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Extra III

Rygel de Wækas sabía que estaba por pasar la noche más incómoda de su vida en el momento en que aceptó casi obligado aquella invitación. Y lo confirmó cuando al esperar en el muelle, llegó al Rey de Wölcenn con su búho gigante llorón, pero también alguien más...

Lo vio con ese porte firme y tan confiado, y esa sonrisa tranquila de todo-va-a-estar-bien, y soltó un suspiro cansino, mientras aceptaba su mano y el vínculo.

No miró en sus recuerdos, ni siquiera para molestarlo, porque no podría importarle menos su vida, pero aun así, sentía aquel tiempo algo incómodo...

—¿Qué hay, gatito? —preguntó con una sonrisa un poco burlona, en un intento de recuperar la confianza y el ánimo, y admitía que por suerte, Elyon lo hacía fácil.

—¿Quieres que te ayude?

A Rygel le habría encantado demostrar que podía subirse solo a la garza del guardián, pero no alcanzaba el impulso suficiente para subir su otra pierna, hasta que Elyon se puso frente a él.

—Solo apóyate en mí —pidió, y el cartógrafo se dio cuenta de que obedeció al instante su orden, sin preguntar siquiera por qué, en el momento en que el pelinegro lo sostuvo de la cintura para ayudarlo a colocarse sobre el lomo del ave.

Habría discutido, o lo que sea, pero por un largo rato, sintió perder las palabras, al menos hasta que tuvo que presenciar el vínculo entre Marseus y el Rey de Wölcenn; uno de esos besos muy largos y muy intensos que pondría incómodo a cualquiera que tuviera el infortunio de estar cerca de ellos.

—Si van a empezar así, mejor vayan a una habitación... —masculló sin deseo alguno de guardarse sus pensamientos. Ni siquiera sabía si lo hacían a propósito, o si en verdad eran tan expertos en olvidarse de la gente a su alrededor cuando estaban frente al otro.

Se desconcertó al escuchar a su compañero contener apenas una risita, pero no dijo más, y preparó el ave para empezar el vuelo.

—Sujétate bien, ¿sí? —volteó a mirarlo, y no hacía falta que se lo dijera porque ya entendía lo que debía hacer, pero la sola idea le hizo desear tentar a su suerte y a la gravedad.

Apenas la garza se movió para tomar impulso, se agarró por inercia de la ropa de Elyon, y avergonzado, soltó un gruñido.

Cuando no creía que su situación podía ser más incómoda, no tenía de otra que colocar sus brazos alrededor del cuerpo del pelinegro, y la altura... Odiaba la parte de la altura.

Se preguntó una vez más si era tan importante que él tuviera que ir. Hasta donde sabía, el único cuya presencia sería importante, era Marseus.

Y además...

—De todos los guardianes de allá arriba, ¿por qué tuviste que venir tú? —reclamó, cerrando los ojos con fuerza durante el vuelo—. Prefiero al otro con quien volé la primera vez...

Elyon hizo memoria rápidamente de a quién podía referirse, y tuvo que volver a concentrarse en su tarea.

—¿Azhryl? —respondió extrañado. Incluso un poco ofendido—. ¿Por qué Azhryl?

Que no lo malentendieran. Consideraba a Azhryl su segundo mejor amigo, pero era consciente de lo pesado que podía llegar a ser, especialmente con él y sin motivo aparente.

Rygel estaba más ocupado con su propio temor al vuelo, que ni siquiera entendía a qué se debía la duda.

—Ah, no sé. ¿Es más gracioso?

Elyon enarcó una ceja, entre pensativo e incrédulo.

—Depende de tu tipo de humor...

—¿Ya se le confesó a su compañera?

El pelinegro tuvo que mirar hacia atrás un pequeñísimo instante, porque quería saber si se trataba de una broma, aunque no había forma de que fuera tan preciso.

—¿Azhryl te contó que le gusta Vega?

«Ni siquiera nos contó a mí o a Lyn...», pensó un poco molesto.

—No lo hizo de manera voluntaria.

Y Elyon entendió a lo que se refería.

—Acabamos de hacer un vínculo... —pronunció con cautela.

—Oh, descuida. No vi nada, tu vida me da lo mismo.

Y por supuesto, Elyon no sabía cómo sentirse con eso. Aunque quería reír, lo procesaba como si fuera una ofensa.

—¿La vida de Azhryl te pareció más importante de saber que la mía?

—¿Qué cosa?

En cuanto arribaron a la isla principal de Wölcenn, Elyon se bajó primero de la garza, y justo como aquella vez en Wækas, extendió su mano frente a él, mirándolo con una sonrisa en su rostro.

Quizás era su cabello que lucía peinado a pesar del vuelo, o el uniforme impecable blanco que incluía una capa. Rygel no sabía bien qué era, pero cuando veía a Elyon de Wölcenn así, recordaba a los protagonistas de todos los cuentos infantiles; esos que venían en caballo, peleaban con monstruos para salvarte, te invitaban a bailes, y te prometían un «felices por siempre».

Pero sabía bien que detrás de todo eso, estaba el imbécil que usó su don para amenazarlo de muerte a él y a sus compañeros y retenerlos, con la idea egoísta de destruir su reino para salvar el de ellos.

«¿A qué finges?», pensó molesto, y rechazó su ayuda, bajando de un salto.

Mala idea. Estaba un poco mareado, y mantenerse de pie era difícil, hasta que Elyon lo sostuvo.

—¿Estás bien?

Rygel se mantuvo con él hasta recuperarse, pero odiaba necesitarlo. Sabía que las cosas cambiaron, pero no confiaba en él.

—Ya, en serio. Dime qué hago yo en todo esto...

Y por primera vez en todo el rato que llevaban juntos, Elyon sintió algo de timidez.

—¿Nunca has ido a una fiesta? Solo disfrútalo...

Rygel rodó los ojos.

—Lo siento si creo que me sentiría más a gusto en una prisión de Gewër...

Elyon se odiaba por lo que estaba por hacer, pero en ese momento no tenía otra opción.

—Te puedo decir por experiencia que no te gustaría. —Miró a un lado para evadirlo—. Lo siento, debo atender unas cuantas cosas alrededor. Solo dale una oportunidad a todo esto...

Le sabía mal dejarlo así, pero no mentía en que todavía debía cumplir con su trabajo como guardián, y atender un poco a los invitados a su alrededor.

Entrar al palacio y ver la fiesta ya en marcha, con muchos de los invitados en pleno vals, se le hizo un tanto desconcertante. Se sentía completamente ajeno al evento, como si no tuviera nada que ver allí.

La verdad era que se le hacía tan incómodo ver a las parejas bailar porque le daba recuerdos...

No tardó en encontrarla al otro lado del salón principal, y pudo jurar que algo dolió, aunque tenía la habilidad de actuar como si todo siguiera en orden.

No se movió de su lugar. No saludó ni sonrió. No era miedo, y mucho menos rencor.

Ella tampoco se movía y... su cabello estaba corto, sobre sus hombros, como solía llevarlo hace tanto tiempo. Y por un momento quiso preguntar si había una razón detrás de eso. Quería preguntarle si en ese momento, ella pensaba lo mismo que él. En si le recordaba a algo...

Pero sabía de lleno que no era así.

Quería entender la decisión de Galathéia, pero todo había sido tan rápido, que no podía evitar pensar que en algún momento hizo algo muy mal. O en que hubo algunas señales que debió interpretar a tiempo. O en que a ella no le importó gran cosa lo que tuvieron.

No era tan ingenuo para pensar que el primer amor debía ser el de verdad, ese que es para siempre, pero estuvo tan convencido de era una de esas excepciones y siéndose honesto, ahora se sentía patético, y muy reemplazable...

Había tanto que no entendía aún, pero con solo verla, podía jurar que ella tampoco quería estar allí en ese momento, que prefería estar mucho más lejos y con la persona que eligió.

Contuvo un suspiro, y miró hacia un lado. Él tampoco sentía ya gran cosa por ella a pesar del poco tiempo, y podía agradecérselo a su corazón, porque no se imaginaba seguir insistiendo con lo terrible que ya era todo de por sí.

Sintió una mano sobre su hombro, y supo al instante de quién se trataba, aunque no lo hacía sobresaltarse menos.

—¿No vas a invitarla a bailar? —Escuchó a Azhryl en tono burlón, y rodó los ojos.

—No.

Azhryl apretó sus labios en un intento de contener la risa.

—Tan solo no vuelvan incómodo nuestro armonioso ambiente laboral. Si tienes algo que decirle...

—No tengo nada que decirle —sentenció Elyon, casi frío.

En realidad, sí. Quería decirle muchas cosas, pero ya no tenía ningún caso, y no llevaría a nada.

A veces, quería que mostrara por lo menos una pizca de lástima o arrepentimiento, porque aunque no cambiaría en absoluto las elecciones de ambos, por lo menos habría significado que importó algo. Pero ya no importaba, tan solo le quedaba olvidar.

—Debería existir una ley que impida esto. Algo como «Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y evita a toda costa las relaciones con tus compañeros de trabajo» —pensó Azhryl en voz alta, pero no solo le bastaba sentir la mirada de enojo de Vega sobre él para saber que tenía que arrepentirse de lo que dijo—. Por supuesto que hay excepciones...

—Yo estaba seguro de ser la excepción... —respondió Elyon.

—Tú eres bastante ingenuo.

Al lado de ellos, Vega se cruzó de brazos. Adoraba a Azhryl, pero si alguien podía poner tensión entre sus compañeros de trabajo, ese era él.

Se le hacía muy incómoda también la posición de «me siento mal por ambos, pero no puedo escoger bando por ninguno», y sabía que en cierto momento de su vida, estuvo allí.

—La ley de los compañeros de trabajo, ¿incluye alianzas? —preguntó Azhryl de repente, y la mirada de sus compañeros se dirigió a la entrada del salón, atentos al Rey de Wölcenn y al Rey de Wækas llegando al centro juntos, en un silencio donde sabían que eran los protagonistas de aquel momento; que todos los miraban a ellos.

Lyn extendió su mano a Marseus, con confianza, como si se tratara de algo que practicaron cientos de veces, y el capitán la aceptó.

La música empezó a sonar, y ellos se acoplaron con facilidad a esta, siendo Lyn quien tenía sus manos en la cintura de Marseus para dirigirlo.

Había peinado su cabello hacia atrás, y su fragancia era más fuerte, pero sin incomodar ni empalagar. Tenía algo en su porte, en su presencia, que no dejaba la menor duda de que era el Rey de Wölcenn, de lo dominante que podía llegar a ser, y Marseus de Wækas en ese momento se encontraba a sus pies, sin quitarle la mirada de encima, como si se tratara de un tesoro que le fascinara.

Al terminar la primera vuelta completa, Lyn lo acercó más contra su cuerpo, y aprovechó para acercarse a su cabello.

—Hueles delicioso —apreció en un murmullo grave—. Y te ves delicioso. No puedes venir así ante mí y esperar que no quiera comerte de un solo bocado...

Marseus esbozó una sonrisa ladeada, y podía jurar que sentía algo de calor en sus mejillas. ¿Lyn lo había sonrojado?

Justo cuando creía que ya lo tenía muy mal de por sí...

Aprovechó la siguiente vuelta y se aferró más a sus hombros para acercarse a su oreja.

—Tal vez, eso es justo lo que quiero que hagas...

Lyn se preguntaba por qué siempre jugaban a tentar demasiado el autocontrol del otro. Sabía que en aquel punto, sus cuerpos respondían a la música por inercia, pero no debía dejar de lado todo su razonamiento.

—Terminemos el primer vals por lo menos... —resolvió casi en tono de súplica.

Marseus rio, y decidió concentrarse en el baile también.

—No van a terminar ni el primer vals antes de desaparecerse en una habitación —apostó Vega en un murmullo con solo mirarlos.

Quizás, debería estar feliz por Lyn, y orgullosa de todas las veces que lo había animado a ir con el Rey de Wækas. El problema parecía ser que ahora difícilmente se despegaban del otro.

—Si Elyon y Galathéia ya no van a bailar en toda la fiesta, ¿podríamos tomar su lugar? —sugirió Azhryl a Vega, quien rodó los ojos, porque no se le hacía necesario mencionar lo primero, pero aceptó la mano del rubio.

—Claro que sí, tonto —sonrió, y levantó el rostro hacia Elyon—. Intenta divertirte, y por tu bien, no tomes demasiado.

—Gracias por el consejo —pronunció Elyon en tono sarcástico, porque sabía lo que debía hacer.

Sin embargo, miró la mesa donde se hallaban las copas, y se sintió realmente estúpido, como cuando olvidas algo muy importante.

Tomó dos copas, y miró en todas las direcciones posibles, y sabía que no debía ser tan difícil de encontrar a simple vista.

Salió del salón del palacio sin pensarlo más. No tenía ganas de estar allí, de todas formas.

Atravesó el jardín sin encontrarlo aún, y al alzar la mirada a la glorieta que divisó una silueta solitaria, sintió un extraño cosquilleo en el estómago, al tiempo en que respiraba profundo para prepararse y avanzar.

—¿Por qué no entraste? —preguntó tímido y cauto.

Rygel dio vuelta, sorprendiéndose al encontrarse a Elyon. Pensó que ya no lo volvería a ver más, pero en realidad, agradecía que estuviera allí.

Se encogió de hombros, antes de recibir la copa de champagne. Sin importar la situación, no rechazaría nunca una bebida, y lo cierto era que se estaba aburriendo demasiado.

«A ver qué tienen de bueno los de arriba...», pensó antes de saborear el primer trago.

—Es muy dulce... —opinó mientras relamía sus labios. No era ni la mitad de fuerte que el ron, pero no estaba mal—. No hay nada que pueda hacer allí —respondió la pregunta de Elyon con desgano.

El pelinegro dio un sorbo a su propia copa y también apoyó sus manos sobre la baranda de la glorieta.

—Está bien. ¿Te molesta si me quedo aquí entonces?

—¿No tienes que estar allí?

Elyon negó con la cabeza. No tenía, y tampoco quería estar allí, así que la idea de aislarse del resto y observar el jardín se le hacía agradable.

Rygel no dijo nada, pero sabía que si lo rechazara, lo habría demostrado.

Al menos, hasta que volteó al guardián con impaciencia.

—¿No vas a decirme qué tengo que ver yo aquí?

Elyon frunció los labios mientras guardaba sus manos en sus bolsillos, tímido.

—Si no quieres ir a la fiesta, puedo enseñarte otros lugares del reino...

El cartógrafo dejó escapar una risa seca.

—Ya conozco este lugar. Quizás no todo, pero sí lo suficiente, y no necesito tu guía porque incluso si no hubiera hecho un mapa de todo el archipiélago para Marseus, mi memoria es muy buena, así que no te necesito.

Temió por un breve instante el haber mencionado lo del mapa, pero a la vez, sabía que lo había dicho porque ya no tenía nada que perder. La alianza no iba a disolverse por algo tan estúpido, y a decir verdad, peores cosas hizo el Reino de las nubes.

Le iba a parecer de lo más cínico si Elyon se sorprendía y reclamaba por ello, pero en su lugar, lo vio con una sonrisa tranquila, en confianza, a pesar de que entrecerraba sus ojos al verlo, como si lo atrapara confesando una travesura.

«Ya lo sabía», quería decir con aquel simple gesto. Lo supo desde aquella conversación cuando lo mantenía cautivo junto a sus compañeros.

—No tienes que cuidar de mí mientras esté aquí. Te prometo que no haré nada —masculló Rygel, cruzándose de brazos.

Elyon sonrió más, y eso le molestaba bastante, porque cada vez que las comisuras de sus labios se elevaban aunque sea un poquito, dejaba notar unos hoyuelos en sus mejillas que lo hacían ver asquerosamente lindo.

—Estás aquí porque yo te invité, así que sería muy maleducado de mi parte si te dejara solo. Por cierto, lo lamento por haberlo hecho hace un rato, pero ya no me iré...

«¿Qué cosa...?»

Los ojos del rubio se abrieron por la sorpresa y la incredulidad, y tenía más preguntas que respuestas.

—¿Por qué harías eso?

Elyon respiró profundo, preparándose para decir algo que de seguro había practicado en su mente varias veces.

—Pensé que nos despedimos mal la última vez, y en realidad, sé que hice muchas cosas mal —explicó, con los nervios ganándole poco a poco—. No pretendo fingir que lo que hice nunca pasó, y te prometo que me encantaría disculparme con todos, pero por lo pronto... quise empezar contigo...

Rygel empezaba a sentir que era parte de una broma de mal gusto.

—Ah. Por favor, dime que no creíste que porque decidí confiar en ti por un momento y trabajamos juntos, ya somos amigos...

—No, pero podríamos...

—¿A qué juegas, gatito? —interrumpió el cartógrafo con una mirada amenazante—. A ti no te importa disculparte. Al menos, no es tu prioridad, así que di la verdad.

Elyon soltó un suspiro, y creía que era un excelente momento para terminar de beber el resto de su copa, mas no lo hizo.

—Bien. Hice esto porque quería conocerte más —admitió en alto, con la valentía que creía que merecía el caso, aunque nunca antes había tenido esa sensación de que todo lo que dijera podría convertirse en un mal paso que arruinara todo.

Rygel no percibió el menor atisbo de falsedad, pero tenía ya el triple de dudas en su mente.

—¿Qué...? ¿Por qué...?

—Tal vez, me interesas un poco... —confesó el guardián en voz un poco baja, con la valentía agotándosele más rápido de lo que había planeado.

—¿Interesarte en qué sentido...?

Y solo después de pronunciarlo, lo entendió al fin.

Quizás lo habría entendido más rápido, si en lugar de prestar atención a sus propias interrogantes, advirtiera en el rubor inusual en el rostro del guardián, o en que ya sus ojos azules lo evadían cuando le respondía. Incluso ocultaba sus manos detrás de él para que no se notara que jugaba con ellas.

Ya había pensado antes que Elyon de Wölcenn no se parecía en nada a un gatito, y más que nunca, se veía como un cachorro perdido y tembloroso.

«¡Ga-ahké!, y yo que pensé que me aburriría de muerte...»

Entreabrió los labios como si estuviera a punto de contestar su propia duda, pero se dio cuenta de que no tenía ni idea.

Hasta que se le ocurrió la única respuesta lógica a todo ello:

—¿Es una apuesta?

Elyon parpadeó, confundido.

—¿Qué? Yo nunca...

—¡Descuida! —se precipitó el rubio—. No voy a enojarme ni nada, hago esto todo el tiempo. ¿De cuánto es? Si es menos de cien, sí me voy a molestar. Espera, ¿cómo funciona su moneda?

—No tenemos una moneda, y yo jamás haría una apuesta así —juró Elyon muy serio, y Rygel lo notó, volviendo a perder el habla y las ideas.

—Lo siento si elijo creer que una apuesta es la respuesta más lógica a todo esto... —pronunció en un murmullo, y decidió terminar de beber su copa de champagne y saborearla y deseaba algo más fuerte para poder justificar la mala idea que empezaba a cruzar por su cabeza—. Que te quede claro que no soy Marseus, jamás olvidaré lo que hiciste —advirtió con la misma seriedad de Elyon, y no obstante, tampoco podía dejar de mirarlo.

No iba a negar que era lindo, y en circunstancias distintas, jugaría con él sin dudar. Sin embargo, pensó que aún podía divertirse con la situación y que no se iría de Wölcenn con las manos vacías.

Tal vez, acabaría arrepintiéndose bastante, y odiándose después, pero si lo intentaba, no tenía por qué significar nada.

—Pero puede que si lo sigas intentando, quizás pase algo... —pronunció casi en un murmullo, en tanto bajaba la mirada.

No es que le diera vergüenza, pero no podía creer que de verdad intentaría jugar con el gatito, y solo suplicaba en sus adentros que aquello terminara valiendo la pena.

—¿Algo como qué? —respondió él con un interés genuino que se le hizo bastante inocente al rubio.

—No sé, lo que tú quieras...

—¿Y qué es lo que yo quiero?

Examinó sus ojos abiertos y su pequeña sonrisa; de nuevo, parecía que lo preguntaba en serio, lo que le provocó odiarlo más.

«¿Es idiota o se hace?»

—¡Ahg, olvídalo! Ya se me quitaron las ganas, de todas formas... —reclamó dando vuelta enseguida. No obstante, sabía que no podría ir muy lejos. Marseus estaba muy ocupado con el Rey de Wölcenn, y por mucho que dependiera su vida de ello, jamás intentaría volar una garza él solo.

—¿No será que te da miedo?

La voz de Elyon fue más que suficiente para detenerlo, y su tono desafiante lo hizo dar vuelta al instante y caminar a pasos largos y decididos a él.

Elyon no tuvo tiempo para pensar en lo que Rygel haría, y mucho menos pudo detenerlo en el momento en que lo tomó detrás de su cuello para atraerlo a sí mismo, y robarle un beso y la respiración en un instante.

Intentó retirarse para aunque sea, tomar algo de aire primero, pero Rygel se lo impidió al enredar sus brazos a su alrededor, y continuó probándolo con avidez, tomando absoluto control. Él decidía cuándo abrir más sus labios, y exactamente qué quería tocar y cuán profundo podía llegar con su lengua.

Admitía lo divertido que era no darle la menor oportunidad de corresponderle, y en cierta forma, tampoco quería detenerse. ¿Por qué hacerlo, si era tan dulce a pesar de todo?

Podía darse permiso de perderse un poco en ese beso, y Elyon jamás lo notaría.

Presionó sus labios contra los del pelinegro con mayor fuerza antes de separarse, y al hacerlo, exhaló un poco y recuperó el aire mientras esbozaba una sonrisa maliciosa. Vio al guardián de Wölcenn un tanto aturdido, sin habla, pero con sus mejillas de lo más enrojecidas.

Odiaba admitirlo, pero era adorable. Corrompible.

—Ni siquiera muerdes fuerte, gatito... —se burló, decidiendo que ya había jugado suficiente, y que podía dejarlo en paz.

Por el contrario, Elyon reaccionó a tiempo, y lo tomó del brazo, y alcanzó a tocar su mejilla para aproximarse y tomar su turno de besarlo.

Desde luego, era mucho más suave que Rygel, y sin embargo, mantenía el control. Para el cartógrafo, el deseo de dejarse llevar era irreprimible cuando el guardián acariciaba su rostro cada vez que estaba por profundizar más el beso, y sostenía su cintura y lo atraía más hacia él.

No jugaba mal. Lo hacía querer más...

Lo abrazó, y trató de ir a su ritmo. Realmente se sentía como estar en un cuento, y no había forma de que nada de eso pudiera estar pasando. De seguro tomó más de una copa de champagne, ya había escuchado antes que las bebidas dulces podían ser muy engañosas, y esa era la respuesta más lógica a todo. Una apuesta, y mucho champagne.

Pero lamentó dejarse llevar cuando Elyon cortó de forma abrupta el beso, y con una mirada muy seria, quiso señalar que el juego terminaba en ese momento.

Elyon sabía que lo mejor era detenerse allí, y que con ese beso tan solo estaban a mano, pero relamió un poquito sus labios, y quiso pensar que podía tomar un poco más sin que importara.

Tal vez era el hecho de que se sentía bien, en el sentido de que le ayudaba a no pensar demasiado en todo lo demás. Tal vez, y después de tanto tiempo, no sabía cómo estar solo.

—Si quieres que solo juguemos esta noche o hasta que te aburras, está bien, lo tomo. Solo dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser bueno para ti.

Sabía que más que una pésima idea, era una idea egoísta, pero si establecían que aquello no iba a importar, entonces no les importaría a ninguno de los dos, y seguirían con sus vidas de lo más normal.

Rygel estaba sorprendido. No tanto por la propuesta en sí, sino el hecho de que a todas luces, Elyon no se veía como el tipo de persona de una sola vez.

Pensó en avanzar lo suficiente hasta que se arrepintiera. Lo odiaba, pero no iba a lastimarlo, y si Elyon aun así no retrocedía de su decisión...

—Bien —resolvió, encogiéndose de hombros, y se acercó a él, mirándolo desafiante, como si se tratara de un reto que él ganaría—. Pero una vez que termine, será como si esto jamás hubiera sucedido y lo vamos a olvidar. Ni una sola palabra, ¿entiendes?

—Entiendo —respondió él tranquilo.

Rygel lo soltó al instante, y se cruzó de brazos. Si lo pensaba bien, él tampoco se consideraba chico de una sola vez, pero descartaba por completo la probabilidad de que llegara a sentir algo más en el proceso, y encima por él.

—Solo por si acaso, todavía te odio —aclaró antes de apoyarse contra la baranda de la glorieta, y odió verlo sonreír en respuesta. No podía entender por qué para el colmo de sus desgracias, debía ser lindo, pero deseaba bastante borrarle la sonrisa—. Y bueno, ¿no vas a llevarme a un lugar más privado o cómodo? Digo, si prefieres que sea aquí, está bien, pero no te creía tan atrevido. ¿Quieres que sea silencioso?, ¿o te gusta más si hacemos mucho ruido...?

—Acompáñame —decidió Elyon al instante con las mejillas ardiéndole de solo escucharlo. Lo tomó de la muñeca para hacerlo avanzar, mas, Rygel se soltó de él.

—Ya. Puedo ir solo —se quejó.

No pensó que Elyon fuera tan valiente para atravesar el salón principal del palacio en plena fiesta con él hasta llegar a las escaleras. Habría reconsiderado lo de tomar su mano tan solo para hacerlo más obvio, y vio con ansias una de las mesas con copas de champagne, seguro de que necesitaría mucho alcohol para terminar de atreverse a lo que haría.

Luego de tantas escaleras que le hicieron replantearse su decisión más de una vez, el guardián abrió una de las puertas a su paso, y aguardó en el umbral, invitándolo a pasar.

Rygel giró los ojos por novegésima vez en la noche, y entró a lo que esperaba que fuera una habitación normal, pero casi parecía tener el tamaño de un salón, y sin dudar, empezó a estudiar todo lo que alcanzaba a ver.

Tenía muebles, pero también usaba lo que reconocía como una cama, solo que demasiado grande incluso para una persona. Había estantes con libros, y reconoció una especie de uniforme blanco con una máscara y varias espadas distintas.

—Tienes demasiado tiempo libre para ser un guardián... —apreció en voz alta con un leve atisbo de envidia. Por su parte, conseguía más paz cuando viajaba en altamar, y era la única forma en la que podía dedicarse a su oficio principal, pero también tenía que cuidar de los recién llegados.

No renegaba de ese trabajo, pero tampoco entendía cómo había sido que a Marseus se le ocurrió que con lo impaciente que era, encargarlo de los niños era una buena idea. Quizás y lo había hecho solo para molestarlo, y terminó saliéndole mal.

—Tienes cara de ser guía de los recién llegados también. —Quiso adivinar. Podía imaginarlo con los niños de Wölcenn respondiendo cada pregunta rara que tuvieran, y aceptando sin dudar todos sus juegos, pero para su sorpresa, Elyon negó con la cabeza.

—El guía de los recién llegados es Azhryl, y a veces Vega le ayuda. Yo me encargo de supervisar en todas las islas.

—Creo que tengo más en común con Azhryl...

Lo dijo a propósito, y aunque nunca lo admitiría, adoró ver el mohín que Elyon hizo como reacción a su incomodidad.

Mordió un poco su labio inferior, y se acercó más al guardián. Le bastó pararse un poquito sobre la punta de sus pies para alcanzarlo, y besar sus labios de manera suave. Quería aprender un poco más de cómo ir a su ritmo, porque le gustaba bastante, y le gustaba más que Elyon no dudara en corresponderle con tanto cariño, como si lo mereciera, pero sabía que algo así, terminaría siendo peligroso.

También sabía que era una mala idea hacer lo que estaba por hacer, pero la curiosidad le ganó. Después de todo, tenía la oportunidad en sus manos.

No parecía que Elyon se hubiera percatado del vínculo, y aunque no duró mucho, entendió demasiado. Se separó lento, en silencio, pero dispuesto a enfrentarlo.

—¿Te intereso solo porque te recuerdo a esa persona? ¿O hay otro motivo?

Tampoco se molestó en averiguar más de lo que sabía. Solo sintió en él cierto vacío, del que se siente cuando se pierde a alguien que querías demasiado, y necesitas llenarlo con algo. Lo que sea. En ese momento, él temía ser ese lo que sea.

El pelinegro tomó distancia sentándose sobre la cama, y suspiró.

Sentía un poco de vergüenza por lo sucedido, pero no tenía ganas de explicarlo, porque implicaría pensar en ello.

—No se parecen en absoluto. Quizás me interesas por eso...

Rygel sintió un nudo en la garganta, y quiso llamarse idiota a sí mismo. Entendió cuando le había dicho que quería que se conocieran mejor, y él en cambio, terminó empujándolo a esa situación, y sin embargo...

No. No había manera de que aceptara aquello. Con el respeto que le tenía a su capitán, no terminaría igual que él, y le molestaba que la gente de Wölcenn creyera que podrían llegar a cambiar todo con tanta facilidad. Era cierto que la población en Wækas era mayoritariamente masculina, ¿por qué iba a fijarse en un hombre de otro reino como si hicieran falta?

—¿Todavía crees saber lo que quiero? —Lo interrumpió Elyon de sus pensamientos, como si los adivinara—. Te aseguro que no quiero hablar de esto ni de lo que siento o lo que pienso, y sé que no te importa. Me gusta que no te importe. Si me dejas ocuparme contigo, aunque sea solo por muy poco tiempo, de todas formas te lo agradeceré...

Rygel sintió un cosquilleo en sus mejillas, y le parecía extraño ruborizarse por eso, pero quizás se debía a la forma en la que lo decía, mientras extendía su mano hacia él como una invitación que por muy tentadora que sonara, ambos podrían terminar lamentando.

—Tan solo no quiero que después termines llorando —masculló con una sonrisa burlona, al tiempo en que se sentaba sobre las piernas del guardián, y se acercaba peligrosamente a su boca.

Elyon rio a punto de rozar sus labios.

—Que no te importe eso. Tan solo dime lo que a ti te gusta.

Y lo que más le gustaba a Rygel en ese momento, era la idea de borrarle esa maldita sonrisa, aunque fuera a besos.

Elyon comenzó a besar su cuello al tenerlo descubierto, con avidez y dedicación, como si se tratara de algo en lo que en verdad soñaba perderse, mientras que el rubio intentaba mantener su cordura a pesar de que su respiración se volvía más pesada con cada beso. Deseaba evitar el pensamiento de corresponderle con la misma intensidad y perderse en él, junto a él.

—¿En serio no te da ni un poco de miedo... que aproveche esta oportunidad e intente matarte...? —inquirió con la voz entrecortada y temblorosa, en un intento de romper el ambiente, pero se aferró más con sus dedos al hombro del chico en cuanto este rio cerca de su cuello, y su respiración le dio cosquillas.

—¿Te arriesgarías a tanto por mí? —respondió este, aprovechando para mirar su rostro, y contempló sus ojos grises con un cariño al que Rygel no quería acostumbrarse.

No lo entendía.

«¿Por qué me miras así cuando sabes que podría lastimarte...?»

Debía ser muy tonto o muy arriesgado. De lo que sí estaba seguro, era de que no era la persona que él buscaba o necesitaba, o más bien, no quería admitir que podría llegar a serlo.

Quiso pensar que eso no tenía que importarle, y buscó lo único que quería de él en ese momento, y dejó a sus manos recorrerlo hasta encontrarlo.

Mordió su labio inferior en una expresión de victoria, y sabía que estaba reaccionando muy bien a él. Tan solo que Elyon empezó a ponerse más nervioso, y Rygel se apartó, mirándolo confundido.

«¿Ya tan rápido se rindió?», pero se mantuvo en silencio, esperando su explicación.

—Es que yo nunca... he hecho esto con otro chico...

—¿Eh? —articuló apenas el cartógrafo, confundido—. Bromeas, ¿no es así?

Pero Elyon de Wölcenn no tenía cara de hacer ese tipo de bromas.

Rygel recuperó la compostura y la calma para pensar mejor.

—No me digas que no tienes ni idea de cómo hacerlo... —pronunció con una sonrisa ladeada, y le encantó que Elyon lo mirara tan cohibido.

—Sí tengo idea —explicó él de manera ambigua. Nunca se le había ocurrido preguntarle ni siquiera a Lyn, pero estaba seguro de que debía ser más complicado a lo que acostumbraba—. Tal vez sea más fácil si tú me guías... —propuso en un murmullo. Quería confiar en él, a pesar de que podía notar su sonrisa de diversión.

—Lo siento, gatito. Yo no voy allí. —Se excusó encogiéndose de hombros—. ¿En serio soy el primero?

Elyon asintió con la cabeza. Su única experiencia con chicos se reducía a un beso que Lyn calificó con un 3 de 10, y estaba completamente seguro de que eso no contaba.

Sin dejar de verlo, Rygel acarició su mejilla, y tumbó su cuerpo para hacerlo caer contra la cama. A partir de ese momento, él controlaría el juego a su manera.

—Pensándolo bien, haré que no te olvides tan fácil de mí... —murmuró mientras trazaba con la punta de su pulgar su labio inferior, el cual apenas Elyon alcanzó a probar con su lengua, para después dedicarle una mirada traviesa, más que ansioso por la iniciativa.

Rygel contuvo apenas su sonrisa, mientras su mano bajaba por su cuello, y aunque se le cruzó por la mente la idea de apretarlo, bajó más con la intención de empezar a desvestirlo.

Su mirada tan expectante lo encendía más, y podía sentir al tocar su cuerpo que sus latidos se aceleraban.

Tomó sus labios con fuerza, con ganas de querer arrebatarle todo el aliento, de impregnar todo el odio que juraba sentir por él hasta necesitar el aire, pero al separarse, era Elyon quien se precipitaba hacia él con necesidad de más.

Sonrió mientras dejaba que él también lo tocara, que acariciara su cintura, y que sus manos se metieran debajo de su ropa.

Sus caderas se tocaban, y le bastó con moverse un poco, permitiendo que su entrepierna rozara la del chico, aún con ropas, y si continuaba moviéndose así y en pequeños círculo, la reacción en Elyon sería cada vez más obvia, provocando gemidos en él, y que lo tomara de las caderas para tratar de dirigirlo.

—¿Quieres que siga así? —inquirió a pesar de que sabía la respuesta.

—Sí, por favor —pidió, asintiendo con necesidad. Nunca pensó que ese tipo de caricias podrían llegar a excitarlo tanto.

Rygel en cambio, no sabía si lo que en realidad le encendía, era tener el control, o que lo tuviera justamente con él.

Seguro de que debía ser lo segundo, lo haría suplicar más.

—¿Te gusta mucho? —insistió, dándose cuenta de que el pelinegro estaba por levantar sus caderas hacia él para frotarse más rápido.

Asintió con urgencia, y solo en ese momento se dio cuenta de la trampa en la que había caído.

—Pues yo no estoy ni cerca de sentir nada. Supongo que eres de los que acaba muy rápido... —Chasqueó la lengua.

Con una mano, Rygel presionó su cuerpo contra la cama para mantenerlo quieto allí, y la otra se mantenía en su mejilla; no como una caricia, sino más bien, como un gesto de amenaza.

—Yo no...

—No me harás perder mi tiempo y el poco buen humor que me sobra. No estoy aquí solo para complacerte, ¿lo sabes?

Elyon no asintió ni pronunció palabra alguna, pero por sus ojos intimidados, Rygel sabía que lo entendió.

Soltó una risa áspera, y decidiendo que le encantaba verlo tan obediente, acercó su rostro para besar su mejilla.

—Qué lindo eres... —murmuró mientras regresaba a sentarse sobre sus piernas.

Sus ansias crecían con cada instante, porque aunque había establecido su posición, le excitaba saber que aun así lo tenía bajo su control. Quería saber cuánto podría jugar con ello.

Se acercó a su cuello para besarlo y calmarlo como calmaría a una presa antes del acecho. Tomó sus manos para ponerlas alrededor de su cuerpo, y Elyon no tardó en quitarle la camisa.

Contuvo la respiración al verlo. Era la primera vez que miraba a otro chico de esa forma, y que hacía lo que estaba haciendo. De por sí se moría de nervios porque quería hacerlo bien, pero también el solo hecho de que se tratara de Rygel, lo hacía sentirse más intranquilo.

—¿Acaso no te gusto? —inquirió el rubio tras el largo silencio con una sonrisa, seguro de que Elyon se precipitaría a responder para no ofenderlo.

—¡No, no es eso! —se alertó enseguida, tal como predijo, pero tenía su cuerpo entre sus manos, y todavía no procesaba cómo debía seguir.

Maldita sea, no debe ser tan difícil...

Rygel sonrió. En verdad era adorable.

—Tómate tu tiempo, gatito —dijo mientras sostenía su mentón con su mano, elevándolo para que lo mirara—. Piensa en lo que te gusta a ti...

Esa era una pista muy válida.

Se acercó a besarlo, pero no con la suavidad y ternura con la que ya lo había acostumbrado. Lo tomó con ansias, como algo que quería sostener y nunca soltar. Lo volvió adicto a los sonidos que hacían entre sus besos. Lo sostuvo entre sus manos con deseo y hambre, y presionó sus dedos contra él, como si temiera perderlo, pero con cierto cuidado, como si pudiera ser frágil a su tacto. Exploró con sus labios todos los lugares que a él le gustaban, y quiso probar también con pequeños mordiscos, dejándose llevar, y enorgulleciéndose cuando la respuesta del rubio era satisfactoria.

Las pocas veces que sus miradas se encontraban entre sus caricias, Rygel podía notar cierto destello de anhelo en sus ojos, y lo hacía maldecir, porque en otras circunstancias, habría deseado verlo así mil veces más y no solo esa.

Elyon tomó sus manos, queriendo deshacerse de los guantes que usaba, pero Rygel lo detuvo en ese momento.

Ah-ah. Podría ser peligroso si no uso esto —explicó. Era un invento de su anterior reina que lo ayudaba a mantener su don bajo control, y a Elyon le encantó que pudiera aprender tanto de él, en todo sentido.

Aún con su mano entre la suya, la llevó a sus labios, y dejó un suave beso sobre su dorso, mirándolo ruborizarse ante el gesto.

Permitió que él lo acariciara y terminara de desvestirlo, reconociendo en el rubio cierta frustración al descubrir que no estaba nada mal, y que no podía creer que en ese momento fuera todo suyo.

Rygel bajó sus manos hacia su pantalón, con necesidad de volver a tocarlo allí y sentirlo.

En el momento en que lo liberó, se dio cuenta de lo necesitado que estaba, y mordiendo su labio de manera traviesa, lo miró contener apenas cualquier sonido mientras lo masajeaba.

Se detuvo solo para quitarse sus pantalones, y regresó a sentarse a horcajadas sobre sus muslos.

Elyon no tardó en tocar su mejilla para acercarse y besarlo. Lo suficientemente suave y lento para dejarse llevar y darse cuenta al separarse de que quería hacerlo otra vez.

