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Veinte

En el más perfecto orden, solo hacía falta que cayera una pieza para derrumbar a las demás.

Que algo tan sencillo pudiera ocasionar tanto caos, sin duda alguna, dejaba una sensación de desprotección y debilidad ante la cual el reino de Wölcenn todavía no quería hacer frente.

Azhryl, al reemplazar a su rey temporalmente lo sabía. Y Lyn, al tener las peores noticias, lo sintió también.

Era la sensación de haber tenido en sus manos una responsabilidad enorme, y fallarla. Era el deseo de pedir el consejo de alguien que tuviera más experiencia, y saber que no había nadie más, que era deber suyo.

Era enfrentar que todo cambió para siempre, y que la culpa era solo suya por congelarse, por no ser lo suficientemente rápido, por confiar demasiado.

Era exigirse a sí mismo una solución, aunque fuera de lo más egoísta, tan solo para probar que la promesa de entregarlo todo a su reino no era en vano.

Era sentir miedo... mucho miedo, del futuro, del fracaso inminente.

Lyn de Wölcenn no estaba hecho para perder, y debía demostrarlo pronto.

El derrumbe de Isla Byre era una advertencia muy cruel de que ya no podía seguir esperando más, y aunque muy en el fondo sabía que iba a suceder, no era capaz de afrontar la pérdida, y se rehusaba a soportar otra más.

El silencio podía ser de lo más aterrador, sobre todo cuando existían tantas dudas, pero era todo lo que Marseus podía ofrecerle a Lyn en ese momento.

Y en silencio también permaneció Elyon, hasta que se acercó en pasos lentos hacia el largo balcón del castillo, y en posición firme, aclaró su voz.

—¿Órdenes, su Majestad?

Ser su mejor amigo en ese momento no serviría de nada. Se conocían muy bien para saber que debían anteponer las posiciones que su reino les había confiado, y a pesar de que la carga era enorme para Lyn y Azhryl, lo único que podía hacer, era responder a sus deseos, y ser el soldado que necesitaban.

Nunca estuvo hecho para ser rey, pero ayudaría a Lyn a levantarse todas las veces posibles y mantener la corona en alto.

Sin embargo, su corazón sintió arrugarse cuando él le dirigió la mirada, y lucía más como el chico tímido y silencioso que era en su infancia.

—Lyn, lo siento bastante, pero necesitamos una respuesta. No me molestaré si decides regresar a Wölcenn ahora mismo...

Odió insistir, como si él no estuviera a la deriva también. Después de todo, Lyn siempre había sido el de las ideas.

—Sí tengo un plan... —musitó con la cabeza muy baja. Su tono parecía expresar dolor, o vergüenza, y al no entenderlo, Elyon puso su mano sobre su hombro y lo buscó con la mirada. No sabía si era su impresión, o en verdad, los ojos de su mejor amigo se veían muy brillosos, como si estuviera a punto de llorar, y si era así, no lo juzgaría en la situación en la que se encontraban.

—¿Puedes dejarme ver...? —pidió, buscando su mano con la suya para no obligarlo a hablar más. No lo pensó en ese momento, pero sería la primera vez en sus vidas que harían un vínculo, y por la gravedad de los hechos, Lyn lo aceptó sin trabas. Sabía que solo iba a ver lo que pensaba y nada más.

Contó hasta diez en su mente, y entonces, Elyon soltó su mano, terminando así el vínculo.

El guardián entendió un poco más a qué se debía esa expresión tan lastimera. No era nada fácil lo que harían, y si se lo hubiera pedido tiempo atrás, antes del robo del cristal núcleo, quizás lo habría juzgado mal.

Pero en la guerra todo se valía...

Y Lyn parecía que estaba dispuesto a arriesgar mucho más tan solo para salvar a su nación.

—Está bien, hagámoslo —decidió, pero Lyn negó con la cabeza de inmediato.

—¡Claro que no, Ely! Es una idea horrible.

—¿Sientes algo por él? —preguntó Elyon con cierto apuro, y el rey se sintió en blanco, hasta reaccionar.

—No importa ahora, y no tengo tiempo para eso... —respondió, negándose a pensar más en el asunto, porque tal vez, eso era lo que más le dolía de lo que estaba por hacer.

