Capitulo 32 .. El amor
Alma Velasco
—Miguel Arango, te prohíbo que me dejes. —estoy en un hilo de voz.
Mis ojos están sobre el hombre que amo, apreciando una imagen desalentadora, alimentando mis miedos y destruyéndome por dentro. Camino despacio hasta que me posiciono a su lado, su pecho es un sube y baja al igual que el mío, está dispuesto a terminar con su preciada vida.
—No... No lo hagas, por favor. —mis palabras son súplicas.
Su piel brilla y corren pequeñas gotas de sudor por todo su rostro, brazos y torso desnudo. Mientras él hace caso omiso a mis palabras, continúa con el revólver dentro de su boca y su dedo sobre el gatillo dispuesto a continuar con esta locura.
—Amigo, no te atrevas. —habla Leonardo a mis espaldas.
—Miguel...
Leonardo me detiene, justo cuando estoy por posicionar mis manos sobre el torso de Miguel siento su palma sobre mi hombro.
—Déjame hacerlo. —me susurra.
Niego.
—Quiero hacerlo yo. —me aparto de su agarre.
Me acercó hasta Miguel, quedando frente a él. Mi corazón está a la velocidad de una locomotora, me duele verlo de esta manera dispuesto a terminar con su vida como si fuese tan fácil, entiendo su dolor, es que está devastado, pero esta no es la manera.
No me mira, tiene su mirada perdida hacia la nada, pero de repente veo sus preciosos ojos llenarse de lágrimas, empezar a salir de ellos y correr por sus mejillas.
Le salvé la vida a su hermana dos veces, del fuego y del agua, pero no tengo la menor idea de cómo salvar a una persona que está dispuesta a quitarse la vida. De lo único que estoy segura es que lo amo y no estoy dispuesta a perderlo.
—Miguel... Mi amor. —no puedo contener las lágrimas, comienzan a salir solas—. No me hagas esto.
Con la mayor de la lentitud levanto mis manos y las guío hacia él. No puedo controlarme, están temblando, al igual que mis piernas y los labios de mi boca.
—Amor mío. —con mucho cuidado detengo mis manos sobre las suyas, las cuales sostienen el arma de fuego que permanece dentro de su boca.
—Alma, cuidado. —escucho la voz de Leonardo decirme en un tono bajo, acorralado por el miedo al igual que yo.
Sus manos están heladas y tiemblan de manera excesiva, mientras el pálpito de mi corazón se intensifica.
—Necesito que me mires. —intento sonar calmada, aunque por dentro la desesperación de salvarlo me está consumiendo—. Mi amor, quiero que me mires.
No reacciona.
Es como si no me estuviera escuchando, como si estuviera perdido en otro mundo muy lejos de esta tierra.
Continúa llorando sin sollozos y el sudor corre en una inmensa cantidad por su piel.
—¿Por qué quieres hacer esto?. —mi voz está quebrantada, no puedo evitarlo—. ¿Crees que esta es la solución a todo?
Mis ojos observan como sus labios cubren el revólver que permanece dentro de su boca.
Me duele ver esto.
—No podemos remediar el pasado, pero si podemos construir un presente, juntos podemos hacerlo. Te amo Miguel Arango.
Sus hermosos ojos azules se encuentran con los míos de manera inesperada y transcurren largos segundos que parecen eternos, puedo ver su dolor, el sufrimiento lo está consumiendo y sus lágrimas son un intento de desahogo para toda esta tormenta.
—Te amo mi amor. —nuestras miradas se encuentran conectadas—. Me enamoré de ti así como eres, con tus defectos y virtudes, porque aunque no lo creas detrás de ese malhumorado existe un hombre bueno, inteligente, luchador, emprendedor. Eres el más preciado orgullo de tu familia y si te marchas de esta manera tan cruel dejaras un inmenso dolor en sus corazones, en especial en este que permanece detrás de mi pecho, el cual te has robado sin permiso y ahora te pertenece.
Tomo una bocanada de aire y la expulsó en menos de un segundo sin apartar la mirada de sus preciados ojos.
—Miguel Arango, yo te exijo que me entregues esa arma. —le ordenó con firmeza, intentando ser fuerte.
Un silencio se adueña del lugar por largos segundos, mientras nos comunicamos con nuestras miradas sin detenerse las lágrimas.
El temor empieza a disminuir y el alivio aparece poco a poco dentro de mí, en el momento que lo veo sacando el revólver despacio de su boca.
Mis manos continúan sobre las suyas, sosteniéndolo con cuidado mientras lo ayudo en el proceso, hasta que una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios cuando el arma ya no se encuentra dentro de su boca y una felicidad crece en mí después de tanto tiempo, en el instante que sus manos se despojan del revolver y las dejan sobre las mías.
La felicidad se adueña de mí y sin pensarlo, le entrego a Leonardo el arma con rapidez, para luego balancearme sobre él.
Me recibe con la misma intensidad, sus brazos rodean mi cintura y mis manos envuelven su cuello, mientras nuestros labios están unidos en un beso arrasador, de esos que encienden una llama imposible de apagar, es como la necesidad acumulada de la inmensidad del deseo que nos une. Sus lágrimas se mezclan con las mías y probamos el salado de cada uno como si fuéramos uno solo, aunque quizás si lo somos. Él y yo somos uno mismo.
Me aparto de sus labios para encontrar esa respiración que había perdido y nuestras miradas vuelven a unirse.
—Eres un idiota. —lloro y sonrió a la vez—. No me vuelvas asustar de esta manera.
No responde, solo vuelve a tomar mis labios como posesión de él, me besa con la misma o más intensidad. Sus manos acarician toda mi espalda al mismo tiempo que me pega aún más contra su pecho, mientras mis manos se encuentran en su cabeza, con mis dedos enredados en la suavidad de su pelo, consumiéndonos en este delicioso beso.
Me transmite el fuerte sabor a whisky mezclado con el tabaco, lo que me indica que tiene largos días tomando y que está hebreo.
—Necesitaba esto. —confiesa contra mis labios sin romper el beso.
Son las primeras palabras que lo escucho decir después de llegar y me alegra escuchar su voz después de pasar por este susto.
Corto nuestro beso y llevo una de mis manos hasta su rostro, acarició su mejilla empapada por las lágrimas mientras observó su preciosa mirada.
—Yo también necesitaba esto.
Puedo ver que tiene las pupilas dilatadas, me imagino que debe tener un largo tiempo sin comer y dormir bien.
—¡¿Amigo cómo se te ocurre pegarme este susto?!. —le grita Leonardo, quién también se encuentra llorando y ha guardado el arma en la parte baja de su espalda.
Me aparto de los brazos de Miguel, dándole paso a nuestro amigo, no pierden tiempo y se abrazan con la misma intensidad que lo hicimos nosotros hace segundos.
Mis ojos reparan este lugar, atrayendo recuerdos del maravilloso viaje que tuvimos hace poco meses. Este es el Penthouse en donde tuvimos sexo una inmensidad de veces en solo dos días. Esta área ahora se encuentra destrozada, por lo visto destruyó todo, desde las lámparas, cuadros, mesas y hasta el sofá. El suelo está lleno de botellas destruidas y residuos de cigarros, además de algunas cajas de pizzas vacías que por lo visto tienen semanas.
—No me vuelvas a pegar un susto como este. —dice Leonardo al mismo tiempo que rompe el abrazo con su amigo.
Observó a Miguel con atención... Solo trae puesto unos pantalones, se encuentra descalzo y se nota que tiene las plantas de sus pies lastimadas por los vidrios. En su rostro tiene barba de largas semanas sin afeitarse, hasta el pelo le ha crecido más. Es que se nota que tiene días sin tomar una ducha, además de un largo tiempo sin dormir, pero aun así es demasiado guapo y no pierde su esencia.
—Me encargaré de que vuelva hacer el mismo de antes. —murmuro para mí, mientras ellos vuelven abrazarse por segunda vez.
***
—Alma... Alma...
Se escucha mi nombre a kilómetros lejos de distancia.
—¡Alma!. —separo mis párpados con rapidez—. ¡¿Te quedaste dormida en ese sofá?!
Mis ojos lo visualizan, está acostado sobre la cama que se encuentra frente al asiento donde estoy y solo lleva puesto un bóxer en color negro.
Llegan a mis pensamientos imágenes de lo sucedido hace algunas horas... Lo adentré en la ducha a la fuerza y abrí el grifo, dejando caer gotas de agua desde su cabeza y deslizándose por todo su cuerpo. Luego acepto cepillar sus dientes de mala gana después de insistirle un montón de veces, hasta que después terminé convenciéndolo sobre prepararle algo de comer, al final termino aceptando, entonces me marché hacia la cocina solo por algunos largos minutos, pero cuando regrese, lo encontré profundamente dormido.
—La sopa está lista. —me levanto del sofá y me dirijo hacia la pequeña mesa donde yace una lámpara de cristal y donde había dejado la sopa cuando encontré a Miguel dormido.
Sostengo la pequeña taza y hasta el momento me doy cuenta de que la sopa está helada.
—Tengo que ir a calentar la sopa. —me giro y llevo la mirada hacia la cama, ahora se encuentra sentado sobre ella con sus ojos sobre mí—. Regresaré en pocos minutos, no te vayas a dormir otra vez.
Camino hacia la puerta con la taza de sopa entre mis manos y justo cuando estoy por atravesar el umbral de la habitación escucho su voz...
—La quiero así.
Me giro en su dirección de nuevo y nuestras miradas no demoran en encontrarse.
—¿Disculpa?.
—Quiero la sopa así como está. —afirma en un tono de voz firme.
—Miguel, la sopa está...
—Fría. —detiene mis palabras terminando la oración— La quiero así como está.
¿Quién toma sopa fría?.
Camino hacia la cama y justo cuando me detengo en el borde estiró la taza hacia él para que la tome, pero no reacciona, solo continúa con su mirada sobre mí.
—Quiero que seas tú que me la des.
Sus palabras me sorprenden.
—¿Quieres que te dé la sopa en la boca?.
Asiente.
—¿Quién eres y qué hiciste con Miguel?.
Ambos reímos a la par por mi comentario y luego de largos segundos nos detenemos. Me siento sobre el borde de la cama, justo a su lado y sostengo la cuchara con mi mano derecha, mientras que en la izquierda tengo la taza. Lleno la cuchara con el líquido amarillo, la llevo con lentitud y cuidado hacia él, intentando no derramar la sopa en el proceso. Abre su boca en espera y no demoró en adentrar el objeto en ella.
Repetimos el mismo proceso varias veces por largos minutos en silencio, sin apartar el azul de sus ojos del color avellana de los míos. El semblante de su rostro ha cambiado después de la ducha y dormir un poco, por lo visto llevaba muchos días sin hacerlo.
—Gracias. —me habla tomándome por sorpresa.
—No tienes que...
—Sí quiero hacerlo. —su tono de voz alimenta mis nervios—. Me salvaste la vida.
Sus ojos se oscurecen y puedo ver cómo humedece su labio inferior con su lengua.
—Gracias, Alma Velasco.
—Es primera vez que me dices así.
—Digamos que estaba enojado. —aparta la taza de mis manos con las suyas y la lleva hasta la pequeña mesa que se encuentra a un costado de la cama—. Tengo que confesar que el nombre de Alma me gusta más.
—Lo siento. —aparto la mirada de sus ojos y la enfocó en mis manos, mientras juego con mis dedos—. Nunca debí mentirte.
Siento sus dedos sobre mi mentón, con los cuales levanta mi cabeza para que nuestras miradas vuelvan a encontrarse.
—Tú eres quien tiene que disculparme. —me dedica una mirada lujuriosa—. Me comporté como un completo idiota.
Me concentro en sus preciosos ojos, esos que no me importaría que pasarán mil años sin dejar de mirarlos.
—Te extraño.
Su confesión provoca un vuelco en mi corazón, pero no es de miedo, sino de felicidad.
—Yo también te...
Interrumpe mis palabras uniendo sus labios con los míos, en un beso lento y sensual que provoca escalofríos en mi piel. Sus manos rodean mi cintura, mientras me acerca más a su cuerpo hasta que sin darnos cuenta me encuentro sobre él, frotando nuestros sexos por encima de la tela. Mi vestido se ha envuelto en mi cintura y sus manos se encuentran ahora magreando mis nalgas, al mismo tiempo que mis dedos están enredados en su pelo y la intensidad de nuestro beso aumenta.
Siento su miembro erecto maltratando mi entrepierna, alimentando mis deseos y la necesidad de tenerlo dentro de mí después de tanto tiempo.
Rompo nuestro beso y escucho un gruñido de su parte en modo de queja, me levanto de su regazo y meto las manos dentro de su bóxer sintiendo en mis manos el caliente de su delicioso miembro palpitando, lo saco para tener mejor facilidad y comienzo a deslizar mis manos por su falo desde arriba hacia abajo, mientras hago contacto visual con el galán de ojos azules.
—Súbete. —me ordena con su mirada llena de deseo y se lleva ambas manos detrás de su cabeza.
Obedezco, aparto mis bragas a un lado y ubico mi sexo en la punta de su miembro, como estoy empapada se resbala su invasión en mi interior con facilidad, robándome un jadeo sin apartar ni un segundo nuestro contacto visual.
—Espera. —le hablo en el momento que aparta sus manos detrás de su cabeza y las ubica en mis caderas—. Haremos un reto.
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—¿Un reto?.
—No me puedes tocar ni moverte durante el sexo y...
—¡¿Estás loca?!. —detiene mis palabras—. ¡¿Cómo se supone que me contenga mientras mi polla está dentro de tu vagina?!.
La expresión de su rostro me causa gracia.
—Cálmate. —sonrió y sostengo sus mejillas—. No es tan difícil.
Rueda los ojos.
—¿Qué se supone que gane con esto?.
—Sí lo logras, haré lo que me pidas.
Una sonrisa maliciosa aparece en sus labios, al parecer está imaginando todas las cosas indebidas que me va a pedir si gana está apuesta.
—Y si no te resistes, harás lo que yo te pida. —mis dedos acarician su mejilla—. ¿Qué dices?.
—Vale, acepto. —aparta las manos de mi cintura y la regresa detrás de su cabeza—. Solo no te muevas demasiado delicioso, porque entonces me descontrolaré y te follaré esa vagina con el doble de intensidad que tenía pensado hacerlo durante todos estos días que no hemos cogido.
Trago grueso.
Su invasión palpita dentro de mi interior, mientras yo soy un mar de tan empapada que estoy. Con la mayor lentitud, empiezo a mover mis caderas como un vaivén hacia delante y atrás, al mismo tiempo que cierro mis ojos y suelto gemidos en muestra de lo bien que la estoy pasando.
—Eres una diosa. —lo escucho decir entre gruñidos.
A medida que los segundos pasan, los movimientos de mis caderas se intensifican, me muevo como toda una experta y mis manos se aferran fuertemente a su pecho. Necesitaba esto, sentirlo dentro de mí y disfrutarlo como me gusta.
—Es... Esto es increíble. —confieso mientras aumento el movimiento aún más de mis caderas y presiono mi sexo en su pelvis, estrujando mi clítoris de una nueva manera que acabo de conocer.
—No creo que vaya a resistir mucho tiempo.
Sus palabras obtienen que abra mis ojos de golpe y como siempre, se encuentre mi mirada con la suya, puedo ver lo que transmite, está perdido en la excitación al igual que yo.
Cuando estoy con él pierdo el control de mi cuerpo y de mi mente, me olvidó de todo nuestro alrededor y sé que él también, en estos momentos solo somos él y yo.
—¡Oh...!. ¡Me voy a correr!. —la confesión se escapa de mis labios, al mismo tiempo que clavo mis uñas en su pecho musculoso y muevo mis caderas en una velocidad máxima.
Puedo ver como corren gotas de sudor por su rostro. ¿Por qué si ni siquiera se ha movido?.
Continuó con mis movimientos expertos, subiéndome en un viaje sin retorno, mientras aprieto mi labio inferior con mis dientes y siento como algo dentro de mí está por explotar, hasta que de repente, sus manos se clavan en mis caderas tomándome por sorpresa, congelando todo mi sistema y evitando que llegue al clímax.
—Te dije que no iba a resistir. —sus palabras son con firmeza y veo como se marcan las venas en su torso desnudo.
Lo que me espera...
Se levanta con rapidez de la cama y puedo sentir como mi espalda choca contra una de las paredes de la habitación, me sube hasta sus hombros como si fuese una pluma y mis piernas se envuelven en su cuello solas, hasta que siento como su boca atrapa mi sexo.
—¡Santo, cielos!. —exclamo al sentir su deliciosa lengua haciendo movimientos rápidos en mi clítoris.
—Te daré tanto placer que pueda ser que olvides hasta tu nombre. —lo escucho decir, hasta que atrapa otra vez mi sexo y ahora lo chupa con intensidad.
Mi espalda se encuentra recostada en lo alto de la pared y mis piernas están envueltas en su cuello mientras él se encuentra de pie, no es una posición cómoda, pero eso importa una mierda ahora, su boca chupando mi vagina me ha hecho perder el control de mi mente.
Sus manos tienen apretujadas mis nalgas, sosteniéndome para que evite caerme, mientras chupa de mi coño produciendo sonidos húmedos allí debajo, la sensación es tan intensa que me obligaba apretar mis ojos y a morder mi labio inferior con todas mis fuerzas, a la misma vez que con mis manos hundo su cabeza en mi intimidad para sentirlo mucho más.
Abro mis ojos de golpe y llevo la mirada hacia abajo, encontrándome con sus hermosos ojos azules ardiendo de deseo, mientras que con su lengua caliente lame mi clítoris duro e hinchado, luego cambia los movimientos succionándolo obligándome a gemir cada vez más fuerte.
—¡Sí, así!. ¡Qué rico!. —exclamo de placer, a la vez que todo mi cuerpo tiembla en especial mis piernas, todo en mí se descontrola mientras siento como el orgasmo se apodera de mí y miro como él continúa chupando con mucha más intensidad, intento apartarlo porque mi sexo está sensible, pero es en vano, porque permanece pegado de mi vagina hasta que se toma todos mis fluidos.
—Estás deliciosa. —confiesa al mismo tiempo que se aparta de mi sexo y comienza a saborear sus labios.
Me aparta de su cuello y me ayuda a ponerme de pie, pero mis piernas se encuentran temblorosas y todavía estoy perdida en el orgasmo de hace pocos segundos, por eso me voy de bruces al suelo en el momento que me suelta.
—¡Mierda!. —me quejo al lastimar parte de mi pierna y brazo derecho.
Por un instante imaginé que Miguel me ayudaría a levantarme, pero en vez de eso, el imbécil comienza a reírse a carcajadas.
—¡Eres un gilipollas!.
Continúa riendo con todas sus fuerzas, pero, por una parte, me alegra, nunca lo había visto reírse tanto y más en medio de esta tormenta.
—Me alegra saber que te dejo inestable.—agrega un comentario alimentando su ego.
Hasta que poco a poco detiene las risas y me ayuda a levantarme.
—¿Estás bien?. ¿Te hiciste daño?.
Nuestras miradas se conectan y puedo ver la preocupación en sus preciados ojos.
—Estoy bien.
Su mirada se aparta de mis ojos y viajan hasta mis labios, allí permanece durante largos segundos en los cuales no decimos ni una sola palabra ninguno de los dos, hasta que de repente, rodea sus brazos en mi cintura y toma de mis labios con posesión. Su esbelto cuerpo me acorrala y puedo percibir como sigo excitada por este hombre, la sensación de su lengua en mi boca me estremece y siento una oleada de calor que nos arropa.
Rompe nuestro beso haciéndome sentir vacía.
—Ven conmigo. —sostiene mi mano y sigo sus pasos. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando percibo hacia donde vamos y un montón de recuerdos regresan a mis pensamientos de ese lugar.
En pocos segundos llegamos a nuestro destino y siento como la brisa golpea mi rostro, mientras agita mi pelo.
—Te quiero de espaldas. —me ordena y no demoró en obedecer, sosteniéndome de la barandilla para mejor comodidad—. Te follaré como te gusta, mirando la torre Eiffel.
No tiene que separar mis piernas porque me encuentro a su total disposición, solo siento como clava sus manos en mis caderas, mientras desliza su polla en mi interior robándome un jadeo de excitación. Entra por completo con facilidad porque sigo empapada, como si no me hubiera corrido hace poco.
—¡Joder!. —grito en el instante que comienza a embestirme con todas sus fuerzas.
Sus movimientos son profundos y yo sigo gritando de placer. El sonido de cada embestida domina mis sentidos y eleva mis deseos por él. Se mueve dentro de mí como un experto y busca los puntos más placenteros para mí.
—¿Te gusta así?. Mmm... —lo escucho preguntar con su voz perdida en la excitación de este momento—. ¡Responde!.
Impacta la palma de su mano en una de mis nalgas con todas sus fuerzas una, dos, tres veces.
Extrañaba sus nalgadas.
—¡S... sí!. —exclamo entre gemidos—. ¡Me fascinas! ¡Sigue así que me gusta!.
—¡Me vuelves loco!. —hunde sus manos en mis caderas con más fuerzas—. ¡Tu coño está succionado mi polla!.
Continúa con sus estocadas, haciéndome temblar todo por dentro. De pronto, sale de mi interior y me gira con agresividad, me levanta y esta vez mis piernas se envuelven en sus caderas, de su parte no demora en volver a meter su miembro en mi interior.
Empieza con las estocadas rápidas de nuevo, mientras atrapa uno mis pezones erectos, chupa de él con fuerzas adormeciéndome de placer, logrando que suelte fuertes gemidos. Hasta que con su instinto animal, recuesta mi cuerpo de la barandilla del balcón y mis piernas se aprietan más a sus caderas de manera lasciva, al mismo tiempo que levanta un poco más mi coño para que entre su polla en mi interior con más profundidad.
Las embestidas aumentan y sus gruñidos están acompañados por chupetones en mis pechos, cuello y mordidas en mis labios. Cada vez se intensifican más sus movimientos de entrada y salida, podía sentir como su polla palpitaba rítmicamente en mi interior.
Mis brazos están envueltos en su cuello y nuestras miradas están unidas, transmitiendo el deseo lujurioso que sentimos uno por el otro, mientras me folla salvajemente.
—Te partiré esa deliciosa vagina como me gusta. —confiesa entre gruñidos.
—Ya te estás tardando. —es que hasta yo me desconozco cuando estoy con él.
Mis palabras les transmitieron aún más energía, porque empieza a embestirme con muchas más fuertes y creo que está cumpliendo con lo que acabo de decir, siento que está partiendo todo dentro de mí, pero me encanta.
Me embiste rápido y con fuerzas en mi coño empapado, al mismo tiempo que clavo mis uñas en su espalda y él atrapa mis labios en un beso desesperado. Su gran invasión roza las paredes de mi coño y golpea mi útero de lo más profundo, mientras su lengua está unida a la mía y nuestros gemidos se pierden en nuestras bocas. Aprieto mis piernas aún más en sus caderas, a la vez que mi coño a su miembro. Hasta que todo mi cuerpo vuelve a temblar al igual que el suyo y su polla dispara su semen caliente en el interior de mi vagina, al mismo tiempo que el orgasmo se apoderaba de ambos sin romper nuestro ardiente beso.
***
Atravieso el umbral del baño adentrándome en la habitación luego de tomar una larga ducha junto a él, terminamos follando en el jacuzzi tres veces, mi coño está adolorido después de largas horas de sexo salvaje, pero no me quejo, me gustó todo lo que hicimos y si es necesario lo volvería a repetir.
Avanzo hacia el balcón donde me imaginó que se encuentra y acabado de acertar, está recostado de la barandilla mientras observa toda la ciudad de París. Luce pantalones jeans en color negro y una camisa en azul marino, mis ojos se concentran en su espalda, es ancha y musculosa. Este hombre tiene una figura perfecta.
—¿Te gusta lo que vez?. —escucho su pregunta.
—Lo siento, no me gusta expiar.
Lo veo apartarse de la barandilla y girar en mi dirección, haciendo que nuestras miradas se unan con facilidad.
—Me gusta que me mires.
A mí me encanta hacerlo...
Su mirada se aparta de la mía y viaja hasta mis manos, puedo ver cómo frunce el ceño al darse cuenta de lo que traigo en ellas.
Es su Rolex de correa roja en diamantes incrustados, el cual ha permanecido dentro de mi mochila desde que lo encontré aquella noche de la fiesta, tirado en el jardín de la mansión.
—Lo encontré en la fiesta. —estiro mi brazo para que tome el reloj que tengo en mi mano—. Lo guardé hasta que encontrará el momento preciso para devolverlo.
No responde, solo aparta la mirada del reloj y la concentra en mis ojos.
—Te prometo que lo cuide muy bien. —sigo con la mano extendida en espera de que reciba el reloj—. Está en las mismas condiciones que lo encontré, como nuevo, ni siquiera lo llegue a usar, solo lo guarde para...
—¿Alguna vez te han dicho que hablas demasiado?. —detiene mis palabras.
—Lo siento. —los nervios me traicionan.
Después de largos segundos recibe el reloj y no aparta la mirada de mis ojos.
—Alma, escucha. —sostiene una de mis manos y me acerca hasta su lado, quedando a menos de un metro de distancia—. Desde el primer día que te vi, note que había algo extraño en ti, en nuestro primer beso, deducí que eres alguien especial y en aquella noche que te entregaste a mí por primera vez, me convencí de que eres una joya como mujer.
Su mirada me transmite paz y siento como una de sus manos se posiciona en mi mejilla adormeciendo todo mi cuerpo.
—Soy un imbécil, eso lo tengo claro. —continúa mientras me acaricia con sus dedos—. Ya no quiero seguir siendo el mismo, aquel que le valen mierda los demás, que no le importan los verdaderos sentimientos de quienes los rodean. Quiero ser un hombre nuevo y te necesito a mi lado.
Mi corazón empieza a latir fuera de lo normal.
—Alma Velasco. —hace una pausa y puedo ver cómo humedece sus labios—. ¿Quieres ser mi novia?.
¡¿Qué?!
¡Me voy a desmayar!
El mismísimo Miguel Arango quiere que sea su novia.
De pronto, aparece en mis pensamientos lo sucedido aquella noche en el cumpleaños de Mia, en el momento que le pidió matrimonio a su novia de cuatro años, Lucia Ferrel.
—Miguel, te vas a...
—No me voy a casar. —detiene mis palabras.
—¡Le pediste matrimonio a Lucia delante de todos!. —aparto su mano de mi mejilla.
—¡Estaba hebreo!. —intenta tocarme de nuevo, pero no se lo permito—. ¡Además, me hiciste enojar en el momento que besaste al mediocre de Samuel!.
—¿Estás diciendo que es mi culpa?.
Se lleva ambas manos a la cabeza.
—¡No!. —me grita, pero luego de varios segundos se pellizca el puente de la nariz y respira profundo—. Lo siento, no debí ocultarte mi relación con Lucia.
Me toma de las manos.
—En realidad nuestra relación es extraña. —acaricia mis muñecas con sus dedos—. No somos novios, nunca nos definimos como tal.
—No lo entiendo.
—Solo era sexo, ella es la mejor amiga de mi hermana, desde un principio iba a la mansión a visitarla a ella, pero siempre terminaba en mi cama porque soy un hombre y tengo mis necesidades.
—Michelle me dijo que tienen un noviazgo de cuatro años.
—¿Alma por un momento puedes confiar en mí?. —su mirada es diferente, puedo ver la honestidad en sus pupilas—. No me voy a casar con Lucia porque no siento nada por ella y No es justo para ningunos de los dos casarnos sin amor.
—Tengo miedo, no quiero salir lastimada de nuevo.
Suelta mis manos y me toma de las mejillas acercándome hasta su boca.
—No voy a permitir que sufras. —susurra contra mis labios—. Nunca en mi vida he tenido una novia, no tengo la menor idea de cómo debería comportarme, pero te prometo que buscaré el manual del novio y te haré la mujer más feliz.
