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Prólogo

Era una tarde tranquila, de esas que invitan a explorar la naturaleza. Había decidido aventurarme en el bosque cercano con mi "cámara" en mano. Mi celular, buscando inmortalizar animales en su hábitat. El sol filtraba sus últimos rayos a través de los árboles, y el aire estaba cargado con el aroma fresco de hojas y tierra húmeda.

Mientras avanzaba, me detuve varias veces para capturar ardillas, aves y algunos ciervos tímidos. Finalmente, llegué al lago, un espejo natural que reflejaba el cielo teñido de naranja y morado, llevando a mi imaginación a tener enfrente lo que era una piscina gigante de oro fundido. Preparé mi cámara y enfoqué hacia la orilla, donde un grupo de patos nadaba en fila, haciendo una toma panorámica. Pero al girar el lente hacia un viejo árbol al borde del agua, mi corazón dio un vuelco.

En la esquina de mi visor, distinguí una figura. Parecía humana, pero algo en su silueta era extraño. Se movió rápidamente, casi como un destello, y desapareció detrás del tronco. Mi respiración se volvió pesada, y un leve escalofrío recorrió mi espalda. Bajé la cámara con cuidado y miré hacia el árbol, pero no había nada. Decidí no acercarme más. Y solo trataba de ver qué era mirando la imagen, Pero lo único que logré captura fue una imagen a medias, ya que por el susto, solo logré. Malograr la imagen, con trozos uno encima de otros.

Con pasos lentos, retomé el camino que me llevaba de vuelta al bosque. Apenas había avanzado unos metros cuando escuché un crujido detrás de mí, como si una rama seca se rompiera bajo un peso considerable. Me detuve en seco y volteé. El bosque seguía en completo silencio; no había nada, ni siquiera el más mínimo movimiento. Solté un suspiro tembloroso, tratando de convencerme de que era solo mi imaginación.

Pero entonces, una voz grave y serena rompió el silencio:

— ¿Quién eres?.

Mi corazón casi se detuvo. Miré a mi alrededor, buscando el origen de aquella voz, pero no veía a nadie. Giré sobre mí mismo, sintiendo que la piel se me erizaba. Cuando no obtuve respuesta visual, intenté calmarme y murmuré:

—¿Quién habla? ¿Dónde estás?

La voz volvió, esta vez más firme:

—Guarda la cosa que tiene en las manos.

El tono era tan autoritario que, por un impulso inexplicable, obedecí. Bajé mi celular hasta guardarlo en uno de mis bolsillos del pantalón.

—¿Por qué?.—pregunté con cautela.

La voz respondió con un eco sombrío:

—No preguntes.

El bosque parecía contener la respiración, y un extraño resplandor azulado comenzó a filtrarse entre los árboles. De pronto, algo emergió de las sombras. Frente a mí, una criatura alta se erguía sobre dos patas. Su piel celeste brillaba débilmente bajo los últimos rayos del sol, y llevaba una armadura adornada con motivos de llamas, como si estuviera hecha de un fuego que había sido solidificado.

Era como un dragón, pero más ágil, más refinado. Sus ojos dorados me miraban con intensidad, y su altura no era mucho más alto que yo. Posiblemente un metro más. Pero lo que más me llamó la atención fue una herida que atravesaba su costado, manchando parte de su armadura con un líquido oscuro.

—¿Estás… estás bien?. —pregunté con un hilo de voz, dando un paso hacia él.

La criatura levantó una garra y me señaló con firmeza, deteniéndome en seco. Luego, con un tono que mezclaba autoridad y cansancio, pronunció una sola palabra:

—Quiero.

No entendí al principio. Quería ayudarlo, pero su mirada era tan intensa que apenas podía sostenerla. Su presencia era imponente, como si el aire alrededor de él se hubiera vuelto más pesado.

—¿Qué necesitas?.—pregunté finalmente, con un nudo en la garganta.

La criatura no respondió de inmediato, pero su mirada pareció suavizarse apenas un instante, antes de volver a tensarse. Su figura irradiaba un poder y un misterio que no podía comprender, y aunque el miedo seguía presente, algo en su postura herida me hizo sentir que estaba ante algo extraordinario, algo más grande que yo mismo.

La criatura permanecía frente a mí, erguida y majestuosa a pesar de su evidente dolor. Su respiración se volvió más pesada, y un gruñido bajo resonó en el aire. Su mirada dorada no se apartaba de mí, intensa y calculadora. Aunque su postura seguía firme, un quejido profundo escapó de su garganta, revelando el sufrimiento que trataba de ocultar.

Sentí un impulso de ayudarlo, así que di un paso hacia él, levantando las manos para mostrarle que no tenía malas intenciones. Pero tan pronto como avancé, su mirada se endureció, y algo comenzó a formarse en su garra levantada. Era una esfera de fuego, pequeña al principio, pero que crecía rápidamente mientras chisporroteaba en el aire. El calor que emanaba era tan real y abrasador que di un paso atrás instintivamente.

—¿Qué es eso?.—pregunté con voz temblorosa, pero él no respondió. Solo me observaba en silencio, su figura imponente proyectando una sombra extraña bajo la luz del atardecer.

Desde la distancia, pude notar el estado en el que estaba. Su armadura, aunque impresionante, estaba sucia y dañada, cubierta de marcas de tierra, hollín y sangre seca. Su postura, aunque orgullosa, tenía algo de agotamiento, como si llevara días sin descansar. No podía evitar imaginar cuánto tiempo habría estado vagando por el bosque en ese estado. ¿Estaba perdido? ¿O estaba huyendo de algo?.

Decidí actuar, aunque cada parte de mí gritaba que era peligroso. Lentamente, abrí mi mochila, manteniendo mis movimientos visibles y lo más calmados posible. Apenas deslicé la cremallera, el dragón alzó su garra un poco más, la esfera de fuego parpadeando con una amenaza implícita. No necesitaba palabras para entender que estaba listo para lanzarla si hacía algo que considerara hostil.

—Tranquilo… no quiero hacerte daño. —dije con suavidad mientras buscaba algo dentro de la mochila. Sus ojos seguían cada uno de mis movimientos con una atención casi felina. Finalmente, saqué mi reserva: un sándwich de pavo envuelto en papel. Lo levanté despacio, mostrándoselo como si fuera una ofrenda.

—Mira, es comida. Un sándwich de pavo. ¿Tienes hambre?. —le dije, con la voz apenas por encima de un susurro.

Sus ojos se entrecerraron, y la esfera de fuego en su mano parpadeó, disminuyendo ligeramente en intensidad. Entonces, con un tono más grave y lleno de desconfianza, finalmente habló:

—¿Qué es eso?

Tragué saliva y me armé de valor.

—Es comida. Puedes comerlo. No te hará daño, lo prometo.

Extendí el sándwich hacia él con cuidado, manteniendo mis manos firmes a pesar de los nervios. Por un momento, pensé que rechazaría el gesto o que lanzaría la bola de fuego, pero su mirada pasó del sándwich a mi rostro y luego de vuelta al alimento. Parecía estar evaluando si podía confiar en mí o no.

El reptil  mantuvo la bola de fuego en su garra por un momento más, su mirada fija en el sándwich que le ofrecía. Su rostro mostró una mezcla de desdén y orgullo herido cuando negó con la cabeza, su voz ronca y firme.

—No necesito eso.—dijo, apagando la esfera de fuego con un movimiento rápido de la mano. La energía desapareció como si nunca hubiera estado allí.

Luego comenzó a caminar hacia mí, sus pasos pesados resonando en el suelo cubierto de hojas. Su imponente figura parecía aún más intimidante de cerca, y sus ojos dorados brillaban con intensidad mientras hablaba.

—¿Qué más tienes en esa mochila?.

Me quedé inmóvil por un segundo, evaluando la situación. Entonces, recordé lo que llevaba conmigo. Entre mi laptop, los lentes y algo de comida, había algo que podría ayudarlo. Un pequeño botiquín que siempre traía en mis caminatas, por si acaso. Al parecer, este era uno de esos "por si acaso".

Cuando dio otro paso, levanté una mano para detenerlo, intentando sonar calmado pero firme.

—Espera. No necesitas revisar mi mochila. Puedo ayudarte. Puedo curar tus heridas... pero solo si me dices quién eres primero.

El dragón  se detuvo, su postura tensa, como si estuviera evaluando si confiar en mí o no. Sus ojos me estudiaron, como si intentara ver más allá de mis palabras y descubrir alguna intención oculta. El silencio se alargó, y yo apenas podía respirar bajo su intensa mirada. El habló, su voz cargada de advertencia.

—Muy bien, humano. Pero escucha esto: si intentas algo… serás cenizas.

Su tono era frío y definitivo, como si no hubiera lugar para malentendidos. Asentí con la cabeza, tragando el nudo que se había formado en mi garganta.

—De acuerdo. Solo quiero ayudarte.

Abrí la mochila lentamente, asegurándome de que pudiera ver cada movimiento. Saqué el botiquín y lo coloqué en el suelo entre nosotros. Flamedramon no se movió al principio, pero su mirada se suavizó apenas un poco, mostrando un destello de curiosidad y quizá algo más: cansancio. Su silencio me dio la señal para continuar.

—Dime tu nombre.—insistí mientras me arrodillaba para abrir el botiquín y comenzar a sacar vendas y antisépticos.

Él respiró hondo, como si cada palabra le costara, antes de finalmente responder.

—Flamedramon.

El nombre tenía un peso especial, como si llevara consigo historias de batallas y victorias pasadas. Su voz era un eco de orgullo y dolor, y no pude evitar sentir que estaba frente a algo más que una simple criatura. Estaba frente a alguien con un propósito, una historia que aún no comprendía.

—Flamedramon… —repetí en voz baja mientras sacaba vendas, gasas y un pequeño frasco de antiséptico del botiquín. Su nombre tenía algo especial, como si resonara en mi mente, cargado de significado. Mientras preparaba todo, la curiosidad me venció, y sin poder evitarlo, pregunté:

—¿Qué… qué clase de criatura eres?.

Flamedramon no respondió de inmediato. Sus ojos dorados se posaron en mí, serenos pero cargados de un aire de misterio. Finalmente, su voz rompió el silencio.

—Soy un Digimon.

Fruncí el ceño, claramente confundido. No había escuchado esa palabra antes, y no pude evitar mirarlo con extrañeza, como si intentara comprender lo que acababa de decir. Flamedramon notó mi reacción y entrecerró los ojos.

—¿Qué miras tanto?. —gruñó con un tono que tenía una mezcla de irritación y cansancio.

El sonido abrupto de su voz me hizo dar un pequeño sobresalto, casi dejando caer el frasco de antiséptico que tenía en las manos. Respiré hondo para calmarme y me enfoqué en la tarea frente a mí. Había logrado preparar la venda con un poco de anestesia tópica, pero al mirarlo, me detuve un momento.

—Tendrás que quitarte esa armadura del pecho. —dije, tratando de sonar tranquilo.

Flamedramon frunció el ceño, y un gruñido profundo salió de su garganta. Su mirada se endureció como si mis palabras fueran una ofensa, pero me mantuve firme.

—Mira, como quieras, pero con eso encima no puedo curarte. No voy a hacer milagros.

Por un instante, pensé que iba a rechazar mi ayuda, pero en lugar de eso, soltó un bufido, como si le molestara admitir que tenía razón. Con movimientos lentos y deliberados, llevó una garra a su pecho, tocando un punto específico. Hubo un leve chasquido, y la armadura se separó en dos piezas que cayeron al suelo con un sonido metálico. Lo que me dejó algo confuso ya que pensaba que eso era una pequeña camisa nada más.

Cuando finalmente quedó sin la camisa metálica , noté lo delgado y aerodinámico que era su torso, con músculos bien definidos que hablaban de fuerza y resistencia. Sin embargo, mi atención se centró en la herida en su costado. Era profunda y tenía los bordes enrojecidos, claramente agravada por la presión constante de sus garras. El área alrededor de la lesión estaba irritada, y pequeñas gotas de sangre fresca marcaban su piel azulada.

—Eso se ve mal… —murmuré más para mí que para él, mientras me inclinaba para observar mejor. La camisa  no solo lo había protegido, también había empeorado su estado al presionar una herida en su espalda  y evitar que sanara.

Flamedramon no dijo nada, pero su mirada se clavó en mí como una advertencia, recordándome que no debía excederme con mi confianza. Mientras preparaba las vendas, intenté tranquilizarlo.

—Voy a curarte. Esto dolerá un poco, pero será rápido, ¿de acuerdo?.

Él no respondió, pero tampoco se apartó. Su silencio fue suficiente para que entendiera que me daba permiso… por ahora.

Mientras comenzaba a cubrir la herida del costado de Flamedramon con la venda, sus quejas ahogadas llenaban el silencio del bosque. No eran gritos, sino gruñidos bajos y tensos, como si se esforzara por no mostrar debilidad. Su pecho subía y bajaba con respiraciones pesadas mientras yo trabajaba lo más rápido y delicadamente posible, pero no podía evitar que el roce del antiséptico y las vendas le provocaran incomodidad.

—Ya casi termino… —murmuré, intentando mantener un tono tranquilizador, aunque su presencia seguía siendo intimidante.

Finalmente, aseguré la venda en su lugar y di un paso atrás, observando mi trabajo. La herida principal estaba cubierta, pero noté pequeñas lesiones en otras partes de su cuerpo: rasguños y cortes menores que habían quedado expuestos tras quitarse la armadura. Decidí que no podía ignorarlas.

Me acerqué a su brazo, limpiando un corte superficial en su bíceps antes de moverme a otro más cerca de su cuello. Este era apenas un rasguño, pero estaba lo suficientemente cerca de su garganta como para que me pusiera nervioso. Mientras pasaba un algodón con antiséptico sobre la zona, Flamedramon soltó un quejido más audible, y antes de darme cuenta, sentí como dos garras metálicas se cerraban al rededor de mi cintura.

—¡Ah!. —exclamé, sobresaltado, congelándome en el acto. La fuerza de su agarre no era suficiente para lastimarme, pero sí lo suficientemente firme como para hacerme sentir atrapado.

Levanté la vista, encontrándome con sus ojos dorados que me miraban fijamente. En su rostro había una mezcla de molestia y algo que parecía ser un intento de paciencia.

—Con cuidado… —gruñó, su voz más grave y profunda de lo normal. —Duele.

Asentí rápidamente, tratando de recuperar la compostura mientras el sudor frío se acumulaba en mi frente.

—L-Lo siento… intentaré ser más cuidadoso.

Flamedramon aflojó su agarré, aunque no la retiró por completo. Parecía estar evaluando cada uno de mis movimientos, asegurándose de que no fuera a cometer otro error. Con las manos temblorosas, terminé de limpiar el rasguño cerca de su cuello, moviéndome con la mayor delicadeza posible.

Cuando terminé, di un paso atrás, dejando espacio entre nosotros y soltando un suspiro aliviado. Su presencia era imponente, pero había algo en su comportamiento que me hacía pensar que, a pesar de todo, confiaba en mí... al menos un poco.

Flamedramon comenzó a colocarse nuevamente la armadura con movimientos firmes y precisos. Aunque aún se notaba algo de molestia en su expresión por el roce contra las vendas recién puestas, ya no parecía el dolor insoportable de antes. Sus ojos dorados me observaron mientras yo guardaba las vendas, el antiséptico y el resto de los utensilios médicos en mi mochila. Me aseguré de organizar todo rápidamente, todavía sintiendo el peso de su mirada fija en mí.

Cuando cerré la mochila y me levanté, noté que su atención había cambiado brevemente hacia el sándwich que había quedado olvidado en el suelo. Sus ojos se posaron en él por un instante, antes de volver a mirarme, con esa mezcla de orgullo y desdén que parecía característica en él.

Mientras ajustaba la mochila sobre mis hombros, no me di cuenta de que Flamedramon se había agachado discretamente para recoger la comida. Con un movimiento rápido y casi imperceptible, guardó el sándwich dentro de una de las placas de su armadura. Cuando me giré para mirarlo de nuevo, él ya estaba de pie, completamente erguido, su imponente figura iluminada por los últimos resplandores del sol.

—¿A dónde irás ahora? .—pregunté, mi curiosidad genuina mientras intentaba descifrar algo de sus intenciones.

Flamedramon me miró con frialdad, su respuesta cargada de desdén.

—Eso no es asunto tuyo.

Abrí la boca para decir algo más, pero el atardecer ya había cedido terreno a la noche, y el bosque comenzaba a sumirse en la oscuridad. Alcé la vista hacia el cielo, donde las primeras estrellas empezaban a aparecer, y sentí un leve escalofrío. Saqué una linterna de mi mochila, encendiéndola para iluminar el camino.

—¿Tienes algún lugar donde quedarte esta noche?. —pregunté, dirigiendo el haz de luz hacia los árboles cercanos.

Flamedramon no respondió de inmediato. En lugar de eso, giró sobre sus talones con un movimiento fluido y, sin decir una palabra, dio un salto impresionante que lo llevó directo a las copas de los árboles. Su silueta azulada se desvaneció rápidamente entre las sombras, dejando solo el eco de sus movimientos en la tranquilidad del bosque.

Me quedé parado en el mismo lugar por un momento, mirando hacia el lugar donde había desaparecido. Su partida me dejó con una mezcla de asombro y desconcierto, pero no había mucho más que pudiera hacer. Suspiré y reajusté mi mochila antes de encender nuevamente la linterna.

Con paso firme, comencé a caminar en dirección a la cabaña donde me estaba quedando. El bosque, que antes había parecido vivo con los sonidos de los animales y las hojas mecidas por el viento, ahora parecía más callado que nunca. Cada crujido de las ramas bajo mis pies resonaba en la oscuridad, pero me obligué a mantener la calma. La figura de Flamedramon seguía rondando en mi mente, como un misterio que sabía que no resolvería tan fácilmente.

Llegué a la cabaña con la respiración algo agitada, aún sintiendo esa extraña sensación de que alguien me seguía. El bosque, envuelto en la penumbra, parecía estar observándome, y aunque giré varias veces la cabeza durante el camino, nunca logré ver nada ni a nadie. Tal vez era mi imaginación, pero no podía evitar sentirme inquieto.

Cuando finalmente llegué al pórtico de la cabaña, todo estaba sumido en la oscuridad. Busqué rápidamente el encendedor en el bolsillo de mi chaqueta, sacándolo con dedos temblorosos. Lo encendí, creando una pequeña llama que parpadeó en el aire. Acerqué el fuego a la farola que colgaba cerca de la puerta, esperando a que la mecha tomara el calor. Después de unos segundos, la luz del farol se encendió, proyectando un brillo cálido que iluminó el área frente a la cabaña.

Respiré aliviado y me dediqué a encender las otras farolas. Había un total de cuatro, colocadas estratégicamente alrededor de la casa para iluminar las zonas más cercanas. Poco a poco, la oscuridad comenzó a retroceder, reemplazada por la luz anaranjada de las llamas. Me aseguré de que todas estuvieran bien colocadas y con suficiente combustible, queriendo sentirme seguro en caso de que algo –o alguien– decidiera acercarse.

Lo que no sabía era que, en la copa de uno de los árboles más altos, Flamedramon me observaba en silencio. Desde su posición elevada, sus ojos dorados seguían cada uno de mis movimientos, analizando lo que hacía mientras iba y venía de la cabaña. Aunque yo no podía verlo, su presencia estaba allí, vigilante y cautelosa.

Entré a la cabaña para buscar lo necesario para preparar una fogata. Saqué unas ramas secas que había recogido anteriormente y las coloqué en el área destinada para ello, a unos metros de la casa. Usé el encendedor para prenderlas, avivando las llamas con cuidado hasta que la fogata estuvo lista, crepitando bajo el cielo nocturno. Su luz y calor comenzaron a extenderse, proporcionando una sensación de confort en medio de la fría noche del bosque.

Después, volví a entrar en la cabaña para buscar algo que tenía guardado: una sartén pequeña y un poco de carne marinada que había llevado conmigo. Regresé al fuego, colocando la sartén sobre las llamas y dejando que la carne comenzara a cocinarse. En cuanto el aroma empezó a extenderse por el aire, no pude evitar sonreír. Era un olor delicioso, cálido y familiar, que contrastaba con la tensión que había sentido durante todo el día.

Mientras me movía entre la fogata y la cabaña, completamente concentrado en lo que hacía, Flamedramon seguía observando desde su posición en las alturas. Su mirada no se apartaba de mí, aunque no daba señales de querer acercarse. Solo permanecía allí, vigilante, como si estuviera evaluando si debía confiar en mí... o si debía seguir manteniendo la distancia.

Mientras la carne chisporroteaba en la sartén, el aroma llenaba el aire, envolviendo el área alrededor de la fogata con un olor irresistible. Aproveché el tiempo para sacar algo más de mi mochila: una iPad que llevaba conmigo para comunicarme con mis amigos y familiares mientras estaba en el bosque. Al encenderla, la cara de un amigo apareció en la pantalla.

—¡Hey! ¿Sigues en medio del bosque?.—preguntó, sonriendo.

—Sí, ya casi es mi última noche aquí. Estoy preparando algo de comer al aire libre. Mira esto. —Giré la pantalla para mostrarle la fogata, la sartén con la carne y el bosque oscuro alrededor.

Desde las sombras, Flamedramon observaba todo con atención. La luz de la pantalla parecía captar su interés, especialmente cuando escuchó las voces, aunque no podía ver de dónde provenían exactamente. Su mirada alternaba entre mí y el dispositivo, mientras sus fosas nasales se ensanchaban al captar mejor el olor de la comida.

Finalmente, Flamedramon descendió con sigilo de la copa del árbol, moviéndose con sorprendente gracia para alguien de su tamaño. Permaneció oculto entre las sombras de los árboles cercanos, pero ahora estaba más cerca que antes, con los ojos fijos en la sartén y en la comida que comenzaba a dorarse. La combinación del hambre y el tentador aroma parecía superar cualquier desconfianza que pudiera tener.

En ese momento, entré en la cabaña para buscar algo más: un plato y unos cubiertos para servir la comida cuando estuviera lista. Fue la oportunidad perfecta para Flamedramon. Aprovechando mi ausencia, salió de las sombras y se acercó a la fogata. Sin perder tiempo, tomó un trozo de carne directamente de la sartén, llevándoselo a la boca. Su rostro, antes tenso y reservado, mostró un destello de satisfacción mientras saboreaba el alimento.

Cuando escuchó los sonidos de mis pasos acercándose de nuevo, Flamedramon retrocedió rápidamente, desapareciendo una vez más entre las sombras. Desde su escondite, observaba mientras salía de la cabaña con el plato en la mano, completamente ajeno a lo que había ocurrido.

Mientras me sentaba cerca de la fogata para servir la comida, continué hablando con mi amigo en la pantalla.

—Sí, es increíblemente tranquilo aquí por la noche, aunque un poco inquietante a veces. No sabes la de cosas que he visto hoy. —Mi voz bajó ligeramente, como si estuviera recordando algo extraño.

Flamedramon, aún oculto, inclinó ligeramente la cabeza, interesado por lo que escuchaba. Aunque no podía entender del todo lo que decía, el tono de mi voz parecía intrigarle. Permaneció en silencio, observándome y escuchando la conversación, mientras la curiosidad parecía ganar terreno sobre su desconfianza, aún oculto en las sombras de los árboles, se movió con cautela, acercándose un poco más a la fogata. Sus pasos eran silenciosos, sus movimientos calculados. Quería escuchar mejor, intrigado tanto por la conversación como por la extraña pantalla luminosa en la que aparecía el rostro de otro humano. Sus ojos dorados se enfocaron en mí, tratando de captar cada palabra mientras mantenía una distancia prudente.

En ese momento, mi amigo en la pantalla sonrió y dijo algo que me desconcertó:

—Oye, ¿ya viste al famoso dragón del bosque?.

Fruncí el ceño, confundido. —¿Dragón? ¿De qué estás hablando?.

Desde su escondite, Flamedramon también pareció interesarse más, inclinando ligeramente la cabeza para escuchar con mayor atención.

—Sí, salió en las noticias hace unos días, antes de que te fueras. —continuó mi amigo, con emoción en su voz. —Un lugareño dijo que había visto a un dragón en la zona. Todos lo tomaron como una broma, pero algunos creen que es real. Déjame enviarte el enlace.

Unos segundos después, mi tablet mostró una notificación con un video de noticias y un enlace a una página llena de teorías de conspiración sobre el supuesto "dragón del bosque." Mientras el video comenzaba a reproducirse, mostrando una entrevista con un hombre mayor que afirmaba haber visto una "criatura gigantesca con escamas azules y ojos que brillaban" no pude evitar recordar a Flamedramon.

—Vamos, eso son solo leyendas que inventan para atraer turistas. —Sonreí, restándole importancia al asunto mientras apagaba el video.

—Puede ser, pero igual es interesante. —Mi amigo se rió al otro lado de la pantalla.

Justo en ese momento, mientras levantaba la tablet para ajustar mejor la posición, la expresión de mi amigo cambió de repente. Su sonrisa desapareció y sus ojos se agrandaron, llenos de sorpresa y algo de miedo.

—¡Espera, espera! ¿Qué fue eso? ¡Vi algo detrás de ti!.

Mi corazón dio un vuelco, y rápidamente me giré, alumbrando con la linterna hacia el bosque. No vi nada más que las sombras de los árboles y el reflejo del fuego parpadeando entre las ramas.

Sin embargo, Flamedramon, al escuchar el grito de mi amigo, había reaccionado rápidamente. Se retiró en un instante, desapareciendo de nuevo entre los árboles con movimientos ágiles y silenciosos. Desde su nueva posición, aún más oculta, seguía observándome con cautela, su cuerpo tenso y listo para moverse si algo más ocurría.

Yo volví mi atención a la pantalla, tratando de calmar a mi amigo.

—No hay nada, solo el viento moviendo las ramas o algo así. ¿Estás seguro de que viste algo?.

—Te juro que había algo ahí… —respondió, aún nervioso.

Mientras tanto, en las sombras del bosque, Flamedramon continuaba vigilándo, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y precaución. Por un momento, parecía debatirse entre mantenerse cerca o alejarse por completo, pero al final decidió quedarse, oculto, atento a cada uno de mis movimientos.

Mark me envió la grabación de pantalla casi de inmediato, y mientras la reproducía, me di cuenta de lo que había visto. En el video, justo detrás de mí, se podía distinguir una figura en la copa de un árbol: el reflejo de los ojos de Flamedramon y parte de su silueta, aunque las sombras la cubrían casi por completo. Mi corazón dio un vuelco al reconocerlo. Por un momento, sentí una inesperada alegría de saber que aún estaba cerca, observándome.

—¡¿Ves?! ¡No mentía!.—exclamó Mark desde la pantalla con emoción.—Esto es increíble. Tenemos que subirlo a YouTube. Va a volverse viral.

Mi expresión cambió al instante, y lo miré con seriedad.

—No. Ni se te ocurra. Si subes eso, un montón de conspiranoicos vendrán al bosque. Van a arruinarlo todo, incluyendo esta cabaña.

Mark se quejó, claramente decepcionado.

—¡Pero esto es algo único! Al menos déjame publicarlo con algunos cambios.

Suspiré, sabiendo que Mark no se detendría.

—Está bien, pero censura mi cara y asegúrate de que no se vea ni el nombre ni ninguna pista sobre dónde está la cabaña. ¿Entendido?.

—Hecho. —Sonrió con entusiasmo, ya planeando cómo editar el video.

Después de despedirme de Mark y guardar la tablet en mi mochila, me quedé un momento mirando hacia el bosque, pensando en lo que había visto. Saqué la linterna y comencé a alumbrar algunos de los árboles más cercanos, tratando de encontrar a Flamedramon. Mi corazón latía rápido, una mezcla de emoción y nerviosismo, mientras escaneaba las sombras con el haz de luz.

En lo alto de uno de los árboles, Flamedramon observaba cada uno de mis movimientos. Su mirada se estrechó al darse cuenta de que lo estaba buscando, y por un momento pareció debatirse entre permanecer escondido o dejarse ver. Aunque sabía que no había peligro inmediato, la idea de mostrarse de nuevo lo ponía en alerta.

Desde su posición, podía ver mi rostro reflejando curiosidad más que miedo, algo que lo hizo dudar aún más. Se movió ligeramente, haciendo que una rama crujiera apenas, pero lo suficiente para que yo levantara la linterna hacia su dirección.

—¿Flamedramon?.—murmuré, con una voz que intentaba sonar calmada.

Por un instante, la criatura se tensó, evaluando si debía responder o permanecer en las sombras. Su naturaleza reservada le decía que era mejor mantenerse oculto, pero algo en mi tono parecía diferente, como si realmente quisiera que volviera a aparecer.















Aquí tenéis la portada de esta historia "Experimental". De uno de los personajes del que estoy enamorado. ¡Ja,ja!. No me juzguen. Pero traeré más a la lista. Punlciare tantas historias con un capítulo que luego no sabré que actualizar primero.

Recomendación: Mientras leen el capítulo. Pongan la canción de:

Aurora- Everything Matters

El filin que me dió la canción. Es la razón por la que escribí el capítulo.

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