Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 1: "La llave de Rubí"

"...Fueron ellos, los vi con mis propios ojos. No eran niños, eran demonios. Demonios con ganas de morder cada pedazo de carne de su rostro..."

Anónimo.

.

.

.

Capítulo 1:

.

.

.

Hace mucho años atrás, cuando los reyes y la nobleza existían, en el gran bosque de El Ibérico, ubicado en Reino Unido, existía un pueblo llamado "Los Tres Reyes Nobles" en honor a sus tres reyes que con honestidad, bondad y nobleza, gobernaban a un gran número de habitantes que se dedicaban a la fabricación de libros, a la pesca, la caza, a ser maestros y a otras profesiones, así como a la minería.

Su gran castillo era utilizado como iglesia gracias a sus inmensos pasillos y su poderoso altar lleno de figuras religiosas, donde los pueblerinos iban a rezar cada mañana y cada noche, alabando a Dios y agradeciéndole cada día de vida. El pueblo fue reconocido por cada iglesia del mundo, volviéndose el gran castillo luego de que sus reyes fallecieran, en uno de los más majestuosos conventos dedicados a educar doncellas de todo el mundo y de diferentes clases sociales.

Y ahí es donde entro yo, Alma de Los Santos, la chica abandonada por sus padres cuando solo tenía ocho años de edad y adoptada como hija de la iglesia "Los Tres Reyes Nobles" gracias a la acogida de la madre superiora, donde conocí a mis hermanas de religión: Francella y Tamara.

Dos niñas que sin ser nadie me acogieron como una de ellas y me enseñaron todo lo que sabían. Pero una de ellas murió hace pocos meses, en una noche fría de otoño, o mejor dicho...

La asesinaron.

Aún tengo esa escena fija en mi mente: ella colgada sin sus ojos y con una manzana metida completamente en su boca como si hubiera sido la misma Eva del paraíso colgada por sus pecados.

¿Qué fue lo que sucedió ese día?

La madre superiora no nos quiso dar explicaciones, ni siquiera se molestó en responder nuestras preguntas; pero como no volvió a suceder, todas lo dejaron pasar y solo se dedicaron a rezar por sus miserables almas en pena. Excepto yo.

¿Por qué iba a dejar pasar algo tan... escalofriante e importante? Alguien tenía que hacer algo al respecto.

Esos pocos meses me los pasé investigando sobre el tema y lo único que encontraba era polvo, telarañas y absolutamente... nada.

—Alma, apresúrate —Francella vigilaba la puerta mientras yo revisaba entre los archivos que la madre superiora guardaba en su habitación —Por Dios, no sé por qué me meto en estas cosas contigo.

—Francella, deja de lamentarte. Si no estuvieras tan interesada por lo mismo que yo, no estarías aquí —dije abriendo una carpeta, pero solo eran archivos de monjas ya trasladadas a otras iglesias o que habían muerto de vejez.

—Te equivocas, no estoy aquí por eso y lo sabes me has obligado a venir, Alma.

—Francella, tú solo concéntrate en vigilar la maldita puerta y ya. —La miré y ella suspiró, concentrándose en vigilar que nadie viniera.

Francella era procedente de Brasil. Sus padres, quienes eran religiosos a más no dar, tenían el sueño que una de sus once hijas fuera mujer de Dios, y sí, no están leyendo mal, son once hijas y un varón, el cual está estudiando para ejercer el papel de sacerdote.

En cambio yo soy europea y para ser más exactos, española. No tengo recuerdos de mi infancia así que no podría hablarles de mis padres, quienes me abandonaron en este convento cuando cumplí los ocho años, o que se yo como llegue aquí. Yo solo recuerdo una canción de cuna, una que provenía de una pequeña caja de música que alguien me solía cantar antes de dormir.

El collar que cuelga en mi cuello fue lo único con lo que llegué hasta las grandes puertas de este castillo, sin recordar mi nombre ni mi pasado, solo mi acento pudo decirles a las monjas y la madre superiora mi procedencia y nacionalidad, un acento que con el tiempo se fue distorsionando.

Desde ese momento vivo en este convento, aprendiendo la vocación de monja y acerca de la palabra de dios mientras nos enseñaban lo importante de la historia, la matemática y la literatura.

—Creo que encontré algo —dije tomando una caja.

—Pues apúrate porque ya vienen —Francella me miró asustada y yo a ella rápido.

— ¿Cómo que vienen? —Miré el reloj de la pared y me di cuenta que había estado buscando más de media hora.

Había estado tan concentrada en querer encontrar algo que no me di cuenta de cuánto tiempo me la pasé buscando.

— ¡Santa biblia! ¿Por qué no me dijiste que me estaba demorando tanto? —Me levanté e intenté ordenar todo como pude.

Sentí los pasos de la madre superiora caminando junto a las hermanas y un estado nervioso me hizo agarrar a Francella de la mano y halarla de un tirón adentro del clóset junto a mí.

— ¡¿Alma que ha...?! ¡Hmm! —tapé su boca y le hice la seña de silencio.

La puerta de la habitación se abrió y gracias a que el clóset tenía persianas, pude ver cómo la madre superiora entraba luego de que terminara de hablar con las hermanas.

Sentía que mi corazón se quería salir del pecho, pero eso no me asustaba. La adrenalina siempre me hizo sentir muy bien desde la primera vez que la sentí.

Aunque por otro lado, tenía a Francella temblando ligeramente.

—Ey, contrólate, nos van a descubrir —le susurré y ella me miró levemente.

Fijé la vista nuevamente en la mujer afuera del clóset, quien tomó su rosario y se arrodilló a un lado de la cama, cerrando sus ojos para empezar su rezo a la pequeña estatuilla de Cristo colgada en la pared.

Abrí levemente la puerta del clóset con cautela y pisé el suelo fuera de este. Miré a Francella para que entendiera que era nuestro momento de irnos y eso sí lo comprendió rápidamente.

Caminamos a paso lento hacia la puerta, no queríamos hacer nada de ruido. Nos tomó apenas segundos llegar a salir de la habitación y escabullirnos por los grandes pasillos del convento.

—Alma de los Santos, si vuelves nada más a meterme en un problema tan grande... —Francella me regañó.

— ¿Ey, tú quieres saber quién mató a Tamara? ¿Sí o no? —La miré seria y suspiró.

—Tamara ya murió, no deberías meterte en esto, Alma. —Se abrazó a sí misma, callando cuando tres doncellas pasaron por al lado de nosotras con libros en sus manos—. Tal vez es algo peligroso de lo que te vas a arrepentir de meterte. —Volvió a hablar cuando las doncellas desaparecieron a la vuelta de la esquina —Ya queda poco para salir de este lugar...

— ¿Y dejar que más doncellas mueran asesinadas si la campana de las 9:30 no suena? —Gruñí en frustración—. ¿Sabes qué Francella? Si no me quieres ayudar, no lo hagas y listo.

Me fui caminando de ahí hacia la habitación. Era inútil hablar con ella, la madre superiora les había acomodado el cerebro a todas, y a mí me tomaron por loca cuando dije que había visto al demonio aquella noche.

Sujeté contra mi pecho la pequeña caja que había encontrado en la habitación de la madre superiora y caminé a paso rápido hacia mi habitación, bajando las escaleras al segundo piso.

Al entrar cerré la puerta y miré el reloj: ya iban a ser las nueve de la noche, solté un suspiro y puse la caja en una de las gavetas de al lado de mi cama personal, para luego ir al baño a tomar una ducha.

Mi ropa cayó al suelo y mis pies tocaron el interior de la bañera, antes de que el agua caliente cayera sobre mí.

¿Acaso era la única interesada en saber qué pasaba en este castillo?

Era uno de los pensamientos que no podía evitar.

Esos ojos dorado aparecieron en mis pensamientos como pepas de oro, unas que alumbraban en la más terrible oscuridad, tan tenebrosos como el infierno y tan deseosos de sangre como la lujuria.

Unas horas más tarde cuando dormía, una sensación extraña me despertó, para tener como primera visión a Francella dormida al lado de mi cama.

¿Qué hora era?

No demoré mucho en averiguarlo cuando miré el reloj de la habitación: las tres de la madrugada. Aún seguíamos en toque de queda, sin embargo, se veían sombras pasearse cerca de los cristales de la puerta de la habitación.

Ahora que lo pensaba todas mis búsquedas habían sido de día, tal vez por eso no había encontrado nada, los asesinatos habían ocurrido durante el toque de queda, era una pista que había dejado pasar por alto... Pero ¿Qué pasaba si era descubierta?

Mis pies tocaron el suelo buscando mis zapatillas, para luego levantarme y caminar hacia la puerta. Había ruidos extraños, susurros, pasos que corrían por el pasillo. Tragué algo de saliva y puse mi mano sobre mi pecho, aguantando mi crucifijo y la cadenita que llevaba bajo el largo camisón color blanco

Giré el pestillo de la puerta y la abrí lentamente. Mis ojos no querían creer lo que estaban observando, había monjas merodeando en el pasillo con velas, apresurándose a caminar hacia las escaleras.

Me oculté de forma rápida para que no me vieran y cuando el pasillo quedó oscuro, salí de la habitación, cerrando la puerta para seguir a esas monjas que no deberían estar a estas horas fuera de sus habitaciones.

¿Por qué estaban las monjas acompañantes de la madre superiora a estas horas caminando por los pasillos de forma sospechosa?

Las paredes de piedras sin colores a ambos lados de mi me ayudaban a escurrirme en la oscuridad para que nadie mi viera. Tardé algunos segundos caminando hasta que me di cuenta que estaba bajo el techo de la biblioteca, donde se hallaban reunidas las demás mujeres de Dios y la madre superiora. Lo que no entendía era... ¿Por qué? No fue hasta que algunas hicieron un espacio que pude ver el cuerpo de dos doncellas más, muertas.

—Nadie debe enterarse; esto se está saliendo de control. Si las doncellas del castillo llegan a saber esto, se armará un alboroto —decía la madre superiora mirando todo con precaución—. Desgraciadamente sabemos que no podemos detener esto, ya que ni el sello de las habitaciones está ayudando.

¿Un sello? ¿De qué sello estaba hablando? ¿A qué se refería? Quería escuchar más, aún no entendía nada de lo que pasaba. ¿Qué era lo que no podían controlar? Sentí un escalofrío recorrer toda mi espalda tras un aliento en mi cuello.

Había alguien detrás de mí y me aterrorizaba darme la vuelta, así que me quedé quieta y cerré mis ojos, sintiendo aún más su respiración. Era algo pesada para ser de una chica. ¿Entonces quién estaba tras de mí?

— ¿Qué haces levantada? —la voz masculina altero mis nervios.

Una de mis piernas flaqueó y tropecé, tumbando una de las velas que iluminaban los pasillos al suelo. Esta se apagó, pero emitió un gran sonido, alertando a la madre superiora y a las hermanas. Todas se voltearon hacia mí y cuando pensé que me verían, una mano algo grande pero con textura de porcelana tomó una de mis pequeñas manos, halándome y metiéndome a un pasillo totalmente desconocido. Había mucha oscuridad, tanto que solo podía ver su mano entre la negrura.

Una sensación extraña me recorrió, como si me resultara familiar, pero no sabía de qué.

Simplemente me dejé llevar hasta que vi una luz que venía de frente, y entonces, pude ver la silueta de un joven alto y hombros anchos, pero no distinguí su rostro, tampoco el color de su cabello. No sentía miedo, en cambio sentí mi corazón latir con fuerza como si fuera una bomba a punto de explotar.

Pero cuando la luz se volvió más y más brillante, tuve que cerrar mis ojos, para cuando los volví a abrir, estaba en mi habitación.

¿Qué había sido eso?

Me voltee hacia atrás pero solo había una pared de ladrillos. No entendía absolutamente nada.

¿Quién era él y por qué me ayudó?

Esas preguntas me martillaban la cabeza

Me volteé hacia mi cama y vi la caja que antes había sacado de la habitación de la madre superiora. Estaba abierta y algo rojo llamó mi atención.

Caminé con cuidado y estire mi mano para tomarlo, hasta que agarré el objeto brillante, que quedó bajo mis puños cerrados.

— ¿Cómo llegó esto aquí? —dije recordando haberla metido en mi gaveta. Miré a Francella, pero la pelirroja seguía dormida, soltando leves ronquidos.

No podía haberlo sacado ella. ¿Entonces quién? Tenía mis dudas, pero también confiaba en que había sido él.

Abrí mis manos poco a poco y una llave dorada con un rubí incrustado llamó mi atención, haciendo que me reflejara en él. Entonces algo extraño ocurrió.

Sentí un escalofrío y las velas de la habitación se apagaron de golpe.

Ya era suficiente por hoy, tomé la caja y guardé la llave, la puse en mi gaveta y la cerré. Me subí rápido a la cama.

Fuera lo que fuera eso, había hecho que algo dentro de mí quisiera saber todo lo que este castillo estaba ocultando, pero para eso debía esperar a que amaneciera.

Cerré mis ojos y sentí su mirada, sin embargo me concentré en dormirme, sin imaginar que tan solo por eso mi vida cambiaría demasiado y no exactamente para bien.

.

.

.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro