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CAPÍTULO 1

Un alma pura. ¿Dónde diablos encontraría eso? En esta etapa de la vida ya no hay nadie que no halla cometido algún tipo de injusticia con la que halla ensuciado su alma.

Un alma pura tendría que ser el de una persona que no halla cometido injusticia jamás, que no halla sentido rencor, que no halla siquiera experimentado el odio o la repudia a algún ser vivo. Alguien completamente inocente y limpio de injusticias. Alguien completamente puro.

¡Ni siquiera un niño de tres años llegaba a ese punto! ¡Era imposible!

Podía dar por extinguida la existencia humana, animal y vegetal. Al planeta entero.

O eso pensaba hasta que lo conoció a Él. Esa fría noche de invierno todo magullado en el hospital y con una paloma herida en las manos. Nunca olvidaría ese día.

****
EL COMIENZO

Subió las escaleras para volver a su despacho cuando de pronto un fuerte barullo llamó su atención.

Llevó sus pasos al lugar hasta acabar en el pasillo de entrada. Donde un joven muchacho se encontraba bastante magullado, con las rodillas y los codos raspados y manchado de barro, como si se hubiera caído barias veces por el camino. Aparte se le notaba una pequeña cojera en el pie derecho. En sus manos además traía algo, una paloma gris con un ala malherida.

Todos los pocos que se encontraban merodeando por los alrededores se habían parado en seco para verlo desconcertados.

-- ¡Ayuda por favor, está muy mal, se va a morir! ¿Ninguno de vosotros podría ayudarme?

-- ¡Mocoso insolente! ¡Somos médicos, no veterinarios! ¡Esto es un hospital! ¡Saca a ese sucio animal de aquí! -- Exclamó el recepcionista sintiéndose ofendido.

-- Pe...Pero los animales también son seres vivos... -- Murmuró agachando la cabeza disgustado. -- Se va a morir si no se cura...

-- ¿Y eso a nosotros qué? ¡No es más que una paloma callejera! ¡Una rata voladora! ¡Saca a ese engendro de aquí!

-- ¡Las palomas también son seres vivos como tú y como yo! ¡No es justo!
-- ¡Ya basta! -- Finalmente el joven doctor interrumpió la discusión. -- ¡Reyi deja de molestar al chiquillo y ponte a hacer tu trabajo!

El aludido asintió intimidado y volvió a lo suyo.

-- ¡Y tú! -- Señaló entonces al joven recién llegado y suavizó un poco su tono de voz. -- Me temo que aquí no podemos ayudarte chico, esto es un hospital no una clínica veterinaria. Pero si te sirve de consuelo hay una tienda de mascotas cerca, a dos calles de aquí. Quizá allí puedan ayudarte.

-- Ya he ido, pero gracias de todas formas. Ya me las apañaré. Adiós y siento las molestias causadas. -- Se inclinó pidiendo disculpas y se fue del lugar decaído.

A Law se le encendió la chispa. ¿Qué clase de persona entra corriendo a un hospital pidiendo ayuda por un animal sucio y callejero? Una paloma, ni más ni menos. Hasta parecía que se iba a hechar a llorar cuando le aseguró que no podrían ayudarlo.

-- ¡Espera! -- Lo alcanzó al instante y lo detuvo apoyando su mano en su hombro. -- Tú también está algo magullado, ¿No será mejor que aproveches y vengas a ver tus heridas?

-- ¡No! ¡Tengo que encontrar algún sitio donde puedan curar a esta paloma! ¡Yo estoy bien, pero ella se muere!

Al mayor se le bajó una gotita por la nuca. No puede estar hablando enserio. Pensó para sí.

Suspiró agotado y grande fue su sorpresa cuando se percató de lo que él mismo dijo en esos momentos.

-- Ven conmigo y quizá pueda curarlo. Los animales tampoco pueden ser tan distintos si se trata de fisiología al menos.

-- ¿Enserio? -- Al chico se le iluminó la cara. -- ¡Gracias, gracias, gracias!

Entraron de vuelta al hospital y, ante la atenta mirada de todos los médicos y el recepcionista, se dirigieron a su despacho.

Revisó al animal de forma superficial. El chico exageraba con que la criatura se iba a morir, solo tenía un ala rota.

-- Con un vendaje para que no se le infecte el ala será suficiente, al menos por esta noche. Mañana, si puedes, vete a un veterinario de verdad y que lo miren, sino pasadomañana. Creo que este animal aun va a durar bastante, hasta yo puedo ver que la herida no es grave. Eres un exagerado.
El aludido soltó una pequeña risita y se rascó la nuca algo avergonzado. La verdad era que se había alterado tanto, cuando aquellos matones le tiraron una piedra al animal, que ni tan siquiera se había parado a revisar la herida a fondo. Solo podía ver la sangre que derrochaba y las convulsiones que tenía la criatura por el dolor.

-- Vale, ahora tú. Que también estás bastante herido. -- Reclamó una vez hubo terminado su labor con el ave.

-- Pero yo estoy bien.

-- ¡Y una porra! ¡Sientate en la camilla!-- Ordenó algo alterado. -- Voy a verte el pie, que cojeas mucho.

Una vez el moreno menor ser hubo sentado, el doctor cogió con ambas manos su pie y lo movió un poco. Hizo eso varias veces hasta que percibió la mueca de dolor que puso su paciente.

-- Solo tienes una pequeña contractura. No apoyes mucho el pie. Debería parar de dolerte pronto, aunque si miras que te tira mucho puedes tomar algún calmante. Y si miras que en tres días no te pasa el dolor ve a ver a tu médico de cabecera.

-- Gracias. -- Se dispuso a levantarase, pero Law se lo impidió.

-- ¡Alto ahí, todavía no he acabado! Tengo la intuición de que eres el típico chico dejado que no se preocupa por las heridas leves como rascazos. -- Cogió un bote de alcohol y algodón. -- Pero si no lo desinfectas podrías acabar mal.

Apoyó el algodón en las rodillas raspadas del chico y este se mordió el labio con fuerza por el escozor que le produjo.

-- Listo. Puedes irte. Y la próxima vez ten más cuidado.

-- ¡Muchas gracias doctor! -- Sonrió.

Una sonrisa llena de felicidad y desbordante de alegría. Cogió a la paloma, con cuidado de no lastimarla ante el agarre, y salió de la sala para irse de vuelta a casa.

Su padre y sus hermanos lo iban a matar por llevarles otro animal malherido, pero sabía que no le iban a obligar a echarlo de casa, por lo que no le importaba la bronca que le esperaba.

****

Su mente daba vueltas sobre lo acontecido hacía unas horas. Un alma pura. Una persona con un alma pura.

Tenía la intuición de que ya había encontrado a quien buscaba. ¿Sería Él el pobre desdichado al que debería sacrificar? Le daba pena imaginarlo.

Alguien tan alegre y reluciente, tan amable y bondadoso como para preocuparse por una simple paloma... Era el candidato perfecto, pero a la vez era una injusticia tremenda. Sin embargo no había otra opción.

-- Lo siento chiquillo, pero no tengo alternativa. Debo matarte para salvar al resto... -- Murmuró mirando al techo de su habitación. -- Debo matarte...


















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