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Capitulo 14 .. Agradecidos

Alma Velasco

Sí que es una hermosa mañana. Aprecio la elegante y alta figura que se encuentra ante mis ojos. Esa mirada fría como el hielo y cautivadora por sus hermosos ojos azules pueden enloquecer a cualquiera, además El traje que luce hoy en color negro, le da un toque especial a su esencia. En estos momentos, estoy casi al desmayar por los nervios.

-Hola Miguel -son las palabras que apenas puedo decir.

Un gran silencio está entre nosotros. Puedo notar como su mirada se aparta de mi rostro y baja despacio por todo mi cuerpo, luego la regresa devuelta hacia arriba, pero se detiene justo en mis pechos por varios segundos, logrando que me ponga incómoda por el momento, pero que a la vez recuerde sus exquisitos labios contra ellos, lamiendo y chupando mis endurecidos pezones.

-¡Hija ¿Quién es?! -el grito de mi madre logra devolverme a la realidad, además de Miguel apartar su mirada de mis pechos y enfocarla otra vez en mi rostro.

-¿Me esperas unos segundos? ¿Si?
-él preguntó en voz baja, solo para los dos.

-¿Si pudieras alcanzarme los apuntes?, los olvidé aquí ayer. Estoy en serios problemas, mi arquitecta fue muy clara, dijo que no hará el plano porque nos queda muy poco tiempo, esa construcción tenía que empezar en la tarde de hoy.

Su respuesta es en el mismo tono que en mismo. Pero, a diferencia de mí, su rostro muestra preocupación.

-Solo espera varios segundos -le reitero con media sonrisa en mis labios y luego de manera rápida cierro la puerta, justo en sus narices.

¡Joder! ¿Pero qué hice?

-¿Alma quien era? -pregunta mi madre. Acaba de salir de la cocina con un vaso de leche.

-Mamá pensaba que seguías dormida.

-Desperté justo ahora, no puedo esperar a entregar el trabajo -me dice mientras se sienta en el sofá y le da un sorbo a su vaso de leche.

-Yo también estoy ansiosa por entregar el trabajo.

-¿Era él?, ¿verdad? -insiste en saber.

Desde pequeña he tenido mucha confianza en ella, pues no me gusta ocultarle las cosas y menos decirle mentiras. Aunque, sobre lo sucedido ayer con Miguel en el sofá, me sentía un poco avergonzada para decirle. Pero, mi hermana se tomó el atrevimiento de contar todo, ella es así. Sin miedo a nada.

-Si mamá, era él. Incluso no se ha marchado.

-Me imaginó que está esperando que lo invites a pasar. Para terminar lo que empezaron ayer en este sofá.

-¡Madre! -la regaño y puedo ver cómo sus labios dibujan una sonrisa, provocando que yo lo haga también, además de resultar gracioso el bigote de leche, el cual se dibujó en su rostro.

-Alma es solo una broma.

-Está aquí únicamente porque olvidó unos apuntes.

-Entonces ¿Qué tiempo lo dejarás como idiota parado en la puerta?

-Joder... -me apresuro rápido hacia la habitación para buscar los apuntes y el plano, mientras alcanzó a escuchar la voz de mi madre gritarme: ¡Cuida tus palabras!

Llegó a la habitación, lo primero en observar, es la cama de mi hermana para confirmar si aún está dormida.

Pues sí, está profundamente dormida.

Debo ser cuidadosa de no hacer ruido, porque una de las cosas que más enfadan a Ana, es que interrumpan su sueño. Camino de puntillas hasta mi cama, tomó lo que vine a buscar y así mismo, modo silencioso salgo de allí.

Llegó a la sala, donde estaba hace unos segundos. Por cierto, muy rápido, gracias a que nuestra casa es pequeña.

Mi madre sigue sentada en el sofá, justo dándole el último sorbo a su vaso de leche, además de centrar su mirada en las cosas que traigo en mano.

-Madre, quiero que te marches a tu habitación.

-¿Disculpa? -me pregunta, con rostro de impresión.

-Necesito tener privacidad, solos serán unos segundos.

-De acuerdo -responde, al mismo tiempo que se pone de pie y se encamina hacia su habitación. Mientras yo me acerco hasta la puerta para abrirla, pero antes de hacerlo...

-Hagan lo posible de respetar el sofá. Si está vez van a tener sexo, pídele que te lleve a un hotel -la voz de mi madre me detiene y logra hacerme girar sobre mi cuerpo, para verla otra vez sentada sobre el mueble.

