Capitulo 29 .. 25 horas desaparecida
Alma Velasco
Sus labios unidos a los míos son la combinación perfecta, mi piel está erizada gracias a su mano derecha recorriendo mi espalda y mis sentidos se encuentran adormecidos por los dedos de su mano izquierda enredada en mi pelo.
Necesitaba tanto esto.
Siempre deseo sus deliciosos besos.
Gemidos se escapan de mi garganta y se mezclan con sus gruñidos, mientras mi intimidad se humedece, su erección crece y maltrata mi vientre, al mismo tiempo que succiona y muerde mis labios.
Qué delicia.
Sostengo sus mejillas profundizando más este beso necesitado y hundo mi cuerpo en el suyo, estamos vestidos, pero aun así sentimos el caliente de nuestras pieles como si estuviéramos en una total desnudez. Este hombre es una droga, es inevitable no consumirla, pero debo parar, está claro que solo me usa para saciar sus deseos carnales y yo necesito más que esto.
Retiro mis manos de su rostro y posicionó las palmas de ambas sobre su pecho, procedo a ejercer todas mis fuerzas hasta apartarlo de mí por completo.
—¡No me vuelvas a tocar!. —acompaño mi petición, impactando la parte trasera de mi mano con rudeza en su mejilla izquierda.
Su rostro se llena de impresión y muestra un gesto de desagrado similar a: —¿En serio se atrevió a tomarme de nuevo?.
—Vamos a calmarnos. —habla Leonardo, haciéndonos recordar que estamos en la entrada de su departamento—. Alma, no a la violencia.
Observó como el hombre de mirada azulada masajea su mejilla adormecida por el golpe... Se merece otra bofetada más fuerte.
Por un momento, en mis pensamientos aparece una interrogante. ¿Cómo supo que estábamos aquí?.
Llevo la mirada sobre mi amigo, él se encuentra con rostro de sorpresa y preocupación, separa sus labios y puedo leer con facilidad las expresiones de sus palabras: —Amiga, cálmate.
—¡¿Tú lo llamaste?!. —lo acuso apuntando hacia él con mi dedo índice.
—Yo... Yo, no. —tartamudea.
—¡Laura, deja el drama!. —escucho los gritos de Miguel, obligándome a posicionar la mirada sobre él otra vez.
¿Laura?.
Le dedico una mirada fulminante, aunque los deseos más profundos desde el centro de mi ser, son besar por el resto de mis días sus exquisitos labios.
—¡Mi nombre es, Alma Velasco!. —intento estar lo más enojada posible—. ¿Qué parte no te ha quedado claro?.
—¡¿Ah sí?!. ¡Cuando te llamaba Laura mientras te follaba no te quejabas!. —grita alimentando su ego.
Es un completo idiota.
—Amigo no debiste decir eso. —le dice Leonardo intentando atraer su atención, pero es imposible porque tienes su mirada fija sobre mí.
Yo también tengo la mirada sobre él y estoy bastante molesta, pero es inevitable no deleitarse con tremendo hombre, que aunque hoy luce como un enfermero de baja categoría con esa camiseta y esos feos calzados, nunca pierde su esencia.
—¿Se te acabaron los insultos?. —una sonrisa de diversión aparece en sus labios—. Dime, Laura.
Es suficiente.
Sin pensarlo, me acercó hasta él, no para darle otra bofetada, sino para golpearlo con mi puño justo en la nariz y dejarlo chillando del dolor, pero todo es misión imposible, porque Leonardo se toma la tarea de interponerse entre los dos a tiempo, mientras nos grita: —¡Tienen que calmarse!.
Mi amigo ahora se encuentra frente ami, bloqueando mi camino para que no logré llegar hasta mi oponente.
—¡Leonardo, sal de mi camino!. —sigo intentando poder pasar, pero él es mucho más alto y fuerte que yo.
—Alma, solo hablen un momento. —pasa sus manos por su cabellera castaña—. Escucha lo que tiene para decirte, te aseguro que no te arrepentirás.
—¡Déjala!. —grita estando a su espalda, muy cerca de sus oídos—. ¡La falta de mis cogidas, la tienen comportándose como cabra loca!.
Puedo ver su perfecta dentadura gracias a la gran sonrisa que muestra en sus labios, como si le estuviera causando gracia.
—¡Agradece a tu amigo, que no te parto tu ridícula cara!. —en este momento me cae bastante mal, no lo tolero.
—¡Necesitas relajarte!. —contraataca—. ¡De lo contrario, te arrugarás antes de tiempo!.
—¡Eres un gilipollas de mierda!.
—¡Tú una calienta braguetas, vi como te le restregabas en la fiesta a Samuel!.
—¡Es mejor hombre y mucho más inteligente que tú!. ¡En la cama es...
—¡Cierra la boca!. —detiene mis palabras—. ¡Nunca te has follado a Samuel, solo son una más de tus mentiras, porque es eso es lo que eres una mentirosa!.
Alma piensa rápido...
—¡¿Tienes las agallas de llamarme mentirosa?!. —sonrió con ironía—. ¡Eres un maldito farsante de mierda!.
—¡Loca!. ¡Eso eres, una loca!.
—¡Y tú el rey de los imbéciles!?
—¡Y tú la princesa de las estu...
—¡Ya, basta!. —la voz de Leonardo, entre medio de nosotros se escucha como un trueno.
Me había olvidado de él por completo.
—¡Me tienen hastiado!. —exclama el castaño de ojos café preso de la ira.
Podemos ver cómo se acerca hasta la puerta de su departamento.
—¡Ustedes dos!. —nos señala a cada uno—. ¡Adentro, ahora!.
¿Disculpa?.
—No entraré a tu departamento si él también lo hace.
—Ya quisieras. —escucho las palabras de Miguel acompañadas de risas.
Le dedico una mirada de desagrado.
—¡Alma entra ahora!. —insiste mi amigo.
—Leonardo, acabo de decir que...
—¡Si, ya sé!. —me interrumpe—. ¡Le diré que se marche, solo termina de entrar!.
—¡¿Qué acabas de decir?!. —grita Miguel desconcertado—. ¡Se supone que eres mi mejor amigo!.
—Para golpearlo no es tu mejor amigo. —musito.
—¡Coño!. —grita Leonardo mientras palmea su cabeza por motivos de desesperación—. ¡Alma, entra ya!.
—Vale, ya entro.
¡Qué genio!.
Atravieso el umbral de la puerta encontrándome con un ambiente hermoso y bastante acogedor. Las paredes están pintadas en blanco, mientras que en el centro de la estancia se puede apreciar un sofá en color azul marino, por los alrededores del lugar veo cuadros y espejos con sus marcos en plateados. Es un apartamento de lujo.
De repente, doy un respingo al escuchar el azote de la puerta detrás de mí, obligándome a girar sobre mi propio eje y encontrar al mismísimo Miguel Arango frente a mis ojos, con su espalda pegada a la puerta cerrada y su hermosa mirada fija en mi rostro.
