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Capitulo 21 .. No es una pesadilla.

Mia Arango

Siento miedo, mucho miedo justo en este momento. En realidad no soy una persona de sentir temor, pero después de que casi muero quemada viva le tengo pavor a la muerte.

Él está aquí, no tengo idea de quién es, ni porque quiere hacerme tanto daño, tampoco comprendo como ha podido entrar a la mansión con facilidad. Ha llegado hasta mi habitación, interrumpió mi sueño y ahora masajea mi sexo como si fuese mi dueño.

Mis ojos se llenan de lágrimas y las contengo, hago el máximo esfuerzo de no permitir que salgan porque para el enmascarado que tengo al lado sigo dormida. Siento unos deseos inmensos de gritar, de pedir ayuda, toda mi familia está en la mansión y por la hora que es deben estar dormidos, necesito la ayuda de mi padre o de Miguel aquí y ahora... No quiero morir.

El latir de mi corazón está a toda velocidad, me preocupa porque es la primera vez que se mueve tan rápido. Él sigue en lo suyo, moviendo sus dedos en forma circular en mi sexo, es la primera vez que alguien me toca de esta manera, porque nunca he tenido un novio, siempre quise experimentar lo que se siente una masturbación, pero jamás llegue a pensar que la primera vez me causaría repudio, porque el enmascarado solo me genera asco.

De manera brusca introduce dos dedos en mi interior, causándome dolor, pero no le demuestro nada, me quedo tranquila, porque no puede darse cuenta de que estoy despierta. Comienza a mover sus dedos en mi interior de forma rápida, aprieto mis labios para contener una queja de dolor. Sigue penetrándome con sus dedos y al mismo tiempo lo escucho gruñir como si lo estuviera disfrutando.

¡Maldito pedófilo!...

Continúa moviendo sus dedos de forma violenta, de repente me siento aliviada cuando los retira por completo de mi interior, pero un chillido de dolor se escapa de mi boca, logrando ponerlo alerta de que estoy despierta, en el momento que acaba de introducir tres dedos de nuevo en mi sexo.

Aprieto mis piernas de manera rápida logrando que vuelva a sacar los dedos de mi sexo, me siento en la cama intentando levantarme a toda velocidad, pero es en vano porque mi cuerpo vuelve a quedar acostado cuando siento su puño impactar en mi rostro.

—¡Eres un cobarde!. ¡Un..!

Mis gritos se detienen cuando de nuevo su puño impacta en mi mejilla, pero está vez más fuerte.

Las lágrimas no las puedo contener, ellas salen solas, rompo en llanto porque es lo único que sé hacer, no me sé defender. Soy toda una inútil y este... Este puede ser mi final.

Se acerca acortando nuestro espacio y lleva sus manos hasta mi cabeza, sostiene mi pelo y ejerce mucha fuerza en él, sin importar lastimarme. Me obliga a mirarlo a los ojos, no puedo descifrar de cuál color los tiene por la oscuridad de la habitación, las luces están apagadas, solo entra la luz de la luna a través de la ventana.

Acerca su rostro más al mío y aunque lleva puesto el pasamontañas, el cual cubre su boca y nariz, puedo sentir su respiración. Está calmado, muy calmado como si él no fuese un maniático, mientras yo estoy casi muerta del miedo. Llevo mis manos hasta su rostro para intentar quitarle el pasamontañas, pero no me lo permite.

—¿Qui.. Quién... Quién eres?. —mis labios tiemblan y las lágrimas no paran de salir.

No responde.

Aparta las manos de mi pelo y lleva solo la izquierda hasta mi rostro, desliza sus nudillos en mi mejilla con suavidad y lentitud, justo donde me pegó dos veces. Acabo de darme cuenta de algo, solamente trae guantes en una sola mano, en la izquierda, el cual es en color negro, al igual que el pasamontañas que cubre su rostro y la ropa que trae puesta.

Su tacto envía una ráfaga de escalofríos por todo mi cuerpo, pero es de miedo, del pavor que causa.

—Res... Responde la... La pregunta que te... Te hice. —quisiera poder hablar normal, pero no puedo apenas salen las palabras.

No responde nada. Continúa acariciando mi mejilla con sus nudillos y observándome con atención.

—¿Tienes mie... Miedo?. ¿Verdad?. Por eso, no... No hablas. Porque sientes... Sientes miedo de que descubra quién eres.

Silencio total de su parte.

Me desespera su silencio, intento quitarle el pasamontañas otra vez, pero no permite que acerque mis manos hasta su rostro. No me gusta que me toque, menos que me mire como lo está haciendo... Y por impulso, porque lo detesto. Escupo su rostro, mojando con mi saliva parte del pasamontañas y de sus ojos.

No debí hacer eso...

Puedo ver cómo lleva hasta sus ojos la mano que no tiene guantes, la pasa por ellos quitando el residuo de mi escupitajo.

Estoy segura de que lo acabo de enfurecer. Lo mejor sería pedir ayuda.

—¡Auxilio!. —grito con todas mis fuerzas—. ¡Ayu...

Mis gritos se detienen en el momento que pone una de sus manos sobre mi boca para que no continúe, mientras que con la otra me toma del pelo, causándome dolor de cabeza por la fuerza que está ejerciendo.

Me levanta de la cama con brusquedad, cayendo mi cuerpo contra el suelo, intento poner resistencia, pero es en vano, él es mucho más fuerte que yo. Sin delicadeza me arrastra hacia la puerta, se las arregla para abrirla soltando mi pelo solo por unos segundos.

Las lágrimas no se detienen, sigo llorando como una niña pequeña, no tengo forma de como ganar está batalla contra él. Cuánto quisiera que Alma Velasco estuviera aquí.

Camina arrastrando mi cuerpo por todo el largo pasillo, haciéndome recordar que justo así lo hizo aquella vez en la universidad. Mis ojos pueden ver las puertas de las habitaciones a medida que vamos avanzando, la de mis padres y la de mis hermanos. Unos deseos inmensos de gritarles ayuda, pero no puedo porque su mano está sobre mi boca y no me permite ni siquiera moverla.

Este sí que es mi final, es media noche, todos en esta mansión están dormidos, en definitiva nadie me ayudara.

Siento un dolor en mis piernas, trasero y espalda porque en estos momentos mi cuerpo es arrastrado por las largas escaleras principales de la mansión.

¡El maldito me está secuestrando!.

Él no tiene piedad, su propósito es terminar con mi existencia. ¿Por qué no me mata de una buena vez?.

Llegamos al primer nivel, puedo ver toda el área y como lo supuse no hay nadie, todo están dormidos. Levanta mi cuerpo del suelo y pega mi espalda contra su pecho, se acerca hasta mi oído logrando que escuche su respiración, solo su respiración porque al parecer el maldito nació sin lengua. Se restriega contra mi trasero obligándome a sentir su erección, la cual está muy dura.

¡Qué asco!. —quisiera gritarle, pero no puedo porque no ha quitado su mano de mi boca y siento un dolor inmenso de cabeza porque aún está jalando mi pelo.

Mi corazón da un vuelco, está vez de felicidad, porque mis ojos viajan al hombre que justo acaba de llegar, el cual trae una maleta junto a él. Su rostro es de cansancio por el largo viaje que tuvo, pero más de impresión por lo que está viendo. Puedo ver como aprieta los puños de sus manos, toma una bocanada de aire como él sabe hacerlo en esos momentos que necesita paciencia. Lo conozco a la perfección y con el genio que tiene mi hermanito, estoy segura de que está furioso.

—¡Suelta mi hermana hijo de puta!. —grita al mismo tiempo que da grandes zancadas en dirección a nosotros, pero el enmascarado es más rápido, porque antes de mi hermano atraparlo, empuja mi cuerpo con fuerzas logrando que caiga justo en los brazos de Miguel.

Cómo cobarde que es sale huyendo, pero no por la puerta principal, sino por el pasillo que va en dirección al grande jardín, donde está la piscina.

—¿Estás bien?. —me pregunta Miguel.

Asiento apenas sin dejar de mirar por la dirección que se fue.

—Ya regreso. —me dice, pero no se va por el camino donde se fue el sicópata, sino en dirección al despacho de nuestros padres.

¿Para qué va hacia al despacho?. ¿Por qué no llama la policía para que vengan por él antes de que escape?.

Una idea aborda mis pensamientos, dándome la respuesta de porque Miguel no siguió a ese pedófilo y se fue hasta el despacho de nuestros padres.

¡Joder!... ¡Fue por el arma!.

Mis ojos ven como Miguel regresa confirmando lo que supuse, pero no confirmándolo del todo, porque no viene con la pistola de nuestro padre, sino con una escopeta, la cual no tenía la menor idea de que estaba en esta casa.

Me paro justo frente a él, deteniéndolo, evitándole el paso.

—¡Miguel dete... Detente!. —aún sigo con miedo, en realidad ahora estoy con mucho más temor que hace unos minutos, porque no quiero que mi hermano se ensucie las manos con semejante basura.

—¡Apartarte de mi camino!. —sus gritos retumban en mis oídos, está furioso, puedo ver cómo su pecho sube y baja rapidez.

No puedo permitir que vaya por él, lo matará.

—¡Quítate de mi camino! —me empuja con brusquedad.

Por poco me voy hasta el suelo.

—¡Cómo me llamo Miguel Arango ese hijo de puta se muere hoy!. —soba la escopeta y corre en la misma dirección que se marchó el enmascarado.

¡Lo matará!.

Tengo que evitar que mi hermano cometa una locura. Ese infeliz se merece todo lo peor, pero no quiero que Miguel termine en la cárcel por alguien como él. Lo mejor sería buscar a mi padre para que lo detenga.

No lo pienso más. Corro subiendo las escaleras principales, por donde mismo ese desgraciado arrastró mi cuerpo hace unos minutos. No demoró nada en llegar al segundo nivel, me encamino por el largo pasillo y sin perder tiempo busco la habitación de mis padres, con rapidez entro sin tocar la puerta, encontrándome con el dormitorio en una total oscuridad, me acercó hasta la lámpara como puedo, la cual se encuentra a un costado cerca de la entrada, la enciendo... Y ahora sí puedo verlos a ambos, están dormidos muy profundos debajo de las sábanas.

—¡Pa... Padre!. —me acercó hasta la cama, sentándome en el borde de ella y con mis manos sobre su pecho, agitó su cuerpo—. ¡Despierta... Papá!.

Puedo ver cómo abre los ojos y vuelve a cerrarlos, apretándolos, sintiéndose incómodo por sentir la luz en ellos.

—¡Papá ti... Tienes que despertar!. —sigo agitando su cuerpo. Hasta que abre los ojos por completo, se sienta sobre la cama pasándose la mano por el rostro para despertar del todo.

Esto es algo extraño para él, es la primera vez que interrumpo su sueño a estas horas de la madrugada.

Puedo ver cómo mi madre se despierta también, entra una de sus manos debajo de su almohada y saca el móvil. Enciende la pantalla y la mira durante unos largos segundos, mientras mi padre me observa, puede ver lo agitada que estoy y su rostro se llena de preocupación.

—¿Mi princesa que sucede?. —lleva una de sus manos hasta mis mejillas y su rostro se nota preocupado al ver que estoy llorando—. ¿Por qué lloras?.

—¿Mia dónde están tus modales?. —habla mi madre en un tono molesto—. ¿Cómo se te ocurre venir hacer escándalos mientras dormimos?. ¿Tienes idea de qué hora es?. Son las 5:00 de la madrugada.

¿Cómo se atreve hablarme así?. Ni siquiera vine a despertarla a ella.

Olvidó sus comentarios y me concentro en hablar con mi padre, debo hacerlo lo más rápido posible, antes de que Miguel cometa una locura.

—Padre. —las lágrimas no se han detenido, soy un mar en llantos—. Él... El es... Estu...

—Princesa. —detiene mis palabras y esta vez sostiene mis manos—. Estás agitada, no te entiendo nada. Debes respirar profundo, vamos inhala.

Obedezco. Tomo una bocanada de aire...

—Ahora exhala. —continúa y yo suelto el aire que tenía retenido.

—Otra vez princesa. Inhala.

Sigo su mandato, inhalando una grande cantidad de aire por la nariz.

—Muy bien princesa, ahora exhala. —hago lo que me dice, suelto el aire que retenía por la boca, sintiéndome más calmada y con la respiración menos agitada.

—¡¿Me dejarán dormir o no?!. —se queja mi madre otra vez, pero ahora toma las sábanas y se cubre completa, de pies a cabeza.

—No le pongas asunto. —susurra mi padre—. Ahora sí dime. ¿Qué sucede?.

—Él vino por mi papá, se metió hasta mi habitación y...

—¿Quién hija?. ¿Quién estuvo aquí?. —me interrumpe con sus preguntas.

—El enmascarado papá. El mismo que atento contra mí en la universidad. —sus ojos se abren como platos y mi madre se sienta sobre la cama como rayo con rostro de preocupación por mi confección—. Me intento secuestrar, pero Mi... Miguel llegó a tiempo, ahora está detrás de él con una escopeta y...

—¡¿Qué cosas dices?!. —grita mi padre al mismo tiempo que suelta el agarre de mis manos y se levanta de la cama.

—¡¿Por qué no dijiste de una vez lo que está pasando?!. —me regaña mi madre enojada, levantándose de la cama también.

—Yo... Yo intenté de... Decir...

Mis palabras son interrumpidas, pero esta vez no es por mis padres o por mis nervios, sino por el sonido de un disparo.

—¡Lo mato!. —exclamo y puedo ver cómo mis padres corren hacia fuera de la habitación.

Yo no los sigo, me quedo inmóvil, sin poder mover las piernas, helada en el momento. ¡Esto es mi maldita culpa!. Él vino por mí, pero ahora mi hermano pagará por su muerte. Las lágrimas no se detienen, pero ahora son de dolor porque Jamás me perdonaré que mi hermano Miguel vaya a la cárcel.

—¡¿Mia escuchaste el fuerte disparo?!. —son las palabras de Michelle que aparece en mi campo de visión, bajo el umbral de la puerta.

—¡¿Qué demonios está pasando?!. ¿Se nos metieron los ladrones?!. —exclama Milan quien se posa al lado de Michelle con unas fachas... Está despeinado, en su rostro se le nota que estaba dormido muy profundo y está solo en bóxer.

—¿Milan porque estás solo en bóxer?. No puedes pasearte en bolas por toda la mansión —le regaña Michelle.

—¡Ese es el problema de esta familia!. ¡Nos están asaltando y tú estás pendiente a mis bolas!.

—¡Ya quisieras que yo..!

—¡Ya basta!. —detengo la discusión de mis hermanos—. ¡Miguel lo mato... Le disparó!.

Ambos me miran desconcertados, sin entender lo que está pasando.

Otro disparo resuena en la mansión...

—¡Joder!. —grita Michelle.

—¡Puta madre!. —exclama Milan y puedo ver cómo los dos se marchan corriendo.

Esta vez no me quedo como boba sin moverme, corro en su misma dirección, detrás de ellos. Los alcanzó y bajamos juntos las escaleras principales a toda velocidad. Llegamos al primer nivel, al área principal, donde Miguel me encontró justo antes de que ese maldito me secuestra. Podemos ver como nuestra madre está cruzadas de brazos y camina de un lado para otro.

—¡¿Madre que ha pasado?!. —le pregunta Michelle angustiada por saber.

—¡Madre te advertí sobre la vigilancia y nadie me puso el más mínimo asunto!. ¡Nos han venido a robar en nuestras narices!. —son los reclamos de Milan.

—¡Lo mato!. ¡Estoy segura de que Miguel lo mato por mi culpa!. —me siento de lo peor.

—¡¿Nuestro hermano es un asesino?!. ¡¿Madre porque no llamaron a la policía?!. ¡Ahora Miguel irá a la cárcel!. —Michelle continúa abordando nuestra madre con preguntas, mientras ella no para de caminar de un lado para otro.

—¡Sí, estuvo muy bien que Miguel asesinara a ese ladrón!. ¡Pero si lo mismo hubiera hecho yo!. ¡No le dispararía solo dos veces, sino que lo dejaría como un colador!. ¡Por algo soy Milan Arango más valiente que Miguel. Él... Él no me llega ni a los talones!.

—¡Lo mato!. ¡Se ensució las manos por mí!. —cada segundo que pasa me siento más culpable.

—¡Deberíamos llamar al médico legista para que recoja el cuerpo!. —propone Michelle con voz de desesperación.

—¡Oh mejor hermanita digamos los cuerpos!. ¡Estoy seguro de que varios ladrones!.

—¡Ya basta!. —exclama mi madre con voz de autoridad al mismo tiempo que se detiene de caminar—.¡Joder!... ¡Me tienen cansada con sus gritos!

—Familia. —es la voz de mi padre, quien acaba de llegar, viene desde la misma dirección por donde se escapó el enmascarado y Miguel lo siguió.

—¡Padre!. —me acercó hasta él y lo estrecho con un abrazo, pongo mi cabeza sobre su pecho, mientras sigo en llantos—. ¡Miguel lo mato!. ¡Lo mato por mi culpa papá!. ¡Por mi culpa!.

—¡¿Padre cuantos ladrones eran?!. —escucho los gritos de Milan a mis espaldas, mientras abrazo a mi padre—. ¡¿Miguel los mató a todos?!. Porque yo no tengo problemas en ir a ayudar.

—Milan escucha...

—¿Sr. Octavio Qué está pasando?. —es la voz de Lola que detiene las palabras de mi padre—. Escuche dos disparos, no quería salir de la habitación porque sentí mucho miedo, pero luego escuché los gritos de los niños y por eso me decidí en venir. Espero que no les moleste mi atrevimiento.

—¡Si nos molesta!. —le responde mi madre con gritos—. ¡Esto es algo familiar, usted es solo una simple trabajadora aquí!.

Abrazo con más fuerzas a mi padre, siento sus fuertes brazos apretarme y eso me hace sentir más calmada.

—¡También le recuerdo que no son niños!. —continúa mi madre gritándole a Lola—. Son mis hijos y ya son adultos.

—Lo siento señora yo no quería molestar.

—¡Pero lo estás haciendo!. ¡Largo a su habitación!.

—¡Madre a Lola no le vas a hablar así y menos delante de mí!. —ahora es Michelle quien grita.

—¡Le hablo como me da la gana!.

—¡Silencio!. —exclama mi padre, al mismo tiempo que me aparta de sus brazos, logrando que todo el lugar quede en silencio—. ¡¿Por qué siempre que están todos reunidos arman una discusión?!.

Nadie responde.

—¡Estamos pasando por un mal momento! ¡¿Es que no se han dado cuenta?!. —continúa—. Lola disculpa a mi esposa, también formas parte de esta familia y estás en todo tu derecho de saber lo que sucede aquí.

—Sr. Octavio ustedes para mí también son mi familia, pero. ¿Qué es lo que ha pasado?!.

—Pa... Padre dime la verdad. ¿Miguel lo mato?. ¿Verdad?. —mi voz está más calmada y logró que mi padre enfoque su mirada en mí.

—¡¿Lo mato si o no?!. ¡¿Tengo que ir yo acabar con ese ladrón?!. —continúa Milan con sus gritos, haciendo que mi padre aparte la mirada de mí y la pose en él.

—¡Milan deja el escándalo, aquí nadie se ha metido a robarnos!. ¡Es el mismo acosador que intento matar a tu hermana en la universidad!.

—¡¿Qué?!. ¡¿Hermana estás bien?!. —me pregunta Michelle con rostro de preocupación.

—¿Mi niña te hizo algo?. Por favor dime qué no te hizo ningún daño. —las palabras de Lola son acompañadas por un abrazo fuerte—. Tranquila mi niña que todo estará bien.

—¡Ese hijo de puta!. —Milan no se contiene ahora está más enojado—. ¡¿Lo mato si o no?!.

—Aquí nadie ha matado a nadie.

La respuesta de mi padre, me hace apartar de Lola de forma rápida y volver acercarme hasta él. Tomo sus manos y las sostengo, en tanto el verde de sus ojos se encuentra con el verde de los míos.

—¿Padre Miguel lo mato?.

—No mi niña. —sus palabras alivian mis pensamientos y reducen el latir de mi corazón.

—¡¿Cómo que no lo mato?!. ¡Miguel es un pendejo!. —grita Milan.

—El acosador se escapó. —explica mi padre, sin romper el agarre de nuestras manos— Fue más ágil que Miguel y logró escaparse por la parte trasera del jardín que sale justo a la carretera.

Me siento mucho más tranquila con saber que Miguel no se ensució sus manos matando ese desgraciado, no vale la pena que mi hermano pase muchos años en la cárcel pagando por la muerte de alguien que no vale la nada.

—¿Entonces porque los disparos?. —pregunta mi madre.

—Miguel está enfurecido. Los disparos fueron al aire, estaba descargando un poco de su rabia. —responde mi padre.

—Iré a buscarlo. —suelto el agarre de sus manos.

—No mi niña. Intente traerlo, pero cuando Miguel está así es mejor dejarlo solo. Ahora todos iremos a la cama a intentar descansar el poco tiempo que falta por amanecer.

—Padre no puede quedarse en el jardín solo. —si ese maldito sicópata regresa puede hacerle daño.

—Es cierto papá. Además, yo no pegaría un ojo después de lo que ha sucedido. Mia yo te acompañaré a buscarlo. —son palabras de apoyo de Michelle.

—¡No lo voy a volver a repetir!. —grita mi padre exasperado—. ¡Mañana hablaremos de lo sucedido!. Pero por ahora. ¡Todos a la cama!.

—¡Padre dame la oportunidad de ir a buscar ese maldito que no deja en paz a mi hermana!. —Milan sigue enfurecido—. ¡Préstame tu arma, te prometo que únicamente usaré dos balas!. ¡Serán dos disparos en el centro de la cabeza!.

—¡Ni de coñas!. —le grita mi padre, al mismo tiempo se acerca hasta él y lo toma del mentón—. ¡¿Qué parte no entendiste de que todos nos iremos a dormir?!. ¡Cuidadito con lo que haces porque me tienes cansado de tu comportamiento!.

—Yo nada más quería ayudar. —se suelta de su agarre—. Me iré a dormir cuando me salga de los guevos, mientras tanto iré por un trago a la licorería.

Los vemos marcharse por el camino que va a la licorería.

—¡Milan regresa aquí!. —grita papá.

—Octavio déjalo. —le dice mi madre—. Mejor vamos a la cama.

—¿Michelle te acostarías conmigo?. —le pregunto.

—Claro hermanita. —me responde con entusiasmo—. ¿Qué te parece si nos acostamos en la habitación de Miguel?. Así esperamos hasta que regrese.

—Me parece buena idea.

—¿Mis niñas si desean les preparo un te para los nervios?. Para que así puedan conciliar el sueño. —Nos pregunta Lola.

La adoro... Lola es todo un amor.

—Lola no hace falta. —responde mi madre—. Mis hijas se irán a dormir y no necesitan té. Así que márchate a tu dormitorio de una vez por todas.

—Si mi señora, otra vez le ofrezco mis disculpas. —responde Lola—. Mis niñas que tengan una hermosa noche.

—Lola yo sí...

—Buenas noches. —la voz de Luis detiene mis palabras—. ¿Está todo bien?. Escuche varios disparos, no quería molestarlos, porque sé muy bien que no debo estar a estas horas por esta área, lo siento, pero no me pude contener, tuve que venir hasta aquí para ver que sucede. 

Lola nota la cara de desagrado que ponen mis padres, en realidad todos nos damos cuenta, hasta el mismo Luis.

Después que Luis me besó nada es igual con él, sigue siendo el chófer de esta mansión gracias ami.

—Joven Luis ya todo está calmado, justo ahora nos íbamos a la cama. —le responde Lola—. Mejor vamos a marcharnos a nuestros dormitorios.

No responde.

Ni siquiera mis padres dicen nada. Él se queda parado en el lugar que está, inmóvil sin moverse. Puedo sentir su mirada sobre mí y no me contengo. Lo observó... Trae puesta una pijama en color azul y descalzo. De repente mis ojos y los suyos se conectan, es algo incómodo porque sé muy bien lo que él siente por mí, le gustó, me lo dejó muy claro el día que me beso sin mi consentimiento, pero él es mi amigo, así lo veo como mi mejor amigo. Entre nosotros no puede haber nada.

—¡Vamos todos a la cama, ya!. —la orden de mi padre logra que aparte la mirada de sus ojos.

Puedo ver como se dirige a subir las escaleras y mi madre camina detrás de él.

—Michelle vamos a la cama. —asiente y la tomo de la mano. Caminamos hacia las escaleras detrás de nuestros padres.

Subimos los escalones, trayendo a mi memoria la locura vivida está noche. Tengo la mirada puesta al frente, pero puedo sentir la mirada de Luis pegada a mi espalda.

—Joven Luis vamos a la cama. Mañana nos espera un largo día de trabajo. —alcanzo a escuchar la voz de Lola.

                                  ***

Los rayos del sol atraviesan el cristal de la ventana e impactan en mi rostro, mis ojos duelen de permanecer el resto de la noche sin poder tan solo cerrarlos por lo menos un momento. Es difícil dormir después de que un acosador violara mi privacidad colándose en mi dormitorio, para masturbarme y luego intentar secuestrarme.

Es que no lo comprendo. Quisiera ponerle un apodo, pero es difícil. Porque no tengo idea de cuáles son sus planes conmigo. Si me quiere hacer sufrir, asesinar o lo que más me ha dejado confundida. ¿Quiere tener sexo conmigo?.

Tal vez sean todas las cosas juntas. Sus planes son primero hacerme sufrir, quiere que sufra tanto hasta destruir todas mis emociones, luego hacerme suya en la cama, para así quedar marcado en mi piel y finalizará logrando detener los latidos de mi corazón cuando me mate.

—¿Estas despierta?. —la pregunta de Michelle, aparta de mis pensamientos.

Está acostada a mi lado, su pecho pegado a mi espalda y su brazo rodea mi cintura.

—No pude dormir nada. ¿Y tú?.

—Yo logré dormir un poco, pero aún tengo sueño. —me responde.

—Hermana duérmete otra vez. —le digo y al mismo tiempo aparto su brazo de mi cintura y me levanto de la cama.

El sonido del despertador hace un escándalo, mientras marca las 7:00 am.

—¡Qué molesto!... Apágalo. —dice Michelle en modo de quejas.

Apagó el despertador.

Estamos es la habitación de Miguel y esta es la hora que se despierta todos los días para alistarse e ir a la empresa. Por cierto, él no ha regresado, me preocupa lo que pueda estar haciendo. Mi hermano siempre ha sido muy rebelde y tiene un genio que ni el mismo puede controlar.

Me acercó hasta las ventanas, observó a través de ellas el hermoso jardín de este hogar, con esa gran piscina en forma circular que yace en el centro, una sonrisa se dibuja en mi rostro porque llegan a mis pensamientos recuerdos de cuando mis hermanas y yo estábamos pequeños, como corríamos por todo ese jardín y disfrutábamos en la piscina, en ella los cuatro aprendimos a nadar. Éramos muy felices.

La sonrisa desaparece de mis labios porque regresa a mis pensamientos el enmascarado, haciéndome recordar como casi pierdo la vida, aquel día quemada viva en la universidad y como ha regresado hasta mi propia casa para terminar lo que empezó. Ya no somos felices, ya en este hogar no tiene felicidad, oh tal vez soy yo la única que tiene los sentimientos entristecidos y la vida arruinada.

Me aparto de la ventana y me encamino hasta el baño. Entro y deslizó el vestido por mi piel quitándolo de mi cuerpo, haciendo lo mismo con las bragas, pero para mi mala suerte atrayendo a mis pensamientos la imagen de él con sus asquerosos dedos en mi entrepierna.

Entro a la ducha, abro la llave a temperatura fría y siento como el agua helada golpea mi rostro, corriendo por todo mi cuerpo.

—Necesito relajarme. —hablo para mi sola, mientras tomo el jabón y lo comienzo a deslizar por mi piel.

Por mi cuello, hombros, brazos, pechos, piernas hasta llegar a mi intimidad. Un chillido de dolor se escapa de mi boca al tocar mi sexo con el jabón. Duele y arde a la vez... Llega a mis pensamientos el recuerdo del enmascarado penetrando mi vagina con sus dedos de forma brusca.

—Maldito. —lágrimas empiezan a corregir por mis mejillas.

Él tiene que salir de mis pensamientos, debo borrar su tacto de mi piel.

Paso el jabón de manera grotesca en mi vagina, una y otra vez, sin importarme el dolor o ardor que esté sintiendo, mientras rompo en llanto y el agua de la ducha cae sobre mi cuerpo.

¿Qué se ha creído?. ¿Piensa que me puede venir arruinar la vida así tan fácil?

—¡Se equivocó!. —demando y aparto el jabón de mi sexo, permitiendo que la ducha desaparezca las espumas.

Soy una Arango y nosotros llevamos la valentía en nuestras venas. ¡No me voy a dejar joder!.

¡Basta de llorar!. ¡Suficiente en tener que estarme lamentando!.

Cierro la ducha, toma una toalla blanca de las que están limpias y organizas, porque mi hermano puede tener el peor genio, pero siempre tiene todo ordenado.

Me envuelvo en la toalla y me acercó hasta el espejo, encontrándome con mi reflejo. ¡Me veo fatal!. Tengo unas ojeras horribles del trasnocho y de tanto llorar, en la mejilla derecha moretones de los puñetazos que me dio ese maldito, pero yo no voy a permitir que esto siga así. Esto es una guerra que él ha despertado.

—Juro como que me llamo Mia Arango que nos volveremos a encontrar. —hablo con autoridad mientras me observó en el espejo—. Ese día yo voy a estar preparada para batallar contra ti. Solo uno saldrá ileso. Será tu vida o la mía.

Me aparto del espejo, tomó el vestido y las bragas que llevaba puestos. Salgo del baño de regreso a la habitación, mis ojos viajan a la cama y Michelle está profundamente dormida. Tengo que ir a mi dormitorio, para poder vestirme, ya que está no es mi habitación y no tengo nada aquí.

Me acercó hasta la puerta para marcharme, pero justo antes de abrirla, alguien se adelanta y la abre primero, dándose paso, entrando y pasando por mi lado sin mirarme.

Luce más horrible que yo, tiene el pecho descubierto, solo viene en jeans, lo que es muy extraño porque anoche cuando llegó de su viaje llevaba puesta una sudadera. Mis ojos viajan a sus manos, preocupándome por lo que veo. Tiene ambas manos ensangrentadas.

—¿Qué te sucedió?. —intento acercarme a él, pero no me lo permite.

Sigue su camino en dirección al baño.

—¡Miguel responde!. —le grito, logrando que se detenga justo en el umbral de la puerta.

—Hermano hasta que regresas. —dice Michelle quien acaba de despertarse.

—Miguel te hice una pregunta. —insisto, mientras él me observa.

En realidad luce calmado, ya no está enojado.

—Estuve golpeando la pared por un largo rato. —responde de lo más sereno—. Todos esos golpes que no pude darle a ese infeliz.

—En definitiva estás loco. —responde nuestra hermana desde la cama—. ¿Cómo puedes hacerte daño así?.

—Iré por Lola. Para que te cure esas heridas. —está sangrando y se les pueden infectar con facilidad.

—No, no llames a Lola. —me dice—. Con una larga ducha estaré bien. Ahora ustedes dos. —nos señala con el dedo a ambas—. ¡Largo de mi habitación!.

Termina de adentrarse al baño y cierra la puerta para no seguir escuchándonos.

Me giro para seguir en lo que estaba que es dirigirme a mi habitación y mis ojos viajan a la cama, encontrando a Michelle dormida otra vez.

¿Cómo se duerme tan rápido?

Aparto los ojos de ella y sigo mi camino, saliendo de la habitación de mi hermano y encaminándome a la mía.

                                 ***

Camino por el largo pasillo, lista para seguir una vida normal de regreso a la universidad. Mis ojos se abren como platos cuando encuentro a Milan saliendo a escondidas de la habitación de nuestros padres.

—Tú no has visto nada. —me advierte y señala con una de sus manos antes de que hable.

Mis ojos viajan a su otra mano, tiene un pequeño sobre en ella, me imagino que es lo que buscaba y sé muy bien lo que lleva dentro. No comprendo por qué no lo pide y mejor opta por tomarlo a escondidas, en definitiva eso es robo.

—¿Por qué no se lo pides a nuestra madre?. —le pregunto.

—No es asunto tuyo. —me responde y lo veo girarse para marcharse.

—Te voy a acusar con la Sra. Victoria. —al escuchar el nombre de nuestra madre se detiene.

Camina en mi dirección, quedando muy cerca de mí.

—Cállate. —murmura para los dos—. Tú no te atreverías hacer eso.

—Si me atrevería. —le sonrío.

En realidad no, no me atrevería a delatarlo, pero es algo que nuestra madre se dará cuenta de todas formas.

—No diré nada, si regresas a esa habitación y me consigues un sobre de esos. —yo también necesito uno.

Se ríe a carcajadas.

—¿Es una broma?. —me pregunta y detiene las risas.

—No, no es una broma. Necesito un sobre de esos.

—¿Por qué tú también tienes que hacer lo mismo que yo?. —está confundido y lo entiendo.

—Milan no me cuestiones. Yo no te he preguntado para quién robas una invitación a mi fiesta de cumpleaños.

—Pues si tú no me dices para quien quieres robarte una invitación a tu propia fiesta, pues yo no entraré a buscarla. —no puede negar que es un Arango.

No tengo tiempo para discutir, debo ir a la universidad.

—Vale. Es para Alma Velasco.

El semblante de su rostro cambia.

—¿Estás loca?. ¿Quieres que nuestra madre la tire a patadas?.

—Estará toda la prensa, no hará un escándalo frente a las cámaras. Además, es mi fiesta de cumpleaños, puedo invitar a quien yo quiera.

—No parece hermanita, si eso fuera así no tuvieras que robar la invitación.

No me queda de otra. Le pedí a mi madre dos invitaciones, una para Samuel y la otra para Alma, pero durante la cena de ayer solo me entrego la invitación de Samuel, además continuó con sus afirmaciones de que ella no es bienvenida en esta casa.

Traerla sin su consentimiento estoy consciente de que no está bien, pero soy hermana de Miguel. A nosotros no nos gustan las órdenes, nosotros hacemos las órdenes.

—¿Milan para quien es la invitación que has robado?.

—Es una chica. —una sonrisa se forma en sus labios—. Es especial, pero... Voy a buscarte la invitación, espera aquí.

—Milan termina las palabras de lo que ibas a decir.

Está sonrojado, es primera vez que lo veo así.

—Es mi novia, la conocí hace muy poco, pero no importa. Estamos enamorados.

Está feliz, se le nota a leguas.

—¿Hermano porque no la traes a casa y la presentas delante de la familia?.

—Nunca la aceptarían. —su sonrisa desaparece con la respuesta—. Voy a buscarte la invitación.

Camina hacia la puerta de mis padres, toma la manilla y la abre...

—Milan espera. —acabo de recordar algo—. ¿Anotaste a tu novia en la lista de invitados?.

—¿Cuál lista?. —me pregunta confundido.

—Nuestra madre tiene una lista de todos los invitados, el que no esté en esa lista, no podrá entrar a la mansión el día de la fiesta.

—¡Mierda!. —se enoja.

Sus gritos no ayudan.

—Milan Calmate. Vamos a entrar los dos, tú buscas la invitación y yo agrego a la lista nuestros invitados.

Asiente.

No perdemos más tiempo... Entramos a la habitación. Milan se dirige hasta los closets de nuestros padres, en tanto yo camino detrás de él. Estando dentro, se acerca hasta donde están las cosas de nuestra madre, saca de una pequeña caja que se encuentra encima del tocador un sobre similar al que tiene en sus manos.

—Aquí tienes tu invitación. —me la entrega—. ¿Dónde está la jodida lista que dices?

—Debe estar en la misma caja. —respondo.

Busca dentro de la caja por largos segundos.

—¡Aquí está!. Estaba en el fondo. —me entrega en las manos la pequeña carpeta y un bolígrafo.

—Salgamos de esto de una vez por todas. —escribo el nombre de mi invitada Alma Velasco, lo pongo entre medio de los demás para que no lo note—. ¿Milan cuál es el nombre de tu novia?.

—Laura Vega. —lo escribo debajo del nombre de Alma.

—Listo.

Dejamos todo en orden como estaba y salimos de la habitación.

Minutos más tarde... Llegamos al comedor, encontrando a nuestros padres desayunando.

—Hija amaneciste muy hermosa. —son las palabras de mi madre al verme, mientras lleva hasta su boca un trozo de fruta.

Yo me encuentro igual que todos los días. Hoy luzco un pantalón jogger morado, en la parte de arriba llevo un top, el cual es manga larga para cubrir las cicatrices de las quemaduras de mi brazo izquierdo, en color negro al igual que los botines que tengo en los pies y el bolso que uso para ir a estudiar. El pelo recogido en una cola y en el rostro un maquillaje sencillo para tapar el moretón del golpe que traigo en la mejilla.

—Milan deberías tomar ejemplo de tu hermana para vestirte. —le habla mi madre—. Te he dicho un montón de veces que el traje no se usa de esa forma.

Mis ojos viajan a mi hermano el cual está parado a mi lado, no luce mal, al contrario, es luce muy guapo. Tiene puesto un traje en color gris, pero lo lleva a su estilo. Sin el blazer, el nudo de la corbata sin hacer, la camisa con los primeros botones desabotonados y por fuera del pantalón. Lo único que hace bien es peinarse, los risos están perfectos y la barba del rostro le dan el toque de chico malo.

—Deberían pagarme unas lecciones de modas. —responde mi hermano en un tono sarcástico—. Eso no sería inconveniente para ustedes, porque el dinero les sobra.

—Yo solo vine a decirles que ya me voy a la universidad. —hablo para evitar una discusión entre ellos.

—No puedes irte. —me dice nuestro padre, mientras toma un sorbo de su jugo de naranja—. El comisario Rex está por llegar, tiene que tomar tu declaración sobre lo sucedido anoche.

¿El comisario Rex?. Es un incompetente, el cual no sabe hacer su trabajo. No atrapó a ese desquiciado cuando casi acaba con mi vida.

—Me tengo que ir a la universidad.

—Yo también me marcho para la empresa. —agrega Milan—. ¿Hermana quieres un aventón?.

Asiento.

—¡¿Mia no has escuchado a tu padre?!. —grita mi madre, al mismo tiempo que golpea sus puños sobre la mesa—. ¡No asistirás a la universidad hoy!. ¡Tienes que recibir al comisario!. ¡Y tu Milan después del desayuno te vas para la empresa, haya te esperan unos asuntos!.

—¡Si jefa!. —responde Milan con un tono de vos fuerte y los vemos marcharse del lugar.

—¡Milan regresa a desayunar!. —le grita mi padre.

Es en vano, porque se ha marchado.

—Mia toma asiento en la mesa y desayuna. No quiero discutir contigo. —me habla mi madre, con un tono más calmado.

En mis pensamientos aparece la voz de mi hermano Miguel. A nosotros no nos gustan las órdenes, nosotros hacemos las órdenes.

—Papá, mamá. —les hablo a ambos logrando que enfoquen toda mi atención en mí—. No quiero hablar con el comisario, tampoco con ustedes... En realidad, no quiero hablar con nadie de lo acontecido anoche. No tengo hambre y ahora voy a proceder a irme para la universidad. Feliz día.

Sin esperar una respuesta de ellos me marcho del lugar.

En pocos segundos... Salgo de la mansión, encontrándome a Miguel en la entrada recostado de su Porsche, con el móvil pegado a la oreja. Camino en dirección hacia él, sus ojos azules me reparan por completa, lo escucho hablar en francés y como tengo conocimiento del idioma puedo comprender que son temas de la empresa.

Mis ojos reparan sus puños, los ha curado porque ya no está sangrando. Para ser sincera luce superbién, pareciera que acaba de salir de una revista de esas de Hollywood. Lleva puesto un traje en color negro, se le ajusta muy bien al cuerpo. Tiene barba de varios días en su rostro, pero aun así se ve muy guapo. Mi mejor amiga tiene el novio más hermoso de todos los tiempos... sonrío al recordarla. Aunque Lucia y yo estemos peleadas sigue siendo alguien muy importante para mí.

Puedo ver cómo cuelga la llamada.

—¿Te causo gracia?. —me pregunta.

—Es que recordé a Lucia por un momento. ¿Ustedes están bien?.

Rueda los ojos... No disimula la cara de amargado.

—No quiero hablar de ella. —abre la puerta del Porsche y se sube.

—¿Me das un aventón hasta la universidad?. —le pregunto aún con una sonrisa.

Se baja del auto y se acerca hasta mí.

—¿Estás bien?. —me pregunta. Puedo ver el gesto en su rostro, no está molesto, está preocupado.

—¿Por qué no debería de estarlo?. —sigo con la gran sonrisa.

—¿Tengo que recordártelo?. Anoche viviste una pesadilla, si yo no hubiera aparecido a tiempo no se sabe dónde estuvieras. Entonces ahora estás con una felicidad como si hubiera llegado navidad.

—Miguel estoy bien.

—¿Qué te hizo?. —sus ojos azules están conectados a los míos, su seriedad logra borrar la sonrisa de mi rostro.

El hijo de puta me follo con sus asquerosas manos.

—Nada. —respondo.

—Estás mintiendo. —sus palabras me acorralan.

—Señorita Mia. ¿La llevo a la universidad?. —la voz de Luis me ha salvado.

—Si, no quiero llegar tarde. —contesto, me acercó hasta Miguel y dejó un pequeño beso en su mejilla—. Nos vemos hermano.

                                  ***

Luis se estaciona en el aparcamiento de la universidad, todo el camino estuvimos en silencio, mientras yo observaba a través de la ventana, con los pensamientos perturbados por el enmascarado.

—Gracias por traerme. —le agradezco a Luis, mientras hago el intento de bajarme del auto, pero este me detiene cuando sostiene mi brazo.

—Bellota tenemos que hablar. —me aparto de su agarre.

—No tengo tiempo y no me llames Bellota. —intento bajarme, pero este me detiene otra vez.

—¿Qué sucedió anoche?. —intento zafarme de su agarre por segunda vez, pero no puedo porque ahora me sostiene con fuerzas.

—Luis no quiero hablar. ¿Serías tan amable de soltarme?.

—Estoy preocupado, dime. ¿Qué sucedió?.

—No son asuntos que te importen.

—Si me importan. —se acerca hasta mi rostro—. Todo lo que sea sobre ti me importa.

Está muy cerca de mis labios, siento su respiración sobre mi rostro.

—Luis tienes que soltarme.

Pega sus labios con los míos, intento apartarme, pero su mano libre viaja hasta mi cabeza y me sostiene para no romper el contacto, entonces termino aceptando su boca. Permitiendo que bese mis labios con lentitud, de forma suave, disfrutando de ellos como si tuviera todo el tiempo. Su lengua entra en mi boca y la recibo aceptando que se una con la mía... Siento un cosquilleo en mi entrepierna, provocando que por impulso lleve una de mis manos hasta sus mejillas, calmando todo mi sistema y disfrutando de este delicioso beso.

—¡Oh my goodness!. —la exclamación de Yina logra apartarnos de manera rápida.

<<Oh mi Dios>>.

Mi prima acaba de abrir mi puerta y ni siquiera nos dimos cuenta en el momento que lo hizo, por lo concentrados que estábamos.

—¡¿Qué es esto?!. —continúa gritando por asombro.

¿Cómo se me ocurre aceptar el beso de Luis?.

La palma de mi mano impacta en la mejilla de Luis en una fuerte bofetada.

—¡No me vuelvas a besar!. —le grito al mismo tiempo que me bajo del auto furiosa.

—¡Mia espera!. —lo escucho gritar.

Sigo mi camino hacia dentro de la universidad sin importarme su llamado, mientras escucho los tacones de Yina resonar en el suelo, lo que significa que viene detrás de mí.

—¡Mia detente!. ¡No puedo caminar tan rápido con estos tacones!. —escucho las quejas de Yina, aun así sigo mi camino.

Atravieso las puertas de la universidad, adentrándome en ella y encontrando el mismo ambiente de siempre, muchos estudiantes caminando de un lado para otro. Una sonrisa se forma en mi rostro cuando alcanzó ver, una persona que se ha vuelto especial para mí en muy poco tiempo. Está vestida con unos jeans en negro, combinado con un suéter en rojo, el cual cubre su cuello y brazos...

¿Por qué se viste así con esta calor?.

En los pies las mismas botas negras de siempre, que por cierto les quedan muy bien. Tiene el pelo recogido en una cola, lo cual es extraño porque siempre lo usa trenzado. En sus manos sostiene un móvil y tiene su mirada puesta en él.

—¡Alma!. —le llamo, mientras camino en dirección hasta ella, logrando que su mirada se pose en mí.

—¡Mia!. —una sonrisa se forma en su rostro.

Llegó y me acercó hasta ella, la estrecho en un pequeño abrazo y nos damos dos besos en las mejillas.

—Alma tenemos que hablar.

—Si, pero tienes que escucharme primero. —me dice entusiasmada.

—¡¿Mia era tan difícil para ti esperarme?!. —los gritos de Yina en modo de quejas por no esperarla—. Alma querida. ¿Cómo estás?.

Ambas se saludan con dos besos en las mejillas.

—Estoy bien Yina. —el móvil que sostiene en sus manos, lo lleva al bolsillo trasero del pantalón y lo guarda—. Mia tienes que escucharme.

El hermoso avellana de sus ojos se conectan con el verde de los míos.

—Entre Samuel y yo no hay nada. —explica—. Lo que viste fue un malentendido, nosotros...

—Alma. —detengo sus palabras—. No tienes que darme explicaciones.

—Te la mereces. —me sonríe, mostrándome su hermosa sonrisa—. Mia yo he visto como observas a Samuel. Te gusta, lo sé.

¿Tanto se me nota?.

—Si le gusta. —responde mi prima.

—Yina silencio. —le dedico una mirada reprobatoria.

—Disculpa me equivoqué. Ahora el que te gusta es Luis, porque te lo andas besando.

—¿Quién es Luis?. —pregunta Alma.

—Luis no me gusta es mi amigo.

—Eso no fue lo que yo vi.

¿Voy a tener que cerrarle la boca?.

Mis sentidos quedan helados justo cuando iba a responderle a la prima molestosa que tengo al lado. Mis ojos viajan hasta Samuel quien camina en dirección a nosotras. Hoy está más hermoso que todos los días... Ese suéter en color rosa le queda de infarto, el color negro del pantalón combina a la perfección y los risos de su pelo caen sobre su rostro. Veo la mochila que trae en sus manos, esa mochila la conozco, sé muy bien de quién es.

—Hola chicas. —habla en el momento que se acerca a nosotras, pero su mirada está sobre la castaña que tengo a mi lado—. Alma te he estado buscando.

—Aquí estoy Samuel. —le responde, mientras me mira de reojo.

—Esta mochila es tuya, la encontré tirada en la basura de la cafetería. —se la entrega en sus manos—. Puedes estar tranquila, está limpia mandé a lavarla en casa y todo dentro de ella está en orden.

—Gracias Samuel. —contesta con esa sonrisa que siempre emana.

—Samuel esto es para ti. —llevo la mano hasta mi bolso, saco los dos sobre y le entrego uno—. Es una invitación para mi fiesta de cumpleaños.

—Gracias Mia. No me la perdería por nada.

Me emociona saber que estará en mi fiesta, tal vez ese día si se fije en mí.

El otro sobre se lo entrego en sus manos a Alma.

—¿Me estás invitando a tu fiesta?. —me pregunta, pero no está emocionada.

—Espero que no faltes a mi fiesta.

—Alma podríamos ir juntos. ¿Qué te parece?. —le dice Samuel.

Debe ser una broma.

No quiero que vaya con Alma. Quiero vaya a mi fiesta por mí.

—¿Samuel podrías dejarnos solas?. Estábamos hablando cosas de chicas justo cuando llegaste. —agrega Yina, logrando interrumpir este momento tan incómodo.

Me gustaría que se quedará para seguir observando su hermoso rostro, pero debo de reconocer que me molesta verlo hipnotizado por Alma como lo está justo ahora. Además, necesito hablar con alguien sobre lo sucedido anoche, pienso que Yina y Alma son las indicadas. Mi prima siempre ha estado para mí en los mejores consejos y la segunda mencionada me salvó la vida. Estoy aquí gracias a ella.

—Alma nos vemos al rato. —se despide solo de ella y lo veo marcharse sin dedicarme ni tan solo una mirada.

Tengo que olvidarme de Samuel. No puedo seguir enamorada sola, mientras que él no nota mi existencia.

—¿Alma porque no viniste a la universidad ayer?. —le pregunta Yina.

No responde... Lleva las manos hasta la cola de su pelo y juega con ella.

—¿Leonardo?. —menciono su nombre cuando lo veo llegar a la universidad—. ¡Leonardo!.

Lo llamo, logrando que mire en nuestra dirección y que camine hacia nosotras.

Alma se mueve de mi lado y de forma inesperada se posa detrás de mí, a mi espalda.

—¿Cómo están mis chicas favoritas?. —nos habla con emoción, al posarse frente a nosotras.

—Felices de verte. —contesta Yina—. ¿Qué haces aquí?.

Alma continua escondida detrás de mí... No comprendo. ¿Qué le sucede?.

—Lucia y yo quedamos de encontrarnos aquí.

—¿Lucia y tú?. —le pregunto.

—Me dijo que debíamos reunirnos para hablar sobre un tema importante. ¿Saben si ya está aquí?.

—No la he visto. Ayer no vino a clases. —son las explicaciones de mi prima.

Quisiera entender por qué Alma está escondida detrás de mí... Ahora que lo pienso de seguro está nerviosa, al ver un hombre tan guapo como Leonardo. En realidad sería buena idea, si se conocen. De seguro se gustaría y me dejaría el camino libre con Samuel.

De forma rápida me muevo de mi lugar, dejando a Alma descubierta. Los ojos de Leonardo se concentran en ella.

—¿Qué haces aquí?. ¿Estudias en esta universidad?. —las preguntas de Leonardo generan mucha confusión, mis ojos observan a Alma y veo como corren gotas de sudor por su rostro.

¿Por qué está tan nerviosa?.

—¿Ustedes se conocen?. —mi pregunta, la hace llevarse ambas manos hasta su cabeza, en significado de preocupación.

—¿De dónde se conocen ustedes?. —Yina está igual o más confundida que yo.

—¡No!. —exclama Alma agitada—. No, nos conocemos. Debe estarme confundiendo con alguien.

—Pienso igual. —los presento—. Leonardo ella es Alma Velasco, la chica que me salvo la vida.

—¡¿Qué?!. —las cuencas de Leonardo amenazan con salir de sus ojos.

Reparo a Alma y su respiración está acelerada, su pecho sube y baja.

El sonido de mi móvil suena indicándome que tengo una notificación. Llevo la mano hasta mi bolso, lo tomó y desbloqueo con agilidad... Mi corazón se acelera a la velocidad de una locomotora al leer el mensaje que está en la pantalla.

—No podré olvidar lo bien que encajaron mis dedos en tu vagina.

Leo el destinatario: número desconocido.

Nota de la autora

Hola otra vez a todo/as. Gracias por llegar hasta el final del capítulo.

La cosa se está empeorando cada vez más. ¿Quién está más acorralada Alma Velasco o Mia Arango?.

No olviden votar y dejar lindos comentarios.

DCLEBRON.

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