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Cuarenta y siete

Dara realmente odiaba el palacio de Gewër con su alma. Era mucho más grande que ella, por supuesto, y al entrar, era oscuro, y temible, y parecía no haber escapatoria.

Pero ya había entrado, y cada paso la guiaba a ser devorada por las fauces del lobo por el resto de su eternidad. Así de tanto amaba el reino en que nació.

La ceremonia de coronación era oficial. Muy apresurada y desprolija, pero no podía ser más oficial debido a la presencia de los mismísimos reyes de Wölcenn y Wækas. A ellos les debía estar allí en ese momento.

Se sentía más encogida al verlos, pues ambos tenían ya muchísimo tiempo y experiencia en sus cargos, pero a la vez, fueron quienes creyeron en ella.

Fueron ellos dos quienes la convirtieron en una pieza más dentro de su tablero, y la usaron a su favor. Que ella tuviera la corona, les beneficiaba a ellos y a muchísima gente, pero no estaba segura de si le favorecía tanto a sí misma.

Si lo pensaba mejor, podría proteger mejor a Zaniah y Mira. Si mantenía sus relaciones comerciales con Marseus de Wækas, podría ofrecer mucho más a Gewër. Podría ayudar incluso a Ahree y Cælum, porque muy en el fondo sentía que merecían una nueva oportunidad, y que nunca debieron cargar con el peso de la pesadilla que vivieron.

Ella al menos se sentía más preparada para hacerlo, pero si lo pensaba mejor... Todos sus sueños de cambiar las cosas dependían de un único momento, y si fallaba, todo lo que más quería se iría inevitablemente al derrumbe.

No pensó más en las fauces del lobo gigante, y miró al cristal núcleo agonizante de Gewër, dirigiéndose en lentos pasos hacia este. Ella haría su parte, y quería creer que en verdad, bastaba con el vínculo de un guardián sano para poder darle vida a su reino.

No obstante, ¿qué era estar sano?, si se sentía tan herida como Cælum y Ahree.

Sacudió la cabeza y avanzó más rápido, hasta darse cuenta de que ya no tenía más que avanzar. Estaba frente a sí misma, con su brillo escarlata muy débil, esperando por ella.

Volteó la cabeza en la dirección en la que encontraría a las personas que más le importaban. Zaniah juntaba ambas palmas de su mano, y estaba segura de que en su mente repetía que ojalá lo lograra, como un mantra, y Mira también se mantenía a la expectativa, ansiosa, pero con una sonrisa que la animaba a seguir. Tenía que hacerlo.

—Ambos hemos sido muy heridos, pero... de ahora en adelante, espero que puedas apoyarte en mí —susurró al cristal, antes de colocar su mano sobre este.

Cerró los ojos, e intentó hacer el vínculo de la manera que había aprendido cuando solo era una niña que jugaba a ser guardiana. Jamás creyó que llegaría a ese momento, y que sería más real que solo un juego. En verdad se convertía en reina.

Por favor, por favor, por favor...

Pudo ver algunos recuerdos del cristal. Sabía que le reconocía, al fin y al cabo, ambos habían sido partes de la misma pesadilla. Ella como una víctima, y el cristal, como un medio para expiar pecados imperdonables. Sin embargo, tal como prometió, podía otorgarle la energía suficiente para empezar a sanar.

Abrió los ojos con emoción, pero no soltó el cristal aún.

La había recibido. El cristal la había recibido. Y sabía que necesitaría de muchos más vínculos para poder sanarlo pronto, pero lo conseguiría a su tiempo.

—Muchas gracias, de verdad es un honor... —murmuró, con un sentimiento muy extraño que casi le provocaba deseos de llorar, pero no de tristeza. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía tan completa, que creía que todas esas emociones rebosarían si no lloraba.

Al soltar el cristal, se regresó muy rápido hacia los presentes, y dirigiendo una mirada a los reyes aliados, hizo una reverencia. Tal vez no era necesario, considerando que ahora era como ellos, pero quiso hacerlo.

Lyn sonrió a medias, pero satisfecho de que Gewër tuviera esperanzas, porque aquello le daba esperanza también a Wölcenn.

También, le agradó ver la ceremonia de coronación de Dara, y conocer un poco más de la nación que agradecía no tener que atacar. No había mucho que recordara de su propia coronación; la Reina Talith tuvo que aplazarla bastante para que se pudiera recuperar por completo de la fisura, y había bebido tantas infusiones de dalias, que hasta el momento pensaba que si volvía a beber una más, vomitaría. De seguro estaba muerto de nervios cuando le tocó hacer su primer vínculo, pensando en todo lo que podría salir mal, y de seguro, al terminar la ceremonia, celebró a lo grande con sus compañeros, pero por más que lo intentaba, su mente había bloqueado todos esos recuerdos. Era como si de un momento a otro pasara de ser el patético Lyn que se había provocado una fisura, a ser el perfecto Rey de Wölcenn. Así, sin más.

En ese momento no tenía muy claro cuál de los dos era. Se sentía muy Lyn, pero tenía que actuar como el rey. Tan solo que al Rey de Wölcenn no le habría dado miedo mirar al Rey de Wækas, y Lyn en cambio sentía morirse por dentro de solo saber que estaban en el mismo espacio.

Muy rápido se alejó de él; le urgía terminar la farsa de la alianza cuanto antes, y necesitaba encontrar a Elyon.

No había manera discreta de cruzar hacia el otro lado del salón del palacio, donde el guardián se encontraba con Rygel —el cartógrafo con más cara de pocos amigos que nunca—, pero no le importó y al llegar a Elyon, tomó de su mano y trató de arrastrarlo hacia una de las columnas para poder hablar con él con mayor privacidad.

—¡Ely!, Elyon... —Lyn se corrigió a sí mismo, con la sensación de que ya no podría volver a llamarlo así jamás.

—¿Estás bien...? —preguntó el pelinegro, notando que por mucho que su mejor amigo aparentara ser perfecto, sus ojitos un poco hinchados lo delataban, además de que se le asimilaba mucho más al Lyn que conoció cuando eran niños, tan tímido y tembloroso.

Con toda la honestidad del caso, Lyn negó con la cabeza.

—Pero no quiero hablar de eso —admitió—. Yo... sé que aunque te diga un millón de veces que lo siento, no vas a perdonarme nunca, ¡y sé que lo merezco!, pero en verdad, lamento todo. Juro que nunca te dije nada, porque más me importabas como mi amigo, y... supongo que te perdí de todas formas...

Decirlo, al menos, no se había sentido tan mal como las últimas cosas que había tenido que soportar. Incluso, le hacía sentir más ligero, sin importar cuál fuera la respuesta de Elyon.

El guardián lo miró por un largo tiempo, no porque necesitara comprender sus palabras, sino porque lo había extrañado bastante, y que le recordara más al Lyn que conoció se le hacía adorable.

Se aproximó a él para abrazarlo con la fuerza suficiente, sorprendiendo al rey, pero este lo recibió bien. Necesitaba algo así.

—Perdóname por todo lo horrible que te dije. No creo que hubiera sido tampoco el chico perfecto para ti, y... perdóname por no notarlo antes, y ser capaz de entenderte un poco más. En serio, Lyn, te quiero con mi vida, pero...

Lyn rio un poco, y se separó de él, más tranquilo.

—Descuida. También te quiero así.

Elyon también se sentía mucho mejor después de haberlo dicho, y ambos sabían que las cosas seguían intactas. Lyn retomó el abrazo porque en verdad lo requería, y permaneció de esa forma un largo momento.

Marseus fingió no notarlo, pero le bastó una breve mirada, y ya ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto. Solo suspiró, al tiempo en que contenía una sonrisa de ironía.

«Tiene que ser una maldita broma...»

—Debí entregárselo a los tiburones cuando tuve la oportunidad... —murmuró muy bajo, al ver al guardián de cabello negro.

Wayra a su lado, soltó una pequeña risa.

—Jamás pensé que te vería celoso...

—No estoy celoso, estoy molesto.

Y por su tono, el pirata entendió que allí se acababan las bromas.

—Su Majestad viene hacia acá —anunció Nashi, y Marseus se alegró de que estuviera hablando de Dara, porque en ese momento no quería ver a Lyn.

La encontró nerviosa y tímida, muy distinta a la chica decidida en hacer negocios con él y sus guardianes, pero sabía que con la corona, pronto tomaría el porte necesario.

—Su Majestad, realmente espero que nuestros negocios se mantengan... y puedan solidificarse más que nunca. Prometo que trabajaré bastante en que la confianza entre nuestros reinos pueda restaurarse...

—Tan brillante como es de esperar... —sonrió Marseus, completamente de acuerdo—. Mucha suerte, su Majestad.

Pero en ese momento, Dara creía no necesitar más suerte, porque ya era afortunada.

Buscó en el lado contrario a Lyn, y este con una postura más apropiada, la reverenció.

—Felicitaciones, su Majestad. Mi aliado habló muy bien de usted, así que tiene mi total confianza. Espero que llegue a ser recíproca...

—Espero que sí —sonrió Dara, pero antes de que pudiera señalarle lo que más buscaba y la verdadera razón por la que estaba allí, Lyn se precipitó a ella.

—¡Su Majestad!, hay algo que me encantaría pedirle —anunció, y buscó con la mirada a Galathéia, y a pesar de verla junto a una persona que se le hacía indeseable, quería hacer lo mejor por ella. O lo que la hiciera más feliz—. Sé bien que empezar a ser monarca no es fácil, y me gustaría ofrecerle todo el apoyo posible. Por favor, no dejemos de comunicarnos, escogeré a una de mis guardianas para que pueda mantenerme al tanto de todas sus necesidades a través de ella. Solo si ella quiere, claro...

Galathéia sabía que hablaba de ella, y le sorprendía, puesto que aquello calzaba a la perfección con la promesa que le había hecho a Zéphyrine. Así, no abandonaría ni a la guardia, ni a la chica que amaba.

La bruja sujetó su mano con fuerza, sin poder creer tampoco que aún con lo que había hecho, de forma indirecta, su hermano hiciera algo por ella.

—¡Adelante, di que sí! —susurró, sacudiéndola para conseguir que respondiera pronto.

Galathéia se adelantó con un paso.

—¡Claro que sí, Majestades!, estoy a sus órdenes —declaró con una reverencia, pero al ver a su rey, mantenía una mirada muy afable y dulce.

«Muchas gracias, Lyn...»

Dara podía entender la intención detrás de aquel pedido, pero no le importaba en absoluto.

—Gracias por la atención, Majestad —sonrió—. Y... supongo que está aquí aún esperando por algo que necesita, ¿no es así?

Podía sonar bastante estúpido, pero con tanto en mente, Lyn casi lo había olvidado.

Por fin, podría decir que obtuvo la victoria, y lo único que realmente necesitaba. Por fin podría volver a su hogar, y olvidarse para siempre del resto.

Acompañó a Dara en donde yacía el cristal núcleo, y verlo por primera vez en tanto tiempo casi lo estremeció.

No recordaba nada de su propia coronación, pero ese momento se sentía como si la viviera de nuevo.

Volteó a mirar a Dara, como si necesitara su permiso para acercarse a su cristal, y la nueva Reina de Gewër asintió.

Lyn no esperó más, y tocó el cristal. Sabía que intentar un vínculo tan lejos de su hogar no serviría de nada, pero necesitaba tocarlo de nuevo.

—Volveremos a nuestro hogar... —prometió con una sonrisa muy triste, y con el pensamiento de que quizás, estaba muy lejos de ser el mejor rey, pero sin duda, había hecho todo lo que estaba en su poder para mantener la responsabilidad.

No esperó más, y usó su don para atrapar el objeto, y llevarlo tras de sí mismo. Cruzó el palacio sin importarle nada más, porque ya no debía importarle nada más, y esperaba que sus guardianes entendieran pronto que debían irse con él.

—Te prometo que regresaré muy pronto —dijo Galathéia mientras sostenía las manos de Zéphyrine, y se estiró bastante para conseguir besar sus labios.

La bruja habría querido responder algo como «Espero que se arregle todo muy pronto», pero reconoció lo cínico que sería de su parte, al haber sido la que ocasionó todo el desastre.

—Te estaré esperando —prometió en su lugar.

Para su suerte, Elyon estaba muy ocupado pensando en una despedida apropiada de la persona que podía considerar su compañero en la alianza, hasta que este estaba por ir hacia Andrómeda.

—¡Ah!, quería decir que...

—Sí, sí, yo también odié hacer equipo contigo. Hasta nunca...

—Espero que nos volvamos a ver pronto... —terminó de pronunciar el guardián con timidez, sin dejar de mirarlo para que pudiera notar que sus palabras eran sinceras.

Rygel no notó a qué se debía, pero sus mejillas ardieron un poquito. Sin decir nada, siguió su camino.

Por su lado, Elyon alcanzó a ver a Zéphyrine a punto de adentrarse a las habitaciones del palacio, y fue tras ella.

—¡Zéphyrine!

«Ay, no», pensó la bruja, empezando a helarse. De seguro había visto el beso, de seguro estaba molesto y volvería a discutir con ella...

—¿Cuál es tu problema? ¡Ella me eligió!, y no me importa lo que pienses de mí, incluso si tienes razón, puedo hacer a Galathéia tan o incluso más feliz que tú, así que intenta vivir con eso...

—Lo siento... —respondió Elyon, tratando de ocultar lo incómodo que se sentía tras una pequeña sonrisa. Quizás, se merecía que le dijeran aquello, después de todo.

—¿Ah?

El guardián suspiró, y pensó mejor en la situación. Siéndose honesto, ya ni siquiera le dolía tanto, y él mismo se sorprendía de eso.

—Lamento todo lo que dije, ambos queremos proteger a Galathéia, y... eso fue lo único en lo que pensé —admitió, al tiempo en que recordaba las cosas que vivió desde que perdieron el cristal. En especial, cada decisión inesperada, y las derrotas que afrontó, casi tras otra—. Lo siento mucho. Soy nuevo en esto de perder, pero te prometo que aprendo rápido.

Algo que Zéphyrine nunca podía entender sobre Elyon de Wölcenn, era cómo siempre tenía las palabras perfectas para todo. Llegó a pensar que tenía una libreta para frases geniales, y las memorizaba en busca de la ocasión ideal para pronunciar alguna, pero simplemente era muy espontáneo.

Aquello bastó para que se sintiera más tranquila.

—De acuerdo...

—Cuídala mucho —pidió, y dio vuelta para alcanzar a Lyn tan rápido como podía.

Este había aceptado la ayuda de unos elefantes para transportar mejor el cristal núcleo, pero él en cambio cruzaba el camino a pie porque necesitaba darse el lujo de pensar en varias cosas mientras lo hacía, y una de esas, era que no tenía permitido voltear.

Se repetía una serie de pasos que debía cumplir con éxito hasta llegar a la playa de la Región Boreal, donde su garza aguardaba por él.

No demoraron mucho, y consiguió que el cristal pudiera ser transportado por dos garzas, tal como había hecho Zéphyrine cuando lo hurtó. Todo sin mirar atrás.

En la costa, también se encontraban las naves principales de la flota de Marseus, pero este aún no embarcaba, y quería darse la excusa de que también debía preparar algunas cosas antes de volver a navegar, a pesar de que no podía dejar de mirarlo a él, incluso si dolía.

Antes de que Lyn subiera a su ave, no aguantó más, y alzó la voz:

—¿Al menos puedes decirme qué hice mal?

Lyn se detuvo al instante, y se rogó en sus adentros no arruinar el plan que hasta el momento, había marchado a la perfección.

No debía mirar atrás, por mucho que lo lastimara.

«No creo que no sepas que el único que lo ha hecho mal todo, fui yo...», deseó responder, pero solo cuando se sintió listo, fingió que no lo había escuchado, y subió a su garza.

Al capitán le sorprendía que justo cuando creía que ya no podía dolerle más, acababa más herido.

De repente, sintió a Nashi tocar su hombro.

—Capitán, ya está listo todo para partir. Podemos abordar ahora —anunció con el protocolo adecuado, pero se acercó más a su amigo, mirándolo con seriedad—. Si todavía te interesa mantener tu dignidad, vámonos ahora porque él no va a dar la vuelta por ti.

Ya se había dado cuenta, pero aceptarlo era horrible.

Respiró y exhaló profundo, y accedió a hacer caso a su primer oficial.

Realmente todo había acabado allí. 

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Momento de avisar que solo nos quedan tres capítulos y el epílogo ;w;

¡Cuídense mucho , duerman las horas necesarias y tomen  awita!

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