Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Veinticinco

Lyn quería pensar que tomar a toda la corte de Wækas como sus prisioneros había salido bien, pero al borde de la impaciencia, admitía con odio que, una vez más, la situación era más grande que él mismo.

Necesitaba conseguir lo que buscaba para poder irse lo más pronto posible, y fingir que no había pasado nada. En realidad, volver en el tiempo, era todo lo que más quería.

Deseaba nunca haber tenido que salir de Wölcenn, nunca haber pactado aquella alianza, y sobre todo, jamás haber tenido que cruzar sus caminos con él, porque aunque su vida no era perfecta, había conseguido que luciera de lo más impecable, y ahora todo amenazaba con desmoronarse.

Sabía que jamás volvería a ser el mismo, y eso le asustaba. Ya había cruzado la línea una vez, y consiguió mantenerlo en secreto, pero en ese momento, cada vez que miraba a Elyon —su único cómplice—, no sabía ni cómo dirigirle la palabra para algo que no fuera una orden.

—Están jugando con nosotros —masculló poco después de que Leo anunciara a sus compañeros que no había noticias—. Ely, estamos perdidos... —musitó con desesperación, y al verlo, Elyon se recostó un poco sobre la pared, y el cansancio se reflejó en su rostro por primera vez desde que decidieron tomar Wækas.

Solo en ese momento, Lyn se dio cuenta de que no fue el único que cruzó el punto sin retorno, y se odió lo inimaginable, porque no había arrastrado a otro más que a la persona que juraba amar.

—Tenemos que conseguirlo de alguna forma —suspiró el guardián—. Ojalá supiera cómo está Galathéia ahora mismo...

Lyn llevaba algún tiempo sin sentir ese dolor; ese que se asimilaba mucho a una fisura, y que punzaba como un recordatorio de que perseguía lo imposible.

No era algo en lo que quería persistir, aunque por cortos momentos, sus deseos lo traicionaban, y acababa mirándolo con súplica, rogando por algo que jamás sucedería. Bajó la cabeza, y soltó un suspiro muy pesado.

—Hablaré con su Majestad una vez más. Deséame suerte —pidió en tono de ironía, y antes de que Elyon pudiera responderle, él ya había dado vuelta para irse.

Sus pasos, lentos al principio, se aceleraron más conforme se acercaba, y al entrar, tomó con fuerza de la camisa de Marseus, jalándolo hacia sí mismo.

—¿Crees que vas a poder jugar conmigo? ¡Te advierto que yo jugaré cien veces mejor! —espetó con una mirada amenazante. No obstante, su rabia incrementó más al ver esa sonrisa tranquila, burlándose de él.

Aunque Marseus no tenía idea de a qué se debía la presencia de Lyn, esperaba que no fuera porque detectó el vínculo que hizo, y debía aprovechar el momento para asegurarse.

—¿Deseas que juguemos, Rojito?

Con la mandíbula apretada, la mano de Lyn subió de la camisa hacia el cuello del capitán, aplicando un poquito de presión, aunque no era ni de lejos, toda la fuerza que quería.

—Lo único que me placería hacer en este momento, es estrangularte con mis propias manos.

—¿En serio? —Marseus lo miró desafiante, alzando un poco más su rostro para que Lyn tuviera mayor espacio que seguir apretando—. ¿Es una advertencia de peligro o de placer?

Al instante, el rey se separó, a la vez que soltaba un gruñido de frustración. Retrocedió sus pasos hasta apoyarse contra la pared, y al bajar la cabeza, acomodó los mechones de su flequillo que cayeron sobre su rostro para ver mejor.

No iba a aceptar la derrota aún, pero tampoco quería llegar más lejos para conseguir ganar.

—¿Sabes?, siempre tuve mucha curiosidad por conocerte —soltó Marseus de repente, luego de contemplarlo cabizbajo, y al borde de la desesperación. Obtuvo su atención al instante, adorando esa expresión tan confundida e ingenua, muy distinta de lo desafiante que se había mostrado en las últimas ocasiones, y a decir verdad, no podía decidir cuál versión de Lyn le atraía más—, y aunque eres lindo, al verte me decepcioné un poco. No creí que pudieras ser el rey más fuerte en los tres reinos...

Lyn soltó una risa de ironía muy áspera, muy lejos de molestarse por el comentario.

«No, pero de seguro sí soy el más estúpido», deseó poder decir en voz alta, aunque no en frente del capitán.

—¿Y qué piensa ahora de mí? —preguntó, a la espera de otra burla.

No obstante, Marseus lo miró profundamente, pensando bastante en su respuesta.

—Ahora creo que me gustas mucho más...

A pesar de la oscuridad del ambiente, la poca luz de las lámparas le permitió ver cómo las mejillas del rey de Wölcenn adquirían mayor rubor, aunque fingía mantener la compostura.

Con duda, este se acercó unos pocos pasos.

—No me diga que en verdad está disfrutando de todo esto...

El capitán rio al instante, sin poder creer que Lyn se tomara en serio sus bromas.

—¡Por supuesto que no! Ni siquiera siento mis brazos —se quejó, a pesar de que aún mantenía su sonrisa—. Pero se me olvida un poco cada vez que vienes por mí, así que quédate más... —pidió en un hilillo de voz, ansiando que Lyn se acercara, y él accedió sin pensarlo, atraído únicamente por su mirada.

—¿A qué estamos jugando? —susurró, acariciando su mejilla con la punta de sus dedos. Su cuerpo temblaba; Marseus podía notarlo a pesar de que en ese momento era quien tenía el control.

—Dímelo tú —él respondió con un ronroneo muy bajo y grave, haciéndolo estremecer más—. Créeme que si fueras cualquier otra persona, ya estarías muerto...

A Lyn le gustaba pensar que de verdad guardaba ciertos privilegios con el capitán, por lo que con una mirada dulce y muy tímida, tocó sus labios con su pulgar, entreabriéndolos un poquito.

—¿Eso significa que va a darme lo que necesito?

Marseus aguantó la risa, al tiempo en que lo miraba con cariño.

—Sabes que no puedo hacer eso —respondió, ladeando la cabeza contra su mano, aceptando muy bien la caricia, y sintiendo derretirse cuando los dedos del pelirrojo se enredaron entre los mechones ondulados de su cabello.

No le importó en lo más mínimo el estar amarrado, o todas las amenazas, se sentía adicto a ese preciso instante, y a todo lo que provocaba en su interior. Su corazón latía con fuerza, como si estuviera asustado, y en cierto modo, debía estarlo.

Enamorarse no sería tan aterrador, si no sintiera que era el único que estaba cayendo.

—¿Qué se sintió cruzar la línea? —preguntó con curiosidad, y a la vez, deseoso de tener su atención por un poco más de tiempo.

Sabía muy bien que cualquier acto atroz lo condenaría a la destrucción, pero aquella misma ley rezaba que el amor —en especial, aquel que no era correspondido—, podía ser letal, y ya no lo ponía tan en duda.

Lyn entendió la pregunta, y decidió recordar ese momento tan lejano, sin temor a contárselo.

—Dolió horrible —admitió entre risas—. En verdad creí que moriría, o que me desmayaría del dolor, y mi mayor miedo era que mis compañeros encontraran mi cuerpo, y no tardaran en conectar los puntos y enterarse de lo que había hecho. Me odiarían sin pensarlo dos veces...

Lo mencionó con culpa, como si el recuerdo lo carcomiera bastante.

—¿Entonces nadie más lo sabe?

—No sé en su reino, pero en el mío no es motivo de orgullo anunciar en cada esquina que obtuviste una fisura —reclamó el rey, y el capitán rio al notar lo fácil que era hacer que se pusiera a la defensiva—. Solo lo supo mi anterior reina, y ahora lo sabe usted... —murmuró con temor. Confesarle su mayor secreto a su rival no era la más inteligente de sus decisiones, pero quería creer que Marseus de Wækas podía guardarlo muy bien.

—Debe ser más fácil de ocultar en un reino donde tienen la cura —pensó en voz alta, y Lyn asintió—. Tal vez sus compañeros sean más comprensivos de lo que esperaba...

Esta vez, el rey negó con la cabeza, desviando la mirada con vergüenza.

—No lo creo, herí a una de ellas —confesó con dificultad, debido al nudo que se formaba en su garganta—. No lo pensé mucho en ese momento, lo único que tenía en mente era que no quería perder para siempre a alguien que me importa demasiado, y solo lo hice, y... nada de lo que diga, me excusa —suspiró—. Si obtuve una fisura, por más pequeña que fuera, es porque lo que hice fue imperdonable...

Marseus supo que nada de lo que le dijera, ayudaría a disminuir la culpa que sentía, pero podía entender que aún le quedaba bastante por sanar, más allá de una fisura.

—Lo siento mucho —rio Lyn con ironía—. De seguro esperaba una historia con mucha acción y sangre, digna del rey más fuerte, y solo es una patética historia más de amor no correspondido...

Marseus sonrió, aunque en definitiva, no se sentía decepcionado. Le gustaban mucho más esas historias de lo que el rey podía imaginarse.

—¿Tan seguro estás de que no eres correspondido? —inquirió, sin poder creerlo. La situación sería tan distinta si se tratara de él...

Quizás era el hecho de que no podía tenerlo en sus brazos por más que lo quisiera. Que no podría apretar también su cuello entre sus manos, aunque sea un poco, y volverlo tan loco como él lo estaba volviendo con cada acción que le dedicaba.

Lyn asintió de nuevo, cabizbajo por un instante, antes de regresar a mirarlo con seguridad.

—Creo firmemente en que hay personas que no están hechas para estar con otras por más que lo queramos. Usted y yo, por ejemplo —aseguró con una sonrisita cruel, como si fuera consciente de todo lo que le causaba en ese momento.

Retrocedió con un paso, y al alejarse, tuvo la sensación de que lo único que quería hacer, era volver a tenerlo cerca y nunca soltarlo, pero ya estaba acostumbrado a ignorar sus propias emociones.

Marseus bajó la mirada, a la vez que sonreía, sin importarle el rechazo.

—Vuelve pronto, Rojito...

Mentiría si dijera que volver a quedarse a solas no le dolía ni un poco, pero no tardó en percatarse de algo mucho más importante:

Lyn no tenía ni idea de que se había vinculado con el cristal núcleo para cambiar el rumbo de la isla. Solo le quedaba esperar un poco más. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro