CAPÍTULO 13: "El tren del infierno"
"...Mis tres príncipes, mis tres trillizos... Mis tres demonios..."
Anónimo
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Capítulo 13:
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¿Qué acababa de leer? Aún no lo creía... No... Yo ya lo sospechaba... Solo quería pensar que sería una teoría simplemente.
Me levanté de la cama de un solo salto.
—Debo salí —Dije sin más.
— ¿Salir? —pregunto ella levantándose a la par de mi ser.
—Sí, debo salir a tomar aire —Aclare mientras iba al closet a buscar una túnica que me cubriera del frío —Esto solo me confunde más.
—Pero Alma, está nevando allá afuera, cálmate ¿Por qué te pones así?
—No me interesa y no lo entenderías Francella, debo salir o sentiré que me asfixio entre tantas mentiras que nos han dicho desde que pusimos pie adentro del convento.
No era mentira, no le escondía nada, solo había descubierto algo, algo que me había dejado demasiado confundida, pero ella no lo entendería ¿Que tenían que ver esos idiotas en todo este cuento?
Y algo sumamente importante ¿Cuántos años tenían entonces?
Me puse la túnica color violeta y la capucha que está tenía para luego dirigirme hacia la puerta de la habitación.
—Alma no, espera... ¡Alma! —La escuché llamarme pero yo ya estaba muy lejos como para arrepentirme.
Salí del convento encontrándome con las escaleras del palacio y la nieve cayendo en el suelo, los rayos de luz del atardecer se habían colado entre las nubes grises que cubrían el cielo, para luego darme en un lado de la cara. Abrace mis brazos con mis manos intentando darme algo de calor, pero no era suficiente así que solo caminé entre las ramas y arbustos de la vegetación que rodeaba el palacio, la cual estaba toda marchita llenas de copos de nieve. Me adentre en el bosque sin ni siquiera saber hacia dónde caminaba, todo era muy nuevo para mí. En la vida había puesto un pie afuera del convento luego de haber llegado aquí a la corta edad de 8 años y ahora mi vida era una locura, no entendía porque tenía que estar metida en este mundo y en este problema. No sabía absolutamente nada de mí.
¿Ya ves Tamara? En que lio me he metido por tu culpa.
Entre tanto caminar llegue a un pequeño lago congelado donde podía ver las ruinas de las casas que alguna vez habían formado un pueblo religioso en el horizonte hasta que una fuerte ventisca aires congelados hizo temblar mis labios que ya empezaban a ponerse violetas.
Alma...
Esos susurros de nuevo... ya no sabían de dónde venían, los escuchaba por todas partes. Miraba a mí alrededor pero estaba completamente sola. Otra fuerte ventisca desabrochó mi túnica haciéndola volar justo en el momento en el que el sol se ponía detrás de las montañas y el cielo se pintaba completamente de gris aumentando la intensidad de la nevada.
— ¡Joder no! —Chille y de repente sentí que alguien colocaba una prenda de ropa sobre mis hombros.
Me quedé paralizada no sabía de quién podría tratarse, pero por algún motivo mi corazón quería que fuera Abigor, sin embargo al voltearme me encontré con los ojos verdes de Samael y sus largo cabello rubio moviéndose por el viento.
—Acompáñame —susurro mientras lo observaba, me había puesto su camisa negra de cuello quedándose el en solo una camiseta de mayas dejándome ver su torso marcado por unos perfectos abdominales como los que le había visto a Abigor alguna vez en la biblioteca. Mire su cuello y vi una especie de dibujo en forma de serpiente que rodeaba este. Me sonroje, no sabía porque mis ojos lo habían recorrido de forma tan detallada, pero lo habían hecho.
—No —Dije y el me miró de forma sería —No voy a seguirte, no he olvidado lo que casi haces conmigo hace unas semanas
—Solo quiero protegerte de la tormenta Alma. No sé cómo sales cuando está nevando de esta forma.
—Ese es mi problema.
—No, estoy seguro de que si fuera Abigor el que te lo estuviese ordenando ya estarías caminando detrás de el sin protestar.
—Eso no es cierto.
—Te gusta Abigor, Alma.
Me quedé callada mirándolo a los ojos, quería gritarle a la cara que no, que el mentía, pero no podía, mis labios se secaron por el frío y mi corazón decidió acelerarse con el simple pensamiento de que lo que me había dicho fuese verdad.
El miro mis ojos y se rio de forma sarcástica mientras puso sus manos en su rostro.