-¡Mamá ¿Qué te pasa?! No llegamos a tener sexo, además tampoco lo íbamos a hacer, nada más estábamos... Pues... ¿Mamá puedes terminar de irte a la habitación?

-Sí... Ya me voy -responde mientras se levanta otra vez del sofá y me quedo observándola por varios segundos, hasta que termina de marcharse por completo.

Ya estando sola, antes de abrir la puerta me llegan pensamientos a la cabeza ¿Y si se marchó?, De seguro me mandó a la mierda por dejarlo esperando por tanto tiempo.

Terminó de abrir la puerta de una vez por todas. Y sí... Sigue aquí, pero su rostro y su mirada están vueltas furia, además de tener ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Según he escuchado, el 90% de los hombres se llevan la mano a los bolsillos cuando están enojados, para mantener la calma. ¿Pero qué voy yo a saber de hombres?, sólo tuve un novio en la escuela y hasta soy virgen.

Su mirada no deja de recorrer todo mi cuerpo otra vez, al parecer le gusta mi atuendo. Por cierto, es el mismo vestido negro, corto que tenía puesto en el día de ayer. ¿De seguro debe estar pensando que solo tengo este? Si tengo varios, nada más que este es mi favorito.

-¿Cuántas horas más deseas que espere por ti? -me pregunta con voz molesta y rostro de poca paciencia, consiguiendo sacarme de mis pensamientos.

Por cierto, se ve tan sexy así enojado. Me gustaría que usará conmigo toda esa furia mientras... Un momento, pero que estoy pensando...

Me doy una cachetada mental y salgo afuera de la casa, cerrando la puerta después de mí.

-Aquí está, lo que viniste a buscar -son mis palabras, mientras estiró los apuntes que olvidó, además del plano que diseñe y él no tarda en recibirlos.

Con rostro de confusión, desenvuelve el cartel grande donde dibuje el plano. Lo observa con mucha atención y un silencio de parte de ambos perdura por varios segundos.

-¿Qué significa esto? -pregunta, sin despegar un momento su mirada del cartel.

-Es el plano. Decidí hacerlo porque imaginé que lo necesitarías listo para hoy. Pero, dime lo que opinas ¿Lo hice mal?

-No, al contrario, está excelente. Las líneas, ángulos y espacio. Todo está muy bien -aparta su mirada del plano y la concentra en mí- Lo que no comprendo es ¿Dónde aprendiste hacer esto? Supuestamente, trabajas en un hospital ¿Oh no Laura?

¡Ostia! Entonces, ¿ahora que sigue?

Debo decirle la verdad, antes de que sea tarde. Tiene derecho a saber de una vez por todas quien en realidad soy.
Debe de saber que soy esa chica, la cual le salvó la vida a su hermana.

-Hice varios cursos, hace unos meses, pero no lo terminé -miento.

¿Por qué es tan difícil decirle la verdad?

-¿Esperas que te crea eso? A ver dime una cosa ¿Dónde tomaste esos supuestos cursos?

Tengo que decirle la verdad...

-Pues... Un... un maestro que conocí en la escuela, pues es un arquitecto profesional y aproveché esa oportunidad.

Su mirada fría no se parta de mi rostro, camina varios pasos hasta quedar muy cerca de mí y me susurra...

-Te voy a creer, pero siempre recuerda lo siguiente. Odio las mentiras.

Trago grueso y los nervios aumentan por su cercanía.

-No miento -respondo.

Soy la reina de las mentiras.

Se aparta de mí, procede a envolver el cartel donde está el plano como estaba. Luego me observa con atención, mientras dibuja una sonrisa en sus labios y puedo detallar cada ángulo de sus labios. Lo separa de forma muy lenta... Estoy segura de que me va a decir algo.

¿Me pedirá matrimonio?

-¿Te gustaría ir conmigo a cenar está noche?

-¡¿Qué?! -suelto un gritó, por la impresión.

¿Cómo se atreve a pedirme algo así?

Este hombre me va a matar de los nervios.

-Es en agradecimiento por el plano, pero si no quieres está bien ¿Oh tienes planes?

-¡Si!, tengo un montón de planes, tantos planes que no sé por donde empezar, es una lista bastante larga. Justo ahora tenía un plan demasiado importante.

-Cálmate, no pasa nada. Será otro día que si tengas tiempo en tu apretada agenda.

Entonces, procede a reírse. Mientras yo me quedo mirándolo como tonta. Detallando su sonrisa y deseando tener sus labios pegados a los míos.

-Está bien, si me gustaría cenar contigo -le respondo, consiguiendo que pare de reírse y logrando que acorte el pequeño espacio que nos separa por segunda vez. Se pega a mi oído y me susurra...

-Eso ya lo sabía. Paso por ti a las 7:00 ojitos lindos.

¿Ojitos lindos?

Estoy asiendo un gran esfuerzo por mantenerme de pie. Pero soy tan boba que no respondo nada, solo me quedo observándolo. Mientras que él con una sonrisa victoriosa en sus labios, se encamina hacia su Porsche, el cual está parado justo en mi entrada. Lo rodea, abre su puerta, pero antes de subirse me grita:

-¿Te quedarás paralizada, todo el resto del día?

¡Joder!

En ese momento me doy cuenta, que hasta mi respiración estaba detenida. Respiro profundo y de manera rápida entro a casa, además de él terminar de marcharse. Pero lo que más me paraliza el corazón, es encontrar a mi madre sentada justo en el sofá una vez más.

-¿Mamá estabas escuchando nuestra conversación? -le preguntó, con rostro de impresión. Porque para mi imaginación ella estaba en su habitación.

-¿Por qué mientes? -me pregunta al mismo tiempo que se pone de pie.

-Madre yo...

-¡¿Por qué mientes?! -el grito de mi madre, con la insistente pregunta, no permite que termine mis palabras.

-So... Solo tengo miedo de cómo va a reaccionar.

-¿Es en serio? ¿Te avergüenzas de quién eres?

-No mamá, jamás me sentiría avergonzada por ser quién soy.

-Tienes que decirle la verdad, antes de que se entere. Si en ese momento te rechaza, pues entonces no es él indicado para ti. ¿Te gusta verdad?.

Mi madre tiene toda la razón, debo contarle quien soy realmente antes de que sea demasiado tarde.

-Si me gusta, pero siento que está vez es diferente.

-Me lo imaginé, no dudaste en decirle el sí para salir con él está noche.

-¿Mamá crees que estoy en lo correcto? -le pregunto y ella no tarda en sostener mis manos.

-Eres inteligente, siempre la decisión que tomes será la mejor. Pero, no puedes pasar de hoy sin decirle toda la verdad.

-Si está misma noche, le contaré quién realmente soy a Miguel Arango.

Pum, pum, pum...

El sonido de la puerta logra que mi madre suelte mis manos, apartándose de mí para ir a abrir la puerta. Pero, antes de hacerlo...

-Yo abro...

Son las palabras de mi hermana Ana, mientras pasa por nuestro lado sin mirar a ambas, para ir a abrir la puerta como si estuviera esperando a alguien.

-¿Alma Qué te usarás está noche?
-me pregunta mamá, en lo que Ana se encarga de la puerta.

Ahora que lo recuerdo. No tengo nada adecuado para salir esta noche.

¿Qué debería utilizar? Un vestido o mejor conjunto de esos que son enteros. ¿Qué tal unos Jeans?. Pues, no tengo la menor idea. Nunca antes alguien me invitó a salir.

-No lo sé mamá. No tengo nada que ponerme.

-Yo te voy a ayudar. Alma puedes estar tranquila, vas a lucir fabulosa.

-¿Cómo están por acá? -la pregunta de Mia Arango, quién acaba de entrar a casa con su prima Yina.

¡Jodeeer! Por poquito se encuentra a Miguel, en la puerta de esta casa.

-Vaya, sí que son puntuales -mis palabras, mientras Mia se acerca hasta mí y nos saludamos con dos besos en las mejillas, al igual que con Yina y ellas con mi madre.

-¿A ver pudieron terminar el trabajo a tiempo? -pregunta Yina, quien luce como toda una empresaria diría yo. Trae un vestido en color blanco de tirantes, con una pequeña abertura en el borde de sus piernas y en sus pies tacones plateados.

-Pues claro que lo terminaron. Tuvimos suerte al poder contestarlas
-responde Mia a su pregunta, con una hermosa sonrisa en su rostro.

Mia es un amor. Todo el tiempo está sonriendo. Ahora que recuerdo, solo el día que fui hasta el hospital para conocerla, no tenía esa sonrisa en sus labios. En el día de hoy está vestida con jeans y camisa, ambos de color rosa. Pensándolo bien, debe de tener una obsesión con ese color, porque todo el tiempo está vestida en color rosa. Pero, aun así siempre luce Hermosa.

-Sí, terminamos el trabajo a media noche. Vayamos arriba para hacerles la entrega. -dice mi madre, al tiempo que con una de sus manos señala hacia donde están las escaleras, para subir hacia la azotea, donde mi madre tiene el lavadero.

Yina y Mia comprenden la señal y no tardan en dirigirse por el camino, además de mi madre seguir detrás de ellas. Mientras yo me quedo con Ana.

-¿Qué te sucede? -le preguntó a mi hermana.

-¿A qué te refieres?

-Estás muy extraña, tienes rostro de preocupación, además tu mirada muestra que sientes miedo.

-Eres una exagerada, estoy bien -me responde, en tanto toma asiento en el sofá y empieza a mover los pies.

Ella no está bien, algo le debe estar pasando. Pero por ahora lo único que se me ocurre, es que debe estar así por la discusión de anoche con nuestra madre.

-Ana si estás de esta forma por...

-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaa..........! -un fuerte grito que se escucha de la azotea, interrumpe mis palabras.

-¡Jodeeeerr! -exclamó, además de comenzar a correr en dirección hacia las escaleras.

Subo las escaleras de dos en dos, con el corazón en la boca de la angustia tan grande que siento en estos momentos, por cierto. Ana viene detrás de mí. Estoy segura de que la de los gritos no fue mi madre, por el sonido de su voz debió ser Yina.

-¡Ostia! -mi fuerte exclamación, por lo que mis ojos están viendo al llegar a la azotea.

Me llevo ambas manos a la boca, porque no tengo idea de que pensar o decir por lo que está sucediendo en estos momentos. Miró el rostro de mi madre y lágrimas corren por sus mejillas, sin despegar ni un momento sus ojos del suceso. Yina está paralizada, además de pálida por lo que estamos viendo, mientras que Mia permanece a su lado, con su mirada al igual que todas, llena de expresión.

Las 150 toallas y 80 juegos de sábanas, además de los uniformes del Sr. Mauricio Vega están vueltos cenizas.

¿Quién demonios ha podido quemar todo esto?

-Santo, cielos ¿Qué... Qué sucedió?
-son las únicas palabras que se me ocurren decir.

-Señorita... -le dice mi madre a Yina, mientras intenta acercarse a ella, pero esta no se lo permite.

-¡No me toque! -grita Yina, además de empezar a derramarse en lágrimas.

-Yina nosotras terminamos este trabajo anoche, lavamos y planchamos todo. No entiendo que pasó -intento explicarle para calmar la situación.

-Señorita Yina, le prometo que vamos a pagar todo esto. No importa que tardemos años, pero le pagaremos.
-son las palabras de mi madre con voz temblorosa.

-Yina escucha, todo tiene solución podemos resolver esto. Solo no te molestes con Alma y su madre -habla Mia, con el objetivo de mantenerla calmada.

Yina no le responde nada, nada más limpia sus lágrimas con ambas manos y...

-No quiero volver a verlas mientras vida tenga.

Después de terminar esas palabras. Yina sale caminando a pasos rápidos de la azotea.

-Alma voy a solucionar esto, hablaré con Yina -me dice Mia, antes de seguir detrás de su prima.

-Solamente olvídalo ¿Si?

-No puedo olvidarlo. Alma yo creo en ustedes, nada más tengo que hablar con ella y.......

-Mia -detengo sus palabras- Lo mejor sería que te olvidarás de mí, siempre es un problema detrás de otro. Vete y no me vuelvas a buscar.

Mia no responde nada, solamente me observa y varios segundos después asiente.

-Hasta Luego Alma -con esas palabras de despedida, termina de irse.

Mi madre procede a llorar como niña pequeña. Me acercó hasta ella y la estrecho con un fuerte abrazo, para que se desahogue en mi pecho. No me gusta verla de esta manera, pagaría por su felicidad, incluso daría mi vida por ella.

Ana permanece a un lado, en el mismo lugar que se detuvo cuando llegamos a la azotea. Con los brazos cruzados en su pecho, mientras nos observa en total silencio.

Todo esto está muy extraño ¿En qué momento subieron a nuestra terraza, para quemar nuestro trabajo?, Oh mejor la pregunta es ¿Por qué alguien nos haría algo así?

***

Me encuentro sentada sobre el sofá, observando como las horas corren en el reloj, justo ahora son las 3:00 PM. Ana se encuentra sentada a mi lado leyendo sus revistas. Por cierto, aún tiene la misma expresión en su rostro, está muy extraña. Nuestra Madre lleva varias horas dormida, después de los calmantes que tomó para relajarse y poder dormir.

La cena con Miguel sigue rondando en mi cabeza, no quiero irme y dejar a mi madre con todo este problema, además todavía sigo pensando ¿Cómo alguien pudo hacernos algo de esta manera?

Tengo una corazonada y a la verdad no quiero pensar de esta forma. Pero, algo dentro de mí, me dice que Ana es la responsable de todo esto.

La observó con determinación y desde que tomó asiento a mi lado, no ha parado de mover sus pies. Tiene los ojos puestos en la revista que sostiene en sus manos, estoy segura de que no está leyendo, solo mira las imágenes, mientras piensa.

Me imagino que no puede con la culpa.

-¿Ana puedo hacerte una pregunta?

No sé si estoy equivocada en juzgarla, pero es mejor salir de dudas de una vez por todas.

-Acabas de hacerme una pregunta
-me responde sin despegar su mirada de la revista.

-Ana hablo en serio.

-¡Habla!

-Me gustaría sa...

Pum, pum, pum...

El sonido de la puerta detiene mis palabras.

-¿No van a abrir? -pregunta mi madre, mientras se detiene frente a nosotras con el rostro soñoliento y los ojos enrojecidos de tanto llorar.

-¿Mamá por qué te levantaste? -le preguntó.

Pum, pum, pum... -continúan golpeando la puerta, pero está vez más fuerte.

-De acuerdo. Yo voy -responde Ana, mientras se levanta y se encamina abrir la puerta.

Mi madre y yo la observamos desde donde estamos. Ana abre la puerta y pues la visita sorpresa entra sin invitarla a pasar. Camina hasta donde estamos, en tanto yo me levanto del sofá.

Yina.

-Buenas tardes... Soy yo de nuevo.

-Si ya nos dimos cuenta de que eres tú.
-le responde Ana.

-Yina lamento lo sucedido y créeme que sé cómo debes de sentirte en estos momentos. Pero si viniste a seguir insultados, te pido que te retires.
-le digo, además de señalarle la puerta.

-Jovencita. Ya le dije que vamos a pagarle todo, solo debe darnos un tiempo. -comenta mi madre, que se encuentra a mi lado.

-Estoy aquí porque vine a pedirles disculpas.

-¿Disculpas? -le dice mi madre con rostro de confusión.

-Fue un error haberlas tratado como lo hice. Ustedes nada más quisieron ayudarme, aceptaron lavar ese montón de sábanas y toallas sin importar el poco tiempo que tenían para hacerlo. De verdad lo siento mucho.

Las palabras de Yina son alentadoras en estos momentos. La rubia tiene buen corazón, porque regresar hasta aquí solamente para regalarnos una disculpa. Es de personas valientes.

-Señorita no tiene por qué disculparse. Al contrario, nosotras somos la que debemos ofrecerles disculpas por lo sucedido. Quiero pedirle que no esté enojada con mi hija Alma.

-Madre, no hables como si yo no estuviera.

Yina no responde nada, nada más abre la cerradura del bolso Louis Vuitton que trae con ella, desliza su mano dentro de él y extrae un fajo de billetes.

-Esto le pertenece a ustedes -nos dice, mientras le extiende la gran cantidad de pasta, a mi madre para que lo tome.

¿Acaso se ha vuelto loca?

-No podemos aceptarlo -mis palabras apresuradas, antes de que mi madre lo tome.

-Ustedes cumplieron con su parte del trabajo. Lo han ganado con mucho esfuerzo.

-No cumplimos con nuestra parte del trato por completo, no te entregamos nada. ¿Has enloquecido? Todo quedó hecho cenizas, no puedes aparecer aquí con toda esa pasta, como si no hubiera pasado nada.

-Alma entiendo que no hayas aceptado, el dinero de Verónica aquel día, pero esta pasta es de ustedes. Trabajaron muy duró, se lo merecen y espero que les quede claro algo. No me iré, hasta que no lo reciban -insiste con la mano aún extendida, para que tomemos la pasta.

Un silencio de varios segundos, reina entre nosotras. Mientras nos observamos una a la otra.

Ana continúa con el mismo gesto en el rostro. Ella esconde algo y lo voy a descubrir.

-Gracias -mi madre corta el silencio, al mismo tiempo que toma el dinero.

-Gracias a ustedes -le responde Yina, con gran sonrisa en su rostro.

Ella gira sobre su cuerpo y se encamina hasta la puerta para marcharse, pero antes de abrir se gira de frente a nosotras:

-Alma debes regresar la universidad, no abandones tus sueños solo porque algunas personas te rechazan. Te mereces al igual que todos los demás.

A la verdad no sé si deba regresar, es difícil estar en un lugar en el cual no me acepten. Pero, por una parte, Yina tiene razón, si me merezco perseguir mis sueños.

-Yina muchas gracias. Eres un encanto. Pero en realidad no estoy segura de regresar.

-Deberías pensarlo. Mia y yo te estaremos esperando. Por cierto, ella realizó la compra de todas las sábanas y toallas para el club.

-¿Es en serio? ¿Pero por qué no lo hizo desde un principio?-le pregunto.

-Ella solo quería acercarse, para ver si la perdonabas por todo lo sucedido y por fin serian amigas.

Ahora lo entiendo todo.

-Regresa a la universidad y búscala.

Luego de decir esas palabras Yina abre la puerta y se retira, sin esperar alguna respuesta de mi parte.

El rostro de mi madre ha cambiado por completo, está llena de felicidad. Al igual que mi hermana Ana.

-Esto... Esto es mucha pasta -las palabras de mi madre, mientras observa los billetes que tiene en sus manos.

-Nunca llegue a pensar que nos iba a pagar tanto. -dice Ana, con el rostro asombrado al igual que nuestra madre.

-Ya podemos pagarle a Nelson y recuperar los papeles de la casa, además podré asistir a mi cita con Miguel está noche.

-¿Por qué dices eso? ¿Acaso pagarás la cena? -me pregunta Ana.

-No me refiero a eso hermanita, en realidad hablo de que no podía irme y dejarlas con todo el problema que teníamos. Todavía no logro entender cómo amaneció nuestro trabajo hecho cenizas.

-Hija ahora no es momento de pensar en eso. Saldré unos minutos, voy por mi cartera.

-¿A dónde irás? -le pregunta Ana.

-Solo serán unos minutos, no tardaré.

***

-¡Ya estoy aquí! -la exclamación de mi madre, logra que Ana y yo nos apresuremos desde nuestra habitación, donde nos encontramos, hasta la sala de forma rápida.

En pocos segundos, estamos en el centro de la sala. Nuestra madre se demoró varias horas en su salida. Podemos ver que trae un montón de bolsas, las cuales casi no le caben en las manos.

-¿Mamá a donde fuiste? En una hora Miguel pasará por mí. Me dijiste que me ayudarías arreglarme.

-Estuve en la bodega de Nelson, fui a buscar lo que nos pertenece. Los papeles de nuestro hogar.

-¡Siii! -grito de felicidad.

-Buena noticia, eso significa que ya nadie podrá tirarnos a la calle. -dice mi hermana, con un tono de voz molesto.

-¡Recuerda que casi nos quedamos en la calle por tu culpa! -le responde mamá, con gritos.

-¿Es en serio? ¿Empezarán a discutir justo ahora? -intervengo tratando de que no empiecen una discusión.

Con mis palabras el ambiente se calma. Mi madre respira profundo y luego pone todas las bolsas en el sofá, excepto dos: una grande en color dorada y otra pequeña en color blanca.

-Alma sobre tu cita, te dije que te ayudaría. Así que esto es para ti.
-además de sus palabras, estira su mano para que tome la bolsa dorada.

Sin pensarlo, recibo la bolsa, luego la abro y extraigo lo que tiene dentro.

Mis ojos están llenos de felicidad, al ver el hermoso vestido en color negro que mi madre me acaba de regalar.

-Esta precioso, mamá.

-Ana está es para ti -le dice mi madre a mi hermana, mientras le entrega la bolsa blanca. Ella no pierde tiempo en abrirla y sacar lo que tiene dentro de ella.

-Es un reloj. Está... Está hermoso.
-le agradece, con una sonrisa en su rostro.

-Me alegra que te haya gustado
-le responde nuestra sonriente.

Verlas así me llena de felicidad. Seríamos la familia más feliz del mundo, si todo el tiempo estuvieran de esta manera.

-Alma, tienes que ir a cambiarte, en pocos minutos tienes una cita.

Con las palabras de mi madre, reaccionó de forma rápida. No respondo nada, solo dejo un beso corto en su mejilla y me pongo en marcha para prepararme.

***

Pum, pum, pum...

Se escuchan golpes en la puerta, ocasionando que mi madre y hermana comiencen a gritarme desde la sala: ¡Ya está aquí! ¡Apúrate! ¡No lo hagas esperar! ¡¿Por qué tartas tanto!

Me observó en el pequeño espejo que tenemos. El vestido que me regaló mamá, me queda justo a la medida, hizo muy bien en elegirlo en color negro. Lo que más me gustó de él es que resalta mis pechos, gracias a su escote en v, además de hacerme lucir mis grandes curvas. Para los pies elegí unas bailarinas supercómodas del mismo color del vestido.

El pelo lo llevo tejido en una sola trenza, desde arriba hasta la punta, como siempre. Mi cabellera es bastante larga y nunca me ha gustado mostrarla, por eso nunca la llevo suelta. Sobre el rostro, no llevo maquillaje, además de no tenerlo nunca me ha gustado usarlo.

Pum, pum, pum... -la puerta continúa sonando. También los gritos de mi madre y Ana: ¡Apresúrate! ¡Vaya ya!.

No pierdo más tiempo, me aparto del espejo y me encamino hacia la sala. Estoy muy emocionada, esta es mi primera cita, nada más espero que se una noche hermosa.

Llegó al centro de la sala. El rostro de mi madre es de total impresión.

-Estás hermosa mi niña -las palabras de mi madre, con sus ojos llenos de felicidad.

-¿Crees que le gustará como me veo?

-Si hermanita, luces bien.

-Estás preciosa hija mía, desde que te vea. Quedará impactado.

Pum, pum, pum...

-Hija ya debes irte, si no quieres que este hombre se vaya.

-Deséame buena suerte mamá.

-No tengo que hacerlo, naciste con ella.

Camino hacia la puerta, la abro y...

-¡Samuel!. -exclamo al ver que no es la persona que esperaba-. ¿Qué haces aquí?

-Alma solo vine a pedirte disculpas por todo lo sucedido, no has regresado más a la universidad. No pue...

-Samuel. -detengo sus palabras porque tiene que irse, no puede estar aquí para cuando Miguel llegue- Tome la decisión de que regresaré el lunes.

-Eso es muy buena noticia. -responde con entusiasmo-. Me tenías preocupado, no tienes idea de lo culpable que me he sentido por todo esto.

Samuel ha sido tan lindo conmigo, estaba enojada con él por ocultarme la verdad sobre su padre. Pero es mejor dejar atrás todo eso.

-Samuel, no tengo nada en tu contra, ya no estoy enojada. Solamente olvidemos todo esto.

-Suena bien. ¿Qué te parece si vamos al cine?. -me pregunta- Oh... ¿Esperas a alguien?

Su pregunta me toma desprevenida, no tengo idea de que responder.

-Yo... Yo... En realidad... Yo...

-Estas esperando a alguien. -termina las plantas por mí- Lo entiendo, no te preocupes. Te veré el lunes en la escuela.

-Si, el lunes.

-Te vez hermosa está noche, ojalá que con la persona que vayas a salir si sepa apreciarte como se debe.

-Samuel... -no espera una respuesta de mi parte, nada más se gira y camina en dirección a su Jeep para irse. Puedo ver cómo entra en él, lo enciende y se marcha.

Samuel es una hermosa persona, vino hasta aquí para disculparse conmigo y convencerme de que regresara a la universidad. Debo de aclarar las cosas entre nosotros, no quiero perder su amistad.

Mis ojos se llenan de impresión, además de alegría al ver el Porsche de Miguel estacionarse justo donde estaba el Jeep de Samuel.

¡Oh por Dios! ¡Samuel casi lo encuentra aquí!

Puedo ver cómo se baja de su lujoso auto, camina en dirección hacia mí como si estuviera en una pasarela de los hombres más sexis del mundo...

-¿Cuántas horas llevas hay parada esperando por mí?. -me pregunta con su rostro travieso y no soy digna de responder nada. Solo me quedo parada detallando la hermosa figura de hombre que tengo de frente.

¡Santo cielo!

¡Está divino! ¡Este hombre es toda una obra de arte!

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