—¿El manual del novio?. —sonrió contra sus labios.
Deja un casto beso en mi boca.
—Alma Velasco. —lo escucho en un tono de voz ronca—. Te prometo aquí en este balcón de París, frente a la torre Eiffel, que cuidaré de ti como nunca nadie lo ha hecho y que juntos lograremos ser la pareja más feliz de todo Francia y España.
La mirada que me dedica es tan profunda.
—¿Ojitos lindos, quieres ser novia de este pobre hombre?. —deja un pequeño beso en la comisura de mis labios.
¿De verdad esto es real?
—Sí. —sus ojos se abren demás—. Sí quiero ser su novia, Miguel Arango.
Sonríe con emoción y muestra su perfecta dentadura, apoya su frente de la mía y puedo sentir su respiración en mi rostro.
—Gracias. —me dice sin apartar la mirada de mis ojos—. Gracias por hacerme reír en medio de todo esto.
—Tenemos que regresar a España, sabes que te esperan muchas cosas. —mientras estuvimos en la ducha le conté sobre la situación de su hermana Mia, quién se encuentra en estado de shock y está internada en un psiquiátrico gracias a su madre.
También le comenté que su familia lo espera, para esparcir las cenizas de su prima Yina.
—Quiero encontrar a ese maldito enmascarado. —su voz demuestra dolor—. Yina no merecía una muerte tan cruel.
Sus brazos rodean mi cintura.
—Lo primero que haré cuando llegue a España será buscar a mi hermana. ¿Cómo se le ocurre a mi madre internarla en un psiquiátrico?.
—Amor, juntos lo lograremos. —mis brazos rodean su cuello—. Ayudaremos a tu hermana con su estado de shock y encontraremos al enmascarado.
—No te atrevas abandonarme. —su confesión suena como una orden.
—Jamás lo haría.
Toma una de mis manos y deposita el Rolex en ella.
—Es tuyo.
¿Qué?
—No puedo...
Detiene mis palabras en el instante que une nuestros labios en un beso apasionado, no demoramos en enredar nuestras lenguas mientras nos perdemos en el deseo. Me levanta y mis piernas se envuelven solas en su cintura. Su pecho se encuentra pegado al mío y siento el latido de su corazón como si fuéramos uno solo, pero de manera inesperada rompe nuestro beso.
—Eres mi novia y de ahora en adelante tienes prohibido negarte a recibir mis regalos. —pega sus labios con los míos sin darme tiempo a protestar, besándome con mucha más pasión y hambre de deseo.
Percibo como camina del balcón hacia la habitación, hasta que en menos de nada siento mi cuerpo hundirse en la cama, a la vez que se posiciona encima de mí y entre medio de mis piernas.
—¡Oigan!. —se escucha la voz de Leonardo del otro lado de la puerta, al mismo tiempo que golpea la madera con fuerzas—. ¡Tenemos que partir hacia España en menos de una hora!.
—Amor... —hablo entre sus labios—. Tenemos que parar.
—No quiero. —rompe nuestro beso y empieza a quitar los botones de su camisa—. ¡Leonardo, partiremos en dos horas!.
—¡Dos horas!. —se escuchan las quejas de nuestro amigo—. ¡¿Van a coger otra vez?!.
—¡Sí!. —le grita Miguel en el instante que se saca la camisa y atrapa mi boca de nuevo.
Leonardo continúa gritando y golpeando la puerta, pero nada de eso nos importa. Solo somos él y yo, perdidos en un fuego que es imposible de apagar.
—Te amo. —confiesa sin romper el beso y mi corazón se quiere salir del pecho de la emoción.
—También te amo.
El amor es un sentimiento intenso y sincero, eso es lo que sentimos uno por el otro, un amor verdadero.
Nota de la autora
¡Feliz 2024 para todos!
Después de tantas semanas por fin he actualizado, siento muchísimo mi ausencia, fue por motivos de trabajo y estudios, pero ya todo vuelve a la normalidad. Actualizaré todos los viernes.
Alma y Miguel son novios.
¿Qué les pareció el capítulo?
No olviden votar y dejar lindos comentarios. ¡No seas un lector fantasma!
DCLEBRON
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