Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cinco

Rygel y Andrómeda observaron a Galathéia seguir en lentos pasos a Marseus, intrigada, hasta que decidió tomar su propia ruta para continuar explorando la isla.

Con cada paso, Rygel se alertaba más, y tuvo que detener a la bruja de que siguiera explicándole que no existían nereidas en el cielo —y en realidad, en ninguna parte en los tres reinos—, y apuntó a lo lejos a la guardiana de Wölcenn.

—Oye, ¿deberíamos dejar que vaya por su cuenta?

Andrómeda la vio caminar y detenerse para observar cada lugar que le parecía completamente nuevo, y se encogió de hombros.

—Pues sí. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Se me hace muy inofensiva...

—¿Al menos saben cuál es su don? —reclamó el rubio, pensando que tanto Marseus como el resto de la Primera Guardia no se tomaban en serio la llegada de la forastera.

La bruja entreabrió los labios a punto de responder, pero se detuvo.

—Esa es una excelente pregunta, ahora que lo mencionas... —Al oírla, el guardia y cartógrafo de Wækas no pudo evitar rodar los ojos—. Ay, de seguro no sea gran cosa, o no le sirva aquí en la isla. Ya lo habría usado para intentar escapar.

***

Galathéia estaba por cruzar el puente que la llevaría de vuelta al palacio, con la intención de encontrar ella misma al Rey Marseus, pero con cada paso, empezaba a sentirse tensa, como si se tratara de un mal presentimiento.

Volteó hacia todos los lados, asegurándose de que no era vigilada, y continuó un par de pasos más hasta volver a detenerse, porque la sensación de incomodidad persistía.

Entonces escuchó algo en el agua moverse, y con temor de voltear, estaba casi segura de que de la superficie sobresalía una aleta gris, y tragó saliva.

No era posible que un tiburón pudiera llegar hasta el puente para destrozarlo y a ella también... ¿o sí?

Sabía que era el momento perfecto para correr con todas sus fuerzas hacia la entrada del palacio, mas, su cuerpo le jugaba en contra, impidiéndole moverse.

Con la mirada fija en la aleta, su corazón latió a mayor velocidad en cuanto el tiburón empezó a sacar el resto de su cuerpo, y antes de que pudiera ver su cabeza, una extraña y aguda voz resonó en su mente.

¡Hola, Galathéia!

La guardiana dejó escapar un grito tan alto, que provocó que muchas de las aves que descansaban en los puentes o techos de las casas salieran volando.

Bajó la voz cuando al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que estaba viva, y como si su cuerpo al fin le diera permiso de poder moverse, se aproximó hacia la baranda del puente.

Parpadeó un par de veces, como si no pudiera creérselo. Frente a sí misma había un tiburón, en efecto, pero este se veía muy pequeño, y al fijarse en sus brillantes ojos, pensó incluso que era muy tierno.

Aun así, seguía asustada.

—¿No vas a comerme?

Escuchó una risa muy chillona en su mente, y saltó, pero para su suerte, no volvió a gritar.

¿Por qué haría eso? Yo te traje aquí. —La voz rio de nuevo, y sorprendida, la guardiana miró al pequeño tiburón.

«Esto no es posible...», se dijo en sus pensamientos, pero no perdía nada más que la vergüenza si intentaba asegurarse de que aquella voz pertenecía al animal marino.

—¿Eres tú quien me está hablando ahora? ¿Cómo es que sabes mi nombre?

El tiburón volvió a ocultarse en el mar, y nadó hacia el otro lado del puente. Galathéia se sintió de lo más tonta, y agradeció que incluso con su grito, no atrajera la atención de la gente de Wækas para verla haciendo el ridículo de esa forma.

¿Puedes venir aquí un momento?

La guardiana volvió a escuchar la voz, y se dio cuenta de que la criatura la estaba esperando.

Corrió hacia la otra baranda para verlo sacar su cabeza nuevamente.

Hiciste un vínculo conmigo cuando te caíste al océano —explicó el animal—. Te llevé a ti al puerto, y el mismo Rey Marseus te dirigió al palacio.

Galathéia no sabía creer si se trataba de una broma, porque todo lo que decía, sonaba muy increíble.

Si en algo no mentía, era en que había pactado un vínculo con él. Era la razón por la que se comunicaba con ella a través de sus pensamientos.

Aun así, aquello no era posible. Las personas no podían vincularse con las criaturas de reinos contrarios al que pertenecían; sin embargo, si lo pensaba bien, de acuerdo a todo lo que le había enseñado su anterior reina en su entrenamiento, podía tratarse más de una regla por seguridad, que un verdadero impedimento. Solo sabía que las brujas eran las únicas capaces de vincularse con cualquier criatura con libertad.

Si rompió una regla, no lo recordaba en absoluto, y podía ser que lo hizo tan solo por el mero deseo de sobrevivir.

Respiró profundo, y aceptó aquel hecho como cierto.

—¿Qué hay de Phoellie, mi lechuza? ¿Está bien? ¿La pudiste rescatar? —inquirió, preocupada por no verla por ningún lado, y que nadie le ofreciera respuestas.

Aunque no hablaba mucho con la lechuza, sabía que solo era muy tímida y tenía una forma muy agresiva de pedir que respetaran su espacio. Llegó a temer que los piratas la maltrataran por no entender su comportamiento.

Ella llegó a salvo y esperó en la orilla hasta que yo llegara contigo —comentó, y Galathéia se sintió enternecida al saber que en el fondo, Phoellie también la apreciaba—. Y casi le arrancó un mechón de cabello a uno de los guardias del Rey, pero estaba bien. Creo que la dejaron marchar de vuelta a tu reino...

La chica suspiró, con la tranquilidad de que a la lechuza no le pasara nada malo.

—¡Muchas gracias, ah...!

Se detuvo, al no saber cómo llamarlo. Por un momento pensó en decirle «bebé tiburón», pero tal vez él lo consideraría ofensivo.

Me llamo Nautheus —respondió el animal, riendo.

—Es un lindo nombre —sonrió Galathéia, dejando posar sus codos sobre la baranda, y su rostro en sus manos—. ¡Por cierto! Estoy buscando al Rey Marseus. ¿Sabes cómo es, o por dónde suele encontrarse...?

Entró al palacio hace poco. Verás, es muy grande, y cuando no sonríe como idiota, parece que intentará matarte, pero no digas que dije eso.

La guardiana sonrió, a pesar de que esperaba una descripción más física, porque tenía la impresión de que más de la mitad de la población de Wækas correspondía a esas características.

Asintió, y pensó en ingresar al palacio, haciendo un intento de búsqueda, pero nadando, Nautheus la siguió.

¿Le dirás acerca del cristal núcleo de tu reino? ¿Ya sabes cómo están las cosas en tu hogar?

La chica se volvió de forma abrupta hacia la baranda.

—¡Espera! ¿Cómo sabes eso?

Enmudeció al darse cuenta de que se debía al vínculo. Nautheus podía conocer todo de ella, y viceversa, y al parecer, el pequeño tiburón había resultado ser muy curioso. Tampoco podía culparlo, si una desconocida de otro reino realizaba una conexión con él tan solo para salvar su vida.

—Quiero decir... ¿El Rey Marseus sabe eso también?

El animal pareció pensar en su respuesta.

No le dije nada, si es lo que preguntas, pero es muy posible que ya lo sepa. Muchas aves también te vieron perseguir a la ladrona.

La guardiana maldijo en sus adentros, consciente que era más información de la que podía imaginarse.

Temía que si el Rey Marseus estuviera al tanto de lo vulnerable que era Wölcenn, tan solo lo esperase a Lyn para tenderle una trampa.

Prefería que él la abandonara a su suerte y se preocupara por Wölcenn y el cristal núcleo. Elevó la mirada al cielo, y aunque había escuchado a aquel pirata extraño decirle que si creía en algo, debía rezarle con todas sus fuerzas, no entendió a qué se refería. Sin embargo, pedía en sus adentros que Lyn todavía la creyera capaz de poder salir sola del enorme problema en el que se encontraba.

No podía permitir que el rumor de que su reino estaba indefenso siguiera esparciéndose, y trataría de encontrar el cristal núcleo cuanto antes.

—¡Muchas gracias por no comerme y por salvar mi vida, Nautheus!

Al entrar y sentirse cubierta por la sombra del umbral, volvió a tensarse, y cada paso lo dio con cautela a través de un pasillo que se le hacía casi infinito, hasta que en la cima de unas escaleras, encontró a quien debía de ser el renombrado rey pirata.

Su mirada estaba oculta por su sombrero de cuero de tres picos, y la luz que dirigía las ventanas hacia el trono le jugaba en contra, haciendo más difícil poder identificarlo. Sin embargo, lo empezaba a sentir familiar.

Se detuvo al pie de las escaleras y alzó la mirada, apretando sus pequeños puños. Más que lucir intimidante, quería tener mayor confianza en sí misma.

Estaré contigo para que no te sientas sola, Galathéia.

La guardiana volteó hacia la fuente, donde encontró la aleta de Natheus, y asintió con una sonrisa.

—Muchas gracias —susurró, y volvió a ver al rey, pero uno de los guardias llamó su atención.

—¿Qué se te ofrece, forastera? El capitán no tiene tiempo para ti —dijo Nashi, tomando de su brazo para llevársela, pero al voltear a Marseus, este le pidió con un gesto que se detuviera, y la soltó al instante.

—Yo haré las preguntas aquí primero —demandó el capitán, levantando un poco su sombrero y la mirada para que la forastera pudiera apreciarlo mejor, al tiempo en que subía su pierna sobre la otra, y se asomaba una sonrisa socarrona en su rostro.

Galathéia reconoció enseguida las cicatrices, y supo que no tenía otra opción más que obedecer hasta poder hacer ella su petición.

—¿Cuál es tu nombre, forastera?

—Soy Galathéia de Wölcenn —pronunció ella, altiva. Hasta el último instante de su vida como prisionera, no dejaría de recordarles que las nubes eran el lugar donde pertenecía.

Marseus asintió, y relamió sus labios, al tiempo en que apoyaba su rostro sobre su puño.

—Dime, Galathéia de Wölcenn: ¿es tu rey la clase de basura capaz de dejar atrás a uno de los suyos? ¿Realmente la dejará pudrirse en nuestras celdas para toda la eternidad, o es que acaso necesita una advertencia más seria?

La guardiana se estremeció ante la amenaza por un instante; la sonrisa de Marseus le indicaba que si llegaba a devolverla a Wölcenn, sería en fragmentos. Sin embargo, apartó todos sus temores respecto a lo que podría sucederle, tan solo porque no permitiría que insultaran a Lyn enfrente suyo.

—¡No se atreva a asumir cosas sobre mi Rey! Si él ha decidido dejarme atrás, es porque sabe que puedo arreglármelas por mí sola. ¿No se le ha ocurrido pensar, su Majestad, que la verdadera amenaza podría ser yo?

No fue su movimiento mejor pensado, y lo sabía, pero la chica creyó que si se mantenía tan firme como sus palabras, y trataba de sonreír de la misma forma intimidante en que lo hacía el Rey Marseus, podría llegar a sonar convincente.

Sin embargo, no tardó en escucharlo soltar una pequeña risa.

—¿Ah, sí? ¿Está segura de ello? —inquirió él, pero la guardiana permaneció seria—. Adelante. Pruébeme de lo que es capaz de hacer, entonces.

Desde que despertó en la isla de Wækas, Galathéia había elegido no recordar en los eventos en la playa de Gewër tan solo para protegerse a sí misma de las burlas que sabía muy en el fondo que tenían la razón. No obstante, era imposible no volver a pensar en cómo Zéphyrine la había desafiado a que intentara enfrentarla, consciente de sus debilidades.

Y por lo visto, el Rey Marseus también parecía saberlo.

—Si bien es cierto que la hemos despojado de su arma, estoy seguro de que posee un don excepcional que la convirtió en una de las protectoras del Rey y su cristal núcleo, así que adelante. Sorpréndame.

Poco a poco, Galathéia dejó de sostenerle la mirada para agachar la cabeza.

¿Tan patética se veía en realidad? Sus puños aún se apretaban con fuerza, como si fuera una especie de autocastigo. Como si estuviera conteniéndose de hacer algo que terminaría por arruinarlo todo, hasta que finalmente, las soltó, junto con un largo suspiro. Sus ojos seguían secos, por suerte, pero su corazón aún latía con rapidez.

En realidad, la idea de morir como prisionera de Wækas no le parecía tan mala opción. Significaba que habría muerto haciendo su misión. Si regresaba a Wölcenn a salvo y sin el cristal núcleo, solo estaría probando una vez más, que era una inútil a la que el título de la Primera Guardia le quedaba demasiado grande.

—¡Capitán! Gente de Wölcenn está por aterrizar. ¿Tienen permiso? —interrumpió uno de los guardias.

Al instante, Marseus se levantó y se quitó su sombrero y su saco, antes de bajar las escaleras.

—Claro que sí, yo mismo los invité —sonrió, y al estar a punto de pasar de Galathéia, podía jurar que la chica estaba por desmayarse del miedo. Tal vez, fallar a su misión le daría un destino peor que la muerte si volvía a su nación, o tal vez, solo era muy dura consigo misma. Como fuera, tenía que demostrar que al menos en aquella isla, a lo peor que podía temerle, era a él—. Enciérrenla en la prisión ahora mismo —ordenó a sus guardias, y al instante, Nashi y quien había dado la noticia, tomaron a Galathéia de los brazos, sin darle oportunidad de escape, y la arrastraron al interior del castillo.

Al principio, la guardiana reaccionó con brusquedad y gritos, pero supuso que sería mejor si no seguía oponiéndose ante un destino más que obvio como su fracaso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro