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CAPÍTULO 39: "Amanecer" (Final)

"...El pecado más hermoso pudo hacer que los demonios me protegieran de la bestia más temible..."

Anonimo

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Capítulo 39:
Narra ALMA
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Minutos antes del despertar...

...

¿Dónde estaba? No lo sabía, solo había oscuridad, mucha oscuridad ¿Había muerto acaso? No, no podía ser.

"ALMA"

El sonido del tren infernal llego a mis oidos. No, no podría estar nuevamente aquí...

"ALMA ABRE LOS OJOS"

Esa voz hacia que mi cabeza doliera muy fuerte ¿Pero de qué hablaba si yo ya tenía los ojos abiertos?

Sentí unos brazos sobre mis hombros y un beso sobre mis labios. Una brisa impactó contra mi rostro y la oscuridad se fue esfumado devolviéndome al vagón del maldito rey, encontrándome con unos ojos grises y un cabello castaño como el mío, era un chico, un chico realmente hermoso que de repente desapareció.

Estaba tirada en el suelo del vagón sintiendo como el tren avanzaba con gran velocidad por las vibraciones que venían del mismo.

— ¡Alma! —Tamara corrió hacia mí agarrando mi cara —Alma debes despertar no te puedes morir aún joder.

—Alma —Una voz captó mi atención detrás de mi amiga, encontrándome con esos cabellos rojos.

— ¡Francella! —me levanté casi corriendo y la abracé rompiendo en llanto, ella me abrazó de la cintura.

—Alma, despierta por favor, esa mujer va a matar a todos si no lo haces...

Tamara sobo mi espalda y me hizo mirarla.

—Alma, debes salir de acá o ella matará a tu hermano...

Un pálpito hizo que mi cabeza casi explotara, un dolor se adueñó de todo mi cráneo y sintió mi boca rascándose como las cortadas que la reina me había dado.

— ¿Mi hermano? —Pregunte sujetándome la cabeza y Tamara dio la vuelta hasta quedar detrás de Francella para abrazarla de la cintura.

—Tu hermano Alma... debes proteger a tu hermano.

—No... Yo no tengo ningún hermano.

—Tenes un hermano menor, Alma... yo lo leí en el diario de la reina, un hermano que nació junto contigo. Tu hermano mellizo.

El sonido del llanto de un bebé y ese recuerdo en las escaleras golpeó mi mente nuevamente. Chille del dolor y unos brazos me abrazaron desde atrás.

—Alma —La voz del rey me hizo voltear rápidamente hacia el separándome.

—Tú...

—Alma debes volver... no te puedes quedar aquí... —El me miró serio ¿Por qué estaba siendo diferente a la última vez que estuve aquí?

—Yo no tengo hermanos

—Si tienes uno, Alma... debes encontrar las demás páginas de diario, la reina Elizabeth es lo menos a lo que temerle miedo, se vienen cosas peores y tu hijo son los que salvaran al planeta de una devastación total —tomó mis hombros para evitar que dejara de mirarlo.

— ¿Mi hijo? Yo no tengo hijos... —Dije muy confundida.

—Pero los tendrás y de tu vientre nacerá una pequeña niña tan hermosa como Abigor y tan poderosa como tú, a la que deberás proteger de las personas que seguirán ocupando tu lugar.

—Espera ¿Cómo sabes tú eso?

—Porque ya los he visto, en aquel beso que me dio la bruja antes de morir me mostro lo que se vino —Dijo mirándome fijamente y una rajadura cubrió su rostro —Y porque tu olor ya ha comenzado a cambiar.

—Alma, debes despertar ya —Francella y Tamara caminaron hacia mi posando amabas sus manos sobre mi vientre —Despierta Alma... despierta.

Todo comenzó a darme vueltas y sentí el grito de dolor de Jilaiya y el olor de su piel quemada. Un estruendo de rocas llego a mi oido.

—Vamos Alma, tu puedes... —dijo el rey y desengancho de su cuello un collar con un cuarzo rojo —Esta es mi alma, la misma que fue condenada a vagar en el infierno para un día poder guiarte a tu destino, el destino que yo sé y debe ser cumplido. Cuando encuentres mi cuerpo vacío agarra mi alma y grita mi nombre, yo te obedeceré y tú hermano también lo hará.

— ¿Y cómo se supone que haga eso cuando me estoy muriendo del miedo?

—No alma —Francella fue hacia mí y me agarró de las mejillas haciendo que mirara sus ojos —No Tenes que temer absolutamente nada. Porque Tami y yo estamos siempre para ti, vivas o muertas siempre estaremos para ti.

¡Abre tus ojos, Alma!

Mi conciencia me gritó y sentí el olor de la sangre de Abigor junto al crujido de sus huesos ¡Quería despertar, quería estar ahí para ellos!

— ¡Despierta Alma! —El rey puso el collar en mi cuello y todo se volvió a poner oscuro.

El rugido de la bestia nuevamente hizo palpitar mi mente pero esta vez era un rugido de dolor. Grite con todas mis fuerzas y sentí mi boca rajarse y colmillos crecerse en toda la boca. No supe en qué momento mi cuerpo se volvió tan ligero que sentí que flotaba en el aire y mis garras se alargaban inexplicablemente.

Un enorme dolor se apoderó en mi frente y sentí mi piel rasgarse mientras algo salía de ahí. Empecé a llorar desesperada sin saber dónde estaba, ni que me estaba pasando, pero al mismo tiempo sentí cuando Jilaiya abrió su boca para decir:

El más bello ángel del maldito infierno.

Mis ojos recuperaron la vista encontrándome con el jardín eterno nuevamente, casi destrozado en pedazos y el cuerpo vacío del rey sujetando a un Abigor gravemente herido, a Jilaiya mirándome con una sonrisa ya Samael completamente hipnotizado con mi forma demoniaca.

La reina retrocedía poco a poco mientras una mujer de cabellos plateados me miraba sin decir absolutamente nada. Mis ojos se fueron hacia la bestia en el suelo tirada y un enorme ataque de ira me invadió, rugiendo con gran ferocidad, haciendo que varias rocas callaran de las paredes y algunas se rajaran.

—Está fuera de control —Samael miró a Jilaiya rápido —Destruirá todo el lugar si vuelve a rugir así.

—Lo sé... Alma mírame —Jilaiya impulsó su voz a mí a lo que yo bajé la cabeza para mirarlo con ojos de odio —Estas fuera de control, tus ojos están en blanco así lastimarás a quien no quieras... angelito...

—No estorben —Mi voz removió todo de nuevo.

— ¡Arturo mátala! —Ordeno la reina y su marioneta corrió hacia mí con la intención de arrancarme la cabeza, pero yo tan solo tuve que levantar mi mano para que mis garras lo cortaran gravemente, mandándole lejos. Mi cuerpo flotante se impulsó hacia él con el puño cerrado, golpeándolo en la cara.

El rey cayó de pies sobre una pared impulsándose hacia mí con velocidad para poder mandarme con fuerza las espinas pulsante de la reina, pero logré detener hacia mi cuerpo antes de que una me traspasará el pecho.

Arranque un árbol de raíz lanzándoselo con fuerza y ​​el rey lo esquivo aunque logre pegarle en uno de sus brazos descolocándoselo de lugar y haciéndolo gritar de dolor, pero luego el solo se lo puso en el mismo lugar.

Corrí hacía el rey nuevamente para atacarlo cuando otro retumbar entumecido mi cabeza con la voz de la persona que atacaba.

"Libérame Alma"

En ese momento me di cuenta que tenía puesto en collar con el cuarzo rojo, tal y como el mismo rey me lo había dado. Distraída recibida con gran impulso el golpe del rey que me mandó a volar casi golpeándome la cabeza si no hubiera sido por Samael quien aún herida perforarme.

—Alma tu puedes con él, pero por favor no olvides quien eres.

¿Quién era...? Yo era Alma Reapher, hija de Eduard Reapher, uno de los tres reyes que había gobernado esta región, esposa de los príncipes Reapher e hija de una madre muerta al darme a luz; Esa era yo.

Mis pupilas volvieron a la normalidad, sin embargo aún conserva mi gran poder. Me levante de los brazos de Samael y corrí hacia el rey quien se preparó para el ataque, no esperando lo que yo haría.

Arranque el cuarzo de mi cuello y con fuerza lo tiré al suelo rompiéndolo en pequeños, diminutos y brillantes fragmentos rojos. Tome una gran calada de aire y cerré mis ojos para luego gritar con fuerza su nombre.

— ¡ARTURO! —mi voz salió de mi boca con gran impacto tirándolo hacia atrás derrumbando una gran cantidad de árboles y muros.

Todo quedó en silencio y el rey terminó por caer recostado al suelo cerrando sus ojos con fuerza, sus oídos sangraron y escupió gran cantidad de sangre.

—¡No! —Elizabeth grito angustiada y enojada — ¡maldita perra! —Ella corrió hacia el rey levantándolo en sus brazos hasta que este abrió sus ojos y sus pupilas dejaron de ser violetas para volver luego a ese color rojo del infierno y azules como los de su forma humana —No, no, no!— temblorosa lo soltó y el rey se sentó sujetando su pecho, mirándola con rabia.

—Llego tu hora Elizabeth —Dije yo acercándome lentamente a ella por la espalda.

— ¡No, tú no puedes matarme! —grito mientras se volteaba hacia mí caminando en reversa.

—No tenes escapatoria... dejame acabar contigo de la manera más delicada a cambio de haberme dando educación y de comer, cuando aún se te podría llamar Madre...

— ¡Aléjate de mí, maldita demonio! —la reina corrió hacia Abigor que había caído a los columpios sin poder moverse con los huesos de su columna completamente rota. La máscara se le cayó al suelo enseñando una horrible cara deformada por las garras de la bestia.

Agarro la daga en el suelo y la puso en la garganta del peli negro cargando su peso muerto con el otro brazo. Abigor gritó del dolor de su espalda y me miró rápidamente mientras yo me detuve para evitar que cometiera una locura.

—Acércate y verás cómo te quedas sin tu preciado Abigor, Alma...

—Alma no le hagas caso, mátala... —Abigor me habló casi sin poder.

Yo negué rápidamente y miré a la reina con odio.

—Eso... duda de atacarme, muy demonio, pero no tienes las agallas que hay que tener para ser la reina de todo esto...

—Me das asco Elizabeth... —El rey se levantó del suelo sujetando su pecho mientras uno de sus ojos se lesionó cerrado con un moretón —Cuando me enamoré de ti soñabas con ser madre y ahora matarías a tu propio hijo por gobernar este estas estúpida ruinas.

—Te equivocas, yo no quiero este estúpido castillo...

—Quieres el infierno, sin embargo solo hay alguien aquí capaz de gobernar el maldito infierno, pero no lo eres tú.

—Ojalá te pudras allá abajo —Dijo Abigor entre quejidos y sonrió ladino mientras su labio sangraba y su cabello despeinado se le atravesaba en la mirada.

— ¿De qué carajos hablan? Yo tengo el control que ustedes deben rogar porque no lo matara. Malditos locos, están mal de la cabeza —Su voz empezó a notarse temblorosa y cobarde.

—Hay Hermanita... yo te lo advertí —La mujer de cabellos plateados miraba todo desde una esquina —Mamá estaba muy decepcionada de ti.

— ¿De qué carajos hablan? ella miró a todos los lados y hacia todos, desde Samael que sujetaba a Jilaiya y Jilaiya a Samael usándose como bastón, hasta la bestia que estaba tirada en el suelo hace segundos.

Ahí fue cuando se di cuenta de lo que pasaba, pues aquella bestia ya no estaba ahí, sino detrás de ella soltando humo en cada suspiro. Aún no sabía cómo estaba de pie luego de tantas heridas, pero ahí estaba, detrás de la reina con lo que se podía decir que eran sus manos llenas de garras acercándose al cuello de aquella mujer.

—No... No... Mi amor por favor... —Ella miró al rey.

— ¿Tu amor? Me utilizaste hasta morir ¿Y aún tenes la valentía de llamarme tu amor? —El rey se carcajeo en su cara y se negó rápidamente —Espero te gusta bastante el infierno Elizabeth.

Las garras de la bestia se clavaron en su cuello y el cuchillo en su mano se cayeron al suelo soltando a Abigor.

—NOOOOOOO —gritó con fuerza antes de que su cabeza fuera arrancada completamente de su cuerpo matándola al instante.

Abigor se arrastró como pudo y el cuerpo de la reina cayó de rodillas y luego hacia delante, donde empezó a formar un charco de sangre. Abigor, Samael y Jilaiya voltearon la mirada para no ver esa escena. La ira en mi cuerpo se fue fumando, sintiendo una gran libertad en mí. Sentí mi cabello encogerse a su tamaño normal y el cansancio se adueñó de mi cuerpo devolviéndome a mi forma humana.

Mi cuerpo dejó de flotar y rápido empezó a caer al suelo, pero cuando pensé que chocaría contra el pasto seco los brazos de rey me cargaron a pesar de las heridas que le había provocado.

— ¿Te debo una disculpa muy grande, he? —Susurro él y se arrodilló recostándome en el pasto.

Samael y Jilaiya fueron rápido a ayudar a Abigor sujetándolo entre los dos, para luego ir hacia mí rodeándome y sentándose a mis lados. Abigor me abrazo escondiéndose en mi cuello y Jilaiya en mis pechos, haciéndome cosquillas.

—Oigan déjenme un espacio, esperen —Samael reía conmigo y yo alcé mis manos para acariciarle las mejillas cuando de repente sentí a Abigor y Jilaiya llorando como dos niños pequeños.

— ¿Pero por qué lloran? —dije riendo.

— ¡Pensábamos que estaba muerta! —grito Jilaiya y Abigor asentían junto a él.

—Parecen dos bebes necesitados de que los amamanten —Dijo Samael burlándose de sus hermanos.

La mujer de pelo plateado se acercó mientras se veía por el gran hoyo de la pared como había amanecido por completo, mostrando un hermoso día de primavera.

—Alma...

Mis ojos se dirigieron a ella quien se agachó y puso su mano en mi vientre, captando la atención de los tres hermanos.

—Oh —Una sonrisa se dibujó en mi rostro ya más angelical, pues las heridas de mi mejilla se habían cerrado.

—Sabes que ganaste esta batalla... pero aún no has ganado la guerra, cosas peores se van a venir ahora que serás coronada como la reina de la región de los demonios... —Sus ojos se toparon con los míos —Alma esto no es un juego... debes volverte aún más fuerte, aún debes recordar muchas cosas que comienzan por el... —Dijo y miro donde la bestia.

La cual ya no era una bestia.

Había un chico desnudo de ojos grises y cabello castaño casi como un espejo de mi misma. Él estaba de rodillas hambriento comiendo lo que quedó del cuerpo de la reina hasta que sintió que todos nosotros lo mirábamos, sus ojos se encontraron con los míos y terminó de tragar lo que tenía en la boca.

En cuatro patas empezó a caminar hacia mí a lo que Jilaiya y Samael rápido se levantaron a protegerme amenazando con sus colmillos, pero el simplemente los dejo de largo y se detuvo sobre mi mientras Abigor lo miraba de forma seria.

Un nombre vino a mi mente y mis labios lo pronunciaron sin que se dieran cuenta.

—Arioc...

El sonrió malévolo y de un momento a otro salió corriendo saltando por aquel agujero de la pared hacia el bosque, rápido me senté pero ya no pude volverlo a ver.

Los hermanos se miraron entre ellos y miraron a aquella mujer.

—Persefone ¿No? —Abigor habla.

—Si...

—Gracias...

Ella sonrió y levantó su mano, los huesos de la espalda de Abigor sonaron nuevamente haciéndolo gritar del dolor, pero para bien, pues al segundo podía volver a moverse.

—De nada...

Todos rieron, pero yo me quedé mirando hacia aquel agujero en la pared con una sensación de que no me gustó para nada. Tal vez estaba loca pero aquel chico no me había dado ninguna buena espina. Las manos de Abigor me hicieron mirarlo y los vi ahí a los tres mirándome a mí.

Sonreí nuevamente y tomé la mano de Abigor llevándola a mi vientre. Sus ojos se confundieron a lo que tuve que sonreír para que entendiera lo que quería decirle.

—Joder...

—Felicidades hijo —El Rey dio palmadas en la espalda de su hijo.

— ¿Pero cómo? Solo hace unas horas que...

—En los demonios ocurren al instante si va a ocurrir... —Hablo Perséfone —Además... estaba destinado a que esto pasara.

— ¿Vamos a ser papás? —Samael sonrió y Jilaiya tenía la boca abierta por completo.

— ¿No estás feliz, Abi? —pregunte al pelinegro mirándolo con algo de miedo.

— ¿Estás loca Alma? ¡Claro que lo estoy! —Dijo y me besó a lo que rápido correspondí, Jilaiya y Samael se metieron en mi cuello mordiéndolo a lo que chille y Abigor se separó de mis labios, golpeándolos en la nuca.

— ¡Ay! —Jilaiya y Samael se quejaron y yo los jale a cada uno por separarse dejando un beso sobre sus labios.

Sabía que lo que se venía en camino iba a ser aún más peligroso y tenebroso, pero estaba muy feliz de no haberlos perdido a ninguno de los tres y ahora que esperaba una hija de Abigor estaba aún más emocionada, dándome las fuerzas para enfrentar cualquier cosa que se viniera.

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CONTINUARÁ...

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