Capitulo 6 .. Conocerte
Alma Velasco
Yina estaciona el convertible en el parqueo del hospital y Samuel también hace lo mismo con su Jeep ubicándolo en un espacio al lado del carro de Yina. Bajamos del vehículo y tomamos juntos el ascensor para ir a la habitación que se encuentra Mía.
Mientras el elevador sube Yina y Samuel hablan de un evento que organizó la empresa "Los Arango" hace unos meses donde se reunieron sus familiares y la pasaron superbién. Por todo lo que escuchó se nota que llevan muchos años conociéndose y siendo grandes amigos.
El ascensor se detiene, abre sus puertas y salimos de él. Nos dirigimos por los pasillos y yo solo los sigo porque no tengo idea de que habitación es.
Me siento muy nerviosa no sé cómo Mia me recibirá y tampoco tengo idea de que palabras me tocaría decirle.
Los Arango son una familia de poder y la mía no son nada delante de ellos. A simple vista se nota que soy de una clase social baja. Gracias a mi madre, la ropa que me compro hace que me vea menos miserable.
Llevo puesto unos Jeans anchos rasgados con un abrigo amarillo en tela de algodón y las mismas botas de ayer. El pelo tengo una trenza en el lado.
-Es aquí -dice Yina al detenerse frente una de las puertas que tiene como número 325. Samuel y yo también nos detenemos a su lado.
-¿Estás lista Alma? -me pregunta Samuel.
Los dos están esperando una respuesta y si, si quiero verla. El problema es que tengo miedo de luego arrepentirme de estar aquí, no quiero que me acusen como cómplice del intento de homicidio porque no tengo culpa de nada de lo que paso.
Sé que al atravesar esta puerta no tendré marcha atrás. Tomo una bocanada de aire para relajarme y pienso en ese dicho que mi madre tango dice "El que nada debe nada teme"
Que pase lo que tenga que pasar.
-Si estoy lista.
Yina abre la puerta y entra, luego le sigue Samuel y después entro yo.
Lo primero que veo es a Mia acostada en una cama con un montón de aparatos a su alrededor, tiene oxígeno en la nariz y el brazo izquierdo está vendado me imagino que es por las quemaduras.
Sobre el mueble de la esquina que es para las visitas está sentado un chico muy guapo de pelo rizado rubio, que con sus ojos azules me repara de arriba, abajo como la extraña que soy. Mis pensamientos lo recuerdan y sé quién es, lo vi en una de esas revista que tiene Ana. Es Milán Arango, el segundo de los hermanos Arango.
-Mia misión cumplida -le dice Yina en tono graciosa mientras me señala.
Desde que entre Mía tenía los ojos concentrados en la puerta, lo que significa que estaba esperando por mí, ahora me observa con curiosidad.
-Gracias -le responde.
-Me debes una.
Aparta sus ojos de mí y los pone en Samuel que está parado a mi lado.
-Hola Samuel -lo saluda mientras se sonroja.
-¿Cómo te sientes? -le responde y se acerca hacia ella, tomando su mano.
-Ya vez, recuperándome.
-Si te sanas pronto te prometo que te llevaré a comer helado -continúa sosteniendo su mano y notó que ella ejerce fuerza en su agarre cuando él la intenta apartar.
-Intentaré salir de este hospital pronto -tiene una sonrisa de oreja a oreja. Es más que obvio que le gusta.
Yina rasca su garganta para que ella despierte de la hipnosis que le provoca Samuel y él suelta su mano.
-Prima recuerda que Alma está aquí -le dice.
-Ya quiero conocerla -se levanta Milan del mueble y se acerca a nosotros.
-Disculpa -Mia intenta disimular su sonrisa- Milan ella es Alma Velasco la chica que me salvó la vida y Alma él es mi hermano Milan.
-Es un placer -Milan estira su mano para que lo salude cosa que me sorprende.
-El placer es mío -estiro la mía estrechándola en un saludo.
-Gracias por salvarle la vida a mi hermana. De no ser por ti, ella no estuviera aquí con nosotros -me dice y se nota que sus palabras son sinceras.
Ahora sí que estoy mucho más que sorprendida, no pensé que está sería la reacción de la familia de Mia hacia mí. Al parecer son millonarios con muy buena educación.
-No tienes nada que agradecerme, lo hubiera hecho por cualquiera que estuviera necesitando ayuda.
-Si no es mucho pedir ¿me pueden dejar sola un momento con Alma?
-pregunta Mia.
-Si, nosotros nos vamos y ustedes tienen mucho de que hablar -dice Milan mientras rodea su brazo por el cuello de Yina y se acerca a su oído- Te toca quedarte a dormir, yo me tengo que ir, tengo unos asuntos que atender.
-No, era a mí que me tocaba -se suelta de su agarre- Ayer quedamos de acuerdo que hoy era el turno de Lucia y a mañana el mío.
-Si, pero Lucia llamo al móvil de Michelle y dijo que no se sentía bien que cambiaría el turno contigo -explica Mia- Así que te toca.
-Eso ella tiene que consultarlo conmigo, no con Michelle -reclama Yina- Odio los hospitales y es sin ofender prima.
-Deja de reclamar...
Empiezan todos hablar al mismo tiempo
-¡Oigan! -grita Samuel- Dejen de discutir, están asustando a Alma.
-Por mí no se preocupen -que sigan peleándose no me importa, además quiero demorar lo más posible la conversación con Mia.
-Discúlpanos Alma -me dice Milan.
-Ok ustedes ganan -Yina se da por vencida- Vamos a la cafetería del hospital.
-Mia, espero que te recuperes pronto -Samuel se acerca a ella y le planta un beso en la frente. Se aparta caminando hacia mí y su hermosa mirada de ojos verdes encuentra la mía- Alma estaré en la cafetería, cuando quieras irte ve a buscarme.
-Vale-entiendo por qué Mia se pone nerviosa con él es que es guapísimo.
Yina y Milan se despiden de mí, pero cuando van saliendo por la puerta.
-¡Pido! ¡Pido! ¡Pido! -grita Milan tan fuerte que brinco del susto.
-Ahora no -le dice Yina que al parecer sabe lo que se avecina.
-Te toca pagar la cuenta en la cafetería -le dice Milan y después empieza hacer un baile de burla moviendo la cadera.
-¡Maldición! -Yina se queja- no me gusta ese juego.
-Que mal porque a mí me encanta -sigue celebrando con su baile.
-¿Qué demonios pasa con ustedes? -le pregunta Mía.
-Yo quiero jugar -le dice Samuel a Milan.
-¡Samuel no te lo recomiendo! -le grita Mia advirtiéndole, pero es en vano.
-Ok tienes que llenar una solicitud a ver si calificas. Te la voy a mandar a tu móvil.
¿Una solicitud? En verdad parecen niños.
-No tengo problema en llenar tu solicitud.
-¿Estás seguro que quieres entrar al juego? Porque hay más personas que están dentro del juego.
-Les ruego que se vayan a otro lado a seguir su estúpida conversación yo tengo que hablar con Alma ahora-Mia le sigue hablando, pero no le ponen ni el más mínimo asunto.
-No importa, mándamela que yo la lleno -continúa Samuel insistiendo.
-Ok te la enviaré justo ahora para que de una vez empieces a responder las preguntas -Milan mete la mano en el bolsillo delantero de su pantalón, saca un iPhone y es más que suficiente para que Mía estalle.
-¡Largoooooo! -les grita Mia.
Los tres terminan la conversación, Yina abre la puerta, sale seguido de Samuel y luego Milan, pero antes de cerrar la puerta le grita:
-¡Qué mandona!.
Termina de irse y solo quedamos ella y yo en la habitación. Todo está en silencio y ella me hace una señal con la mano de que me siente a su lado en la cama. Obedezco y se siente una gran tensión entre las dos.
Veo sus hermosos ojos verdes llenarse de lágrimas y no demoran en salir. Le tiembla la barbilla hasta intenta mover sus labios para decirme algo, pero no lo hace como si no encontrara las palabras. Sostengo su mano estrechándola y ella ejerce fuerza. No tiene que decirme nada en sus ojos veo que está mucho más que agradecida.
-Tranquila -intento calmarla porque está en llanto como una chiquilla.
-Gra... Gracias -las palabras se le traban.
-No tienes que decirme nada.
-No, déjame hablar -respira profundo e intenta calmarse.
Mia es un ángel, en sus ojos puedo ver lo sensible que es.
-Si tengo muchas cosas que decirte -intenta sentarse en la cama para estar más cerca de mí, pero se queja del dolor en el brazo cuando lo hace.
-Mia quédate acostada -intento acostarla como estaba, pero no me deja.
-Estoy bien -se sienta estable y toma mi mano mirándome a los ojos- Alma para serte sincera no tengo nada que decirte por qué te mereces más que unas simples palabras. Me salvaste la vida, arriesgando la tuya sin conocerme. No me alcanzará la vida para darte las gracias.
Lágrimas corren por sus mejillas y se ve tan tierna que no lo pienso más y la estrecho contra mí con un fuerte abrazo. Un abrazo fuerte con un inmenso cariño como si nos conociéramos desde hace muchos años. Se pega a mi oído y me susurra:
-Gracias -dándome un beso en la mejilla y sin darme también estoy llorando por el momento conmovedor que estoy viviendo.
Escuchamos como la puerta se abre de golpe haciéndonos apartar. Entra un chico moreno con un traje muy elegante y lentes. Trae un ramo de rosas rojas en la mano:
-Perdón no sabía que tenías visita, pensé que estabas sola -dice el chico mirando a Mia con cara de vergüenza.
-No pasa nada, me alegra que estés aquí -Mia le responde secando las lágrimas de su rostro con una de sus manos.
-Estas rosas son para ti -le extiende el ramo de rosas y ella no duda en recibirlo.
-Gracias están hermosas -las olfatea y luego me mira recordando que aún sigo aquí- Los presento. Ella es Alma y Alma él es Raúl trabaja para Yina en el club.
-Alma es un placer conocerte -me extiende su mano en modo saludo y la estrecho.
-Para mí también es un placer Raúl.
Raúl desde que llegó no deja de mirar a Mia, está sudando como si hubiera corrido un maratón y tiene un tic nervioso que no deja de agarrar la esquina de sus lentes cada medio minuto. Él está enamorado de ella, estoy mucho más que segura y ella de Samuel de eso tampoco tengo dudas.
-Mia no había venido porque en el club había mucho trabajo -Raúl le explica
-Descuida lo importante es que ya viniste a verme.
-Disculpen la pregunta ¿Qué es el club? -no me avergüenzo de preguntar. Acepte venir hasta aquí y debo saber la clase de personas me estoy asociando.
¿Y si es un club de vandalismo?
-¿No sabes lo que es un club? -me pregunta Raúl mirándome sorprendido como si fuera la única en el planeta que no lo supiera.
-No.
-Tranquila no importa que no lo sepas -me dice Mia- El club es un centro de recreación. Yina es la propietaria, era de mi tía antes de morir.
-¿De dónde eres? -me mira de arriba, abajo sin disimulo.
Por mi aspecto debe de darse cuenta de que no soy de la misma reputación que ellos y no voy a esconder nada, no me importa que lo sepan.
-Mia hay algo que no te he dicho -los dos posan su mirada en mí- Soy pobre, no soy de la misma sociedad que ustedes. Vengo de uno de los barrios más peligroso y con mayor porcentaje en pobreza que está del otro lado de la ciudad. No me avergüenza decirlo, me siento orgullosa de quien soy.
-Eso ya lo sé -responde Mia- Y no me importa de donde vengas. Lo que me interesa de ti es saber quién eres y eres la persona que me salvó la vida con eso es suficiente para saber que eres una maravillosa persona.
-Alma te pido disculpas. Tampoco me importa que seas pobre, yo también en el pasado lo fui y quiero que sepas que me caes muy bien -me dice Raúl- Permíteme decirte que tienes un nuevo amigo.
Siento un alivio en mi corazón en saber que me aceptan sin importar quien soy y de donde vengo. Mia es un terrón de azúcar y Raúl también me cae muy bien.
Pasan más de 20 minutos mientras nosotros hablamos de nuestras vidas conociéndonos más profundos. Pero recuerdo que Samuel me espera para regresarme a casa y mamá llegó tarde le da un infarto.
-Mia, debo irme.
-No, no quiero que te vayas -pone la cara haciendo pucheros.
-No me quiero ir, pero mi madre no sabe que estoy aquí.
-Está bien ¿Cuándo volveré a verte?
-Muy pronto, vamos a ir juntas a clases -en el día de hoy la profesora mencionó su nombre entre los estudiantes que no pudieron asistir.
-¿En serio? -pone un rostro de alegría- ¿Vamos a ir juntas al mismo salón?
-Si, por eso debes de recuperarte pronto.
-Intentaré hacerlo lo más pronto posible, no puedo esperar a que estudiemos juntas y Samuel me prometió un helado -No sé porque lo último que dijo me molesta tanto, pero trato de no darle importancia y la estrecho con un abrazo.
-Ya debo irme -me apartó de ella y me acercó a Raúl para darle un abrazo corto también.
-Vuelvo a decirte que me caes genial Alma -me dice Raúl
-Tú también me caes muy bien Raúl.
Termino de salir de la habitación. Esta visita fue muy alentadora y me siento más tranquila después de la conversación que tuve con Mia, me trataron muy bien y pienso que no debo preocuparme por nada porque no tendré problemas con su familia.
Me encamino por los pasillos para buscar la cafetería y no hacer esperar más a Samuel. Creo que es mejor preguntar dónde queda, ya que perderme me trae muchos problemas.
Veo una enfermera cerca del ascensor y me acerco para preguntarle
-Disculpe, me puede decir ¿Dónde queda la cafetería?
-Está en el primer nivel -me responde.
-Gracias.
Me encamino a buscar el ascensor para bajar al primer piso y buscar a Samuel. No está tan lejos así que lo alcanzó a ver desde el inicio del pasillo, pero antes de llegar noto cuando las puertas del elevador se abren y me detengo cuando veo el personaje que acaba de salir de él ...
-¡Joder! -maldigo para mis adentro.
Es el mismísimo Miguel Arango.
Se quedó parado fuera en la misma entrada del ascensor y tiene el móvil pegado a la oreja.
Está dándome una excelente vista de donde estoy. Trae un traje gris que le queda ajustado al cuerpo, tiene el pelo peinado hacia atrás y...
-¡Papasote! -sigo hablando sola y babeando como una loca.
Así con traje se ve tan sexy, me imagino como debe de verse desnudo, se nota a leguas que tiene los músculos marcados.
Estoy hipnotizada, pasmada, derretida y creo que hasta las bragas las tengo mojadas.
Una cosa es verlo en revistas y otra muy diferente es verlo en persona. Porque en persona es mucho más guapo.
Con sus revistas llegué a tocarme varias veces por las noches cuando Ana estaba dormida. Este hombre me hizo llegar al clímax con solo verlo en una simple revista, pero nunca pensé que tendría la dicha de verlo en persona.
Él sigue en el mismo lugar hablando por teléfono y no puedo quedarme aquí parada como una boba fantaseando.
Mi Dios ¿Qué hago? Voy y le digo:
-Hola soy Alma y me masturbo cuando te veo en las revistas.
No, eso no. Tiene que haber otra opción.
No veo un balcón cerca donde me pueda lanzar justo ahora y así me llevo este secreto a la tumba.
Me doy una bofetada mentalmente, tengo que dejar de pensar pendejadas y concentrarme. Debo de actuar normal. Él está entretenido en el móvil solo tengo que caminar normal, pasar por su lado y entrar al elevador como si fuera una persona normal que necesita usar el ascensor.
¿Si me ve se dará cuenta de que estoy excitada justo ahora?
-Alma no seas tonta -me pellizco yo misma en el brazo, me duele, pero no importa debo de dejar de aterrizar de una vez por todas.
Caminaré normal, pasaré por su lado, entraré al elevador y él no tiene que darse cuenta de quién soy ni de cómo me siento justo ahora, mojada, con deseo de que me arranque la ropa y me desvirgue.
Él sigue hablando por el celular, no sé que tanto habla si su futura esposa seré yo.
Camino despacio en dirección hacia él, estoy tan sudada que tengo algunas áreas de mi cuerpo mojadas que no sabía que sudaban, me tiemblan las manos, las piernas y hasta los labios.
Llego hasta donde él y en vez de entrar de una vez al elevador me quedo como una boba hay parada a su lado contemplándolo.
Error, ese fue muy gran error. Su aroma me golpea la nariz y me hace sentir con más deseos de él. Los nervios están a nivel 100, están a un punto que no puedo mover las piernas y el muy idiota ni se ha dado cuenta de que estoy parada a su lado.
Tiene el móvil pegado a la oreja y escucho cuando dice:
-Si mi amor. También te quiero.
Con eso me basta y me sobra para salir de mi hipnosis. Es que no puedo ser más estúpida.
Él nunca se fijaría en una mujer tan simple como yo, me imagino como debe de ser su novia o esposa, de su mismo nivel.
Muevo las piernas para entrar al ascensor y en un abrir y cerrar de ojos, estoy tirada en el suelo con las nalgas adoloridas y para mi mala suerte el príncipe azul de mis sueños mojados también está en el suelo.
-¡¿Qué demonios pasa contigo?! -me grita- ¡Mira lo que acabas de hacer!
El piso estaba resbaloso y como estaba nerviosa no me di cuenta, resbalé cayendo al suelo y al estar a su lado con la caída mis piernas lo patearon tirándolo al suelo conmigo.
Se levanta y toma su teléfono que cayó con la pantalla hacia abajo. Lo observa y para que la cosa se ponga aún más peor tiene la pantalla desbaratada.
-¡Me estás tocando los huevos! -me sigue gritando- ¡Solo mira lo que hiciste, me partiste el teléfono!.
El mal educado empieza a gritarme y la gente se empieza acercar. No tiene la cortesía de ayudarme a levantar.
-¡No vas a decirme nada! ¡Levántate quiero escuchar las excusas que tienes para decirme!
Me levanto no porque él me lo ordena sino porque se está aglomerando personas y me avergüenza estar en el suelo como si fuera una mendiga.
-¡Responde! -sigue gritándome como un cavernícola- ¿Acaso eres muda?
De educación no tiene nada. Cuando Dios lo estaba creando lo que le iba a poner de inteligencia se lo dio de guapo.
No voy a seguir discutiendo con él. Así que me encamino para entrar al elevador, pero me detiene cuando me sostiene el brazo.
-¡No vas para ningún lado hasta que me pidas disculpas! -me voltea de frente hacia él y nuestras miradas se encuentran, el verde de sus ojos se mezcla con el verde de los míos y apartó la mirada porque no quiero que mis hormonas me hagan cometer una tontería- ¡Responde!
Me sostiene de los brazos y empieza agitarme como si fuera una lata de sardinas y gritarme como si estuviéramos a un kilómetro de distancia.
—¡Basta! —me suelto de su agarre.
—Ah pues si hablas. —su rostro muestra sorpresa y molestía.
—¡Déjame en paz!
—¿A mí que te deje en paz? Tú fuiste que me pateaste tirándome al suelo y destruyendo mi móvil.
