Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Ocho

Cælum de Gewër se mezcló entre una pequeña multitud en medio de las dunas del este. Cubrió la mitad de su rostro, y casi todo su cabello con un pañuelo negro, por lo que apenas unos mechones rubios sobresalían, y solo usaba un chitón rojo cuya falda llegaba hasta sus rodillas, en lugar de su uniforme de guerrero.

Al adentrarse, procuró parecer alguien más del montón, por lo que evitó preguntar a qué se debía la concentración, y trató de seguir la corriente. Parecía ser una fila para recibir algo, probablemente agua, por lo que, con disimulo, tomó su calabaza y regó en la arena toda el agua que tenía, y cubrió por encima con más arena utilizando su pie.

Al llegar su turno, se sintió sorprendido de encontrar a una chica de aspecto muy dulce, a la que, confundido, extendió la calabaza. Tenía una vibra que se le hacía familiar, aunque no conseguía recordar por qué.

—¿Seguro que eso es todo lo que necesitas? —preguntó ella extrañada, en tanto llenaba la calabaza. Cælum asintió, recibiéndola de vuelta, y la guardó amarrándola a su cinto. Menos mal, tampoco llevaba su cimitarra.

—¿Tienes camellos en casa?

La pregunta le tomó desprevenido, por lo que asintió una vez más, sin decir ni una palabra. Entonces, la chica entró a una tienda de campaña por un rato, y al volver, trajo una bolsa de tela llena hasta la mitad.

—Son algunas plantas, es de lo más fresco —explicó, y al abrir la bolsa, el chico se dio cuenta de que no mentía—. También tengo alimento para elefantes...

Ella estiró su mano hacia él, pero se dio cuenta de que el chico llevaba un brazalete dorado en su muñeca con grabados de serpientes que ella sintió reconocer.

Con rapidez, Cælum bajó el brazo y dejó que el brazalete se ocultara con la manga de su ropa.

—No tengo elefantes, muchas gracias.

Dio vuelta para retirarse, esperando que la chica se distrajera con todas las personas que debía atender.

Volvió a abrir la bolsa y sacó una de las plantas; se veían como hojas alargadas, y no había visto nada como eso en toda Gewër. De hecho, por su humedad, y la sal marina que aún tenía encima —y que probó con la punta de su lengua, removiéndose el pañuelo por un instante—, estaba más que seguro de que se trataba de algas marinas.

La chica había olvidado decir que si quería alimentar a algún animal con ello, debía limpiarlo con agua pura para evitar envenenamientos, pero lo que más le interesaba saber en ese momento, era de dónde lo había sacado.

Ocultándose entre la gente una vez más y aprovechando la distracción de la chica, con mucho sigilo entró a la carpa, y encontró sacos más grandes y llenos de algas, semillas, y barriles con agua.

También, sobre el suelo, encontró dos mosquetes. Gewër ni siquiera tenía ese tipo de armas, pero no era la primera vez que había visto uno.

Tomó uno entre sus manos, pretendiendo apuntar con él, hasta que vio una bolsa más pequeña donde parecían guardarse los cartuchos de pólvora y munición. Eran pocos, por lo que no creía que aquella mujer pretendiese regalar armas al pueblo. Más parecía que los llevaba a su lado por seguridad.

Sin embargo, podía estar seguro de que todo ese trabajo no lo había hecho ella sola, y no era nada tonto para saber de dónde podía haber conseguido ese tipo de productos.

Frunció el ceño. Estaba molesto, pero no podía hacer más que esperar otra oportunidad para seguir investigando. Eso y...

Llevó su mano en frente suyo, y sobre la palma apareció una pequeña bola de fuego que admiró por un breve momento. Se acercó a una de las bolsas con algas para tocarla, y poco a poco esta empezó a ser consumida por las llamas que no dejaban de crecer. Muy rápido, creó otra bola de fuego tocando una de las bolsas más cercanas a donde estaba la pólvora, y por último, antes de salir, tocó la carpa también.

Caminó con prisa, volviendo a mezclarse entre la gente que ya era menos, y aceleró aún más sus pasos en cuanto advirtieron en el incendio.

—¡Aléjense todos! —Escuchó a la chica advertir alarmada, y solo un poco después, el sonido de la explosión fue inminente.

Al llegar a su camello, pudo ver que no hubo heridos, y la mayoría usaron el agua que se les había dado para tratar de salvar la carpa.

Sin más tiempo que perder, le ordenó al camello que volviera a moverse de regreso al palacio.

Lo que había hecho no ayudó a disminuir ni un poco su rabia. Quería respuestas, quería saber quiénes y en dónde comercializaban mercancía de Wækas, y si acaso pretendían alzarse contra su rey. Si no lo descubría a tiempo y les daba una lección, podría perder lo único que le importaba en el mundo.

La única razón por la que no se deshizo aún de la bolsa que le entregaron, era porque tenía las pruebas de que había traidores del reino, pero el solo saber el lugar de donde provenía le daba más asco.

Al llegar al palacio, entró a una de las salas que parecía ser una cocina, y se quitó el pañuelo para tirarlo en el suelo, y la liga que recogía su cabello, dejándolo suelto. Entonces, ante la poca luz de unas lámparas de aceite, reconoció a Zéphyrine, que parecía ser descubierta tratando de llenar una taza con agua de un barril.

La chica, con los ojos muy abiertos, se llevó la taza a los labios y empezó a tragar tan rápido como podía, sin dejar de mirarlo, nerviosa.

Zéphyrine había pasado en Gewër más que en su propio reino, y de hecho, la consideraba un poco más que una conocida, pero sin llegar al grado de una amistad, y quizás eso se debía a que le parecía rara.

—De verdad me apena tragar como camello el agua que tanta falta le hace a tu pueblo, y que tú mismo te niegas a ofrecer, pero prometo que tiene una explicación... —rogó la chica al terminar de beber, y acto seguido, corrió a volver a llenar la taza hasta el tope.

De repente, Cælum ya no sentía tanta furia por lo que había descubierto en las dunas, y no sabía si agradecérselo a la bruja o no. De lo que sí estaba seguro, era que su repentina obsesión por el agua no parecía tan extraña, por lo que se le acercó, asustándola un poco.

—¿¡Qué estás haciendo!? —reclamó ella, echando hacia atrás su cuerpo en tanto el chico extendía su mano a ella.

—Quédate quieta —le ordenó, y con miedo, Zéphyrine obedeció, permitiendo que el guardia tocara su frente—. Tienes fiebre.

—¿Uh? Estaré bien, ¿verdad?

Cælum se encogió de hombros, y sacó una copa de latón. De otro barril, extrajo lo que parecía ser vino, y se sentó frente a la corta mesa de comedor junto a la pared.

—Ahree también tuvo mucha sed como tú, pero al menos te puedes mantener despierta y en pie.

—Eso es discutible... —En un murmullo, Zéphyrine le hizo compañía sentándose, y miró la taza por un largo instante, mientras el chico probaba el vino—. Dijiste que querías saber lo que pasó...

—¿De verdad vas a contarme?

—No tengo a quién más decirle —admitió la chica, recogiendo sus piernas para abrazarlas—. Y creo que hice algo horrible...

Aunque Zéphyrine tendía a irse por las ramas cuando contaba su historia —y por alguna razón, hacía bastante énfasis en una guardiana de ojos celestes y en lo importante que era para la anécdota—, escuchó la historia con atención, a pesar de que la bruja creía que solo le importaba el sabor del vino.

Fue cuando llegó a la parte en la que arribó a la playa de Gewër, que entendió la importancia de la dichosa guardiana de ojos celestes.

—... ¡No tiene dones! ¡De todos los guardianes que Lyn pudo haber enviado!, ¿¡puedes creerlo!?

Para entonces, Cælum creyó necesario volver a llenar su copa.

—Había escuchado que en Wölcenn hasta las plantas tienen algún tipo de don... —comentó, ocultando las ganas de reír.

Entendía por qué la bruja se sentía tan molesta y ofendida. En su lugar, no sabía cómo se habría tomado una situación así.

—No todo el mundo nace con suerte, ¿sabes? —respondió la pelirroja, encogiéndose de hombros. Cuando retomó su historia, se veía más incómoda, y a cada rato se detenía para excusarse con que lo que había hecho, se debía a su enojo en el momento, hasta explicar el final que le dio a aquella guardiana.

Suspiró sintiéndose insatisfecho, y bebió un largo trago. Tal vez, ambos tenían conceptos muy distintos de lo que era «hacer algo horrible». La guardiana debía estar muerta, a menos que la suerte decidiera ponerse a su favor por primera vez, pero no habría actuado distinto que Zéphyrine, y con certeza, no lo estaría lamentando.

—¿Puedo saber por qué si no tenía dones, estaba en la Primera Guardia? No sabía que en Wölcenn hacían ese tipo de caridad...

—La misma Reina Talith escogió a Galathéia cuando nació, y aseguró que tenía un potencial enorme o algo así, pero pasó el tiempo y fue la única que no demostró tener dones... pero para entonces, todo el mundo estaba encariñado con ella y la dejaron allí.

—Entonces sí fue por caridad...

Zéphyrine asintió, tratando de ocultar que le hacía sentir un poco incómoda el hablar mal del reino en el que nació, aunque lo había traicionado. A pesar de todo, Galathéia fue siempre de lo más amable con ella, y de todos sus compañeros, era la única que no la hizo sentir tan rara y fuera de lugar después de los viajes que hacía. Por lo menos, debía respetar su memoria.

Cælum vació la copa y la dejó sobre la mesa.

—No veo por qué lamentarlo. Pusiste en peligro a tu reino al robar el cristal núcleo, pero también los has librado de su parásito —expuso con tranquilidad, antes de relamer sus labios como si tuviera la necesidad de seguir bebiendo—. Quizás sus guardianes la lloren un poco, pero tomarán lo sucedido como un recordatorio para ser más fuertes y listos, como les corresponde.

La bruja volvió a asentir, de forma más lenta, con la cabeza agachada.

Al menos se lo había contado a alguien, pero no era el tipo de consejo que quería escuchar, y desde luego, no la hacía sentirse mejor. No obstante, no podía esperarse más del guerrero que era el único ocupando el lugar de la Primera Guardia en su reino, y que según sabía, se tuvo que despedir de muchos de sus compañeros para siempre.

Lo sucedido con Galathéia tampoco podía considerarse su primera experiencia con la muerte, y quizás lo que le dolía tanto, era que una vez más, hirió a alguien que sentía que le importaba. Ya había escuchado una vez que esa era su sentencia por nacer, y de manera inminente, volvía a cumplirla.

—¡Ah, Cælum! —llamó su atención, con el deseo de cambiar el tema también—, ¿pasó algo en las dunas del este?

Al instante, el chico volvió a verse tan de mal humor como estaba al haber entrado a la cocina.

—Creo que están comercializando con el reino de Wækas, y tal vez planeen una revuelta.

—¿Qué? ¿Todo esto por el agua? —inquirió la bruja, un poco asustada de que los reclamos del pueblo se volvieran más serios. Esperaba que fuera más que suficiente para que el guardia real decidiera ablandarse más con la gente, pero era más probable que sucediera todo lo opuesto.

—Es una estupidez. ¿A quién le importa el agua cuando existe el vino? —reclamó el chico, volviendo a llenar su copa.

Una vez más, no era la respuesta que Zéphyrine habría imaginado, pero ya no tenía caso.

—¿Puedo tomar un poco de vino...?

—Estás enferma, ve a dormir —negó el guardia.

La chica rodó los ojos, y se levantó de su asiento, dispuesta a irse.

—Por cierto, cuando llegue la vieja, ¿quieres que la eche y le diga que no te moleste? —La detuvo Cælum, a un paso de la puerta. Ella sonrió, volteando a él.

—Está bien. Ella quiere llamar también a la otra, y yo no tengo interés en hacer de esto una convivencia.

***

Galathéia bajó junto a Ch'aska, quien la sostenía del brazo, casi jalándola. No obstante, evitó quejarse, y al llegar al salón principal del palacio, vio una formación muy similar a las de los eventos importantes en Wölcenn en los que ella y sus compañeros también debían estar presentes.

Con Ch'aska, la Primera Guardia de Wækas era un total de seis, igual que en su reino. Quizás lo que más le llamó la atención, fue el hecho de que todos tenían vestimentas similares en las que usaban pieles o cuero negro, que estaba muy segura de que no serían tan fáciles de conseguir en la isla.

Si bien en Wölcenn desaprobaban el maltrato a todo animal, y encima, hacer gala de este de aquella forma, parecía que los de Wækas lo hacían precisamente con la intención de ser notados. Tenían que haber estado en Gewër para conseguir esas ropas, y las usaban como si fuera una especie de amenaza contra el desértico reino.

Marseus estaba al pie de las escaleras junto a Lyn, y en un escenario de pesadilla, la guardiana temió que si su rey dijera algo que molestara al capitán, este lo echase a la fuente.

Sacudió la cabeza un poco. Todo iba a salir bien, y por fin sería libre.

—¿Ya ha tomado una decisión? —inquirió Marseus hacia el Rey de las nubes, pero este parecía seguir pensándolo.

—¿No me dará un poco más de tiempo? —respondió, consciente de que aquella podría ser la última vez que discutieran el asunto.

—¿Acaso su reino tiene más tiempo?

Lyn enserió la mirada ante la sonrisa del pirata, pero sabía que estaba en lo cierto. Podía asegurar que nadie odiaría más que él lo que estaba por hacer, pero lo hacía solo porque estaba seguro de que era lo que salvaría a su nación.

Respiró profundo, y volvió a dirigirse al capitán con el porte que le correspondía como un monarca.

—Siendo usted quien ha solicitado la alianza, me he tomado la libertad de elegir tres condiciones antes de aceptar —anunció, y Marseus hizo un ademán de que podía continuar. No esperaba menos—. En primer lugar, deseo que mi guardiana sea liberada. Si causó algún problema, espero que se le perdone, y le prometo que en Wölcenn recibirá su castigo.

Todos los presentes sabían que eran solo palabras, pero la propia Galathéia no pudo evitar alarmarse ante aquello. Sin embargo, sintió mayor alivio en cuanto Ch'aska soltó su brazo.

—En absoluto, su Majestad. Le aseguro que mi tripulación ha quedado encantada con ella, y puede visitarnos cada vez que se le antoje.

Al escucharlo, Galathéia sabía que muchos de sus guardianes no estaban tan de acuerdo con aquella afirmación. Ni siquiera sabía a cuál de todos ellos su ave casi le había arrancado el cabello, pero esperaba reconocerlo para disculparse en su nombre.

—Ni te atrevas, forastera —escuchó mascullar a Ch'aska detrás de ella, y asintió, evitando lucir lo menos intimidada posible.

—En segundo lugar, deseo que se le devuelva su arma —continuó Lyn, y con un movimiento de su cabeza, Marseus llamó la atención de uno de sus guardianes.

El chico rompió formación, y con un semblante que irradiaba mucha confianza —como si fuera el sol en persona—, se acercó a Galathéia, extendiéndole su daga estilete.

—Espero que no te moleste que haya pulido y afilado tu arma. ¡Es muy hermosa, por cierto!, pero no estoy tan seguro de que te sirva para una batalla —rio con total simpatía, a pesar de que la guardiana se incomodó con el comentario—. Me llamo Leo, es un gusto conocerte, forastera.

—Muchas gracias...

—También, espero que este tonto cabeza dura no se haya portado mal contigo... —continuó, señalando a Ch'aska, quien contuvo un gruñido, pero no dijo nada—. Tendrás que disculparlo por mí. No le dio una buena primera impresión a tu lechuza tampoco...

—¡Oh!, entonces eres tú —Galathéia volteó hacia el guardián—. Siento mucho lo que Phoellie hizo, es que es muy tímida y...

—De verdad que ya no me interesa, solo espero no volver a ver esa cosa jamás —reclamó el chico, pero se dio cuenta de que tenía más cosas que echarle en cara—. ¿Pero sí ves lo que tu monstruo con alas me hizo? —señaló una parte entre su sien izquierda en la que hacía falta cabello, y que cubría con otros mechones de más atrás—, ¡tendré que cortarlo todo ahora!

La guardiana se sintió incómoda al saber que no había disculpa que le devolviera el cabello que le faltaba.

—Ya, ya —suspiró el otro guardia, que se veía como el más joven de todos, a pesar de lo alto que era—. Te prometo que me seguirás gustando mucho, aún sin pelo...

Ch'aska hizo un mohín, y al voltear la mirada, sabía que su capitán y el rey de Wölcenn esperaban a que dejaran su escena para poder continuar con los términos de su alianza.

Aunque no veía la necesidad de mantener todo un protocolo, como los guardianes de Wölcenn, aunque se criaron junto a su rey, Marseus esperaba que sus compañeros pudieran comportarse a la altura de sus títulos en ocasiones como aquella, y no solo en la batalla.

Una vez que el silencio había vuelto, Lyn volvió a mirar al capitán, seguro de que su tercera condición era la más grande y difícil de complacer, y de que le traería problemas.

—Bien, mi último deseo es que me permita anclar la isla principal de mi nación a la suya. Es la única forma en que podría asegurar el bienestar de Wölcenn mientras el cristal núcleo sigue perdido.

Era inminente que incluso sus propios guardianes se sorprendieran ante aquel pedido, llevando a que Vega lo interrumpiera.

—Majestad, ¿es posible hacer eso?

—Podría intentarlo —aseguró Lyn, ignorando que Marseus le escrutaba con seriedad.

No había tenido la oportunidad aún de verlo usar aquel don por el que tanto se lo elogiaba, pero estar muy seguro de sí mismo para proponer algo así. Sin embargo, él tenía razones de más para ponerse en contra de su último deseo.

