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9. Fantasmas en el armario

Coldplay | Gravity

"Los monstruos son reales y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan." †Stephen King†

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Es posible que, de no ser por la forma en que esa noche se desarrollaron las cosas, la noticia de saber que perdí... que Coraline perdió dos bebés a manos de monstruos como Nikolai me habría acabado.

Y si bien, no hay día en el que no piense en ellos, Alessandro se ha vuelto ese pilar del que puedo aferrarme con los ojos vendados. Incluso he logrado dejar pensar en ella como una segunda persona, o al menos no todo el tiempo.

Han pasado diez días desde esa noche y la vida simplemente ha continuado. Nos adaptamos en una nueva dinámica en la que si bien, somos conscientes de que aún existen cosas pendientes, ambos preferimos ignorarlas para disfrutar del momento.

Ahora dormir sin él ya no es una opción, no a menos que esté lista para pelear con las pesadillas. La primera noche me revolví en mi propia cama por horas, hasta que simplemente renuncié a la idea de luchar contra mis deseos. Así que regresé al tercer piso.

Él ni siquiera estaba en la cama, en su lugar lo encontré en el balcón con el mismo insomnio que yo. Hablamos de cualquier cosa, al menos hasta que comencé a quedarme dormida pegada a su regazo y para cuando desperté, ya estábamos en su cama.

Los siguientes días fueron algo parecido, y en la quinta, me sorprendió encontrarlo acostado. Abrió las sábanas en una clara invitación.

—Solo durmamos esta noche —fue lo que dijo.

Y lo hicimos. Esto fácilmente se ha convertido en algo adictivo, ni siquiera voy a fingir que me preocupa que haya dejado tirado de nuevo todo su trabajo por pasar la mayor parte del día conmigo.

Ve películas conmigo en la sala de cine y me deja acurrucarme a su lado, leemos e incluso comenzó con sus clases de entrenamiento. Lo confieso, ha sido brutal.

Seguirle el ritmo es como correr junto a una locomotora.

Derek ha venido a cenar dos veces, lo cual vuelve las noches algo interesantes. Son demasiado diferentes entre sí, Derek es como un sol resplandeciente con demasiada energía para el mundo, mientras Alessandro una noche sombría y quieta. Eso no hace que me guste menos.

En realidad, es posible que sea el principal motivo por el que me gusta tanto.

Las cosas simplemente fluyen naturalmente y es posible que eso es lo que me mantenga más alerta. Sobre todo con esos pequeños destellos de recuerdos que han ido apareciendo cada día, puede que sean solo una nimiedad porque son poco claros e inconexos.

Como la imagen de un claro lleno de flores con una noche pintada de estrellas.

La cálides y añoranza que me provocan cada vez que pienso en ella es inexplicable.

También hay extractos de conversaciones, o destellos de la casa que creo es de los Mills. Una escuela, un museo, una biblioteca antigua. No he podido descifrar ninguna.

Termino de aplicarme crema corporal antes de salir del baño envuelta en una bata y el cabello aun escurriendo agua, solo para encontrarme con la imagen de Alessandro recostado en la cabecera de mi cama.

Lleva solo una pijama sin la camisa, dejando al descubierto su esculpido pecho.

Las pijamas y las ropa deportiva han sido sus constantes estos días, lo cual al principio fue extraño ya que me había acostumbrado a verlo siempre en trajes a medida y el cabello perfectamente peinado.

Ahora tiene un aspecto salvaje y totalmente comestible con su barba y el cabello desordenado.

Levanta la vista de la tableta, sonriendo con travesura al ver mi aspecto.

Siento la sangre corriendo por mi rostro, aún no me acostumbro a su intensa mirada y a recibir toda esa atención.

Extiende una de sus manos en mi dirección en una invitación para volver a nuestro sitio habitual.

—Me gusta tu atuendo.

—Técnicamente no llevo nada —hundo el entrecejo, tomando su mano cuando estoy lo suficientemente cerca.

En un parpadeo, estoy sobre su regazo con sus grandes manos en mis muslos.

Besa la punta de mi nariz.

Sí, me gusta esto.

—Exacto —suspira, tirando de la tela que cubre mi hombro hasta que lo descubre —. Siempre tan tentadora —murmura, besando la piel y provocando un aleteo en mi estómago —. A veces me pregunto qué hice para merecerte.

No le digo que me hago la misma pregunta.

Relamo mis labios, atrayendo su atención, humedece los suyos con su lengua rosada. Sé su siguiente movimiento antes de que siquiera se mueva.

Nos encontramos a medio camino, su boca siendo suave mientras saborea cada movimiento. Enreda sus largos dedos en las hebras empapadas de mi cabello, volviendo el beso más dominante y consumidor.

Es demandante y hambriento en cada mordida, lametón y succión que me da.

Clavo mis uñas sobre sus hombros. Estoy tan embriagada de él que, ni siquiera soy consciente de la manera en mi cuerpo se mece contra el suyo en busca de algo que desconozco. Es instintivo. Casi primitivo.

Solo sé que el roce de su dureza contra mi centro se siente demasiado bien.

Mis dedos recorren la extensión de su pecho, explorando la suavidad de su piel y hundiéndolos en su carne cuando todo se vuelve más intenso. Algo parecido a un gemido resuena en la habitación. Es mío, me doy cuenta. Muerdo mi labio inferior cuando se aparta, dejándome aún demasiado hambrienta de sus labios.

—Tengo una propuesta para ti —me da otro beso —. ¿Quieres escucharla?

Debe estar loco si cree que puedo pensar con claridad cuando acaba de besarme los sesos.

—Alessandro —protesto.

—¿Sí? —finge inocencia, pero ahora lo conozco mejor que a mí misma.

Saboreo su sonrisa cuando ríe aún con nuestros labios juntos. Suspiro, obligándome a colectarme lo suficiente.

—No me gusta cuando juegas conmigo.

Solo se ríe más.

—Yo no juego.

—Lo haces, lo sabes.

—¿Lo hago?

Lo miro con obviedad y algo de irritación, es increíble que me haya vuelto adicta a sus besos en tan poco tiempo.

—Entonces —aclara la garganta, se recarga en la cabecera con sus manos aún sobre mis muslos —, tengo una idea y necesito que me digas tu opinión.

—Uhmm —asiento, distraída con sus dedos pintando círculos en mi piel.

—Han pasado casi dos meses desde que regresamos y no has salido de esta casa desde entonces —señala, obteniendo mi atención de inmediato —. Creo que hoy podríamos hacer algo diferente y salir a cenar fuera, ¿qué opinas?

Solo pensar en salir de los límites de la propiedad me da escalofríos. Ni siquiera estoy segura de lo que hay afuera, pero la idea de tantas personas y los múltiples peligros que existen solo hacen que sienta un profundo rechazo.

No tengo idea de lo que debe ver en mi rostro, pero así como yo, he descubierto que este hombre me conoce mejor que nadie.

—Si tienes dudas al respecto no hay problema, lo entenderé. No te sientas obligada.

—No es eso... es que...

—Tienes miedo —termina por mí.

Rehúyo de su mirada, pensando en la última vez que aparecí en público como Elizabeth. Fue una ceremonia en honor a las fuerzas armadas, justo después de terminar el homenaje a los soldados caídos, el rumor de lo que había pasado semanas atrás se extendió por toda la ceremonia como pólvora.

Genuinamente pensé que ahí fue donde Nikolai se enteró, ignoraba que él siempre lo supo.

Solo que hasta ese momento cuando su orgullo fue puesto en duda, es que actuó en consecuencia. Desatando el infierno.

Parpadeo, saliendo de mis turbulentos pensamientos y encontrándome con un par de esmeraldas brillantes que me miran con devoción y entera comprensión. Y sé mi respuesta antes de poder siquiera pensarlo más.

—No, a tu lado nunca tengo miedo.

No dice nada al respecto, pero puedo ver cómo parece demasiado extasiado de escuchar esas palabras.

—En ese caso haré una llamada —mesa mi nariz y luego mi boca castamente —. Esta noche seremos solo nosotros dos.

• ────── ✧❂✧ ────── •

Durante el resto del día seguimos con nuestra rutina, entrena conmigo en el gimnasio de la casa y después de una ducha, vegetamos frente al televisor viendo algún tipo de documental sobre pingüinos.

Se encarga de preparar el desayuno cuando nos da un poco de hambre, todo en un ambiente ligero en el que yo lo observo desde un banquillo en la encimera mientras él se acerca cada tanto para regalarme besos que siempre me hacen plantearme pedirle que olvide la comida y solo me dé más de eso.

Hay una charla cómoda y sonrisas compartidas.

En ocasiones me encuentro preguntándome si acaso esto es una especie de fantasía.

Sonreír genuinamente es como ver un unicornio rosa y con alas de arcoíris, hace algún tiempo mi realidad eran las sonrisas practicadas frente al espejo para que el mundo no pudiera ver lo rota que estaba.

Solo pude darme cuenta de lo mucho que Nikolai me había dañado hasta que pude verlo desde fuera. Viví tanto tiempo en medio de la tormenta que había olvidado lo hermoso que es ver el sol.

Y Alessandro se siente como eso, como la primera bocanada de aire que tomas después de casi ahogarte. E incluso cuando lucho contra la voz en mi cabeza que me grita que retroceda, no quiero seguir luchando contra mi necesidad por él.

Sujetarme a él para sobrevivir puede ser el acto más egoísta e imprudente que alguna vez haya cometido, pero si un día debo soltarlo... si un día estoy lista para soltarlo o él lo está, nunca podría arrepentirme de haberlo hecho.

Es posible que por eso haya omitido la forma en que algunos recuerdos comienzan a llegar y la forma en que me he encontrado tratando de reprimirlo porque se siente como la consciencia de Coraline luchando por regresar.

Como si de pronto ella simplemente regresara para darse cuenta lo que hice con su esposo.

Suspiro, dejando de lado la secadora y comenzando a recoger mi cabello en un sencillo peinado. No dejo de escuchar las voces de ellos como ecos en la lejanía mientras rebusco en el armario, opto por un vestido lavanda con un escote cerrado, tirantes gruesos con mangas traslucidas largas.

Es algo sencillo que se ajusta a la perfección a mi torso, acentuando mi cintura con un lazo y cayendo delicadamente hasta mis tobillos.

Me monto en unas zapatillas nude no muy altas, apenas regalándome unos centímetros de altura. No es demasiado elaborado, pero me gusta lo que veo en el espejo.

No sé cuánto tiempo transcurre mientras veo algunos tutoriales de maquillaje para principiantes, pero al final solo me pongo al de brillo en los ojos y mascara de pestañas, no muy segura de querer arriesgarme a terminar como un mapache.

Tomo un labial rosa cuando una sombra se posa detrás de mí.

Un par de pozos verdes me beben con audacia y por un momento me quedo muda al ver su aspecto. Nuevamente lleva uno de sus elegantes trajes de tres piezas y el cabello perfectamente peinado, más eso no es lo que me deja boquiabierta.

Es el hecho de que se ha afeitado.

Por primera vez estoy viendo su rostro libre de bello facial y si antes creí que era atractivo, ahora mismo podría fácilmente ser el hombre más hermoso que alguna vez haya visto.

Tiene pómulos pronunciados y una mandíbula marcada, sus labios parecen un poco más gruesos ahora que no tiene barba.

—Ya casi termino —balbuceo con torpeza cuando veo moverse sus labios, pero estoy tan aturdida por él que ni siquiera lo escuché.

Me recorre de arriba abajo, consiguiendo que mis mejillas adquieran un rubor natural.

—Puedo verlo —desliza sus manos por mis hombros —, pero te pregunté si estabas bien.

—Ah, claro, sí —parpadeo, saliendo de mi estupor —¿Por qué no lo estaría?

Me relajo al sentir sus manos masajeando mi cuello.

—Parecías perdida en tus pensamientos —comenta —. ¿Hay algo que deba saber?

Mi primer instinto es negarlo, pero sé que detectaría mi mentira de inmediato y eso nos llevaría a una conversación que no quiero tener, así que opto por la salida fácil.

—Creo que extraño a Grace y Henry, dijeron que vendrían pronto, pero ya pasó mucho tiempo.

—Deben estar ocupados, pero si los quieres aquí, solo tienes que pedirlo.

Le creo, pero niego con una sonrisa.

—Estaré bien.

Hago amago de pintarme los labios cuando extiende la mano, tomando el objeto de mi mano y mirándolo como si fuera el objeto más extraño del mundo con el ceño fruncido. Se acerca al tocador, mirando los cosméticos con ojo crítico y tomando otro de un color que no alcanzo a ver.

Me agarra la barbilla con el pulgar e índice para levantar mi rostro. Su atención cae sobre mi boca, creándome la necesidad de humectarlos y él sigue el movimiento de mi lengua sobre ellos.

De pronto hace mucho calor.

Las voces desaparecen y mi mente se queda en blanco, Alessandro es todo lo que existe cuando su dedo sigue el mismo camino que ha hecho mi lengua.

Dioses, ni siquiera reconozco a mi cuerpo cuando él está cerca.

Se inclina hasta que está tan cerca que puedo sentir su aliento golpear contra mi rostro. Cierro los ojos con fuerza al sentirlo presionar un beso dulcemente en la comisura de mi boca, una especie de gemido estrangulado se me escapa.

Solo entonces la barra de labios se desliza por la extensión de la piel regordeta.

Me quedo inmóvil, procesando lo que está haciendo. Abro los ojos para encontrarlo con una sonrisa ladeada, lo que me permite descubrir que tiene hoyuelos que me tientan a tocarlos. Sabe lo que está haciendo, sabe lo que provoca en mí cuando hace cosas como esta.

Es meticuloso, delineando perfectamente el borde de mis labios y se toma su tiempo rellenando cada espacio. Cuando termina, contempla su trabajo como un artista apreciando su obra de arte. La satisfacción bañada en cada rasgo.

Se aparta y solo entonces me doy cuenta que estaba conteniendo el aliento.

—Perfecta.

Jamás creí que alguien podría hacerme sentir de esta manera, que de verdad yo podría anhelar con tanto ahincó el contacto físico después de...

Alessandro es como una especie de milagro.

Debería al menos intentar controlarlo. Mas lo deseo tanto que resulta doloroso y me avergüenza la manera en que mi cuerpo parece llamarlo a gritos.

Una necesidad.

Y me pregunto si esa es coraline reclamándolo.

—Alessandro —lo riño, volviendo a la realidad.

—¿Sí, bonita?

Entorno los ojos en su dirección, algo que ignora mientras esconde su sonrisa en una expresión impasible. Veo mi reflejo, dándome cuenta que ahora mis labios son de un rojo escarlata que destaca completamente al no tener casi nada de maquillaje.

Me rocío un poco de perfume, tratando de actuar normal con el hombre que observa cada uno de mis movimientos. Noto el mecho rebelde que se ha escapado, cayendo sobre su frente con gracia y no puedo evitar acercarme para reacomodarlo.

Una tromba de mariposas explota en mi pecho al notar ese brillo particular en ese par de esmeraldas.

—¿Alessandro? —lo llamo, mi voz es apenas un suspiro.

—¿Sí?

—Bésame —ordeno.

No hay necesidad de que lo repita, me atrapa por la cintura, mis caderas golpean el tocador cuando me empuja contra él al tiempo que atrapa mis labios entre los suyos.

Su lengua se enreda con la mía en un baile sensual.

Es controlado, suave. Arrebatador.

Sus dedos se hunden en mi piel frágil en un gesto totalmente posesivo.

—¿A dónde iremos? —me las ingenio para preguntar después de que me robe el sentido.

—Ya lo verás, sé que te encantará.

• ────── ✧❂✧ ────── •

Veinte minutos después de haber hecho todas las comprobaciones de seguridad y tener el visto bueno de Tom, estamos en la carretera en un deportivo negro con lunas tintadas.

La verdad ignoro la diferencia entre este y una camioneta hasta que estamos en la carretera y veo la velocidad que alcanzamos. Alessandro pierde un poco a las camionetas que nos siguen y pronto los árboles y todo nuestro entorno se convierten en un borrón.

—Ya no los veo —comento, tratando de no ponerme nerviosa.

—No te preocupes, mientras estés a mi lado estás a salvo.

Le creo, incluso cuando mi corazón se agita al vislumbrar las luces de la ciudad cada vez más cerca. Solo baja la velocidad cuando nos adentramos a las bulliciosas calles. No me doy cuenta que estoy temblando hasta que una mano grande se envuelve en mi rodilla, deteniendo el salto nervioso.

—Todo está bien —promete viéndome a los ojos.

Asiento, obligándome a sonreír

Cuando menos me doy cuenta, detiene el auto frente a un gran edificio con Paradise grabado en letras grandes y elegantes en el frente. Estoy demasiado abstraída por los detalles que apenas que Alessandro me escolta de la mano al interior que es mucho más impresionante.

Es una rara mezcla entre lo antiguo y lo moderno con un concepto abierto.

Recibimos algunas miradas curiosas, él es bueno ignorándolos mientras nos guía al restaurante y yo me refugio en su brazo.

—Señores Cromwell —saluda el anfitrión —, su mesa está lista.

Nos guía entre mesas en medio de elogios hacia el hombre serio que llevo a mi lado, ni siquiera parece escucharlo. Me doy cuenta que ahora mismo, es el intimidante hombre de negocios al que todos temen.

Contengo una sonrisa, porque definitivamente no voy a fingir que no me encanta que este hombre amenazante solo sea todo dulce y paciente conmigo. Es un privilegio que no puedo ignorar. Es el privilegio de Coraline. Y ahora mío.

Nos lleva hasta una terraza cerrada con una sola mesa en el centro y dos sillas.

Suelto la mano de Alessandro, maravillada con la vista del lugar. Los colores bañan el horizonte con el sol poniente reflejados en el mar.

—¿Te gusta? —pregunta sobre mi oído, atrapando mi cintura por la espalda.

Asiento, relajándome en sus brazos.

—Parece un sueño.

Siento su sonrisa mientras besa mi cuello, provocando un estremecimiento en todo mi cuerpo.

—Tú lo eres.

Me sonrojo, revolviéndome entre sus brazos hasta que puedo apoyar mis palamas contra su pecho.

—Deja de ser tan encantador.

—¿Prefieres que sea un idiota?

Ruedo los ojos, escondiendo mi sonrisa en él.

—No, solo quiero que seas tú.

Levanta mi rostro, detallo su rostro. Es tan hermoso que resulta irreal con ese cabello rubio y cejas gruesas, cualquiera pensaría en él como un príncipe, pero yo me niego a darle esa etiqueta. Sus ojos verdes que siempre me observan con nada menos que devoción. Tiene las pestañas largas que me hace sentir celos por ellas, una nariz recta y perfecta.

Me pregunto si sentiría lo mismo si no tuviera esta apariencia de dios griego.

Estiro el cuello en busca de un beso, uno que se ve interrumpido por un carraspeo y al mirar sobre su hombro, noto al mesero más rojo que un tomate.

—Lo siento, regresaré en un momento.

—No, está bien —me aparto de Alessandro con las orejas calientes.

Aunque él no parece muy de acuerdo mientras aniquila al pobre chico con la mirada.

Me siento en la silla que Alessandro abre para mí, sonriéndole para que se tranquilice un poco, aunque no parece servir de mucho.

Apenas mira la carta mientras yo leo la mía, de pronto tengo tanta hambre que todo lo que hay suena como lo más apetitoso.

—Los mariscos y la comida italiana son la especialidad —comenta, viendo mi indecisión.

Relamo mis labios ante tantas opciones.

—¿Qué tal si pides tú? —le extiendo la carta al mesero —Confío en que sabes lo que me gusta.

Asiente, pareciendo satisfecho y finalmente olvidando la interrupción del mesero.

Ordena un vino con nombre raro y los platillos que solo hacen que mi estómago se retuerza de hambre.

—¿Eres italiano? —cuestiono cuando volvemos a estar solos.

Adoro la manera en su atención siempre está en mí. Nunca está demasiado ocupado para mí.

—¿Por qué crees eso?

—Tu nombre y además, tienes todo este aire de hombre italiano siendo todo elegante y guapo—lo señalo con un ademan.

Suelta una risita que me contagia.

—¿Soy guapo?

—Eh... sabes la respuesta —enrojezco, rehuyendo a su mirada divertida.

—Pues sí, nací en Italia.

—¿Y tus padres decidieron rendir homenaje a eso con tu hombre?

Niega, regresando a un rostro impasible.

—Era huérfano —dice a como si nada.

Abro los ojos con sorpresa.

—Entonces, ¿cómo...?

—Los Cromwell me adoptaron a los siete años y me trajeron a este país.

—Bueno, al menos pudiste crecer en una familia.

—No creo que pueda llamarlo de esa manera.

—¿Qué tratas de decir? Te adoptaron...

—Arden y Evelina Cromwell no se pueden llamar padres —me detiene —, ellos solo me adoptaron después de muchos intentos fallidos por tener hijos. O más como ella intentando quedar embarazada para salvar su matrimonio.

Agradezco la interrupción del mesero cuando regresa con la botella de vino, sirve un poco en una copa antes de ofrecerla a Alessandro que la mueve y olfatea su olor antes de probarlo.

Cuando asiente, el mesero termina de servir en ambas copas.

Se vuelve a ir, dejándonos en un silencio que no puedo interpretar. No es incómodo, solo...

—Te he dejado sin palabras, ¿eh? —bromea.

Parpadeo, tratando de imaginarlo siendo pequeño y viviendo en un orfanato.

—¿Cómo fue?

—¿El qué exactamente?

—Ser huérfano, no tener a nadie siendo tan... vulnerable.

—No fue tan malo, es decir, no era el mejor orfanato pero al menos la comida y la cama eran seguros.

—Quieres decir que ellos... ¿ellos realmente fueron malos?

—Supongo que depende del concepto de malos que tengas.

—Alessandro —reprendo.

Esboza una sonrisa.

