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Capítulo XXVIII

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   Lyrae
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Después de revisar las heridas de mi espalda, que según el eran simples arañazos.
Sus ojos no dejaron los míos cuando volví a subirme sobre el lavamanos. Se acercó a mí, se ubicó otra vez entre mis piernas y recorrió mis muslos con sus manos hasta llegar a mi cintura, para luego volver a bajar por mis muslos.

—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunté.

—Mientras estaba en mi vuelo a Rusia…

  —¿Fuiste a Rusia? ¿Cuándo?

  —El fin de semana pasado. El punto es que estaba viendo las grabaciones de tu cuarto…

—¿Pusiste cámaras en mi cuarto? —dije burlándome, tocándome el pecho de manera teatral.

   —Lyrae —contestó, como reprimenda —¿Me vas a dejar que continúe la historia sin interrumpirme?

  —Lo siento, continúa.

  —Bien, mientras estaba viendo los vídeos, exactamente en el que eras una chica mala que se daba placer sin mi permiso —continuó, colocando su mano en mi cuello, acercando mi rostro al suyo con brusquedad—No me pasó desapercibido como mirabas directo a la cámara, ni mucho menos como al terminar le guiñaste un ojo. ¿Que querías lograr con eso?

  —Llamar tu atención obvio.

  —¿Cómo descubriste la cámara?

   —Estaba despierta cuando la pusiste. Me extrañó que entraras y fueras directo al baño, no sabía que tenías un fetiche por el jabón líquido.

  —No lo tengo, solo odio el tuyo.

  —¿Lo odias?

  —Odio que me guste, como tú.

  —Que romántico

—Esta mañana, toda la escena que armaste ¿Era realmente necesaria?

—Por supuesto que lo era. Que sienta atracción por ti no significa que esté de acuerdo con que hagas conmigo lo que se te pegue la gana. Además me merezco una boda como dios manda. Y una petición de matrimonio en condiciones. ¿Dónde esta mi cena, mis flores, mi sorpresa? Joder hasta el anillo. Te quiero a ti, Tyson Herthowne con una rodilla en el suelo pidiendo que me case contigo.

—Lo que tú digas, Krolik —se burló.

—¿Por qué sigues diciéndome así? Me dijiste lo mismo aquella noche. ¿Qué significa? Que sepas que busque en Google la frase que me dijiste aquella vez luego de la fiesta y no me salió muy bien.

—Porque es lo que tendría que ser. Yo debería ser el cazador y tú la Krolik, es conejita en ruso.

  —¿Eres ruso?

—Ah, no, señorita, ya me cansé de que solo tú hagas las preguntas. Si quieres mis respuestas, entonces yo también tendré las tuyas. Esto es un intercambio justo —respondió con una chispa de diversión en los ojos.

—Bien, ¿Qué quieres saber de mí que ya no sepas? —dije, preparándome para contestar cualquier cosa.

—¿Por qué tienes tanta obsesión con el queso? —cuestionó, curioso, con una ceja levantada.

—¿Qué? —dije confundida.

—Me oíste bien. Siempre estás comiendo cosas con queso doble o hasta triple. Es sorprendente, la cantidad que consumes.

—De todas las preguntas que podrías hacerme, ¿me preguntas por el queso? —Mi tono era de total incredulidad.

—Es algo que me causa curiosidad —respondió encogiéndose de hombros con una sonrisa traviesa.

—Bien, me gusta el queso, mucho. Todo es mejor con queso. Es como un toque mágico que lo mejora todo —expliqué con entusiasmo.

—¿Lames también la tapa del yogur porque te gusta demasiado? —preguntó con una risa contenida.

—¿Sabes que estás desperdiciando tus preguntas con tonterías?

—Para mí no son tonterías, quiero saber absolutamente todo de ti. Qué te gusta, qué no, hasta cuándo tienes tu período. Todo es importante si se trata de ti —concluyó con una expresión sincera y a la vez enojada, como si le molestara, algo que sabía era así.

—Necesitas una consulta con un psiquiatra con urgencia.

—Puede ser, porque no es claramente normal, que el cazador termine obsesionado con su presa. Eres como una maldita droga de la que me he vuelto adicto —expresó, dejando ver su enojo con cada palabra que pronunciaba—. Primero fue tu estúpida sonrisa, luego esa personalidad, cuanto más de ti conocía, más quería saber. Era una necesidad tan fuerte que al final fue demasiado poderosa para ignorarla.

—Tyson…

—No más preguntas por hoy —susurró con furia mientras me aprisionaba la garganta y me besaba con una pasión descontrolada.

Mis piernas rodearon su cintura, siendo levantada con firmeza por los muslos sin separar nuestros labios. Con un arrebato apasionado, me empujó hacia la pared en un frenético camino hacia la habitación. Allí, con un gesto rápido, desgarró los botones de la camisa que llevaba puesta, dejándome una vez más desnuda ante él. Me recostó en la cama y desde su imponente altura, me inspeccionó minuciosamente, explorando cada centímetro de mi piel. Instintivamente, abrí mis piernas, mostrando mi feminidad sin inhibiciones.

La punta de su lengua dibujó lentamente su labio inferior, mientras sus dientes lo rozaban delicadamente. Un suspiro escapó de mis labios, sintiendo cómo mi piel se erizaba de anticipación. Con una sonrisa traviesa, se inclinó hacia abajo, deslizando sus manos y su boca por mis piernas con una suavidad que me hizo estremecer. Cada beso que dejaba a su paso parecía encender un fuego que temía acabaría por consumirme.

Su lengua trazó un camino húmedo y cálido hasta mi monte de Venus, haciendo que un arco eléctrico recorriera mi espalda. Sin detenerse ahí, continuó explorando mi cuerpo con una intensidad palpable, recorriendo mi ombligo con una delicadeza exquisita. Mientras tanto, una de sus manos se aventuró en mi interior, despertando sensaciones que se desplegaban con una suavidad embriagadora. Cada caricia, cada roce, era una danza sensual que nos envolvía en un juego de deseo y pasión.

—¿Te gusta? —susurró suavemente en mi oído.

—Sí, me encanta —respondí con la voz entrecortada por el deseo.

—Voy a explorar cada rincón de tu cuerpo, voy a follarte y llevarte al límite del placer —me dijo con voz seductora mientras continuaba sus caricias.

—No pares, por favor, no pares —supliqué, sintiendo que cada vez más me dejaba llevar por la intensidad del momento.

Mis sentidos se vieron envueltos en un torbellino de sensaciones, comenzando desde los dedos de mis pies y escalando hacia mi centro con una vorágine de placer abrumador, que me hizo arquear la espalda en éxtasis.

Podía percibir el roce de los dientes de Tyson en mi mandíbula antes de separarse de mí, mientras mis espasmos aún vibraban en mi ser como una melodía embriagadora. Observé extasiada cómo las prendas de Tyson se desvanecían lentamente, revelando su torso desnudo adornado con tatuajes y cicatrices que contaban una historia de dolor y soledad, añadiendo una profundidad emocional a la lujuria que compartíamos.

Sin perder un instante, se acomodó de nuevo entre mis piernas; su aliento cálido acariciando mi oído al susurrar:

—Se acabaron los juegos —mientras se adentraba en mí de un solo empujón, abriéndome con cada movimiento.

Enredé mis piernas alrededor de su cintura, empujándolo hacia mí con un anhelo voraz de fundirme con él, de fusionar nuestras almas a través de la piel.

Los gemidos se intensificaron con cada embestida, el sonido rítmico de nuestros cuerpos colisionando en armonía con el palpitar acelerado de nuestros corazones. Mi piel ardió bajo la suya desnuda, creando una danza de sensaciones que nos envolvió en un torbellino de lujuria. Con cada movimiento de sus caderas, sentí cómo el deseo se apoderaba de mí, inundándome por completo. Sus labios recorrieron mi cuerpo con ansias insaciables, dejando un rastro de placer a su paso.

Tyson se movío con una destreza que me llevo al borde de la locura, sus manos fuertes exploraron cada rincón como si quisiera grabar en su memoria cada centímetro de mí.

La cama golpeo la pared y el sudor perlo nuestros cuerpos, pero lo único que importo era la expresión de placer que mostró su rostro. Cómo sus manos expertas jugaron con mis pechos con maestría, mientras las mías arañaron su espalda. El choque de nuestras pieles, su pelvis unida a la mía y nuestra respiración agitada. La habitación se lleno con el sonido de nuestros gemidos entrelazados, mezclándose con el eco de nuestros cuerpos, chocando en un frenesí desenfrenado. Poco a poco mi clímax se fue construyendo una vez más y justo cuando movió sus caderas en un suave círculo y su boca se adueñó de la mía, exploté en el más intenso éxtasis.

Tyson, con los ojos cerrados y la mandíbula tensa, dejó escapar un gemido ronco y sus movimientos se volvieron más desesperados. Cada músculo de su rostro parecía vibrar de fervor, mostraba una expresión de gozo absoluto mientras alcanzaba su orgasmo, sus ojos intensos, fijos en los míos, creando una conexión ardiente entre ambos en medio de la lujuria desenfrenada.

Dejó caer su cuerpo sobre el mío, su nariz en mi cuello, y su boca dejando salir leves jadeos mientras recuperaba el aliento.

—Nueva regla en nuestro matrimonio —dije, pasando mis manos por su espalda y apretando los glúteos—. Es obligatorio tener sexo tan bueno como este más de cinco veces al día, después de cada comida y varias veces antes de dormir.

Sus carcajadas retumbaron en mi oído, las sentí en mi piel y el movimiento de su miembro aun dentro de mí hizo que un gemido escapara de mi boca.

—¿Quién es la enferma ahora? —preguntó, mordiéndome el lóbulo de la oreja.

—Si voy a tener esto el resto de mi vida, me importa un comino estar enferma. Es más, de hoy en adelante me declaro ninfómana.

El cuerpo de Tyson se tensó sobre el mío tras mis palabras. Algo había cambiado y lo sentí en cada fibra de mi ser. Se alejó de mí, salió de mi cuerpo y se sentó en el borde de la cama a mis pies.

—¿Qué pasa? —pregunté, sentándome y tapando mi desnudez con una almohada. De pronto me sentía demasiado expuesta.

—Nada —respondió, pero su tono hizo imposible que le creyera.

—Tyson, no me mientas.

—Solo, déjalo Lyrae.

—No, dime qué pasa.

—Está bien, ¿quieres saber qué pasa? Te lo voy a decir, no tenemos toda una vida para estar juntos, la maldición se encargó de que encuentre la muerte cada año, en el mismo día y a la misma hora. La misma en la que morí la primera vez.

—¿Con qué edad moriste aquella vez Tyson? —pregunté, temiendo cada segundo las palabras que saldrían de su boca.

—El día de mi cumpleaños treinta y seis, justo a las doce de la noche.

—¿Cuándo?

—En dos semanas.

—¿Por eso la sangre en tu nariz? —indagué.

—Son los recuerdos, cada vez se vuelve más imposible recordarlo todo y mi cerebro no aguanta tanta información. Por eso tengo terribles dolores de cabeza y cuando se empieza a acercar el día y más vidas empiezo a recordar, el sangrado nasal se vuelve algo común.

   —Por eso matabas a todos los Lovelace, ¿Para detenerlo? —El asintió y sentí como si un trozo de mi corazón se hubiera desgarrado. —Tengo que morir yo para que tú no lo hagas ¿Cierto?
  
Él se deslizó por la cama, quitó la almohada a la que me aferraba y me levantó bruscamente, tomándome con firmeza entre sus manos y sentándome a horcajadas sobre sus piernas. Sus ojos mostraban una mezcla de terror desgarrador.

—Prefiero joderme mil veces, aceptando mi puto destino, a verte morir en mis jodidos brazos una vez más. No puedo soportar perderte, incluso si eso significa enfrentar mi maldita muerte una y otra vez. Eres la razón de mi existencia, y haré cualquier cosa para mantenerte a salvo. Te protegeré hasta el puto final, sin importar un carajo lo que pase —dijo, mirándome con enojo—. No permitiré que hagas nada estúpido Lyrae.

   —Es que no puedo perderte ahora. No después de tanto que me costó que llegáramos a este punto —dije y lágrimas corrieron por mis mejillas.

  —Lyrae no…

  —Los diarios de Margaret. Tu los robaste, ahí debe de haber algo que…

  —¿Qué diarios? Yo no tengo nada.

  —¿No fuiste tu quién entró a la mansión, me dejó inconsciente y se robó los diarios?

  —No, pero ¿Cómo te dejó inconsciente? —preguntó y por el tono de su voz supe que estaba comenzando a enojarse.

  —Me golpeó, pero ese no es el punto

  —Y ¿Pensaste que había sido yo? Me siento ofendido.

  —Lo siento. El problema es que si no fuiste tu, alguien más sabe de la maldición. Puede que yo no sea la última Lovelace.

  —Tenemos que averiguar quién fue —dijo, parándose de la cama.

   Yo tomé otra camisa en el vestidor y lo seguí hasta su despacho, en dónde se puso a revisar en los vídeos de las cámaras de seguridad de mi casa, mientras yo le iba contando todo lo que las chicas y yo habíamos encontrado.

   El tiempo fue pasando. Llamé a Eva y Aerilyn y ellas no se mostraron nerviosas ni preguntaron por mi desapareción, al parecer mi marido se había encargado de todo, y había hecho que Zac le avisara a Eva que yo estaba bien y feliz. Después de hablar con ellas logré convencer a Tyson de comer algo y más tarde terminé llendo me sola a la cama, pues el estaba empeñado en descubrir quien había entrado a mi casa.

      ━━✧♡✧━━

—Recuerda Lyrae. Solo aquella que se sacrificó logrará romper el ciclo —murmuró una voz en mi cabeza.

   Desperté sobresaltada, mi respiración agitada rompiendo el silencio de la habitación. A medida que mis párpados pesados se alzaron, la pálida luz de la madrugada reveló sombras inquietantes en las paredes. La frase aún revoloteando en mi mente.

Extendí mi mano temblorosa buscando consuelo, y un movimiento fugaz captó mi atención. Con el corazón latiendo desbocado, deslicé mis ojos sobre la penumbra y encontré a Zeus, dormido junto a la cama, con su cabeza apoyada en mi costado. Al sentir mi mano, se despertó, se paró y salió de la habitación.

   Sentí una mano entre mis piernas, aparentemente sin intención, como si hubiera llegado allí de manera inconsciente. El suave aliento de Tyson acarició mi nuca, envolviéndome en una sensación de tranquilidad que deseaba poder mantener. Fueron en esos instantes de cercanía con él que encontré un respiro, una calma que parecía alcanzar mi alma. Pero la cruel realidad golpeó mi corazón al recordar que solo me quedaban dos semanas antes de que todo se desvaneciera, antes de que lo perdiera para siempre. Un nudo se formó en mi garganta, presagio del dolor profundo que estaba por llegar.

La mano entre mis piernas se movió en ese momento, ahuecando mi sexo y logrando que soltara un gemido. Sentí la erección matutina de mi marido contra mi trasero desnudo.

—Buenos días —susurró en mi oído a la vez que deslizaba un dedo dentro de mí.

—Buenos días —respondí entre jadeos, pegándome aún más a él, ansiosa porque fuera otra parte de su cuerpo la que estuviera dentro de mí.

Mis súplicas fueron contestadas, su dedo salió de mi interior y fue reemplazado por su miembro, sintiendo cómo me llenaba por completo. Su respiración se volvió más intensa, sincronizándose con mis gemidos mientras me embestía con fuerza.

—Dime nena ¿Lo quieres duro o lento? —susurró, el deseo y la excitación impregnando cada palabra.

—Duro, siempre —contesté entre jadeos, ansiosa por sentirlo más profundo.

Percibí su sonrisa complacida contra mi piel. Sintiendo mi excitación crecer a cada embestida, me volteó con brusquedad dejándome completamente boca abajo. Levantó mi trasero y, con decisión, dejó caer una fuerte cachetada en él, intensificando el deseo que nos consumía.

Cada roce de su piel con la mía era una descarga eléctrica, una danza de pasión desenfrenada y oscuro deseo. Mis manos se aferraban a las sábanas, mi respiración entrecortada se mezclaba con la suya. El ritmo se aceleraba, llevándonos a un punto de no retorno.

El éxtasis llegó en un torbellino de sensaciones abrumadoras. Sentí como me llenaba con su semilla un minuto después. Nuestras respiraciones descontroladas mezclándose. Salió de mí y dejó caer besos por mi columna desde el final de mi tatuaje, llegando al inicio de mi trasero, donde depositó un beso en cada nalga, antes de pasar la lengua por mi centro, recogiendo los restos de mi orgasmo y el suyo mezclado.

—La primera comida del día es muy importante —dijo mientras me devoraba sin tener contemplación.

Mordí la almohada cuando alcancé nuevamente el clímax, sintiéndome completamente saciada y débil.

—Ahora sí son buenos días —comentó como si nada, acostándose a mi lado con una sonrisa satisfecha en su arrogante rostro.

—Y que lo digas —respondí, lo que ocasionó su risa. Algo que jamás había tenido el placer de oír y logró que algo cálido se posara en mi pecho. —Te amo.

Sus carcajadas pararon y me miró fijamente. Su mirada de ojos oscuros me dejaba ver tanto que no necesité que él me devolviera las palabras. Él también sentía lo mismo.

Éramos almas cautivas, rotas y unidas en un ciclo sin fin; la oscuridad nos consumía, pero nos daba vida. Nos pertenecíamos en un vínculo irrompible, desafiando normas y convenciones. ¿Qué importaba lo correcto cuando lo prohibido nos hacía sentir tan vivos?

   ━━✧♡✧━━

La semana pasó y cuando ya habíamos perdido toda esperanza, cuando mis noches en vela las pasaba viendo el rostro de aquel que llevaba mi alma amarrada a la suya. Un mensaje de un número desconocido cambio la situación.

  Mientras Tyson lograba conciliar el sueño con su cabeza en mi regazo, revisé mi teléfono y la determinación se adueñó de mi ser. Una simple oración lo cambió todo.

  Tengo lo que buscas. Ven a buscarlo y hazlo sola o quemo tus preciosos diarios y tú amorcito muere.
  

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