"EPÍLOGO"
.
.
.
EPÍLOGO
.
.
.
Habían pasado más de cuatro meses desde aquel día en el que la madre superiora o mejor dicho la reina Elizabeth, había muerto. Tantas cosas habían sucedido esa noche que me era aún increíble encontrarme embarazada frente a la tumba de mi mejor amiga con un ramo de lirios, las cuales eran sus flores favoritas.
Aun me costaba creerla muerta después de tantos años junto a ella, pero al menos me alegraba un poco la idea de que se había podido reunir con Tamara, con el amor de su vida. Las había visto tan hermosas aquella noche cuando estuve en el tren infernal unos minutos.
Con cuidado me senté sobre su tumba y puse mi mano sobre mi vientre dejando el ramo de flores en un florero al lado de su foto. Tome el marco y me quede mirando su imagen tan hermosa como siempre lo había sido.
Unas manitos pequeñas taparon mis ojos desde atrás y yo sonreí dejando la foto en su lugar.
—Estefi... —reí y ella destapó mi rostro.
—Es injusto —Se cruzó de brazos haciendo puchero —Siempre me descubres...
—Ay Estefi... —tome sus manitas y la bese jalándola para que se parara delante de mí —Mi niña, eres la más pequeña del palacio ¿Cómo no reconocería tus manitos?
—Hoy es tu cumpleaños... por eso te traigo un regalo —Volvió a sonreír emocionada.
Oh verdad...
Mi cumpleaños número 19 o mejor dicho 251 años...
Se me había olvidado por completo.
Estefi saco una pulsera de flores de su bolsillo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y sonreí como una tonta. Levante mi mano y ella me la puso con delicadeza.
— ¿La hiciste tu mi amor?
—Si, al principio no me salía, pero la tía Perséfone me ayudo...
—Gracias mi niña —Dije y la abracé acariciando su cabello.
— ¿Que hacen mis dos novias? —La voz de Abigor nos tomó por sorpresa mientras sentí que sus brazos me abrazaron por atrás acariciando mi pancita.
— ¡Abi! —La pequeña chilló y sonrió
—La tía Perséfone está haciendo galletas, corre...
La pequeña asintió y corrió hacia adentro del palacio. Abigor beso mi cuello y dio la vuelta arrodillándose frente a mí.
— ¿Cómo está la cumpleañera? —Pregunto y dejo un beso en mi vientre.
—Siéndote sincera... no recordaba que fuera mi cumpleaños...
—Pero para eso nos tienes a nosotros —Sonrió y vi a Samael y a Jilaiya acercarse lentamente con una rosa roja cada uno. Estaban muy guapos, Jilaiya se veía muy sexy con su nuevo parche en el ojo ya que había perdido completamente la visión de ese luego de la quemadura en la mitad de su rostro.
—Para la dama más hermosa —Dijo Samael sentándose a mi lado y entregándome la flor.
—Y para el angelito más bonito —Sonrió mi castaño y coloco su rosa tras mi oreja dejando un beso en mi cuello.
—Ay chicos... —Sonreí como una niña ilusionada mientras alce mis manos acariciando las mejillas de Jilaiya y Samael —Los amo tanto...
—Y nosotros te amamos a ti, pequeña —Abigor se acercó y dejó un beso en mis labios.
Yo sonreí mirándolos a los tres. Mis mejillas se sonrojaron porque me di cuenta de la manera en la que me estaban mirando. Mis labios se abrieron lentamente y vi a Abigor acercarse con cuidado.
Me besó
Abigor me besó de una forma dulce cariñosa, pero luego sentí como Samael se acercaba y me separé de Abigor para besarlo al quien me correspondió un poco más lujurioso. Los colmillos de Jilaiya se encajaron en mi cuello a lo que gemí por el dolor y la sensación que había causado en mí.
—Ey —susurré separándose de Samael y Abigor volvió a besarme aún más posesivo.
—Te deseamos como no lo imaginas Alma —Samael susurro a mi oído y me recortaron sobre la tumba.
—Ey aquí no... —Susurre entre los labios de Abigor —Estamos sobre la tumba de Francella...
—No hay problema... —Abigor me cargo y me recostaron en la tumba de al lado —Ya no lo estas ¿No?
—Estoy embarazada chicos... —reí y ellos me miraron coquetos.
El día estaba nublado, gracias a eso ellos podían estar afuera a pleno día. De repente empezó a llover y vi como los tres se sacaban las camisas y sudaderas que traían puestas.
Madre Santísima.
Me quedé mirándolos fijamente mientras que Abigor se me coló entre las piernas, agarró mi mano e hizo que la pasara por sus mejillas bajando hacia su abdomen. Yo estaba más que roja al verlos así. Una sonrisa coqueta salió de mis labios.
— ¿No tengo escapatoria, verdad? —Dije y mi cabello se volvió blanco.
—Tu sabes que no...
Samael bajo las tiras del vestido rojo que traía puesto, quedando desnuda delante de ellos. Un relámpago iluminó el lugar y la lluvia aumentó volviéndose más fuertes.
Mi pechos subían y bajaban agitados no sabía que me veían de sexy con mi barriguita pero los tres me miraban como bestias devoradoras. Jilaiya acarició mi cabello y se acercó besándome metiendo su lengua en mi boca. Mis labios correspondieron inmediatamente aún temblorosa por el frío que había. La boca húmeda de Abigor atacó mi cuello hasta mis pechos luchando con sus dientes y lengua. Samael acarició mi pansa con dulzura, se acercó de momento dejando besos en mi cuello.
Gemía del placer arqueando mi espalda, sintiendo con sutileza todas sus caricias y toques. Samael y Abigor cambiaron de lugar y los besos del rubio empezaron a bajar hasta el centro de mis piernas haciendo retorcerme del placer cerrando mis ojos con fuerza.
Sentí la risita de Jilaiya en mi oreja mordisqueándola.
—Gime angelito... gime nuestros nombres...
—S-Samael —volví a gemir y sentí los colmillos de Jilaiya rasgar la piel de mi cuello.
Abigor soltó mis pechos y beso mis labios.
—Abre los ojos, no los cierres —Susurro y los abrí mirándolo tímidamente.
Samael lamió hasta mi cuello y también me miró, Jilaiya se unió a esa intensa mirada con su boca llena de sangré. Me senté y los miré a los tres detallando con cada calada de aire agitada, desde sus ojos, sus labios y aquellos montes en el medio de sus piernas, pero siempre volviendo a sus ojos, sus hermosos ojos.
Mire a Samael y lo jale hacia mí besándolo y sentándolo en la tumba mientras me subía sobre él en horcajadas. Jilaiya se puso tras de mi dejando dulces besos marcados en mi espalda y Abigor se encargó de mirarme todo el cuerpo antes de también ponerse tras de mí y morder mi hombro alimentándose de mi sangre.
Samael tomo mi trasero apretándome contra su erección a lo que gemí mordiendo su labio inferior, pero nada incomparable a los gemidos que salieron de mi boca con cada minuto y segundos que pasaban tornándose entre ellos para hacerme sentir en el mismísimo cielo aun siendo los reyes del mismísimo infierno.
De repente todo el cielo se puso rojo y en vez de agua empezaron a caer gotas rojas como la sangre. Gimiendo en los brazos de mis esposos no me había dado cuenta hasta que abrí uno de mis ojos viéndolos empapados en ese líquido.
—Aha Esperen... c-chicos... —Gemía mientras Jilaiya mordía mis hombros junto a Samael y Abigor me tomaba como suya —Aha esperen...
Gemí por última vez y ellos se detuvieron dándose cuenta de lo mismo que yo. Los cuatro miramos al cielo rojizo y una gota de aquel líquido cayó sobre mi nariz. Jilaiya se levantó rápidamente mirándolo todos y sentimos que alguien se acercaba. Abigor y los demás se pusieron los pantalones casi corriendo y a mí me cubrieron con la sudadera más gorda y menos transparente.
Los pasos siguieron acercándose cada vez más hasta que Perséfone y el Rey Arturo llegaron a nosotros.
—Alma...
—Perséfone ¿Qué carajo está pasando? —Dije preocupada por sus caras.
—Es Arioc... ha empezado a recordar...
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro