Especial 100k (Pt. FINAL)
La vista de la isla era cubierta por un espeso manto de neblina, y sin embargo, era posible vislumbrar las altísimas montañas a su alrededor.
Cuando el Tritón arribó a la ensenada, desde la proa, el capitán contempló el paisaje repleto de vegetación, y el clima a su alrededor se sentía bastante helado. A suspirar, notó la nube de vaho que se formó, y acto seguido, detuvo a sus compañeros de bajar de la embarcación.
—Nos apresuraremos con la búsqueda —anunció.
—¿No exploraremos la isla para colonizarla? —inquirió Wayra.
Con la mirada aún perdida en el paisaje, Marseus apenas movió la cabeza, negando para sorpresa de todos.
—Tengo un presentimiento de este lugar... Solo buscaremos lo que nos pertenece y volveremos al reino, ¿entendido?
Un «Sí, capitán» se escuchó en coro, antes de que Rygel se acercara al capitán con prisa.
—Bueno, capitán, ya que lo menciona, si debemos ir rápido, necesitamos conseguir dos llaves para encontrar el tesoro de la Reina Bonnie, y ambas están en sentidos opuestos de la isla —señaló el mapa a Marseus con su dedo—. Sugiero que nos separemos en dos grupos, uno en dirección a este lago, y otro por el camino de esta enorme montaña.
El capitán examinó el mapa, considerando acertada la idea de su cartógrafo.
—De acuerdo, yo tomaré el camino del lago y tú el de la montaña. ¿Quiénes me acompañan?
Un silencio bastante incómodo le siguió como respuesta, y es que era muy obvio quién acompañaría a su capitán, y sinceramente, no querían sentir que sobraban tanto durante la búsqueda.
Elyon estuvo a punto de dar un paso hacia Lyn, pero Rygel lo agarró de la casaca para hacerlo retroceder, y con solo ver su mirada afilada, entendió que debía quedarse a su lado.
—Sin deseo de ofender, capitán... —se excusó Wayra.
—Sí, como sea. —Marseus rodó los ojos pero en el fondo, le emocionaba la idea de tener mayor privacidad en aquella travesía con Lyn—. Bien, nos encontraremos en el bosque con ambas llaves, pero eso no determinará quién obtenga el tesoro.
—Eso desde luego... —murmuró Rygel con una pequeña sonrisa, antes de bajar de la nave primero—. ¡Ven conmigo adelante, gatito!
Extrañado, Nashi observó la escena y se adelantó hacia el capitán.
—¿Seguro que no te molesta...?
—Para nada, ve con el resto —señaló Marseus con la cabeza al segundo grupo.
Nashi quiso pensarlo más, pero acabó accediendo, y Marseus comprendía también que de momento sería muy incómodo forzar la convivencia entre él y Lyn.
—Aquí tienes la copia del mapa. —Le entregó Rygel.
En nada, ambos grupos se separaron en direcciones opuestas, pero Lyn se mantenía en silencio, con una mano hundida en su bolsillo.
—¿Hay algo malo con esta isla? ¿Algo como otro monstruo gigante que intente destruir todo lo que haya a su paso?
Marseus rio.
—Nada de eso, pero me temo que este lugar no es como las otras islas deshabitadas alrededor del océano. Creo que está demasiado viva, de seguro puedes sentirlo...
Atento, Lyn decidió acercarse a una de las enormes rocas musgosas, y posó la palma de su mano muy suave, con la intención de concentrarse en hacer un vínculo.
Un instante después la retiró, conteniendo apenas su sorpresa y miraba a Marseus como si sólo él entendiera lo que acababa de sentir.
—Hay un cristal núcleo aquí —declaró—. Apenas lo vi, pero es muy hermoso, aunque muy pequeño aún...
El capitán asintió.
—Solo hay que darle tiempo para ver lo que podría terminar convirtiéndose esto...
Lyn aún no salía de su asombro. Por supuesto que sabía que era posible que con el nacimiento de más cristales núcleos, también surgieran nuevos reinos, pero conocer el que podría llegar a convertirse en el cuarto reino era demasiado... mágico. Jamás habría pensado que sería capaz de conocer algo así, si se atrevía a salir de su propio hogar en las Nubes.
—Cuando caigan seres como nosotros, entonces ellos tendrán la tarea de erigir el nuevo reino y darle un nombre. No es una tarea que nos corresponda.
Lyn no pudo estar más de acuerdo. No volverían a cometer los errores del pasado, que los llevaron a una guerra.
Como Marseus dijo al inicio, solo buscarían lo que les pertenecía.
Al adentrarse al bosque, volvió el silencio entre ambos, y una vez más, Lyn acariciaba el objeto en su bolsillo.
—Estaba pensando... que con el mapa que Ely encontró, no es necesario que siga llevándola. Sé lo especial que es para ti, así que te la devuelvo... —Se detuvo en el camino mientras sacaba la brújula y la dejaba en manos del capitán.
No sabía cómo darle la cara, ni tampoco qué expresión pondría él, por lo que se mantuvo cabizbajo.
—¿Sucede algo...? —Escuchó a Marseus preguntar lo que estaba más que seguro de que iba a decir.
En alerta, se precipitó a negarlo:
—¡Nada de lo que crees! Es solo que esto es muy importante para ti, y es tuyo. Siento que es... demasiado para que lo dejes en mis manos...
—¿Demasiado? —cuestionó el capitán, volviendo a dejar la brújula con Lyn—. Quizás yo la encontré solo para poder dártela a ti en algún momento, ¿no crees?
Lyn quiso protestar, pero al no encontrar las palabras quedó en silencio, y solo esperaba que Marseus no tomara mal su petición.
—Tal vez sí es demasiado, y por eso no podía encontrar manos más capaces que las tuyas para que lo cuides —continuó este, por lo que Lyn observó el objeto pensativo—. Si es una carga para ti...
—No es una carga —contestó de inmediato el pelirrojo—. Pero la brújula, el anillo, incluso este viaje... siempre me llenas de regalos que no puedo retribuir, y te mereces más...
—¿Y si solo te quiero a ti?
Lyn perdía las palabras cada vez que Marseus contestaba así, tan seguro de todo, porque él en cambio se hundía aún más en sus propias dudas, y su constante temor de no ser suficiente para todo lo que obtenía.
Con un largo suspiro, terminó guardando la brújula en su bolsillo.
—Mejor continuemos buscando el lago... —decidió, incapaz de seguir aquella discusión que tenía principalmente consigo mismo.
Marseus aceptó, pero al mismo tiempo tomó la mano del rey, apretándola con seguridad al caminar.
—Créeme, esto es todo lo que deseo. Incluso si no puede ser más que por un corto tiempo, nada me hace más feliz que tenerte conmigo. Y si te doy regalos, creo que es porque me gustaría que pienses en mí tanto como yo lo hago contigo...
—Eso ya lo hago... —prometió el rey con una pequeña sonrisa, aceptando su agarre y entrelazando sus dedos.
Siguieron el camino a través de la foresta espesa, donde los árboles eran tan altos como en Wölcenn, e incluso la neblina le resultaba familiar al rey, pero al mismo tiempo era consciente de que estaba en un lugar completamente distinto.
Siguiendo las indicaciones del mapa, No tardaron en divisar múltiples montañas en formas de pilares que se extendían hacia el cielo, con su propia vegetación, y en medio de estas, un pequeño y muy cristalino lago.
Ambos reyes se miraron y luego al paisaje, acercándose en pequeños y cautos pasos. No cabía duda de que lo que observaban no se comparaba a nada que hubieran conocido y apenas lo estaban descubriendo...
—Según el mapa, la llave estaría... al fondo —dijo Marseus mientras contemplaba la situación y todos los riesgos.
No parecían ser muchos, pues dio un paso hacia atrás y dejó su enorme abrigo en el suelo de piedras blancas, y no tardó en quitarse las botas y desabrochar su camisa.
Lyn perdió el habla y parecía que se había perdido algo importante.
—¡Espera! ¿Realmente vas a entrar al agua?
—Debo encontrar la llave...
—¡Podría ser peligroso! Y si es otro reino, debe tener algo que nos afecte a los extranjeros como nosotros... —exclamó alertado.
No obstante, Marseus sonreía como si adorara que se preocupara tanto por él, y terminó de quitarse la camisa para dejarla en sus manos.
—Quédate aquí y cuida de mí entonces —murmuró antes de darle un besito y soltarlo al instante para zambullirse en el agua.
Sinceramente, aquello no disminuía en lo más mínimo la ansiedad del rey.
Al principio quiso odiarlo, pero acabó sentándose a orillas del lago con la ropa del rey en sus brazos, mientras esperaba su regreso.
Con curiosidad, no tardó en llevar el abrigo a sí mismo para olerlo, y sentir de nuevo ese dulce aroma que tanto le encantaba de Marseus. Suspiró de ilusión, y poco a poco se transformó en tristeza.
No quería ceder al autosabotaje, pero era constante el pensamiento de que quizás en algún momento llegaría a olvidar esa fragancia y todos los regalos del capitán, y entonces se aferraba un poco más a ese abrigo, y bajaba la cabeza.
Era consciente de lo increíblemente arrogante que llegaba a ser, y por eso resultaba tan irónico que en el fondo se odiara tanto a sí mismo.
De verdad quería ser feliz. Había momentos en los que estaba seguro de que lo merecía, pero el miedo terminaba ganándole.
Volvía a suspirar largo, y entonces deseaba que la Reina Talith estuviera junto a él, porque había sido la única en conocer sus lados oscuros y aun así le tendió su mano, y quería que le ayudara a resolver todas sus dudas una vez más.
¿Qué haría si anhelara con toda su alma algo que fuera más grande que ella misma?
Se había prometido a sí mismo arriesgarlo todo y dar todo y más de lo que era capaz para sentir que realmente se merecía lo que obtuvo, pero sentía como si todo aquello fueran palabras vacías.
Cuando estuvo enamorado de Elyon, fue capaz de quedarse en silencio y disimulando por casi toda su vida porque el temor de perder su amistad era mayor que lo que sea que pudiera sentir. Pensó que si tuviera la oportunidad de sentir que su amor fuera correspondido, sería al fin la persona más feliz del mundo, y ya había experimentado esa sensación, pero el miedo de perder a la persona que amaba volvía a quemarlo por dentro.
De un momento a otro, todos los malos pensamientos desaparecieron en el momento en que Lyn escuchó a Marseus emerger del agua para tomar una enorme bocanada de aire, y acto seguido, mover su cabello hacia atrás con su mano.
—¿Estás bien?
Marseus nadó a la orilla y se alzó con la ayuda de Lyn, aunque ante el impulso, terminaron cayendo sobre el cuerpo del otro.
Entre sonrisas, teniendo al capitán encima suyo, Lyn usó su camisa para secarle con esta el cabello, y él se restregó hacia su tacto sin quitarle la mirada de encima.
Lyn deseaba guardarse esa imagen por el resto de la eternidad, pero el capitán no tardó en sonreír astuto, y poco le faltaba para comerse a besos al chico debajo suyo.
—¿Todavía tiemblas cuando te miro?
Lyn apenas pudo responder con una risa desentendida, tratando de ser una vez más el inflexible Rey de Wölcenn, incluso si fuera más terco que otra cosa.
—Jamás me has hecho temblar...
—Te he hecho temblar las piernas muchas veces... —insistió el capitán, sonriendo aún más cuando vio a su rey girar los ojos.
—Que yo recuerde, quien estaba temblando la última vez fuiste tú —murmuró Lyn en un intento de ganar esa especie de discusión, pero al contrario, Marseus se acercó mucho más a su oído, y más que temblar, sentía derretirse allí mismo.
—Es verdad, y no me molestaría que volvieras a hacerlo, Rojito —dijo tocando la punta de su nariz con su dedo de manera juguetona.
Debía ser obvio que en efecto, se había ruborizado, y poco podía hacer para alejarlo en el momento en que empezaba a besar su mejilla y bajaba a su cuello...
Tomó su rostro entre sus manos para darle un muy largo beso en el que Marseus se perdió totalmente y le cedió el control, hambriento de todo lo que su rey le otorgaba, hasta el momento en que Lyn se separó, y se vio tan necesitado de él.
—¿Encontraste la llave?
—¿En serio quieres cambiar de tema ahora? —reclamó el capitán tratando de volver a ganar proximidad contra la piel del rey para volver a besarla—. Deberíamos bañarnos juntos, ¿no crees?
Lyn sentía su rostro arder, y aunque le parecía que su propia ropa le estorbaba en aquel momento, quería aferrarse a su casi nula fuerza de voluntad para alejarse a un lado.
—No deberíamos dejar esperando al resto...
Con un largo suspiro, Marseus se separó, sentándose a su lado mientras tomaba de regreso su camisa para colocársela sin abrocharla aún.
—Ajá, finge que te importan... —dijo haciendo un mohín como un niño regañado.
—Lo siento, sería bastante incómodo hacerlo aquí, al menos para mí —explicó Lyn al notar las marcas que dejaban en sus manos las rocas al apoyarse contra ellas.
Marseus contuvo el deseo de reír al darse cuenta de que en general, Lyn era renuente a la idea de hacer algo así en espacios abiertos, incluso si fueran solo los dos. A cambio, se habían prometido que a puertas cerradas no existiría la vergüenza entre ellos.
Extendió a él una botella de vidrio con tapón, y dentro se encontraba un papel enrollado junto al objeto que buscaban.
—¿Es esto? —inquirió Lyn con asombro.
—Te dejo hacer los honores...
El rey asintió, abriendo la botella y sacando ambos objetos. Sin dudar, la llave se la entregó a Marseus, pero la nota tenía su total atención.
Al desenrollarla, Lyn se encontró con un escrito que había perdurado muy bien a pesar del tiempo, y mientras seguía leyéndolo, sentía sus hombros caer al conocer la respuesta:
«En la noche oscura, en silencio se oculta,
Un temor profundo, una sombra que insulta.
Es un monstruo imaginario, pero sientes su acecho,
En tu mente se arraiga, causando un gran despecho.
Sus garras son tus pensamientos más oscuros,
Sus fauces se alimentan de tus miedos más puros.
¿Quién es este ser que acecha sin cesar?
Enfrenta tus temores y lo podrás desenmascarar.
Es tu propia creación, tu mente es su cuna,
El miedo se alimenta, destruye, importuna.
Confróntalo y no lo dejes crecer,
Solo así podrá la paz renacer.
¿Cuál es la respuesta a este enigma?
El miedo interior, la mente es su estigma.»
—Es una especie de acertijo —concluyó Lyn tras un largo suspiro, considerando aquel escrito como una especie de ataque muy personal—. Aunque la respuesta es muy clara...
—Es porque en realidad, debes responder el acertijo de acuerdo a ti mismo.
—Tu reina debía tener mucho sentido del humor... —masculló Lyn bajito, esperando no ofender el recuerdo que tenía Marseus de ella.
Al contrario, este dejó escapar una pequeña risa al tiempo en que asentía.
—Honestamente, responder este tipo de cosas en frente de toda la tripulación podía ser demasiado personal —recordó su propio acertijo al encontrar la brújula—. Menos mal somos tú y yo ahora —sonrió.
—¿Responderás tú primero?
—Yo ya tengo mi tesoro. Quisiera comérmelo en este momento, pero él no se deja...
Lyn rodó los ojos una vez más, pretendiendo ignorarlo, y volvió a concentrarse en el enigma.
Ciertamente, podía volver muy incómodo el ambiente responder algo así, pero tampoco podía encontrar un mejor momento para liberar aquello que lo apesadumbraba.
—Si hablamos de miedos internos... el mío es que en cualquier momento abras los ojos y te des cuenta de que te mereces algo mejor que yo y decidas abandonar sin que yo pueda hacer nada más que dejarte ir porque sé que es la verdad. Sé que es egoísta, pero yo... no podría olvidarte jamás, y no sabría qué hacer después de todo lo que ya viví contigo. Intento que te des cuenta de que incluso si no nos tenemos todo el tiempo, te llevo ya conmigo muy profundo en mi alma y para siempre, y aun así... sigo sin ser suficiente...
A Marseus le sorprendía cuando Lyn le hacía perder todas las palabras, y más que nada, cuando no tenía idea exacta de cómo sentirse.
Aquello había sonado como a una confesión, ¿pero por qué sentía que se clavaba muy dentro suyo y lo hería?
¿Cómo podía decir que su amor no era suficiente luego de todo lo que le había hecho sentir en su camarote? ¿Cómo podía siquiera pensar en que habría un final para ambos cuando ya lo habían superado todo?
—¿De alguna forma... te he hecho sentir que tu amor es insuficiente? —pronunció temoroso de que fuera su culpa, pero dispuesto a corregirlo antes de que fuera tarde.
No obstante, Lyn negó con la cabeza.
—No es eso. Es solo que... te mereces más que yo, sobre todo teniendo en cuenta lo que te hice. No lo volvería hacer jamás, pero aun...
Calló en el instante en que tenía los labios del capitán fuertemente presionados contra los suyos, y pronto olvidó lo que estaba por decir. Apenas alcanzó a cerrar los ojos y perderse en el dolor del pequeño mordisco que recibió en su labio inferior, antes de sentirlo separarse y añorarlo más.
—Cállate un poco, ¿sí? —suspiró él contra su boca, a punto de volver a besarlo—. Mejor bésame cada vez que estés pensando una tontería así, y te prometo que mi respuesta a ti será siempre la misma.
Aunque quiso aferrarse a esa promesa, el miedo en Lyn persistía.
—Pero incluso si encuentras a alguien mejor que yo...
—¡Lyn, tampoco soy perfecto! Y no cambiaría jamás todo lo que pasó entre nosotros porque fue así como llegué a amarte —admitió con el miedo y dolor que le producía todo lo que Lyn pronunciaba, pero se perdió un poco en el pasado para hallar algo de calma, para recordar que en verdad, ya habían superado los obstáculos más grandes, y aquel que tenían en ese momento, solo sería uno más—. Al principio no me molestaba, pero cuando te veía suspirar en secreto por alguien más, no podía dejar de desear en mis adentros que pudiera ser yo el que te diera un amor correspondido, y que si lo conseguía, no desaprovecharía esa oportunidad. Te juro que nunca fui más feliz que cuando bailamos esa vez en Isla Balnic y me dijiste que te enamoraste, incluso si no querías más de mí, y solo podía pensar en lo mucho que me moría de ganas de besarte. Y siempre quiero besarte, siempre estoy pensando en lo hermoso y terco que eres, en todo lo que te haría, y todo lo que anhelo que me hagas tú —dijo con ojos brillantes, adorando lo tímido que se veía su rey en aquel momento—. Te amo a ti, así que no me digas que si llega a haber alguien más, me dejarías ir como si nada, porque si fuera al revés, te prometo que de nuevo, no vas a deshacerte tan fácil de mí.
Conteniendo el deseo de sonreír, Lyn se acercó a acariciar su mejilla y apreciar mejor esos ojos aguamarina que muy en el fondo admitía que lo hacían temblar un poquito.
—Tenemos que encontrar al resto y terminar esta búsqueda...
—¿Qué? ¿Así de repente? —inquirió Marseus confundido por el cambio repentino de tema.
—Sí. Entre más pronto terminemos, podremos estar a solas de nuevo. Me debes aún esas tres veces, lo sabes, ¿no?
De inmediato, fue imposible para Marseus no sonreír, y jurarse a sí mismo que en verdad lo adoraba y haría lo que fuera por él.
—Como su Majestad ordene...
—Por cierto —dijo Lyn mientras volvía a leer el acertijo—. Incluso si no quieres la llave, es tu turno de responder...
Le pareció algo extraño ver a Marseus sintiéndose un poco tímido, y como si buscara la excusa perfecta para evadir la pregunta.
—No es nada profundo...
—Da igual —insistió el rey—. No es justo si yo ya respondí cuál es mi temor...
El capitán resopló. Si lo miraba por el lado bueno, al menos conseguiría que Lyn se riera y lo molestara por un largo rato.
—Cuando estaba en la tripulación de la Reina Bonnie, a veces los guardianes contaban sobre una sirena que en lugar de cantar, lloraba y buscaba llevarse especialmente a los músicos de cada tripulación. Sé que lo decían para intimidarme, pero no pude tocar cerca de la cubierta cuando anochecía por mucho tiempo porque temía lo que fuera a suceder y... ya sé que siempre digo que las sirenas no existen. Prefiero creer que no para sentirme tranquilo —suspiró, viendo cómo la sonrisa divertida del rey se asomaba en su rostro, y se cubría con su mano apenitas para que no se notara que estaba a punto de reír—. No le vayas a decir al resto...
—Claro que no, estás a salvo conmigo...
***
A diferencia del primer grupo, el segundo podía decir que su aventura era algo... extraña.
Apenas escalando la montaña encontraron una salamandra de un metro cruzarse en su camino, y parecía tener cara de pocos amigos —a menos que todas las salamandras gigantes tuvieran la misma cara—, por lo que se mantuvieron alejados hasta que el anfibio siguió su camino.
Bien, podían entender por qué Marseus había dicho que no se quedarían tanto tiempo en la isla, y que mucho menos la colonizarían. Era evidente que el lugar ya tenía sus propios habitantes —incluso si fueran solo animales—, y se veían recelosos de los extranjeros y sus intenciones.
Había algo más que extrañaba a la tripulación de la Primera Flota, y era que su guía se encontraba especialmente cerca del forastero que podían jurar que detestaba, que repudiaba ver y cada tanto le deseaba una muerte dolorosa.
Ni siquiera parecía amedrentarlo. Al contrario, le sonreía mucho, y hubo un momento en el que le tomó de la mano, queriendo verlo con confianza a pesar de lo tímido que se veía. En realidad, parecía que los papeles se invirtieron por completo, y Rygel era más como un depredador a la espera de que el gatito cayera como su presa.
En ese momento, Rygel detectó las miradas curiosas de sus compañeros, y regresó hacia ellos de manera fría y amenazante. Había prometido que le daría igual lo que dijeran o pensaran, y que haría lo que se le diera la gana sin dar explicaciones a nadie, y del mismo modo, trataba de animar a Elyon a que no temiera en dar afecto en público.
Muy en el fondo era algo que le emocionaba. Nunca se había considerado de dar o recibir muestras de afecto, pero Elyon al contrario, no dudaba en ser de lo más cariñoso cuando estaban a solas, y en aquel momento no ansiaba otra cosa más que fuera así sin miedo alguno, y poder demostrarle al resto que era todo suyo.
—¿Por qué siento que me perdí de algo? —inquirió Nashi un poquito bajo a sus compañeros.
Siendo el ejemplo opuesto de la discreción, Wayra soltó una corta pero sonora risa.
—Tal vez si dejaras de estar tan al pendiente de Marseus te habrías dado cuenta de las cosas que son obvias...
—¿Eh?
Wayra rodó los ojos, pero al mismo tiempo no podía evitar sonreír.
«Prometí ser paciente contigo, pero no me siento tan a salvo cuando nuestros "aliados" podrían ser competencia en cualquier momento...», bromeó en sus adentros.
Quizás no era tan obvio. Ni siquiera Hanaq lo sabía —o pretendía no saberlo—, pero no importaba, porque incluso si su compañero de tripulación solo pensaba en él como eso, le parecía bien mientras tuviera su compañía. Pero admitía que a veces era un poquito desesperante que Nashi no lo notara a él.
—¿Alguien más se ha percatado de los monos gigantes ocultos en esos árboles que no nos miran con intenciones amistosas? —decidió preguntar algo que le parecía mucho más importante tras observar con su catalejo, y se lo pasó a Rygel para que mirara también.
El rubio lanzó un suspiro, pero poco pensaba en rendirse.
—Me niego a que la segunda guerra entre reinos sea contra animales que apenas superan el metro de altura, pero dudo que acepten un vínculo para entender que no pretendemos lastimarlos...
—Tal vez y solo necesitan que uno de nosotros parezca de su lado... —propuso Wayra, mirando con especial atención a Elyon, y moría de risa al ver cómo poco a poco las mejillas de este adquirían mayor rubor.
—Creo que ya entendí... —suspiró. Incluso si no le gustaba demasiado su don, quería que Rygel fuera capaz de encontrar lo que tanto ansiaba, así que no había mucho que pensar.
Dio un par de pasos más adelante mientras se quitaba su capa, y poco a poco tomó el aspecto que le otorgaba su don.
No obstante, debía verse como el tigre de bengala blanco de casi dos metros de altura más tímido de la historia.
—¿Qué hizo Rygel contigo? —preguntó Wayra en tono burlón, fingiendo ignorar la mirada asesina que le lanzó el cartógrafo.
La solución parecía hacer efecto, pues mientras Elyon guiaba el camino, los animales ocultos alrededor de la montaña empezaban a bajar más la guardia, sintiéndose en confianza con él. Era más fácil entender lo que entre ellos expresaban sin necesidad de un vínculo, y podía percibir que estaban determinados a proteger su hogar.
Siguió su camino, mucho más tímido que antes con Rygel porque temía que en cambio al tener aquella forma, ya no le gustara tanto que estuvieran juntos.
Al contrario, el rubio se acercó más.
—¿Te importaría hacer un vínculo?
«Siempre...»
Elyon acercó su cabeza a su mano, como si pidiera que lo acariciara, y al ceder y perderse en su espeso y suave pelaje, el vínculo no tardó en ser concedido.
—Eres muy esponjoso. ¿Lo sabías, gatito? —bromeó Rygel mientras miraba esos ojos azules, y sabía que inequívocamente era el guardián de las nubes por el que ya había caído.
—«¿Todavía quieres que te cargue?» —Escuchó la voz de Elyon en su mente gracias al vínculo, y sorprendido en un instante, miró por inercia a sus compañeros—. «No tienes que aceptar si no quieres...»
—Tonterías, sí quiero.
El problema parecía que Elyon era mucho más alto de lo que de por sí ya era, por lo que no dudó en acuclillarse para permitir que el rubio pudiera subirse en su lomo.
—«¿Estás bien?» —dijo Elyon en cuanto volvió a seguir el camino.
—Tampoco es la primera vez que te monto... —bromeó el cartógrafo, deseando ver qué cara habría puesto.
Por otro lado, estaba encantado de mostrarle al resto lo exclusivo que era para Elyon, y viceversa.
—No puedo dejar de pensar... en lo mucho que te agradezco por no haberte rendido conmigo —murmuró mientras caminaban, y Elyon quiso voltear a verlo.
—«Perdón por ignorarte...»
—Sé que no lo hiciste a propósito —afirmó Rygel todavía pensando en la relación que tenían—. Y por mi parte, no sabía qué hacer. Aún no lo sé, es que no quiero ser como nuestros reyes...
Había establecido desde el inicio que no cometería los errores de Marseus. Todavía aborrecía a Lyn de Wölcenn, y creía que en cualquier momento, su capitán volvería a lamentar su elección, pero podía apostar hasta el Equinox y su tesoro en que Elyon era totalmente distinto. Quizás, ya estaba demasiado enamorado.
Por su lado, Elyon pensó en lo que dijo, y deseó poder sonreír.
Cada vez que miraba a su mejor amigo junto al Rey de Wækas, podía asegurar de que en ambos había mucha pasión. Demasiada. Tanta, que si no podían manejarla, acabaría quemando.
No ponía en duda que tanto Lyn como Marseus fueran capaces de manejarlo con la misma habilidad que tenían para manejar sus respectivos reinos. Ambos estaban hechos para los retos grandes, pero él prefería algo más tranquilo, con ciertos retos, pero lo suficientemente cálido, sin necesidad de llegar a arder.
—«No tenemos que ser ellos» —aclaró—. «Sigamos siendo tú y yo; me gusta mucho eso, en verdad»
Rygel sabía lo cursi que eso sonaba, y se habría reído de algo así, pero Elyon tenía razón. Le gustaba mucho lo que tenían.
—No digas cosas así cuando no puedo besarte, gatito tonto...
Se permitió revisar el mapa que tenía, y le dio sus indicaciones al felino, consciente de lo cerca que estaban de encontrar la segunda llave.
Dentro de la montaña, encontraron una oscura y fría cueva, tal como lo indicaba el mapa, y sin dudar, el grupo se adentró en ella.
La visión de Elyon se agudizaba en la oscuridad, y no tardó en encontrar un pequeño baúl que tocó con su cabeza.
Si lo pensaba bien, era una búsqueda pirata un poco cliché, pero al menos la aventura había sido tranquila dentro de lo que cabía.
—«¿No necesitas de por sí una llave?» —preguntó a Rygel, pero este se acercó mientras se quitaba el guante de su mano.
—Nah, eso se arregla muy fácil...
Tocó durante un corto instante la caja, hasta que su seguro explotó y la tuvo abierta.
Encontró dos objetos que consideró sumamente necesarios: la llave que buscaba, y una botella de ron conservada.
Desde luego también halló una hoja de pergamino enrrollada con su propio acertijo:
«En el camino de la vida, bifurcaciones aparecerán,
Decisiones cruciales, destinos se definirán.
Unas llevan al éxito, otras a la derrota,
En cada encrucijada, el futuro se remota.
Cada elección es una puerta que se abre,
Con consecuencias, caminos que se entrelacen.
Escoge sabiamente, elige con corazón,
Pues cada paso dará forma a tu evolución.
En retrospectiva, todo se entenderá,
Pero en el presente, debes discernir con verdad.
Antes de cruzar, piensa y medita bien,
Para que tu porvenir sea un feliz vaivén.
¿Cuál es la respuesta a este enigma?
Las elecciones del futuro forjan tu destino»
—Debe ser una broma... —pensó en voz alta, aceptando que el acertijo sonaba coincidentemente muy personal.
«¿Acaso la Reina Bonnie podía ver también el futuro?»
—Bien, ¿quién desea la botella? Porque la llave me la quedo yo —decidió.
—Con gusto tus fieles compañeros la aceptan como pago —dijo Wayra tomando la botella para abrirla—. Pero sabes que tienes algo que responder para que la llave sea tuya...
—Sí, como sea... —masculló mientras pensaba en las palabras indicadas para responder su acertijo—. Elyon aceptó ser mi compañero en el futuro, y llevamos viéndonos algún tiempo. Me gusta mucho. Demasiado, y no le pienso dejar escapar, y si soy honesto, me alegra por fin que no sea más un absurdo secreto. No les estoy pidiendo su permiso y desde luego que me da lo mismo lo que piensen de mí. Por supuesto que nada de esto borra lo que sucedió antes pero por mi parte ya resolví lo que quería. Solo eso, el gatito es mío y yo soy suyo.
Elyon agradecía usar su don en aquel momento porque era la mejor manera de disimular lo avergonzado que estaba, y que no sabía qué decir.
La única desventaja es que moría de ganas de besarlo, pero tampoco se habría atrevido a hacerlo con tanto público.
Se podía decir que, en efecto, todavía eran muy distintos de Lyn y Marseus.
Los hermanos Hanaq y Wayra sonrieron ante la declaración de su compañero, y el último volteó hacia Nashi.
—¿Esa es la explicación que querías?
Ciertamente, podía ser un poco confuso, pero tal como Rygel declaró tan firme, no era algo en lo que aceptaba la opinión de nadie más.
Soltó un suspiro cansino y movió la cabeza en dirección a la salida de la cueva.
—Bueno, bien por ti. ¿Podemos seguir buscando el tesoro?
Cuando menos, era el tipo de respuesta que Rygel apreciaba.
—Debemos seguir el camino de la montaña hacia el este, y si Marseus no está perdiendo el tiempo haciendo alguna cochinada, entonces nos reuniremos a tiempo para encontrar al fin el astrolabio —explicó este mientras revisaba su mapa.
Al salir de la cueva, Elyon contempló el paisaje en el que las alargadas montañas de más de doscientos metros eran cubiertas de neblina.
«Se parece tanto a Wölcenn...», pensó, antes de agacharse para permitir que Rygel volviera a subir a su lomo.
Esta vez el camino fue mucho más silencioso. Cada tanto, el rubio volvía a releer el acertijo de su anterior reina, y pensaba en la elección que había escogido. No con dudas ni temores, sino con ansias de poder vivirlo.
De llegar a Wækas y recibir a Elyon y quedarse con él todo el tiempo que deseaba sin sentir que escondía algo. De que de la misma forma, Elyon no temiera en besarlo cuando deseaba.
Guardó el pergamino y se mantuvo al tanto con el mapa para darle las indicaciones a Elyon hasta bajar la montaña y volver al frondoso bosque en dónde se sentían más observados que nunca.
Dos llaves y un artefacto dentro de aquella gran isla que auguraba tanta magia como cualquiera de los tres reinos. Era más grande que cualquiera de las búsquedas de otros artefactos, y aunque tal vez la recompensa no lo requería, parecía que el verdadero propósito y tesoro era la oportunidad de conocer aquella tierra antes de saber en todo lo que se podría convertir.
La sombra de los gigantescos árboles les otorgaba frescura y calma, y aunque los animales susurraban ante su presencia, parecían más tranquilos ante la presencia del guardián que los guiaba.
En medio de la foresta, antes de llegar al lugar del tesoro prometido, encontraron con expresión de impaciencia y brazos cruzados a los reyes aliados.
—¿Me va a decir que en serio no se les ocurrió hacer nada para pasar el tiempo? —inquirió Ch'aska como si hubiera leído el pensamiento de todos sus compañeros y tuviera las agallas de dirigirse así a ambos.
Marseus y Lyn se miraron por un pequeño instante con complicidad.
—La misión es lo primero —respondió el capitán.
—Creo que esto te debe importar más a ti —dijo Lyn extendiendo la llave hacia Elyon, pero al ver que estaba usando su don, decidió entregársela a Rygel.
La situación fue sencilla de entender, y le alegraba ver que en contra de lo que Elyon pensaba al inicio del viaje, no había sido un error hablar acerca de lo que sentía.
Por supuesto, Rygel era mucho más orgulloso como para siquiera pensar en agradecer el objeto, y miraba receloso al Rey de Wölcenn por lo que podría quitarle en un futuro.
En eso se podría decir que ni Rygel ni Marseus tenían remedio.
El cartógrafo bajó de un salto del lomo del tigre.
—¿Ely, me acompañas a encontrar nuestro primer tesoro juntos? —propuso mientras lo cubría con su capa, sabiendo que Elyon no negaría aquella propuesta, y recuperó su forma humana.
En menos de un parpadeo, el rubio tomó de su mano con fuerza mientras se encaminaban hacia las orillas de una baja montaña en cuya cima había un hoyo creado por la misma naturaleza, como si se tratara de una puerta que mostraba el cielo.
Sin el don de Elyon, tardaron un poco más de lo usual, pero podían aprovechar ese tiempo que era solo de los dos, aún con sus manos tomadas y sus dedos entrelazados. Cuando Rygel volteaba a verlo, notaba cómo enseguida este se ruborizaba, y sonreía.
«Acostúmbrate, porque estaremos así un muy largo tiempo, Elyon de Wölcenn...»
Antes de llegar a la cima, presintieron la energía propia de un cristal núcleo, y por los rayos del sol reflejándose en el el hoyo en medio de la montaña, pudieron apreciar a simple vista una gran esmeralda.
No obstante, lo que buscaban no se encontraba en dicha dirección. Sin perder el rumbo de sus deseos, Rygel siguió las indicaciones del mapa, hasta toparse con un muro de montaña cubierto de plantas y musgo.
—Bien, debe ser aquí... —murmuró a la expectativa, pasando sus dedos con delicadeza sobre la montaña para retirar la tierra, hasta toparse con un pequeño espacio que parecía abierto a propósito.
Retiró lo que parecía ser otra pequeña caja, esta vez de piedra con figuras de piedra talladas, propias de su reino. Entre algas y conchas, encontró el cerrojo que necesitaba dos las dos llaves.
—¿Realmente eran necesarias las llaves si podrías abrirlo con tu don? —preguntó Elyon extrañado, a lo que Rygel rio porque también lo había pensado.
—Los artefactos de la Reina Bonnie son delicados, por lo que no me habría arriesgado de no ser necesario... —aclaró mientras abría la caja de piedra y sus ojos grises se abrieron con emoción al ver al fin el dorado artefacto que ansiaba.
Por supuesto, a su lado también se encontraba un último pergamino que abrió con nostalgia, como si se tratara de una despedida al recuerdo de una persona que siempre recordaría con cariño y respeto.
«Con pasión y determinación,
Continúa explorando este mundo, en busca de lo especial.
Quedan muchas oportunidades, tesoros que desvelar,
Y en cada encuentro, una historia por contar».
***
MIL DISCULPAS POR TODA LA DEMORA SRSLY 😭😭😭😭😭😭😭😭
Les juro que cuando terminé el anterior capítulo durante dos semanas enteras no tenía ni idea de qué escribir, pero afortunadamente recolecté las suficientes ideas para darle el final bonito a este especial de extras que quería.
También, disculpen que no haya editado nada y esté algo desastroso. Quería apurarme antes de que se pasara el mes, y bueno...
EN FIN, recuerdo mucho que cuando publiqué el primer extra de Ely y Rygel, fueron muchos los comentarios de que quería saber más acerca de ellos, y yo tenía esta idea, junto con el deseo de escribir más de Lyn y Marseus (que siempre los voy a amar), hasta que al fin se me dio la oportunidad de escribir esta pequeña aventura con sus dosis de drama y momentos románticos.
Esto fue tanto para mí como para ustedes, porque son la razón por la que amo escribir esta historia, releerla y pensar en ella y recordarla con cariño.
Por cierto, muchas veces he pensado en un "cuarto Reino", que sería este, conocido como el Reino de la montaña. Está fuertemente inspirado en Zhangjiajie, China, y les puedo enseñar un poco de sus paisajes:
Una vez más, escribí sobre este lugar gracias a que lo escogieron a través de otra encuesta de instagram que hice, agradezco mucho que me dieran la oportunidad de mostrárselos y dejar la idea de que en un largo futuro será un reino muy hermoso como los otros tres.
Y... bueno, para el final, siento necesario compartir algunos memes que resumen bien este especial...
Y POR SUPUESTO durante toda la escritura del extra no podía dejar de pensar en estos dos...
Y... yo sé que como escritora mi labor termina en el momento en el que pongo el punto final y el resto queda a especulación de ustedes, pero me gusta mucho pensar que en un largo futuro, luego de que Waekas y Wölcenn tuvieron nuevos monarcas, Lyn y Marseus decidieron pasar juntos un largo tiempo antes de elegir cristalizarse. Creo que lo que más anhelan es poder estar juntos sin que les separen sus obligaciones.
Por otro lado, estoy segura de que en algún momento Ely deja la guardia y se queda como compañero de Rygel, tal como se prometieron.
ME PONE MUY TRISTE Y FELIZ PENSAR EN ESTAS COSAS JAJAJA 😭😭😭 es que son mis niños, realmente les quiero como una madre y muchas veces pienso en cómo les habrá de ir. Desde luego que bien.
¡Espero que a ustedes también!
Siempre les recuerda con mucho cariño, Leezie 💖
PD. En octubre es mi cumpleaños. Si desean, pueden darme ideas de extras (personajes, situaciones, puede ser incluso un AU moderno o lo que deseen) y tal vez les sorprenda ese día con algún regalito 💖💖💖😚
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