—No te pongas mal por eso —pide en tono ligero —. Ellos realmente eran encantadores en público, entonces no estaba tan mal, pero cuando las puertas se cerraban todo era diferente. Arden tenía poco interés, fui un capricho que compró para que su esposa dejara de ser un dolor en el culo y pudiera retozar con sus amantes.

La comida llega, pero a mí el apetito se me ha ido. Espero a que el mesero se vaya, necesitando escucharlo por completo. Solo que no dice nada y señala mi plato.

—Es bruschetta.

—¿Qué te hicieron?

—Come o no habrá historia —advierte.

Miro mi plato, tomando el pan tostado y dando un bocado.

—No es tan larga e interesante como esperas —le resta importancia —, como dije, yo solo era un capricho para mantener ocupada a su esposa. Evelina no era tan mala, es posible que tuviera sueltos algunos cables y estuviera algo loca.

Muerdo otro trozo cuando me señala el plato con un gesto.

—Así que puede que haya desatado su demencia con una travesura aquí y otra allá, no creo que fuera para tanto. Tenía esta idea de corregirme, una palmada aquí, un pellizco allá...

Se levanta cuando termino mi comida, toma mi plato vacío y lo remplaza por un filete de ternera, regresando a su lugar y señalando mis cubiertos.

—Hasta que una noche, entró en mi habitación e ignoro lo que se habrá fumado, pero estaba histérica mientras me llamaba demonio. Fue realmente buena en eso de castigar, apenas pude moverme en toda una semana.

Esta vez soy yo quien bebe, demasiado sobria para digerir la historia.

—Supongo que después de eso comenzó a creer que era una especie de exorcista mientras me sacaba el demonio a golpes —se encoje de hombros —. No tengo idea de si tanto esfuerzo valió la pena.

—¿Y-y dónde estaba él? ¿Nadie se dio cuenta?

Su sonrisa se disuelve, hunde la mirada en el horizonte, como si se esforzara por desenterrar los fantasmas de su pasado.

—Algunas cuantas, pero creo que estaban más locas que Evelina. ¿Sabías que hay personas que tienen fetiches con la tortura y niños?

—¿Q-qué?

—Entonces, ella conoció a personas que conocían a otras, hasta que dio con este lugar. Me llevaba ahí al menos una vez a la semana, es gracioso que el lugar pareciera una iglesia. Así que de pronto no solo era Evelina con su látigo, sino hombres y mujeres tomando su turno para hacerlo.

No me doy cuenta que estoy llorando hasta que una lágrima cae sobre mi mano inmóvil en mi regazo.

—Cuando terminaban, yo era una especie de entretenimiento en medio del lugar mientras ellos cenaban y hablaban del clima.

Para cuando termina, quiero devolver toda la comida que me obligué a ingerir.

La imagen de un Alessandro más pequeño siendo víctima de esos monstruos me hacen querer abrazarlo y protegerlo. Era solo un niño, ¿cómo alguien puede hacerle daño a un niño?

—¿Dónde está ahora? —pregunto con voz temblorosa.

—Posiblemente ya se la hayan comido los gusanos.

—¿Está muerta?

—Los doctores dijeron que era demencia, deliraba todo el tiempo e incluso antes de morir, ¿sabes qué fue lo que dijo? —me mira, un brillo divertido en sus ojos —«Eres un demonio que debí asesinar cuando pude. Ahora serás el fin, llenarás de terror y caos por donde sea que pises». Poético.

Termina su copa y no puedo soportarlo, aparto la silla y acorto la distancia entre nosotros. Mira las lágrimas en mis mejillas, pero antes de que pueda hacer nada, me siento en sus piernas y lo abrazo.

Sus manos no tardan mucho en envolverme, frotando mi espalda mientras yo me deshago en mocos y lágrimas.

—¿Por qué lloras?

—Porque no puedo abrazar al niño que debió ser protegido. Porque odio lo que te hicieron. Porque no me gusta la idea de ti siendo lastimado.

—Han pasado años, lo superé.

—No me importa, aún lo odio porque nadie puede tocarte —cierro los ojos, tratando de trasmitirle todos esos sentimientos que aún no puedo decir en voz alta —. Desearía poder revivirla solo para poder hacerla pagar por lo que te hizo.

—Pero ella tenía razón.

—¿En qué mundo esa perra tendría razón?

—Todos me temen —explica —. Me he encargado de ello.

—Yo no lo hago —me aparto para mirarlo a la cara.

Limpia mis mejillas.

—Lo sé —sonríe.

No me levanto de su regazo mientras corta su propio filete y nos alimenta a ambos.

—En su momento tampoco entendí cómo fue que acabé en ese lugar, creí que prefería haberme quedado en ese orfanato y ser amigo de las ratas —coloca su copa de vino debajo de mis labios, mimándome —, pero ahora me doy cuenta que no cambiaría nada.

—¿Por qué?

—¿No es obvio? No te habría encontrado.

Niego, sin poder creer sus palabras. Creo que al final sí está algo loco.

Aunque... es posible que yo tampoco cambiaria nada de lo que viví si eso me trajo hasta él.

—¿Cómo nos conocimos?

—Fue algo peculiar —me da otro bocado de ternera —, un golpe del destino, supongo.

Asiento, satisfecha con toda la información que me ha ofrecido, incluso si no puedo hacer nada con ella, no me importa porque ahora puedo entenderlo más. Como su frívola actitud ante el mundo.

Para el bien de mis pobres ojos sobreexplotados, cambiamos a un tema de conversación un poco más ligero, como el hecho de que maneja varias empresas en diferentes sectores y el hecho de que heredó todo después de que Arden muriera.

Resulta que Tom fue algo así como su protector desde los veintiuno, lo conoció en un bar donde el hombre pasaba casi todas sus noches. Es un exmarine, la noche que se conocieron Alessandro estaba lo suficientemente ebrio como para no ser lo suficientemente inteligente y no incitar una pelea de bar.

Así que básicamente Tom decidió que sería su guardián desde entonces.

Además de ser el único con el valor suficiente para ponerlo en su lugar cuando está siendo poco racional. No lo dice, pero estoy casi segura de que Thomas es esa figura paterna que nunca tuvo.

Para el final del postre, puede que ya esté un poco achispada por el vino.

—Baila conmigo —pido cuando una canción que no reconozco comienza a sonar.

—Creo que Deberiamos irnos —se ríe.

—Noo —protesto, levantando y tirando de su mano.

Sé que si no quisiera, no podría moverlo, pero me sigue hasta que ambos estamos de pie.

Apoyo ambas manos sobre sus hombros, mirando las profundidades de sus bosques verdes y misteriosos. Comienza a mecernos en un compás lento, siguiendo la melodía relajante de la música.

Baby, when your wheels stop turning and you feel let down, and it seems like troubles have come from all aroundcanta en mi oído.

Un escalofrío me recorre ante el vibrar de su voz, pegando mi cabeza en su pecho hasta que puedo escuchar su corazón latiendo al mismo ritmo que el mío. Me dejo llevar por él mientras la letra de la canción se filtra en mi cerebro medio achispado.

—No quiero que cambie —musito en la seguridad de sus brazos.

—¿Qué cosa?

—Nosotros.

—¿Por qué lo haría?

—Porque...

No puedo dejar de sentirme identificada con cada estrofa, porque esta es la mejor forma de describir todo lo que siento por él. La manera en que pareciera que solo podemos gravitar hacia el otro.

—Porque cuando este sueño termine, yo regresaré al lugar que siempre he pertenecido.

—Bonita...

Creo que casi me he quedado dormida, cuando el sonido estridente de un móvil rompe toda la burbuja. Suspiro, alejándome y viendo cómo él también parece fastidiado por la interrupción.

Lo saca, leyendo el nombre y al instante regresando a ese rostro pétreo.

—Lo siento, debo responder.

—No te preocupes, esperaré aquí.

Asiente, más veo lo mucho que detesta tener que apartarse. Incluso cuando solo sale al balcón.

Sirvo lo que queda de vino en una copa, justo cuando entra el mesero y sonríe. Comienza a retirar los platos mientras yo continuo bebiendo lo que resta de mi copa. Estoy embelesada con la imagen de Alessandro rodeado por la oscuridad de la noche, que no noto al hombre acercándose a mí hasta que toca mi hombro.

—Lo siento, no quise asustarla.

—No pasa nada —lo tranquilizo.

—Me pidieron que le entregara esto —extiende una orquídea negra.

Una nota pegada al tallo por un hilo es todo lo que trae.

—¿Quién la...? —me callo al darme cuenta que el mesero se ha ido.

Parpadeo, un mal presentimiento corriendo por mis venas. Dejando la copa, desdoblo el papel con manos sudorosas. Una caligrafía impecable me golpea y la sangre baja hasta mis pies al reconocer la única palabra escrita en ella.

«Lyubov»

Todo se vuelve negro.

• ────── ✧❂✧ ────── •

Me convierto en un pequeño ovillo, conteniendo los quejidos de dolor que me recorre ante cualquier movimiento.

Reconozco el lugar, las sábanas y el olor.

No puedo creer que realmente creí eso que mi mente me mostraba.

En el fondo siempre supe que tarde o temprano despertaría y que toda la esperanza que guardaba sería asesinada frente a mis ojos.

Mi espalda aún escuece ante las huellas que ha dejado en mi piel.

—Lyubov —canturrea desde algún lugar.

Suplico que por alguna especie de milagro me vuelva invisible y así poder escapar.

Puedo escuchar la ira en sus palabras.

Me maldigo por no poder quedarme inconsciente por más tiempo.

—¿Crees que puedes esconderte de mí?

Aprieto los ojos, llorando en silencio y enterrando mis uñas en la palma de mi mano hasta que percibo la sangre.

—He traído unos viejos amigos tuyos —arranca las mantas de mi cuerpo.

Justo entonces escucho la puerta abrirse y varios pasos entrando al mismo tiempo.

Mi pesadilla se materializa frente a mis ojos cuando los cinco hombres rodean mi cama, mi barbilla tiembla al verlos. Todos con ojos llenos de depravación y tortura. Justo cuando creo que no puede ser peor, una mujer se desliza detrás de Nikolai.

Una sonrisa sádica bañando su rostro de rasgos familiares.

—¿C-coraline?

—¿Creíste que podrías tener mi vida sin represalias?

Suelto un grito ahogado cuando dos de los hombres se abalanzan sobre mi cuerpo, y tal como esa noche, peleo.

Trato de alejarlos, manoteo y pataleo incluso cuando mis huesos protestan. Grito y suplico, rogándole a ella que les pida que se detengan.

Rasgan mi ropa y el sonido se queda en mis oídos.

—¡No, no, no! ¡Por favor, no! ¡No!

—Para —ordena una voz en medio del caos.

—¡No me toquen!

—Detente —pide con más firmeza —. Estás lastimándote, para —forcejeo con todas mis fuerzas, rogando entre lamentos y sollozos —¡Bonita!

Abro los ojos.

Mi corazón a punto de estallar y la realidad filtrándose de a poco en mi consciencia.

Es como si esa palabra me hubiera devuelto el aire.

Estamos de nuevo en su habitación, sigo aquí.

Es real.

Sigue siendo real.

Parpadeo, tratando de apartar las lágrimas y encontrándome con un par de orbes llenos de preocupación. Está a horcajadas sobre mí cintura y sujeta mis muñecas sobre mi cabeza.

—Todo está bien —me calma, aflojando su agarre.

—¿Alessandro?

—Está bien —asiente, soltándome y alejándose cuando está seguro de que no me haré daño.

Escuchar su voz es como un soplo de aire fresco.

«Solo fue otra pesadilla».

Estoy bien.

Estoy a salvo.

La realización de eso solo hace que me incorpore en un parpadeo y me abalance sobre él en busca de esa seguridad que solo él es capaz de darme. Un llanto lleno de alivio brota de mí mientras escucho su voz diciendo palabras tranquilizadoras.

—Dolía mucho —sollozo contra su pecho.

—Está bien, estoy aquí —susurra —. Nadie volverá a tocarte. Estás a salvo.

—Lo sé, lo sé —cierro los ojos, tratando de colectarme —, pero el daño físico no es lo que estaba torturándome —admito —. Era el saber que no estabas ahí. Dolía la idea de que no fueras real. Me sentía tan perdida y sola, como si estuvieran sacando mi corazón mientras aún latía y yo no... Creí que no podría volver a sentirte o... besarte.

Me arrulla, meciendo mi cuerpo y masajeando mi cabeza. Sus latidos son acompasados contra mi oído.

—Solo ha sido una pesadilla.

—Promete que nunca, nunca de irás.

—No es necesario que me lo pidas, jamás podría alejarme de ti.

—Solo promételo —ruego —, por favor, promételo.

Lo miro por debajo de mis pestañas húmedas, luce como un ángel caído con todo el cabello alborotado y ojos angustiados. Luce como la encarnación de todo lo erróneo, pero es todo lo que mi cuerpo y alma aclaman a cada momento del día.

Incluso ahora.

Incluso cuando acabo de ver a su esposa en mis sueños castigarme por querer tenerlo.

—Te juro que jamás nadie podrá apartarme de tu lado.

Besa mi frente llena de sudor, al instante me relajo contra él. Posiblemente ahora mismo soy lo más patético que alguna vez ha visto, pero ni siquiera me importa.

—Por favor, nunca rompas esa promesa —pido con un hilillo de voz —. Incluso si estás enojado, no importa qué. Podría soportar cualquier tipo de tortura, pero no tu ausencia.

Aprieta la mandíbula, mas no dice nada. En su lugar, me arrastra con él hasta que ambos estamos tumbados en la cama conmigo entre sus piernas, sin indicios de querer apartarme. Aunque, tampoco es que creo que se lo permitiría, hemos dejado más que claro el punto en el que me estoy volviendo dependiente de este hombre.

Lo cual es...

«Muy malo».

—¿Por qué de todas las personas tengo que ser yo?

—No, no, no —me tranquiliza —. No pienses de esa manera, nunca has merecido el daño que has sufrido.

—Yo nunca quise lastimar a nadie —balbuceo —, nunca lastimé a nadie a propósito o me alegré de su sufrimiento.

—Lo sé, lo sé.

—Se supone que a las personas buenas les pasan cosas buenas, e-entonces... ¿soy una persona horrible? ¿Es por eso que me quitaron a mi bebé?

—Shh... sabes que eso no es verdad.

—Mi padre me abandonó, me vendió como mercancía defectuosa y...

—Henry nunca haría algo como eso.

—Él no es mi padre.

—Bonita...

—Y duele tanto, porque Henry es tan bueno que me hace recordar cuando mi padre decía amarme. Cuando todavía era su princesa, ¿por qué dejó de amarme?

—No creo que...

—Me dieron la espalda como si fuera un paria, yo era el bufón del que todos podían reírse y burlarse. Todos me odiaban. Esos hombres... Dios, esos hombres reían como si mis lagrimas fueran el mejor de los chistes mientras me quitaban... Creí que tendría paz aquí, por un segundo de verdad lo creí cuando desperté aquí siendo... esto.

—Yo no te odiaba.

—Solo quiero paz —me rompo —, solo quiero un poco de tranquilidad. ¿Acaso eso es malo? Desear que todo se detenga, que... ¿Qué?

Frunzo el entrecejo, procesando sus últimas palabras.

No parece ser consciente de lo que ha dicho, porque sigue mirándome con impotencia sin saber lo que debe hacer conmigo.

—¿Qué acabas de decir?

Finalmente, la comprensión parece filtrarse en su cerebro.

—Que Henry...

—No, eso no. Después...

Sus labios golpean los míos, no es profundo o consumidor, en realidad es más dulce y casi casto. Mas es suficiente para que mi cerebro se apague.

—Tendrás la felicidad que siempre has merecido —promete, ignorando por completo mis palabras y besándome de nuevo. Solo para recitar las palabras que terminan por entregarle mi corazón —. Te amo con todo lo que soy, bonita. Ahora y siempre.

Otro beso cae sobre mis labios, acallando cualquier tipo de protesta que pudiera tener. Contengo la respiración, sintiendo cómo el dolor en mi pecho va menguando hasta casi desaparecer.

Sus palabras son como un sedante que dura un latido, pero sus besos lo potencializan cuando alejan mi mente de todos esos pensamientos fangosos.

Respiro pesadamente cuando se aparta, juntando nuestras frentes mientras recuperamos el aliento. Regreso a mi escondite preferido en su cuello. Justo donde su perfume es más intenso.

No sé cuánto tiempo transcurre, creo que logro dormitar un poco y al mirarlo me doy cuenta que también se ha quedado dormido.

Incluso cuando no lo deseo, me obligo a desprenderme de sus brazos y me encierro en el baño donde levanto la camisa solo para asegurarme de que no hay marcas en mi espalda.

El alivio me recorre al ver la piel lisa y limpia.

Incluso cuando existen marcas que no se ven, he aprendido a vivir con ellas, pero la sola idea de tener un recordatorio físico de ese monstruo me genera un sentimiento nauseabundo.

Estoy por regresar a la cama junto a Alessandro, pero en el último segundo tomo el pequeño objeto sobre la mesita y salgo de la habitación. Las luces automáticas del pasillo se encienden a mi paso y antes de poder pensarlo, estoy frente a la puerta que se ha mantenido cerrada por meses.

Miro la llave en mi mano, la misma que él me dio hace unos días.

—No me importa dónde estemos, pero si tú lo deseas, cuando estés lista puedes regresar a nuestra habitación.

Sobra decir que no fui capaz de entrar, pero ahora después de esa pesadilla...

El sonido de la llave al entrar es escalofriante en medio de tanto silencio, la puerta apenas hace ruido cuando la empujo y miro el interior sin atreverme a dar un paso adentro.

Es posible que tiemble un poco ante la idea de ser absorbida por los fantasmas que habitan esta habitación. Es imposible no imaginar a Coraline saliendo de la oscuridad para señalarme con un dedo acusador por robar su vida.

Entonces, puede que me quede congelada en la puerta por lo que parecen minutos antes de poder deslizarme dentro. Un sentimiento de pesadumbre colocándose sobre mis hombros.

Enciendo la luz, incapaz de moverme en medio de la oscuridad.

Hay un poco de desorden y una ligera capa de polvo cubre todo, dando fe de todo el tiempo que este lugar se ha mantenido cerrado, eso y todas las flores marchitas. La cama está deshecha y los restos de lo que debió ser un jarrón o algún tipo de adorno de cerámica, hecho trizas cerca de una pared.

Algunas botellas de licor vacías y un cuadro con una fotografía de Coraline sosteniendo una especie de artesanía mientras sonríe ampliamente junto a ellas.

Toda la decoración está llena de armonía y calidez, incluso con el pasar de los meses, la presencia de ambos es palpable en el ambiente. Así como el olor de cada uno de ellos. No sé qué espero ver en el baño, pero mi pecho se hunde cuando descubro que hay artículos personales de hombre y mujer.

Todos a medio usar, no son nuevos o hay señales de que hayan sido colocados ahí de forma reciente. Lo mismo pasa en el amplio vestidor que fácilmente podría pasar por una habitación, el lado izquierdo lleno de todo tipo de ropa de mujer, desde vestidos de gala hasta algunos más frescos y cortos, hay abrigos, bolsos y zapatos perfectamente ordenados en las repisas.

Me acerco a uno de los cajones que está abierto con algo de ropa saliendo de él, como si esta hubiera sido sacada muy deprisa. Son pantalones, en otros encuentro blusas que rompen el orden, como si también hubieran sido revueltas.

Abro otro de los cajones, encontrando pijamas como las que hay en mi habitación, sin embargo, al abrir otro par siento la sangre subir a mis mejillas al ver los camisones con apenas tela suficiente para cubrir nada, ¿y la ropa interior? Infiernos, ni siquiera creo que esto se considere ropa interior. Creo que hay más tela en mi goma para el pelo.

En el centro hay una amplia isla llena de joyas de todo tipo, relojes, aretes, anillos y collares. Incluso broches para cabello y una sección con una gran variedad de gemelos.

El lado derecho a diferencia del otro, está bien ordenado, si ignoras los evidentes huecos donde falta ropa. Misma que deduzco es la que está esparcida en el cuarto de Alessandro. Muerdo mi labio inferior, conteniendo el llanto al saber esto es lo que quedó de ellos.

Salgo, sintiendo que me ahogo, dejándome caer sobre el sillón en la esquina de la habitación.

Hundo la cabeza entre las rodillas, luchando por llevar aire a mis pulmones. La impotencia y la culpa siendo mi veneno. Parpadeo, alejando las lágrimas, notando los trozos de papel sobre la mesita auxiliar al lado del sillón.

Es como si los trozos hubieran sido rasgados en medio de un ataque de ira, los uno, siguiendo el patrón de las letras hasta que las palabras en una caligrafía delicada y femenina son legibles.

«El amor siempre ha sido nuestra mayor virtud, pero también nuestra desgracia. Te amo, pero no puedo quedarme sabiendo cuál es el desenlace de esta historia. Ambos merecemos algo mejor. Así que esta soy yo dándote la oportunidad de vivir.

Con amor, tu bonita.»

Ahora estoy más segura que nunca que Coraline en realidad nunca quiso irse, la manera en que le gritaba que todo había acabado y esto ni siquiera tienen sentido. Porque en una parecía ansiosa por alejarlo, pero en la otra incluso le ha dicho que lo ama.

En realidad, es casi como si ella siempre hubiera sabido que no iba a regresar de nuevo.

Y no me refiero a un encuentro amistoso.

Porque sus palabras se sienten como... un sacrificio.

Sin soportar un segundo más el ruido en mi mente, salgo de ese lugar. Bajando al primer piso y robando una botella de vino de la cocina.

Salgo al patio trasero, sintiendo la brisa nocturna golpear mi rostro.

Mis pasos son silenciosos contra el césped, escucho las olas golpear con violencia contra las rocas más abajo del mirador. Mas no me detengo ahí, descendiendo las escaleras que guían a una playa privada.

El agua gélida me hace contener el aliento cuando estoy lo suficientemente cerca, pero no me muevo. En su lugar camino un largo tramo hasta que encuentro una roca con la superficie apta para trepar sobre ella y sentarme.

Es bueno que la luna hoy brille en lo alto, lo que hace que pueda estar en la soledad sin sentir que puedo morir por la oscuridad.

Destapo la botella, tomando un gran sorbo.

Encojo el rostro en una mueca al darme cuenta que no es vino, de hecho, estoy casi segura de que es alcohol puro. ¿Cómo diablos confundí vino con esto?

Lucho por tragarlo, incluso cuando quema mi garganta y solo quiero devolverlo porque sabe horrible. Sin embargo, mi necesidad por estar menos sobria es más grande.

Así que incluso cuando mis ojos escusen mientras desciende como lija por mi garganta.

Cubro mi boca con una mano, sintiendo que si la abro saldrá fuego de ella.

Suspiro, levantando la mirada al cielo estrellado.

Me pregunto si las cosas habrían sido diferentes si... No, no iré por ese camino.

Vivir y morir.

Solo una de ellas es segura en esta vida, o al menos eso creía hasta antes de despertar en este lugar. El recuerdo de la pesadilla con la corona bañada en sangre me estremece.

Una linda metáfora del cómo el solo hecho de portarla estaba matándome.

Es posible que Nikolai me haya quitado la vida, pero yo morí mucho en ese pasillo rodeada de cadáveres y sangre mientras sentía a mi bebé morir.

Entonces, ahora estoy viva de nuevo, pero él también lo está...

Esa maldita palabra que odio con fervor.

Bebo otro trago un poco más largo que anterior, puedo sentir el alcohol subirse a mi cabeza y mi estómago arder.

«—Ódiame si eso necesitas.»

Bueno, supongo que ahora debería estar feliz. Lo odio tanto, incluso cuando ese sentimiento pudre mi alma. Me avergüenza el haber sentido algo por él. Mas no mienten cuando dicen que cuando logras ver la verdad, es inevitable que algo dentro de ti cambie.

El amor es hermoso, y ahora me doy cuenta que eso es algo que nunca sentí por él. Afecto, tal vez. Miedo, sin duda.

Y por fortuna, cualquier cosa que haya creído sentir por ese monstruo, él mismo se encargó de convertidlo en rencor y desprecio. Saber que él vive ahora me da un nuevo propósito, uno en el que puedo obtener eso que se me fue negado.

Me recuesto sobre la roca helada.

—Eres el ser más injusto que he conocido —digo en dirección al cielo, esperando que al menos esta vez me escuche —. Supongo que hace mucho tiempo que dejaste de verme, tenía fe en qué harías que todo valiera la pena, lo cual fue una estupidez, ¿no es así, señor? Por un segundo lo creí, de verdad que sí, pero él sigue aquí. Esa debe ser la respuesta a cada ruego que te he dado —bufo, irónica.

No hay nada, ni rayos mágicos o fuertes vientos misteriosos.

Solo el constante sonido de las olas.

Por primera vez entiendo la historia de Lucifer, condenado por rebelarse a su destino. Ahora somos iguales, aunque yo nunca haya hecho nada por frenar mi inminente final.

Quizá debí hacerlo, al menos así habría valido la pena.

De pronto me siento sofocada y la temperatura de mi cuerpo se eleva hasta ser insoportable, incluso cuando la noche está helada. Culparé al alcohol, el mismo que ahora está a unos cuantos sorbos de acabarse. ¿En qué momento me lo bebí todo?

El cabello se me pega en la nuca de forma desagradable por el sudor. Bajo de la roca con piernas tambaleantes. Entrecierro los ojos mirando el agua oscura con una mala, malísima idea.

Me trago lo que queda en la botella, arrojándola sobre la arena cuando ya no queda nada. No me doy cuenta cuando camino hasta que el agua toca mis pies, pero no me detengo mientras siento como esta va mojando cada vez más mi cuerpo, hasta que las olas golpean mis caderas.

Por un instante me parece que alguien me llama, pero el sonido del mar me hace olvidarlo por completo. Siempre fui buena nadando, pero nunca lo hice borracha.

Así que cuando una ola un poco más fuerte que las demás me golpea, mis piernas no tienen la fuerza suficiente para sostenerme y soy arrastrada por ella con increíble facilidad.

Ni siquiera creo que realmente mi cerebro procese el hecho de que estoy dentro del agua, porque ni mis brazos ni mis piernas responden al instinto que debería hacerme tratar de impulsarme hacia la superficie.

No me muevo.

No hago nada.

Solo sé que el calor se va y mi cuerpo se siente ligero.

«Iba tarde, tan raro como ver autos en medio de la ciudad. En efecto, no es raro y eso no era bueno si quería un futuro. Ni siquiera me consideraría si llegaba un minuto tarde a la cita que me permitiría tener el trabajo de mis sueños.

Mierda, mierda, mierda.

Maldije una y otra vez para mis adentros.

Como si nada pudiera ir peor, en un suspiro me vi sobre mis rodillas y con el capo de un flamante McLaren a centímetros de mi rostro. Y aun con mi corazón acelerado por haber tropezado en la acera y terminado en el asfalto, casi a punto de ser arrollada porque evidentemente no era el turno de los peatones, mi único pensamiento fue: ¡La puñeteras medias!

Unas manos masculinas aparecieron en mi campo de visión, tomaron mis hombros y los ojos más bonitos que alguna vez vi aparecieron frente a mí. Un ángel de ojos verdes. Pero eso no importaba cuando la adrenalina del momento aún corría por mis venas y se convertía en molestia.

Me separé bruscamente de su toque y me levanté con una seguridad que no sentía. Él ángel frente a mí, se incorporó conmigo con las manos extendidas como si temiera que me fuera a caer.

Vaya que era alto.

—¿Quién carajos le dio la licencia? Maneja de la mierda —no era de decir malas palabras, pero estaba enojada por mi retraso.

El cual no era su culpa, pero en ese momento todos eran culpables de mis desgracias.

—¿Perdón? —abrió los ojos con sorpresa.

—¿No ve que es área de peatones?

Él, cada vez más sorprendido, se rascó la nuca con incomodidad.

—Estaba el verde, era mi turno.

—A la mierda con el verde, debe ir con cuidado o terminará arrollando a alguien.

—¿Se encuentra bien?

—Claro que no —señalé mis rodillas— ¡Tengo las medias rotas y voy tarde!

Sus ojos fueron a dar a mis piernas, si no fuera porque estaba roja ya, me habría sonrojado. Culpé a la adrenalina, porque de pronto me sentí incómoda y para cuando me di cuenta, él sostenía su mejilla con el rostro girado ligeramente por el golpe de mi mano que escocía por la bofetada.

—Menudo derechazo tienes.

—¡Perdón! —aparté la mano de él y bajo su mirada atenta, vi mis dedos pintados perfectamente en su mejilla limpia de barba —No quise golpearte, no sé lo que me pasó. Es que... no quería...

¡Tierra trágame y escúpeme en Marte!

—¿Es tu manera de ligar, bonita? —su diversión y tranquilidad solo me mortificaban más— Te habría dado mi número si lo pedías como una persona normal.»

Escupo el agua y de inmediato sé que ya no estoy nadita ebria. Mis pulmones arden, así como mi nariz y ojos. Inhalo una profunda bocanada de aire, sintiendo cómo la vida vuelve a mi cuerpo.

Una bestia de ojos verdes me devuelve una mirada fulminante.

Chorros de agua corren por su precioso rostro, y puede que aún haya restos de licor en mi sistema porque mientras él luce enojado como la mierda, yo solo quiero besarlo.

«Oh, oh, alguien está molesto».

—¿Alguna vez te han dicho que tienes unos ojos hermosos? —arrastro las palabras —Es como si el oro se fusionara con el verde. Eres taaan hermoso.

—Y tú una demente —gruñe, suspirando con lo que parece alivio.

Acuno su mejilla, pinchando justo donde sus hoyuelos suelen aparecer.

—Se supone que me devuelves el halago —me burlo.

—No necesitas que te halague para saber que eres preciosa, pero sí un recordatorio de lo loca que estás.

Ruedo los ojos, mirando más allá de él hacia el cielo diurno.

—¿Dónde estabas hace doscientos año?

—No quieres saber.

No recibo advertencia alguna cuando de pronto todo da vueltas y el suelo desaparece debajo de mí.

¡Wiii! —levanto los brazos sobre mi cabeza mientras él se las ingenia para llevar mi alcoholizado trasero adentro.

Siento su pecho vibrar, pero al verlo, solo encuentro un ceño fruncido en un gesto severo.

—Vamos, ríe un poco —rio —. Vida solo hay una, o eso dicen.

—No pienso acolitar estas acciones. Pusiste tu vida en riesgo.

Pff, a nadie le importa.

—¿Yo soy nadie?

Parpadeo, poniéndome seria ante su tono. Deslizo mi dedo por su mandíbula tensa.

—No... pero ojalá lo fueras. Todo sería más fácil, no tendría esperanza. Cette merde est une salope.

«Esa mierda es una perra».

Niega con la cabeza sin mirarme.

Me baja sobre las baldosas del baño, lo veo ir al armario por unas toallas. Suspiro, sintiéndome como una niña regañada.

Regresa, envolviéndome en una toalla esponjosa y me rio al ver su cara estirada. Realmente está enojado, pero si estuviera en mis zapatos, esa botella habría estado en sus manos mucho antes.

Se rinde intentando secarme mientras yo busco sus manos.

—Deberías quitarte la ropa —señala la camisa mojada que se aferra a mis curvas como una segunda piel.

Sonrío con picardía, alejándome un paso de él y deslizando mis dedos por el borde de la tela.

—Coraline —advierte, pero no lo escucho y me saco la tela empapada por la cabeza.

Lo miro, buscando un no sé qué en su rostro. Traga saliva, mirando a otro lado casi al instante al tiempo que me tiende la toalla.

—Cubrete.

—¿Por qué no te gusta verme? —paso de risueña a depresiva en segundos.

—No sé de qué hablas.

—Me has visto desnuda, pero nunca haces nada. Ni siquiera me miras, justo como ahora —lucho contra el nudo en mi garganta —¿Es porque no soy atractiva? ¿Es por mis pechos pequeños?

Nunca había pensado en eso, posiblemente porque no me importaba. No soy plana, tengo las curvas suficientes para que sea notorio que soy una mujer, mis senos no son enormes, pero al menos las protuberancias están ahí. Lo suficientemente grandes como para que mis manos no los cubran del todo, pero tiene grandes manos, entonces puede que para él lo sean.

—¿Qué tonterías dices? —me mira, pero sus ojos ni siquiera se desvían un poco a mi cuerpo expuesto.

—No te gusto.

Presiona los labios en una dura línea, eliminando la escasa distancia entre nosotros para acunar mis mejillas entre sus manos,

—Eres la mujer más hermosa que alguna vez haya visto —acaricia mi labio inferior tembloroso —, pero has pasado por muchas cosas que simplemente no es el momento adecuado. Incluso si por mi mente pasan mil escenarios con todo lo que desearía hacerte. Incluso si es físicamente doloroso contenerme, mis deseos nunca estarán por encima de los tuyos.

Debe ser el alcohol, porque incluso cuando creo que entiendo su punto, mis ojos se anegan de lágrimas.

—¿Y si te digo que yo lo quiero?

—Bonita, estás borracha y no pienso tocarte de esa manera.

—¿Por qué? —mi voz se rompe en la última silaba.

—Porque nunca podría ser solo una noche que posiblemente olvidarás por la mañana.

Besa mi nariz, limpiando el rastro de mis lágrimas.

—Quiero que recuerdes cada una de las veces que te haya hecho mía. Cada beso y cada caricia... Quiero que recuerdes cada segundo en el que tu mente esté nublada por el placer que te proporciono. Por eso, bonita.

Una miríada de emociones surge en mi pecho al mismo tiempo. Asiento, aceptando sus motivos.

—Ahora, ¿qué tal si te damos una ducha rápida y volvemos a la cama?

Tomando la salida fácil, o eso es lo que creo, me doy la vuelta y me meto yo sola en la ducha. Abriendo el agua para deshacerme del agua salada.

Pronto lo siento en mi espalda. Lo dejo lavar mi cabello relajándome contra su cuerpo mientras limpia cada rincón del mío, siendo fiel a su palabra, no hay nada erótico en la tarea. Solo es él cuidándome como siempre.

Después de lavarme los dientes, me deja envuelta en una toalla sobre el lavamanos mientras él se da una ducha. Logra obligarme a tragar una pastilla y una botella de agua completa de agua a pesar de mis protestas.

Y solo porque me apetece ser una mocosa, me quito la toalla y me acuesto bajo las sábanas completamente desnuda. Pude haber aceptado sus razones, pero eso no significa que no pueda tentarlo a romper su palabra. Así que me arrastro hasta que estoy pegada a su cuerpo —vestido, muy a mi pesar —. No hace ningún comentario mientras me abraza.

Si de verdad me desea, este hombre tiene un temple de acero.

—Casi me atropellas —murmuro con los ojos más cerrados que abiertos.

Creo que el cansancio finalmente me atrapó.

—¿Qué?

—Casi me matas, así que te abofeteé por ver mis piernas.

—Lo recordaste.

—He recordado algunas cosas —hipo —, pero no quiero que ella te robe de mi lado.

—Bonita.

—Shh... solo escucha —presiono mis dedos contra su boca —. Odio no poder obligarme a recordar, pero también detesto hacerlo porque se siente como si ella te robara de mí. Y no quiero perderte.

—Nunca me perderás.

—Lo haré, porque yo no merezco las cosas buenas.

—Pero las mereces.

—Nop, por eso no estuviste ahí antes —exhalo —. Porque te juro que si te hubiera conocido a ti en lugar de él, te habría elegido. En cada vida. Incluso si me aterra amarte.

Silencio. Tanto que casi puedo escuchar a mi corazón.

—No hay nada qué temer —asegura —, esta vez nadie me va a alejar de ti. Mientras tanto, me encargaré de besar cada una de tus heridas hasta que aprendas a amarlas.

—No quiero dormir y olvidar esta noche.

—Estaré aquí para recordártelo.

Su mirada resplandece con la sonrisa que me regala.

Diré que es el alcohol, aun cuando estoy más sobria que antes, pero necesito culpar a alguien para poder sentirme valiente mientras suelto mi última petición:

—No me lastimes.

—Jamás.

—Aunque, ¿sabes? —bajo la voz, hasta que es solo un susurro apenas audible como quien le confía un gran secreto a alguien —No importa si lo haces, no creo que pueda alejarme incluso si rompes mi corazón.

—Al menos estamos de acuerdo en algo.

—Somo malos para el otro.

—Y tanto...

Creo que me duermo sintiendo sus labios besando mi frente con dulzura.

—Recuérdame —pide una voz cerca de mi oído —. Por favor...

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