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Cuarenta y cinco

Vega no estaba segura de comprender a Galathéia. Y tampoco estaba segura de querer hacerlo.

Podía empatizar con todos sus sentimientos respecto a permanecer en la Primera Guardia sin sentir merecerlo, y obligarse a demostrar que podía ser de ayuda y fracasar varias veces en el intento, pero no podía asimilar con tanta facilidad que escogiera al enemigo.

Tal vez era una forma muy polarizada de ver las cosas, pero la misma Zéphyrine sabía en lo que se convertía al tomar la decisión que provocó tanto caos en su reino, y en cierta forma, le dolía que Galathéia no fuera capaz de verlo. Le hacía sentir que incluso su propio trabajo como guardiana, no tenía valor. E intentar decir algo tampoco tendría valor, cuando la veía tan convencida de su elección.

—Sé que no eres tú la que ha traicionado al reino... pero se siente como si lo hicieras, ¿lo sabes? —musitó bajo, odiándose por decirlo, pero a la vez, sabía que le costaría mucho más guardárselo—. Ser guardiana para mí es mucho más que un don. Es ver a cada persona de nuestro pueblo a la cara y demostrarles que incluso si no soy lo suficientemente fuerte, no les daría jamás la espalda...

Apoyada en la baranda de la proa, prefirió mirar únicamente al mar, mientras apretaba su mano. Sabía que a su compañera le dolería aquello, pero no iba a retractarse. Aflojó su puño luego de tomar aire y exhalarlo, y volteó a ella.

—No creo que me estés pidiendo un consejo, así que solo hazlo. Realmente espero que esto te haga feliz, eres mi amiga, siempre te quise así... —Endurecía la mirada tan solo para esconder la pena, pero una parte muy en lo profundo la entendía. Sabía lo que era amar en silencio. Sabía lo que era entregarse a un nuevo amor con la esperanza de olvidar un poco. Sabía que si tuviera una oportunidad de tener lo que quería, por más prohibido que estuviera, la tomaría. Y solo le quedaba suspirar—. Si ella te lastima, no dudes en decirme a mí. Ely es demasiado bueno y no se atrevería a enfrentarla, pero yo la destruiría...

Galathéia apenas elevó la comisura de sus labios, en un débil intento de sonrisa. Sabía que Vega estaba molesta y dolida, y que muy difícilmente dejaría de ver a Zéphyrine como su enemiga.

Ambas se desconcertaron ante los pasos rápidos y fuertes contra la madera que provenían de Andrómeda.

—¿Has visto al Rey Marseus? —preguntó Galathéia, segura de que era la razón por la que la bruja estaba allí.

—¡Está muy ocupado ahora metiéndole la lengua hasta la garganta al Rey de Wölcenn! O al revés. ¡Como sea!, no es que me importe —exclamó ella escandalizada y molesta.

Galathéia alzó una ceja, intrigada, y miró a Vega, segura de que ella tal vez podría darle las respuestas que en ese momento necesitaba.

Lo que estaba segura de que había empezado como una broma, al parecer, había ido mucho más lejos, y de cierta forma, le hacía sentirse feliz por Lyn. No sabía mucho al respecto sobre sus relaciones, pero a veces le parecía que no encontraría jamás el amor en Wölcenn.

No obstante, pensar en Lyn, le recordaba algo más difícil que debía hacer, y en cuanto lo vio salir de la cabina principal de la nave en compañía del Rey Marseus, supo que no podía esperar más.

Aspiró una gran bocanada de aire y la exhaló en ese instante, antes de correr hacia Lyn.

—¡Su Majestad!, sé que no es el momento más apropiado, pero necesito discutir algo con usted, y necesito que sea ahora —insistió, a punto de tomar sus manos, y de incluso arrodillarse a él de ser necesario.

Lyn la miró sorprendido, como si se tratara de un recuerdo viejo. La última vez que se habían visto, había sido en Wölcenn, y antes de que ambos tomaran rumbos muy distintos.

Le alegraba saber que se encontraba bien. La quería, y si no fuera por ella, no habría pactado jamás aquella alianza. Si no fuera por ella, jamás habría conocido a Marseus.

Un poco de tiempo, era lo mínimo que podía darle, y sabía que le debía muchísimo más.

Miró al capitán, mientras buscaba cómo recuperar el habla ante la sorpresa.

—Puedes adelantarte. Te prometo que te alcanzaré cuanto antes...

Marseus asintió con una pequeña sonrisa, y se despidió de él, dispuesto a abordar la nave de Ch'aska y Leo.

Solo que al llegar al Corvus, le pareció por un instante que estaba viendo doble. O algún tipo de ilusión muy extraña.

Era imposible no pensar en él apenas la vio caminando de un lado a otro en el estribor, seguramente presa de la ansiedad.

Y al notar su presencia, ella también se detuvo en él, sin dudar en estudiarlo con la mirada, y eso lo puso nervioso, sobre todo porque él no podía hacer lo mismo con tanta facilidad, y mucho menos, de manera tan obvia.

—Es otro de los guardianes del Rey Marseus, ¿no es así? —sentenció Zéphyrine al finalizar su escrutinio.

Esa conclusión no lo decepcionaba en absoluto. No le molestaba lucir como uno más en la tripulación, y era suficiente con que los suyos supieran respetarlo, y sus enemigos, temerlo. Ser uno más tenía ventajas, sobre todo en ese momento.

—¿Lo busca a él? —Se le ocurrió preguntar, y le pareció el mejor momento para ser observador, a pesar de que ya tenía todas las certezas en su mente.

Era ni más ni menos, que la pieza que causó el derrumbe de las otras a su alrededor. La verdadera causante de la guerra en los tres reinos.

Aunque podría pasar por una habitante normal de Gewër, seguía guardando un enorme parecido con su hermano. Y cabía notar que tenía muchas curvas de las que en cambio, Lyn carecía.

La estrella fugaz de la que ambos nacieron, en definitiva, los dotó de buenos atributos.

La bruja negó con la cabeza enseguida.

—Ni muerta —respondió la bruja—. Necesito esperar a alguien, pero creo que sería muy peligroso si me quedo más tiempo...

De nuevo, tenía más preguntas. Claramente, su tripulación no la había atrapado como prisionera, y tampoco era su intención hacerlo.

—Capitán, ¿viene a ver a Ahree de Gewër? —Leo se adelantó a ellos, y no pudo evitar mirar a Zéphyrine en alerta, como si ambos se estuvieran metiendo en problemas solo por toparse en el camino del otro. Él sabía lo que era, quién era. Y ella sabía que él no la pondría en peligro, pero no podía esperarse lo mismo de cada guardián de Wækas.

—Debo esperar un poco más al Rey de Wölcenn —explicó, y no tardó en volverse a Zéphyrine, que estaba atónita de la sorpresa—. Tiene razón, puede ser muy peligroso si se queda más tiempo. ¿Es tan importante?

Aún asustada, Zéphyrine tenía que enfrentar el peso de haber metido la pata por nonagésima vez en su existencia, y asintió muy determinada.

—No la dejaría ni aunque me amenace —declaró seria.

Vaya. La bruja de Wölcenn era incluso tan obstinada como su hermano, aunque eso no debía sorprenderle.

Soltó una risa muy seca y miró a Leo.

—Quédense en las cabinas. No podré hacer más si mi aliado se entera de su presencia...

Leo se dirigió a Zéphyrine, pidiéndole que lo acompañara, pero la chica insistió una vez más.

—¡Espere!, usted me mintió.

—No lo hice —rio el capitán.

Aunque Zéphyrine odiara admitirlo, él tenía razón, y bufó. Sin embargo, al saber quién era y sus siguientes intenciones, temió más.

—Puede creer lo que usted quiera, pero Ahree no es una mala persona...

Pero sabía que aunque le explicara toda la verdad detrás, no habría forma de convencerlo, por lo que siguió a Leo.

***

Cuando Lyn se reunió con Marseus, ya no se veía tan seguro y tranquilo como estaba antes de dejarlo, y no pudo evitar preocuparse por él.

No obstante, Lyn había negado, e insistió en que hicieran las negociaciones, porque necesitaba despejar su mente.

Con cada paso que daba hasta la zona de bodegas de la fragata de Ch'aska y Leo, solo pensaba en lo mucho que había cambiado todo para él desde la caída de Wölcenn, pero no había sido el único que cambió.

Se sentía tan ridículo, porque a quien que envidió alguna vez, anhelaba a alguien más, y era capaz de dejarlo todo por esa persona. Quería creer que le daba igual, pero el mayor problema era de quién se trataba, y lo único que pudo hacer entonces, fue pedirle tiempo a Galathéia.

Necesitaba tiempo para asimilarlo todo; el amor que sentía Galathéia, su posición como amigo de Elyon —puesto que aún sentía que lo era—, y también, los recuerdos tan confusos que tenía de su vínculo con Marseus. Esto último, creía que podía esperar más, pero le intrigaba al punto en que le dolía la cabeza cuando intentaba forzarse a ordenar cada pensamiento.

«Detente ya», se pidió al encontrarse cara a cara nuevamente con Ahree, y parecía haber sido más que suficiente para dejar de ser Lyn, y volver a ser el implacable Rey de Wölcenn.

Vio a Ahree de Gewër, amarrado a una de las columnas de madera que sostenían la bodega, y su expresión de odio no había cambiado ni un poco ante ellos. Se veía desafiante cuando estaba tan por debajo de ellos.

Nunca imaginó que llegaría a conocer a los otros dos reyes, y mucho menos, que estarían reunidos de esa forma. Uno de ellos era su aliado, y más que eso, sentía que su corazón le pertenecía, y el otro, era su enemigo, y quien le había quitado todo.

Marseus fue el primero en tomar la palabra:

—Me alegra que su ejército posee la inteligencia que en cambio, su rey carece. No dudaron en rendirse cuando teníamos lo único que necesitábamos —rio, y se agachó hacia él, mirándolo con la intención de intimidarlo—. Pero sabes bien que no acaba todo así, ¿verdad? Nos debes tanto a los dos...

Ahree quiso espetarle que a él no le debía nada. La primera guerra fue la consecuencia de su invasión, y por mucho que aún le doliera la derrota, tenía que aprender a lamerse las heridas.

No obstante, ya no le quedaba nada que le hiciera sentir una pizca de audacia para responder. En realidad, no sabía que podrían querer de él, y si podría entregárselos, porque más que nunca, su título como monarca no era más que un simple adorno.

Y aunque siempre lo supo, al fin aceptaba que no era sino, el rey de nada.

—Mantengo mi palabra —continuó Marseus—, haznos un favor a los tres reinos, y abandona el trono. Y ni se te ocurra pensar que la escoria que tienes por guardián podrá sucederte. Si lo haces, no dudaré en avanzar con mi flota hasta la costa de la Región Boreal. Aunque pensándolo mejor, no tengo razón alguna para dejar a Cælum de Gewër con vida...

Ahree maldijo en su mente, y odiaba más el hecho de que aunque Marseus no pensó que aquello podría funcionar tan bien como amenaza, lo hacía.

No quería hacer otra cosa más que aceptar su derrota y dejarse morir, y no podía. No si se trataba de Cælum.

—¿Quieres humillarme frente a mi pueblo y luego matarme? Hazlo, si de alguna forma te dará la redención que buscas por todos esos invasores por los que tanto luchas. Yo ordené la guerra, y Cælum solo dirigió al ejército. Déjalo libre y me encargaré de que en Gewër sea castigado...

Si lo pensaba mejor, no había un momento que tuviera mayor sentido que ese. Se estaba sacrificando por el chico que no había dudado en sacrificarse tantas veces por él, y era la única forma en la que se lo podía retribuir.

No obstante, vio a Marseus girar los ojos con expresión de hastío, y aunque no lo dijera, sabía lo que quería expresar con eso.

«No estás en posición de pedir nada».

Y tenía razón. Estaba completamente en desventaja.

—Por mi parte, es bastante obvio lo que pediré —Escuchó a Lyn, bastante calmado pero con la confianza de que tenía la situación en sus manos—. Quiero el cristal núcleo de Wölcenn de vuelta. Quiero una disculpa pública en nombre de su reino al mío. Y tal vez esto Zéphyrine ya lo tenga en cuenta, pero no tiene derecho a volver a pisar Wölcenn jamás.

No le dolía en lo más mínimo decirlo, e independientemente de la decisión que tomara con Galathéia, aquello estaba más que establecido.

Sin embargo, allí no había terminado:

—No tengo intención alguna de provocar daño a su pueblo, ni siquiera por rencor, y reconozco la situación difícil por la que pasan. Si cumple lo solicitado y abdica al trono, no tomaremos nada de lo encontrado en las naves abordadas como recompensa, solo si estos recursos se reparten únicamente a su pueblo.

Marseus volteó a mirarlo al instante sin poder creer que acababa de decir eso, y se mantuvo en silencio durante un tiempo, a la espera de que dijera que era una broma, pero no pasó.

—Nunca hablamos de esto —discutió, visiblemente molesto.

Fuera de la importancia que podía tener en su reino el aumentar su tesoro, era necesario usar las recompensas para pagar los daños de la guerra, sin mencionar aún los daños que ya tenía su reino debido al enfrentamiento con el guardián de Jo'kay.

—Pagaré las compensaciones que necesites, si ese es el problema —respondió Lyn sin mirarlo, pues esperaba a que Ahree de Gewër aceptara sus condiciones.

—Tal vez en tu reino no se hagan así las cosas, pero en Wækas tomamos lo que ganamos, y esas recompensas son nuestras.

Y Lyn volteó a él con una mirada muy fría, acabando con toda posibilidad de seguir discutiéndolo.

—Esas son mis condiciones.

Para Marseus, quizás fue otro de sus errores. Tenía una noción muy vaga de cómo funcionaban las cosas en Wölcenn gracias al mismo Lyn, y aunque no compartía en absoluto el método, le daba igual mientras no afectara a su reino.

Asumió la culpa por no haberlo discutido antes, y resopló.

—Como quieras.

Satisfecho con la respuesta, Lyn se regresó a Ahree, queriendo demostrar que no había forma de negársele.

—Y bien, Majestad. ¿Ya ha decidido quién será su reemplazo?

Habría sido estúpido de su parte negar esos términos, y la verdad era que sabía quién podía reemplazarlo, y solo aceptaría si las dos personas que tenía enfrente se lo pedían.

—Dara de Gewër —respondió con un suspiro, quizás por la satisfacción de que pronto se acabaría todo para él. De que al fin podría dejar de jugar a ser rey, incluso cuando nunca quiso entrar a ese juego.

Y sabía que Marseus sería el más sorprendido, y a la vez, quien más estaría de acuerdo. Era la opción perfecta.

—¿Es apropiada? —preguntó Lyn a su aliado.

—Más que apropiada —sonrió el capitán—. Esto nos beneficiará bastante...

El enojo se le disipó, y en su lugar, no podía pensar más que en la posibilidad de abrir comercio libremente con Gewër si Dara llegaba a reinar. Todo a su tiempo, pero era más que seguro que lo conseguirían.

—Probablemente sea la única buena decisión que has tomado como rey —lo felicitó, aunque no sonaba a una felicitación—. No te vayas a enojar, pero no puedo soltarte hasta tener seguro que Dara ocupará el trono de Gewër. ¿Majestad? —se dirigió de repente a Lyn con una sonrisa, señalándole que la negociación, por el momento, era más que exitosa, y que podrían regresar a la cubierta.

Solo que al hacerlo, Lyn se sintió aturdido, y le llevó un largo tiempo acostumbrarse a la luz, y Marseus rio al verlo.

En la proa del Equinox, se mantenían Elyon y Rygel a la espera de las órdenes de sus reyes, solo que después de tanto, Elyon no sabía cómo Lyn podría tomarse el reencuentro.

Nervioso, prefirió pensar en otra cosa cuanto antes.

—Entonces, ¿tu don consiste en tocar algo y llenarlo de energía hasta que explote? —se dirigió a Rygel, tratando de recordar la forma en la que usó su don, y notó también que volvía a usar sus guantes de cuero sin dedos.

El rubio se encogió de hombros, a pesar de que le desconcertaba la pregunta. Nunca se le ocurrió que hablar de dones fuera una buena manera de romper el hielo.

—Sí, en resumen... —respondió, y lo miró fijo por un tiempo, enfocándose en sus ojos azules—. ¿Qué hay de ti? ¿Siempre fuiste así de grande? ¿Puedes ver todos los colores? ¿Alguna vez has vomitado tu propio pelo pero estando en tu forma... normal? ¿Y si en realidad naciste como un tigre, y tu don es convertirte en una persona?

«¿Pero qué...?».

Sin habla, Elyon tuvo que reconocer que había superado por lejos las preguntas de Azhryl, y le ponía un poco tímido hablar de eso, porque en realidad, no le gustaba mucho su don, y habría preferido tener algo más normal.

Volvió a repasar en su mente cada una de sus preguntas.

—Eh, no, pero crecí mucho de repente. Estoy seguro de que veo todos los colores, y no. Jamás he hecho eso. Sobre lo último...

—Bien, bien. Asumiré que no eres un gatito todo el tiempo —sonrió Rygel. Al menos, hasta ese momento, no le parecía tan malo platicar con el guardián de Wölcenn.

Volteó en el momento en que escuchó un silbido muy característico que hacía su rey con los dedos, y lo encontró asomado en la baranda de babor de su propia nave junto al Rey de Wölcenn mirándolo a él.

—¡Rygel! —Lo llamó Marseus.

—¿Sí, capitán?

—¿No deberías estar vigilando ahora mismo a Cælum de Gewër?

El cartógrafo sacudió su hombro.

—Usé el veneno para anular los dones que me diste, y aun así, sigue siendo demasiado molesto, pero no va a moverse de donde está —afirmó, antes de colocar su antebrazo sobre el hombro de Elyon, y mirarlo con una sonrisa muy alegre—. No lo habría conseguido sin la ayuda de un gatito muy lindo... —Rascó la barbilla del guardián pelinegro.

«Y con esto, espero que sea suficiente convivencia con los guardianes de Wölcenn para toda la eternidad», pensó muy seguro de que su actuación habría dejado convencido a su rey de no hacerlo insistir en seguir soportando a sus aliados.

No obstante, Elyon le miró con sorpresa, sin saber qué decir ante ello, porque solo podía pensar: «¿En verdad piensa que soy lindo?», pero se le olvidó al notar la presencia de Lyn.

Su corazón brincó de emoción un instante, y al siguiente, solo había incertidumbre, miedo, y mucho silencio...

Estaba feliz de verlo, pero a la vez, no sabía si él lo odiaría luego de su rechazo.

Era extraño pensar que su mejor amigo debía estar odiándolo por eso, y recordó cuando Galathéia insistía en que él la odiaría por escoger a otra persona.

Recordó todo lo que Lyn confesó, todo el tiempo que lo debió guardar y lo mucho que debía doler, y al perder a Galathéia, casi podía entender lo que sintió. Era un pensamiento muy difuso que le dejaba con la seguridad de que tal vez si lo hubiera sabido un poco antes, se habría echo a un lado, tal como hizo Lyn.

El pelirrojo lo miró también, con un semblante muy tranquilo y supo que quería tanto como él arreglar las cosas, pero que tendrían que esperar un poco más.

—Capitán, viene a ver al prisionero, ¿no es así? —inquirió Rygel, aunque más parecía una afirmación.

Era lo que él haría, y quería saber qué humillación podría planear su rey para su mayor enemigo. Marseus también pensaría lo mismo; había esperado bastante ese momento incluso.

Y sin embargo, en ese momento no sentía nada respecto a la mención de su nombre.

No era algo con lo que quería molestarse. Había ganado la guerra, y no sentía la necesidad de hacer lo que él le hizo a sus compañeros alguna vez.

Tal vez, se arrepentiría después por aquel derroche de piedad, si es que podría llamarse así, pero en ese momento solo pensó que tenía mejores cosas que hacer.

Sacudió el hombro, denotando indiferencia.

—No me interesa él ahora —explicó—. Pero ya que han podido hacer equipo, espero que no les moleste viajar juntos hasta la Región Levante para llevar a Cælum ante Dara de Gewër.

—¿Qué cosa? —replicó el cartógrafo al instante, en primer lugar, porque tendría que seguir aguantando a Elyon por su propia culpa, y en segundo, porque no entendía qué tenía que ver Dara en aquel asunto.

—El Rey Ahree ya había intentado pedirle que fuera la sucesora al trono, pero si Cælum lo hace de nuevo, y especifican que es la única forma en la que evitarán que invadamos en verdad su reino, sé que lo aceptará.

—¿Dara será reina de Gewër? —inquirió el rubio con sorpresa.

«Bien por ella», pensó, seguro de que la noticia le sorprendería bastante a ella y a las chicas que la acompañaban.

Si lo pensaba bien, siempre se encontraban en islas desiertas, y sería la primera vez que se adentraría más allá en Gewër.

—Estoy seguro de que la idea le va a encantar y todo, pero no es como si pudiera buscar en toda la Región Levante para saber dónde está...

—Yo sé en dónde se encuentra —replicó Elyon al instante, y el cartógrafo nunca deseó tanto que una persona se callara. No obstante, por mucho que odiara la idea, necesitaría su ayuda de nuevo.

—Como sea. Bienvenido a bordo de nuevo, gatito... —resopló con desgano—. Ayuda a elevar el ancla, ni creas que vas a estar aquí de pasajero solamente...

—Enseguida —replicó el pelinegro, yendo a ayudar a los marineros de la tripulación del Equinox.

Para Rygel lucía tan complaciente, que solo quería odiarlo más. Elyon de Wölcenn de gatito no tenía nada; era más como un perro dispuesto a hacer todo tipo de trucos para contentar a todo el mundo, y seguro que si se lo pedía, también movería su cola.

—Bien. Eso debe resolver casi todos nuestros problemas hasta el momento... —suspiró Marseus, volviéndose a Lyn.

El rey de Wölcenn parecía divagar bastante, en parte, por los recuerdos de un vínculo que aún no entendía, pero se volvió a Marseus, un poco más distante.

—¿Aún sigues molesto por las recompensas?

Marseus frunció el ceño por un momento, y después chasqueó la lengua.

Inezhe-iza, ya qué importa... —masculló, pero era evidente que si se lo recordaba, sí le molestaría.

Lyn apretó un poco sus puños, y pensó que haberse mantenido firme en su decisión era lo correcto. Sin embargo, del mismo modo estaba seguro de que había cometido errores muy graves a ciegas, y conocer la verdad le daba miedo, pero quería saberla.

—¿Puedo pedirte algo? —Lo miró a los ojos, y ya estaba temblando—. ¿Podríamos hacer un vínculo de nuevo?

La pregunta lo desconcertó, pero en aquel punto, no había nada que pudiera negarle. Extendió su mano a él y asintió, pero para su desconcierto, Lyn capturó su rostro entre sus manos, y le bastó con impulsarse un poquito para alcanzarlo, y presionar al fin sus labios contra los suyos con una suavidad que apenas era contenida.

«Rojito, no tienes que venir a mí con la excusa de un vínculo para esto...», pensó el capitán con gracia, sorprendido en un instante, pero no tardó en cerrar los ojos, y por inercia, atraer más la cintura de Lyn contra su cuerpo. Al fin lo tenía, al fin podía disfrutarlo, y por lo cálido y suave que se sentía, no quería soltarlo jamás.

Se dio cuenta de que en verdad estaba haciendo un vínculo con él, pero eso le dio igual, y en cambio, aprovechó cada instante de ese beso por el que tanto habían esperado ambos.

Profundizó aún más el contacto, pero sin que dejara de ser un beso muy casto aún, al menos para él. Quería sentirlo primero así, de la manera más dulce y casi inocente, porque muy en el fondo, Lyn lo hacía sentir muchas veces un poco tonto. Quería abrazarlo más para que se diera cuenta de que en ese momento, su corazón latía con tanta intensidad y rapidez solo por él. Quería besarlo así tantas veces, y ser capaz de decirle lo que realmente sentía al instante, sin miedo a la caída.

Se separaron muy lento, y al abrir los ojos, Marseus sentía que no quería mirar nada más que a él. Y más le valía que tomara aire pronto, porque volvería a besarlo, esta vez de la manera en que realmente deseaba, sintiendo su lengua de principio a fin, mordiendo sus labios hasta dejarlos hinchados, y hacerlo jadear con necesidad al separarse.

Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Lyn colocó su mano contra su pecho para detenerlo. Fue de una forma muy débil, puesto que aún estaba tratando de procesar todo lo que podía, y aunque confirmó lo que necesitaba, más que miedo, lo que le dejó la verdad fue mucho dolor.

No se atrevía a mirar a Marseus, y menos cuando sabía que lo estaba viendo como si fuera lo mejor que le pasó en la vida.

No quería. No lo merecía.

«¿Por qué haces tanto por mí y me quieres como si yo hubiera hecho algo para merecerte?»

Di algo, di algo, di algo...

Pero el solo buscar las palabras que necesitaba lo hería más.

Tomó aire pero no para otro beso, sino para reunir el valor de hacer aquello que debió cuando permitió que su egoísmo lo cegara.

—Lo siento mucho, su Majestad. Realmente lo lamento —pronunció, y quiso halagarse a sí mismo porque hasta el momento, su voz era firme. Si seguía con la cabeza agachada para evitar mirarlo, podría lograr decir todo hasta el final—. De verdad me apenan tanto mis acciones, y le agradezco que aun así, haya sido tan amable de querer ayudarme de todas formas. Prometo que en cuanto recupere lo que necesito, no seré más una molestia para usted.

»Volveré a mi reino, y no volveremos a saber jamás del otro. Espero que el tiempo sea más que suficiente para convertirme en tan solo un mal recuerdo para usted. Lo siento por todo, de verdad...

Odió escuchar su voz quebrarse, y tener que llevar su mano para limpiar sus ojos, y al fin se atrevió a mirar a Marseus para hacer una reverencia.

—Tiene un reino muy hermoso. Merece que lo siga protegiendo de personas como yo...

No pudo más, y muy rápido, dio vuelta y se apresuró a entrar a una de las cabinas, aunque lo que más quería, era correr hacia la popa y llorar hasta vomitar. Juró que nunca había experimentado ese dolor, más intenso que aquella fisura que una vez más, su propia imprudencia le provocó.

Quería agradecerla, porque a lo mejor, fue por ella que en ese momento podía sobrellevar el dolor, y solo podía repetirse una y otra vez un deseo casi infantil que si aguantaba un poco más, pronto podría cumplir.

«Maldita sea, quiero volver a casa ya...»

Marseus al principio sintió un escalofrío en cuanto quedó solo, y por un largo tiempo su mente permaneció casi en blanco. No podía entender lo que acababa de suceder por más que lo intentaba, pero sí estaba completamente seguro de una cosa:

Nunca le habían roto el corazón así.

*

*

*

NO ME ODIEN AÚN POR FAVOR PROMETO QUE ESTO SE ARREGLA 😭😭😭😭😭 Si quieren odiar a alguien, les regalo un Lyn golpeable, besitos 💜

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