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Capitulo 11 .. Ofrenda de Paz

Mia Arango

2 días después

2 días después del altercado que hizo Lucía con Alma en la universidad.
Después de eso Alma no ha regresado más a la universidad y tengo miedo de que no regrese más.

Estoy enojada con mi mejor amiga por haberla tratado de esa manera delante de todos y por acusarla de ser cómplice de lo sucedido aquel día que intentaron quemarme viva. Ella está totalmente equivocada porque es todo lo contrario. Alma Velasco me salvó la vida.

Me encuentro en el comedor de la mansión, en esta mesa enorme desayunando sola, ya que todos se fueron a cumplir con sus deberes y compromisos como todos los días, pero más temprano que nunca en el día de hoy.

Michelle tiene una sección de fotos a las afueras de la ciudad, a la cual no quería asistir como siempre y mamá se la llevó a regaña dientes.

Milán como el ingeniero profesional que es. Está al frente de las últimas terminaciones de un nuevo edificio a las afueras de la ciudad y Miguel como es el gerente de la empresa tiene una reunión con el nuevo gobernador de España. Por cierto, es la reunión que tiene a mis padres llenos de intriga. No todos los días solicitan nuestros servicios el mismísimo gobernador del país.

Papá y Mamá se encuentran en la empresa, haciendo los preparativos para recibir los inversionistas que convocó Milán, la reunión se llevará a cabo en el día de mañana y todos esperamos que esta vez mi hermano si logré convencerlos de trabajar con nosotros.

—¿Desayunando sola?

Mis ojos encuentran la persona que acaba de llegar y a la verdad que era la menos indicada que quería ver hoy.

—¿Viniste amargar mi desayuno?

—No tienes que hablarme así —me responde, mientras se acerca hasta mí, con sus manos dentro del bolsillo delantero de sus pantalones, quedando parado al lado de mi asiento.

Luis no se sienta en el comedor por qué mamá se lo tiene prohibido. Según ella la servidumbre no puede entrar al área de nosotros. Ellos deben de desayunar en la cocina.

Para mí Luis no es ninguna servidumbre. Él y Lola son dos personas muy importantes para mí, aunque ahora estoy muy enojada con él. Tampoco le llamó servidumbre a ningunos de los demás trabajadores de esta casa, me dirijo con mucho respecto hacia todos ellos.

—No quiero hablar contigo —le respondo con voz cortante.

—¿Aún sigues enojada conmigo? —me pregunta— Te dije hace días que no te mentí.

—Si lo hiciste —le respondo mientras le doy un sorbo a mi vaso de leche
— Alma confesó que si tomó ese dinero.

—No lo hizo —afirma.

—¡Si lo hizo! —le grito.

—¡No! —vuelve afirmar con voz fuerte.

—¿Qué parte no entiendes de que ella confesó que si lo tomó? —suelto el tenedor que estaba a punto de llevarme a la boca, con un puñado de huevos revueltos— Luis entiendo que no te lleves bien con mamá, pero no tienes que mentir.

—¿Qué? —se sorprende con lo que le acabo de decir.

—No quiero seguir hablando más de ese tema.

—Mia —toma asiento a mi lado, por primera vez en tantos años— No me interesa, ni tengo la necesidad de hablar mal de tu madre. Alma no tomó ese dinero y estoy seguro de que tu madre regresó a esta casa con ese sobre.

Me acercó a él sin tener que ponerme de pie, acortando nuestro espacio quedando muy cerca de su rostro.

—Pruébalo —le susurró.

—Espera, déjame sacar el sobre del dinero, que lo tengo dentro del bolsillo mis pantalones —responde de forma sarcástica.

—No es gracioso —le digo con rostro serio, mientras mee aparto de él—No tienes pruebas, porque…

Espera un momento…

Un pensamiento acaba de abordar mi mente.

—¿Luis llevaste a mamá al banco otra vez, después de salir de la universidad ese día? —le preguntó.

—No —responde— Ahora que recuerdo nunca regresamos al banco.

Eso significa que ese sobre debería estar aquí.

—¿Qué marca era la cartera llevaba con ella, ese día? —estoy intentando encajar todas mis ideas.

El lugar queda en silencio por varios segundos.

—Creo que —dice con su mirada puesta en mí— Dior, marca Dior.

—¿Qué color?

—Era en color negro ¿Mia Por qué me estás haciendo esas preguntas?

—Espérame aquí ya vengo….

Me levantó de la mesa de manera rápida, sin darle tiempo a darme otra respuesta, solo alcanzó a escuchar su voz gritarme palabras como: ¡Detente!. ¡¿A dónde vas?!. ¡Mia!.

No me detengo, sigo hacia delante sin mirar atrás.

