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8. Amargas verdades

Megan Trainor | Kindly Calm Me Down

"Después del primer abrazo, nunca imaginé anhelar tanto el calor de tu cuerpo." †Robinson Aybar†

• ────── ✧❂✧ ────── •

Los dedos se me engarrotan mientras me aferro a la tela de su camisa, aunque eso no me disuade de soltarlo y él no dice nada, ignorando por completo el que lo esté mojando.

Permite que lo use de ancla mientras yo permito que los fantasmas de mi pasado me claven las garras, desgarrando mi alma mientras utiliza los peores momentos de mi vida como combustible. Estoy tan sumida en mi mente que ni siquiera me doy cuenta cuando me saca del baño y de la habitación.

«Apenas registro algo cuando el siguiente golpe impacta en mi abdomen, Tyler parece poseído, no escucha, no razona, está cegado por la furia. Aprieto la mandíbula, soportando la siguiente tanda de golpes que llega.

—¡Eres una zorra inútil! ¡Una puta cosa te pedí! ¡¡Una!! Pero no podías mantener esa boca cerrada, tenías que humillarme frente a todos, ¡¿eh?! Porque eres una puta egoísta, tu padre no te educó bien.

El sonido de la hebilla del cinturón me hace estremecer, sé lo que sigue. Puedo escuchar el cuero romper el aire antes de aterrizar en mi piel ya demasiado frágil. Pienso en papá, sé que, si supiera de esto, no lo pensaría para sacarme de este lugar, pero es mi culpa y no quiero problemas, no debí haber...

No tengo tiempo de pensar nada cuando patea mi cabeza dejándome inconsciente. Bendita inconsciencia.»

Ya no solo se siente como si fuera una ladrona en un cuerpo que no me pertenece, sino que comienzo a crear escenarios...

Recuerdos, eso es lo que es.

No, la vida no puede ser tan hija de puta.

¿Es acaso una especie de juego retorcido del destino? ¿Por qué? ¿Qué motivo razonable puede haber para tanta basura? ¿Era necesario tanto sufrimiento para probar...? ¿Qué? ¿Que merecía ser tratada como un ser humano?

«—Era su vida o la tuya —me encojo ante su voz cerca de mi oído. Inhala mi perfume ruidosamente —. Ahora él tiene un corazón roto, pero al menos está vivo, ¿no?»

Sollozo, luchando por encajar las piezas que faltan a mi rompecabezas. El vacío en mi mente nunca fue tan insoportable, pero hay algo en esos meses en los que desaparecí que necesito descubrir. Necesito saber por qué mi cerebro no puede dejar de mezclar mi vida con la de Coraline.

Lo admito, he tenido la ligera sospecha, pero cuando Alessandro dijo que esa mujer no fue su amante, supe que era algo más. Porque cuando traigo a mi mente esa conversación incompleta, no puedo evitar notar la desesperación en la voz de Coraline.

Entonces están esas otras lagunas con esa voz siniestra mientras recita cada amenaza.

Y ese extraño sueño durante el hospital...

Cierro los ojos, sintiendo el enojo volver al recordar que esa biografía es lo que el mundo cree que pasó. Odio que nadie pudiera saber los detalles más oscuros de mi vida, porque ahora solo parece que era alguien demasiado débil para sobrevivir. Me pregunto si mi muerte le dio eso que tanto anhelaba, si acaso valió la pena para él.

Y mis padres, ¿realmente creyeron esa historia?

Padre siempre aseguró que yo era su pequeña. Su princesa.

«¿El mismo que te repudió por medio de una carta?»

La crueldad sobraba.

Incluso si es la verdad.

Me exalto al sentir las manos tibias de Alessandro cuando me toca para ponerme una de sus camisas de algodón, prácticamente me la pone solo porque no hago ningún intento por ayudarlo, tampoco cuando desliza uno de sus bóxers por mis piernas. Ni siquiera estoy segura de que haber asimilado que me ha visto completamente desnuda.

Cuando termina, toma un pantalón de una cajonera y se mete al baño, no creo que tarde ni siquiera un minuto y no cierra la puerta por completo.

Regresa con una toalla en las manos y se acerca, comenzando a secar mi cabello en silencio. Cierro los ojos, apenas conteniendo el llanto al comparar su forma de tocarme y la manera en que Nikolai lo hacía.

Él es delicado, incluso cuando está molesto su toque no deja de ser cuidadoso. Su forma en general de tratarme siempre es metódica, como si adora cada momento del proceso. En cambio, Nikolai nunca tuvo problemas con herirme o provocarme hematomas en el cuerpo. Casi como si su misión fuera encontrar el límite en el que finalmente me rompería.

Mi mente evoca todas las veces que me tocó de forma intima, lo diferente que era conmigo a diferencia de lo que vi en ese estudio antes de morir. Con Fiorella parecía disfrutarlo de verdad.

¿Acaso el problema era yo?

Levanta el edredón junto con las sábanas, moviéndome como si fuera una muñeca rota que no quiere terminar de destrozar. Cubre con cariño mi cuerpo con las mantas impregnadas con su olor. Sus pozos verdes me analizan con atención, y cuando hace amago de alejarse y dejarme sola, no puedo evitar atrapar su brazo.

—No me dejes sola —ruego al ver la confusión en sus ojos.

Deshace los pasos y se mete a la coma, manteniendo una distancia que no se siente bien incluso cuando entiendo por qué lo hace. Está dándome una opción.

Y yo la tomo.

