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Dieciséis

Sin tener muy claro el por qué, Elyon y Lyn siguieron a varios de los guardianes de Wækas, que se dirigían hacia el puerto de la isla con prisa, a pesar de la oscuridad de la noche.

Lyn no quería parecer muy obvio, pero buscaba saber dónde estaba el capitán, y si vendría con ellos. Aceptó la alianza, seguro de que debía tener un plan pensado, y lo escucharía.

De pronto, sintió a alguien acercándose por detrás, hasta que lo sorprendió adelantándose a él, y sonriéndole.

—Recibí tu regalo...

Caminaba en reversa para no dejar de verlo, y a Lyn le tomó algo de tiempo saber a qué se refería, hasta recordar las flores.

—Oh, eso... —murmuró—. No es solo mío, tómelo de parte de todo el reino de Wölcenn. Espero que lo encuentre útil.

Por supuesto que lo encontraba de utilidad, y aunque no había contado en sus planes al principio, agradecía bastante tenerlas.

—Te prometo que lo haré.

—Capitán, creo que debemos hablar. —Lyn se animó a decir, deteniéndose. Quería sonar lo más serio posible, aunque quizás su tono dejaba entrever insistencia.

—¿Ah, sí? —Marseus le sostuvo la mirada, notando que poco a poco Lyn volteaba la cabeza para evitarlo.

«Todavía tiemblas...», pensó, encontrándolo gracioso.

—Debemos discutir su plan, y tal vez yo pueda aportar ideas... —murmuró el pelirrojo con mayor firmeza. No era un gran estratega si se comparaba con algunos de sus compañeros de la Primera Guardia, pero sus ideas siempre destacaban.

—Estoy de acuerdo, pero tendrás que esperarme un poco más —respondió Marseus, aún viéndolo con atención. En realidad, Lyn no se habría sentido nervioso, si no tuviese la sensación de que era observado como una presa a la cual su depredador estudiaba hasta el más mínimo de sus movimientos. Además, su voz tenía la particularidad de hacer sonar lo más simple, como una invitación a algo totalmente diferente.

—¿Puedo saber a dónde vamos?

El capitán se contuvo de reír porque debía ser normal estar nervioso o apurado en la situación de su aliado.

—Quisiera presentarte un lugar primero, si no te importa —pidió, acercándose más con un solo paso—. Tranquilo, no voy a comerte a menos que me digas «por favor»...

Para su sorpresa, Lyn enarcó una ceja al escucharlo, al tiempo en que esbozaba una sonrisa muy pequeñita, sintiendo mayor confianza.

—Está bien — aceptó, siendo él quien no le quitaba la mirada de encima.

Ser la presa en realidad le gustaba, y no se le daba mal. Pero también podía ser muy buen depredador, y podría demostrárselo.

Al llegar al muelle del puerto, tuvo que alzar la mirada para apreciar mejor el enorme galeón anclado, y en la cubierta, Elyon y la mayoría de los guardianes los esperaban.

—Sea bienvenido a bordo del Tritón, su Majestad. —Marseus señaló la embarcación con cierto destello de orgullo, y no era para menos. Aunque Lyn jamás en su vida había visto en realidad un barco, estaba seguro de que cada aspecto del Tritón lo hacía único e imponente. De eslora* debía tener cerca de cincuenta metros, y el mástil* más de veinte.

—¿Es suyo? —inquirió, tratando de ocultar el asombro.

—Puedes venir cuando quieras —sonrió el capitán.

Subiendo la escalera mayor para llegar a la cubierta, Lyn observó los detalles en la madera, las velas ya amarradas, y la rueda de timón en la proa, dirigiéndose a esta con curiosidad. Quería tocarlo, pero no se atrevía a hacerlo.

—¿Por qué no avisaron que vendrían al Tritón? —reclamó Leo, subiendo a prisa hasta adentrarse en la embarcación—. Gracias por la invitación, capitán. En el Corvus se nos ha terminado toda nuestra reserva —sonrió, perdiéndose en las escaleras que daban hacia la andana alta.

—¡Leo, espera! No vayas a empezar a beber sin mí. —Ch'aska le siguió, y Marseus al verlos, frunció el ceño.

—Para eso sí se aparecen...

—Sabes bien que lo mejor de venir al Tritón, es que el ron nunca hace falta —rio Rygel, antes de bajar también.

—Tal vez es porque soy el que menos toma de ustedes —farfulló el capitán en tono de ofensa, y volteó hacia Lyn—. ¿Has probado ron alguna vez?

El pelirrojo negó con la cabeza, confundido.

—¿Es una bebida?

—Una bebida fermentada —aclaró, para que se hiciera una idea de lo que estaba por probar.

Al instante, los ojos de Lyn se abrieron más, entendiéndolo.

—Debe ser como el champagne —pensó en voz alta. Estaba muy acostumbrado a las fiestas que él mismo organizaba en el palacio de Wölcenn.

—¿Puedes describirlo? —preguntó el capitán, guiándolo hacia la zona del bar, donde la mayoría de la tripulación estaba sentada frente a sus mesas, conversando y sirviéndose vasos muy llenos. Parecía que aprovechaban muy bien que tenían visitas, porque así Marseus no se enojaría con ellos por beberse toda su reserva.

—Es muy dulce y espumoso; lo fermentamos de la uva —explicó el rey con orgullo, sin notar que el capitán lo miraba como si ya sintiera lástima por él.

—No creo que se parezca mucho...

Al tener el vaso lleno al tope en frente, lo miró dándose cuenta de que en apariencia no lucía como el champagne; incluso, su aroma era muy fuerte. Antes de que se lo llevara a los labios, fue interrumpido:

—Majestad, ¿desea jugar? —Escuchó la voz de Rygel, entre el resto de los guardianes, invitándolo a acercarse.

Lyn miró primero a Marseus, confundido, y este apuntó con la cabeza en dirección a sus compañeros, indicándole que no había nada que temer. Tal vez, sería muy divertido.

—¿De qué se trata?

—Solo tiene que decir algo nunca haya hecho, y si alguien de aquí sí lo hizo, tendrá que beber —explicó el rubio—. Puede empezar...

La idea le sonaba bastante infantil a Lyn, que en realidad, solo quería probar de una vez la bebida, pero decidió seguir el juego.

—Yo nunca he bebido ron...

Al instante, todos los piratas dentro del juego bufaron, antes de empezar a beber como si fueran obligados. Marseus rio al verlos.

—Al menos entendió la idea —respondió Rygel, después de saborear su trago—. Leo, es tu turno. —Dio un golpecito en el hombro del menor de la tripulación.

Lyn estuvo a punto de dar la primera probada, sin mayor interés en seguir jugando, pero se detuvo a escuchar al chico, que pensaba aún en su enunciado:

—Yo nunca... he tenido una fisura.

Sus compañeros le miraron con sorna.

«¿En serio eso fue todo lo que se te ocurrió? Nadie aquí jamás ha tenido una fisura...», gesticuló Hanaq, a punto de tomar su turno.

Sin embargo, con la mirada muy baja, y como si fingiera no haber escuchado lo que Leo dijo, Lyn se adelantó a tomar el primer trago en silencio.

Nadie lo había notado, con excepción del capitán que lo miraba reaccionar al sabor.

La mueca que Lyn hizo fue inmediata, apenas el líquido tocó sus labios, y el camino que recorrió desde su boca hasta su estómago lo sintió arder por completo. ¿Siquiera era realmente bebible algo así?

El efecto de pesadez en sus piernas fue instantáneo, pero saber que Marseus lo miraba en todo momento, quizás era lo que en realidad calentaba sus mejillas.

—¿Estás bien? —inquirió el capitán entre risas.

Lyn se forzó a asentir, antes de volver a probar. Tal vez, a la segunda, sabría mejor.

—Trata de no ir tan rápido... —le aconsejó su aliado, mirando en dirección a las bodegas; sabía que aún debía hablar con Nashi—. Diviértete un poco sin mí.

Apenas se acercó al lado de la barra, su mejor amigo y primer oficial le detuvo.

—¿Vas a contarme ahora?

—Todavía no he empezado el inventario... —se quejó, pero la mirada insistente de Nashi le hizo pensar que lo mejor era decírselo en ese momento. Además, por como iba la cosa, debía aprovechar mientras todos estuvieran sobrios—. ¡Rygel, ven acá! —llamó al guardián rubio, quien enseguida pidió retirarse del juego de bebida, y se acercó a su capitán—. ¿Cuáles son las novedades de Gewër?

—¿Ah? —El guardián se sorprendió ante la pregunta, pero se encogió de hombros—. Realmente no hay nada nuevo. Quiero decir, toda Gewër piensa que el Rey Ahree es un inepto, pero no creo que las cosas cambien, ni siquiera con la sequía. Eso, a menos que nuestro contacto decida dejar de esconderse... pero es bastante tímida, ¿qué se le va a hacer? —explicó.

Marseus enarcó una ceja, incrédulo. Por mucho menos que la ineptitud de Ahree, el pueblo de Wækas ya lo habría destituido a él, y ni hablar de su candidato a rey predilecto. ¿Tan bajos eran sus estándares respecto a los gobernantes?

—Tendrán que tomar una decisión más temprano que tarde —murmuró, casi en tono de orden. Ya lo había decidido todo, y había tirado sus primeras cartas, como para pensar en echarse atrás. Se tomó un momento, y aprovechó los vasos que yacían sobre la barra, acercándolos a sí mismo—. Bien, en este momento la isla está navegando en dirección al noroeste, hasta llegar a Isla Balnic, y tomarla. Una vez allí, declararé la guerra a Gewër, y solo necesitaremos nuestra flota para tomar la Región Boreal.

—¿Y qué te hace pensar que si tomamos la Región Boreal, será distinto de cuando desembarcamos en la Región Austral? —cuestionó Nashi, a lo que Marseus tomó la botella de ron para llenar los vasos.

—Porque esta vez no desembarcaremos. El ataque será directo a la ciudad del norte, y alertará al palacio; no me interesa invadir Gewër, pero tendrán que tomarnos en serio. Los atraeremos hacia altamar, y así la ventaja será totalmente nuestra.

—No hay forma de que acepten una guerra en altamar, es un suicidio...

—Puede que sean razonables, pero no es lo que espero de Cælum de Gewër —sonrió el capitán, pasando los vasos a sus compañeros—. No es lo que me importa. Mi declaración será que cometieron un error muy grave al robar el cristal núcleo de Wölcenn, y Gewër deberá elegir entre entregar a su rey, o someterse a Wækas. En su actual situación, no lo pensarán ni dos veces...

—Eh, acabas de decirlo, no podemos esperar la menor pizca de razonamiento por parte de Cælum —masculló Rygel, a punto de beber un largo trago.

—Esa basura podrá controlar los ejércitos de su nación, pero no a su pueblo. —Marseus chasqueó la lengua, con desagrado.

—Eso dices tú, pero luego de nuestra pequeña derrota en Gewër, todo su pueblo lo adora. Lo llaman héroe, incluso...

Era una de esas ocasiones en las que Rygel no tenía intenciones de ser sarcástico, pero la realidad lo superaba. Quizás desde el punto de vista del pueblo de Gewër, habría pensado lo mismo que ellos, pero él, en cambio, había sentido las pérdidas y la vergüenza de tener que retirarse antes de que fuera más tarde.

—Un héroe que se niega a responder a sus necesidades. No falta mucho tiempo para que su gente reaccione, y se dé cuenta de que es tan escoria como su rey, y sabrán cuál es su prioridad. Si en verdad quieren sobrevivir, tendrán que librarse de Ahree y Cælum, y solo entonces, la deuda de Gewër quedará saldada. No pediré nada más, y hasta nos estaremos haciendo un favor.

A Rygel, la idea de una revancha le sonaba bastante apetecible, después de tanto tiempo escondiéndose de sus enemigos. No podía esperar a cumplir el plan de su rey, pero se consideraba lo suficientemente listo como para evitar precipitarse.

—Andrómeda está allí en estos momentos con la forastera... —apuntó, considerándolo un factor que podía afectar de manera muy grave a todo el plan.

—¿La forastera es su guía? —inquirió el rey, sorprendido—. Ga-ahké, se ve que le gusta meterse en problemas...

Después de un suspiro, esbozó una sonrisa ladina. Parecía que esperaba que le mencionaran aquel detalle.

—¿Recuerdas, Nashi, que te molestaste cuando empezamos a comerciar con esas mujeres de Gewër, porque pensaste que no sacaríamos ningún provecho de ello, y que solo lo hacía para molestar a Cælum?

Nashi frunció el ceño, al tiempo en que bebió un pequeño sorbo.

—Todavía lo sigo pensando.

—He accedido a darles todo lo que han pedido, y cumplí mi palabra de ser discretos. Es el turno de ellas de correspondernos. Enviaré un mensaje de que encuentren y cuiden de Andrómeda, hasta que podamos recuperarla.

—¿Y tú crees que le haga gracia que invadamos su nación de nuevo? Tengo entendido que una de ellas fue guardiana en el pasado, y aunque no siga más las órdenes del palacio, va a querer defender a su gente. Es por eso que se ha arriesgado tanto con nosotros —apuntó el chico rubio.

—No le importó negociar con nosotros, y si algo tenemos en común, es nuestro odio a Cælum. Ella debe saber que es cuestión de tiempo para que respondamos como se debe, y se mantendrá al margen —respondió Marseus, con el mentón sobre su mano—. Además, no tenemos que decirle que habrá una segunda «invasión», como les encanta llamarle...

Enarcando una ceja, con incredulidad, Rygel debía admitir que todavía le quedaba una duda:

—Me alegra que haya pensado muy bien en todo, capitán, pero todavía no nos ha dicho en qué parte de todo el plan entra «cojerse al Rey de Wölcenn».

De manera inevitable, Marseus dio vuelta, observando a Lyn conversar con sus compañeros mientras bebía. Parecía que ya había superado muy bien la etapa de los nervios.

—Entiendo que el robo del cristal núcleo, es motivo suficiente para estar del lado de Wölcenn y declarar la guerra. Su pueblo incluso comprenderá la gravedad de lo que han hecho, y los presionarán —pensó Nashi—. Pero no has insistido en más apoyo de parte de Wölcenn. Tan solo en su rey...

Odiaba que Marseus le mirara con burla, como si no entendiera aún lo que él tenía planeado, y fue al fin que el capitán probó de su trago, relamiendo su labio inferior un poco después.

La respuesta era sencilla.

Porque solo lo necesitaba a él.

—Una bestia como Cælum de Gewër no va a ser tan fácil de atrapar —se limitó a explicar.

No pretendía dar mayores detalles de esa parte de su plan, pero sabía que era algo que Lyn podía cumplir a la perfección, y humillar a su némesis en el proceso.

—¿No puedes hacerlo tú con tu don? —preguntó Nashi, con una mirada de sospecha.

—La última vez fue de noche. No es un error que pienso volver a cometer —sentenció con voz fría.

Era razón más que suficiente para que sus compañeros comprendieran que debía disponer de todas sus opciones.

—¿Sabe el Rey de Wölcenn lo que sucedió en Gewër hace tiempo? —preguntó Rygel, curioso. Le parecía que nadie en Wölcenn estuviera al tanto de nada, solo de sus propios asuntos.

—Si quiere de vuelta su cristal núcleo, es lo que tendrá. —El capitán se encogió de hombros—. Pero debemos ser un poco más rápidos con eso. Tengo el presentimiento de que robaron el cristal para reemplazar el suyo.

—¿Y crees que eso funcione? —Nashi preguntó, extrañado.

—No lo sé, pero no podemos esperar a que sí. Antes me encantaba imaginar que Gewër terminaría extinguiéndose por sí sola, y tal vez este sea su movimiento más desesperado por salvarse de la sequía. Como sea, debemos estar listos porque ya todo está en marcha. Sobre el horizonte, venceremos... —Alzó su vaso un poco, a modo de brindis, después de citar el lema de la nación pirata.

Volteó una vez más a ver a Lyn. Sabía que también debía discutir mucho más con él, aunque no lo veía necesario; se trataba de una de esas historias muy largas e incómodas de contar, y no quería esa lástima.

Lyn, por su parte, podía jurar que el ron era lo más horrible que había probado en su existencia, y aun así, no había parado de beber. Insistía en sus adentros que algo bueno debían encontrarle los piratas, y que tal vez, si bebía más, lo sabría.

Eso sí, evitaba que se notara que se sentía un poco más lento para el mundo en el que vivía, y volteó un instante a Elyon, ofreciéndole su vaso.

—¿Seguro que no quieres probar un poco? —preguntó, demasiado animado y alegre, considerando que tenía otras prioridades en aquel momento, cosa que el guardián pelinegro notó.

—Paso. Sabes que no se me da tan bien beber... —murmuró, seguro de que lo mejor era mantenerse sobrio y quedarse junto a Lyn. Se lo había prometido a Galathéia, también.

Lyn sonrió, antes de beber una vez más. Le parecía tierno que Elyon siempre fuera el responsable, incluso en las fiestas, como si en realidad temiera salirse de control, y eso le daba cierta sensación de que debía cuidar de él.

—¿Sucede algo? —inquirió el guardián, notando que su mejor amigo parecía pensar en muchas cosas mientras lo miraba. Lo que no se esperó, fue que Lyn avanzara un paso hacia él y tomara de su mano con decisión, pero sus ojos seguían transmitiendo cariño, aunque de una forma muy distinta. No sabía en qué, pero lo sentía diferente.

—Ely, ¿alguna vez te he dicho que eres demasiado lindo para tu propio bien?

Lo soltó enseguida, y el golpe de realidad fue instantáneo y fuerte, como si todo el efecto de pesadez y calor en su cuerpo por el alcohol se esfumara de un momento a otro, dejándolo solo para pensar en cómo librarse del error que había cometido.

Ni siquiera tenía que voltear para saber que hasta los guardianes de Wækas los miraban, pero no le debía explicaciones a nadie más que a Elyon. ¿Y qué se suponía que podía decirle? Había pensado aquella frase miles de veces, pero no era nada que pudiera decirle a su mejor amigo ni de la manera más casual.

Seguro de que era una broma, Elyon soltó una risa muy breve, aunque no pudo evitar sentirse incómodo. No era el tipo de bromas que solían hacerse.

—No, nunca... —respondió un poco extrañado, alejándose un paso por inercia.

Era lo más cercano al rechazo que Lyn había experimentado.

Ya lo sabía. No tenía ninguna oportunidad, y por eso se obligaba a mantenerse en silencio, pero no hacía que doliera... menos.

Ni siquiera sabía cómo escapar de esa situación.

Sintió un brazo cubrirlo desde atrás, tan solo para quitarle su vaso de ron, y enseguida, volteó a él, quién, en cambio, lo miraba con calma, sin juzgarlo.

—No tienes que acabártelo todo... —sugirió Marseus, dejando el vaso sobre la mesa.

—En realidad, es el segundo... —admitió el pelirrojo, acercándose a él, e ignorando a Elyon, como si fuera la única forma de poder salir libre de esa.

—Dijiste que teníamos que hablar, ¿no es así? —preguntó con insistencia, y al entenderlo, Lyn asintió de inmediato—. Ven conmigo.

Sin pensarlo más, fue tras él, pero Elyon se adelantó un paso, confundido aún, pero con la certeza de que tenía que estar al lado de su amigo.

—Te prometo que lo cuidaré bien —dijo Marseus, deteniéndolo, y al guardián le pareció que no quería ser mal tercio, por lo que los dejó irse.

Quizás no tenía que pensar demasiado en lo sucedido. Lyn lo había dicho como una broma y ya.

Mientras, sobre la cubierta principal, Lyn observaba en silencio el horizonte, mientras la brisa helada revolvía su cabello rojizo.

Aunque la situación era muy obvia, no se sentía juzgado por Marseus, y a pesar de que quería agradecerle por haberlo sacado de allí, fingir que nada había sucedido era mucho más fácil.

—¿Estás mejor? —preguntó el capitán, dándole su espacio. No le sorprendería si en cualquier momento Lyn vomitaba.

El rey asintió, pero se apoyaba más sobre la baranda de la cubierta, queriendo perderse entre el mar y la espuma.

—Debe pensar que no tengo control... —murmuró con vergüenza, ocultando su rostro entre sus manos. Al menos, el respirar aire de lo más fresco, empezaba a quitarle la ebriedad, y por extraño que fuera, estar allí con Marseus se sentía bien.

—Solo pienso que guardas muchos secretos...

—Todos guardamos secretos —afirmó el pelirrojo a la defensiva, a lo que el capitán asintió.

—Es verdad, pero muy rara vez dejamos que nos hagan tanto daño —respondió, y al ver sus ojos turquesas, Lyn sintió que transmitían mayor calma que el mismo mar. No le parecía una mala idea ahogarse en ellos—. Oye, no creas que voy a rendirme solo porque te gusta alguien más... —susurró sonriente, y aunque el calor regresó a sus mejillas, su aliado dejó escapar una risa muy corta.

—No quiero que te rindas... —confesó, tímido, y tuteándole por primera vez. De seguro, era otra cosa que el alcohol le obligaba a decir, pero en aquella ocasión, no quería escapar—. Pero tendrás que esperarme un poco...

Marseus vio que lo decía en serio. Que si llegaban a intentarlo, debía estar listo para entregarse por completo, no solo una parte, y él también quería eso.

—No te preocupes, tendremos mucho tiempo —respondió, acercándose un poco más—. Ven, regresemos al palacio.

Al bajar de la cubierta principal, Lyn encontró a Elyon a la distancia, arrimado en la proa, esperándolo. Bajó la mirada, y quiso seguir junto a Marseus, pero este, en cambio, giró en dirección a babor, acercándose a los cabos desanudados de las líneas de embarque.

—¿Qué pasó con estos cabos? ¿Por qué no estaban amarrados? —inquirió al aire, molesto. Ninguno de sus compañeros se aparecería a darle la respuesta, por lo que con un bufido, tomó las cuerdas para afianzarlas—. Todo debo hacerlo yo... —reclamó.

Ni siquiera tenía que ver o pensar demasiado al hacer un nudo de as de guía; sus manos actuaban de forma automática, y era lo que Lyn apreciaba con atención, y cierta picardía.

—No se le da mal hacer nudos... —pensó en voz alta, y terminando su tarea, Marseus volteó a él, captando muy bien el cumplido.

—Podría enseñarte... o solo practicar contigo. Existen muchos nudos, pero los más importantes son ocho, podemos empezar con esos...

Lo había dicho como una broma, pero la imagen mental que tenía del Rey de las nubes amarrado y de lo más indefenso ante él, tenía que volverla realidad por lo menos una vez en su vida.

Lyn rio, al tiempo en que hundía una ceja.

—¿Uh? Le prometo que antes de que pueda acercarse a mí con una soga, yo ya lo habré amarrado primero —advirtió, aludiendo a su propio don. Aunque jamás lo había usado con esos propósitos, y no fue hasta ese momento que se cuestionó si de verdad tenía ese tipo de gustos, pero a decir verdad, con él sí que quería intentarlo.

Para su suerte, al capitán también le sonaba agradable la idea.

—Podemos intentarlo también. No me molesta amarrar o ser amarrado, disfruto bien de ambas —aclaró, con relación a algo más, que Lyn entendió.

—Qué coincidencia... —murmuró, en un tono grave.

—Haríamos buen par, ¿no lo cree, su Majestad?

Aun cuando lo sentía comérselo con la mirada, Lyn quiso bromear un poco más.

—¿Esto es lo que hacen los aliados? —inquirió con ingenuidad fingida, solo porque le divertía tomar ese papel y ver qué tan lejos podía llevarlo.

Marseus también rio, y relamió sus labios un poquito antes de responder.

—Yo puedo hacerlo —aseguró en un murmullo—. Y te lo puedo hacer muy bien, Rojito... —Tomó suave el mentón de Lyn.

Por más que lo evitaba, una pequeña sonrisa se asomó de sus labios, más que encantado con el coqueteo y las cosquillas que sentía en su estómago.

Sin embargo, todavía intentaba mantenerse lo más serio que podía.

—Espero que en algún momento podamos satisfacer la curiosidad —declinó una vez más, en un murmullo.

—Yo igual —respondió el capitán, tan pícaro y tranquilo a la vez, antes de irse.

Solo al verlo alejarse más, creyó que al fin podía recuperar la capacidad de respirar normal, y como si hubiera contenido el aire por mucho tiempo, exhaló profundo.

Se llevó las manos a sus mejillas, y estas ardían por el rubor, y además...

—¿Acaso me llamó Rojito? —Se acercó a Elyon, dejando en el olvido el incidente en el bar del barco. Con curiosidad y gracia, tomó uno de los mechones de su flequillo para observarlo fijo, atribuyéndole a ello su nuevo apodo.

—Tal vez es porque toda tu cara está así en este momento —bromeó su amigo. No había alcanzado a escuchar la conversación que tuvo, pero se veía que no se llevaba nada mal con su aliado.

Eso descartaba por completo cualquier pensamiento extraño sobre su amistad con Lyn. 

*

*

*

¡Holiiis!, espero que les haya gustado el capítulo 🥺💜

Y bueno, una vez más tengo que aclarar algunas cositas:

Imágenes robadas de pinterest para ofrecer mayor contexto* 🤠👍 La eslora puede considerarse la base del barco, por lo que es ideal para medir su ancho, mientras que el mástil, el alto. De igual modo, abajo se explica mejor las direcciones de un barco. 

De ser necesario, pondré las imágenes en los capítulos que haga falta, y a decir verdad, a menudo tengo que investigar mucho del tema, porque ajá, quise escribir sobre piratas horny pero a qué precio 🤠🤠

¡Cuídense mucho! 💜💜💜

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