—Lo sabía... —Bajo sus manos a su cintura agarrándola y me miró pasando su lengua húmeda por sus labios carnosos — ¿Pero sabes qué?... —Me vi reflejada en sus ojos mientras daba un paso hacia mí — ¡A la mierda Abigor!
Y con eso me agarró de las mejillas plasmando sus labios sobre los míos de forma posesiva y lujuriosa. Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron, en la vida había besado a un hombre y este me estaba besando como si fuera el fin del mundo. Yo no lograba asimilar lo que pasaba mientras sentía sus labios moviéndose junto a los míos y su lengua entrando a mi boca, cerré los ojos por un momento y me sentía en el paraíso, mi cuerpo se había tensado y de manera absurda, pegándose a él de él, sintiendo mis pechos apretarse con fuerza junto al de él.
Caer dentro del infierno.
Así se sentía con cada roce, como si estuviera en el mismísimo infierno, ahogándome entre los labios de un demonio sediento de mi alma. El beso se sentía posesivo, como si quisiera hacerme ver qué yo le pertenecía y no lo iba a negar... Me gustó.
Me encantó... Pero estaba mal, joder.
¿Qué estaba haciendo?
—Mhm —gemí entre sus labios y lo mordí con fuerza haciéndolo gruñir de forma rápida separándose.
— ¿¡Estás loca!?
— ¡No lo vuelvas a hacer! —grite recogiendo la dignidad que se me había caído al suelo.
Lo empuje para separarlo de mí, sintiendo mis pechos como rocas y mis piernas temblorosas, pero por desgracia no lo moví ni un poco, al contrario, fui yo la que termine cayendo hacia atrás, soltándome de su agarre.
— ¡Alma!
De repente el sonido de un chapoteo y el hilo romperse tras mi espalda me envolvieron en un frío abrazo. Mi cuerpo se hundía en esas aguas bajo cero y mis labios se volvieron violetas, la piel de mis dedos se estrujaba intentando nadar, pero no sabía, además el dolor del impacto de mi cuerpo contra el hilo lo había entumecido.
Samael salto detrás de mí, nadando en picada mientras el lago frío movía sus cabellos de oro intentando flotar. Estiró su mano, pero yo no reaccionaba, por un momento el desapareció y me vi rodeada de una oscuridad.
Alma...
No me sentía bien, no debí haber salido del convento, mi cabeza daba vuelta y sentía que me quedaba sin aire. Volví a pestañear y sentí los brazos de Samael agarrarme de la cintura mientras nadaba hacia afuera del lago.
Un rato después empezaba a despertar en una cabaña oscura, la cual no reconocía. Había una pequeña chimenea que le daba un calor agradable al lugar aunque la cama fuera incómoda, pero segura. Me senté y mire todo el lugar, al ver mi ropa mojada puesta en una silla al lado del fuego rápido mire mi cuerpo a lo que estaba cubierto por una playera ancha y oscura, pero ni siquiera tenía mi ropa interior.
Iba a matar a Samael si...
—No te preocupes no hice nada —Su voz resaltó y voltee a ver a la puerta de la cabaña.
El entraba con leña y en sus manos, mientras no tenía ni siquiera una playera puesta ¿Acaso no tenía frío?
— ¿A dónde me trajiste?
—A un lugar seguro de los monstruos —Camino a la chimenea arrojando leña al fuego para que calentará más el lugar.
— ¿Abigor sabe que me trajiste aquí? —Pregunte para molestarlo a lo que la expresión de su cara cambio.
—No pensabas en Abigor mientras te retorcidas del placer con solo un beso en mis brazos hace un rato.
Me sonroje y mire hacia otro lado.
—Eso no es verdad...
—Eso dices tú...
Samael se volteo hacia mí y camino hasta sentarse a mi lado a revisar las mordidas de aquella vez, alzando las mangas de la playera que me había puesto. Se veía algo preocupado, la primera vez que lo conocí lo había juzgado como aterrador y peligroso, pero con el paso de los días estaba descubriendo que lo único peligroso que tenía eran esos deseos obscenos por mí.
A diferencia de Abigor y Jilaiya, Samael ha sido el que más preocupación ha demostrado por mi bien estar desde la primera vez. Aunque no hubiera sido de la mejor manera.
—Oye...
Sus ojos verdes me reflejaron nomás al llamarlo.
—Gracias...
Fue lo único que dije y el siguió revisando mis mordidas, pero se le veía una sonrisa en los labios.
La puerta de la cabaña volvió a abrirse y Abigor entro de momento con una cara completamente sería, separó a Samael de mí y de un momento a otro le pegó un puñetazo en la cara.
— ¡Abigor! —Me levanté de forma rápida y corrí hacia Samael quien había caído en el suelo — ¿Estás bien? —El me miró y gruñó pero asintió, me pare delante del pelinegro — ¿¡Que carajos te pasa!? Se suponen que son hermanos joder, no enemigos.
— ¿Ahora lo defiendes, Alma? —Abigor me miraba muy molesto —Jilaiya lo vio todo desde lejos ¡Te beso a la fuerza!
— ¡Me salvó la vida! —Lo empuje —Joder, casi me muero congelada y mira tú en lo único que piensas.
— ¿Te gustó tanto su maldito beso que ahora lo defiendes?
—Vete a la mierda Abigor —Le dije ignorando su pregunta y me arrodille en frente de Samael acariciando su mejilla, dónde tenía un ligero corte de las uñas de Abigor.
—Estoy bien, tranquila... —Samael tomo mi mano y la beso, se levantó haciendo que me levantará junto con el —Si tanto te preocupa que ese beso haya cambiado algo dentro de Alma, déjame decirte algo Abigor —Los ojos esmeralda de Samael reflejaban con tristeza y seriedad los ojos dorados de Abigor —Ella está enamorada de ti.
Mi respiración se detuvo y sentí los brazos de Samael rodearme de la cintura apegándome a su cuerpo, Abigor lo miraba con más rabia mientras cerraba sus puños y mis mejillas se habían puesto de más de veinte colores.
—Pero también está enamorada de mí... —Dijo y yo baje mi mirada sin poder negar absolutamente nada de lo que estaban diciendo.
—Cállense los dos —Ordene y me separe de Samael —Ustedes dos solo dicen locuras.
— ¿Ósea que si es verdad Alma? —Abigor camino hacia mí agarrándome de una mejilla mientras miraba mis ojos con unas ansias terribles de besarme.
—No...Si...no... ¡Joder no se! —Confesé y ambos se quedaron mirándome mientras me espere del toque de Abigor —Chicos yo no nací para ustedes...yo voy a ser esposa de dios en unos años y...
— ¿¡Dios!? —Samael río mirándome —Tienes que estar bromeando ¿Aún crees en esa mierda?
—No hables así de él.
—Alma ¿Dios ha sido capaz de ayudarte en algún momento de tu vida? —Pregunto a lo que me tuve que quedar callada — ¡Nosotros siempre estamos para ti, es hombre ni siquiera existe!
Yo solo lo mire enojada y lo empuje con fuerza.
—Eres un idiota.
—Alma por una maldita vez date cuenta de que has vivido engañada de mentiras. —Dijo Abigor.
—Claro cómo ustedes ocultándome cosas —Dije y los mire de forma sería — ¿Cuándo pensaban decirme de que eran hijos de uno de los reyes que gobernó este Reino ya abandonado?
Los dos se quedaron callados ante mis palabras. Sentí un palpitar en mi cabeza y esas voces volvieron a sonar.
Alma...
Alma...
—Alma ey ¿Qué pasa? —Abigor rápido me tomo en sus brazos cuando mis piernas flaquearon.
—Son las mordidas creo que no absorbimos todo el veneno, joder —Dijo Samael y despeinó su cabello desesperado.
Alma...
Alma...
Sentí mi cuerpo demasiado ligero como si fuera una pluma a punto de caer suavemente en un charco de agua, mis labios se volvieron secos y de repente sentí que tenía mucho sueño.
—Alma no cierres los ojos —Abigor me ordeno con firmeza, pero era sumamente imposible, cuando ya mis parpadeos y latidos se volvían cada vez más lentos — ¡Alma, joder!
Cerré mis ojos y una luz intensa como la de un tren viniendo hacia mí, hizo que me encontrará en el los pasillos interiores de un tren deteriorado donde los pasajeros estaban dormidos o concentrados en el paisaje. Caminé un poco en busca de la salida sin saber en qué momento había llegado aquí, pero parecía un tren inmenso sin fin, mire hacia las ventanas y vi un paisaje llenos de fuego, rocas y cuevas.
¿Dónde carajos estaba?
—Alma —Una voz conocida hizo que me volteara encontrándome con unos ojos inmensamente oscuros —Bienvenida al tren del infierno.
—Tamara...
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