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CAPÍTULO 17: "SE TE ACABA EL TIEMPO"

Capitulo dedicado para la jefa del club de fans de alma; Miceli

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Capítulo 17:

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Shs... Mi niña, silencio, no llores más, pequeña, Papá ya está aquí...

10 años atrás...

El sonido de una caja de música está sonando, la puedo escuchar desde mi cama, es la caja de música que mamá me dio en mi cumpleaños, pero... ¿Por qué me siento tan extraña? Siento que estuviera viviendo algo que no era mío...

Mire a mí al rededor y vi una cuna, una cuna de un niño pequeño, lo tomé en mis brazos y sus ojos grises me miraron.

Hermano...

Lo miré con dulzura pero de repente desapareció y mis manos se llenaron de sangre.

No

El sonido del tren me regresó a la realidad, el infierno aún esperaba por mí ¿Que había sido esa visión? ¿Acaso estaba intentando recordar algo?

Todo estaba cada vez más tétrico y la tenue luz ya era más oscura, el tren me estaba absorbiendo pues no me quedaba mucho tiempo y los granos en el reloj de arena me lo recordaban. Mire a mi alrededor y no vi las estatuas de Mal o Tamara, tan solo pude ver esa figura llena de maldad que había resultado ser el rey Arturo, uno de Los Reyes nobles ¡Y maldita sea, cómo lo odiaba!

—Felicidades —El rey dictaminó algo serio, su expresión había cambiado por completo —Debo admitir que pensé que mi hijo haría trizas tu cuerpo, pero al parecer falló.

—Aquí tienes tu maldita corona —Le lance la joya de rubí incrustados de mis manos, algo que el agarro con tan solo levantar la suya —ya vamos a terminar este maldito juego ¿Que mierda debo hacer ahora?

— ¿A dónde con tanto apuro, querida? Tu tiempo aún no se agota —Se levantó y caminó hacia mi agarrando mi cintura, a lo que me separe rápidamente.

—Quita tus asquerosas manos de mí, solo me quieres quitar el poco tiempo que me queda —Exclame con firmeza.

— ¿Qué es lo que más quieres en esta vida, Alma? —Me preguntó mientras caminaba a mí alrededor.

— ¿A qué carajos viene esa pregunta?

—Responde —Dictaminó y tomo mis hombros, volteándome hacia un espejo — ¿O acaso no lo recuerdas?

Mire mi reflejo en el espejo pero está ves me vi muy diferente, tenía la bata de dormir embarrada de sangre con un cuchillo en mis manos y los tres hermanos estaban parados detrás de mí.

— ¿Que?

Voltee rápido hacia atrás pero solo veía al rey, volví a mirar al espejo, ya solo reflejaba mi vestido rojo y al rey parado detrás de mí.

— ¿Qué fue lo que viste, Alma? —pregunto el rubio y miró mi rostro a través del espejo...

—No...No lo sé —Dije insegura.

—Concéntrate

— ¡Dije que no se! —Me zafe y me volteé nuevamente hacia él.

—Sabes mucho más, pero al parecer juegas a hacerte la de la amnesia.

—Yo no juego con eso, no recuerdo mi pasado.

—Más vale que no lo hagas o correrás más peligro del que ya corres con el diario de mi esposa en tus manos...

— ¿Querrás decir; de tu difunta esposa?

— ¿Que te hace pensar que la reina está muerta?

— ¿Que?

El escenario del tren se distorsionó y no se en que momento el aire frío de la muerte me cubrió en una escalofriante niebla rodeada de pilares de piedra que me negaban el paso.

Esto no estaba bien ¿A qué se refería con eso?

Mire a mi alrededor pero la niebla me impedía localizar algún objeto que me hiciera saber dónde carajos estaba.

—Encuentra el último objeto y enfrenta tus peores temores, Alma, deja que te ayude un poco.

Sentí unas sombras agarrándome de los pies por lo que grité con todas mis fuerzas y sentí el sonido de un corazón latiente con si estuviera asustado. Sin darme cuenta estaba rodeada de oscuridad, mis manos estaban desapareciendo y mi cuerpo se sentía débil.

Intente correr sin rumbo hacia alguna salida pero la oscuridad me seguía atrapando ¿Que se suponía que debía hacer? Ni siquiera me había dado el maldito acertijo.

El infierno ya me quería para él y mis peores miedos me empezaban a perseguir con ligeros susurros en mis oídos.

Alma abre tus ojos...

Un escalofrío electrificarte abrió mis ojos grises llenos de una luz que procedía del fondo de un pasillo. Mis piernas empezaron a caminar, sentía que se dirigían al abismo porque cada paso que daba el frío congelaba mis labios poniéndolos violetas.

Alma abre los ojos

Esa voz volvió a repetirse, pero yo ya los tenía abiertos ¿Cuánto más debía abrirlos? Al llegar a la luz fue como un despertar en mi antigua habitación, antes de llegar al convento.

—Shs... Mi niña, silencio, no llores más, pequeña, Papá ya está aquí... —Voltee hacia atrás y vi a una niña llorando en brazos de mi padre.

—Papá —Hable pero él no podía escucharme —Papá —Camine hacia el e intenté tocarlo pero mi mano desapareció en el intento.

El sonido de una caja de música empezó a sonar y alguien traspasó mi cuerpo con una cajita en sus manos, era una mujer de cabello color oscuro y grandes ojos grises que traía una pequeña caja con una bailarina dando vueltas.

El llanto del bebé en brazos de mi padre se calmó y se quedó mirando la cajita... no... ¿Me miraba a mí? Ella sonrió sin dientes y estiró su manito hacia mí, pero yo solo me quedé mirando.

Todo se distorsionó y el grito de una mujer me llevó nuevamente al maldito pasillo con la luz ¿Que carajos pasaba? Un pitido aturdido mi cabeza por lo que tapé mis oídos con fuerza.

— ¡Ahaaa! —Chille callando arrodillada en el suelo sentía que se me iban a reventar los oidos.

Alma no, levántate...

Esa estúpida voz de nuevo ¿Acaso no podía hacer más que darme órdenes?

— ¡Ya basta no me des una orden más! —Grite y me intenté levantar pero mis piernas fallaban — ¿Que esta pasándome?

Mire mis manos desvanecerse y sentí el sonido de los granos de arena cayendo uno por un contando mi tiempo.

— ¿Qué pasa, Alma? —La voz de rey hizo que mi cuerpo se entumiera — ¿Te vas a rendir tan fácil?

— ¡No!

Le grité y me levanté como pude, caminando hacia esa luz al final del pasillo. Quería correr pero las piernas no me cooperaban, más bien querían doblarse para descansar.

Alma...

Esa voz volvió a hablarme y de repente vi otra habitación, era Mal nuevamente, tenía las manos temblorosas y estaba parada frente a un hombre con un cinturón en las manos.

El cinturón se alzó junto a la mano del hombre y yo alcé mis manos pequeñas para defenderme pero simplemente en al momento del impacto volví a encontrarme en ese pasillo maldito llorando, tenía heridas en el cuerpo que no sabía de donde habían aparecido.

— ¡Basta!

—Alma —La voz de Abigor hizo que esos sonidos se fueran. Alce mi mirada y lo vi estirando su mano hacia mí —Eres fuerte, demuéstraselo...

Sus ojos brillaban y se acercó como si quisiera besarme, ese no era Abigor, era el otro, el que yo había descubierto en el cementerio, me aparté cuando me di cuenta pero solo sonrió triste y luego desapareció.

— ¿Enamorado, Abigor? —El rey río como burla —Que patético, ya entiendo porque se deshizo de él...

— ¡Cállate! —Le grité — ¡No voy a dejar que ganes este maldito juego!

— ¿Estas segura?

El reloj de arena se mostró ya casi al caer el último grano. Me quedé pensando por un momento ¿A caso este sería mi fin? ¡No! Tenía que hacer algo ¿Pero qué carajos?

Me quedé recordando algunas cosas y cuando reaccioné me di cuenta de unas palabras muy importantes mencionadas por el rey, empecé a correr hacia el reloj de arena.

¿Conque aún me quedaba tiempo?

— ¿Que? —El rey sonó indignado cuando se dio cuenta de que supe poner sus palabras en los lugares corrector —¡Me las vas a pagar Alma!

Sombras y monstruos salieron del suelo intentando agarrarme para detenerme, pero yo solo corría por mi vida, fuera de este lugar llamado infierno. Con ya mi cansado corazón latiendo a mil y el último grano de arena cayendo en el reloj, salte en el último instante agarrando y volteándolo haciendo que todo diera vueltas.

Todo se volvió oscuro ¿No lo había logrado?

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—Alma abre los ojos, alma —La voz de Jilaiya hizo que la oscuridad fuera cediendo.

La sangre me volvió al rostro y abrí mis ojos tomando aire de un tirón, pues sentía que me ahogaba si no respiraba. Estaba agitada, asustada y las heridas de mi cuerpo estaban presentes.

Nada había sido un sueño, había estado en el maldito infierno por no sé cuánto tiempo.

— ¡Samael! —Jilaiya acariciaba mi espalda mientras miraba hacia la ventana llamando al rubio que me había traído hasta acá.

Yo miraba mis manos sintiéndome temblar. El rubio entró por la puerta rápidamente y me hizo mirarlo agarrándose del mentón.

—Alma, ey...

Yo miré sus ojos pero mi vista aún no volvía del todo, solo veía manchas borrosas.

—Mierda

Mire a mi alrededor y vi la silueta de peli negro de ojos dorados.

—Abigor... —Lo llame.

Sentí el suspiro pesado de Samael, Abigor me miró y caminó hacia mí, los otros hermanos solo se quedaron mirándome.

— ¿Te puedes levantar? Tienes que volver al castillo.

—No puedes volver así, Abigor, sus ojos aún están negros —Samael lo miro serio.

—Cállate, esto ocurrió por tu culpa, te dije que la tuvieras vigilada y no lo hiciste, nuestro padre se la llevo al infierno y aún no sé cómo carajos logro salir luego de una semana.

— ¿Una semana? —reaccione rápido.

Los chicos me miraron pero no dijeron ni una palabra, Abigor revisó mis ojos se sentía algo alterado lo sabía por el movimiento de sus manos tomándome la temperatura incluso revisando mis herida.

— ¿Que te hizo? —Su voz sonaba tranquila como si no le preocupara pero simplemente sabía que si lo hacía, yo había visto esa parte de el del que tanto había querido deshacerse.

—Me hizo jugar un juego...

— ¿El del reloj de arena? —Pregunto y yo asentí —Tuviste suerte de salir de ahí Alma.

—No fue suerte, el me dejó salir, lo sé, solo me estaba probando, yo agarre el reloj justo cuando el tiempo se había agotado.

—En ese caso no estas segura aquí, lo mejor sería que agarres la primera carroza y te largues del convento —Me miro pero suspiró —Algo que no harás lo más seguro.

— ¿Quién es Mal? —Le pregunte de repente pero él se quedó mirándome con la boca ligeramente abierta, como si le hubiera preguntado algo que lo hubiera afectado.

Era difícil ver y crees la expresión que Abigor el rey de la seriedad como yo lo había bautizado tenía en su cara. Parecía estar sorprendido por mi pregunta.

—Te vas a quedar aquí, por lo menos hasta que recuperes la vista, lo que pienso que sea al amanecer, te voy a dejar con Jilaiya —Y así ignoro por completo mi pregunta —Van a ver mostros buscándote por el olor al infierno que tienes, así que lo mejor es que te des un baño...

—Abigor... —intente volver a preguntarle pero el solo se quitó la sudadera y me la dio

—Ponte esto luego de que te bañes, hay mucho frio.

Salió de la cabaña y yo me quedé mirando la puerta mientras sujetaba la sudadera en mis manos.

Algo ocultaba ¿Pero por qué no me sorprendía? Bueno, ellos ocultaban demasiado, mucho a decir verdad. Pasaron unos minutos y me encontraba desnuda bajo las aguas jabonosas de la tina en el baño de la cabaña.

Era difícil creer que había pasado tanto desde que había quedado inconsciente, pero el hecho de saber que los trillizos me habían estado cuidando me hacía sentir que tenía alguna especie de control sobre ellos.

Limpiaba mis manos y hombros, incluso mi cabello ¿Donde habían quedado las cosas que había encontrado en el infierno? Esos objetos podían haberme servido mucho para seguir con las investigaciones, pero sobre todo para conocer más sobre los secretos del catillo..

Mire hacia la ventana del baño y abrí un poco la cortina, Jilaiya cortaba leña como un loco, se sentía ansioso, cada golpe que le daba a la madera con el hacha lo hacía con una sonrisa aterradora de oreja a oreja, como si de una persona se tratara.

Algo tenía el que llamaba mi atención, no sabía si era esa locura maniática o el hecho que de los tres era el que más mostraba una cierta maldad que me hipnotizaba, pero también ocultaba mucho, y tan solo recordar esa escena del castillo en la primera prueba me revolvía el estómago.

Me quedé mirándolo y el dejo de corta la leña, miro hacia la ventana y yo cerré la cortina.

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:0 Doble actualización... sigan leyendo...

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