—Lo siento mucho, pero no podría permitir tal cosa. Sin embargo, como muestra de nuestra alianza, enviaré a algunos de mis guardianes con su permiso a su reino, que sé que les servirán de apoyo.

Lyn supuso que no podía seguir insistiendo en ello, aunque no pudo evitar resoplar. Tampoco le gustaba mucho la idea de Marseus, pero debía demostrar que confiaba en él.

—De acuerdo, acepto —dijo con pesar. Odiaba pensar que el Rey Marseus podía ser todo de lo que Wölcenn dependía en ese momento.

El capitán extendió su mano, como si fuera el último paso a cumplir para dar por hecha su alianza, pero el primer instinto de Lyn fue rehuir de cualquier contacto. Sin embargo, Marseus no podría hacer un vínculo con él si no lo permitía primero.

Concederle un vínculo sería darle la oportunidad de ver sus recuerdos, y aunque él también podría hacer lo mismo, no se arriesgaría.

Sin dejarlo esperando más, apretó su mano con firmeza, y con su mirada parecía querer decirle que no necesitaría de él por mucho tiempo.

Marseus sonrió, sin dejar de mirarlo. Era interesante que aunque sus vulnerabilidades eran tan obvias, Lyn insistía en mantenerse tan a la defensiva como podía.

Antes de que se separaran, tiró un poco de su brazo para acercarse a su lado, y susurrar a su oído:

—Por cierto, Majestad, no sé si sea costumbre suya temblar tanto ante cada rey que ve, o si es solo conmigo...

Desconcertado, el pelirrojo se dio cuenta de que más que buscar hacer un vínculo, los dedos del capitán presionaban su muñeca, como si quisiera examinar su pulso. Era la razón por la que se obligó a verse todo lo confiado y sereno que podía.

—No estoy temblando...

—Ajá.

—Tal vez, es que aún no sé cuáles sean las verdaderas intenciones de su Majestad...

Marseus esbozó una pequeña sonrisa, correspondiendo la mirada a Lyn a la misma distancia tan escasa en la que podía sentir su respiración, y su pulso acelerarse más.

—Si lo que teme, es que aún no nos conozcamos lo suficiente, podría pasar tiempo con usted de forma más privada...

Aunque las mejillas del Rey de las nubes ya lucían enrojecidas de manera natural, el capitán podía jurar que sí se había ruborizado.

¿Era realmente alguna insinuación, o quizás una burla? ¿Tenía que pensarlo demasiado? Aún fingiendo que todavía tenía el control de sí mismo, Lyn retiró su brazo de la mano del capitán de forma educada, y dio un paso atrás para reverenciarlo.

—Lo siento, su Majestad. Como usted mencionó antes, no tengo mucho tiempo.

—Entiendo —sonrió Marseus.

Fue el rechazo más cortés que alguna vez el Rey de las nubes había formulado, y recordando todavía el tacto del capitán en su muñeca, llegó a preguntarse si de verdad quiso rechazarlo.

No fue hasta que dio vuelta y vio a sus guardianes —y a los de Wækas— con la mirada fija en él y su aliado, como si quisieran encontrarle alguna explicación a aquel momento, que se dio cuenta de que no solo fue extraño para él.

Cada paso que lo acercaba a sus escoltas, pensaba cómo podría explicarlo, hasta que decidió mejor no hacerlo.

Alzó la mirada hacia Azhryl y Galathéia —que recién se había unido a sus compañeros—, y estos parecían querer contener las ganas de reír o de comentar el asunto entre ellos dos.

—Ni una sola palabra —declaró, y al instante, los tres guardianes se tragaron cualquier cosa que querían decir.

—Cuando el resto pregunten qué tal han ido las relaciones internacionales entre Wölcenn y Wækas, hablaré de este momento...

—Cierra la boca, Azhryl.

—Lyn... —murmuró Galathéia en un tono muy bajo.

—¿Acaso quieres que te entregue como ofrenda de alianza a Wækas y te quedes aquí por el resto de tu vida? —Lyn masculló amenazante, pero Azhryl y Vega sonrieron como si les divirtiera la actitud que tomaba su rey de repente.

En cambio, Galathéia deseó no haber dicho nada.

—Yo solo quería pedirte permiso para despedirme de alguien...

El rey movió la cabeza en dirección a la puerta, y Galathéia lo reverenció antes de salir corriendo. No solo porque tenía poco tiempo, sino porque creía que lo mejor era alejarse de Lyn por el momento.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro