en la otra y querer cuidarse, no como otros dos... 🥺
¡Cuídense mucho! 💖
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