—Bien, entonces lo haremos —asintió el guardián, creyéndole.

—¡No!, ¡no lo entiendes! Te estoy pidiendo que seas la voz de mi conciencia, y que me digas que no es correcto...

—Lyn, ya lo pensaste antes —suspiró el pelinegro—. Son ellos, o somos nosotros...

No era el tipo de palabras que esperaba escuchar de Elyon jamás, pero al final, todos habían sido entrenados para responder únicamente por las necesidades de su reino.

Quiso mirar a sus ojos azules, buscando en estos la sensación de que tenerlo a su lado era todo lo que necesitaba, pero no sintió nada. No obstante, se convenció de que tenía la razón, y que hacían lo correcto.

Con sus dedos limpió cualquier rastro de lágrimas de sus ojos, y asintió determinado.

—Bien, tú encárgate del resto. Yo iré por su Majestad —decidió, acomodando los mechones delanteros de su cabello hacia atrás—. Tienes mi permiso de usar tu don, buena suerte.

Elyon asintió con una sonrisita presumida. Su mano había buscado la espada en su cinto, pero ya no la necesitaría en absoluto.

—Terminaré muy rápido, entonces —prometió.

Lyn entró de regreso a la sala principal del palacio, y lucía más confiado que nunca, pero su mirada le pertenecía únicamente al Rey de Wækas, hacia quién caminó con decisión.

—Su Majestad, ¿podríamos hablar en privado? Hay algo que me gustaría pedirle —pidió con tranquilidad. Quizás la suficiente para hacer dudar a Marseus, pero él solo pensó en acceder a lo que Lyn deseara.

Aceptó, llevándolo de camino hacia su habitación, y el Rey de Wölcenn miró por un instante atrás a Elyon, quién asintió un poco, en tanto se quitaba la capa de su uniforme.

Al llegar a la habitación de Marseus, echó un rápido vistazo, y casi lucía como un salón más en el castillo.

En medio de la noche, no había demasiadas lámparas encendidas. Los libreros y su escritorio era lo que mayor espacio tenían, y apenas contaba con muebles largos, señalándole que muy rara vez dormía.

Pero, en realidad, ¿un rey tenía tiempo para dormir?

Respiró profundo, y se obligó a abandonar cualquier rastro de nervios. Ni siquiera aceptó la invitación a sentarse; muy poco hablaría sobre negocios.

—Lamento mucho las noticias de Wölcenn. ¿Hubo pérdidas? —expresó Marseus con honestidad, con su mano apoyada en uno de los muebles, y observando a su aliado. En la situación tan inesperada en la que estaban, sabía que tendría que ofrecer algo más para retenerlo a su lado.

Lyn negó.

—Era una isla muy pequeña y deshabitada desde antes de la desaparición del cristal núcleo. Su única función era servir de descanso para las aves del reino —explicó, como si no le diera tanta importancia.

Sin embargo, la pérdida seguía doliéndole, y no iba a permitir que las siguientes islas corrieran el mismo destino.

—Aun así, debemos estar en alerta por si vuelve a suceder. Puedo apresurar la declaración de guerra, si es necesario, y presionar al Reino de Gewër...

—En realidad —interrumpió Lyn, deseando no escucharlo más. Tal vez no habría ido muy lejos sin su ayuda, pero en aquel momento quería verlo como el mayor culpable de lo que sucedía, por haberlo distraído tanto—, tengo una idea muy clara de cómo impedir la caída del resto de islas que conforman Wölcenn.

—Adelante.

—Usted me cederá muy pacíficamente su cristal núcleo, a cambio de que perdone las vidas de sus guardianes. Le sugiero que no intente jugarme en contra o lo lamentará demasiado —recitó con mucha calma, a pesar de la altivez que se reflejaba en su mirada.

Confundido en un primer instante, Marseus reconoció que no se trataba de ninguna broma, pero no pudo evitar reír al ver lo impulsivo de sus acciones, a pesar de la calma que fingía.

—¿En serio crees que estás en posición de amenazarme a mí o a mi tripulación? —inquirió, seguro de que una sola persona no tendría oportunidad en contra de sus compañeros—. Si te importa tu amigo, y sé bien que sí, todavía estás a tiempo de evitar algo que sí lamentarás después...

Lyn no se movió de su lugar, seguro de sus palabras, mientras se prometía ser el último en reír.

Sin embargo, antes que una risa, lo que se escuchó desde el salón del castillo fue similar al rugido bestial de un animal salvaje que llamó la atención del capitán, haciéndolo moverse para salir. Al instante, sus pasos fueron detenidos debido a las cadenas que se aferraron sus muñecas sorpresivamente, jalándolo de regreso a su lugar.

Sobresaltado, volteó a mirarlas, y estas habían salido desde el techo, obligándolo a mantener los brazos alzados. Sabía muy bien de quién provenían, y aunque era la primera vez que presenciaba el don del reconocido Rey más fuerte, jamás se esperó que fuera de esa manera.

Se sacudió con violencia, pero fue inútil. Seguía atrapado.

Lyn mordió un poco su labio inferior mientras se acercaba con lentitud y seguridad a su presa.

—Le dije que sería yo el que lo amarraría primero, ¿no es así?

Tomó su mentón entre sus dedos, obligándolo a verlo directamente, y podía percibir en esos lindos ojos turquesas la sorpresa, el miedo, y una ira que se acumulaba. Deseó preguntarle si sería en contra suyo, o de sí mismo, porque estaba muy seguro de que en el poco tiempo que se conocían, había dado muchísimas señales de advertencia, y aun así, quiso confiar en él.

Después de todo, dos reyes en un mismo lado del tablero, tarde o temprano solo provocarían el final del otro.

No necesitaba aprender a examinar su pulso para saber que el que se encontraba nervioso ahora era él. Su respiración agitada y su mandíbula apretada lo delataban, y no pudo evitar mirarlo con compasión, al tiempo en que trazaba con su índice la textura de su labio inferior.

—Por favor, capitán, realmente deseo hacer esto por las buenas...

Sin embargo, aún con la sensación de temor recorriéndole, Marseus movió un poco la cabeza y abrió los labios lo suficiente como para atrapar aquel dedo entre sus dientes, mordiendo muy suave sin despegarle la mirada.

Más que la presión que ejercían las cadenas en sus brazos, era esa sonrisa maliciosa, y sus ojos verdes tan brillantes y hambrientos de poder y control, lo que lo hacían sentirse vulnerable. Y por extraño que pareciera, le gustaba demasiado.

La ambición lucía tan bien en Lyn de Wölcenn...

—¿No te importaría apretar más, solo por si acaso? —inquirió en tono de burla, sonriéndole.

—No estoy jugando.

—Sé que no, pero te advierto que el orgullo precede la caída, Rojito...

Lyn rodó los ojos, molesto. Marseus no estaba en posición de aconsejarle nada, y solo le hacía perder tiempo.

—No me diga que ni siquiera tiene un don que lo pueda sacar de apuro y salvar a sus compañeros... —murmuró, dándole la oportunidad de que hiciera algo contra él y le probara que en verdad lamentaría lo que estaba haciendo.

Al contrario, el capitán desvío la mirada, negándose a responder. Lo único que odiaba en verdad de aquella situación, era la oscuridad de la noche que volvía a su don inutilizable.

Más que satisfecho con su silencio, Lyn soltó una pequeña carcajada.

—Qué patético para un rey... —suspiró decepcionado—. No se preocupe, sus compañeros estarán bien si colaboran rápido.

Al salir, a punto de bajar las escaleras, se detuvo de inmediato, dándose un momento para pensar en la decisión que tomó y en cómo se sentía tras cumplirla.

Se llevó la mano al pecho, y su corazón latía con demasiada prisa, a la vez que tomaba grandes bocanadas de aire, debido a que le costaba respirar. Sin embargo, estaba bien. Ya sabía cómo se sentía una fisura, y no percibía la menor punzada de dolor.

Todo estaría bien.

Los mechones delanteros de su flequillo cubrieron sus ojos por un instante, y él los removió rápido, al tiempo en que se obligaba a calmarse y llevar una vez más el papel que jugó con Marseus.

Se convenció de que no tenía importancia lo que sintiera. Fue capaz de hacerlo, sin arrepentimientos; en contra de todas sus dudas, sí estaba hecho para la guerra, y no se permitiría perder.

Mientras, Elyon paseó con detenimiento frente a cada una de sus nuevas presas, observándolas, oliéndolas...

Nunca supo explicar en palabras a qué olía el miedo, pero en ese momento, sabía que le temían. Sobre todo, el menor de ellos que temblaba ante su presencia, por lo que se acercó más...

Sí, el olor a miedo era mucho más intenso en Leo. Soltó un gruñido largo y grave para intimidarlo más. Nunca había ido más lejos de darle un susto a sus compañeros, pero admitía que a veces le divertía hacerlo.

Leo cerró sus ojos con fuerza. No quería llorar, pero estaba a nada de hacerlo, hasta que sintió la mano de Ch'aska en su hombro, para colocarlo detrás suyo.

—¡Que se te ocurra tocarlo, y te juro que te convertiré en mi nuevo abrigo! —vociferó amenazante, a punto de usar su don. Tal vez no sería suficiente para detenerlo, pero quería dejarle en claro que iba en serio.

Elyon dio vuelta, decidiendo ignorarlos, a pesar de que sabía que Ch'aska también sentía miedo de él. En realidad, lo único que diferenciaba el miedo y la valentía, era el impulso de enfrentarse a sus temores, incluso si las probabilidades fueran escasas.

Se movió rápido hacia las escaleras al sentir también el olor de Lyn aproximándose. Este, en cambio, lo podía describir muy bien; era una mezcla de violetas y lirios, una fragancia muy común en Wölcenn, pero que a veces su mejor amigo exageraba.

No percibió el menor rastro de miedo en él, y se veía tan radiante y firme como cuando había ganado el torneo que elegiría al siguiente monarca del Reino de las nubes. Su sonrisa era tranquila, y sus ojos brillaban, y aun así... su semblante parecía indicar que no permitiría que nada saliera de su control, que cumpliría con todas sus promesas, que podía cargar a la perfección con el peso de la corona.

Que, sin lugar a dudas, era el digno Rey de Wölcenn.

Lyn sonrió más al ver lo bien que su mejor amigo cumplió con su tarea. Todos lucían espantados ante el enorme tigre de bengala blanco en el que se había transformado, y no era para menos. Alcanzaba casi los dos metros de altura, y dejaba la duda de si todavía tenía razonamiento humano.

Tal vez, no habría necesidad de aprisionar también a los guardianes de Wækas, pero debía dejarles en claro que en ese momento él tenía el control de todo.

—¿Qué hiciste con Marseus? —Nashi se apresuró a preguntar, dando un paso adelante, aunque Elyon rugió con fuerza para obligarlo a retroceder.

—Su Majestad estará mucho mejor cualquiera de ustedes, ténganlo por seguro —amenazó Lyn, acercándose hasta el borde de la fuente que cruzaba el salón principal—. Solo quiero que me entreguen su cristal núcleo, y no volverán a saber de nosotros. Si aún esperan enfrentarse contra Gewër, tendrán mis mejores deseos de buena suerte...

«Tiene que ser una broma...», pensó al instante, aunque sabía que era de lo más real. Que tenía la razón de su mal presentimiento acerca de la alianza con Wölcenn.

Lastimosamente, no era algo que quisiera celebrar.

—Si no van a entregarme el cristal núcleo, al menos pueden decirme dónde se encuentra —insistió Lyn en un tono más oscuro, reflejando impaciencia—. ¿Saben? Ely por lo general tiene consciencia y control completo de su don, pero algunas veces puede que su segundo instinto provoque... accidentes. Sus vidas dependen de ustedes mismos, y... —Cerró su puño, al tiempo en que aparecieron más cadenas de cristal que bloquearon el umbral por completo—, ni crean que podrán escapar.

*

*

*

Con los ojos cerrados, iré tras de él
Con los ojos cerrados, siempre lo amaré
Con los ojos cerrados, yo confío en él
Con los ojos cerrados, yo le quiero creer... 
🙏

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