Su piel se eriza en contacto con la mía que, a diferencia de la suya, está fría como el hielo. Me sorprende que ni siquiera emita un sonido de protesta. En su lugar, se amolda a mi cuerpo hasta que mis curvas suaves están pegadas a sus líneas duras.

Me refugio en su cuello, deshaciéndome con las caricias que esparce por mi espalda.

«—¿Acaso no ves que estoy ocupado? —apartó su mano con brusquedad.

—Solo creí que...

—No necesito que creas nada. No necesito que pienses o asumas, ¡necesito que me dejes solo! —se levantó molesto, dejándome arrodillada a lado de su escritorio.»

Siempre hubo un antes y un después de nuestra boda. Es como si después de que el sacerdote nos declarara marido y mujer su misión hubiera terminado, solo para dejar de lado esa mascara de hombre encantador y brillante que me mostró.

Adaptarme a eso fue un duro camino, o puede que en realidad nunca lo haya hecho por completo. Puedo recordar como si hubiera sido ayer la primera vez que me puso una mano encima, fue justo cuando llegamos al palacio.

Yo aún estaba emocionada por la boda, mas no podía dejar de notar las miradas reprobatorias que todas las personas en la fiesta de bienvenida me daban, así que creí que podría refugiarme en la persona con la que me casé. Se supone que así era.

Así que cuando me dejó sola con su hermana y madre, estas no dudaron en lanzarse sobre mí con comentarios crueles. Por supuesto, me defendí, yo jamás había sido tratada de esa manera. No sabía que eso sería el primer clavo en mi ataúd.

¿Quién te crees para hablarle de esa manera a mi madre? —gritó Nikolai que regresaba justo en ese momento.

Y cuando traté de explicarlo, él simplemente me abofeteó frente a todos.

No eres nadie, ¿me oyes? ¡Nadie, para responderle a la madre del emperador!

Siguieron cientos de acontecimientos similares a ese después de eso. No importaba lo que hiciera, siempre había algo que yo hacía mal y terminaría llena de moretones que tendría que cubrir con vestidos cerrados durante días.

Cada una de ellas era peor que la anterior, y aun con eso, en el fondo, me preguntaba si llegaría el día en que él se daría cuenta que yo era la mujer que estaba a su lado a pesar de todo. Tratando de limpiar su mierda para que Rusia no terminara con su cabeza en una lanza.

Un suave tarareo me saca de mis turbios pensamientos. Regresándome al presente donde mi cuerpo absorbe el calor del suyo. Me remuevo, apoyando mi mejilla en su pecho mientras me encuentro con su mirada apaciguadora.

Es tan cautivante que por un momento olvido el motivo de mi llanto. Todo el amor que rebosan en ellos me resulta irreal, la idea de que alguien pueda amar tanto y sea capaz de mostrarlo tan fácilmente. Pero sobre todo, la idea de ser la receptora de todo ese sentimiento es impensable.

Que alguien de verdad pueda sentir algo más que desprecio y repulsión por mí.

Y de pronto me encuentro preguntándome si esa mirada cambiaria si supiera toda la suciedad que tengo encima. Excepto que... realmente no soy a quien mira, ¿no?

Coraline, siempre seré Coraline para él. Nadie me miraría de esa manera siendo Elizabeth. Nadie lo hizo nunca. Ahogo un sollozo en su piel ante esa idea.

No sé qué duele más, si el saber que nada de lo que recuerdo es falso, o que el destino es tan retorcido y cruel como para poner frente a mí lo que yo nunca pude tener. Es como ponerle a un muerto de hambre un filete frente a los ojos.

Y quiero, de verdad quiero poder ignorarlo, pero la culpa siempre ha sido un sentimiento con el que no me llevo muy bien. Así que ahora que sé que todo eso fue real, ahora queda una pregunta que no me dejará en paz: ¿de quién huía Coraline?

—¿Crees que he perdido la cabeza? —pregunto después de minutos de silencio.

Tararea una negación.

—¿Por qué no? ¿Acaso no me has visto?

—Yo no lo veo de esa manera.

—¿Entonces?

—Creo que has pasado por demasiado —dice en voz baja, tranquilizadora —. Quisiera que leer mentes fuera uno de mis dones para saber todo lo que ocurre en tu cabeza, pero como no puedo hacerlo, creo que es momento de buscar ayuda. Ha sido tiempo suficiente para que te adaptes, y temo que sea demasiado tarde si no lo hacemos ahora.

Ayuda es un término desconocido para alguien que no tuvo a nadie cuando lo necesitó.

—¿Me dirás lo que está pasando? —pregunta después de otro momento de silencio.

Aparto los ojos, sin saber cómo debo explicarle algo que ni siquiera yo entiendo.

—Mi pesadilla se hizo realidad —admito.

—¿Quieres hablarme sobre ella?

Dudo, pero la necesidad de sacarlo del pecho gana.

—En mi sueño, estoy en mi habitación lista para ir a la cama, pero algo se siente mal. Es un presentimiento que no puedo ignorar, entonces el infierno estalla y esos hombre entran. Son cinco y solo lo sé, sé que no voy a poder escapar de ese lugar —disfrazo un poco la verdad, aunque supongo que termino diciéndolo todo —. Ellos son brutales, pero yo tengo algo más por lo que pelear, algo pequeño e indefenso que no pude proteger porque no era lo suficientemente fuerte. Cuando despierto aún puedo escucharlos burlarse de mí, riendo mientras rompían mi ropa y golpeaban mi cuerpo, puedo olerlos en mi piel y yo solo quiero arrancármela para dejar de sentirlos.

Puedo sentir cómo se tensa conforme dejo ir las palabras, mas no me interrumpe hasta que me quedo en silencio.

—Bonita... —es su tono de voz, cauteloso y lento, el que me pone en alerta —esas pesadillas han estado desde que te conozco.

—¿Qué? —parpadeo, sin creer que haya oído bien.

—Las has tenido desde antes de que nos conociéramos, en realidad, fueron constantes mientras nos conocíamos. Aunque con el tiempo dejaron de ser recurrentes, en realidad, antes de que desaparecieras, tenías meses sin tenerlas.

—Eso no-no tiene sentido —balbuceo, tratando de asimilar la nueva información.

—Supongo que para ti no lo hace ahora, pero es la verdad. La primera vez que las presencié, creí que morirías porque te revolvías y peleabas, como si lucharas por escapar de ellas.

No hay manera, porque esa pesadilla le pertenece a Elizabeth, a mí. ¿Cómo Coraline podría tener esas pesadillas?

—Podrían haber sido otra pesadilla.

—Tú misma me contaste sobre ellas.

Mi cuerpo tiembla, aunque ya no es por el frío. El recuerdo de ese extraño sueño con los espejos regresa. Una nueva teoría formándose incluso cuando creo que es imposible.

—Fueron más intensas después de...

—¿Después de..?

Veo la forma en que parece pelear consigo mismo en su cabeza, sin poder decidir si debería decírmelo. Suspira, apartándome con delicadeza y levantándose de la cama. También me incorporo, temiendo que decida marcharse para huir de esto de nuevo, pero no lo hace.

En cambio, busca su pantalón rezagado en una silla cerca del escritorio, toma algo de ella y regresa. Esta vez se sienta en una de las esquinas, como si se preparara mentalmente.

Y sé, solo sé que no me va a gustar lo que sea que tenga para decir.

Su rostro se suaviza mientras mira un trozo de papel en su mano.

—¿Alessandro?

—Antes de conocernos, ambos tuvimos vidas normales —comienza a decir sin dejar de ver el papel —. Creo que fue mucho antes de que nosotros empezáramos siquiera a vernos, tuviste una relación... turbulenta por decir lo menos. Durante tres años ese hombre te lastimó de todas las maneras posibles, fuiste buena manteniéndolo en secreto, tus padres solo lo supieron cuando un día lo llevó demasiado lejos. Te dejó casi muerta en su departamento, por fortuna, de alguna manera conseguiste salir de ese lugar y una de sus vecinas llamó a la policía.

Finalmente algo encaja.

Tyler, el nombre del hombre de ese recuerdo.

Apenas respiro, porque mientras lo escucho, es como si cada palabra sacara un extracto de ese recuerdo desde la oscuridad. Ni siquiera puedo alegrarme de que algo salga porque puedo ver venir la parte fea venir.

—Ya había pasado un tiempo desde eso cuando te conocí, habías rehecho tu vida después de haber puesto una orden de restricción. Funcionó... durante un tiempo —comenta con amargura —. Nos casamos al año y, a los pocos meses nos enteramos que...

—¿Qué? —pregunto al borde del llanto, desesperada por escuchar el final.

Vislumbro el brillo en sus ojos cuando me mira, alcanzando mi mano con la suya y deslizando el trozo de papel.

No lo entiendo al principio, sin poder asimilar lo que veo con ojos borrosos. Hasta que distingo la forma y mi respiración se atasca.

Lo miro con la boca abierta.

Miedo no es suficiente para describir lo que siento.

—Estabas embrazada.

No quiero, pero necesito hacer la pregunta.

—¿Dónde está el bebé?

—Llegaste al séptimo mes —sonríe —. Era un niño. Siempre nos gustó el nombre de Matthew.

—Era —exhalo.

—Un día saliste antes del trabajo. El guardia que te escoltaba no estaba en donde debía —explica con amargura —, así que ese hijo de puta tuvo la oportunidad servida en bandeja. Quiso llevarte con él, pero ya no eras la misma, eras más fuerte y te negaste. Así que cuando no pudo tenerte, te apuñaló en el vientre —casi puedo saborear su propio resentimiento en sus palabras —. Él escapó, las personas te ayudaron, pero para cuando llegaste al hospital...

—Ya era tarde —termino por él.

«—Lo siento mucho, mi señora, pero ya no se puede hacer nada por él.»

Apenas contengo el sonido que quiere escaparse de mi boca. Mirando con ojos nublados la ecografía, detallando el rostro que se distingue en ella. Llena de inocencia y vulnerabilidad.

—Hay más, ¿verdad?

—No fue un accidente —confiesa —. Sí discutimos esa noche, te fuiste por tu propio pie, pero desapareciste por cuatro meses.

—Pero si me fui, ¿cómo es posible? Y las noticias, yo miré el coche...

—En realidad, te atravesaste en la carretera y el auto se volcó. Otro auto te encontró poco después, estabas inconsciente, ya sea por las heridas o la hipotermia, posiblemente ambas. Lograste escapar de alguna forma porque nunca llamaron por un rescate, y por las gravedad de tus heridas, no pretendían dejarte en un futuro próximo.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora?

—Porque no soporto verte así —admite —, creí que si te mantenía al margen podrías superarlo mejor porque ni siquiera lo recuerdas, pero me equivoqué. Y mereces saberlo.

—¿Saber qué?

—Que íbamos a tener una niña.

Me congelo, mirándolo, sintiendo cómo el color se drena de mi rostro y hace una batalla en mi corazón.

—Quieres decir que... estaba... No, no, no —niego con la cabeza.

—No quiero que te culpes, porque absolutamente nada de lo que pasó fue tu culpa —se adelanta a mis pensamientos —. Estoy seguro de que ni siquiera lo sabias cuando te fuiste, debías tener un mes aproximadamente cuando todo pasó.

De pronto, los destellos del día del atentado se distorsionan hasta que mis aposentos se convierten en un cuarto oscuro. El olor a moho escuece en mi nariz como si estuviera ahí, el sonido de las ratas royendo y el chirriar de una pesada cadena. Igual que antes, el frío me cala hasta los huesos, encogida sobre un colchón viejo mientras mis manos protegen mi vientre.

Normalmente, no habría mucho por sentir, pero estoy tan desnutrida que lo único visible es la minúscula protuberancia sobre la zona.

—No puede ser verdad —sollozo, regresando a la realidad, llevándome la pequeña imagen al pecho —. No puede estar pasando de nuevo.

Lloriqueo, mientras que más y más imágenes siguen flotando desde la oscuridad en ese lugar. Nada tiene sentido, porque es como si le hubieran dicho a un niño que santa no existe, la idea de la vida perfecta que Coraline tenía se resquebraja.

Asimilando que la única manera en que nuestras vidas tengan tantas coincidencias solo es que, de alguna forma retorcida, es que mi alma de alguna manera haya terminado aquí. Después de cientos de años.

—No me mires de esa manera —suplico —. No lo hagas, por favor.

—¿De qué manera?

—Como si fuera una muñeca rota a la que puedes reparar.

—No te veo de esa manera.

—Claro que sí lo haces, ¡y lo detesto!

—Bonita.

—¡No! —exploto contra él —No quiero que me veas con lastima o como un proyecto de caridad. No sabes cómo me siento, no sabes cómo me duele saber que... no pude protegerlos.

—Nunca te miraría de esa manera.

—¡Pero lo haces y no quiero que lo hagas más! —no creo que esté siendo racional, pero eso ahora mismo no me importa —Quiero que dejes de ser tan bueno, tan amable y tan... tan perfecto. Que dejes de verme como si tuvieras esta fantasiosa idea en la que un día todo volverá a ser como lo recuerdas. No quiero que sigas esperando que yo vuelva a amarte.

Cierro la boca de golpe, dándome cuenta de que he ido demasiado lejos en mi intento por hacerlo sentir como me siento. Rechina los dientes. Apartándose hasta que se ha alejado por completo con un silencio ensordecedor entre nosotros. Me siento estúpida cuando espero un golpe, porque sigo esperando que sea como Nikolai.

En el fondo, sé que incluso si presionara hasta cansarme, él jamás me haría daño.

—Y-yo no...

—Cállate —gruñe —. Solo cierra la boca.

Esto es diferente a cuando esa mujer vino, incluso ese día, no me habló como ahora.

Toma una camisa de la cajonera, poniéndosela solo para recoger su móvil y cartera. Sale sin siquiera darme una mirada, y solo entonces me doy cuenta de cuánto lo he jodido.

Merde.

Me siento en el borde de la cama, mirando por donde ha salido por varios segundos mientras mi conciencia me da una paliza por lo que hice.

—Estúpida —me maldigo.

«¡No te quedes ahí!»

Pero está enojado.

«¡Solo muévete!»

¿Y qué se supone que le diga?

«¡Qué lo sientes! Solo discúlpate, no puedes ser tan dura con ambos.»

Brinco de la cama, no sin antes dejar con cuidado la ecografía que este hombre ha atesorado manteniéndola con él todo el tiempo sobre la mesita de noche.

«Esta vez usa palabras de ser posible».

Realmente quiero golpearme por la forma tan egoísta en la que actué, demasiado ocupada compadeciéndome e ignorando que él ya conoce este dolor. Porque al menos esta vez, estos bebés no provenían de alguien tan vil como Nikolai.

Alessandro sufrió una perdida con la que lidiaba en silencio hasta el día de hoy, porque la única persona con la que podría compartirlo decidió olvidarlo todo.

Camino apresuradamente por el pasillo, demasiado ocupada golpeándome mentalmente que termino por estrellarme contra un muro. No un muro real, sino más como un muro de músculos que casi me mandan al suelo, de no ser por las manos que me toman por los brazos. Lo miro sorprendida, el hombre sigue irradiando un aura casi violenta.

Sus esmeraldas parecen fundidas con el negro.

—Lamento lo que dije —me apresuro a decir —, no quise...

Un jadeo se me escapa cuando tira de mí hasta que golpeo su pecho, mi disculpa muriendo en sus labios capturan lo míos. Al principio solo es una presión que me toma por sorpresa. Ni siquiera creo que esté respirando, apenas procesando lo que está pasándonos.

Se aparta, dándome un pequeño espacio para respirar.

Sus facciones parecen haberse relajado un poco, no me mira a los ojos, en su lugar, toda su atención está en mi boca. En un parpadeo mi espalda choca con la pared más cercana, robándome un chillido de sorpresa.

El roce de su boca me provoca un aleteo en el estómago. Es como si a pesar de su enojo, pidiera permiso para ceder a sus propios deseos. Sus dientes atrapan mi labio inferior, mordisqueándolo antes de aliviarlo con su lengua.

Está tentándome, me doy cuenta.

Coloca el fruto prohibido al alcance de mis manos y juega con mi autocontrol.

Abro la boca en un intento por tomar más aire, pero en lugar de respirar él toma la oportunidad y me besa.

Un beso real, más que una simple presión de labios.

Penetra mi boca con su lengua, adentrándose y explorando de cada rincón. Aunque la palabra parece incorrecta, explorando no sería adecuado cuando él toma y conquista todo a su paso. Me besa como un hombre que lo ha hecho cientos de veces antes, mi cuerpo se ablanda contra el suyo, admirando la forma en que todo mi ser parece reconocerlo a la perfección.

Trato de seguir su ritmo, saboreando la furia y desesperación en ese gesto. Con una súplica tacita que me llena los ojos de lágrimas de alivio. Sus manos estrujan mi cintura y entonces las mías cobran vida, yendo directo a los mechones rubios en su nuca. Tirando de ellos y tragándome el gemido ronco que emite, apenas se aparta lo suficiente para tomar aire cuando ya está de nuevo avasallando cada rincón de mi boca.

Hasta ahora, solo había podido pensar en cómo se sentiría.

Mas no creo que realmente supiera lo mucho que realmente deseaba esto hasta ahora.

Me levanta con sus fuertes brazos por los muslos, volviéndome consciente de cada cresta dura en su cuerpo cuando mis piernas se enredan en sus caderas en un intento por ayudarlo a sostenerme, incluso cuando no parece representar un gran esfuerzo para él, envolviendo una de sus grandes manos en mi muslo y la otra envolviéndome por la cintura para que todo mi torso esté pegado al suyo.

Puedo sentir el latir errático de su corazón que coincide con el mío.

Ahora algo mucho más fuerte que su enojo disuelto nos envuelve, algo que hasta el día de hoy me era ajeno. Sin embargo, cuando ese familiar cosquilleo al sur se convierte en algo mucho más tenso, me encuentro a mí mismas peleando con él por el dominio del beso.

Y aunque pierdo, no se siente de esa manera mientras presiono mis doloridos pechos contra su torso duro.

Ambos respiramos entrecortadamente cuando finalmente se detiene.

Siento los labios hinchados y hormigueantes por todas sus mordidas y succiones de las que fueron víctimas.

—Yo... —trato de hablar, incluso cuando apenas puedo recordar mi nombre ahora mismo, pero su voz ronca cuando me interrumpe es demandante, haciendo que guarde silencio al instante.

—Guarda silencio y escúchame bien —ordena —. Puedo vivir sin que me recuerdes, puedo soportar que me hayas borrado de tu mente, pero no quieres poner a prueba mi autocontrol mientras te escucho decir que no me amas. Realmente. No. Quieres.

Su beso ha sido tan demoledor que ni siquiera puedo razonar el hecho de que esa es una clara amenaza, porque en lugar de miedo mi cuerpo se estremece con un sentimiento muy diferente.

—Créeme, bonita, no soy un hombre perfecto. Si realmente fuera así, no tendría estos pensamientos sobre nosotros en el suelo, reducidos a menos que animales mientras saboreo cada parte de tu cuerpo. Si fuera bueno, no desearía encerrarte el resto de tu vida para mantenerte segura y mucho menos querría castigarte por decir que no sientes nada por mí.

«¿Puedo votar a favor de eso?»

Me besa con dureza, haciendo que mi cabeza flote al país de las fantasías.

—Eres lo más importante para mí, lo único que realmente me importa eres tú. El único ser al que he amado alguna vez. No sabes cuánto he esperado por ti, te seguiré esperando el tiempo que haga falta. Toma el tiempo que quieras, yo tengo suficiente amor para ambos. ¿Está claro?

Trago, relamiendo mis labios. Mis dedos acarician su cabello mientras digiero su declaración, y aunque desearía poder rebatirlo y negarme, no encuentro motivos ahora mismo que suenen lógicos. Y cuando no encuentro una respuesta... Soy yo quien lo besa.

• ────── ✧❂✧ ────── •

—¿Alessandro? —murmuro en el silencio de la noche.

Después de que básicamente nos devoráramos en el pasillo, Alessandro nos trajo de regreso a su habitación y nos metió a ambos en la cama. De eso ya han pasado algunas horas, mismas en las que nos hemos mantenido acurrucados en silencio.

Él besa cada tanto el nacimiento de mi cabello y yo nunca me sentí más plena. Disfruto de la calma que se asienta después del caos.

No era consciente de lo frías y deprimentes que eran mis noches, hasta que me vi envuelta por él entre mantas que huelen a él. Es completamente irreal lo rápido que me he sentido cómoda a su lado. En realidad, no recuerdo que alguna vez me haya sentido de otra manera a su alrededor, porque incluso con los Mills hubo momentos en los que no me sentía del todo tranquila.

Pero él siempre ha sido diferente, ¿no?

Es toda la calma que mi caótico ser necesita.

—¿Uhmm? —murmura adormilado.

Creo que ambos estamos agotados, pero ninguno termina por ceder al sueño.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por decirme lo que ocurrió.

—¿Incluso cuando eso te lastimó?

Realmente lo hizo, pero he experimentado ese sentimiento tantas veces que el dolor y yo ya somos íntimos amigos.

—Incluso así —le aseguro —. Desearía poder recordar algo.

—Lamento no poder ayudar con eso.

—Ya me has ayudado lo suficiente —le aseguro —. A tu lado me siento bien, y eso es lo único que no tiene sentido que no me importa averiguar por qué.

Sus brazos me aprietan a su costado y yo aprovecho para poder olerlo. Dios, debería ser ilegal ser tan perfecto.

—Comienzo a creer que insulté gravemente a los dioses en alguna vida pasada —bromeo —, al menos así tendría sentido el que mi vida misma sea una desgracia.

No creo que él pueda entenderlo, porque incluso yo no era consciente de eso hasta ahora. El dolor que he experimentado, y no hablo del sentimiento de traición cuando entré a ese estudio, creo que ni siquiera me dolió por el motivo obvio. Es algo más.

Como si algo en el fondo gritara de frustración.

Una voz que aclama por paz y al mismo tiempo venganza, porque algo en esa escena me resultaba demasiado familia. Recuerdo haber pensado en mi bebé, en cómo sentí que me desgarraban el alma y saber que tuve que vivirlo sola.

Aún puedo ver los cadáveres en el pasillo y el eco de mi grito retumba en las paredes de mi cabeza.

—No te equivoques —pide —. En esta vida no existen personas inocentes, pero sí quienes pagan con creces sus errores. Si ese fuera el caso, créeme, tu ofensa está más que saldada.

Sonrío ante sus claros intentos por consolarme, incluso cuando no tiene idea de lo que hablo.

—¿Puedo pedirte algo?

—Lo que sea.

—¿Crees que podrías enseñarme a defenderme?

—¿Estás segura de eso?

—Ya no quiero ser un objetivo fácil —admito.

—Entonces te ayudaré a ser más fuerte, bonita —mi corazón se estruja, revoloteando como cada vez que llama de esa manera.

Hasta el día del atentado nunca me arrepentí tanto de no haber sabido cómo defenderme. Aunque es posible que incluso de haberlo sabido, nunca habría tenido oportunidad contra esos hombres, ¿no?

Hablamos por lo que se sienten largas horas de cualquier cosa, como las comidas que podríamos comer todo el tiempo y las que no podemos siquiera pensar, nuestros sitios favoritos y pasatiempos.

Y así, descubro que detesta el pastel de chocolate, le gusta ver películas con pizza, para sorpresa de nadie me cuenta que cuando estaba en la universidad practicaba artes marciales mixtas. Eso explica por qué el hombre parece tallado por los mismos dioses.

Aún lo practica con Derek con menos frecuencia, quien resulta ser uno de sus escasos amigos, por no decir el único.

Ni siquiera es por voluntad propia —dijo —, si él no se hubiera auto declarado mi mejor amigo en la universidad y básicamente pegado a mi como una sombra, es posible que ahora estuviera solo.

Es un escenario deprimente, aunque Alessandro encaja perfectamente en el prototipo de lobo solitario. Estoy segura que si lo quisiera, estaría rodeado de personas, pero prefiere asustarlos con ese carácter tan sombrío del que todo el mundo habla.

Conforme hablamos, solo puedo darme cuenta de lo diferentes que somos. Al menos coincidimos en que la playa es el mejor lugar para relajarse.

Lo último que recuerdo antes de que mi cuerpo se rinda, son sus dedos en mi cabello y su voz tarareando.

Y por primera vez en mucho tiempo, no tengo pesadillas.

• ────── ✧❂✧ ────── •

Encojo el rostro en una mueca cuando los rayos de sol golpean en mis ojos, haciendo que me remueva hasta que ya no la siento y puedo abrirlos un poco. Aún siento algo de sueño, pero el sol que se filtra por la ventana y la manta térmica que me hace cuestionarme si acaso estoy en un horno, convierten la tarea de volver a dormir algo imposible.

Me revuelvo, tratando de apartar la sensación sofocante. Incluso una ligera capa de sudor cubre mi piel.

Ugh, que desagradable.

La suciedad y yo nunca hemos sido compatibles. Jadeo, luchando por escaparme de los brazos de Alessandro quien durante el transcurso de la noche decidió que yo era una especie de oso de peluche, atrapando mis piernas con las suyas y comprometido con la idea de fundirnos en este abrazo.

Lo admito, amo estar envuelta de él, pero justo ahora siento que puedo morir con nuestras pieles ardiendo de esa manera.

Aún dormido gruñe una protesta y afianza su agarre sobre mí.

Me quedo inmóvil hasta que parece que se ha vuelto a dormir, solo entonces vuelvo a intentarlo. Deslizándome con cuidado por la cama hasta la orilla, tratando de levantar el brazo que parece pesar una tonelada ahora que duerme.

Mentalmente estoy celebrando mi victoria, hasta que el brazo que conseguí despegar de mi cuerpo vuelve a envolver mi cintura y tira de mí de vuelta.

—Alessandro —protesto en voz baja —, tu piel está demasiado caliente.

—No solo mi piel —refunfuña somnoliento.

Si no estuviera ya roja por el calor, posiblemente me sonrojaría.

—¿Q-qué? —mi voz termina en un gemido cuando una de sus rodillas se desliza más arriba.

Mi vientre da un vuelco y rápidamente un cosquilleo recorre mi piel en dirección sur. Todavía estoy procesando la reacción de mi cuerpo, cuando me abraza de forma que cada parte de mí siente cada parte de él. Dándome un reencuentro con la dureza que sentí hace horas en el pasillo.

Hunde su nariz en mi cabello, emitiendo un sonido ronco de satisfacción que solo empeora la situación en mi zona media.

—Solo vuelve a dormir —ordena con voz ronca.

La necesidad de moverme contra él para buscar algún tipo de alivio es demasiado tentadora, pero el no saber lo que pasa con mi cuerpo no permite que mi mente se nuble por completo.

Sigo sintiéndome caliente, pero ahora no es solo por él. O puede que sí, todo es por él.

«Qué tal si...»

Para mi alivio, tira las mantas lejos de nuestros cuerpos, creando una sensación de frescura en mi piel. Mas eso no elimina ese cosquilleo persistente entre mis piernas. Suspiro, pensando en cualquier cosa que no sea el creciente palpitar.

Lo que no ayuda en nada es el sentir su evidente erección contra mí, creando una imagen mental del cómo sería y termino sacudiendo esa idea lejos.

—¿Alessandro?

—Uhmm...

—Necesito ir al baño.

Suspira con desgana, me recuerda a un niño con una pataleta. Contengo una sonrisa mientras afloja su agarre, finalmente dejándome respirar.

No me atrevo a mirarlo mientras salto de la cama como si estuviera en llamas y encerrándome en su baño. Hago mis necesidades antes de acercarme al lavamanos, abriendo el grifo de agua fría arrojándola sobre mi rostro después de lavarme las manos.

Miro el lugar con ojos curiosos, notando que el lugar parece sacado de un catálogo. Frunzo el ceño, mirando con ojo crítico los productos sobre el mostrador.

¿Por qué no me sorprende que sea un hombre de navaja y no las cuchillas convencionales? Hay pasta de dientes y un cepillo de dientes. Literalmente solo uno.

Deshago mis pasos, mirando dentro de la regadera donde solo hay productos para hombre.

Regreso a la habitación, encontrándolo justo como lo dejé. Está sobre su espalda, así que tengo un plano limpio de su amplio pecho. La camisa no hace nada por ocultar las ondulaciones de sus músculos. Su cabello está algo revuelto y su rostro parece sereno.

Duerme tan tranquilo mientras yo lucho por mantener en mi pecho el corazón que quiere saltar sobre él.

«¿Por qué siquiera llorábamos por Nikolai?»

Tengo la misma pregunta. Cuando lo conocí él realmente parecía un príncipe de brillante armadura sacado de un cuento de hadas, era el hombre más hermoso que alguna vez haya visto. Al menos hasta que nos casamos y el príncipe se convirtió en un monstruo y su armadura se oxidó.

Olvidé que incluso en la naturaleza, las especies más hermosas pueden conducirte a una muerte lenta y dolorosa.

Esa es la descripción más acertada para alguien como él, alguien que te hipnotiza hasta que es demasiado tarde y te tiene envuelto, listo para extirparte la vida.

Me pregunto si Alessandro guarda la misma naturaleza. Porque a diferencia de Nikolai, él tiene un tipo de belleza que no logro describir, es como si fuera más que ese físico cegador. A veces me parece irreal, fuera de lo normal.

Su aura desprender algo que no ves en cualquier persona, algo que puede ser altamente adictivo como mortal. Y pude comprobarlo cuando lo vi con esa mujer.

Verlo actuar de esa manera fue como un balde de agua fría.

Ver lo hostil e intimidante que puede ser, tanto que ni siquiera pude reconocer al hombre comprensivo y paciente que había sido hasta ese momento.

Sacudo la cabeza, regresando al presente y hundiendo el entrecejo al percatarme que este lugar también luce como si lo hubieran sacado de una revista, la armonía rota por la forma en que sus cosas parecen no tener un lugar.

Me acerco con sigilo al armario, adentro solo hay un par de abrigos. Los cajones están vacíos y pronto me doy cuenta que es porque la ropa está sobre un diván, de hecho casi pareciera que la arrojaron ahí sin ningún cuidado.

Hay prendas que aún tienen su percha.

Hay algunos pares de zapatos de vestir en un rincón junto con unas zapatillas deportivas.

Me acerco al escritorio, notando un montón de periódicos viejos que hablan sobre la desaparición de Coraline, a su lado, varias botellas de whisky vacías y otra a medio acabar.

Tomo uno de los diarios, en primera plana hay una fotografía de ambos en algún tipo de evento social. Él está completamente comestible en un esmoquin de gala, yo llevo un vestido rojo con un escote profundo y el cabello recogido.

Posamos, yo sonrío con la mano en su pecho mientras él me sujeta por la cintura con una mirada severa en el rostro. No hay sonrisa.

«Continúa la búsqueda de Coraline Cromwell» es el titular.

—¿Qué haces? —su repentina voz hace que pegue un gritito.

Merde... —jadeo, volteándome para encontrarlo justo detrás de mí.

La comisura de su boca se contrae, inclina la cabeza a un lado, mirándome con curiosidad.

—Solo echaba un vistazo —dejo el periódico.

—¿Algo interesante?

—En realidad sí. ¿Por qué no hay cosas mías?

Enarca una ceja, mirando nuestro entorno como si apenas notara el detalle.

Noto la forma en que su rostro se ensombrece.

—¿Alessandro?

—Me mudé aquí después de una semana sin ninguna pista sobre tu paradero.

—¿Por qué?

—Nuestra habitación está llena de nosotros, cada vez que entraba al vestidor y miraba tus cosas, solo quería destruir todo. Era insoportable verlas ahí y saber que tú no estabas.

Entonces lo entiendo, este hombre duro e intimidante, vivió su propio infierno mientras Coraline estaba desaparecida. Me acerco, insegura de lo que debería decir, así que solo acuno su mejilla. La barba se siente suave contra mis dedos.

Y así como si nada, de pronto puedo visualizarlo en ese escritorio, leyendo notas mientras se embriagaba en busca de respuesta. Lo veo huyendo del sueño porque en ellos estaba la imagen de su esposa siendo torturada. Veo cómo cada mañana salió incluso antes de que el sol saliera porque esperar noticias era una tortura.

Lo veo en el balcón, admirando el cielo estrellado mientras estrujaba entre sus dedos los anillos que ella dejó sobre la mesita de noche con una nota de despedida.

Veo cómo cada día una parte de él moría al estar lejos de ella.

Antes no lo creí, realmente nunca pude pensar que alguien pudiera realmente amar tanto a una persona al punto de simplemente dejarse morir. Creo que es algo toxico, aún si en el fondo me pregunto lo que debe sentirse ser amada de esa forma.

—No lo digas —me detiene antes de siquiera poder formular las palabras.

—¿Qué cosas?

—No te disculpes de nuevo.

—Pero...

—Nada de lo que ocurrió fue nuestra culpa, nosotros no somos responsables de las decisiones que toman los demás. Ellos decidieron tomar ese camino —presiona sus labios en una línea, reajustando un mechón detrás de mi oreja —. Y pagaran por eso.

La seguridad en sus palabras me provoca un escalofrío.

—Ahora, no me has dado los buenos días —me distrae, atrapándome por la cintura con su mano libre.

—Buenos días —digo con las mejillas encendidas.

—Uhmm, ¿qué tal si lo intentas de nuevo?

—Pero ya he dicho buenos días —lo miro con ojos entornados.

—No lo sé, aún no se sientes como buenos —ronronea, provocando que todo dentro de mí se licue con ese tono de voz.

Mi mano cae sobre su hombro cuando se acerca hasta que su respiración golpea mi mejilla, ni siquiera me doy cuenta cuando cierro los ojos, aguardando por el beso que acaba en la comisura de mis labios. Quedándose ahí pegado durante algunos segundos, mismos en los que mis nervios se estiran tanto que duele.

Inconscientemente giro el rostro en busca de eso que me está negando. Casi puedo saborear sus labios, entonces se aparta.

Así como si nada

Abro los ojos, solo para ser cegada con una sonrisa completa que ilumina su rostro. Parpadeo, trabajando con rapidez en grabar esa imagen en mi memoria.

—¿Tienes algo que decir?

Ruedo los ojos, regresando a la realidad.

—Pues no —bufo, dando media vuelta para resguardar mi dignidad.

Tira de mi brazo, haciendo que choque con su pecho mientras recupera su agarre en mi cintura antes de besarme de verdad. Justo como anoche, excepto que ahora no hay rabia de por medio, solo un hambre mutua.

Besarlo es mucho mejor de lo que cualquier fantasía que mi cabeza pudiera crear. Porque sí, fantaseé con besarlo demasiadas veces para ser apropiado en las últimas semanas.

Alessandro es un tomador. Invadiendo cada sentido y adueñándose de cada centímetro.

Es avasallador, duro, dominante.

Y en definitiva, los primeros labios que me hacen desear más de... todo.

Se aleja, dejando mis labios hormigueantes.

Debería ser ilegal verse tan bien por las mañanas. Incluso si estoy encantada con la vista.

—¿Por qué sabes a menta?

—Desperté hace horas, perezosa.

Entrecierro los ojos.

—Estabas dormido.

—No, solo no quería soltarte —se encoje de hombros.

Abro la boca, ofendida.

—¡Eres malo! —lo empujo por el hombro sonando irritada, aunque al final se me escapa una risita.

—¿Has terminado de hurgar mi ropa interior?

—¿Qué? ¡Yo no hice eso!

—Claro, claro.

—¡Alessandro!

—Yo no dije nada.

—No necesitas decirlo, veo cómo te estás burlando.

—Jamás podría burlarme de ti —dice con seriedad. Me relajo, apoyando mi frente en su hombro y estremeciéndome cuando susurra cerca de mi oído —. Puestos se ven mejor.

Chillo, aunque estoy más divertida que otra cosa. El que haga bromas solo significa que toda la tensión de ayer ha desaparecido, incluso si yo no he olvidado la forma en que hice menos sus sentimientos. No creo que alguna vez lo olvide.

—Basta, por favor —me cubro el rostro con las manos, mis mejillas están insoportablemente calientes.

—Bien, bien —besa mi sien, quedándose ahí unos segundos —. Aunque sin duda me veo mejor sin nada.

Contengo la respiración, casi puedo entrar en combustión ante la imagen que ha puesto en mi mente. No recuerdo nunca haber estado curiosa por la desnudez de un hombre, en realidad encontraba el acto de desnudarse demasiado desagradable, pero cuando Alessandro cubre esa imagen...

«Yo también quiero ver.»

Oh, basta, no puedo contigo.

Sacudo la cabeza, empujándolo lejos y tragándome la risa detrás de mi mano.

—Eres imposible.

—Puede ser.

—Deja de burlarte.

—No lo hago, en serio. Era una propuesta legitima, ¿estás interesada? —guiña un ojo.

«¡Sí, sí, sí!»

Lo intento, de verdad, pero al final suelto una carcajada. Por primera vez desde que desperté en ese hospital, es una risa natural y nada forzada. Misma que incrementa cuando me alza en brazos para envolver mis piernas en su cintura, llaveándonos a la cama donde nos hace rodar hasta que su espalda quede sobre el colchón.

Aparta con una manos los mechones de mi cara.

—Me gusta el sonido de tu risa —admite.

Trago, sintiendo mis mejillas doler de tanto sonreír.

Delinea el contorno de mi rostro hasta, acunándolo al final con una caricia que me roba un suspira mientras busco el calor que emite su mano.

—Eres tan hermosa.

Es bueno que no pueda ver la forma en que mi corazón late para ver mi reacción, la forma en que simples palabras me afectan de esa manera.

O puede que sea capaz de sentir mi pulso, lo cual es muy probable.

Sin embargo, por ilógico y poco racional que sea, si es él no me da miedo ser vulnerable.

¿Eso me convierte en una tonta? Es probable.

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