—Tú estabas en el medio.
—¿Yo estaba en el medio? Para eso existen normas. ¿Es que acaso no sabes usar los modales? ¡Se pide permiso!
—Con un troglodita como tú no se necesitan normas.
—¿Troglodita yo? Y tu mala educada. Me rompiste el móvil y como no sabes tener modales. ¡Quiero que me lo pagues!.
—¿Qué te lo pague? —una sonrisa se forma en mis labios y para molestar empiezo a reír a carcajadas—. ¡Que te lo pague tu abuela!
—¡Eres una loca!
Tenemos un público de muchas personas. El área está lleno de enfermeras, doctores y hasta los enfermos salieron a mirar. Se me borra la sonrisa porque esto ya me tiene cabreada.
—¡Eres un ridículo de quinta!
—¡Y tu una desquiciada de mal gusto! Con esa ropa ridícula. Esos pantalones son de la era de mis ancestros y ese abrigo deberías de tirarlo ya a la basura porque se nota que ha botado el color de tan desgastado y viejo que está. ¡Las que limpian en este hospital se visten mejor que tú!
Sus palabras rompen mi corazón en mil pedazos. Tiene toda la razón soy una pobretona de quita, nose ni qué demonios hago aquí. Todas las personas a nuestro alrededor empiezan a burlarse de mí y señalarme por lo que él acaba de decir.
Su mirada vuelve a encontrar la mía y es tan hermoso que no puedo odiarlo. Él se queda esperando un insulto más, pero ya no doy más, corro al elevador y antes de que él intente entrar, las puertas se cierran y mientras el ascensor baja estoy derramada en lágrimas.
El elevador llega al primer piso y cuando abre sus puertas lo que veo es el rostro de Samuel. Estaba esperando que el ascensor bajará para ir a buscarme. Me mira a los ojos notando que los tengo llenos de lágrimas y antes de que me coja lástima, estrujó las manos por mi rostro secando las lágrimas.
-¿Alma que sucede?
Veo la cara de preocupación que tiene y cuando salgo del elevador me estrecha con un abrazo.
-¿Por qué esos hermosos ojos lloran?-continúa insistiendo, pero no quiero hablar de eso.
-No quiero hablar de ese tema ahora -me aparto de él- ¿Me llevas a mi casa?
Asiente dándose por vencido.
Nos encaminamos al estacionamiento y abordamos el Jeep. Nos dirigimos a casa y en el camino ninguno de los dos dice nada. Él sabe que algo me sucedió pera encontrarme llorando así, pero me limito hablarlo con él y con cualquier otra persona.
Miguel no tiene idea de que soy Alma la chica que le salvó la vida a su hermana. Para él puedo ser cualquier persona en un hospital. Por eso nadie tiene que enterarse de lo sucedido y por mi parte solo tengo que olvidarlo.
No demoramos en llegar al barrio y nos estacionamos en la puerta de mi casa, no me da vergüenza que vea en el lugar que vivo. Quiero que todos en la universidad me acepten por quién realmente soy y de donde vengo.
Samuel baja del auto y es todo un caballero. Da la vuelta, abre la puerta del copiloto y me extiende su mano para que la tome y baje. No lo dudo, estrecho su mano y bajo del Jeep.
-Misión cumplida, llegaste a tu destino -Samuel es un encanto, está feliz y al parecer no le molesta venir a un barrio como este.
-No debiste haberte molestado en traerme.
-Tranquila fue mi idea y me gustó viajar hasta aquí contigo.
-¿Aunque no habláramos nada en el camino? -de la ciudad al barrio son más de 80 minutos y en el trayecto nadie dijo nada.
-Si así es -se acerca acortando el espacio que nos separa y su mirada encuentra la mía- Me gusta tu compañía.
Samuel es el tipo que toda mujer sueña, solo llevo dos días conociéndolo y sé que tiene un corazón noble.
Me gusta, lo reconozco y no tengo idea de que pueda llegar a pasar entre los dos porque por las miradas que me tira sé que también le gustó.
Aparto la mirada de sus ojos porque no quiero hacerme ilusiones tan temprano. Samuel debe de tener novia porque es muy guapo y encantador para estar solo.
-Gracias por traerme -doy dos pasos hacia atrás haciendo espacio entre los dos.
-¿No me vas a decir por qué llorabas? -vuelve con el mismo tema.
-Te dije que no quiero hablar de eso.
-¿Mia te dijo algo que hirió tus sentimientos?
-No, Mía no…
-¿Entonces? -me interrumpe.
Mia es incapaz de hacerme llorar. Fue el inhumano que tiene como hermano.
-Mia jamás me haría llorar -tengo que mentirle aunque no quiera para que olvide el tema- Fue una tontería, no me sentía bien y por eso me puse así.
-¿Estas segura? -sigue insistiendo.
-Samuel escucha no quiero hablar de ese asunto, es algo muy personal y no me interesa hablarlo con un desconocido y...
-Ok, ya entendí -no me deja terminar.
¡Joder! Creo que fui muy grosera y Samuel lo único que ha hecho desde que lo conocí es hacerme sentir bien.
-Mejor me voy, ya casi va a anochecer y estoy lejos de la casa.
-Samuel...
Me deja hablando sola y se da la vuelta encaminándose al Jeep. Lo he tratado como una mierda y no se merece eso.
Pago en la cafetería por mí para que no me detuvieran y condujo más de una hora para traerme a casa. Así que debo arreglar mi error. Abre la puerta del Jeep y antes de subirse, lo tomo por el brazo volteándolo de frente hacia mí y de manera rápida pego sus labios con los míos.
Lo toma desprevenido, pero me corresponde, unimos nuestros labios y cerramos los ojos en un beso suave y húmedo. Nuestros labios están combinados y nuestras lenguas enredadas.
Samuel me gusta y no quiero que se aleje. Estoy segura de que él es una de las cosas más bonitas que me van a pasar después de entrar a la universidad.
Me aparto de su boca y mientras abro mis ojos despacio ya él los tiene abierto. Mezclando su mirada con la mía y me regala una hermosa sonrisa, envolviendo sus brazos en mi cintura y pegándome contra su pecho.
-¿Qué fue eso? -me pregunta con una hermosa sonrisa en sus labios.
-No quería que te vayas molesto conmigo. Es solo que no quiero hablar de ese tema.
-Vale -besa mis labios en un beso corto.
-Quiero que vayamos despacio -me aparto de sus brazos- Quiero que todo fluya despacio y que hagamos las cosas paso por paso. Nos conocimos hace poco y aún no sé nada de ti ni tú de mí. Seamos amigos y veremos que pase en el trayecto del camino. Espero que respectes mi decisión.
-Vale, como quieras -me sonríe- Seremos amigos.
-Ya debes irte y gracias por traerme.
-Gracias por el beso.
Me sonríe de una manera graciosa y a mí también me produce risa, así que reímos los dos por varios segundos.
-Adiós Alma -entra en su Jeep y me quedo hay parada hasta ver cuándo termina de irse.
Entro a casa mamá no esta ni Ana tampoco. Me dirijo a mi habitación y me acuesto en la cama a reflexionar el día y fue un día un poco loco. Pero ya me estoy acostumbrando a mi nueva vida en la universidad.
De nuevo me llegan pensamientos a la mente del imbécil de Miguel. Me levantó de la cama y buscó donde Ana guarda las revistas:
-¡Si, aquí está! -celebro para mis adentros con ella en la mano cuando la encuentro.
Reparo su portada, en la fotografía tiene un traje así como en que llevaba puesto hoy y en el título dice "La imagen más joven de la industria"
-¡Qué bueno está! -digo mientras paso los dedos por la imagen de Miguel.
Este hombre me encanta desde la primera vez que vi una revista de él, pero nunca me haría ilusiones, lo nuestro es imposible.
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