Llegó al área principal que es la sala, subo las escaleras y en vez de ir a mi habitación, me dirijo a la habitación de mis padres.

No me demoró en llegar hasta la puerta, ellos no están y espero que no lleguen mientras yo estoy dentro.

Giró la manilla de la puerta y para mi suerte está sin seguro, la abro y entró rápido antes de que Lola o algunas de las trabajadoras me vea. Cierro la puerta después de entrar y me apresuró al clóset.

Entró al clóset, que por cierto esté es el más grande de todos, a la derecha están las cosas de papá y a la izquierda las de mamá. En el centro están ubicados pequeños muebles de la última colección del tapicero favorito de mamá. Lo que más me gusta de este clóset son todos los grandes espejos que tiene por todos sus alrededores.

Me concentro a lo que vine, acercándome hasta donde están las cosas de mi madre, sin perder tiempo abro una de las puertas en cristal que es donde ella guarda sus colecciones de carteras…

¡Dios!

Son demasiadas carteras, todas de diferentes marcas y colores. Están ordenadas en filas, quedando una al lado de la otra.

Debo concentrarme, es una cartera marca Dior en color negro.

Centro mis ojos en todas ellas, determinando en cada una de ellas cuál es la cartera que buscó.

¡Bingo!

Mis ojos alcanzan a verla, pero está en la fila de arriba, justo en el centro.

No soy pequeña pero si necesitó algo para poder subirme y alcanzar a tomarla. Reparó todo mi alrededor, lo único que veo son los muebles.

Empujó el mueble que por cierto está bastante pesado, lo acomodó donde puede resultar útil para subirme a buscarla.

Ya estando en su lugar, entonces me subo encima de él.

Estoy a una excelente altura, pero todavía la fila de la cartera está mucho más arriba. Así que estiró mis brazos para tomarla, pero como quiera es erróneo. Pues se me acaba de ocurrir una idea que pueda resultar.

Aquí voy

Doy un salto estando aún parada encima del mueble y a la vez le tiró un manotazo con todas mis fuerzas a la cartera...

—¡Aaaaaaaaaahhhh! —grito mientras caigo al suelo —auush— me quejó cuando siento dolor en las quemaduras de mi brazo por el impacto contra el piso, y porque el bolso que tanto quería tomar cae encima de mi rostro.

Ignoró el pequeño accidente que acaba de pasar, me levantó, tomó la cartera, la abro y….

¡Jodeeeer!

Mi corazón comienza a latir más rápido de lo normal.

No hay nada, la cartera está vacía.

No sé si la impresión es porque muy en el fondo si quería encontrar lo que buscaba.

Luis me mintió. Alma si tomó el dinero.

No entiendo por qué tiene que levantar falsos testimonios sobre mi madre, pero ya verá, me va a escuchar.

Arrastró con fuerza el mueble devuelta al lugar donde estaba, porque no volveré a subir en él otra vez, ya que casi me parto una costilla. Así que lanzó con fuerza la cartera hacia arriba al lugar donde estaba.

¡Dios mío!

Mis ojos están como platos con lo que acabó de ver.

No lo puedo creer.

Al lanzar la cartera con fuerza, tumbó otra que estaba en la misma fila, la cual estaba en la esquina, por eso era difícil mirarla desde donde estoy.

Pero eso no es todo. La cartera estaba abierta y todo lo que estaba dentro, salió de ella quedando en el suelo como: lápiz labial, una barra de crema para las manos, un frasco de perfume Dolce y Gabbana. Además de eso lo que estaba buscando...

El sobre amarillo.

Lo levantó del suelo y puedo sentir como si fuera a desmayar de los nervios. Si mi madre me encuentra aquí, tendría serios problemas.

No lo pienso más y lo abro.

Justo en este momento todo el miedo que sentía se convierte en desilusión.

El puto sobre tiene una cantidad grande de pasta dentro.

Mamá tuvo el descaro y la valentía de jurar delante de papá, mis hermanos, mi prima Yina y mi mejor amiga Lucía que Alma había aceptado este dinero, también que le exigió el doble de él.

Mintió.

Luis tenía razón y ahora me siento supermal por estarlo tratando de manera indiferente estos últimos días.

Tampoco hice el intento de buscar a Alma para arreglar las cosas, por estar como boba creyendo en las mentiras de mi madre.

Pero todo esto lo voy a solucionar, voy a desenmascarar a mamá y a recuperar la amistad de Alma. Y por cierto a convencerla de que regresé a la universidad.

Tomó el bolso y regresó el dinero donde estaba. Reparó donde mi madre tiene todas las carteras, noto una mochila en color azul oscuro, la agarró y pongo dentro el pequeño bolso después de abrirla. Cuelgo la mochila de mi brazo y salgo de ese lugar.

De manera rápida llegó al comedor donde estaba discutiendo con Luis hace unos minutos, pero el área está vacía, se ha ido. No voy a perder tiempo buscándolo y como aún no tengo mi licencia de conducir para irme en mí BMW, entonces me tocará irme en taxi.
                                        
                                *

Estoy atravesando las puertas del Club The Five Stars en busca de mi prima Yina, después de perdurar más de 30 minutos en el camino por culpa del taxista que tomó la ruta más larga.

Yina es la única que me puede ayudar en estos momentos. Me encaminó por el área principal y mis ojos encuentran a Raúl que viene con una carpeta sus manos.

—Mia no esperaba verte aquí —me dice mientras se acerca hasta mí y me estrecha en un abrazo corto— Todavía debes de guardar reposo.

—¿Dónde está Yina? —le pregunto sin darle importancia a lo que me acaba de decir.

—Está arriba, en su oficina —me responde.

No digo nada más solo paso por su lado para irme, pero no logró mi objetivo, ya que me detiene cuando sostiene mi brazo izquierdo.

—¡Auuuchhhhhh! —me quejó al sentir su agarre y lastimar mis quemaduras.

—Lo… Lo siento —tartamudea después de soltarme— No quería hacerte daño….

Intenta acercarse a mí nuevamente...

—¡No te me acerques! —le grito mientras pongo mi mano en señal de que se detenga.

—Mia de verdad lo siento —su mirada encuentra la mía por unos segundos — Yo nunca he querido hacerte daño.

No espero a que termine sus palabras y sigo mi camino. Tomó el elevador para llegar lo más rápido posible al último piso donde está la oficina de Yina.

Salgo del ascensor cuando se detiene y abre sus puertas. Caminó rápido por el pasillo hasta llegar a la puerta deseada, sin tocar giró la manilla de la puerta y pongo mi cuerpo dentro de la oficina. Mis ojos reparan a Yina que se encuentra detrás de su escritorio, con el teléfono pegado a la oreja caminando de un lado a otro.

—¡¿Cómo demonios es que no pueden ayudarme?! —está discutiendo en una llamada.

—Yina... —intento hablar con ella, pero no me presta atención, sigue enfocada en la llamada.

—¡Son una empresa de porquería!
—continúa gritando— ¡Váyanse al demonio!

Cuelga la llamada y tira del teléfono sobre su escritorio.

—Yina necesitó de tu ayuda, no tienes idea lo que acabo de….

Me detiene.

—Mia ahora no.

Está buscando como loca dentro de una gaveta, tirando todos los papeles que hay dentro de ella por todas partes.

—¿Por qué estás tan enojada? —le preguntó.

—¿Dónde está el maldito papel?
—murmura mientras sigue buscando
— Lo había guardado justo aquí.

—¡Yina! —le grito.

—¡¿Qué?! —me responde en el mismo tono, sin dejar de buscar.

—¿Qué te sucede? —le preguntó y esta vez se detiene, levanta su mirada hacia mí. Mirándome por primera vez después de que llegue.

—Tengo serios problemas aquí en el club —me responde, mientras toma una bocanada de aire— mañana en la noche es que llega el crucero.

—Pensé que ya todo estaba listo —le digo y ella niega con la cabeza como respuesta— Miguel te ayudo con la remodelación, mientras que Michelle preparó nuevos colores de pinturas y Milán pidió las lámparas chinas.

—Hubo un corto circuito a media noche —se le llenan los ojos de lágrimas y no demoran en salir— Quemó todo lo eléctrico.

¡No puede ser!

—Yina lo siento mucho —me acercó hasta ella y la estrecho con un fuerte abrazo y le susurró— Todo estará bien.

Se aparta de mí.

—No lo creo —limpia las lágrimas de sus mejillas— Buscamos técnicos profesionales y tendrán todos los aparatos electrónicos listos para mañana.

—Eso es buena noticia…

—Pero las lavadoras no tienen arreglo —continúa— Y están sucias todas las sábanas y toallas del club. Llamé a varias lavanderías. Todas tienen la misma respuesta, que es una cantidad grande y es imposible tenerlas listas para mañana mismo.

—¿Qué cantidad es? —le preguntó.

—Son muchas —responde— En total ochenta juegos de sábanas y cientos cincuenta toallas, todas son en color blanco.

—¡¿Qué?! Eso es demasiado. Ninguna lavandería te va a…

Me detiene por segunda vez.

—Espera se me acaba de ocurrir una idea.

Toma el teléfono de la oficina, se lo pega a la oreja y marca un número telefónico. Dura en silencio varios segundos y…

—Hola. Quiero ordenar una compra de 80 juegos de sábanas y 150 toallas para estar tarde. Que sean blancas por favor.

Es demasiado no creo que acepten venderle esa cantidad para hoy mismo.

—¿Cómo que no pueden? —sube la voz— ¡Soy Yina Brown dueña del Club The Five Stars!.

—Yina no les grites —le susurro.

—¡Váyanse al demonio! —cuelga y estrella el teléfono en la pared destrozándolo en pedazos.

—¡Yina tienes que calmarte! —le gritó.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡Voy a tener que cancelar la reservación del crucero!

—¡No puedes hacer eso! —sigo gritándole.

—¡Ah no! Pues dame una idea para salir de este maldito problema.

Quiero ayudarla, pero no tengo idea de cuál lavandería pueda lavar…

Aguarden un momento...

Si sé quién puede resolver este problema.

Alma Velasco.

—Yina si sé quien nos puede ayudar
—se lo suelto— Alma Velasco. Su madre…

—¡No! —me Interrumpe— No le voy a llevar las sábanas y toallas a la madre de Alma.

—¿Por qué no? —le preguntó— A ver ¿tienes otra opción?

—Mia la madre de Alma lava con las manos. Son demasiadas sábanas y toallas para ella terminarlas para mañana.

—No la subestimes —intento convencerla— Alma dice que es la mejor del barrio en lo que hace. Yo sé que si nos vamos justo ahora y se las entregamos, de seguro terminen a tiempo para mañana.

—Ya te dije que no —me responde en forma ignorante.

—Yina por favor hazlo por mí ¿Sí?

—¿Por ti? —me pregunta.

—Esta es la única oportunidad que tengo para acercarme a Alma —le explicó— hacer que regrese a la universidad y seamos amigas.

—Me dijiste hace días que no querías saber nada de ella, porque tomó el dinero que mi tía le ofreció.

—No lo hizo —tomó la mochila que traigo colgada a mi brazo, la abro y saco el bolso de mi madre— La encontré en el clóset de mamá. Es la misma cartera que llevaba aquel día —abro el bolso y extraigo el sobre amarillo— Este es el dinero. Alma no lo tomó, mamá mintió.

—No sé porque no me sorprende nada esto —me responde mientras abre el sobre y repara la cantidad grande de pasta que tiene dentro— Mi tía es así, además sé que es capaz de hacer cosas peores.

—Yina por favor —junto a mis manos en forma de petición— Te prometo que la madre de Alma hará las cosas bien. Piénsalo, podrás recibir sin ningún problema a las personas del crucero mañana.

Queda en silencio por unos segundos.

—Está bien —me responde— Pero tenemos que llevárselo ya porque tenemos poco tiempo.

¡Sí!

—Vale. Vamos a su casa ya mismo
—pregunto emocionada— ¿Sabes dónde vive?

—No —me responde mientras toma su bolso— Pero Samuel si, lo llamaré para que me pase la dirección.

¿Qué?

—¿Por qué Samuel? —le pregunto y a la vez regreso lo que estaba dentro de la mochila.

—Él la llevo a casa el día que estuvo en el hospital, además son grandes amigos —se encamina hacia la puerta, la abre y me hace una señal con las manos de salida— Vamos lo llamaré mientras conduzco para que me pase la dirección y llegar lo más rápido posible.

Ahora vendrá la parte más difícil que es convencer a la madre de Alma de que lave el montón de sábanas y toallas.

—De acuerdo.

                           
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Alma Velasco

—No puedo creer aún que se te haya hecho realidad el sueño de besar a Miguel Arango —me dice mi hermana Ana, mientras estamos en la habitación sobre mi cama conversando.

No ha parado de hablar de Miguel en estos días después de que le conté todo lo sucedido, así como yo no he parado de pensar en él y soñar con él.

—Hablas como si yo te hubiera dicho que mi sueño era besarlo —le respondo.

—¿Y no es así? —me pregunta.

—No, no lo es.

¿Oh sí?

—Como sea —se levanta de la cama, toma mi abrigo que está en nuestro clóset y empieza a ponérselo— Regresaré más tarde.

—Un momento —me levantó de la cama quedando frente ella— Todavía estás castigada y te recuerdo que ese abrigo es mío.

Mamá la castigo por un mes después de la agresión hacia su compañera en la escuela. También en la escuela la suspendieron por una semana completa y sobre el abrigo, siempre se pone mis cosas sin permiso.

—Mamá no está, iré y regresaré antes que ella vuelva a casa —termina de ponerse el abrigo sin importarle mi comentario sobre él, se encamina hacia la puerta y sale de la habitación.

Sí mamá regresa antes que Ana se enojara aún más de lo que está con ella. No puedo dejarla ir.

Salgo de la habitación y me encamino a la sala para detenerla, pero es en vano porque ya se ha ido, no está.

¡Jodeeeer!

Solo espero que no se meta en problemas con mamá, más de lo que está.

Tomó asiento en el mueble que está en el centro de nuestra pequeña sala. De pronto me llegan recuerdos a la mente de aquel día. Miguel besando mis labios en el hospital después del accidente.

Recuerdo lo cálido, tibio y suaves que estaban sus labios. Como su lengua entraba en mi boca con desesperación.

Me doy una bofetada mental.

¡Joder! No entiendo por qué él siempre tiene que estar perturbando mis pensamientos.

De seguro ese beso no significo nada para él y yo aquí las 24 horas del día sin poder sacarlo de mis pensamientos. Me dijo que regresaría, ya han pasado dos días y no he visto rastros de él por acá.

Soy una boba. Jamás en esta vida un hombre como él se fijaría en alguien como yo, solo me besó por el momento, nada más.

Tum, tum, tum

El sonido de la puerta me termina de sacar de mis estúpidos pensamientos, me levanto del mueble y me aproximó hacia ella para ver quién es.

Giró la manilla, la abro y es…

—Sr. Mauricio.

Es el Sr. Mauricio Vega el padre de mi mejor amiga Laura. O mejor dicho mi padre por qué le robé el nombre a su hija.

Tiene un Club de boxeo en el área A del barrio. Después de serle infiel a la madre de mi mejor amiga, pues ahora lo veo de forma extraña. Como si me diera asco.

—Hola Alma ¿Cómo estás? —me pregunta.

Trae en sus manos un bolso de tamaño grande. Qué por cierto es de mujer.

¿Será que ahora esa gay?

—Estoy bien —respondo con voz cortante— ¿Qué le trae por aquí?

—¿Tu madre se encuentra? —me pregunta. Yo en modo de respuesta niego con la cabeza— Puedes entregarle esto —estira el bolso para qué lo tomé.

—Disculpe la pregunta —pregunto, mientras recibo el bolso— ¿Qué tiene dentro?

—Ayer me encontré a tu madre —me explica— Platicamos un buen rato, quedamos de acuerdo en que traería los uniformes de los boxeadores para ella lavarlos.

—Está bien. Yo sé los entregó.

—Alma por favor dile que no olvide que los necesitó para mañana.

Asiento y Mauricio se despide, después término de cerrar la puerta, pongo el bolso encima de la mesa y me vuelvo a sentar sobre el mueble. Me quedo tranquila, pero pocos segundos después me empiezo a quedar dormida

Tum, tum, tum

El sonido de la puerta, me regresa a la realidad.

De seguro a Mauricio se le olvidó decirme algo más. Como por el ejemplo él pagó del lavado.

Me encaminó a la puerta, giro la manilla….

—Se le olvidó decirme al…….

Mis palabras quedan a medias cuando termino de abrir la puerta y mis ojos ven lo que estaba detrás de ella.

¡Santo, Cielos!

Es él.

Miguel Arango.

Me dijo que regresaría y si cumplió su palabra, regreso…

Posa su mirada en mí, sus ojos me reparan de pies a cabeza, siento que me puedo desmayar de la emoción y a la vez de la vergüenza.

Lo que llevo puesto es lo peor de mi almario. Un vestido en color negro que tiene botones en la parte delantera y deja mis piernas expuestas por lo corto que es. En los pies no tengo nada porque en casa siempre estoy descalza, mientras que el pelo está tejido en una trenza como siempre.

Él luce divino. Trae puesto un traje en color gris, pero esta vez no lleva la corbata. La camisa tiene los primeros botones quitados, mientras que el saco si está abotonado. En los pies tiene unos zapatos que puedo apostar que valen una fortuna. En una de sus manos trae una bolsa pequeña, con diseños muy lindos, en forma de rosas rojas.

Siento emociones por todo mi cuerpo de solo verlo.

Es hermoso.

Detallo su rostro y esos ojos verdes enloquecen a cualquiera y sus hermosos labios carnosos, me hacen sentir deseos de devorarlo.

—Laura —me dice sacándome de mis pensamientos.

Por cierto, tengo que decirle la verdad de cuál es mi verdadero nombre.

—Viniste —son las únicas palabras que pudieron salir de mi boca.

—Si —responde con una voz de lo más normal, mientras yo casi estoy por perder el equilibrio en mis piernas— Quería venir antes, pero en estos días he tenido mucho trabajo en la empresa.

Por ti esperaría hasta mil años si es necesario Papacito (No tengo el valor de gritarle esas palabras)

Un silencio de varios segundos reina bajo el umbral de mi puerta. Él no despega su mirada de mí, ni yo de él.

—¿No me vas a invitar a pasar? —corta el silencio que hay entre nosotros.

¡Mierda! ¡Qué estúpida soy!

Lo primero que debí hacer fue invitarlo a pasar y no estar parada como una estatua en un museo de arte.

—Di… Disculpa —tartamudeo— Si puedes pasar —me apartó a un lado, mientras que con una de mis manos le hago una señal de que puede entrar.

Él no responde nada, solo entra. Yo procedo a cerrar la puerta y seguirlo, se detiene en el centro de mi pequeña sala, al lado de los muebles.

Puedo ver cómo observa todo a su alrededor, desde el techo hasta el suelo. Me imagino que debe estar pensando en estos momentos sobre mí. De seguro nunca ha estado en una casa tan humilde como está.

Un nudo en mi garganta empieza a crecer solo de pensar en su rechazo hacia mí, únicamente por ser pobre. No quiero imaginarlo hablarme o mirarme como lo hizo su madre.

No me avergüenzo de quien soy, ni de lo que tengo. Lo que si me ofende es el rechazo de los demás.

Otra vez el silencio abunda entre nosotros, pero esta vez soy yo quien rompe el silencio.

—¿Qué tanto vez? —pregunto con voz molesta.

—¿Qué? —me responde sorprendido.

—¿Te avergüenzo? —le preguntó— ¿Te apena ver en las circunstancias que vivo? Sé qué tu casa debe ser un castillo, al contrario de esta que por su tamaño debe ser como uno de sus baños.

—¿Por qué dices esas cosas? —sigue con rostro de sorprendido y pasa la mano por su oscura cabellera— Solo estoy esperando que me invites a tomar asiento.

¡Maldición!

Me acabó de ganar el premio a la más tonta del año.

Este hombre me pone los nervios de punta. No me deja pensar ni asimilar bien.

Tomo una bocanada de aire y la expulsó suavemente hacia afuera, en un intento de relajarme.

—Lo siento otra vez. Por favor toma asiento —le digo con voz apenada mientras le señalo los muebles.

Él no duda en tomar asiento y yo hago lo mismo quedando a su lado.

—¿Cómo te sientes? —pregunta.

—Estoy mucho mejor, gracias por preguntar.

—Esto es para ti —me dice mientras estira su mano hacia mí, con la pequeña bolsa que trajo para que la tome.

¡Santo, Cielos! Trajo un regalo para mí.

—No tenías que haberte molestado
—son mis palabras tratando de controlar mis hormonas, mientras recibo el regalo.

—Es una ofrenda de paz —me dice a la vez que posa su mano encima de mi mano, mientras sostengo su regaló.

—¿Ofrenda de paz? —pregunto.

—Si —su mirada encuentra la mía con su respuesta— Una ofrenda de paz, por todo lo que ha pasado desde el día que nos conocimos. Por todas esas horribles palabras que te dije y por atropellarte.

Su mirada es sincera, es tan hermosa que congela mis pensamientos y no permiten que me salgan las palabras necesarias.

—Lo siento —continúa— Por todo.

—No tienes que disculparte más —le regalo una media sonrisa— Yo también he sido muy grosera contigo, también lo siento mucho.

—Ábrelo —aparta su mano de mí y enfoca su mirada en la bolsa de regalo.

Abro la bolsa y extraigo lo que tiene dentro.

Es un hermoso detalle. Es una caja de chocolate en forma de corazón.

Una gran sonrisa se dibuja en mi rostro.

—¡Me encanta! ¿Cómo sabías que amo los chocolates? —nuestras miradas se vuelven a encontrar.

—Todos aman los chocolates —sonríe conmigo— Tienes una sonrisa muy hermosa. Nunca pares de sonreír.

Sus palabras hacen que el latir de mi corazón aumente su velocidad. No entiendo por qué me hace sentir todas estas emociones solo con unas simples palabras.

—Gracias —una sola palabra sale de mi boca porque estoy modo tieso.

Acorta el espacio que nos separa y se acerca despacio hasta a mí para….

Ring, Ring, Ring.

Estaba a punto de besarme.

El sonido de su móvil hace apartarnos de una manera rápida. Saca su móvil del bolsillo de su pantalón, mira la pantalla un momento mientras sigue sonando el inoportuno teléfono y unos segundos después contesta.

—Dime Papá —dice después de pegarse el aparato a la oreja.

Todavía no puedo creer que haya venido a visitarme y menos que me tuviera presente para traerme un regalo. No quiero hacerme falsas ilusiones, pero esto me gusta.

—Si papá —continúa en la llamada, mientras se pone de pie— Claro que si papá..., aquí lo tengo conmigo.

Desabotona el saco que lleva puesto y saca de él un sobre en color azul.

—Si papá —continúa mientras saca del sobre unos papeles y los observa— El acuerdo está firmado. No te preocupes

Despega el móvil de su oreja y cuelga la llamada.

—Disculpa era mi padre —vuelve a sentarse a mi lado— Es que justo vengo de una reunión de trabajo.

Su rostro ya no es igual, ahora tiene cara de preocupación.

—¿Estás bien?. ¿Pasa algo? —pregunto.

—Ahora que recuerdo. Tengo que irme —me responde y me muestra las hojas— Debo de reunirme con una de las arquitectas de la empresa para que haga el diseño de un plano. Esto es lo que exige el comprador. Es el nuevo gobernador.

—¿Estabas reunido con el gobernador? —pongo mis ojos como platos por lo sorprendida, pero recuerdo que es normal que alguien como él, de su estatus social estuviera reunido con el gobernador.

—Si, solicitud nuestros servicios —me explica— Tiene un nuevo terrero a la orilla de la playa, quiere que construyamos una casa.

—Debe ser hermoso vivir a la orilla de la playa —respondo.

—Sí que los es. Mis padres tienen una casa a la orilla de la playa —sus hermosos ojos verdes encuentran los míos otra vez— La playa es hermosa.

—Si debe serlo.

—¿Cómo que debe serlo? —pregunta sin apartar su mirada de la mía— ¿Nunca has ido a la playa?

—No, nunca he ido a la playa.

Aparta el pequeño espacio que nos separa quedando mucho más cerca de mí. Levanta su mano para pasar sus nudillos por mis mejillas y me susurra.

—Para mi sería más que un placer llevarte a conocerla.

Mi piel procede a erizarse por su tacto y voz.  Él nota como estoy y…

—¿Te pongo nerviosa? —pregunta aún con voz grave.

Tenerlo tan cerca me provoca miles de emociones y me hacen quedar sin palabras.

—Responde —insiste— ¿Te pone nerviosa tenerme cerca?

Si me pones nerviosa —quisiera gritarle, pero no me salen las palabras. Porque su exquisito aroma, sus hermosos ojos, labios y su esencia no me permiten asimilar.

Su mirada baja a mis labios y se acerca hasta ellos para susurrar…

—Contaré hasta tres para que me respondas. Si no lo haces, voy a proceder a besar esos hermosos labios. Por cierto me están volviendo loco por comerlos desde que llegué.

Este hombre va a volverme loca

¡Sí!. ¡Hazlo ya! —grito para mis adentros, no tengo valor para decírselo.

Sonríe cerca de mis labios y procede a contar…

—Tres. —su respuesta me toma de sorpresa.

No pierde más tiempo, sin contar el uno y el dos, une sus labios con los míos. En un beso suave y exquisito, que me hace sentir el latir de mi corazón a la velocidad de una locomotora.

Saborea mis labios tomándose su tiempo, haciéndome casi perder el conocimiento en su boca. Sus manos viajan por detrás de mi cabeza para pegarme más a Él.

—Me encanta el sabor de sus labios —susurra sin despegarse de mi boca.

El beso cambia de velocidad y su lengua no pide permiso para entrar en mi boca. Ahora es desesperante, como si tuviéramos ansias y mucha hambre de nosotros.

Muerde mi labio inferior haciéndome soltar un gemido entre su boca y los chupa sin temor alguno. Estamos sincronizados como si tuviéramos acostumbrados uno al otro.

Se aparta de mi boca y baja por mi cuello repartiendo besos húmedos. Siento como su lengua lame mi piel haciéndome perder más el sentido en el placer. Mis pezones los siento tan erectos que duelen y quieren romper la tela de mi vestido.

Sube de nuevo hasta mi boca, besando mis labios y apretándome hacia él como si en el mundo solo fuéramos él y yo. Como si no le importará desde donde somos cada uno.

Sin darnos cuenta ya estoy acostada en el mueble y él encima de mí, devorando mi boca, enredando nuestras lenguas, chupando mis labios y sus manos masajeando todo mi cuerpo. Desde mi rostro, cuello, hombros y pechos. Hasta mis caderas y piernas.

Con sus manos abre los botones de mi vestido de manera brusca casi rompiéndolos, dejando mis pechos erectos visibles.

—Estas exquisita —dice al momento de prenderse de uno de mis pechos. Con una de sus manos aprieta uno, mientras que el otro con su boca los chupa, lo succiona.

Gimo de placer.

Las aprieta, las magrea. Chupa, lame y muerde mis botones haciendo que pierda el sentido de todo y solo gima de placer.

Vuelve a encontrar mi boca sin soltar mis pechos, mientras que con su pulgar masajea mis botones erectos. Mis brazos rodean su cuello y de vez en cuando suben a su cabeza enredándose en su pelo, mientras mis piernas están envueltas a su cintura.

Puedo sentir su grande erección en mi bajo vientre, elevo la pelvis porque me gusta sentirlo. Mis bragas están como un mar de húmedas.

Baja de nuevo a uno de mis pechos llevándolo a su boca, hace un conjunto de combinaciones en él, lo chupa, muerde y con su lengua hace un remolino en mis botones. Siento que solo con esto puedo tener un orgasmo.

Gemidos fuertes se escapan de mi boca, sin importarme que alguien pueda escucharme

Chupa mis tetas, muerde mis botones. Chupa mis tetas, muerde mis botones.

Magrea mis tetas, sube a mi boca besa y muerde mis labios.

Baja por mi cuello y lo lame. Vuelve a mis tetas a chuparlas como si fuera lo único que necesitará.

Repite todo una y otra vez. Acompañándolo de carias y enviando electricidad por todo mi cuerpo.

—¡Sí!. —no contengo las palabras—. Miguel...

—¡¿Qué está pasando aquí?!

La voz de mi hermana Ana nos hace apartar como una rayo de velocidad. En menos de un segundo Miguel está parado delante del sofá y yo estoy con mis pechos cubiertos y parada a su lado, como si nada ha pasado.

Mi hermana nos repara a los dos, puedo ver cómo sus ojos viajan de nuestros pies a la cabeza. Mientras que ninguno de los tres dice nada.

El lugar está en total silencio y para ser sincera, si tuviera algo que decir la regañara por llegar a interrumpir.

Es de mal gusto que tu hermana menor te encuentre en acciones como está. Ahora que recuerdo...

Gracias al cielo que me encontró ella y no mamá. Por cierto...

Mamá está por llegar, tengo que sacar a Miguel de aquí.

—Miguel ya se va —rompo el silencio con mis palabras.

Miguel me mira por un segundo, luego entiende la referencia y toma el saco que está arriba del mueble.

—Sí... Yo... Yo ya me iba, justo estaba por irme cuando llegaste.

—Si eso vi —responde mi hermana con vos sarcástica.

—Te acompaño a la puerta —le digo y capta mi mensaje rápido, encaminándose a la puerta, mientras que yo le sigo.

Abro la puerta. Él sale hacia afuera y antes de irse nuestras miradas se encuentran...

—Lo siento —me susurra.

—¿Volverás? —le preguntó.

—Si —me responde— A terminar lo que empecé.

Me guiña el ojo con una sonrisa entre sus labios y termina de irse.

Yo me quedo como boba parada bajo el umbral de la puerta, lo veo entrar a su Porsche, hasta encenderlo y perder en él.

¡Santo, Cielos! ¡Qué momento!

Segundos después de mis sentidos tocar tierra, cierro la puerta, me encaminó al centro de la sala y puedo ver a mi hermana Ana sentada sobre el mueble, observándome con una sonrisa en su rostro.

—¿Ibas a tener sexo en nuestro mueble? —me pregunta.

—¡No! —responde de manera rápida.

¿Oh sí?

—Ese hombre te tiene loca hermanita —me dice, sin quitar la sonrisa de su rostro— Mira que tener el valor de cogerte al chico que te gusta en plena sala, sin miedo a que nuestra madre te encuentro. Eso es otro nivel.

—No iba a tener sexo con él —me defiendo— Soy virgen.

Ella empieza a reírse muy fuerte por varios segundos, como si le hubiera hecho un chiste.

—¿Qué es tan gracioso? —le preguntó.

—¿Entonces ibas a perder la virginidad en el mueble? —me dice sin parar de reír.

Tum, Tum, Tum

El sonido de la puerta nos distrae, haciendo que mi hermana pare de reír.

—Debe ser mamá. Escúchame bien Ana, no puedes decirle a mamá lo que acabas de ver. ¿Entiendes? Júralo.

—¿Alma que demonios está pasando por tu cabeza? —me responde— Lo primero es que nuestra madre tiene llaves. De seguro debe ser él, regreso porque se le quedaron tus tetas.

Precede a reírse fuerte otra vez.

Tum, tum, tum —Otra vez la puerta.

¿Y si es él?

Mis ojos viajan al mueble y encuentran el sobre de los documentos que Miguel trajo.

Claro que es él. Regresó porque se le quedan los papeles.

Tum, tum, tum.

—¡Abre la maldita puerta! —me grita mi hermana.

Ignoro su vocabulario y tomó el sobre que está a su lado.

—Quédate aquí —demando— solo voy a entregarle estos papeles que se le quedaron.

Me encamino de manera rápida, con el papel en mano a entregárselo antes de que mamá llegue y lo encuentre aquí.

Giró la manilla, abro la puerta y...

Mis ojos quedan congelados con lo que acaban de ver.

No es Miguel, tampoco Mauricio y menos mamá.

Es Mia Arango.

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