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Treinta y seis

Zéphyrine disolvió sobre el agua las tres gotas iniciales que debía, y posterior a ello, siguió contando hasta diez.

Se sintió un poco tonta al no darse cuenta de que debía hacer las cosas bien, y terminó por verter el frasquito entero. Colocó algunas rodajas de naranja para disimular el sabor, y esperaba que aquello, junto con la esencia natural de la amapola, tuviera suficiente apariencia a un té.

Antes de terminar, Moirean llegó a su casa, y percibió el agradable aroma de la infusión que preparaba su alumna.

Arqueó una ceja, extrañada, y se sentó en el suelo frente a su mesa, a la espera de que Zéphyrine le sirviera.

—¿Puedo saber qué haces aquí?

—¿Acaso tengo a dónde más ir? —respondió la pelirroja de manera casual, llevando la tetera hasta la mesa para empezar a servir.

Llenó la taza de Moirean a la medida correcta, y también la suya, para después, sentarse a su lado. Por supuesto, no tenía pensado beber nada, pero era muy buena conversando, por lo que su maestra no lo notaría.

No obstante, ella pareció advertir en algo más.

—¿Qué pasó con tu sombrero? —inquirió con seriedad.

Tampoco Zéphyrine se acostumbraba al cambio, pero se sintió juzgada.

—Lo perdí en el desierto...

Moirean asintió en silencio, aunque seguía molesta.

—En el mercado podrás conseguir otro.

Lo único que Zéphyrine pensó en ese momento, fue que no permitiría que volvieran a señalarla por algo que nunca eligió, pero se mantuvo sonriente, y llevó la taza cerca de sus labios. A poca distancia de beber, la alejó de repente, pareciendo recordar algo.

—Lo siento, también perdí a Andrómeda. Creo que hasta te agradaba más que yo...

Contuvo la respiración en el momento en que vio a su maestra darle un sorbo muy largo a su propia taza, pero mantuvo la compostura.

—No debió ir muy lejos —respondió la bruja mayor, sin darle importancia—. Tú tampoco fuiste lejos, y siempre regresas cuando lo necesito.

Zéphyrine miró fijamente su taza, y tocó el borde con su dedo, trazando un círculo sin fin.

—¿Qué crees que suceda con los guardianes de Wölcenn que fueron apresados? —inquirió con inocencia fingida, viéndola beber una vez más. Quería que se tragara todo el contenido de la taza de una vez, y que empezara a surtir efecto el veneno.

Su maestra la miró cuestionante, y decidió servirse más té. Le parecía la primera vez que Zéphyrine se esforzaba en que la infusión tuviera buen sabor.

—Eso no tiene que importarte ahora. ¿Recuerdas que tú misma robaste el cristal núcleo de su reino? Ya estaban condenados a morir, de todas formas.

Cuando Zéphyrine actuaba, trataba de no pensar demasiado en las consecuencias. Sabía lo que sucedería con Wölcenn, pero se las había arreglado para que no pesara en su conciencia.

Era por eso que en cuanto Moirean mencionó el destino que tendrían Galathéia y Elyon, sintió algo que creyó que era culpa, que trataba de disfrazarse de indiferencia, porque eran las últimas personas por las que quería sentirse mal.

—¿Y si vuelven a ocasionar problemas? Como Galathéia. Tenías razón, solo me usaba para tener la oportunidad de recuperar el cristal... —suspiró, fingiendo que creyó la mentira que le dijo.

En ese momento, su maestra le respondió con una mirada compasiva, y se acercó a acariciar su cabello. Era suave, y a la vez, se enredaba en sus dedos con facilidad. Zéphyrine era todo un desastre, de pies a cabeza.

—Ya no es problema nuestro. Su Majestad se encargará de ambos —prometió, consolándola—. A pesar de todo lo que te he dicho, te prometo que no te dejaré sola, Zéphyrine. Siempre seremos las dos.

La pelirroja asintió, queriendo que dejara de tocarla.

—Bebamos más té. Me sentiré mejor así —dijo, apartándose en el momento.

—Pero tú apenas has tocado el tuyo... —lamentó la mayor al mirar su taza. De repente, soltó un bostezo de cansancio, aunque aquello le pareció bastante extraño en sí misma, y la pelirroja tampoco lo pasó por alto.

—No me gusta tanto el sabor, pero puedes tomar el resto si deseas...

A pesar del cansancio, Moirean empezó a sentir sus latidos demasiado apresurados, por lo que decidió aceptar, a punto de beber un sorbo.

Solo que se detuvo ante el temblor incontrolable de su mano, y un leve atisbo de sospecha.

—Pienso que lo preparaste muy bien esta vez. Tal vez, deberías probarlo...

Ambas sabían que eligió sus palabras muy cuidadosamente para que no fueran una orden, porque se trataba de una advertencia. Zéphyrine suspiró aburrida, y tomó la taza para acercarla, pero al hacerlo, la dejó caer al suelo, rompiéndola.

—¡Lo siento! Prometo que te conseguiré otra mucho más bonita. Qué torpe soy... —se disculpó mientras recogía los pedazos lo más lento que podía.

Contuvo un grito de sorpresa en cuanto vio a su maestra empezar a convulsionar, porque no se esperó que aquello sucediera, y sin embargo, lo que más hizo saltar su corazón, fue que Moirean intentara pronunciar sus últimas palabras.

—Bebe el...

—¡No vas a hacer eso! —Se lanzó hacia ella para cubrir su boca con sus manos, e impedirle hablar. Sabía que tenía que haber conseguido también el veneno que anulaba los dones, pero al menos, su trabajo estaría por cumplirse, si tan solo Moirean no se esforzara tanto en moverse y hablar—. ¿¡Quieres hacer el favor de solo morirte!? —reclamó, asustada y molesta.

Poco a poco, sus intentos fueron más débiles, hasta que dejó de moverse.

Zéphyrine tomaba grandes bocanadas de aire para calmarse, y muy despacio soltó el cuerpo, viendo que empezaría a cristalizarse.

No era la primera vez que atestiguaba algo así, una vez más, una bruja moría a causa suya.

—¿Sabes? Puedo perdonar que hayas hecho de mi vida una pesadilla, y que me alejaras de todas las personas que amé, pero intentaste lastimar a Galathéia, y eso no lo iba a dejar pasar jamás...

Consciente de que no la escucharía, exhaló un suspiro de cansancio, y llevó un molesto mechón de cabello hacia atrás, pensativa.

Moirean no volvería a atormentarla jamás, y estaba más segura que nunca de que todo lo que le había dicho eran mentiras que alimentaron su resentimiento. Por fin podía decir que era completamente libre, pero solo se sentía asustada y con deseos de huir y olvidar tan pronto como le fuera posible lo que hizo.

Conocía bien cuál era el siguiente paso en su lista, a pesar de que no se sentía preparada del todo para cumplirlo. No podía negar que haría lo que sea por Galathéia, pero estaba segura de que lo que ella más debía querer en ese momento, era que no se hubieran cruzado jamás en la vida de la otra, y no se creía capaz de enfrentar otro doloroso rechazo.

Y sin embargo, había regresado al palacio de Gewër, esta vez con temor de cruzarse con Cælum, porque no quería convertirlo en su enemigo luego de todo lo que confesaron.

En cambio, engañar a los guardias para conseguir entrar a los calabozos era mucho más sencillo. La oscuridad era aterradora, y lo único que la ayudaba a no tropezar consigo misma —o algún escorpión—, era la luz tenue de una lámpara que llevaba en su mano.

Tenía nervios, y aunque la volvía loca el solo pensarlo, estaba segura de que Elyon y Galathéia se las habrían arreglado para convertir su encierro en la cita más dulce y romántica que jamás hubiera existido.

Al llegar, y encontrar a la guardiana sentada en silencio, sintió el mismo cosquilleo que le había explicado que tenía cuando estaba con ella, y se odió por ello. No deseaba nada tanto como poder ser indiferente a ella y olvidarla para seguir adelante con su vida, pero sus sentimientos insistían en lo imposible.

Sabía que la miraba con odio y temor, pero no tenía ganas de explicarle que jamás la traicionó, y se dispuso a liberarla a ella, y después a Elyon.

—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —preguntó el guardián, a lo que ella lo miró con aburrimiento.

—¿Acaso tienen otra opción? Si desean, puedo volver a amarrarlos y esperan a Cælum...

Galathéia notó que su sentido del humor seguía intacto, y avanzó a la salida, sin darse cuenta de que Elyon detuvo a la bruja.

—Si intentas algo...

—No estás en posición de amenazarme, así que avanza antes de que me arrepienta —contestó la pelirroja, señalándole que debía avanzar junto a Galathéia.

No podía estar más agradecida de que el guardián estuviera bajo el efecto del veneno que borraba los dones, porque así podía ser hostil con él sin temerle.

Conocía bastante bien el palacio, por lo que los guió hacia una de las salidas laterales con éxito, sin ser descubiertos por los guardias.

Al llegar a la salida, ambos guardianes notaron que el cielo tenía un color muy rojizo, que anunciaba el anochecer. La corriente de frío que los recorrió, también los llenó de muchas preguntas, como saber qué harían en ese momento.

Zéphyrine, en cambio, lo sabía muy bien, por lo que tomó una gran bocanada de aire y la exhaló al sentirse lista.

Se dio vuelta hacia Galathéia, tomando su brazo con fuerza, al tiempo en que afilaba más su mirada.

—¿Creíste que porque te confesé que me gustas, estabas por encima de mí? ¿Es eso, Galathéia? ¿Pensaste que podías usarme hasta que llegara otra persona que pudiera darte su atención? ¡Puedes pisotear todo lo que siento por ti como se te antoje!, no es como si yo quisiera desperdiciar un solo pensamiento más en ti —espetó con furia, a pesar de que sabía que las lágrimas podían traicionarla en cualquier momento—. ¡La única razón por la que los he ayudado a escapar, es porque quiero que se larguen de aquí para no volver a saber de los dos jamás!

Solo en ese momento se percató de que no era la única que estaba a punto de romper a llorar; los ojos de Galathéia de por sí estaban hinchados y enrojecidos, pero la guardiana hizo un esfuerzo enorme por mantenerse firme, y fingir seriedad. Si en algo podía estar de acuerdo con la bruja, era en que tampoco deseaba seguir pensando en ella, más cuando era consciente del daño que se habían hecho.

—Aunque también desearía poder regresar a Wölcenn, no me iré hasta recuperar a Andrómeda y devolverla a su reino, pero está bien si tú y yo nos separamos aquí —decidió, apartando su brazo, y enfrentándola de la misma manera, a pesar de que muy lento, bajaba la mirada, y exhalaba un suspiro de tristeza—. De verdad espero que consigas ser feliz...

Volteó a Elyon, indicándole con la mirada que la acompañara, a pesar de que el chico sentía necesitar un contexto más amplio del que apenas Galathéia le dijo cuando estuvieron encerrados. Sin embargo, no pudo evitar mirar a la bruja con cierto rencor, y decidió tomar la mano de su compañera al seguirla.

Ni siquiera se habían alejado tanto, cuando Zéphyrine dio vuelta y se apresuró a alcanzarlos.

—Ninguno de los dos tiene un don útil por ahora, y no quiero que metan en problemas a Andrómeda —explicó muy molesta, evitando mirarlos. Era la razón por la que aceleró bastante sus pasos, hasta darles la espalda, y se volteó por última vez—. ¡Solo lo hago por ella!

***

Reino de Wækas.

Antes de salir del castillo, Marseus advirtió en la presencia de la mayoría de sus guardianes, conversando con varios marineros sobre las reparaciones que se necesitarían alrededor de la isla.

Desde luego, era un asunto que le competía, pero también, sabía que no podía pasar a ello y fingir que el incidente con el monstruo marino era una casualidad a la que su pueblo tuvo que enfrentarse.

Una mirada muy seria le bastó para hacer entender que quería hablar a solas con sus compañeros, y al dirigirse a ellos, a pesar de mantener el porte demandante como rey —y más importante para él, su capitán—, denotaba arrepentimiento.

—Sé que todo lo sucedido fue culpa mía, y no necesito que me digan cómo funcionan las cosas aquí. Si no están contentos con mi trabajo, y alguno de ustedes cree que puede hacerlo mejor que yo, están en toda la libertad de decirlo...

No iba a negar que aquello había sonado más como una amenaza, que como una disculpa. Una parte de él, quería aferrarse al lugar por el que tanto soñó y trabajó, y era lo bastante arrogante para pensar que a pesar de su error, ningún rey habría respondido y buscado la solución igual que él.

Quizás, porque ningún rey habría sido tan ingenuo. Estuvo el tiempo suficiente conociendo y aprendiendo de su antecesora, como para saber que ella jamás se habría dejado atrapar así.

«Un error lo comete cualquiera...», quiso restarle importancia, a pesar de que conocía lo imposible que sería mentirse a sí mismo.

Rygel estuvo a punto de entreabrir los labios para responder, pero Ch'aska lo apartó con su mano, mandándolo detrás suyo.

—En absoluto, capitán —replicó al instante, y volteó a ver a Leo y Hanaq—. Creo que hablo por la mayoría si digo que es el único capitán y rey que como guardianes y tripulación aceptaremos...

Marseus vio a Leo y Hanaq asentir enseguida, y luego se detuvo en Rygel, conociendo lo juzgador que solía ser. Sin embargo, el rubio se rindió y asintió también, con una sonrisa a medias fingida.

—Pero esto jamás habría sucedido con la Reina Bonnie...

Lo siguiente que el capitán escuchó, fue a su cartógrafo quejarse del dolor debido al golpe que recibió en sus costillas por parte de Ch'aska.

—Eso lo sé. —Se limitó a responder el rey—. Mis disculpas, prometo que a partir de ahora daré lo mejor.

—Si me lo permite, capitán, ya lo ha hecho —dijo Leo con preocupación. Mejor que nadie, sabía lo que era constantemente ser muy duro consigo mismo.

Marseus le agradeció con la mirada antes de salir, y en cuanto se dirigió al puerto principal para tratar los asuntos que debía, escuchó a Nashi acercarse a él con prisa. Ambos eran conscientes de que había mucho trabajo que hacer, y poco tiempo para perder.

—¡Capitán!

—Cuéntamelo —respondió volteando hacia su mejor amigo al instante.

—Hice la lista de gastos para reparar los daños de la isla, solo debes indicar de dónde saldrán los fondos... —mencionó bajando cada vez su tono, consciente de que era un tema delicado para Marseus, quién deseó pensar que se trataba de una broma, pero al final, aceptó la lista.

La miró muy por encima, pero por cada número que sumaba en su mente, empezaba a sentirse más incómodo.

—Quita eso de mi vista, por favor —suplicó, al tiempo en que le devolvía la lista.

Nashi estaba a punto de reclamarle que no era momento para sus juegos, pero ambos se sorprendieron al percatarse de la llegada del Rey de las nubes, demasiado tranquilo —y quizás, perdido— hacia ellos.

—Comprendo que lo dejes con vida, ¿pero no podías al menos romperle las piernas?

Lyn fungió ignorar la queja de Nashi, a pesar de que temió la sola idea de la tortura. En cambio, sintiendo que el regaño iba más dirigido a él, Marseus miró a Lyn resoplando.

—Te dije que te quedaras dentro.

—Pensé que podría ayudar de alguna forma...

Nashi giró los ojos sin poder evitarlo, pero no soportaba ese cambio de actitud tan drástico luego de todas sus amenazas, y el encierro al que los sometió, y estaba seguro de que Marseus tampoco caería ante su actuación.

—¿Ah, sí, Majestad? —inquirió a la expectativa de cómo su presencia podía ser de valiosa ayuda luego de todo lo que ocasionó.

Por supuesto que a alguien como a Lyn de Wölcenn le molestaba ser desafiado, por lo que su mirada cambió al instante, y se acercó a una de las embarcaciones, cuya cubierta alta estaba cerca de derrumbarse, y apretó su puño, decidido... y no sucedió nada.

Confundido, lo intentó un par de veces más, tratando de controlarse en su mente para no entrar en pánico, pero se molestó más al ver que detrás de él, Marseus y Nashi intentaban contener sin éxito sus risas.

—Es un hecho: el veneno que anula los dones funciona —anunció el capitán, y Lyn sintió muchísima vergüenza, y deseó no haber salido del palacio.

Lo peor era que lo que más recordaba de ese momento, fue que estuvo tan cerca de un beso, lo que lo llevó a mirar de manera muy fugaz a Marseus y avergonzarse más por su rechazo.

—Olvidemos lo de dárselo de comer a los tiburones, de seguro les dará indigestión por tragarse a este idiota —masculló Nashi, pero se dio cuenta de que su mejor amigo también miraba muy fijo al rey, y le dio una palmadita en el brazo para que despertara—. ¿¡Es en serio!? —espetó molesto, y decidió jalarlo de la camisa para llevárselo un poco más lejos, cosa que Lyn solo pudo apreciar en silencio y sin moverse de su lugar—. ¡Después de todo lo que hizo! Al menos, ¿dime qué rayos le ves?

—¿Has visto bien ese culo? —soltó el capitán al instante, sin pensar demasiado en su respuesta y en lo mucho que enojaría a su amigo.

—¡Marseus! Sabes que lo que te cojas me tiene sin cuidado, pero por esta vez, hazme caso y olvídalo.

—Eso haré.

—¡Ni siquiera va a valer la pena...! Espera, ¿qué? —Se detuvo extrañado, e incrédulo. Estaba seguro de que iba a necesitar un sermón más largo para convencerlo.

Su amigo se encogió de hombros, queriendo demostrar que no le importaba tanto.

—Lo sé, prometo que se terminó todo eso y me olvidaré ya de él —respondió como si estuviera recitando de memoria algo que ya había practicado varias veces. Algo que en verdad, quería creer, pero la expresión dudosa de Nashi seguía allí.

—No te creo ni un poco.

Marseus suspiró, al tiempo en que desviaba la mirada. Eran mejores amigos, pero sabía que no le haría ni un poquito de gracia que intentara explicarle cómo se sentía, y ya conocía de sobra la respuesta que le daría.

Olvídalo. Como si fuera así de fácil.

—No necesito a alguien más cuando te tengo a ti... —decidió bromear, al tiempo en que se acercaba a abrazarlo y besar repetidas veces su mejilla.

—Quítate ya... —se quejó Nashi, tratando de empujarlo, y se dio cuenta de que a la distancia, cierto pelirrojo parecía querer asesinarlo—. Agh, como sea. Los fondos...

—¡Ah, eso! —exclamó el capitán, separándose del abrazo—. Toma lo que necesites de mi tesoro, deja en mi habitación todo lo que tenga que firmar. Si me disculpas... —Se despidió para ir hacia Lyn, y Nashi no podía creer que de verdad Marseus había dicho eso.

Había esperado alguna excusa para conseguir los fondos del tesoro de cada uno de sus compañeros, o de su mismo reino, y sabía que si se lo contaba a la tripulación, no se lo iban a creer.

«El amor estupidiza a las personas...», fue su mayor conclusión.

Al acercarse a Lyn, Marseus se dio cuenta de que el cielo empezaba a oscurecer un poco, lo que le hizo soltar un bufido de molestia, a pesar de que estaba bastante acostumbrado a no usar su don más que cuando fuera muy necesario.

No obstante, estaba más cerca de un momento en que le gustaría contar con su don, o al menos, con el de Lyn, y no tenía ninguno de los dos.

—Isla Balnic está cada vez más a la vista, desembarcaremos allí —anunció a su ex-aliado, mientras miraba los barcos junto al muelle.

Era una vista muy azulada y tranquila, tanto que no le importaba que su don fuera inutilizable una vez más, y prefería mantenerse fijo en ello, que en Lyn.

—¿Estás seguro de que aún soy de utilidad para ti? —inquirió el pelirrojo de manera muy seria, refiriéndose a su don, pero el capitán sacudió su mano, en señal de que no debía depender tanto de ello.

—Volverá pronto —aseguró—. No pienses en eso, sino en que pronto podrás conseguir lo que buscas, y habrá terminado todo.

Algo se revolvió en Lyn, pero asintió despacio, seguro de que ese podía ser el mejor final.

—¿Estás muy seguro de que ganaremos, o solo intentas animarme para algo que jamás he hecho?

Marseus rio, y no pudo evitar derretirse ante su rostro de duda. En aquel punto, era inevitable que Lyn provocara sensaciones dentro de él con la más mínima acción.

—Después de todo lo que hiciste, no me digas que tienes miedo...

Lyn sintió saltar su corazón muy rápido, y de nuevo, la idea de ser devorado por los tiburones se le hacía más agradable, que el saber que Marseus no se iba a olvidar de su traición, y tampoco era para menos, cuando él podía jurar que jamás perdonaría a Zéphyrine por lo que hizo, y ya ni siquiera pensaba en ella como en una hermana, o por lo menos, una amiga. Solo era un muy mal recuerdo.

—¿Aún desconfías de mí? —preguntó el capitán, temiendo que su reacción se debiera más al temor a futuras represalias. Estaba dispuesto a olvidarlo si tenía que verlo como su enemigo en algún futuro cercano, por mucho que le doliera.

Sin embargo, el rey permaneció impasible, y un poco dudoso. Parecía que él tampoco quería que volvieran a hacerse daño.

—¿Debo hacerlo?

—Aliados o no, seguimos siendo rivales, así que estaría decepcionado si no lo hicieras —aclaró Marseus, pensando más como rey, porque la verdad, era que quería que Lyn confiara mucho más en él hasta entregarle sus secretos, sus temores y deseos.

Lo quería todo.

—¿Tú desconfiabas de mí al principio? —inquirió el pelirrojo, recordando el momento en que pactaron la alianza. De lejos, Marseus parecía bastante confiado, y fue entonces, el turno del capitán de sentir un poco de vergüenza.

—Admito que bajé la guardia —confesó, dándose cuenta de que el cielo terminó oscureciendo más—. Estamos iguales ahora...

—Yo no estaría tan seguro —pensó Lyn, más fijo en Marseus, que en la noche—. Incluso sin tu don, recuperaste el control y mantuviste a salvo a tu gente. Yo tenía el mío, y no lo logré... —suspiró—. No tengo experiencia, y no estás obligado a contarme, pero quisiera saber a qué voy a enfrentarme...

—Lo sé —aceptó el capitán, seguro de que si quería obtener de Lyn incluso sus miedos, era justo que él también le contara los suyos.

*

*

*

Finjamos porfa que subí los tres capis casi al mismo tiempo y que no me quedé dormida en el proceso (?). Esta vez me toca disculparme muchísimo con Ely pero es que cada vez que tengo un personaje muy favorito, inevitablemente este sufre bastante 😭😭😭

Prometo que a partir de aquí las cosas se calman un poquito 😔


¡Gracias y cuídense mucho! 💜

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