¿No se suponía que se marcharía?.
—Hablemos un momento. —su voz se escucha ronca.
Empieza a caminar en mi dirección... hasta quedar muy cerca de mi rostro y de mi cuerpo, tan cerca que puedo sentir su respiración y el latir de su corazón. Sus ojos se fijan sobre mis labios y me dedican una mirada desafiante, hasta puedo ver cómo remoja su labio inferior.
Bésame, hazlo ya.
¡No!, no quiero que me bese. ¿Oh sí?.
¡Claro que no!. Estoy enojada con él.
Me aparto de él y paso por su lado en dirección hasta la puerta... Sostengo la manilla, la giro con facilidad porque se encuentra sin seguro, intento abrirla, pero es imposible porque alguien se encuentra del otro lado sosteniéndola para que no logre abrirla.
Leonardo.
—¡Leo ábreme la puerta!. —golpeo la madera con la palma de mi mano derecha—. ¡Déjame salir!.
—¡No la abriré hasta que no hablen y arreglen sus indiferencias!. —se escuchan sus gritos que vienen del otro lado.
—¡No me hagas enojar!. —sigo golpeando la puerta—. ¡Quiero salir, ahora!.
—¡Ya te dije que no!. ¡Hablen primero!
Escucho risas a mis espaldas, me giro y puedo ver cómo Miguel ríe a carcajadas como si estuviéramos en un parque de diversiones.
—¡¿Cuál es el chiste, idiota?!.
Detiene las risas y los gestos de su rostro cambian de manera repentina a los mismos de siempre, malhumor.
—Luces más preciosa cuando estás enojada.
—¡Ahórrate tus halagos!. —me regreso a la puerta y vuelvo a golpearla con fuerzas—. ¡Leo, abre la maldita puerta!.
—¡Alma, ya te lo dije!. —lo alcanzó a escuchar—. ¡Hablen como dos personas civilizadas y luego les abriré!.
Por un lado, si quiero hablar con Miguel, necesito explicaciones de porque jugo conmigo de esa manera, si tenía novia y planes de casarse no debió ilusionarme, me gustaría saber si lo nuestro llego a significar algo bonito para él, pero siento miedo de la respuesta que puedo llegar a escuchar, mi corazón ha sufrido bastante, suficiente con el numérico de anoche.
—¡Quiero salir!. —la palma de mi mano está empezando a doler, por la fuerza de mis golpes en la puerta.
Esta vez no responde.
—¡Leonardo Novoa, ábreme ahora!.
—Mujer, deja los gritos. —escucho a mis espaldas—. Conozco a mi amigo, hasta que no hablemos no abrirá esa puerta.
—No quiero hablar contigo. —detengo los golpes en la puerta y acercó mi rostro, hasta pegar mi frente de la madera.
—Algún día tendremos que hacerlo. —escucho como empiezan a resonar sus pasos en el suelo—. Necesitas mis explicaciones al igual que yo las tuyas.
—No me toques. —lo digo justo cuando se posiciona cerca de mí y percibo como levanta sus manos para tocarme—. Por favor.
—¿Seguirás comportándote como niña inmadura?. —siento como se aparta de mí.
Me giro y lo veo alejarse, me concentro en su espalda ancha y su perfecta figura... Este hombre me encanta.
Llega hasta el sofá y toma asiento sobre él.
—¡¿Me dijiste niña inmadura?!. —una sonrisa falsa aparece en mis labios—. ¡Mejor no te diré lo que pienso de ti, porque saldrías llorando como nena!.
—Todavía no existe una palabra hiriente que pueda lastimarme, así que no pierdas tu tiempo.
Maldito egocéntrico.
Cruza ligeramente su pierna derecha a la altura de su tobillo sobre la izquierda y une sus manos encima de su pecho.
—¿Hablaremos oh no?. —me fulmina con la mirada.
—Aquí la que debe estar molesta soy yo. —mi pecho es un sube y baja.
—¿Ah sí?. —sus ojos me recorren por completa, de arriba abajo y viceversa—. ¿Se te olvidó que me mentiste?. ¡Joder, te hiciste pasar por alguien que no eres!.
—Estoy flipando. —giro mi cabeza en negación de un lado a otro—. ¡Aquí el falso eres tú, nunca me dijiste que tenías novia!.
—Nunca lo preguntaste.
Mi corazón da un vuelco, tanto al punto con amenazar en salirse. Ahora me culpa de lo sucedido y tiene razón, soy una imbécil por ser tan ingenua. Separó mis labios para responder, pero no encuentro las palabras correctas, así que no respondo.
—Para ser sincero, nunca hice el esfuerzo en decírtelo. —continúa—. Todo esto es mi culpa, pero aquí estoy para explicarte todo. No es lo que piensas.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
No quiero llorar, tengo que contenerlas.
—Primero quiero que me respondas. ¿Por qué te hiciste pasar por otra persona?. —aparta las manos de su pecho y lleva su brazo izquierdo hacia detrás, hasta apoyarlo sobre la espalda del sofá, mientras continúa en la misma posición con sus piernas cruzadas y su mirada fija sobre mí, observando con atención todos mis movimientos.
—No... no estás en posición de pedir explicaciones. —mi voz se quiebra, mi nariz comienza arder y me encuentro en una fuerte lucha haciendo todo lo posible para no romper en llanto frente a él.
No responde.
Solo continúa observándome, inspeccionado todo mi cuerpo y rostro mientras sus ojos me recorren por completa.
—Yo no quería mentirte. —confieso.
Sus ojos se encuentran con los míos al escuchar mis últimas palabras y frunce el ceño esperando más respuestas de mi parte.
—Lo hice por miedo. —continuo mientras los latidos de mi corazón aumentan a cada segundo—. Tuve miedo de tu rechazo.
Deshace la posición en que se encuentra, se pone de pie y lo veo comenzar a caminar en mí dirección a pasos lentos, sin apartar la conexión de nuestras miradas.
—¿Rechazo?. —cuestiona—. Esas excusas son estúpidas.
Se detiene justo frente ami, dejando menos de un metro de distancia entre ambos.
—¿Por qué demonios creíste que te rechazaría por saber tu verdadero nombre?. —las expresiones de su rostro muestran enojo y confusión.
—No lo sé. —llevo mi mano derecha hasta mi pecho y puedo sentir los golpes del latir de mi corazón—. Tal vez porque tu madre se encargó de humillarme y Lucia, tu novia. —detengo mis palabras por largos segundos—. Disculpa, tu prometida, organizo una campaña de rechazo en mi contra con todos los estudiantes de la universidad.
—Escucha...
—No te acerques. —detengo sus palabras al mismo tiempo que intenta acercarse y no se lo permito—. Justo ese día que me atropellaste, recibí grandes acusaciones desde farsante, hasta que estaba confabulada con el enmascarado.
Acortó la poca distancia que nos separa, quedando pegada de su pecho y mis labios cerca de los suyos.
—¿Qué me aseguraba que no te sumarías a esa lista?. —susurro contra sus labios—. Tienes el mismo genio y malhumor de tu madre, al igual que el de Lucia.
—No me compares. —sostiene mi brazo derecho tomándome por sorpresa y ejerce fuerzas en él, tanto al punto que empieza a doler.
—Tienes razón. —me aparto de su agarre de mala gana, al igual que de su lado—. Eres mucho peor que ellas dos.
Me alejo de él, mientras una sonrisa falsa se forma en mis labios y en su rostro crece un gesto de desagrado.
—Me usaste. —señalo en su dirección con mi dedo índice y puedo ver cómo comienza a negar con la cabeza—. Desde un principio tuviste novia y no...
—Déjame explicarte. —detiene mis palabras.
—No quiero tus explicaciones, es bastante tarde para eso. —mis manos viajan a mi cabeza, la sonrisa desaparece de mis labios y siento como la rabia recorre por todo mi cuerpo—. ¡No solo me engañaste ami, también a ella!.
Puedo ver cómo se acerca hasta ami con rapidez.
—Alma, yo te a...
—¡Cierra la boca!. —me aparto y comienzo a caminar de espaldas, hasta el punto que mi cuerpo choca con la madera de la puerta!. —¡Engañaste a la mujer con la que tienes cuatro años de noviazgo!. ¡Si no tuviste compasión con ella, menos conmigo que me conociste hace poco tiempo!.
—¡Alma, solo escucha lo que tengo para decirte!. —su mandíbula se muestra apretada y muestra desesperación en su rostro—. ¡Joder!. ¡No tienes idea de lo que dices!.
Niego con la cabeza.
—Alma te sonará extraño en este momento. —se humedece los labios y su mirada azulada se une con el color avellana de la mía—. Yo te a...
—No te quiero escuchar. —interrumpo sus falsas explicaciones.
—Escucha por unos segundos, yo...
—¡No te quiero escuchar!. —le grito, al mismo tiempo que empiezan a correr lágrimas por mis mejillas—. ¡Eres el ser más despreciable que he podido conocer en mi vida!.
Las expresiones de su rostro cambian por completo y al igual que sus ojos, muestran un gesto de dolor por las palabras escuchadas.
—Miguel he tomado una decisión. —inhalo aire por la nariz y lo expulsó por la boca después de largos segundos, todo en un intento de tranquilizarme, para que las siguientes palabras se escuchen reales—. No quiero saber nada de ti.
Sus ojos se oscurecen, una de sus manos viaja hasta su rostro y pellizcan el puente de su nariz con la punta de sus dedos.
—¿Estás segura?. —regresa la mirada sobre mi rostro y nuestras miradas se vuelven a unir, puedo ver la tristeza en sus pupilas.
Debe estar fingiendo.
No puedo dar mi brazo a torcer.
—Estoy segura. —afirmo.
Aparta la mirada de mis ojos y lo veo bajar la cabeza para mirar hacia el suelo.
—Te puedes quedar para la investigación de Yina. —me giro de frente hacia la puerta y sostengo el pomo de la puerta—. Pero, después de encontrarla, no quiero volver a verte, jamás.
Pasan largos segundos que parecen eternos y no escucho ninguna respuesta de su parte.
Este tema queda cerrado.
Giro la manilla, abro la puerta y al mismo tiempo podemos ver como al abrirse, aparece Leonardo cayendo de bruces al suelo dentro de su apartamento.
—¿Leonardo, estabas pegado a la puerta escuchando nuestra conversación?. —le pregunto.
Se levanta del suelo, procede acomodarse la camisa y nos mira con rostro de vergüenza.
—No, no yo... yo no. —tartamudea.
—¡Entonces. ¿Qué hacías pegado de la puerta?!. —escucho la voz gruesa del hombre de ojos azules, detrás de mí.
—Yo... pues. —vemos como mira hacia la puerta, intentando encontrar una respuesta.
—¡¿Leonardo?!. —insiste Miguel.
—Estaba midiendo. —responde con lo primero que se le viene a la mente.
—¿Midiendo?. —le pregunto, mientras una sonrisa pequeña aparece en mi rostro.
—¿Midiendo para qué?. —interroga el hombre que se encuentra detrás de mí—. ¡Deja de mentir, estabas pegado a la puerta escuchando como vieja chismosa!.
—Para tu información el chisme ni siquiera me gusta. —se hace el ofendido—. Voy a mandar a pintar la puerta. ¿Algún problema?.
—¿Ah sí?. ¿De qué color?.—continúa Miguel y me imagino el gesto de burla que tiene en su rostro en estos momentos.
—Púrpura. —agrego solo por molestar.
—SÍ, púrpura. —afirma Leonardo con rostro de victoria, porque ha encontrado una buena justificación.
—¿Vas a pintar la puerta de tu apartamento de color púrpura?. —escucho a Miguel—. Amigo, juntarte con personas mentirosas te está mal influenciando.
Entendí su indirecta.
—Lleva años en compañía de un farsante y esas compañías sí que son peligrosas. —musito mientras cruzó mis brazos sobre mi pecho.
—Pensé que no me volverías hablar. —me dice.
—No hablé contigo, así que...
—¡¿Van a comenzar con las discusiones otra vez?!. —los gritos de Leonardo detienen mis palabras.
—No tienes que gritar. —le dice Miguel.
—¡Miguel, estoy en mi departamento!
—¿Acaso eso me importa?. —pregunta el hombre más descarado.
—No, amigo. Solo quería sonar rudo así como tú. —responde Leonardo con una sonrisa en sus labios.
Ruedo los ojos.
¿Acaso siempre se llevan así?.
—Tenemos asuntos más importantes que resolver. —empiezo hablar—. Debemos encontrar a Yina, tengo todo planeado y...
—Espera. —Leonardo detiene mis palabras—. Debemos esperar a los demás, ya están en camino para acá.
¿Los demás?.
—¿Leonardo, porque los llamaste?. —le pregunta su mejor amigo.
—Porque siempre hemos sido un equipo. —responde el castaño—. Además, muchos pueden más que solo tres.
—Leo en mis planes solo estábamos tú y yo. —llevo la mirada por encima de mi hombro, alcanzó ver a Miguel con las manos en sus caderas y su mirada sobre mí—. Podemos encontrarla los tres.
—Alma, ya están en camino. —regreso la mirada sobre Leonardo—. Unidos tenemos más fuerzas.
—¿Quiénes son?. —le pregunto.
—Milan, Pablo y Michelle. —lo dice mientras los enumera con sus dedos en cada mención—. Los cinco formamos el equipo de los imparables.
¿Los imparables?
—¿Te refieres a cinco porque Miguel y tú están en el equipo?.
Asiente.
—Eso fue cuando éramos niños. —escucho su voz, esa voz que no me cansaría jamás de escuchar—. Ahora somos adultos.
—El equipo de los imparables perdurará para siempre. —responde el castaño—. Hemos resuelto muchos misterios juntos.
—¿Leonardo, cuál misterio?. —pregunto.
—Encontramos el perro desaparecido de Pablo a las afueras de la ciudad. —me responde—. Salvamos la empresa, robamos dinero de la billetera de la Sra. Verónica para asistir al concierto de Beyoncé, atrapamos a...
—Un momento. —detengo sus palabras—. ¿Aque te refieres conque salvaron la empresa?. ¿Fueron a un concierto de Beyoncé?.
—Historias bastante largas, amiga. —contesta sonriente.
—Eres un idiota. ¿Lo sabías?. —agrega Miguel—. De esas cosas hacen muchísimos años atrás y...
—Amigo. —el castaño detiene sus palabras—. No importa lo que digas, ellos están en camino y unidos podremos encontrar a Yina.
—Espero que así sea. —determino.
—Mientras llegan iré a preparar la sala de juegos para reunirnos allí. —dice el dueño del apartamento, mientras comienza a caminar.
—Yo tomaré una ducha. —escucho a Miguel y me giro para encontrarme con su rostro—. Necesito quitarme esta ropa horrible que me compraste en la tienda del hospital.
—¡En los cajones encontrarás bóxer nuevos!. —le grita Leonardo mientras se pierde por uno de los pasillos.
Quedamos solos de nuevo y su mirada se conecta con la mía otra vez, sus ojos son tan hermosos que es inevitable no perderme en su mirada, pero he tomado una decisión definitiva y es la correcta.
Rompo nuestro contacto visual y miro hacia cualquier dirección que no esté él.
Mis ojos no lo ven, pero percibo como se marcha por el mismo pasillo que lo hizo su mejor amigo.
—Espero no arrepentirme de tomar está decisión. —murmuro para mi sola.
Me acercó hasta el grande sofá que se encuentra en el centro de este lugar, donde estaba Miguel sentado hace largos minutos acorralándome con su presencia. Aparto la mochila que se encuentra colgada a mi espalda, deslizándola por mis brazos hasta quedar con ella en mis manos. Tomo asiento y la posiciona sobre mis piernas.
Me pierdo en la comodidad del sofá, mientras hundo mi cuerpo en él, cierro mis ojos e intento no pensar en él, aunque eso es una misión imposible.
***
—¡Alma!. —una voz masculina grita mi nombre, obligándome a separar los párpados de manera rápida y ponerme de pie con agilidad, obteniendo que la mochila que se encontraba sobre mis piernas se caiga contra el suelo.
Leonardo.
—¡¿Leo, porque gritas?!. —lo miro confundida.
—Estabas dormida, Almita.
—¿Almita?. —frunzo el ceño.
—Abreviaste mi nombre, entonces yo hice lo mismo con el tuyo. —sonríe y me guiña con su ojo derecho—. Eso hacen los amigos.
Una sonrisa rápida aparece en mi boca, mientras levanto mi mochila del suelo.
—No estaba dormida.
—Claro que sí. —afirma Miguel Arango en el momento que aparece en nuestro campo de visión—. Puse la corona de mi polla sobre tus labios por largos minutos y no abriste los ojos.
—¿Qué?. —llevo mi mano derecha hasta mi boca de manera rápida.
—¿Acaso estabas tan profunda que no lo recuerdas?. —está mostrando su perfecta dentadura en una hermosa sonrisa y pequeñas gotas corren por su rostro, las cuales estilan de su pelo después de tomar una ducha.
—Oh quizás solo se hacía la dormida, para continuar disfrutando. —agrega Leonardo y ambos ríen a carcajadas.
Idiotas.
—Dime una cosa. ¿Te gustó?. —pregunta Miguel perdido entre las risas y mis ojos lo fulminan en una mirada de total desaprobación, mientras niego con mi cabeza—. Entonces. ¿Por qué te saboreas los labios?.
Las carcajadas de ambos aumentan, mientras yo con mucha vergüenza suelto mi labio inferior, el cual estaba saboreando y hasta el momento no me había dado cuenta.
¡Ostia!
Tierra trágame.
Se empieza a escuchar el sonido del timbre, una y otra vez de manera insistente, lo que significa que el resto del equipo los imparables acaban de llegar. Ambos detienen las risas y puedo ver cómo Leonardo se encamina en dirección hacia la puerta mientras grita. —¡Almita, cambia esa cara de susto!.
En tanto, Miguel rodea el sofá hasta quedar de pie a mi lado, muy cerca de mi oreja, tan cerca que puedo sentir su respiración en mi oído.
—Para que estés tranquila solo bromeaba, eso nunca paso. —se aparta de mí y mis ojos siguen todos sus pasos, toma asiento en el sofá, cruza sus piernas al igual que cuando estuvo sentado hace minutos atrás y regresa la mirada sobre mí—. ¿Y ahora porque tienes esa cara de tristeza?.
—¡Vete al carajo, Miguel!. —le grito.
Quería gritarle muchas cosas más, pero toda mi atención se la llevan quienes acaban de llegar. Milan hace su entrada sosteniéndose de sus muletas, detrás de él veo a Michelle y luego a Pablo, pero las cuencas de mis ojos amenazan con salirse al ver el cuarto y quinto integrante sorpresa.
Raúl y Samuel.
¿Quién los invito?.
—¿Leonardo, ellos qué hacen aquí?. —pregunta Miguel.
—Lo mismo me preguntó. —responde el castaño.
Percibo como Samuel tiene su mirada sobre mí, mientras hago el mayor de los esfuerzos para no mirar en su dirección y no terminar haciendo contacto visual con el hombre de pelo riso.
—Queremos ayudar en la búsqueda. —escucho la voz de Samuel.
—¡Mierda!. —exclama Miguel, al mismo tiempo que se pone de pie—. ¡Son unos inútiles!.
—¿Estoy fuera de esa lista verdad?. —pregunta Pablo y obtiene mi atención—. Tu hermano, fue quién leyó el mensaje en voz alta.
—¿Milan, leíste el mensaje en voz alta?. —pregunta Leonardo.
Esto no está nada bien.
—¿Quién más te escucho?. —mi interrogante sale sin analizarla y hasta el momento los recién llegados se percatan de que estoy aquí, a diferencia de Samuel, quién al parecer siempre tiene un radar junto con él, para encontrarme donde quiera que esté.
—¿Qué haces aquí?. —me pregunta Michelle y mis ojos viajan sobre ella. Está sorprendida y confundida a la vez.
—Ella tiene un plan para encontrar a Yina. —responde Leonardo.
—Primero que nada. —dice Miguel, mientras señala a los dos infiltrados—. Raúl y Samuel, largo.
—Ya están aquí, déjalos quedarse. —le responde su hermana.
—Estoy de acuerdo. —secunda Pablo—. Más personas equivale a más fuerza.
Por inercia, mis ojos viajan sobre el hombre de piel morena y para mi mala suerte nuestras miradas se encuentran, su mirada es distinta, muy diferente a cuando se hacía pasar por el enmascarado.
—Samuel puede quedarse. —hablo por segunda vez—. Raúl no.
—¿Samuel puede quedarse?. —escucho la pregunta de Miguel.
—Alma, yo...
—Raúl. —detengo sus palabras—. Me intimidabas haciéndote pasar por el enmascarado.
—¡¿Qué cosas dices?!. —exclama Milan.
—¡Debe ser una broma!. —grita Pablo.
—¡No, lo puedo creer!. —secunda Michelle.
Todo el apartamento se vuelve un caos, los que se encontraban sentados se pusieron de pie a la velocidad de un rayo y todo sucede tan rápido, que en un abrir y cerrar de ojos Miguel tiene a Raúl sujetado por el cuello de su camisa.
—¡Ahora mismo me vas a decir. ¿Qué sabes sobre el enmascarado?!. —le grita con todas sus fuerzas y lo agita como si fuese un muñeco.
Levanta su puño para golpearlo, pero es detenido a tiempo por Pablo y Leonardo, quienes sujetan a su mejor amigo y lo apartan del moreno antes de que le rompa todos los huesos.
—¡Quítenme sus manos de encima!. —protesta el musculoso de mirada azulada.
—Yo... Yo les prometo que solo jugaba. —contesta Raúl preso del miedo—. Miguel, no me hagas nada.
—¿Por qué hiciste eso, idiota?. —le pregunta Milan.
—Solo quería que... —su respiración se encuentra agitada—. Quería que Alma me ayudará con tu hermana, ella me gusta mucho. Alma, dile, vamos dile que estoy diciendo la verdad.
Todos posicionan sus miradas sobre mí a la espera de una respuesta, mientras Miguel continúa luchando por soltarse del agarre de sus amigos.
—Es cierto. —confirmo—. Raúl me mintió.
Raúl está que tiembla del miedo, veo a varios negar con la cabeza por lo que acaban de escuchar y puedo ver cómo Miguel logra soltarse del agarre de Pablo y Leonardo, obteniendo que el moreno caiga sobre sus rodillas en el suelo por si solo, cierre los ojos y junte sus manos en forma de súplica.
—¡Por favor, no me hagas nada!. —grita pidiendo clemencia y me llevo una gran impresión en el momento que empieza a llorar—. Te... Te lo ruego, no... No me hagas nada.
—Patético. —musita Milan mientras comienza a reír.
—Los hombres no lloran, pendejo. —agrega Pablo en tono de burla.
—¡Mírame!. —le grita Miguel en el momento que se posiciona frente a él y Raúl como niño obediente abre sus ojos—. Mantente alejado de mi hermana y de la mujer de ojos avellanas.
Michelle y Milan ponen su mirada sobre mí, ambos se encuentran desconcertados y muestran una expresión en su rostro de: ¿Qué está pasando aquí?.
—¡¿Entendido?!. —continúa gritando el hombre de voz gruesa, intimidando al que se encuentra de rodillas frente a sus pies, quién desea permanecer con todos sus huesos bien—. Se dice, si mi señor.
—Si mi... mi señor. —tartamudea Raúl.
—¡No te escucho!.
—Sí. ¡Si mi señor!. —logra gritar.
—Ahora quiero escuchar, mi señor eres el mejor. —pide Miguel, alimentando su ego y obteniendo que todos los presentes rían, menos yo.
Esto es demasiado.
—¡No te escucho!. —le grita en un tono tan alto, que vemos a moreno sobresaltarse.
—Mi señor, eres el mejor. —dice Raúl, acorralado en una total humillación.
—¡Más alto!. —continúa Miguel.
—¡Es suficiente!. —mi tono de voz llama la atención de todos y me aproximo hasta el moreno que se encuentra de rodillas.
Le extiendo mi mano, este no tarda en recibirla y procedo ayudarlo hasta que logra ponerse de pie.
—¿Podemos iniciar con la razón por la que estamos reunidos aquí?. —pregunto.
—¿Alma, podemos hablar un momento?. —escucho la pregunta de Samuel.
—¡No!. —responde Miguel en mi lugar.
—Le pregunté a ella. —le contesta Samuel, obteniendo que Miguel lleve la mirada sobre él con un gesto de desagrado y enojo.
—¡Y yo te respondí. ¿Tienes algún problema con eso?!.
—Samuel dile que no. —le dice Raúl, quién se encuentra a mi lado.
—No le tengo mie...
—¡Vamos todos hacia la sala de juegos!. —interviene Leonardo dejando a medias las palabras de Samuel—. El tiempo corre y debemos iniciar con la búsqueda.
Todos asiente y los veo comenzar a marcharse, mientras Miguel y Samuel continúan en un duelo de miradas sin moverse desde sus respectivos lugares.
—¿Alma nos vamos?. —me pregunta Leonardo mientras empieza a caminar.
—Pueden adelantarse —le respondo y llevo la mirada sobre Miguel—. Hablaré unos segundos con Samuel.
Una sonrisa falsa parece en los labios de Miguel, al mismo tiempo que niega con la cabeza, aparta la mirada de mí y lo veo encaminarse por la misma dirección que los demás.
—Amiga, es al fondo del pasillo a la izquierda, en la segunda puerta. —me dice Leonardo y termina de irse, dejándome sola con Samuel.
Mis ojos viajan sobre Samuel por primera vez... trae puesta una camisa de cuadros azul y blanca, debajo de ella un suéter en combinación con los cuadros blancos de su camisa y unos jeans rasgados. Su pelo está igual que siempre, peinado en risos perfectos.
—¿Alma en serio tuviste sexo con él?. —me pregunta y obtiene que aparte la mirada de él, no porque sienta vergüenza, sino por la razón de que no encuentro las palabras correctas para responderle. No le debo explicaciones.
—Samuel, tú y yo solo somos amigos.
—¿Amigos?. —me pregunta y regreso la mirada sobre él, sus cejas se encuentran alzadas—. Alma nos besamos y casi, casi tuvimos sexo en el teatro de la universidad.
—Eso es, casi tuvimos sexo, pero no pasó porque no era lo correcto.
—No, no paso porque Mia nos encontró. —responde en tono de desaprobación.
Paso ambas manos por mi rostro, desde ayer mi vida ha sido todo un caos. Primero fui abandonada en una playa bastante lejos de mi hogar, luego todo lo sucedido en la fiesta desde el inicio hasta que finalizó y para empeorar la situación, no dormí en todo el resto de la noche por la terrible pesadilla que tuve.
—Alma, llegue a pensar que entre nosotros había algo. —lo escucho decirme.
—Si tenemos algo Samuel. —lo miro directo a sus ojos verdes—. Tenemos una hermosa amistad.
—¿Amistad?. —las cuencas de sus ojos se abren como platos—. Alma, yo no quiero ser tu amigo.
—Samuel, no tengo más nada que ofrecerte. —aparto la mirada de sus ojos—. Lo siento mucho.
No responde, permanece en silencio por largos segundos.
—Samuel, yo no quiero que nuestra amistad termi...
Detengo mis palabras, en el momento que veo a Samuel marcharse por el mismo pasillo que todos los demás, sin responder absolutamente nada.
Quizás mantenerme alejada de él después de todo sea lo mejor.
***
Nos encontramos en la sala de juegos, es bastante espaciosa. Tiene una mesa grande de billar al extremo de la derecha, en el fondo podemos ver una pantalla plasma que cubre toda la pared, junto a una mesa llena de controles, videojuegos y hasta se aprecia un computador. A la izquierda, pegado a la pared se encuentra un tablero de dardos y en el centro del lugar puedo ver cómo todos están sentados frente a Leonardo y ami, mientras nosotros estamos de espaldas a un grande pizarrón blanco, de esos que ponen en las secundarias, preparatorias y universidades.
Todos están sorprendidos después de contarles el sueño que tuve, la razón por la cual ahora nos encontramos aquí.
—¿Supones que el enmascarado tiene a nuestra prima por un sueño?. —me pregunta Michelle.
Asiento.
—¿No has pensado que solo fue una pesadilla por lo vivido anoche en la fiesta?. —cuestiona Pablo.
—Tengo una curiosidad. —dice Milan y llevo la mirada sobre él—. ¿Cuál era mi disfraz en ese sueño?.
—¿Milan no prestas atención?. —interviene Leonardo—. Dijo que eras Chucky, el muñeco diabólico de la película de terror.
—¿Chucky?. —Milan sonríe con ironía—. Alma, solo fue un sueño, jamás me pondría ese tonto disfraz. No me identifica.
¿Ah, si?
—Tus padres eran los locos Addams.
—¿Los locos Addams?. —su rostro se llena de sorpresa—. Sí, estoy de acuerdo contigo, Alma. Es una revelación.
—¿Mi disfraz cuál era?. —pregunta Michelle.
—Eras...
—¡Ah la mierda con eso!. —grita la persona con más malhumor entre nosotros, deteniendo mis palabras—. ¡Tenemos un asunto más importante, Yina!.
—Hermano, estás enojado porque eras Drácula. —le responde Milan—. Llevabas el peor disfraz de la pesadilla.
—Es cierto. —lo apoya Michelle.
—¡¿Podemos iniciar oh no?!. —pregunta Miguel.
—De acuerdo. —hablo y obtengo la atención de todos en un total silencio—. Fue una pesadilla, no voy a contradecir eso, pero algo muy en el fondo de mi corazón me indica que esto es una revelación. No tiene nada de malo que por lo menos lo intentemos.
Observó el rostro de cada uno y se encuentran escuchando y analizando mis palabras.
—Si alguien no está de acuerdo conmigo, tiene tiempo de marcharse ahora, porque una vez que iniciemos la búsqueda no podremos dividirnos.
Nadie responde.
—Contaré hasta cinco, cuando el conteo termine empezaré la búsqueda con los que estén aquí. Uno, dos. —los miro con atención, para ver quién tiene las agallas de levantarse—. Tres, cuatro.
Hago una pausa de largos segundos.
—Cinco. —finalizo.
Nadie se ha ido, todos continúan en sus respectivos asientos.
Llevo la mirada sobre Leonardo quién se encuentra a mi lado, puedo ver cómo me sonríe y me dice: —Iniciamos.
Asiento y recibo el marcador que me entrega con sus manos.
—Después de tener la pesadilla no pude dormir. —empiezo hablar y regreso la mirada hacia delante—. El resto de la noche me la pasé ideando un plan para encontrarlos.
—¿Encontrarlo?. —pregunta Samuel.
—Si encontramos a Yina, también al enmascarado. —le respondo.
—¿Por qué estás tan segura de que el enmascarado la tiene?. —escucho las palabras de Pablo, miro en su dirección y se encuentra sentado a la izquierda de Miguel—. Puede ser que Yina se haya marchado sin avisar, porque quiere estar sola.
—Yina jamás haría algo así. —afirma Miguel.
—Vale, eso lo vamos a averiguar. —les respondo—. Como les dije, pase el resto de la noche ideando un plan.
—Te escuchamos, Alma. ¿Cuál es tu plan?. —me dice Michelle.
—Mi plan está divido en tres categorías. —me giro hacia el pizarrón, dándole la espalda a todos, menos a Leonardo que se encuentra de pie a mi lado—. Plan A.
Anoto en el extremo de la izquierda del pizarrón la letra mencionada, en su parte de arriba.
—En el plan A, vamos a descartar si Yina está secuestrada oh si solo se marchó por si sola. —escucho un silencio total—. Primero, debemos ir al club de Yina a...
—Me pasé toda la noche en el club esperando por ella. —Raúl detiene mis palabras—. Yina nunca apareció.
Me giro y mi mirada viaja sobre el moreno con lentes.
—Esta vez iremos a interrogar a los clientes de todas las áreas del club. —les explico—. Les preguntaremos cuando fue la última vez que la vieron, si la notaron extraña oh si escucharon algo sospechoso de casualidad. También, revisaremos las cámaras de seguridad para estar conscientes de cuando fue la última vez que estuvo allí.
—Excelente idea. —escucho a Leonardo.
Me regreso al pizarrón y escribo la primera parte del plan A.
—Luego, debemos ir al departamento de Yina y...
—Alma. —la vos de Raúl me interrumpe de nuevo, obligándome a girar para mirarlo otra vez—. Disculpa que te moleste, pero yo estuve en su departamento buscándola y no la encuentre.
—¿Le preguntaste al de la recepción sobre la última vez que la vio llegar y salir de su apartamento?. —le pregunto.
Niega.
—Eso es lo que vamos a hacer. —me giro hacia el pizarrón de nuevo y anotó—. Además, no sabemos si ella regresó después que fuiste.
—Ese es un buen punto. —escucho a Michelle.
—¿Por qué no vamos por el enmascarado?. —pregunta el hombre de mirada azulada, interviniendo con su pregunta—. Estoy seguro de que él la tiene.
Regreso la mirada hacia delante y nuestras miradas se unen con facilidad.
—¿Por qué suenas tan seguro?. —le cuestionó—. ¿Acaso sabes algo sobre Yina que no nos has contado?.
No responde, solo continúa observándome.
—Miguel, si tienes la certeza de que Yina no se marchó y está secuestrada, solo dilo.
Pasan largos segundos que parecen eternos, luego aparta la mirada de mis ojos y responde: —No, no se nada.
Él está muy extraño.
—Vale. —me regreso al pizarrón y continuo escribiendo—. También iremos a la mansión para...
—¿Qué haremos en mi casa?. —interviene Michelle con su pregunta.
De nuevo me veo obligada a regresar la mirada hacia delante y esta vez, enfocarla sobre la modelo de la familia Arango.
—Allí descubriremos la verdadera certeza, de si el enmascarado se la llevó oh no, después de agredir a Mia.
—¿Aque te refieres con eso?. —me pregunta Raúl.
—Les explicaré. —sostengo mi mochila, la cual había dejado sobre la pequeña mesa del costado, en el momento que llegue a la sala de juegos—. En esta mochila siempre llevo todo lo necesario, la pasta, mi móvil y otros asuntos privados muy importantes de nosotros las mujeres.
—¡Los tampones!. —grita Milan y empieza a reírse a carcajadas, pero sus risas se detienen con facilidad, al darse cuenta de que a nadie le causó gracia su chiste de mal gusto.
Olvidó su comentario.
—Nosotras las mujeres siempre llevamos con nosotras algo como esto. —sigo con la explicación—. En el caso de Yina, como es una mujer sofisticada debe utilizar un bolso bastante costoso, entonces iremos por ese bolso. Si Yina Brown se marchó por si sola de la fiesta, por nada del mundo se fue sin dinero y sin el móvil.
—Nos saliste bastante inteligente. —agrega Pablo.
—¿Cuándo iremos por el enmascarado?. —me pregunta Miguel.
¿Cuál es la insistencia?.
—Antes de continuar debo hacerles una pregunta. —respiro profundo encontrando las palabras correctas—. ¿Yina les comento algo extraño algunos de ustedes?.
—¿Extraño?. —pregunta Michelle.
—Si en algún momento les comento algo sobre si...
—¿Se marcharía?. —termina mis palabras la mujer de cabellera oscura.
Asiento.
—Ella no se marchó. —me responde—. Yina nunca dejaría el club, es el recuerdo más importante de su madre.
—Entonces, busquemos de una vez al enmascarado. —dice Leonardo.
—No, no tenemos una buena razón que nos indique que Yina no se marchó. —mis ojos viajan sobre Miguel, tiene la mirada perdida hacia la nada.
—Si el enmascarado tiene a Yina, puede matarla mientras perdemos el tiempo descartando si se marchó por si sola oh no. —agrega Raúl.
—Tienes razón. —secunda Milan.
—Si alguien sabe algo, hablé ahora y nos evitamos una tragedia. —Miguel levanta la cabeza en mi dirección, pero evade mi mirada.
¿Por qué está tan extraño?.
¿Yina le contó algo importante sobre su vida y no quiere decirnos?.
—¿Miguel, sabes algo oh...
—¿Cuál es el plan B?. —detiene mis palabras con su pregunta.
Quizás solo este siendo un poco paranoica y él no sabe nada. Miguel nunca pondría la vida de su prima en peligro por quedarse callado.
—En el plan B, después de descartar en el plan a que Yina no se marchó y el enmascarado la secuestro. —me regreso al pizarrón.
Escribo la letra b en grande en la parte de arriba del centro.
—Vamos a diseñar volantes. —comienzo con la explicación—. Volantes con el rostro de Yina y subiremos a internet información de que está desaparecida.
—Alma, siento interrumpirte de nuevo.
Raúl otra vez.
—Si vamos a subir al internet información de que Yina está desaparecida. —lo escucho mientras me giro y lo busco con la mirada—. No creo que sea necesario también regar volantes.
—Felicidades, Raúl. —interviene Milan.
—¿Felicidades porque?. —pregunta el moreno desconcertado, mientras se acomoda los lentes.
—Porque lo estrenaste. —responde Milan perdido entre las risas—. Acabas de estrenar ese cerebro. Todos verán la información en internet, no debemos perder el tiempo regando volantes.
—¿Milan, no te tomas nada en serio?. —mi pregunta logra que detenga sus risas.
—Sí, las cervezas. —agrega Leonardo y lo escucho reírse.
Llevo la mirada hacia mi amigo y borra la sonrisa de su rostro más rápida que una estrella fugaz.
¿Qué les pasa?.
—Escuchen. —pongo de lado esos comentarios absurdos—. Los volantes serán regados solo en los barrios de todo Madrid, las mayorías de esos habitantes tienen poco acceso al Internet.
Me regreso al pizarrón y sigo escribiendo la temática del plan B.
—Además. —continuo con la explicación—. Las mayorías de esos psicópatas se esconden en una pequeña guarida donde nadie se les ocurrirá buscarlos, por ejemplo en los lugares de pocos recursos, como es en los barrios.
—Eso nos tomará un día completo. —agrega Samuel.
—¿Cuál es el plan c?. —pregunta Miguel.
Llego el momento.
Abro la cerradura de mi mochila, lo primero que veo dentro de ella es el Rolex de diamantes incrustados con la correa roja, es de Miguel. Lo encontré tirado en el jardín delantero de la mansión, al parecer con lo hebreo que estaba lo perdió.
Lo tome para devolverlo, pero algo dentro de mí no quiere regresarlo, no porque tenga intensiones de robarlo, sino por la razón de que tiene su aroma impregnado y quiero tener un recuerdo de él ahora que lo nuestro termino.
Lo devolveré más adelante.
Apartó la mirada del reloj y me concentro en lo que permanece a su lado, entro la mano dentro de la mochila y extraigo el objeto.
—Este es el plan c. —lo muestro frente a todos.
—¡Ese es el móvil de mi hermana!. —exclama Michelle.
—¡¿Por qué lo tienes?!. ¡El comisario Rex nos interrogó por ese aparato!. —escucho las quejas de Milan.
—No entiendo nada. —agrega Pablo.
—Alma, esto solo nos genera una grande confusión y...
—¡Basta!. —Miguel detiene las palabras de su hermana Michelle—. ¡Dejen que ella les explique!.
—¿Tú sabías?. —le pregunta Milan—. ¿Sabías que robo el móvil de nuestra hermana?.
—¡No lo robe!. —me defiendo.
—¡Milan, cierra la boca!. —le ordena Miguel, justo cuando está por hacer otro comentario.
—Les prometo que no lo robe. Lo encontré en el jardín y juro que lo iba a devolver, pero. —hago una pausa de largos segundos, mientras todos permanecen en silencio con la mirada sobre mí—. Lo hice, porque en su pantalla mostraba mensajes de un número desconocido.
—¿Número desconocido? —interroga Raúl.
—¿Cuál mensaje?. —pregunta Miguel.
—Estoy justo detrás de ti —le respondo—. Eso decía el mensaje.
—Es obvio que ese mensaje era del enmascarado. —dice Michelle.
—Exacto. —apoyo su punto—. En el plan C, vamos a rastrear el número desconocido.
—Entonces, encontraremos a Yina. —dice Leonardo—. Y si damos con Yina, encontramos al...
—Enmascarado. —termino su oración.
—¿Por qué debemos hacer el plan C de último?. —pregunta Miguel.
—¿Tienes un mejor plan?. —le respondo.
—Alma tus ideas son geniales, pero se me acaba de ocurrir una pequeña idea. —me dice Pablo.
—Te escucho. —posiciono la mirada sobre él.
—El cuñado, del primo hermano, del vecino de mi tío, pude rastrear cualquier número gracias a los aparatos profesionales que tiene en su casa.
—¿Quién?. —le pregunta Milan.
—El cuñado, del primo hermano, del vecino de mi...
—¡Sí, ya entendimos!. —lo interrumpe Miguel.
—¿Pablo, ese sujeto es de fiar?. —le pregunta Leonardo.
—Claro que sí. —responde con seguridad mientras se pone de pie, me quita el marcador de las manos y se acerca al pizarrón—. Solo tenemos dos pequeños problemas.
—Nada en esta vida es fácil. —comenta Samuel.
—¿Cuál son esos pequeños problemas?. —cuestiona Michelle?.
—Vive a 11 horas de distancia lejos de aquí. —responde—. Y tarda de 7 a 8 horas en rastrear el número.
Todos empiezan a quejarse.
—¡Eso es demasiado!. —grita Miguel.
—¡¿Siete a ocho horas?!. —exclama Leonardo—. ¡¿Por qué tarda tanto?!.
—¡¿Qué pensabas, que trabajaba para la CIA?!. —le responde Pablo—. El hombre trabaja desde su respectivo hogar.
—¿Por qué no le llevamos el móvil al comisario Rex y que él se encargue de todo?. —pregunta Samuel.
—El viejo decrépito no puede, hasta que no pasen 48 horas de su desaparición. —le responde el hombre de mirada azulada de mala gana.
—¿Cuántas horas lleva Yina desaparecida?. —pregunta Pablo.
—Son las 1:30 PM. —responde Michelle con la mirada fija en la pantalla de su móvil.
—Yina lleva casi 15 horas desaparecida. —secunda Leonardo.
—¡Mierda, el tiempo corre!. —exclama Miguel.
—Propongo que empecemos por el plan C. —dice Pablo.
—Mala idea. —responde Samuel—. Eso nos tomaría todo el día, empezaríamos con el plan A en el día en mañana.
—¿Qué tal si iniciamos el plan A y C juntos?. —propongo.
—¿Cómo sería eso?. —me pregunta Raúl.
—Solo debemos dividirnos. —les explico—. Tú Raúl puedes ir con Michelle al club, mientas Samuel y Milan se dirigen al apartamento de Yina.
Le quitó el marcador a Pablo de las manos y me acercó al pizarrón para escribir.
—Miguel, Leonardo y yo nos vamos a la mansión, mientras Pablo viaja hacia...
—¡Yo no!. —detiene Pablo mis palabras—. ¡No me gusta viajar lejos y menos solo!
—Leonardo, te toca acompañarlo. —le ordeno.
—¡¿Por qué yo?!. —se queja el castaño—. ¡No me tocará la parte más aburrida de la misión, viajar por largas horas en una carretera solitaria!.
—¿Aburrida?. —no lo puedo creer—. Esto no es un juego.
—No viajaré con Pablo. —afirma Leonardo.
—Y yo no viajaré solo. —secunda Pablo.
No los soporto.
—Vale, no vayan ninguno de los dos. —escucho la vos de Miguel y me veo obligada a mirar en su dirección. Es inevitable no mirarlo—. Conozco una persona que puede ir sin tener que protestar como nena.
Todos permanecemos en silencio.
—Luis puede hacerlo. —finaliza.
—¿Estás loco?. —lo cuestiona su hermana—. ¿Quieres que nuestra madre lo despedida por desaparecer tantas horas?. Luis necesita el trabajo.
—Me encargaré de que eso no suceda. —afirma Miguel.
—Miguel. —obtengo su hermosa mirada sobre mí—. Pienso que no deberíamos integrar más personas en esta investigación.
—Conozco a Luis, es un buen hombre. Confía en mí. —me habla y siento como me pierdo en su mirada.
—Vale, entonces haré equipo con Raúl y Michelle. —la voz de Pablo, logra que aparte la mirada del hombre de ojos azules—. Iré con ellos al club.
—Buena idea. —lo apoyo—. Debemos irnos, ya.
—Nos estamos olvidando de algo. —dice Michelle—. Tenemos que pasar por el hospital para despistar, se encontrarán extraño que hemos desaparecido juntos todo el día.
—Tienes razón, debemos ir por turnos. —agrega Leonardo—. Cuando un equipo realice la visita en el hospital, debe avisarlo en el chat del grupo, para que asi vayan cualquiera de los otros dos equipos.
—Buena idea. —dice Samuel.
—Escuchen, debemos reunirnos todos en la noche aquí. —comienza hablar Miguel—. Nos pondremos al tanto de las investigaciones de cada equipo y así podremos continuar con el plan B.
—Digitamos los volantes en todo el resto de la noche, para tenerlos listos para mañana a primera hora. —secunda Michelle.
—¡Vale, manos a la obra!. —grita Milan.
—¡Qué vivan los imparables!. —exclama Leonardo.
***
Llegamos a la sala de juegos donde estábamos hace largas horas atrás, cansados, sudados, con hambre y en mi caso, con un fuerte dolor de cabeza. Todos toman asientos en el mismo lugar donde se encontraban, mientras yo me acuesto en el suelo rústico y Leonardo hace lo mismo a mi lado. Siento como el frío abraza mi cuerpo y la rudeza del material maltrata mi espalda, pero es mucho mejor que estar parada.
—Llamaré a Luis. —habla Miguel y se escucha bastante cansado—. ¿Milan me prestas tu móvil?.
—Tengo mucha hambre. —dice Milan.
—Voy a pedir una pizza, extra familiar, con doble queso. —agrega Leonardo.
—Eso suena bien. —le responde Samuel.
—Ofrece propina, así la traen súper calentita. —es la opinión de Raúl.
—¿Qué hora es?. —pregunto y siento el paladar de mi boca seco, de tantas horas sin comer.
—Son las 12:00 am. —contesta Pablo.
—¿Cuántas horas lleva Yina?. —pregunta Michelle.
—25 horas desaparecida. —respondemos todos al mismo tiempo.
Nota de la autora
¿Qué les pareció este capítulo?.
Se siente la tensión. ¿Verdad que sí?.
¿Qué sucederá con Yina?
¿Lograrán los imparables encontrarla a tiempo?
Voten, dejen sus lindos comentarios y esperen el próximo capítulo.
DCLEBRON.
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