Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Treinta y cuatro

Galathéia no era la única que podía comunicarse con los animales de cualquier reino sin necesidad de ser una bruja. Aquello era un descubrimiento muy reciente para Elyon, y además, era de lo más útil, pues su don no le ayudaba demasiado rastreando aromas, y menos a tan largas distancias.

Las noticias en los tres reinos siempre eran veloces, y más si venían de los mismos animales, por lo que preguntar sobre una guardiana de Wölcenn en Gewër arrojó resultados precisos a su búsqueda, además de que sabía que estaba en serios problemas.

Cuando obtuvo las pistas necesarias, solo le quedó usar su mejor sentido. Su oído era de lo más agudo y sensible. Lo suficiente para reconocer en donde sea el graznido de la enorme y molesta ave de Galathéia, que en más de una ocasión lo picoteaba, y no le tenía el menor respeto.

Por una vez en su vida, podía agradecer la existencia de Phoellie, pues quien lo llevó hacia la guardiana justo a tiempo.

Aun cuando era amenazada, ella se apresuró en saltar a él y aferrarse a su cuello. Miró a sus ojos azules, y sabía que sin lugar a dudas, era su Elyon, y acarició su pelaje.

Debido a la cercanía entre ambos, el guardián pudo notar que sus latidos eran fuertes y apresurados, señal de que estaba muy asustada. Tal vez su don lo hiciera más fuerte y temible, pero lo que más quería en ese momento, era poder corresponderle aquel abrazo y reconfortarla.

Sin embargo, no perdió la oportunidad de restregar su cabeza hacia ella, al menos, hasta que ambos fueron advertidos de que el abrazo de reencuentro debía terminar cuanto antes.

Cautos, se regresaron hacia el guardián de Gewër y sus soldados, pero Galathéia notó la triste y avergonzada mirada de Dara, al lado de Cælum.

—Él ya estaba aquí, juro que no iba a delatarlas... —murmuró al quiebre del llanto, debido al miedo de lo que podría suceder con ella, una vez que su antiguo compañero se deshiciera de sus enemigos.

Cuando Cælum pudo reunir las piezas faltantes de su rompecabezas, no pudo sentirse más idiota por no haberlo visto antes. De no imaginar que la persona que lo desafiaba en el pasado, seguiría haciéndolo. No sabía cuántos secretos más ocultaría Dara, pero podía dejarle claro a ella, a los extranjeros, y a cualquiera que creyera en la esperanza, que arruinaría cada rastro de esta.

Tal vez, era la perfecta oportunidad para demostrar lo lejos que estaba de ser el héroe que creían que era...

Dio un paso muy seguro hacia los guardianes de Wölcenn, y Elyon respondió con un gruñido muy bajo como amenaza, pero a su lado, Galathéia quería decirle que no era buena idea provocarlo.

Sin embargo, de los dos, Elyon tenía más probabilidades de vencer que ella.

—Resulta difícil de creer que intentaran hacer una alianza con Wækas, y que no les advirtieran tan siquiera de lo peligroso que puede ser meterse en mi camino —rio Cælum, mirando con especial atención a Elyon. Ya había derrotado a Galathéia, y ella le tenía miedo. No tendría nada de divertido intentar ilusionarla con una revancha, cuando ambos conocían muy bien cuál sería el resultado.

En cambio, el otro guardián mantenía cierto semblante de orgullo, que se moría de ganas por aplastar.

—Sin apoyos, ni dones, solo tú y yo. Si me vences, juro que olvidaré todo, y dejaré que ambos puedan irse del reino sin problemas —prometió con un aire de despreocupación, porque aunque era honesto, aquello jamás iba a suceder.

Elyon dejó de usar su don, recuperando su forma humana, y llevó su cabello hacia un lado para permitirse ver mejor. Asintió con una sonrisa silenciosa, y dio un paso adelante para cumplir con su desafío, pero Galathéia sostuvo su mano con fuerza.

—¡Ely, ten cuidado! —Advirtió, al tiempo en que le permitía hacer un rápido vínculo—. No es por su don o su experiencia en la batalla... Puedes ver en sus ojos que no le importa destruirse a sí mismo para alcanzar su objetivo. Es lo que realmente lo hace peligroso.

