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CAPÍTULO 37 : "Sonrisa sangrienta"

"...Ella murió, murió después de dar a luz pero nadie sabe la verdad de por qué lo hizo..."

Anónimo

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Capítulo 37

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Estaba a punto de acariciar su pelaje cuando un agudo rugido provino de las paredes y los ojos de la bestia se pusieron rojos como la sangre. La bestia salió corriendo rompiendo otra pared de los pasadizos.

¿QUE HABIA SIDO ESO?

Observando como corría hasta desaparecer del radar de mis ojos, en mí crecieron unas ansias enormes de seguirlo. Mi mente ni siquiera pensó como debía y mis pies solo actuaron empezando a correr. Abigor y Jilaiya se miraron preocupados y ambos salieron corriendo tras de mí. Traspasando otros pasadizos oscuros la brisa del jardín eterno nos pegó en la cara con un dulce beso en la frente.

— ¿Pero qué? —Abigor miro hacia los lados y buscando a la bestia, yo también lo hacía, pero ni mis ojos ni los de él lograron alcanzarla.

Jilaiya llego hasta nosotros y se paró a mi lado agarrándome de la cintura, obviamente captando la mirada seria de Abigor.

— ¿Que fue eso, angelito? —lo voltee a ver y su ojos rojos se reflejaron en los míos.

—No tengo ni la mínima idea... pero sé que sentí una conexión inmensa con esa bestia, además... sus ojos...

—Así que te encontraste con la bestia ¿no? —La voz de la reina hizo un eco enorme en aquel lugar agarrándonos de sorpresa.

Saque mis garras poniéndome en defensa y los chicos hicieron lo mismo empezando a caminar por el jardín.

— ¿Dónde carajos estas? Da la cara, maldita —Dije sería mientras media mis pasos para no caer en ninguna trampa.

—Más cerca de lo que piensas, al parecer lograste despertar a dos de mis hijos, me sorprendes cada día más, Alma...

—Eres una cobarde, te ocultas porque sabes que ahora tengo todas las fuerzas suficientes para matarte, Elizabeth.

— ¿Elizabeth? ¿A CASO YA NO SOY MADRE?

—Ojalá nunca te hubiera llamado así maldita bruja...

Tras un arbusto la vi sentada en los viejos columpios. Samael esta arrodillado frente a ella, con la cabeza recostada sobre sus piernas mientras ella acariciaba los largos mechones rubios de su cabello. Su cara estaba cubierta por una máscara en color rojo. En su otra mano sostenía la misma daga que había utilizado con Estefi apuntando a la espalda de Samael, justo del lado del corazón.

Ambas bestias salieron de otros dos hoyos de la pared con sus ojos rojos iluminados entre la misma. Bajo los pies de las bestias todo se marchitaba con cada paso, en cambio a mis pies florecían hermosos arbustos de rosas rojas.

— ¿Aún estas segura de lo que dices Alma? Yo no hablaría con tanto odio si fueras tú.

Mis ojos no se despegaban de la daga en sus manos. Mi odio creció aún más y mi cabello se alzó con el viento sintiendo un dolor inmenso en el medio de mi frente.

— ¿Angelito? —Jilaiya me miró para luego mirar su madre y mirar a su hermano —Madre suéltelo...

—Es tu propio hijo, no serías capaz de hacerle daño —Abigor dio un paso a delante y ella encajo la punta del cuchillo en la espalda del rubio.

— ¿Estás seguro de ello? —Dijo y juro haberla visto sonreír sádica bajo la máscara.

Samael abrió sus ojos encantados en color violeta, horrorizado por el dolor. Las bestias se detuvieron a los lados de la reina y ambos nos miraron rugiendo. Ella los había logrado controlar de alguna manera.

— ¿Cómo es que?...

—No es tan complicado cuando la daga aún estaba embarrada de la sangre de Estefi y mis raíces de la de esa asquerosa lesbiana —Dijo con burla mientras yo me llenaba de furia.

Apreté mis puños encajándome las garras en las palmas de las manos y apreté mis dientes, dando un paso a delante, de no ser porque Abigor me agarró de la mano inmediatamente hubiera saltado sobre ella.

La quería matar.

—Alma controla tu poder —Abigor me susurró.

—La quiero matar

— ¿Me quieres matar alma? Anda ven y hazlo —Encajo más la daga y los ojos de Samael comenzaron a llenarse de sangre —Pero que sepas que me lo llevo también a él conmigo.

Mi cuerpo tembló junto a las expresiones de dolor de Samael quien miraba fijo a la falda de su madre. Retrocedí y ella sacó un poco la daga dejando solo la punta adentro.

—Eso es... —Dijo y beso la cabellera de Samael —Nada es difícil Alma, puedo devolverte al inútil de mi hijo siempre y cuando me des tu lugar en el infierno.

— ¿De qué carajos estás hablando? —Dije y mire a Abigor para que me soltara, él lo hizo y luego volví a ver a su madre.

—Ah, eso aún no lo sabes ¿he? —Ella río a carcajadas y chasqueó sus dedos haciendo aparecer una copa de oro con gemas incrustadas —Eres la reina del infierno... tú y él lo son.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres con eso? —arrugue mes cejas.

—A que le quitaste el lugar que a mis hijos les correspondía en el infierno, pero no lo voy a permitir. No me lo quitarás, no lo harás. Pero si queréis a Samael de vuelta concédeme tu puesto brindándole tu sangre en esta copa junto a tu alma.

—Estas ida completamente si piensas que la dejaremos —Jilaiya se paró delante de mí —Esto es una trampa tuya, lo sé... no dejaremos que Alma te de su sangre. Hasta ahora has demostrado no tener palabra.

— ¿Prefieren a su hermano muerto? —Pregunto ella y se levantó agarrando a Samael del cabello y encajando la daga nuevamente. Al rubio le salió sangre por la boca cayendo de rodillas.

—Trato hecho —Dije rápido antes de que lo fuera a matar.

—Alma, no —Abigor me agarró del brazo con fuerza.

Yo lo miré a los ojos y escuche el gruñido de Jilaiya que se me paró al frente impidiéndome el paso. Los ojos de Abigor se reflejaron en los míos y por unos segundos sentí como sus dedos suavizaban el agarre. Había vuelto a leer mi mente, veía lo preocupada que estaba y mis pocas ganas de perderlos, mis miedos de verlos muertos por mi culpa.

Luego miré a Jilaiya que al ver mis ojos preocupados dejó de verme con molestia para mirar a su hermano con preocupación.

—Esto es una mierda. No la voy a dejar hacer esa idiotez —Volvió a mirarme a mí —Alma —Jilaiya me agarró de la mano aferrándose a mí.

¿CUANTO MIEDO TENIA DE PERDERME QUE POR PRIMERA VEZ LUEGO DE SIGLOS ME HABIA VUELTO A LLAMAR POR MI NOMBRE?

Me quedé mirando sus ojos rojos llenos de pánico y me acerqué soltándome del agarre de Abigor. Tomé las mejillas del castaño y parándome de puntas dejé un beso en su nariz. Sus ojos se abrieron casi saliendo de sus cabales, lo había tomado por sorpresa. El agarre de su brazo se suavizó por los sentimientos que le provoque y aproveche para soltarme. Mire a Samael adolorido y sin voluntad de rodillas en el suelo. Corrí hacia la reina.

— ¡N-no alma espera! —El grito de Jilaiya hizo que me doliera el pecho. Pero no podía hacer nada, yo sabía lo que estaba haciendo, sabía que la reina no jugaría limpio, pero no podía permitirme ver a Samael morir sin intentar salvarlo como él lo había hecho más de una vez por mí.

La reina soltó a Samael deshechizándolo y sus ojos verdes sin brillo reflejaron todo el dolor que sentía.

—Alma —Lo escuché susurrar mi nombre antes de que la reina lo empujara con fuerza hacia sus hermanos, quienes lo atraparon antes de dejarlo caer.

Por primera vez en mi vida sabía que lo que hacía me estaba condenando. Podía haber actuado inmediatamente para matar a la reina Elizabeth en un instante, pero sus raíces llenas de la sangre de la que había sido mi mejor amiga se aferraron mis piernas y cintura arrodillándome en el suelo y dándome la media vuelta de cara a los chicos.

— ¿Qué haces maldita bruja? Teníamos un trato, te daba mi sangre a cambio de que liberarás a Samael, no tenías que agarrarme así.

—Oh querida... —La reina sonrió limpiando la daga ensangrentada con un pañuelo que sacó de sus pechos escoltados —Ya tu sabias que no solo sería eso, no se para que te haces la estúpida... eres tan mosquita muerta como tu madre...

— ¿Mi madre?

—Me juzgas por querer tener algo que me pertenece cuando tú yo estamos de mismo bando —El reflejo de la daga dibujó mis ojos sobre su filo cuando acaricio con la punta de esta sobre uno de mis labios —El único problema es que tu apenas ahora estás recordando lo que ella quiere que recuerdes... te necesita como la héroe de esta historia, porque como villana todos estaríamos acabados...

— ¿A qué carajos te refieres? —Dije confundida mientras ella acomodaba la copa de oro bajo mi mentón.

—Lo siento cariño, pero eso no lo puedo decir yo... tal vez en otra vida lo recuerdes.

—Maldita bruja...

Fue lo que alcance a decir antes de que la misma daga que había utilizado para protegerme en ocasiones anteriores cortará mi cara abriendo mi boca como una serpiente venenosa, eliminando hasta mi lengua.

Un grito interno acalambro mi cara y mis ojos se abrieron como pares de platos mientras veía a Samael gritar mi nombre y a Jilaiya corriendo hacia mí, soltándose del agarre de su hermano menor. Una fuerte oleada de poder los tiró hacia atrás a los tres, chocando con los muros que dejaron inconsciente al herido de Samael.

Abigor se levantó e intento el correr hacia mi justo en el instante que la maldita bruja atravesó mi corazón con la misma daga que corto mi rostro de oreja a oreja.

— ¡Alma! —Abigor grito con fuerza antes de caer al suelo arrodillándose, mirando como mis ojos se cerraban poco a poco.

Esta vez sí había perdido la batalla. Esa daga era hecha con colmillos de demonios, capaz de matar a otro demonio, y ahora había atravesado mi pecho, justo en el corazón que con tanta rabia e ira latió cuando vio a Jilaiya llorando asustado de rodillas, sujetando a su hermano mayor y al mismo tiempo con las ansias de correr hacia mí y salvarme.

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Narra Abigor:

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Ver al primer amor de tu vida muerta delante de tus ojos después de apenas un día de haberla recuperado era lo más doloroso que podía haberme pasado. Escuchaba los gritos de Jilaiya mientras yo solo podía mirar su cuerpo inmóvil, ese cuerpo que apenas unas horas había sido mío.

Solo podía mantenerme de rodillas con los brazos caídos a los lados mirando como la sangre de mi amada llenaba la copa de oro que mi madre sujetaba bajo su mentón manchado de carmesí.

—El trato está hecho de todas formas —Dijo su asesina presente mientras con la copa llena se paraba recta antes de caminar a los columpios —Ustedes no me pueden tocar y Alma está completamente muerta, no les queda más que obedecerme.

— ¡Eso nunca! —Jilaiya grito y ella solo lo miró de reojo.

—Pues también morirán... y entonces yo seré la reina que gobernara esta tierra miserable y el infierno.

Elizabeth puso la copa de sangre en uno de los asientos para luego cortar la palma de su mano y dejar caer gotas de su sangre sobre la de Alma. Una de las Bestias rugió y otra se inclinó ante mi madre.

La reina culpable de muertes y desastres camino a la que le había rugido y no a la que se le había inclinado ¿Por qué? No tenía ni una miserable idea. La bestia abrió su enorme boca y ella derramó la sangre sobre su garganta. Una enorme luz roja iluminó el suelo desde abajo y el pelaje de la bestia empezó a desaparecer ante mis ojos.

Un figura conocida fue revelándose ante de mí; Cabello rubio, ojos rojos y rostro atractivo.

Padre

Fue el quien quedo con ojos vacíos parado delante de mi madre ¿Donde estaba su Alma? En el infierno aún lo más seguro.

La bestia que se había inclinado rugió molesto y se le abalanzó a mi madre para matarla, pero con un simple beso de ella en los labios de mi padre sus ojos se volvieron violetas y garras y colmillos salieron de él, saltando hacia la bestia para proteger por hipnosis a su mujer, la misma que ahora lo manejaba como marioneta.

—Me gustaría quedarme a ver el espectáculo —Río y volteo a verme a mí y a Jilaiya —Después de esa horrenda Bestia ustedes serán los siguientes...

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Gracias mis angelitos por todo su apoyo, saben que los amo. Ya casi 8K 🤗💖

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