Capitulo 33 .. La pesadilla sigue
Miguel Arango
Los rayos del sol impactan sobre su delicada piel blanca, la brisa agita su cabellera larga y su mirada se encuentra perdida hacia la vista del jardín, mientras permanece sentada en esa silla de ruedas como si fuese una paralítica. Avanzo hacia el balcón desde mi habitación sin apartar la mirada de ella, quién era un rayo de luz y ahora toda su esencia desapareció por completo.
Me detengo a su lado y posiciono mi mano izquierda sobre su hombro derecho, mi pulpar acaricia su piel expuesta y respiro profundo encontrando las palabras correctas antes de decirlas.
—Todo estará bien mi pequeña.
Regresan pensamientos a mi memoria de esta mañana, en el momento que fui por ella al psiquiátrico luego de regresar de Francia. Una psicóloga de alta estatura, al rededor de los cuarenta y pelinegra, estaba negada a darle la de alta a mi hermana, pero después de más de una hora discutiendo con ella, amenazarla de hacer una denuncia en su contra por internar a una persona que no necesita ayuda psicológica, e inventarme una pequeñita mentira, que tengo amigos rusos y hoy mismo íbamos a bombardear su hospital psiquiátrico de quinta. Entonces, por fin se decidió a entregarme a mi hermana y la traje de vuelta a donde pertenece, a nuestro hogar, la mansión.
Mia no necesita un psiquiátrico para volver hacer la misma de antes, ella requiere de la atención y el amor de su familia. Desde el asesinato de Yina, no ha vuelto a decir una sola palabra, es porque todavía no asimila la realidad de la situación, no porque haya enloquecido, mi hermana volverá hablar y ser la misma cuando esté lista. De mi parte, me encargaré de que ella esté bien, no voy a dejarla sola, cuidaré de ella hasta que se sienta bien, no voy a permitir que la historia se vuelva a repetir.
De pronto, empiezo a escuchar fuertes golpes en la puerta, acompañados por gritos de una voz femenina muy conocida...
—¡Miguel, abre la maldita puerta!
Ruedo los ojos, porque me molesta que me fastidien y lo que menos necesita Mia ahora es que la agobien con tanto ruido.
Me aparto de ella y me encamino desde el balcón hasta la habitación, con toda la mayor calma posible, porque ahora soy un ser de luz y nada ni nadie podrá dañar mi paz, mientras escucho como los golpes en la madera aumentan y los gritos de la mujer que se encuentra detrás de ella son más agresivos.
Me detengo ante la puerta y antes de que me la tumbe en el rostro, tomo la manilla, la giro y la abro, encontrándome con los rostros de mis padres.
—¡¿Cómo se te ocurre sacar a tu hermana del psiquiátrico?!. —me grita mi madre apoderada por la ira, a la vez que el azul de sus ojos me fulminan.
Me giro y llevo la mirada hacia el balcón donde deje a Mia, ella permanece allí, sentada sin moverse y con su mirada perdida hacia el jardín.
—¡Me encantaría saber sí te has enloquecido!. —sus gritos logran que regrese la mirada sobre ella.
¿Me lo dice oh me lo pregunta?
Mi madre es una mujer que siempre quiere tener el control sobre todo y todos, aparte de ser nuestra madre, se cree la jefa y dueña de nuestras vidas, pero conmigo se equivocó. No volveré acatar sus órdenes.
Salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí, no quiero que Mia sea partícipe de la discusión que se avecina. Mis ojos viajan sobre mi padre, quién se encuentra detrás de su esposa y no ha dicho ni una sola palabra. Se supone que él debería ser el pilar de este hogar, pero parece el perro faldero de mi madre, siempre detrás de ella obedeciendo a todos sus mandatos.
—¡Miguel!. —los gritos de la señora continúan y logran que regrese la mirada sobre ella de nuevo—. ¡Te estoy hablando! ¡¿Qué demonios sucede contigo?! ¡¿Cómo te atreves a pasar por encima de mí?!
Llevan largas semanas sin saber de mí, me marché sin decir adiós y estuve incomunicado todo este tiempo, porque desde antes de la fiesta vote mi móvil por la ventana de mi auto mientras iba conduciendo. ¿Y estas son las preguntas que ella tiene para mí?
—¡Contesta! —impacta la parte trasera de su mano sobre mi mejilla, volteando mi rostro por la fuerza que ha ejercido en la bofetada y dejando el área adolorida—. ¡¿Por qué regresaste a Mia a la mansión?!
—Verónica no tienes que pegarle. —son las primeras palabras de mi padre.
—¡Me tiene hastiada!. —le responde mi madre mirándolo por encima de su hombro—. ¡Mia necesita ayuda profesional y debe regresar al psiquiátrico!
—¿Madre, sabes algo?. —le hablo por primera vez atrayendo su atención, mientras masajeo el golpe en mi mejilla—. A veces me preguntó. ¿Cómo sería la vida de mis hermanos y yo si tuviéramos otra madre?
Mis palabras golpean su autoestima porque puedo verlo en sus ojos, levanta las cejas y muerde su labio inferior, a la vez que aprieta sus puños.
—¡Hijo, no le falte el respeto a tu madre!
—Padre. —llevo la mirada sobre él—. Si no vas a comportarte como el verdadero hombre de esta casa, mejor cierra la boca.
—No voy a permitir que...
—¡Quieres que responda tu pregunta!. —mi madre detiene las palabras de mi padre—. ¡Yo también me hago muchas preguntas en esta vida! ¡Por ejemplo! ¡¿Cómo sería mi vida si no hubiera tenido cuatro malos agradecidos como ustedes?!
—¡¿Qué acabas de decir?!. —son las palabras de Milan, quien acaba de llegar y por lo visto ha escuchado las confesiones de nuestra madre.
Una pequeña sonrisa se forma en mis labios... ¿Por qué será que esto no me sorprende?
—Madre, repite lo que acabas de decir. —le dice mi hermano mientras posa ambas manos en sus caderas y sus ojos se fijan sobre ella—. ¡Joder, repite esas palabras!
—¡Basta!. —grita nuestro padre—. ¡A su madre no les van a faltar el respeto!
—¡¿Tú de que vas papá?! ¡¿Por qué siempre la defiendes?!. —le grita Milan.
Mi padre intenta responder, pero mi madre lo detiene con solo dedicarle una mirada.
—¿Terminaron de hacer tanto drama?. Ahora sí me permiten, tengo que regresar a Mia al psiquiátrico.
Mi madre intenta tomar el pomo de la puerta, pero sostengo su mano deteniéndola justo a tiempo.
—¿Así le llamas a esto, drama?. —aparta su mano de mi agarre—. Llevabas casi dos meses sin saber nada sobre mí y al parecer no te importa lo que me pase.
—No afirmes, lo que no sabes. —me responde.
—En el tiempo que estuve fuera de este hogar, aprendí que la soledad es nuestro mejor aliado. Ninguno de ustedes dos, quienes se hacen llamar mis padres hicieron el más mínimo intento de buscarme.
—Escucha...
—No quiero escucharte. —detengo sus palabras—. Para nosotros cuatro has sido todo, menos nuestra madre.
—Miguel, estás siendo muy cruel con ella. —me dice mi padre.
Sus palabras hacen que el nivel de enojo por dentro de mí se intensifique.
—¡Joder!. —llevo ambas manos a mi cabeza y la paso por mi pelo dos veces—. ¡Estuve a punto de suicidarme!
Los tres hacen un chillido de asombro y no sé qué extraño, pero los ojos de mi madre se llenan de lágrimas.
—¿Qué... Qué cosas dices?. —su voz se escucha quebrantada.
Acortó nuestro espacio, quedando mi rostro muy cerca del suyo.
—¡Puse un maldito revolver dentro de mi boca! ¡Y estuve a punto de apretar el gatillo! ¡¿Dónde estabas tú qué te haces llamar mi madre?!
Los gritos sobre su rostro son como golpes y sus ojos no retienen las lágrimas, empiezan a correr por sus mejillas.
—Hermano, yo no te quiero perder. —escucho las palabras de Milan entre sollozos, pero no le respondo, estoy muy ocupado haciendo contacto visual con nuestra madre, viendo cómo sus pupilas muestran arrepentimiento y como quiere suplicar su perdón.
—¡Verónica escúchame bien!. —me dirijo hacia ella por su nombre, sus lágrimas de cocodrilo no tocarán mi corazón—. ¡Quiero que te queden claro estas tres aclaraciones!
«¡Primero! ¡No volveré a llamarte madre mientras respire en esta tierra!
—¡Segundo! ¡Jamás volveré acatar tus órdenes porque no soy un títere! ¡Y por último!...
Puedo ver en el azul de sus ojos el miedo que le causan mis palabras y como sus labios tiemblas, a punto de gritar como si fuese una niña pequeña.
—¡Mia no se me mueve de aquí! ¡Sobre mi cadáver!
Mis gritos desgarran mi garganta por la fuerza y mi corazón late fuera de control, mientras mis manos viajan a mi rostro y pellizco el puente de mi nariz.
—Mañana vamos a sepultar las cenizas de Yina, todo ya está organizado. —les comento intentando contener mi enojo al recordar está información.
—¿Dijiste sepultar?. —me pregunta Milan, obteniendo mi atención—. ¿No se supone que deberíamos esparcir sus cenizas?
Buena observación, pero las cenizas de Yina las llevaremos al cementerio para así poder visitarla siempre, es lo mínimo que se merece después de la muerte tan cruel que tuvo.
—No estoy para explicaciones ahora. —regreso la mirada sobre el rostro de mi madre, por sus mejillas corren lágrimas, las cuales estoy seguro de que son falsas—. Será algo familiar. ¡No quiero ver a la prensa en el cementerio!
Con esto le doy final a la conversación y sin esperar una respuesta a cambio, les doy la espalda y me adentro en mi habitación.
***
Después de conducir en las calles de Madrid por más de una hora, me estaciono en la parte delantera del cementerio en uno de los vehículos de la mansión, gracias a que no he sabido de mi Porsche por semanas. Mis hermanos Michelle y Milan salen de la parte trasera, mientras Lola hace lo mismo del asiento del copiloto y yo del conductor.
Mis ojos visualizan la entrada del cementerio y mi corazón comienza a latir con rapidez, quizás todavía no esté listo para despedirme de ella, oh tal vez todavía no quiero hacerlo.
—Llego la hora. —me dice Michelle, mientras sostiene en sus manos las cenizas de nuestra prima.
—Ella nos necesita fuertes. —secunda Milan.
—Así es mis niños, en el lugar donde ella se encuentra los quiere ver con una enorme sonrisa a cada uno. —nos habla Lola, con una de sus palabras reconfortantes.
Los cuatro estamos vestidos en color negro y nuestros rostros muestran el dolor que dejó en nuestros corazones su dolorosa partida, porque Yina no partió, le arrebataron la vida que es muy diferente.
De pronto, se escucha el sonido de un motor conocido y en menos de un segundo, se estaciona Leonardo en su Porsche delante de nuestro vehículo. Se baja del auto lujoso y se acerca hacia nosotros, vestido de negro a igual que nosotros y con el mismo aire de tristeza en su rostro.
—No les voy a preguntar cómo están en este momento, sus caras lo dicen todo. —nos habla al detenerse a nuestro lado.
—Debemos entrar, en pocos minutos tenemos que iniciar. —dice Milan.
—Creo que solo falta Pablo. —agrega Michelle—. No podemos comenzar sin él. ¿Leonardo no has hablado con él?
—No, pero me imagino que debe estar por llegar.
—Milan tiene razón. —comenta Lola—. Mis niños, vamos a dentro.
—Adelántense ustedes, necesito hablar con Miguel un momento. —responde Leonardo.
Asienten, y se dirigen hacia dentro del cementerio ellos tres.
—¿Qué sucede?. —le pregunto a mi amigo, sin deseos de hablar con nadie.
—¿Cómo has estado?. —su mirada muestra preocupación.
—¿Cómo debería estar?. —aparto la mirada de su rostro y la llevo hacia la entrada del cementerio—. Estoy de puta madre, voy a despedirme de una de las personas más importantes para mí. ¿Qué maldita pregunta es esa?
—Eres mi mejor amigo, solo me preocupo por ti. —su mano sé poza sobre mi hombro—. Hace tres días estuviste a punto de...
—¡No lo menciones!. —detengo sus palabras y aparto su mano—. ¡Te dije que no quería volver hablar de ese tema!
—Tienes que hacerlo, no quiero quedarme sin mi mejor amigo. —me dice en un tono de voz bajo.
—Leonardo no quiero hablar sobre ese tema en estos momentos.
—Amigo, solo promete que no vas a volver hacer algo así.
¿Disculpa?
Lo miro y su preocupación es sincera. Leonardo y yo somos mejores amigos desde que éramos pequeños, con el tiempo nos convertimos en más que eso y ahora para mí es como un hermano.
—¿Eso te hará sentir mejor?. —le pregunto.
Asiente.
—Amigo no volverá a suceder, te lo prometo. —le afirmó.
Una sonrisa se forma en su rostro y de repente, nos abrazamos, porque nuestra amistad es verdadera y sincera.
—¡Qué lindos se ven!. —al escuchar esas palabras, me aparto de Leonardo con rapidez y me giro en su dirección.
Y la veo, con ese aire resplandeciente que me alivia el alma, hace que en los momentos de amargura como este sienta que vale la pena luchar hasta el final. Una sonrisa se dibuja en sus carnosos y hermosos labios, provocando que empiece a caminar en su dirección. Luce perfecta como siempre, tiene puesto pantalón, camisa y botas negras, mientras trae colgada en la espalda su mochila como siempre. Me detengo ante ella y justo cuando está por decir algo, pego sus labios con los míos.
Nos besamos de forma ardiente y desesperada, porque esa llama que vive en nosotros permanecerá por siempre, se escapan jadeos de su boca, mientras mis manos acarician su espalda y las suyas mi cuello, nuestros cuerpos están pegados como imanes y con deseos de que la ropa no exista. Se aparta de mis labios de manera inesperada, rompiendo el beso y dejando una sensación de enojo en mí por interrumpir este momento.
—¿Qué sucede?. —miro sus preciosos ojos en color avellana.
—No puedes besarme aquí. —responde con aire molesto.
¿Es una broma?
—Alma, eres mi novia.
—Te recuerdo que estás comprometido con Lucia. —agrega sus palabras con firmeza—. No me parece bien hacer esto en público, toda la prensa y tu familia sabe de ese compromiso.
—De acuerdo. —se escuchan las palabras de Leonardo y hasta el momento recuerdo que permanece detrás de nosotros—. Creo que estoy sobrando aquí, mejor me adelantaré y los espero dentro.
Se escuchan sus pasos alejarse.
—Alma, hablamos sobre este tema en el avión cuando veníamos de regreso a Madrid. —me acercó a ella y llevo mis manos hasta sus mejillas—. No me voy a casar con Lucia, voy a terminar ese falso compromiso esta misma noche.
No responde, solo permanece con su mirada fija en la mía por largos segundos.
—¿Qué sucede? ¿Por qué te quedas callada?
—Quizás no me sienta feliz de arrebatarle el prometido a una persona. —aparta la mirada de mis ojos y la lleva hacia la nada, mostrando su preocupación.
—Ojitos lindos, mírame. —obedece, busca mi mirada y nuestros ojos se conectan como si fuéramos uno solo.
Es tan hermosa.
Y perfecta.
¿Alma, qué me hiciste para que me tengas así, loco por ti?
—No le has arrebatado nada a nadie. —acaricio sus mejillas con mis dedos—. Estoy contigo y voy a romper ese compromiso porque es mi decisión.
Acercó mi boca hasta la suya y atrapó sus delicados labios, sintiendo ese calor que ella me transmite...
—¿Por qué no buscan un hotel?
Alma rompe nuestro beso de manera rápida, gracias a la pregunta que acabamos de escuchar.
¡Joder! Se suponía que estábamos solos.
—Samuel... —pronuncia Alma mientras mira por encima de mi hombro.
¡¿Nuestro beso fue interrumpido por ese imbécil?!
Me giro de mala gana para mirarle a la cara... Y hay está, con su rostro de pendejo con una expresión de enojo y posando como marica, con ambas manos ubicadas en su cintura.
Cuánto quisiera partirle la puta cara... Pero ahora soy un ser de luz.
—¿Cuál es la necesidad de exhibirse aquí? ¡Busquen un maldito hotel!
¿Está hablando con nosotros? Sabía que Samuel era un idiota, pero no tanto. ¿Es que acaso no aprecia sus dientes?
—Samuel, no tienes por qué actuar así. —le habla Alma, en un intento de calmarlo, porque en realidad no sabemos si está enojado o triste.
—¿Qué mierdas haces aquí? —intento ser lo más amable posible—. Esto es un asunto familiar y tú no eres de la familia.
—Yina era mi amiga. —posiciona la mirada sobre Alma—. Y si este es un asunto familiar. ¿Qué hace ella aquí?
—¿No sabes el significado de la palabra familia?. —una sonrisa se forma en mis labios, estoy seguro de que con las siguientes palabras le provocaré un infarto—. Alma, es mi novia, eso la hace miembro de esta familia.
Sus ojos se abren como platos.
—¡Estás comprometido con Lucia! —me fulmina con la mirada.
—¡Ese no es tu maldito problema! —está colmando mi poca paciencia.
—¡¿Alma qué clase de persona eres?!. —regresa la mirada sobre ella—. ¡Solo una puta se roba...
Detengo sus palabras, con un puñetazo en la nariz, causando que se caiga al suelo. Levanto mi puño para repetirle el premio que acaba de ganarse por imbécil y siento las manos de Alma golpear mi espalda...
—¡¿Qué te pasa?! —me impacta la palma de su mano varias veces—. ¡No puedes resolver todo con golpes!
Me giro con rapidez y la sostengo de las manos para que se calme.
¿Qué demonios le pasa?
—¡Acaba de llamarte puta!
—¡Ya lo sé! —intenta zafarse de mi agarre, pero no se lo permito—. ¡Pegarle no es la solución!
—¡Quédate tranquila, solo voy a partirle dos costillas para que aprenda a respetar a las mujeres!
—¡¿Quieres pelear?! —grita Samuel detrás de mí, quien acaba de ponerse de pie—. ¡Ven vamos a pelear!
¿Este imbécil quiere pelear conmigo?
Me encantaría complacerlo, pero lo que menos haré en el día de hoy será perder mi tiempo con él, en pocos minutos vamos a sepultar las cenizas de Yina y me siento de la mierda, no necesito ni quiero una pelea.
—Vamos adentro. —tomo la mano de Alma, ignorando las palabras de Samuel—. Mis hermanos están esperando por mí para iniciar.
—¿Puedes adelantarte?. —aparta su mano de la mía—. Hablaré con Samuel unos segundos.
—Alma no...
—Amor. —detiene mis palabras mientras me dedica una mirada de ternura, acorta nuestro espacio y deja un casto beso sobre mis labios—. Solo serán unos segundos.
Asiento, pero antes de irme... La tomo de las caderas acercándola hasta mi pecho, robándole un gemido de su boca al tomarla por sorpresa, gemido que atrapó con mis labios, al unir su boca con la mía en un beso ardiente y lleno de deseo, mis manos se desplazan a su trasero, los cuales tomo con posesión y estrujó, provocando que el beso se intensifique y que detrás de mis pantalones mi miembro palpite a medida que empieza a endurecerse, al mismo tiempo que nuestras lenguas hacen movimientos sincronizados, mientras el gilipollas de Samuel permanece mirando como el gran idiota que es.
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Alma Velasco
Sus manos acariciando mi cuerpo y su boca unida a la mía tienen mi piel erizada, al igual que mis pezones endurecidos y mis bragas empapadas por la alta excitación. Miguel saca lo desconocido de mí, me convierte en alguien sin escrúpulos, en estos momentos estoy consciente de que Samuel permanece a nuestro lado, mirando está escena de dos personas que solo les falta desvestirse, pero soy incapaz de detener este beso, es como si estuviera inmovilizada.
Siento como termina nuestro beso después de largos segundos, dejándome con la sensación de querer más, mucho más tiempo besando sus labios y mucho más que solo un beso.
—No tardes. —me dice en su tono de voz ronca y me quedo como boba mirando todos sus movimientos...
Le dedica una mirada asesina a Samuel.
Regresa su mirada sobre mí y me regala un guiño, el cual provoca una pequeña sonrisa en mis labios.
Y lo veo caminar en dirección hacia la entrada del cementerio, hasta que lo veo perderse dentro de él.
—Pensé que eras más inteligente. —la voz de Samuel me regresa a la realidad y me recuerda que permanece a mi lado, que es un momento bastante incómodo y que se aproxima una discusión.
—Samuel...
—¿Ahora eres su puta?. —su pregunta obtiene que lo mire directo a los ojos.
—No voy a permitir que me hablas así.
—¿Y cómo quieres que te hablé?. —se encoge de hombros, mientras lleva ambas manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón—. ¡Te metiste en la cama de un hombre comprometido!
—No tienes idea de cómo sucedieron las cosas.
—¡Claro que lo sé!. —su tono de voz aumenta—. ¡Al mismo tiempo que te me ofrecías, cogías con él!
¿Enloqueció?
—Samuel no te equivoques, jamás hice eso contigo, eres mi amigo.
—¿Tu amigo?. —lo veo empezar a sonreír y negar con la cabeza—. ¿Se te olvidó que fuiste tú quién me besó por primera vez?
La imagen de aquel día regresa a mi cabeza, esa misma tarde conocí a Miguel Arango en el hospital cuando fui a visitar a Mia, sucedió cuando me llevo de regreso a casa.
—Solo fue un beso. —empieza a caminar de un lado a otro —. Samuel somos amigos y ese beso no significó nada.
—¿No significó nada?. —se detiene frente a mí y acorta nuestro espacio, quedando su rostro muy cerca del mío—. ¡Aquel día yo me enamoré de ti!
Sus palabras me impresionan, porque jamás imagine escuchar eso de él.
—Alma... —intenta tocarme, pero se lo impidió en el instante que me alejo de él, caminando dos pasos hacia atrás—. Yo te amo.
Su mirada muestra triste y poco a poco veo como sus ojos se llenan de lágrimas, hasta que empiezan a correr por sus mejillas.
Está llorando.
—Samuel, yo... —detengo mis palabras, mientras pienso en las correctas, porque no quiero herirlo.
—Cásate conmigo.
—Samuel, esto es demasiado.
Vuelve acortar nuestro espacio y sostiene mis manos.
—Cásate conmigo y vámonos lejos, tu madre y tu hermana...
—¡Cierra la boca!. —me aparto de su agarre y veo como sus ojos se abren como platos por mi reacción.
Esas no fueron las palabras correctas.
—Samuel, lo siento muchísimo, pero yo no siento nada por ti.
Transcurren largos segundos de silencio, mientras espero que diga sus respuestas hirientes, pero en vez de eso, quedó sorprendida, porque comienza a reírse a carcajadas.
Sus risas son fuertes y bastante falsas.
—Está bien. —acorta nuestro espacio de nuevo y está vez, acerca su boca de mi oído, al mismo tiempo que sus risas irritantes se detienen—. Te arrepentirás, te lo juro.
Trago grueso.
Se aparta de mí y me dedica una última mirada con una sonrisa en sus labios, hasta que lo veo marcharse por donde mismo lo hizo Miguel hace minutos.
¿Qué fue eso?
¿Acaso acaba de amenazarme?
No lo creo... Samuel no es capaz de matar una mosca, estoy segura de que solo lo hizo para asustarme.
De pronto, un auto se estaciona junto al de Leonardo, y puedo ver cómo del asiento del conductor se baja Luis.
—Es el chófer de Mia. —hablo para mí.
Rodea el auto y se detiene en el asiento trasero, abre la puerta y cuando creo que nada peor puede pasar, la persona que se baja del vehículo es, la Sra. Verónica.
Está vestida de negro, tacones altos, vestido ajustado al cuerpo, en la cabeza trae un sombrero, el cual tapa la mitad de su rostro, lentes y en las manos guantes largos, que le llegan hasta los codos.
Y si hablamos de las joyas, deben costar una fortuna. ¿Por qué tanta exageración es un funeral?
Viste como que vino para una fiesta de los años 80.
Su mirada se fija en mí y puedo ver la expresión de amargura en su rostro al verme. Le dice unas palabras a Luis en voz baja y comienza a caminar hacia mí, mientras Luis entra al cementerio.
Me tocará tener otra discusión.
Se detiene frente a mí y puedo sentir su aroma bastante fuerte al golpear mis fosas nasales, es exagerado y no acorde para la ocasión. Con su mano derecha, retira el sombrero de su cabeza, mostrando su pelo en una cola perfecta y puedo ver cómo no disimula la manera en que sus ojos me escanean de arriba, abajo y viceversa.
—¿Qué haces aquí?. —evita hacer contacto visual conmigo.
Justo cuando estoy por responder, siento como vibra el móvil en la parte trasera de mi pantalón, llevo mi mano hasta él, lo extraigo y puedo ver un mensaje en la pantalla de mi amigo Leonardo.
—Miguel está preguntando el porqué te demoras tanto, la ceremonia acaba de empezar.
—Cuanta falta de modales tienes. —regreso la mirada sobre la señora insoportable que tengo frente a mí—. ¿No te han enseñado que cuando tus superiores te hablan debes de prestarle toda tu atención?
¿Acaba de decir superior?
El móvil vuelve a vibrar, pero ahora en mis manos, me concentro otra vez en él y puedo ver en la pantalla otro mensaje de Leonardo.
—¿Alma, porque no respondes?
Deslizó la pantalla, entro a su chat y empiezo a escribir una respuesta...
—¡Quiero que te largues! ¡Ahora!. —me grita la señora, provocando que no termine de escribir el mensaje.
—No voy a permitir que me grite.
—¡Y yo no voy a permitir que continúes merodeando donde no te llaman! —acorta nuestro espacio—. Estoy cansada de decirte que te alejes de mi familia, no me obligues hacer algo que no quiero.
Su mirada azulada es idéntica a la de su hijo, la única diferencia es que en las pupilas de esta señora destila rabia, maldad y odio, pero en sus ojos no se encuentra ni un poco de sensibilidad.
—No hagas esto más difícil. —camina dos pasos hacia atrás—. Lárgate y aléjate de mi familia.
Con esas palabras se da la vuelta y comienza a marcharse, al parecer piensa que puede darme órdenes.
—Eso será imposible. —detiene sus pasos al escucharme—. Lamento infórmale que soy la novia de su hijo.
La señora gira sobre su propio eje a la velocidad de un rayo y comienza a caminar en mi dirección dando zancadas.
—¿No me digas que Milan se está revolcando en el lodo?. —se detiene en el mismo lugar que estaba hace segundos, frente a mí.
¿Milan?
—En ningún momento le dije que es Milan, que no se le olvide que tiene más hijos.
Posa su dedo en su barbilla y eleva su mirada hacia el cielo como si estuviera pensando.
—No me digas. —una sonrisa se forma en sus labios pintados de rojo pasión—. Michelle salió con el cuento de qué ahora pertenece al club de LGTMH...
Frunzo el ceño... ¿Qué demonios está diciendo?
—Z...P.... —se detiene a pensar unos largos segundos—. ¿R?... ¡No lo sé! ¡Como mierdas se mencione esa terrible enfermedad!
—¡Se pronuncia LGBT y no es una enfermedad!
—¡Aléjate de ella!. —me fulmina con la mirada.
—Como usted ordené. —alzo ambas manos en señal de rendición—. Al que me estoy follando es a Miguel, no tengo problema con eso.
Su mirada, expresiones y gestos se convierte en un témpano de hielo. Es como si le hubieran vertido un cubo de agua helada.
Sonrió y me acercó más hacia ella, hasta quedar a menos de un metro de distancia.
—¿Qué pasó? ¿Le comieron la lengua los ratones?
—Te acabas de meter con la persona equivocada. —muerde su labio inferior—. Te doy dos, dos días para que te alejes de toda mi familia.
Le sonrió mostrando mi perfecta dentadura.
—¿Oh si no qué?. —mi mirada está fija en la suya—. No le tengo miedo.
—Deberías. —susurra y la escucho a la perfección.
—Quiero que me cuente. —siento el móvil vibrar en mis manos de nuevo, debe ser otro mensaje de Leonardo—. Dígame qué es capaz de hacer esa madre y esposa ejemplar.
Se acerca más a mí, quedando nuestros pechos y rostros muy cerca.
—Solo debo realizar una llamada, solo una y te quedas sin beca. —me habla en un tono de voz bajo—. Te tiran a la puta calle.
Siento como un escalofrío se apodera de toda mi piel, no quiero temerle, pero es obvio que en esta vida el que tiene pasta controla todo.
El móvil vibra de nuevo en mis manos, recordando que Leonardo lleva rato escribiéndome, me concentro en su pantalla, la deslizó y... ¡Se me acaba de ocurrir una idea!
—¿Te quedo claro?. —me pregunta la señora, sintiéndose victoriosa por la amenaza que acaba de decirme.
No quiero quedarme sin beca.
¡Y no voy a peder esa beca!
—Vale. —asiento y enfocó una mirada fría en ella—. Si usted hace que me expulsen de la universidad, yo les contaré a todos que la mismísima Sra. Arango, se está follando a su socio italiano.
Abre los ojos como platos y sus cuencas amenazan con salirse.
—¡No sé dé que me hablas!
—¿Va a fingir demencia?. —muestro una expresión de sorpresa—. Yo misma los escuché, aquella tarde en los baños de la planta baja en la empresa.
Empieza a negar con la cabeza.
—Escuche todo, ustedes cogieron en el baño público de un bar. ¡Y por lo visto siguen cogiendo!.
—¡Baja la voz!
—No me diga que tiene miedo. —sonrió de forma irónica—. Usted tranquila, no le mostraré a nadie las grabaciones de audio que hice aquel día.
—¿Cua... Cuáles grabaciones de audio?. —su voz ahora de escucha diferente, noto temor en sus palabras.
—Todo está aquí. —alzo la mano con la que sostengo el móvil—. Yo fuera usted y estaría cagándome del miedo.
De pronto, comienza a reír, como si estuviera burlándose de mí.
—Una mujer como yo no le teme a nada. —su rostro ahora muestra rabia y enojo—. Es cierto, cogí con el italiano, me cojo al italiano y no me arrepiento de nada.
Sus manos sostienen mi barbilla con fuerza tomándome por sorpresa, me aprieta de forma agresiva y presiento que dejara marcas.
—¿Eso era lo que querías escuchar?. —comienza a clavar sus uñas en mi rostro—. Tú conmigo no vas a usar psicología inversa, no tienes ninguna grabación porque no grabaste nada aquel día.
—Tiene razón, no grave nada aquel día, pero ahora sí.
Deslizó la pantalla de mi móvil, hago clic y se comienza a reproducir el audio...
—Una mujer como yo no le teme a nada. Es cierto, cogí con el italiano, me cojo al italiano y no me arrepiento de nada.
Se aleja de mí y la expresión en su rostro ha cambiado por completo, muestra preocupación y hasta puedo ver cómo su pecho ahora es un sube y baja.
—Verónica haremos lo siguiente. —regreso el móvil al bolsillo trasero de mi pantalón—. Si usted intenta algo contra mí, yo le mostraré este audio a la prensa, sus hijos y en especial a su esposo.
Esta vez soy yo quien acorta nuestro espacio.
—Y si por casualidad de la vida a mí me llega a suceder algo. —le susurro—. Alguien, quién no diré su nombre, publicará el audio en todos los medios ¡Aléjese de mí!
Impacto ambas manos sobre su pecho, empujándola y provocando que se caiga de bruces al suelo.
—¡Sus humillaciones terminaron hoy! —finalizo.
Camino hacia dentro del cementerio alejándome de ella y dejándola allí tirada como la rata de persona que es.
Avanzo con rapidez y mi corazón late a una alta velocidad, por primera vez en mi vida reaccionó de esa manera, jamás había amenazado a nadie y mucho menos agredido a los mayores.
¿En qué clase de persona me he convertido?
Mi cuerpo choca contra algo duro, regresándome a la realidad y apartándome de mis pensamientos...
—¿Alma, qué te pasa? —hasta el momento noto que es Leonardo.
—Yo...
—Te escribí varios mensajes y no respondiste ninguno.
Giro mi cabeza para mirar hacia atrás, y no la veo, se supone que debería estar también al cementerio.
¿Será que continúa allí tirada?
—Alma, te estoy hablando. —regreso la mirada sobre Leonardo—. ¿Amiga, qué te sucede?
—Amigo, lo siento. —hago respiraciones profundas—. No tienes idea por lo que he tenido que pasar hoy.
—¿Qué sucede? Sabes que puedes contar conmigo. —ubica ambas manos en sus caderas.
—Empezando porque tuve una discusión con mi hermana esta mañana, luego Samuel y ahora la Sra. Verónica.
—Lo de tu hermana no es novedad, discuten todos los días.
—Esta vez fue distinta, le conté a nuestra madre que ella fue quien quemo las sábanas y toallas aquel día.
—¿Hiciste qué?. —Leonardo muestra sorpresa.
—Tuve que hacerlo. Ana está insoportable, se escapa todas las noches con su novio y en la escuela la acaban de suspender porque la encontraron vendiendo metanfetaminas a sus compañeros.
—Sí que está insoportable.
—Samuel también me amenazo, ahora anda con la historia de que está enamorado de mí.
Leonardo comienza a reírse, pero al ver la expresión en mi rostro, borra la sonrisa con rapidez.
—Si Miguel se entera le parte las piernas. —agrega.
—¡Leo!. —menciono su nombre en modo de regaño—. No estás ayudando con tus comentarios.
—¿Y qué fue lo que sucedió con la Sra. Verónica?. —me pregunta.
Solo de recordarlo se me revuelta el estómago.
—Te contaré después. —llevo la mirada hacia detrás a ver si la señora viene en camino, pero todavía no veo rastros de ella—. Vamos con los demás.
Asiente y nos dirigimos hacia donde están sepultando las cenizas de Yina.
***
Transcurrieron alrededor de treinta minutos después de nuestra llegada, nos encontramos frente al columbario donde se guardarán las cenizas de Yina. El sacerdote realizó una lectura breve en el libro de la biblia, luego Lola, el Sr. Octavio, Michelle y Milan dedicaron unas breves palabras.
Lucia también está aquí y desde que llegó no se le ha despegado ni un solo segundo a Miguel. Está vestida de negro al igual que todos los demás y voy a ser sincera, no lo puedo negar, ella es muy hermosa.
Samuel se encuentra de pie junto a Pablo, no he mirado en su dirección ni una sola vez, pero siento su mirada sobre mí y es bastante incómodo.
No he podido sacar de mi memoria la situación de hace minutos afuera de este lugar, esa señora no se tomó muy bien mis amenazas y lo que me causa intriga, es que todavía no ha llegado y al parecer no llegara.
—Yina Brown. —habla Miguel en voz alta y Michelle le entrega la urna cineraria en sus manos donde se encuentran las cenizas de su prima—. Hermana, eso eres para mí, una hermana.
Su rostro muestra la tristeza que está sintiendo, toda esta situación sobre la muerte de Yina ha sacado de él un lado vulnerable que no tenía.
—Lo lamento mucho. —su voz se quebranta—. Lamento no haberte ayudado a tiempo y que hayas terminado de esta manera.
Su mirada se encuentra fija en la urna que sostiene en sus manos.
—Quiero que sepas que donde quiera que te encuentres siempre estarás en mi corazón. —con su mano derecha le quita el seguro a la tapa de la urna, mientras que con la izquierda la sostiene—. Y te juro por lo más sagrado, que voy a vengar tu muerte.
Destapa la urna con lentitud, sus ojos aprecian dentro de ella y la expresión de tristeza desaparece de su rostro.
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?!
Sus gritos hacen ecos dentro del lugar y desde aquí puedo ver cómo las venas se le marcan en el rostro por el enojo.
—¿Hijo, qué sucede?. —pregunta el Sr. Octavio.
—¿Amor, porque tienes esa cara?. —escucho las palabras de Lucia y me producen náuseas.
—¿Qué pasa, amigo?. —secunda Leonardo.
—¡Responde!. —le exige Michelle.
Todos estamos con rostro de sorpresa, con mucha intriga y desesperación por escuchar su respuesta acerca de su reacción.
—Está vacía —responde en voz baja, con sus ojos llenos de lágrimas.
Voltea la urna para que todos comprobemos con nuestros ojos que lo que acaba de decir, es cierto.
Los murmullos se apoderan del lugar, todos haciendo las mismas preguntas. ¿Quién fue? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué ganan con todo esto? ¿También está el enmascarado detrás de todo esto?
—¡¿Dónde demonios están las cenizas de mi prima?! —grita Miguel con todas sus fuerzas.
Nota de la autora
Holis... ¿Me extrañaron?
Primero que todo...
Ofrezco unas disculpas sinceras para todos los lectores de esta increíble historia, lamento haber demorado tanto en actualizar, fueron asuntos personales, pero les aseguro que de ahora en adelante, tendrán actualización todos los viernes o sábados ¡Lo prometo!
Muchas gracias por siempre estar pendiente a cada capítulo y a los fieles lectores que se mantuvieron escribiéndome al privado para preguntar la razón de mi demora.
¡Ahora sí!
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Extrañaron todo este drama?
Levanten la mano los que odian a la Sra. Verónica
¡Pregunta importante!... ¡¿Dónde están las cenizas de Yina?!
Esperen el próximo capítulo, no olviden votar y comentar.
DCLEBRON.
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