El pelinegro asintió y se permitió en tan poco tiempo estudiar el enfrentamiento que su compañera tuvo con Cælum. Al menos, tenía una idea muy amplia de lo que podía esperar de aquella pelea.

—Estuviste muy bien, esa es mi chica. —La halagó en cuanto terminaron el vínculo, provocando un leve sonrojo en el rostro de la chica, aunque poco a poco, este se transformó en una punzada de culpa que tuvo que disimular.

—Buena suerte...

Elyon desenvainó su espada, y observaba las cimitarras gemelas de Cælum. No esperó más a dar el primer ataque, con la suficiente fuerza para hacer retroceder a su oponente, quien lo bloqueó con ambos sables, hundiéndose apenas un poquito en la arena, pero se mantenía de lo más firme.

No sonreía, pero su filosa mirada lo retaba, y le preguntaba si eso era lo mejor que tenía.

Alzó sus cimitarras mientras empujaba con estas la espada de Elyon, y retrocedió un solo paso para tomar el impulso necesario y saltar a la vez que arremetía, y esta vez, fue al guardián de Wölcenn quién le costó más detenerlo, e incluso, encontrar la oportunidad de volver a atacar era casi inútil.

Cælum era mucho más rápido y ágil que él. Solo se daba muy cortos instantes para preparar su siguiente ataque entre vueltas o saltos realmente gráciles, como si se tratara de un baile. Solo que no tenía tiempo de sentarse a admirar.

Con su paciencia al tope, decidió que era tan hábil como él, y al siguiente golpe que bloqueó, arremetió tan rápido como pudo, para recuperar terreno. Con un golpe lo hizo perder uno de sus sables, y por la reacción de su rival, supo que ni él se lo había esperado, y sin embargo, en el mismo momento, el rubio saltó para recuperar la cimitarra antes de que cayera, y con el mismo impulso —mientras bloqueaba con su otro sable—, sostuvo la empuñadura con toda la intención de apuñalar hacia el hombro de Elyon.

Él lo esquivó apenas por reflejo, pero le pareció un movimiento muy arriesgado, tomando en cuenta la más alta ley, y a partir de entonces, supo que solo existía una forma de ganar. Ni siquiera terminaba de procesarlo, y sentía... ¿miedo? Los ojos marrones del guardián de Gewër eran similares a los de una bestia en busca de lo único que lo hacía sentir genuinamente vivo: la ira, y con cada ataque, acumularía lo suficiente como para olvidarse de ser un oponente amable.

No obstante, él no quería toda la ira solo para sí mismo; así no tendría nada de divertido. Tenía que hacer que Elyon también se alimentara poco a poco de la misma ira, y seguir hasta cansarse.

Decidió quitarse la capa de su uniforme de guardia, y limpió las pocas gotas de sudor en su frente con su brazo. Estuviera listo o no, iría por él.

Primero golpeó con un sable, y al girar muy rápido, arremetió con el otro, y Elyon estaba harto de que lo único que pudiera hacer en ese juego, fuera solo defenderse, pero incluso si quería volver a empujarlo, su rival se volvía más rápido, y parecía burlarse de que él, en cambio empezara a cansarse.

No.

No era un simple entrenamiento, o tan siquiera, un duelo amistoso.

Era su reino. Era su vida y la de Galathéia. No tenía derecho alguno a perder.

Se defendió por última vez, y empujó con la intención de obligarlo a retroceder, mas, lo único que quería, era que se mantuviera quieto el tiempo suficiente. Iba a ganar como sea, incluso si tenía que romper su palabra.

Se transformó tan rápido como pudo, con toda la intención de abalanzarse a él y destrozarlo, y aun así, Cælum lo esquivó con gran facilidad, colocando uno de sus sables a su lado, con el que sin querer, Elyon rozó el filo al ser más grande como un tigre.

Cayó al suelo al instante, y de repente, empezó a faltarle el aire, por más bocanadas de aire que tomara. No sabía qué sucedía con él, pero perdía el control de su don, regresando poco a poco a su forma humana, y solo entonces, pudo recuperar la respiración, pero le invadía por completo la sensación de estar realmente aterrado.

Se llevó la mano a su mejilla derecha, percibiendo un corte, y supuso que fue aquello lo que lo hizo perder su don. Sin embargo, al alzar la vista a Cælum, este seguía de pie, con una calma muy fingida, porque apenas contenía la sonrisa de un triunfo que aún no iba a reclamar. Por supuesto que la herida no le afectaría a Cælum tampoco; lo había planeado muy bien para que fuera él mismo quien se cortara con su sable, de algún modo, supo que iba a hacer trampa.

El guardián rubio limpió la mancha de sangre de su sable, y guardó ambos en sus vainas. Se acercó a su oponente, aún en el suelo, y se apoyó sobre sus piernas al agacharse para observarlo dolido, advirtiendo por primera vez en sus ojos azules.

Aquello no debía ser tan importante, y estaba consciente de que no se parecían en absoluto, pero seguía evocando el recuerdo de la única persona de la que se sintió genuinamente aterrado en toda su vida, y que ya no podría volver a lastimarle...

Las comisuras de sus labios se ensanchaban hasta mostrar una aterradora sonrisa, y tomó del cabello del chico con fuerza para jalarlo a él.

—¿Creíste que iba a dejarme engañar por una basura como tú, y pensaría que mantendrías tu palabra? —rio, al tiempo en que lo golpeaba de un solo tirón contra el suelo, dejando que este apenas jadeara por el dolor.

—¡Elyon! —gritó Galathéia al instante, temblorosa y a punto de ir por él, pero fue agarrada de ambos brazos por los guardias que acompañaban a Cælum, conscientes de que este había ganado, y podían tomarla como prisionera al fin.

El rubio tomó de la ropa al guardián extranjero para atraerlo a él una vez más:

—¡Levántate ahora! No voy a matarte, pero sí que vas a desear estar muerto... —prometió, soltándolo, a pesar de que Elyon no tenía fuerzas ni siquiera para sentarse.

Cælum no creó una bola de fuego como tal, pero sí dejó que la palma de su mano se encendiera lo suficiente para volver a tomar al chico, esta vez del cuello, sonriendo ante los gritos sofocados de su víctima, y los de la guardiana que se desesperaba al no poder hacer nada para impedirlo, mientras esperaba por algo que no sucedía. El dolor de la muerte tras la promesa de que cualquier acto atroz lo condenaría, o tan siquiera, algo de culpa, o compasión, lo que sea.

Pero no había nada.

Sin importar cuán lejos llegara, no sucedía nada, y era el vacío en sí mismo lo que más le desconcertaba.

Al menos, sabía que había llamado la atención de la gente. Sabía que lo estaban mirando, probablemente con el mismo terror que los extranjeros, y era justo lo que quería.

—¡Levántate! No volveré a ordenarlo —insistió, alzándolo de un solo jalón, aunque hubiera preferido arrastrar su cuerpo por todo el desierto y humillarlo más—. ¡Es que tengo que poner el ejemplo, o si no, todos ustedes creerán que podrán hacer lo que les da la gana! —exclamó, como una advertencia dirigida a todo aquel que le escuchara. Sobre todo a Dara, quién, sin palabras, empezó a temblar, porque bien podría esperarle eso a ella.

Permitió que Elyon pudiera ponerse de pie al fin para amarrar sus muñecas entre cadenas de cobre, junto con Galathéia, y antes de irse, tomó la calabaza en la que llevaba agua y la abrió, en frente de toda la gente que lo miraba en un silencio de temor:

—¿Es por esto por lo que tanto ruegan? —preguntó burlón, regando la mitad del contenido en la arena, hasta que lanzó la calabaza al suelo, sin darle importancia—. Allí tienen.

Reconoció a una persona entre el tumulto, aunque no sabía si ella le temía ahora también.

—¿No vas a regresar, Zéph? —preguntó, y Galathéia quiso regresar a mirar—. Fue gracias a ti que los encontré, después de todo... —mintió para darle una segunda oportunidad.

La guardiana trató de voltear hacia la bruja, pero fue obligada a caminar junto a Elyon, y encima de todo lo sucedido, necesitaba saber si era verdad lo que Cælum había dicho.

No obstante, aunque Zéphyrine quiso gritar que no era cierto, y que jamás haría eso, una parte de ella la detuvo. Era la parte que aún dolía, y le insistía en no romper en llanto; la que le decía que a pesar de todo, aún mantenía lo que siempre quiso, su libertad.

Era lo único que debía importarle. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro