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3-Evidencia Oculta

Mi semblante se mantuvo firme. No hubo tema de conversación hasta llegar a la escuela. El ambiente era tenso y silencioso. Las miradas de todos transmitían rechazo y burla, pero la verdad es que la opinión de los demás hace mucho dejó de importarme.

Volviendo a la realidad, recordé que debía bajar del auto para entrar al instituto. Estoy consciente de la importancia de estudiar y prepararse, pero se me hace complicado mantener una actitud normal ante todo lo que está sucediendo.

Ocupé mi lugar mientras el maestro ingresaba al aula para comenzar sus lecciones. Con este profesor tenemos geometría y algunos contenidos nuevos e importantes. El tiempo fue pasando rápidamente, y me quedé pensativa por un segundo. Mis pensamientos siempre logran distraerme. Aún estaba tratando de descifrar quién era la persona detrás de esas cartas. No tengo un dato claro; todas las letras son recortadas de posibles periódicos o revistas.

Después de dos turnos más, el timbre de la escuela sonó y finalmente llegó el horario para descansar. Minutos después se reanudarían las clases. Aproveché los pocos minutos que restaban para regresar al salón y me dirigí al baño. Encendí un cigarro y me oculté detrás de la pared para pasar desapercibida. No sabía que había una alarma de fuego en la escuela.
"Cien puntos, Kaia", me dije a mí misma con sarcasmo.

Tiré el cigarro en el inodoro y lo descargué, limpiándome para que el olor escapara de mi boca. Saqué una menta para refrescar mi aliento. Mientras tanto, sentí pasos cortos dentro del baño, aumentando mi sensación de estar siempre observada y nunca sola.

—Señorita, ¿usted ha notado a alguien con un cigarrillo? —se acercó la directora mientras fingía arreglarme el delineado en el tocador.

—Para nada, ¿ocurre algo? —Para ser más convincente, la miré con una cara extremadamente seria.

—No se preocupe, gracias por colaborar. Vuelva a clases —dijo mientras continuaba su recorrido por la escuela junto al oficial encargado de la seguridad.

Observé los alrededores de la escuela mientras caminaba, pasando por varias clases hasta llegar a la que me correspondía. Este instituto en particular no se lleva varias horas de mi día, pero la carga emocional siempre pesa. De repente, sentí un toque en mi hombro y me giré rápidamente para ver de quién se trataba.

—Hey, hola —me saludó un chico de la clase que no recordaba haber visto antes.

—¿Hola? —pregunté arqueando una ceja, con tono de sorpresa.

—¿No me recuerdas?

—No tengo la más mínima idea. Creo que te has confundido de persona —respondí mientras me giraba para retomar mi camino.

—Soy Aiden —dijo, acercándose lo suficiente como para que su voz resonara cerca de mi oído. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

—¿Eres nuevo por aquí? —mantuve mi vista al frente, sin contacto visual ni físico.

—Tu abuela te traía a la escuela tiempo atrás. No hablabas con nadie y solías dibujar algunas pinturas interesantes. También recuerdo la pelea en tercer grado con la chica más popular de nuestra escuela. Siempre llevando la contraria.

Comenzó a mencionar varios acontecimientos de mi vida, y no recordaba haberlo visto antes, pero estaba claro que él sí me conocía.

—Cuéntame un poco más sobre mí —dije, convencida de que quería saber qué tanto sabía.

—Mucho gusto, Aiden, tu compañero de clase desde los primeros años de escuela.

—Lo siento, pero si me conoces como presumes, debes saber que las relaciones sociales no son lo mío.

—No mencioné que quería ser tu amigo.

—Siendo así, me retiro —dije, dándome la vuelta con la intención de marcharme.

Pero una vez más sentí esas cálidas manos sostenerme con fuerza.

—No quiero nada que venga de tu parte. Te quiero a ti. Hace mucho tiempo me llamas la atención —dijo, soltándome finalmente la mano.

Me quedé inmóvil por un segundo antes de volver a la clase. Pedí permiso para ir al baño, aún más confundida. Ni siquiera recordaba a mis compañeros de años atrás. Tengo varios rompecabezas que resolver, y parece que todos se han puesto de acuerdo esta semana para complicar mi vida.

Después de lavar y refrescar mi rostro con agua, volví a mis lecciones.

Por la tarde, el chofer me buscaba con la mirada entre la multitud de personas. Llevaba un traje negro y unos lentes de sol, destacando entre el bullicio del final del día escolar.

—Usted no tiene culpa. Entiendo que es su trabajo —le dije en señal de saludo.

—Gracias, señorita. No quiero problemas con su madre, tampoco con usted. Lo hago por mi familia. Admito que no me agrada el comportamiento de la señora —dijo, manteniendo una postura firme.

—Ella dejó de ser mi madre hace muchos años. Me encargaré de que mantengas este trabajo. Podemos irnos —respondí mientras entraba al auto y me colocaba el cinturón de seguridad.

El recorrido hacia casa atravesaba un extenso bosque y unas calles estrechas y solitarias, donde rara vez se veía a alguien. Durante todo el camino, mi mente no dejaba de analizar la casa que visité el otro día. Mi obsesión con ese lugar aumentaba, y sentía una urgencia por regresar y descubrir el motivo detrás de todo esto.

Al llegar a casa, un ambiente de completo silencio me recibió. Estaba sola. Recorrí algunos lugares de la casa mientras los recuerdos dolorosos inundaban mi mente. Las peleas, los insultos, las lágrimas de una niña atrapada en medio de tanta maldad.

Decidí que era el momento de entrar a la oficina de mi padre, ese lugar que siempre había sido inaccesible. Reuní el valor y lo hice. Dentro, encontré una caja fuerte al descubierto. La abrí y descubrí documentos relacionados con negocios turbios y empresas fantasma. "Trabajar dignamente", decía siempre, pero ahora comprendía lo que realmente significaba para él.

Guardé las pruebas en una carpeta y me dirigí hacia la puerta. Cuando la abrí, me encontré de frente con el rostro de mi padre.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, acercándose peligrosamente mientras yo ocultaba la carpeta detrás de mi espalda.

Mi corazón latía con fuerza. No podía dejar que descubriera nada.


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