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CAPÍTULO 16: ''LA CORONA DEL REY''


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Capítulo 16:

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— ¡Ser repugnante!

Grite con todas mis fuerzas al ver a Mal petrificada en aquella zona, pero lo peor no era eso, Tamara estaba a su lado con expresión asustada convertida en piedra al igual que la pequeña. Quería correr hacia él y atacarlo, pero sus guardias me agarraron de los brazos antes de lograrlo.

— ¿Que pasa Alma? —Se río y me miró —Lograste tu primer acertijo ¿No estás feliz?

Era un sádico, un ser asqueroso que se regocijaba en el miedo de los demás. ¿Por qué carajo iba yo a estar feliz por eso? Mi vida costaba de ello, no era un maldito juego de niños a los que tuviera que sonreír en cada victoria.

Cerré mis ojos intentado controlarme al menos una vez, debía tomar barajas en este asunto no podía dejar que me manipular con su maldito poder.

— ¿Por qué le hiciste esto a ellas? —Pregunte intentando lucir poderosa —Desáselo... —Ordene

Quería matarlo pero en este lugar solo yo podía morir si daba un paso en falso como el de ahora, sin embargo el solo optó por reírse en unas carcajadas mientras aplaudía lentamente.

—No —Dijo simplemente y estiro su mano hacia la botella de vino para volver a llenar la copa en la bandeja que sostenía una chica casi desnuda parada a su lado. —No lo haré... Aunque puedo considerarlo si buscas algo para mí.

Lo mire, lo había hecho a propósito, joder, solo quiere que pierda más mi tiempo, su maldito juego cada vez me ponía más los pelos de punta. Mi piel estaba como la de una gallina pero mi corazón latía con fuerza como si quisiera salir pegarle un puñetazo en el medio de la cara

—Es solo... —Sonrío —Mi corona... Puede que la haya pedido —Su tono de voz se volvió juguetón.

— ¿Y dónde carajos está? —Pero el mío seguía queriendo demostrar confianza aunque me moría de nervios por la siguiente parada.

—Tic tac —movió su dedo y señaló al reloj de arena que ya casi iba por la mitad —No desperdicies más tu tiempo querida, ahórrate los segundos, ya llegó tu segunda parada...

El tren se detuvo nuevamente y los guardias me soltaron. De repente sentí que la iluminación disminuyo por lo que una corriente de aire frío apago todo fuente de luz.

—Eres un maldito tramposo —Dije y me abrace por el frío del lugar.

— ¿Es mi juego no? Nunca te dije que hubieran reglas acá —Sonrió malévolo —Por cierto "Cuando estamos perdidos siempre hay un amigo que conoce el lugar" —levanto su copa hacia mi —Te espero princesa...

Gruñí y me di la vuelta en cuanto las puertas se abrieron. El tiempo corría y no podía perder ni un solo segundo más, solo debía cuidarme de las trampas del rey para no terminar como Mal o como Tamara, y de paso encontrar no uno, sino dos objetos.

Al cruzar el portal me encontré en un gran bosque desde donde podía escuchar el mar golpear contra la costa y grandes truenos caer junto a la lluvia.

¿Dónde estaba?

Voltee a ver a mi alrededor y me di cuenta de que me encontraba en el bosque del pueblo de los tres reyes nobles, ya que al fondo donde los relámpagos iluminaban en cielo, se podía ver el gran castillo yacer en la parte más alta, ya algo descuidado.

Me voltee hacia delante y observe mis manos, tenía la piel morena y las uñas largas ¿Acaso estaba en el cuerpo de Tamara? Esto cada vez me volvía más confundida.

Eran demasiadas cosas que debía pensar y resolver.

Suspire y mire hacia el frente empecé a caminar entre los árboles guiándome por el sonido del mar, el camino entre las ramas y arbustos se me hacía complicado ya que el viento fuerte de la tormenta apenas me dejaba caminar.

No sabía hacia donde me dirigía pero luego de un rato de estar anda que te anda pude divisar una pequeña cabaña en un acantilado que daba justo al furioso mar que golpeaba la costa con fuerza.

¿Sería esa la cabaña a donde Samael me había llevado? No estaba segura, sin embargo quedándome parada ahí no averiguaría absolutamente nada.

Así que con una gran calada de aire corrí entre la tormenta, sintiéndome arrastrada por el fuerte viento que hacía que la túnica que llevaba puesta quisiera salir volando como me había pasado a mi minutos antes de que Samael me encontrará en el lago.

Al llegar frente a la puerta de madera estire mi mano a hacia la manija de la misma, para luego abrirla con suavidad mientras está parecía chillar protestando.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando empecé a ver grandes cantidades de velas y dibujos de los monstruos en las paredes. La chimenea estaba prendida ósea que alguien había estado aquí hace poco o todavía seguía rondando la zona.

El sonido de la madera quemándose en la chimenea era lo único que daba una sensación de calma, pero aun así estaba inquieta aunque sabía que debía ser fuerte y valiente, pues ser cobarde no era lo que me había traído hasta aquí.

Caminé por la pequeña habitación ya que solo era eso; una habitación con un baño y una pequeña cocina ¿Quién viviría en un lugar tan pequeño? No sabía pero debía averiguar.

La imagen de un beso y alguien acorralándome contra las paredes de pasillo del convento llegaron como se fueron juntas a otras imágenes de sangre en mis manos.

Un pequeño hilo de sangre corrió por mi nariz, lleve mi mano hacia esta y la toque embarrando mis dedos y una gota cayó sobre la mesa frente donde estaba parada la cual permanencia llena de papeles en blanco.

Mis ojos vieron algo muy peculiar, sobre la mesa había hoja que más bien parecía un mapa en blanco solo que abajo decía "Laberintos del Noble"

Mi mirada se confundió, si recordaba lo que el rey había dicho...

"Cuando estamos perdidos siempre hay un amigo que conoce el lugar"

...Se estaba refiriendo a un mapa si lo pensaba mejor, pero ¿Cómo puede ayudarme un mapa que está completamente vacío?

El sonido de la puerta abriéndose de golpe me asusto tanto que sin darme cuenta el pedazo de papel en mis manos salió volando hacia la chimenea por culpa del viento.

— ¡Carajo!

Me lance rápido a agarrarlo pero el fuego ya había quemado un pedazo, pero mis ojos notaron algo fascinante, alrededor del pedazo quemado habían líneas y dibujos que parecían ser el de un plano o el de un mapa del castillo... O más bien... De los pasadizos del castillo de los tres reyes nobles.

—En serio a veces creo que algo o alguien me está ayudando —Dije para mí misma y enrolle el mapa como si de un telescopio se tratara —Pues bien, ahora solo queda la maldita corona del rey.

Observé el lugar pero simplemente no había nada, revise bajo la cama, dentro de los jarrones e incluso apague la chimenea hasta poder mirar dentro pero no había nada.

Luego de haber gastado unos 15 minutos, ya cansada de tanto buscar caminé a la puerta para salir de ahí pero al abrirla de repente me sentí tele transportada a al cementerio.

— ¿Que? —mire a todos lado y la voz de ese asqueroso rey.

—Parece que en esa cabaña no estaba... Tal vez este por aquí... Deberías averiguar...

—Sabias que no estaba en la cabaña ¿Por qué carajos no me tele transportaste antes? —Por más que lo buscaba no lo veía.

—Podría haberlo hecho...pero la verdad es que no quise... —Rio con malicia —Oho... Supongo que ya conoces a uno de mis hijos... Pero bueno creo que ya lo conoces a los tres desde que eras una niña...

— ¿Tus hijos? Que carajos voy a saber yo quien son tus hijos...

—Aha... Me has decepcionado, Alma... Pensé que eras más inteligente... Pero bueno, cuando los veas lo más seguro los reconozcas —Soltó una risa serpentina y luego su voz se fue alejando.

Caminé por el cementerio y me abrace por el frío que sentía, algo me decía que me observaban y no era el rey. Mientras caminaba buscando alguna pista de la corona, mis pies patearon algo metálico que atrapó mi mirada, era mi Daga, la daga que se había quedado en los pasadizos del castillo cuando el Caza almas me mordió.

Esto no me gustaba, si el rey ponía armas en mi camino no significaba que debía luchar contra ositos de peluche... Me agache y la tome en mis manos, me levanté lentamente y la mire, podía ver mi reflejo, volvía a ser yo y mis ojos grises lo decían, pero algo más hizo que saltará del sustos cuando vi unos ojos rojos atrás de mí.

Me voltee de forma lenta pero al único que encontré a la distancia era a Jilaiya parado con su guadaña y la capucha de su suéter color café puesta.

—Joder Jilaiya... Me asustaste —Dije y caminé hacia el pero la sonrisa que tenía en sus labios enseñando sus colmillos no me convenció del todo a lo que me detuve y di unos pasos atrás — ¿Jilaiya?

—Mi padre te manda saludos, Alma —Sonrío y empezó a caminar cada vez más rápido hacia mí.

— ¿Sabes qué? Dile a tu padre que se valla a la mierda —Agarre tierra del suelo y se la lance a los ojos de forma rápida haciendo que gritara por el ardor.

Apresure mis pies a correr a lo más profundo del cementerio donde estaban las tumbas más importantes, debía encontrar la salida y luego irme de esta mierda que ya me hacía querer hablarme los pelos.

¿Acaso el maldito rey del infierno es el Rey Arturo? Cada vez entendía menos.

Corrí y corrí con la daga en mi mano, no quería hacerles daño a ninguno si aparecían lo tres pero sino me quedaba opción debía defenderme.

— ¡Corre Alma, te voy a encontrar! —Escuche el sonido de su guadaña golpear el piso mientras la usaba de bastón para impulsarse al correr.

Mis piernas empezaron a doler hasta que vi algo conocido, eran aquellos muros con escaleras que llevaban directo a la tumba de los tres reyes nobles, me apresure hasta ahí y baje hasta poder esconderme detrás de un maldito muro.

Escuche sus pasos acercarse y alejarse, no me había logrado encontrar a lo que suspire aliviada pero lo hice demasiado rápido en el momento en el que me voltee hacia las tumbas me encontré con el rostro de Abigor.

—Alma... —Su voz erizo mi piel — ¿Qué haces aquí?

Se acercó y sentí sus manos puestas en mi cintura mientras que con delicadeza me apegaba a su cuerpo, mi corazón iba a explotar y en ese momento si podía confirmar las palabras de Samael.

Me gustaba Abigor y me gustaba mucho esa intriga que siempre emanaba. Por eso podía diferenciar al verdadero del falso.

—Tú no eres Abigor...

Lo miré, y retrocedí enseñándole la daga. El me miró con una tristeza incomprensible.

—No, no lo soy, soy su alma...soy esa parte de él que te ama como lo hacen Samael y Jilaiya.

— ¿Amor? Esa palabra no existe para Abigor, él no es así.

—No, no es así porque se deshizo de mí, pero la verdad es qué tu eres de él y él es tuyo -Intento caminar hacia mí pero yo aún con desconfianza lo amenace con la daga al cuello.

—Aléjate de mí, no dejaré que me toques ni un solo pelo.

—No lo hare... solo vengo a ayudarte, lo que buscas está en la tumba del rey, en la más brillante y más elegante bañada en oro. —Dijo y me miró con tristeza —Hace mucho tiempo que yo y la maldad de Jilaiya fuimos encerrados aquí para poder estar a tu lado Alma, Jilaiya esta vez no dudará en matarte...

El paso de alguien bajando las escaleras me alertó, Abigor giro su cabeza para voltear a ver a su hermano quien nos miraba apoyado en su guadaña.

—Hermanito... parece que has encontrado a mi presa —Lamió sus labios humedeciéndolos y su sonrisa se agrandó como si su mejillas fueran a abrirse al igual que una película de terror.

El sonido de la noche y la oscuridad de cada rincón del cementerio adornaban el silencio que se llegó a hacer en algún momento. Abigor se había volteado protegiéndome a sus espaldas, parecía ser mi ángel de la guarda cuando en realidad eran los sentimientos desterrados de un demonio.

Si era verdad o no ya ni tiempo me quedaba para averiguarlo debía actuar y agarrar esa maldita corona pero existía la posibilidad de ni siquiera llegar ahí.

— ¿Alma? -La voz de Abigor hizo que mirase sus labios —No lo pienses, lánzate, yo te protejo.

Asentí cuidadosamente y mire a las tumbas, mire a Jilaiya y cuando el sonido del chasquido de su lengua me aviso que ya no esperaría más; corrí con todas mis fuerzas hacia el ataúd lujoso que el pelinegro me había dicho.

Jilaiya se lanzó hacia mí lo vi el reflejo mostrado en los bordes de oro pero Abigor o por lo menos una parte de él que yo desconocía sacó sus garras y se lanzó sobre el para iniciar una pelea que nunca quisiera presenciar en la realidad.

No tarde mucho en abrir el ataúd pero para mí sorpresa no habían ni siquiera los huesos del maldito rey, solo su corona.

—Madre mía... este carbón...

El maldito reí Arturo estaba vivo estaba vivo en el maldito infierno ¿Cómo no me había dado cuenta antes?

— ¡Alma! —Gritó Abigor haciendo que me diera la vuelta para ver a Jilaiya a tres centímetros de degollarme con su guadaña.

Sin embargo en un parpadeo el sonido del tren volvió a mis oídos y me encontré con esos ojos rojos que me estaban jodiendo tanto la vida.

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