Bajó un poco más, a su cuello mientras lo acariciaba con su mano, y trazó de abajo hacia arriba con la punta de su lengua, y continuó besando cada espacio a su disponibilidad, perdiendo la cabeza lentamente ante los suspiros del cartógrafo. Sabía que le gustaba lo que hacía y quería gustarle más.

Descendió su mano por su cuerpo, como una caricia, y bajó mucho más, consciente de que cierta zona debía dolerle en ese momento.

Lo cubrió con la palma de su mano, y con masajes muy suaves y lentos, disfrutó sentir su respiración y voz más entrecortada. Quiso tocarlo como él lo estaba tocando hace solo un momento, pero Rygel no tardó en detenerlo, queriendo tomar el control una vez más.

Sabía que estaban muy cerca del otro, casi a punto de tocarse.

Con su mano, juntó ambos miembros, frotando el suyo contra el del pelinegro, y disfrutó verlo empujarse hacia él con necesidad, y sus manos aferrarse a las sábanas, arrugándolas con fuerza.

Sus suspiros eran más pesados y su cuerpo ardía. Ambos ardían, y antes de terminar de perder la cabeza por aquel contacto, Rygel decidió detenerse y separarse de manera abrupta.

Reconoció la mirada confundida del guardián, y la disfrutó. Le encantaba que no reclamara a pesar de lo frustrado y ansioso que se veía. Casi podría darle palmaditas en la cabeza por su buen comportamiento.

—Abre la boca —ordenó muy serio, y a pesar de que Elyon se sentía confundido, obedeció, abriendo un poquito sus labios, pero lo suficiente como para que pudiera meter sus dedos en ella.

Tanteó la textura de su lengua, y buscó llenarlos más de saliva entre más exploraba. Contenía la respiración al tener solamente ojos para el chico que chupaba sus dedos, cerrando con suavidad sus ojos; parecía disfrutarlo en verdad, y él también lo hacía. Apenas Elyon elevó la mirada a él, sintió un escalofrío muy placentero recorrerlo. Era tan malditamente caliente, que por más que lo evitara, terminaría por incendiarlo.

Suspiró en cuanto retiró sus dedos con lentitud, sintiendo la punta de la lengua del pelinegro.

Volvió a tomar su miembro para masajearlo, dando especial atención en sus partes favoritas y deleitándose con cada sonido que Elyon contenía por temor a que lo volviera a interrumpir.

«Gatito tonto, me daré cuenta de todas formas», deseó decirle, pero continuó mucho más rápido y mordió su labio inferior al sentir su miembro tensarse, más cerca de conseguir al fin el placer que anhelaba.

Lo soltó al instante, y relamió sus labios al verlo soltar un bufido de frustración, y a sus manos soltarse de las sábanas para empezar a calmarse con respiraciones lentas.

—Pídemelo. —Volvió a sostener su miembro en su mano, pero no parecía que su intención fuera estimularlo de nuevo. Su mirada se tornó más sombría; todavía no tenía ganas de terminar de jugar—. Di que quieres correrte.

Elyon entreabrió sus labios, pero no para responder. Se veía que temblaba, tal vez de rabia, de ansias, o miedo, pero eso a Rygel lo encendía más.

Rio y se acercó a repartir algunos besos en su cuello, como un pequeño premio por su paciencia. Era la primera vez en su vida que hacía algo así, y juraba que no tenía un particular deseo por el control pero Elyon lo hacía todo distinto.

—Vamos. Yo también me muero de ganas de sentirte... —confesó muy cerca de sus labios. Aún sostenía su extensión, y solo esperaba a que Elyon lo obedeciera.

No tardó en darse cuenta de que su renuencia se debía a otra cosa.

—No quiero hacerte daño... —dijo con preocupación, a pesar del anhelo reflejado en su mirada.

Rygel lo miró incrédulo, seguro de que bromeaba.

«Te arruiné el orgasmo tres veces y aun así, ¿te preocupas por mí?»

Suspiró, y no tardó en verlo con cariño. Juraba que si fuera cualquier otra persona, habría perdido la paciencia y se iría sin remordimientos, pero se había mostrado tan condescendiente con Elyon porque lo merecía. Era tan adorable que casi le daba ganas de adoptarlo y hasta ponerle collar.

—No te preocupes, me gusta mucho así —dijo con una pequeña risa, y volvió a estimularlo, esta vez con mayor atención en la punta—. Vamos, sé que no vas a lastimarme.

Continuó, porque escucharlo mientras lo masajeaba de por sí le daba mucho placer, pero decidió ir más lento hasta detenerse por completo, y mirar a Elyon tan necesitado.

—Por favor... déjame correrme...

Rygel lo sostuvo de la cabeza para robarle un beso que no tardó en ser correspondido. La humedad de su lengua contra la suya lo enloquecía, y en medio de todo, no tardó en colocarse encima de él, empujando lento, pero sin pausas. Contenía cualquier quejido con los besos, y quería apresurarse en sentirlo completamente dentro suyo.

No le importaba el dolor que pudiera sentir, y le gustaba que Elyon estuviera tan urgido, que no lo pensara ni un poco antes de empezar a moverse, aunque fuera muy despacio. Era muy estrecho y caliente; a pesar de que se sentía tan bien, seguía intranquilo por el rubio, y se detuvo, dándole algo de tiempo para que se acostumbrara.

Rygel molesto en un principio, rodó los ojos, y empujó el cuerpo del pelinegro contra la cama y puso su mano sobre su pecho como apoyo, moviéndose encima de él.

—Ya deja de preocuparte... —gruñó un poco por el dolor. No obstante, apenas se acostumbraba, se movía más rápido sin preocupaciones. Sabía que podía curar cualquier herida muy rápido, y se le hacía más excitante de esa forma.

Elyon tomó de su brazo para jalarlo hacia él, compartiendo un húmedo beso, mientras continuaban moviéndose, más unidos. Aprovechó la cercanía para mirarlo y apartar los mechones rubios de su frente, y se movía más fuerte contra él en cuanto gemía solo para volver a escucharlo así.

Para Rygel, Elyon era tierno cuando lo dominaba, pero mucho más deseable cuando le daba el control.

Quiso levantarlo un poco para abrazarlo mejor, e ir más rápido, consciente de lo mucho que eso le gustaría. Procuró no apretarlo demasiado, y aunque se moría de ganas de seguir así hasta el final, quiso molestarlo una vez más, a punto de salir de él.

No se esperó que Elyon sostuviera sus caderas con fuerza, y de un solo jalón lo regresara tan adentro que el rubio ni siquiera pudo contener sus gemidos.

Volvió a empujar sus caderas con intensidad, y apenas Rygel alcanzó a ver su mirada, supo que al fin lo tenía más hambriento y feroz que nunca, y que no iba a soltarlo hasta terminar. Continuó embistiéndolo con fuerza y profundidad, casi podría jurar que con odio, y no lo culparía luego de todo lo que lo contuvo.

Apenas se sostenía de su cuerpo colocando sus brazos alrededor de los hombros del pelinegro. Por momentos, se aferraba con sus uñas a su espalda, pero ni siquiera era tan fuerte como Elyon sostenía sus caderas para moverlo a su antojo, y vaya que le encantaba cómo lo hacía.

Sonrió porque realmente lo disfrutaba a pesar del dolor de sus embestidas, y no esperó ser él quien empezara a suplicarle porque no se detuviera.

Terminó casi sin previo aviso, y Elyon lo supo por la manera en que se retorcía, y le hacía querer estar mucho más profundo en él. Contempló su rostro mientras lo hacía llegar al éxtasis sin dejar de moverse; casi agotado y tan vulnerable en una manera en que le hacía querer darle mucho más.

No quiso soltarlo incluso cuando consiguió terminar al fin, pero cuando la descarga de placer disminuyó con lentitud y podía pensar con suficiente claridad, se dio cuenta de que su corazón aún latía frenético, y que jadeaba constantemente para recuperar la respiración.

Pasó una mano por su cabello, llevándolo hacia atrás, y por su parte, Rygel dejó caer su cabeza contra su hombro, también respirando de manera entrecortada.

Poco entendía lo que acababa de suceder, pero sabía lo increíble que se había sentido.

«Nada mal, gatito...», rio para sí mismo. Al final, resultó morder más fuerte de lo que se había imaginado...

Subió la mirada, y lo vio aún jadeante, pero con sus ojos abiertos, y sus mejillas tan enrojecidas por él...

—Lo sien...

«Ni se te ocurra decirlo...»

Se apresuró a estampar sus labios contra los suyos para callarlo, porque no iba a aceptar que se disculpara de haberlo hecho sentir tan bien, y porque pensó que se lo había ganado. No obstante, lo tomaba con la prisa y la intensidad de las despedidas, y solo al separarse, tuvo la sensación de que quería seguir besándolo y teniéndolo así más veces.

Pero no habría más veces. Eso ya lo había establecido.

Su corazón palpitaba con fuerza, y en aquel silencio, solo se escuchaban las respiraciones de ambos y que solo se rompería con una respuesta.

Quiso dejar de pensarlo tanto. Había tomado su decisión desde el inicio, y quiso ser firme a ella; seguro de que era lo mejor, se alejó al instante para buscar su camisa y colocársela.

Aunque no lo vio con claridad, supo que Elyon se sobresaltó como si quisiera detenerlo o decir algo, pero se mantuvo en silencio, y lo observó vestirse en una quietud que lo rompía con cada instante que sabía que sería el último, y que no podía hacer nada.

Rygel hizo su mayor esfuerzo en ignorar toda su presencia y lo que significaba, y cuando terminó, avanzó a la puerta seguro de que en su mente ya no tendría que repetirse una y otra vez que no le debía nada.

No obstante, se detuvo a un paso con el pensamiento de que iba a arrepentirse toda su vida si la cruzaba sin decirle nada. Aún inseguro, volteó al fin a mirarlo, y supo que a pesar de la oscuridad, y de lo mucho que se esforzaba en aparentar que estaba bien, si se iba, le rompería el corazón.

—Escucha, no estoy tan seguro de que esto vaya a funcionar...

«No, por favor, no...»

—Pero pensémoslo mejor, ¿sí? —pidió el cartógrafo con urgencia—. Encontrémonos de nuevo y hablémoslo.

Para sorpresa de Elyon, Rygel volvió a entrar, y se sentó a su lado en la cama.

—¿Tienes papel y lápiz? —pidió de nuevo, y el chico asintió enseguida, y se levantó de su lugar, y buscó en su estante una libreta, y después, una pluma con tinta. Rygel no pudo evitar mirarlo desde atrás, de pies a cabeza, y de manera inconsciente, contuvo el aire por un largo momento.

Al recibir la libreta, despejó cualquier pensamiento que lo calentara para dedicarse a hacer lo que mejor sabía, y con trazos muy rápidos y desprolijos, dibujó una forma y sus respectivas coordenadas, y señaló cualquier punto que podía servirle como ubicación.

Terminó el mapa, y decidió que lo odiaba, y le daban muchas ganas de arrancarlo, arrugarlo y echarlo lejos de su vista, pero lamentablemente, no tenía tanto tiempo para ser perfeccionista.

—Encontrémonos aquí, por favor. —Le devolvió la libreta.

—¿No puedo ir a verte a Wækas? —inquirió Elyon, observando el mapa, y tratando de reconocer la ubicación.

—No te ofendas, pero no quiero que mis compañeros sepan que estuve contigo... —masculló el rubio, dejando una vez más en claro que él no quería ser como Marseus, y que estaba procesando las cosas como podía. No obstante, Elyon rio, al tiempo en que aceptó la idea. Tampoco había necesidad de hacerlo público, al menos por el momento—. ¿Vas a guardar el secreto?

—Mis labios están sellados —respondió el pelinegro con una pequeña sonrisa.

«Maldita sea, ¿por qué debe ser tan lindo?»

Y lo tomó del cuello para besarlo una vez más, mucho más lento, disfrutándolo hasta aceptar que podría seguir así por un muy largo tiempo sin que le importara nada. Por supuesto que eso lo confundía, pero estaba seguro de que podrían resolverlo.

Suspiró en cuanto se separaron, y lo miró con deseos de que pronto pudieran encontrarse en la isla que le había indicado.

—Gracias, gatito. Me divertí mucho. 

***

🥳🎉🎉FELIZ AÑOOOOO tarde(?).

Ah, sé que dije que los extras iban a estar muy largos, pero yo misma me sorprendí de lo largo que resultó este  😭 Si llegaste hasta aquí, toma, te regalo una galletita virtual 🍪

En realidad había escrito un poco más sobre si Ely decidía ir a la isla o no, pero suceda lo que suceda, prefiero dejarlo a criterio de ustedes (aunque estoy escribiendo más extras y posiblemente haya una parte más dedicada a Ely y Rygel pero me apena mucho publicar todo lo que escribo porque no quiero llenar esta historia de extras 😭😭😭). Al final borré mucho y traté de que quedara lo menos cuestionable posible nomejuzguenporfavor(???).

EN FIN GRACIAS POR TODO LES QUIERO MUCHO TOMEN AGÜITA Y SALGAN AL SOL 💖💖💖

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