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Capítulo XXI


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   Lyrae
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Mi vida había quedado patas arriba después de un solo fin de semana. El saber que mi verdadera abuela había sido una de las mujeres que encontramos enterradas en el patio, como si fueran basura. Que le hubieran quitado a su hijo y lo hubieran convertido en la mierda de padre que era. No paraba de pensar en lo diferente que fuera mi vida si nada de aquello hubiera pasado. Pero también era consciente de que yo no existiría si las cosas hubieran sido diferentes.

   Eva, Aerilyn y yo nos adentramos en los oscuros pasillos de los registros de la ciudad, en busca de evidencias de las investigaciones tras el secuestro de Victoria. Mientras revisábamos los archivadores polvorientos, encontramos una nota recortada de un periódico antiguo que arrojaba luz sobre dicho evento. En ella, la familia de Victoria había publicado un anuncio, revelando detalles sobre las circunstancias de su desaparición. No obstante, no se mencionaba a mi familia en ningún lado.

Al salir de aquel lugar, decidimos separarnos y cada una tomar un camino distinto hacia nuestras respectivas casas. El día siguiente era lunes y comenzaba una vez más la jornada laboral.

  Mientras caminaba por las solitarias calles, una sensación de inquietud se apoderó de mí. Me parecía escuchar pasos sigilosos, el eco de una presencia amenazante que parecía seguirme de cerca.

Cada sombra proyectada por las luces de la ciudad se convertía en un refugio para la paranoia que crecía en mi interior. Mis pasos se aceleraron, el corazón latía con fuerza en mi pecho, y el frío de la noche se volvía más penetrante con cada minuto que pasaba. ¿Era solo mi imaginación jugándome malas pasadas o alguien realmente me estaba siguiendo?

El silencio sepulcral de la noche se rompía ocasionalmente por el susurro del viento, creando una atmósfera de suspense que me erizaba la piel. Mis sentidos estaban alerta, tratando de discernir si aquella amenaza invisible era real o solo una ilusión generada por el miedo que me consumía.

Al final, llegué a mi casa exhausta y con el corazón en un puño. Cerré la puerta con llave, corrí hacia mi habitación y me recosté en la cama, pero la sensación de ser observada persistía en mi mente, recordándome que los peligros que acechaban en las sombras aún no habían desaparecido.

  No pasó mucho tiempo para que el agotamiento de todo el fin de semana se afianzara sobre mi y me quedara dormida.

━━✧♡✧━━

  Estiré la mano para cerrar el agua de la ducha, pero terminé por quedarme con la llave en la mano. «Lo que faltaba» . Salí del baño envuelta en la toalla y luego de cerrar la llave de paso, procedí a arreglarme para el trabajo.

Cómo no podía ser de otra manera, cuando me estaba aplicando el delineador, un pájaro chocó contra mi ventana, asustándome y haciendo que me arruinara la raya del ojo. El delineado no quería salir bien, el labial que me gustaba no aparecía, los zapatos estaban rallados y, por mucho que busqué, no encontré las llaves de casa.

Ni qué decir que llegué más que tarde al trabajo, y me gané una reprimenda por parte de mi jefe, quien se encontraba de un humor nada peculiar.

  A media mañana tuve que llevarle, una vez más, unos documentos y lo encontré como ido, mirando fijamente hacia la ventana.

  —¿Sam? —dije, intentando llamar su atención —. Te traje los documentos que mandaste a pedir.

  —Déjalos ahí —respondió sin mirarme.

  Hice lo que dijo, me volteé y ya cuando tenía el pomo de la puerta en mi mano, mi conciencia me impidió abrirla y marcharme. «Maldita sea una y mil veces mi dichosa conciencia.»

  —¿Te pasa algo? —pregunté.

  —Mi madre está enferma —dijo como en automático.

  —Seguro que no será nada grave y que se pondrá bien en…

  —Tiene cáncer en etapa cuatro. El medico le dió solo unas pocas semanas de vida.

  —Mierda, lo siento mucho Sam. Tu mamá nunca fue santo de mi devoción, principalmente porque yo no lo fui de ella, pero no le desearía eso a nadie.

  —Gracias.

  Sin decir nada más, esa vez si abrí la puerta y salí de su oficina.

  El resto de la semana transcurrió sin contratiempos y principalmente sin Tyson a la vista. Debería haberme sentido bien por ello; sin embargo, como la masoquista que era extrañaba nuestros enfrentamientos.

  Por otra parte, tampoco había logrado encontrar ninguno de los diarios de Margaret, por lo que estaba un poco malhumorada. Hasta la madrugada del jueves.

  (***)

  En la tenue penumbra de la oficina, sus ojos calculadores me miraron mientras sus manos recorrían mi cuerpo, exploraban cada curva. Sentí una presencia en mi espalda y un escalofrío de anticipación me recorrió cuando un dulce beso fue depositado en mi hombro. En el momento en que voltee el rostro, unos ojos grises me devolvieron la mirada. Unas manos se aferraron a mi pecho, mientras otras viajaron hacia el sur.

Tyson se arrodilló entre mis piernas y su lengua lamió mi protuberancia, mientras sentía una erección contra mi trasero y otra boca reclamaba mis labios.

—¿Es esto lo que quieres? ¿Dos hombres complaciéndote? —preguntó Tyson desde su lugar en el suelo ante mí, con sus labios tan cerca de ese punto que dolía de necesidad.

—No —dije, pero él no me dejó continuar, su boca me devoró con ansia y necesidad mientras Sam esparcía besos por mis pechos.

—¿Qué quieres entonces? ¿Quieres que te folle mientras él nos ve? —indagó y yo no pude hablar, el placer que sentía en ese momento era demasiado. —A mi chica le gusta que la vean.

En el momento en que las palabras salieron de sus labios, Sam se apartó y se alejó. Centré mi atención en Tyson y el placer que su boca era capaz de dar.

—Súbete a mi escritorio, Lyrae. Quiero recordar la marca de tu culo cada vez que tenga que firmar algún trato importante —ordenó, el sonido de su voz baja e íntima se sintió como una caricia en mi piel. —Demos un espectáculo a tu ex.

Por instinto hice lo que me pidió, me subí al escritorio de madera con las piernas abiertas, no había ni una pizca de pudor en mí. El reflejo de la ventana me mostró a Sam con su erección en la mano mientras veía cómo Tyson recorría mis muslos con una mano mientras con la otra se sacaba el cinturón.

La expectación me tenía tan húmeda y adolorida que era increíble. Él se quitó el cinturón, soltó el botón, bajó la cremallera, el borde de sus boxers se veía. Metió la mano para sacar su miembro. Mordí mi labio.

—¿Quieres mi polla, señorita Lovelace? —preguntó antes de sacar…

Nada, no sacó nada porque me desperté. Un estruendo en la casa sonó en ese preciso momento. No podía esperar a que me dieran un buen orgasmo, no, tenía que venir e interrumpirlo.

  De mal humor, me levanté de la cama y camiiguera de mi habitación. Con el enojo que me cargaba si se me aparecía el mismo diablo iba terminar hullendo de mi.

  Al final resultó que un trozo del techo calló sobre la cama de una de las habitaciones, destruyéndola casi que por completo. Lo más extraño fue que la cama se separó de la pared, la cabecera por completo sobre el colchón, revelando una caja fuerte.

Me acerque a ella, ansiosa por descubrir más y me di cuenta de que no era una caja fuerte como tal, porque no tenía cerradura, más bien estaba escondida protegiendo lo que descubrí eran los demás diarios de Margaret.

  Habían como cinco libros dentro del agujero forrado de metal. Los saqué preparada para pasar lo que quedaba de noche leyéndolo.

   Sin embargo, un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí como si alguien me estuviera mirando fijamente. El aire de la habitación cambió por completo o simplemente me dí cuenta en ese momento de que algo estaba mal, de que no estaba sola en la casa.

  Intenté voltearme, buscar entre las esquinas de aquel cuarto, encontrar al intruso. No obstante, esa persona me encontró primero.

  De repente sentí un fuerte golpe en la parte de atrás de mi cabeza y el mundo se empezó a nublar, hasta que se puso negro por completo, pero no antes de ver unos zapatos de hombre frente a mí.

   ━━✧♡✧━━

Desperté a la mañana siguiente con un fuerte dolor de cabeza. Estaba acostada en mi cama, como si la noche anterior no hubiera pasado. Me levanté con cuidado, tomé el bate de béisbol, algo que debía haber hecho la noche anterior, y salí de mi habitación.

   La casa estaba tranquila, no había signos de que alguien extraño hubiera entrado, no obstante, el dolor del golpe en mi cabeza decía lo contrario.

   Entré al cuarto en donde había encontrado los diarios y todo seguía igual. La cama destruida. El pedazo de techo sobre esta. El agujero en la pared, justo como la noche anterior. Sin embargo, no había rastro de los diarios.

  Quien fuera que haya entrado sabía lo que buscaba y donde lo iba a encontrar.

  «¿Acaso había sido Victor?», me pregunté, nerviosa por no sentirme segura en mi propia casa. De nada había servido el sistema de seguridad.

  Luego de comprobar una vez más que estaba sola en aquella mansión, me arreglé para el trabajo.

  Entré a ducharme, esperando que el agua pudiera arrastrar el cansancio de una mala noche, pero no cumplió esa función.

Al llegar al trabajo, Eva se me acercó con su habitual franqueza y me dijo directamente:

—Te ves como la mierda.

—Gracias, me esforcé bastante para verme así.

—Hablo en serio, ¿dormiste anoche por casualidad? Tienes unas ojeras tremendas.

—Genial, necesito cambiar la marca de mi corrector. Y no, anoche apenas y dormí unas pocas horas. Un pedazo de techo se cayó y…

—Espera, ¿qué? ¿Primero la plomería y ahora el techo? ¿Estás segura de que esa casa está en condiciones para ser habitada?

—Ahora mismo estoy dudándolo. Pero es lo único que tengo. Así como está, no puedo venderla, por ya sabes, el testamento. Además eso no es todo —dije, acercándome a ella para evitar que nadie más oyera lo que le iba a decir —. Encontré los diarios de Margaret…

  —¿En serio? Mierda, y ¿Que decían?

  —Lo supiera si no me hubieran dado un golpe en la cabeza, ni me los hubieran robado —respondí tras soltar un suspiro.

  —Espera ¿Que? ¿Alguien se metió a robar los diarios? Pero ¿Cómo sabían dónde estaban?

   —No lo sé. Quizás…

   —¿Crees que se trate de Victor?  —dedujo ella.

   —¿Quien más, sino?. No queda ningún Lovelace vivo, yo soy la última de ese linaje de sangre. Y estoy segura de que mi familia no le contó algo tan retorcido a nadie más. Por lo que solo nos queda un sospechoso. La pregunta ahora es ¿Quien es Victor y por qué querriq los diarios?

—Esta noche te vienes conmigo —dijo y por la cara que de seguro puse se dió cuenta de lo que había dicho—. Tú entendiste lo que quería decir, deja esa mente sucia para cuando estés con el jefe.

—¿De que hablas?

—Todos lo saben.

—¡Mierda! —dije escondiendo mi cara tras mis manos.

—Según las más chismosas, el jefe está tan enamorado de ti que compró la empresa para cortejarte. Ni que estuviéramos en el siglo pasado —dijo negando con la cabeza.

  —Eso es una tontería —dije, pero de Tyson Herthowne me podría esperar cualquier cosa y lo sabía.

—Como sea, si no tienes un lugar seguro para dormir, entonces te vas a mi casa esta noche y no quiero un no por respuesta —dijo en el momento en el que precisamente iba a negarme.

  —Vale —accedí, porque la verdad necesitaba una noche tranquila. Algo que no había tenido desde que me mudé a la mansión.

   (***)

  Subí al despacho de Tyson esa tarde. Esperando tener alguna señal suya, algo que me dijera que seguía vivo. La última vez que lo ví había matado a unos tipos que intentaron secuestrarme, para quien sabe que. Me había salvado.

   Todo eso me lo repetí a mi misma mientras subía en el ascensor. Convenciendome de que lo que estaba haciendo tenía alguna justificación, cuando todos sabemos, que no, que yo debería correr en la dirección opuesta a Tyson Herthowne.

   Entré al despacho y lo encontré vacío, como sabía que lo encontraría. El olor de su perfume aún flotaba en el aire, lo que significaba que o bien era un muy buen perfume y tenía un excelente fijador, o Tyson había abandonado esa oficina hacia poco tiempo. Lo que solo podría significar que él estaba perfectamente bien, que simplemente no le apetecía verme como a mi me apetecía verlo a él.

   La decepción es una píldora muy amarga de tragar, por lo que me acerqué a su mesa, intentando, bueno, ni yo misma sabía lo que estaba haciendo, solo que mi pecho dolía y sentía un nudo en la garganta.

   Estaba cansada de que nadie me prefiriera. Ni mis padres, ni Sam, ni siquiera Tyson lo había hecho. Me sentía demasiado sensible después de todo lo que había sucedido esa semana, y descubrir que aquel beso que me dió en ese mismo despacho no significó nada para el, dolía.

   Entre los papeles desperdigados sobre el escritorio sobresalía una tarjeta. La tomé y leí lo que decía. Pertenecía un club prestigioso y exclusivo conocido por sus actividades sexuales explícitas, juegos íntimos e intercambios de parejas. Recordaba haber intentado ingresar sin éxito, fracasando en la exigente prueba de membresía.

Mientras yo me torturaba la mente con lo sucedido en esa maldita oficina dias atrás, él se largaba a un club de lujo para seguramente desquitarse con otra en una noche de sexo ardiente.

  Me limpié las lágrimas que intentaban salir de mis ojos. Sentía que mi temperamento era muy volátil en ese momento.

  La rabia y los celos se hicieron casi imposibles de controlar. Sabía que no tendría que sentirme así, él era soltero, estaba en todo su derecho de acostarse con quien le diera la gana. Sabía que era un comportamiento ilógico; sin embargo, a mi mente no le interesaba lo que era lógico o no en ese instante.

   Ahí pueden comprobar que me faltaban más de un tornillo en la cabeza.

   Una sonrisa diabólica se dibujó en mi rostro. Si él había tenido su placer anoche, yo también tendría el mío. No volvería a lamentarme por un hombre que no me merecía.

  Salí de ahí directo hacia donde se encontraba Eva. Ella no hizo preguntas cuando le dije mi idea de salir esa noche, al contrario, llamó a Aerilyn, quien se sumó al plan sin dudarlo.

   Esa noche no fui a mi casa, Eva me llevó directo a la suya, en dónde nos encontraríamos con la pelirroja y saldríamos de ahí las tres juntas.

   Habíamos acabado de llegar a su puerta, Eva buscaba la llave en su bolso, cuando la puerta de al lado se abrió y un hombre de alrededor de nuestra edad, unos veinticinco años, con la piel de un tono caoba oscuro, la cabeza rapada, unos ojos que brillaban en un color que se debatía entre el verde y el castaño claro, y una sonrisa que parecía sacada de un anuncio de pasta dental, se asomó y dirigió su mirada hacia mi amiga.

—Llegas tarde —dijo.

—¡Piérdete, Brandon! No necesito que controles el tiempo que estoy fuera —dijo ella sin siquiera voltear a verlo.

—Por supuesto que no, pero tenemos hambre y Zac ya quemó otra olla de sopa. ¿Cómo demonios se las arregla para quemar la sopa? Aún no lo sabemos.

—Podrían pedir, ¿sabían?

—No nos gusta esa comida basura —exclamó otro hombre asomándose por debajo del brazo de quien ahora sabía se llamaba Brandon—. ¡Hola, Evi!

—Hola, Zacarías.

—Te odio —protestó él.

—No, no lo haces. Me amas, los cinco no podrían vivir sin mí.

—Eso es cierto —dijo otra voz. Este nuevo chico sacó su cabeza por debajo de la de Zac. Podría parecer graciosa la escena si no fuera por el aura de peligro que los tres hombres emanaban—. Por cierto, Evi, ¿quién es esta preciosura?

—No —contestó mi amiga, esta vez volteándose a quienes sabía eran sus famosos amigos y gritó—. ¡Hans!

En el momento en el que los cuatro hombres estuvieron en la puerta, ella cuadró los hombros y tomó una pose intimidante.

—Escúchenme bien, cerdos asquerosos. Ninguno va a intentar coquetear, seducir o llevarse a la cama a mi amiga. Si alguno de los cuatro lo intenta siquiera, voy a dejar de cocinarles y van a tener que aprender ustedes mismos o pedir delibery.

—Eres cruel —protestó un rubio de ojos verdes con una cicatriz que le llegaba de la mejilla a la oreja.

—Hablo en serio, chicos. No me van a joder otra vez una amistad.

  —Me siento despreciado. ¿Qué somos nosotros sino tus amigos? —dramatizó el que habían llamado Zac, y algo en él me resultó familiar.

—Un grano en mi trasero. Me refiero a una amiga mujer, par de idiotas.

—Ah, vale, lo entendimos. —respondió Brandon, asintiendo.

—Bien. —Eva abrió la puerta y me dejó entrar, fue directo al frigorífico y tomó un tupper grande. —Si no fueran tan idiotas se hubieran dado cuenta de que su comida estaba hecha y en el congelador.

—¿Hans no tenías tú qué revisar ahí? —preguntó Brandon.

—No, ese era Zac.

—No, yo estaba haciendo sopa.

—Más bien quemándola —se burló Peter, ganándose una mala mirada de su amigo moreno.

—Acaben de comer y largarse a hacer su trabajo, cualquiera que sea.

—Te amamos Evi —dijó Zac antes de tomar el tupper.

—Por supuesto que lo hacen, si no fuera así ya estarían muertos.

  —Espera un momento —dije de repente, recordando por qué Zac me parecía conocido. —¡Yo a ti te conozco! —exclamé señalándolo.

  El solo guiñó un ojo y sonrió de manera burlona antes de darse la vuelta y decir:

—Nos vemos pronto, bonita.

  Cuando los cuatro salieron, dejándonos solas a las dos, Eva me miró arqueando una ceja.

  —¿Los conoces?

  —No a todos, solo ví a Zac una vez cuando salía del despacho de Tyson.

  —Teniendo en cuenta lo que sucedió en el restaurante no me extraña la verdad.

  —Ahora que lo mencionas —dije haciendo memoria —¿No eran Hans y Peter quienes estaban disparando contra los secuestradores?

  —Ni idea, recuerda que yo estaba escondida debajo de la mesa, pero es muy probable. Esos cuatro lo hacen todo juntos, no me extrañaria que hasta hicieran del dos juntos en el mismo baño para darse ánimo —respondió encongiéndose de hombros.

   No pude evitar reírme ante su comentario, lo que desencadenó también su risa.

  Un rato después, cuando los amigos de Eva ya no merodeaban por el edificio, ella y yo salimos. Ambas vestidas como el yin y el yang, ella de negro, con un vestido ajustado al cuerpo y lleno de lentejuelas, que reflejaban la luz de las farolas al caminar. Sus tacones de doce centímetros resonaban con cada paso que dábamos. Por otro lado, yo vestía de blanco, con un vestido de mangas largas con escote corazón y un gran escote en la espalda que revelaba el tatuaje que casi nunca mostraba. Mis sandalias de tacón alto tenían correas que se enrollaban hasta las rodillas, agregando un toque de elegancia. Ambas nos destacábamos en la noche, como dos polos opuestos.

Al final a Aerilyn se le había hecho tarde, por lo que nos esperó en la puerta del club, vestida toda de rojo. Cuando llegamos a la fila del club, donde ella ya nos aguardaba, nuestras siluetas despertaron una reacción inmediata. Los piropos y silbidos que resonaron a nuestro alrededor daban cuenta de nuestra apariencia. No había duda de que, juntas las tres, destacábamos entre la multitud.

El acceso al club fue rápido, apenas un saludo de Eva y un gesto de la mano del portero nos permitieron avanzar. Una vez adentro, nos encaminamos directamente hacia la barra. Mis labios ansiaban la mezcla de Jack con Cola, mientras que Eva, con su estilo refinado y peculiar, pidió un gin-tonic. Por otro lado, Aerilyn optó por un martini, sin aceituna, pues según ella la odiaba.
 
   El ambiente vibrante del club nos rodeaba. Las luces parpadeantes y la música estridente creaban una atmósfera enérgica y emocionante. La noche apenas comenzaba y nuestra presencia no pasaba desapercibida entre los presentes. Nuestra energía era contagiosa y prometía una velada llena de diversión y emociones intensas.

No era de las que se emborrachan, por lo que me limité a pedir una bebida en toda la noche y apenas le di un par de sorbos. Pero eso sí, si de bailar se trataba, yo era la reina. Las chicas y yo pasamos toda la noche bailando y como no, en el caso de Eva y mío, coqueteando con los hombres que se nos acercaban para bailar.

   Me sentí sedienta, por lo que después de avisarles a las chicas que iría a por una bebida y un poco de aire me alejé de la pista de baile.

   En mi camino tropecé con una silueta que se tambaleaba. Me alejé un poco y fue cuando ví de quién se trataba.

   —¿Sam? —pregunté para corroborar, había venido, aunque no estaba borracha, pero con las luces del local podía confundir a cualquiera.

   —¡Lyla, déjame hablar contigo, por favor! —exclamó Sam, tambaleándose ligeramente mientras intentaba detenerme.

En ese momento, sentí un extraño hormigueo en la espalda, como si alguien me estuviera observando. Levanté la cabeza, pero no vi a nadie a mi alrededor.

—Sam, en serio, deberías irte a casa. Claramente no estás en condiciones de hablar —le dije con preocupación, sacando el teléfono para llamar a un Uber.

Pero antes de que pudiera marcar el número, la mano de Sam se aferró a mi brazo, impidiéndome continuar.

—No, por favor, escúchame. Necesito que me des una oportunidad. Yo te quiero, Lyrae —pidió con desesperación.

—Sam, en serio, estás demasiado borracho. Es mejor hablar de esto cuando estés sobrio —aconsejé.

  —No, necesito que me perdones, yo no quería, pero tenía que hacerlo ¿Sabes?

  —Mira, hablemos de esto cuando estés sobrio, yo no… —no pude continuar, sentí sus labios sobre los míos, su lengua intentando abrirse paso dentro de mi boca.

  Lo aparté de un empujón. Levanté mi brazo, le di un puñetazo en la mandíbula y el, al estar con tal grado de alcohol en el cuerpo terminó cayendo. Llamando la atención de varias personas a nuestro alrededor.

  —Que sea la última vez que intentas tocarme, Samuel. Si te da la gana de irte, consíguete tu propio coche, yo me largo —dije alejándome de la escena.

   Salí del local hecha una furia,no me percaté de que había alguien delante y terminé chocando con esa persona.

   —Lo siento —dije, levantando la mirada hacia el desconocido.

   Un hombre de unos treinta años, de cabello rubio y largo, sujeto en una coleta baja. Sus ojos; sin embargo, se veían viejos, como si hubiera vivido mil vidas.

  —No te preocupes Lyrae, solo recuerda —respondió alejándose por el callejón.

  —Espera, ¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté, pero ya era demasiado tarde.

  De repente sentí una presencia a mi espalda. El aliento de alguien en mi nuca. Un trapo con un olor extraño cubrió mi nariz y poco a poco mi vista se fue nublando, hasta que lo ví todo negro, una vez más.

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