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Once

Al llegar a la sala de reuniones, a Elyon y Lyn se les hizo demasiado extraña la escena en la que todos sus compañeros se juntaban en una esquina de la enorme mesa, y conversaban entre ellos con sus nuevos aliados, que también parecían muy cómodos y animados. Incluso Leo estaba sentado sobre la mesa, al tiempo en que abrazaba a Ch'aska de espaldas, y mordía su brazo mientras este hablaba.

La Primera Guardia de Wölcenn guardó silencio enseguida al notar la presencia de su Rey, pero de manera inevitable, se les escapaban miradas y pequeñas risas.

—¿No van a contarme de qué tanto murmuran? —inquirió Lyn en tono seco, como si fuera un regaño, al tiempo en que enarcaba una ceja.

No hubo respuesta, aunque Kari y Andrómeda tenían que hacer un mayor esfuerzo apretando sus labios para evitar reír.

—¿No te parece adorable que por más distintos que sean nuestros reinos, el amor por los cotilleos sea tan grande, que puede borrar cualquier barrera? —acotó Elyon en tono burlón, con la esperanza de mejorar el ánimo de su amigo.

—Conmovedor —masculló este. Sin embargo, después de un largo suspiro, admitió que estaba en lo cierto, y que nunca le había importado que se hablara de él.

—Mejor volvamos a nuestras tareas... —sugirió Vega a sus compañeros, quienes se mostraron de acuerdo, y empezaron a salir.

—Azhryl y Vega, quédense allí. —La voz de Lyn les detuvo de seguir caminando, y ambos se preguntaron si estaban en problemas.

—Yo no dije nada, fue la bruja... —Azhryl empezó a excusarse.

—No es sobre eso —el rey frunció el ceño. No le daba tanta importancia a lo sucedido, y quería olvidarlo, pero no sería posible si sus propios compañeros se lo recordaban cada vez que tenían la oportunidad—. Considero que ambos son lo suficientemente responsables para cuidar del reino, y eso significa que deben estar más atentos a lo que sucede ahora mismo, y no a cotilleos. Son los mayores, y siempre cuidaron bien de todos nosotros, por lo que sé que son los indicados... —Acabó por suspirar. Sus últimas palabras sonaban más a despedida, y lo que más lo inquietaba, era no saber cuánto tiempo pasaría hasta que se reencontraran.

Si lo hacía, quería que fuera con el cristal núcleo de vuelta. No aceptaría menos.

—Espera, ¿te irás a Wækas a seguir reforzando la alianza con el Rey Marseus? —inquirió Azhryl con apuro, como si lejos de la broma, supiera las implicaciones que aquello tenía. Las mismas que habían discutido en la torre del palacio del reino pirata.

—¿Podemos ya dejar ese tema de una vez? —Vega preguntó, molesta. Conocía bastante a Lyn como para saber que sus intereses no se alejaban tanto de Wölcenn, pero era un secreto que le había prometido guardar.

—¿En serio se enojan en lugar de imaginárselo? Qué desperdicio de emociones... —farfulló por lo bajo, pero decidió tomarse el asunto con la seriedad que merecía, incluso si eso molestaba aún más a sus compañeros—. ¿De verdad creen que va a ser tan fácil? ¿Que siendo solo ustedes dos, podrán vencer cualquier batalla? —Les reprochó con la mirada—. ¿Piensan que será como el torneo de los siete, o cualquiera de los retos que tuvimos en nuestro entrenamiento? Que solo será una oportunidad más en la que ambos puedan demostrar lo fuertes que son a comparación del resto, ¿no es así?

—Azhryl, no...

—Casi perdimos a Galathéia, y apenas ha regresado sana y a salvo. ¿Elyon, estás seguro de que quieres irte sin saber cuándo volverás a verla?

—¡Ambos somos guardianes! Sabemos bien de lo que esto se trata —contestó el chico, sintiendo injusto que usaran a Galathéia para influir en sus decisiones.

—¡No!, nadie aquí realmente lo sabe, y tal vez no lo entendamos hasta que sea demasiado tarde...

—¿Y qué otra opción tengo, Az? —discutió Lyn, decidiendo tomar la palabra—, ¿me quedo aquí hasta que todo el reino termine de derrumbarse sin hacer nada? Prometí cuidar del cristal núcleo con mi vida, y si debo entregarla para devolverlo a salvo, es lo que haré. Me da lo mismo si no vuelvo, cuando todo esto es mi culpa, en realidad... —suspiró molesto, al tiempo en que rehuía de la mirada de sus guardias—. No merezco más ser rey después de lo que sucedió, pero necesito resolver esto, y no voy a involucrarlos...

Lo había soltado como si se tratara de algo que llevara un largo tiempo guardándose, dejando que lo consumiera. Incluso si recuperaba el cristal, no se veía capaz de dar la cara para seguir siendo rey, y aunque su mejor opción siempre fue Elyon, al ponerlo en juego también, tenía que confiar en Azhryl y Vega.

—No. No tienes derecho a renunciar ni ahora, ni luego de que se termine esto, Lyn —decidió Vega, tirando de su brazo para obligarlo a mirarla, pero él no quiso responder—. No necesitas que te lo diga, grandísimo idiota, porque sabes bien que no tienes reemplazo...

De manera inevitable, el chico sonrió, aunque un poco triste.

Elyon, a su lado, también se negaba a la idea de que su mejor amigo renunciara. Le molestaba que lo viera como un reemplazo con tanta seguridad, cuando sabía que jamás podría hacer su trabajo tan bien como lo había hecho él.

—Vega tiene razón, Wölcenn ya tiene un Rey. Es un poco obstinado e impulsivo, pero haría lo imposible por mantener a nuestro reino a salvo. Es un gran Rey —admitió, aunque Lyn todavía no se atrevía a mirarlo, ¿y cómo podría hacerlo cuando lo escuchaba hablar así de él?

Sin embargo, asintió un poco, y empezó a alejarse.

—Solo quiero que cuiden bien de todo —pidió a punto de salir.

—Tienes razón, Az: no será como el torneo, ni cualquier reto de entrenamiento. Sin embargo, es por esto que nos preparamos —admitió Elyon, sin una pizca de inseguridad en sus palabras—. Te prometo que estaremos bien.

A un paso de la salida, él y Lyn se encontraron con una Galathéia que soltó un jadeo de sorpresa, tanto por lo que escuchó, como por no haber tenido oportunidad de escapar a tiempo. Andrómeda, a su lado, tiró de su muñeca para hacerla reaccionar, y ambas salieron corriendo hacia el jardín del castillo.

Al detenerse frente a las dalias, Galathéia recobró el aire, a pesar de que no había corrido tanto, ni se sentía agotada en realidad. No obstante, su pecho se encogía, y le costaba respirar sin entender por qué.

Sabía que era el deber que les correspondía como guardianes, pero comprendía también la preocupación de Azhryl. Y muy en el fondo, lo que más le dolía de todo, era saber que no podría ser de utilidad para sus compañeros.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Andrómeda a su lado, empezando a preocuparse por ella.

—Sí —respondió al instante la guardiana. Sin embargo, tras seguir sintiendo tan apresurados sus latidos, y el deseo de romper a llorar, reconsideró su respuesta—. No... —acabó musitando.

La bruja se mantuvo pensativa, tratando de entender sus temores a pesar de que su vida era muy distinta. Desde siempre asumió que su lugar jamás estaría en la guerra, incluso si lo quisiera.

—¿Sabes?, aunque Wækas y Gewër han estado en guerra desde hace tiempo, yo tampoco sé mucho del tema... —admitió, incómoda—. Los chicos nunca hablan de eso conmigo, y no porque no confíen en mí, pero creo que les duele mencionarlo...

—¡Espera! ¿Que Wækas y Gewër qué? —Galathéia limpió sus ojos con el dorso de su mano, borrando cualquier rastro de lágrimas, y alertándose al escuchar a la bruja.

Al principio, ella no podía entenderlo, pero parecía que Galathéia lo preguntaba en serio.

—¿De verdad no lo sabías? —preguntó, segura de que debía ser igual para cualquier persona de Wölcenn—. Ustedes en serio viven en las nubes...

—¡Por favor! Explícame desde cuándo están en guerra.

—Ah, no lo sé... creo que un poco antes de que Marseus fuera rey, pero yo ni siquiera había nacido —admitió extrañada—. Oye, ¿de verdad tu rey no creyó que Marseus le pidió una alianza solo por ser lindo y estar en apuros, o sí?

Por supuesto que en todo el tiempo, ella se preguntó si había una intención mayor detrás de las acciones del Rey Marseus, y Lyn también lo intuía. Sin embargo, no podía creer que fuese capaz de tomar la primera oportunidad en sus manos y disfrazarla de altruismo.

—¿Esta guerra ha sido constante? ¿Cómo la han manejado tus compañeros? —inquirió con apuro. Cualquier información le era de utilidad para ayudar a Lyn y a Elyon.

—¿No crees que eso deberías preguntárselo a ellos? —Andrómeda rio, pero no tenía que ver la expresión de Galathéia para entender que no quería acercarse demasiado a sus compañeros.

«Al menos tú no has tenido que vivir con ellos toda tu vida...», quiso decirle, pero terminó suspirando.

—Solo digamos que ambos reinos no pueden cruzar cerca del otro por nada del mundo, aunque a veces los chicos salen a comerciar algunas cosas, y puede ser muy riesgoso, por lo que buscan puntos seguros; es para lo que Rygel se había ido la última vez.

Galathéia solo podía pensar que Andrómeda estaba en lo cierto cuando mencionó que su reino vivía demasiado ensimismado en sus propios límites. ¿Cómo no hacerlo? Solían ser inalcanzables, y lo tenían todo.

Sin embargo, el reino de Wækas era de lo más astuto, y Marseus era el mayor ejemplo de ello. Ahora debían de ayudarle a terminar con una guerra de la que ni siquiera tenían idea, si querían salvar su hogar. Al menos, cabía la posibilidad de que ambos reinos ganaran algo.

—Oye, ¿esas son dalias? Son la flor de tu reino, ¿no es así? —preguntó Andrómeda, deteniéndose a observar las flores blancas, y aunque quería tocarlas, decidió esperar primero que le dieran permiso.

—Ah, sí... —respondió Galathéia, confundida por el cambio de tema.

—Mi maestra me enseñó que son la única cura para las fisuras. ¿Te importa si tomo algunas para mi reino? —pidió, juntando sus manos.

Una vez más, la guardiana sintió obvia la diferencia de ambientes entre las dos. A pesar de que sabía las propiedades curativas de la flor, en Wölcenn no eran más que un objeto representativo y ornamental para su nación. No conocía a nadie que hubiera sufrido de una fisura, o en otras palabras, un mal del corazón.

Una fisura era a lo que se condenaba un ser de cristal cuando sus acciones herían a otro con una intención premeditada. Decían que se sentía como si su corazón se rompiera de manera literal, hasta terminar de cristalizar el resto del cuerpo, acabando con la vida de la persona. Era curioso que en una guerra no encontrara muchas maneras de enfrentarse a otra persona sin salir herida también.

—¿Tienen en dónde plantar en tu reino? —La voz de Lyn llamó la atención de ambas, sorprendiéndolas.

—Sí, la tierra de Wækas es muy fértil, y yo misma me encargo de cuidar las plantas —respondió la bruja, a lo que el rey de Wölcenn llamó a una de las personas que trabajaban sirviendo al palacio, y le ordenó guardar una planta en una maceta para llevar.

—Las flores están muriendo aquí, por lo que espero que nuestro mayor tesoro se encuentre a salvo con ustedes —explicó el pelirrojo, con un semblante de amabilidad que le dio más confianza a la bruja—. Tómenlo como un regalo de alianza.

Galathéia bajó la mirada, muriendo de ganas de decirle todo lo que sabía.

—Lyn...

No pudo terminar de llamar su atención debido a que de repente, el suelo comenzó a temblar con fuerza, y con él, el palacio, el cual Lyn miró en alerta al instante.

Galathéia no supo cómo en todo el tiempo que el largo temblor había durado, se mantuvo quieta en su lugar, como si sus pies estuvieran pegados a la tierra. Incluso cuando ya se había terminado, todo su cuerpo temblaba aún, pero su posición seguía intacta, y su rostro era de miedo.

Ni hablar de Andrómeda, que había saltado a agarrarse como si fuera un gato de la primera persona que viera a su lado... incluso si esta era el mismísimo Rey de Wölcenn.

—¡Mil disculpas, su Majestad! —Se apartó enseguida, saltando casi medio metro, y cubriendo su rostro con sus manos, aunque podía notarse que incluso sus orejas estaban rojas.

—No es nada —murmuró Lyn, sorprendido por los reflejos tan extraños de la bruja.

—¿Esto ha pasado desde que desapareció el cristal? —preguntó Galathéia alarmada en cuanto pudo recobrar el habla. Tampoco dejó de mirar el palacio, a pesar de que este permaneció intacto ante la sacudida.

Lyn asintió con la cabeza, y vio cómo de pronto se les unía el resto de los guardianes de Wækas.

—Andrómeda, ¿estás bien? —inquirió Rygel con preocupación, agachándose un poco para verla, y notar que estaba llorando—. Hey, ni creas que te voy a abrazar para que dejes de...

La bruja lo interrumpió lanzándose hacia él y lo apretó con todas sus fuerzas mientras sollozaba. En silencio, el chico se limitó a darle palmaditas en la cabeza.

—Creo que tenemos que irnos... —decidió, mientras guardaba en su bolsillo lo que parecía ser una libreta de bocetos. Se había adentrado al jardín con la intención de seguir explorando con sus compañeros, y al menos, tener un esbozo decente de un mapa.

—¿Están bien todos? ¿Qué fue eso? —Leo se les unió, un poco agitado por haber corrido, aunque se le notaba preocupado por otra cosa—. Andrómeda, necesitamos tu ayuda...

La chica se desprendió de Rygel para mirar a Leo, y se dio cuenta de que él cargaba en sus brazos a un halcón agonizando.

—No sé cómo llegó hasta aquí. Yo estaba con Ch'aska en el límite de la isla cuando lo encontramos desmayado —explicó con los ojos vidriosos, como si le doliera ver al ave así, sin poder hacer nada.

Galathéia no entendía por qué no pudo romper la regla que rompió ella para salvarlo, y aunque estaba dispuesta a hacer un vínculo, Andrómeda se le adelantó.

Acarició la cabeza del ave, y trazó con la yema de sus dedos el contorno de sus alas, hasta que de repente, el ave recobró la respiración.

Algo que no siempre contaban de los vínculos, era que si un ser o animal estaba cerca de la muerte, la otra persona podía experimentar su mismo dolor, por lo que la bruja también sintió por breves instantes cómo perdía todo el aire, y todo dentro de ella se comprimía, hasta volver a aspirar.

No podía creer que sin un vínculo, sus compañeros habrían pasado por un destino similar, y por un instante se sintió afortunada por su condición.

Volvió a dedicarse al halcón, dándole su tiempo para que se recuperara.

No era un ave propia de Wölcenn, y aunque era lo suficientemente capaz de llegar tan lejos, la atmósfera del reino de las nubes le había afectado. Lyn observó al ave con recelo, en completo silencio.

Esta pertenecía a Gewër, pero en cuanto el animal se recobró y se puso sobre el brazo de la bruja, notaron que tenía amarrada una nota junto a su pata. Esta no tenía sello, y por encima podían ver que el nombre que tenía escrito, era el de Andrómeda.

Confundida, la chica miró primero a sus compañeros, quienes en silencio la alentaron a abrir la nota.

No era de las que le gustaban las sorpresas, por lo que la incertidumbre hacía latir más fuerte su corazón, y al abrirla y leer su contenido, sentía que necesitaba muchas más respuestas.

—¿Qué pasó? ¿Qué dice? —insistió Rygel, queriendo asomarse por encima del hombro de su compañera, pero ella enrolló con rapidez la nota y se apartó de él.

—¡Fuera! Es solo una invitación...

Sabía que necesitaba explicar mejor eso, pero ni siquiera ella misma podía entenderlo del todo.

—¿Una invitación? —repitió Ch'aska, confundido—. ¿A dónde?

—A Gewër —suspiró la chica, tratando de aparentar tranquilidad, a pesar de que estaba tan intrigada como atemorizada por la idea—. Al parecer, es una reunión de brujas con la señorita Moirean, y la traidora, Zéphyrine. 

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