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21- Llama oculta

Las luces de la ciudad me envolvían, haciéndome sentir como si estuviera en un sueño, decidida a no pensar en nada más que en esta noche. La música era un refugio, las risas me despejaban... pero todo eso se evaporó en el momento en que lo vi, allí, a unos metros de distancia, observándome. Ryan. Siempre Ryan, como un fantasma que aparece cuando menos lo esperas.

Mi mejor amiga seguía hablando, pero su voz se desvanecía mientras mis ojos se clavaban en él. Mi pecho ardía y, sin poder evitarlo, mis pasos me llevaron hacia donde estaba. No me importó que pudiera notar el efecto del alcohol en mi mirada o en mis palabras. La distancia entre nosotros era más que física; era una montaña de decepciones que él mismo había construido.

—¿Otra noche jugando al héroe, Ryan? —solté, intentando sonar divertida, como si nada de esto me importara.

Sus ojos parpadearon y vi la sombra de confusión en su rostro. Aún así, no movió un músculo.

—Kaia... —murmuró, como si no supiera qué decirme. Claro, ¿qué iba a decir? No había nada que pudiera justificar la forma en que desapareció cuando más lo necesitaba.

—¿Vas a explicarme ahora? —pregunté, mi voz apenas un susurro. Era un reto, una súplica que no quería mostrarle, y su silencio me lo dejó claro: él no tenía respuesta.

Qué irónico, ¿no? Yo aquí, buscando explicaciones de alguien que nunca se dignó a darlas. Él tomó mi brazo, casi en un intento de acercarme, y aunque mi primer impulso fue apartarme, dejé que me guiara hasta una calle tranquila, donde solo estábamos nosotros, como dos extraños.

—Así que... esto es lo que sientes, ¿eh? —dijo, como si intentara entender algo que nunca había querido comprender realmente.

Solté una risa amarga y sentí cómo la tensión en mi pecho me hacía respirar más rápido.

—¿Tú crees que puedes entender? —respondí, con una sonrisa que dolía más que cualquier lágrima. Lo miré directamente a los ojos y dejé que las palabras que había guardado durante tanto tiempo salieran—Porque, de ser así, ¿Me puedes explicar por qué desapareciste sin siquiera dar una maldita explicación?

Mi voz temblaba, pero no de tristeza. Era furia, una furia contenida que había esperado demasiado para salir. Él no apartaba la mirada, pero en su silencio encontré todas las excusas que había inventado en mi cabeza para justificarlo.

—No tienes idea de lo que he pasado, Kaia —susurró, como si esperara que yo entendiera. 

¿De verdad se atreve a decirme eso ahora?

—¿Sacrificios? —repliqué, con una risa tan vacía que incluso a mí me dolió escucharla— Tú no sabes nada de sacrificios, Ryan. ¿Sabes lo que es esperar por alguien, inventar razones para que su silencio tenga algún sentido? —Lo miré con todo el dolor y la decepción que él había creado—No, tú no sabes nada de eso.

Ryan parecía buscar una respuesta, algo que calmara lo que había encendido, pero sus palabras se quedaron en el aire.

—Kaia... yo solo quise... quería protegerte de todo esto.

Lo interrumpí antes de que pudiera seguir.

—¿Protegerme? ¿De qué? —le espeté— Tú no me protegiste, Ryan. Tú me dejaste sola. Y aquí estoy, contigo, otra vez, sintiendo que no soy más que una tonta .

El frío de la noche se colaba entre nosotros, y el silencio se hacía cada vez más pesado. Ryan quería tocarme, acercarse, pero yo no lo iba a permitir. Lo miré a los ojos y dejé que viera lo que realmente sentía.

—Dame una razón, Kaia... una razón para que esto funcione.

Cerré los ojos por un momento. Respiré hondo y, cuando volví a abrirlos, lo miré con todo el orgullo que me quedaba.

—No, Ryan. No soy yo quien debe darte una razón para quedarte. Eso, si te importa de verdad, es algo que tú tienes que decidir. Porque yo ya estoy cansada de ser quien pone todo mientras tú decides cuándo quedarte y cuándo irte.

Sus ojos se llenaron de algo que no supe descifrar, pero ya no me importaba. Giré sobre mis talones y comencé a caminar de vuelta, alejándome, sin mirar atrás.

—¡Detente o te detendré, Kaia! —su voz rompió el aire, firme, pero teñida de desesperación.

Continué caminando, tambaleándome ligeramente gracias a las bebidas que había tomado para evadir la realidad.

—¡Dije que te detengas! —sentí su mano atrapando mi brazo, girándome hacia él. Su rostro estaba a centímetros del mío.

—¿Qué quieres de mí, Ryan? ¿Qué pretendes? ¿Qué buscas realmente? ¿Crees que soy un pago? ¿Valgo algo para ti?

Su silencio me incomodó aún más.

—Si no puedes tan siquiera contestar eso, déjame en paz de una vez por todas. ¿Entiendes lo que digo? Olvida toda esta aventura fingida, este cuento que fracasó, lo que nunca comenzó.

—¿Puedes hacer silencio por una vez? —gruñó.

—¡No me callaré, Ryan! —le grité, aunque sentía que cada palabra me desequilibraba más.

—Te ayudaré a hacerlo.

Antes de que pudiera dar otro paso atrás, su otra mano rodeó mi cintura, acercándome a él. Me di cuenta de que no tenía escapatoria, y en ese segundo, sus labios rozaron los míos. Fue intenso y desesperado, como si en ese beso vertiera todo lo que nunca había dicho. A pesar de mi resistencia, mis manos, que querían empujarlo, se aflojaron y terminaron aferrándose a su camisa, incapaces de apartarlo.

—Debemos irnos —dijo, manteniendo su frente apoyada en la mía. Sus respiraciones eran rápidas, y yo, por un instante, me permití perderme en el momento.

—¿Estás loco?

—Sube a la moto. Nos iremos.

Sin pensarlo, subí detrás de él, abrazándolo por la espalda mientras la moto rugía y nos alejábamos hacia una ruta desconocida.

El lugar parecía surgir de la nada, entre la oscuridad y el silencio del paisaje vacío. Frente a mí, un edificio de vidrio y concreto se erguía como si perteneciera a otro mundo. Al entrar, el espacio era amplio y minimalista, irradiando lujo y misterio.

—¿Este lugar es tuyo? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Él asintió.

—Deja las preguntas para otro momento —respondió, guiándome con una suavidad inesperada.

En el silencio de aquel lugar, mi mirada se detuvo en su espalda. Los tatuajes que cubrían su piel contaban historias que no entendía: coordenadas, un pastel con globos , y un cisne negro desplegando sus alas. Cada símbolo parecía un secreto que solo él conocía.

Quise preguntar, pero en vez de eso, dejé que mis dedos recorrieran su piel, memorizando cada línea de tinta en la penumbra. No necesitábamos palabras. Este momento, aunque efímero, era nuestro.

—Eres lo único que tiene sentido para mí ahora —admitió, inclinándose ligeramente hacia mí. Su frente se apoyó en la mía, y nuestras respiraciones se mezclaron en ese espacio minúsculo que nos quedaba.

Quería responderle, decirle lo que significaba para mí, pero las palabras parecían inútiles. En vez de hablar, dejé que mis manos encontraran su rostro, mis dedos trazando suavemente la línea de su mandíbula. Ryan cerró los ojos por un momento, como si mi toque le ofreciera un alivio que no sabía que necesitaba.

Entonces, sin previo aviso, sus labios encontraron los míos.

El beso fue suave al principio, como una pregunta silenciosa, una búsqueda de permiso. Pero cuando respondí, cuando me dejé llevar por la necesidad de estar más cerca de él, el beso se volvió más profundo, más urgente. Sus manos se deslizaron hacia mi cintura, atrayéndome hacia él, eliminando cualquier distancia que quedara entre nosotros.

Sentí el calor de su cuerpo contra el mío, el latido de su corazón resonando en mi pecho como un eco del mío. Sus labios se movían con una mezcla de ternura y pasión, como si cada beso fuera una promesa que no podía romper. El tiempo pareció detenerse mientras nos perdíamos el uno en el otro, como si este momento fuera todo lo que existiera.

—Kaia... no sé qué viene después de esto, pero te juro que no voy a dejar que nada te aleje de mí —dijo, su voz temblando ligeramente, pero cargada de determinación.

Una lágrima resbaló por mi mejilla, sin explicaciones y no permití que las notara.

Cuando nuestras respiraciones finalmente se calmaron, permanecimos juntos, en un abrazo que decía más de lo que las palabras podían expresar. Allí, en medio de ese refugio, entendí que, aunque las sombras nos acechaban, este instante era una tregua, una pausa en medio del caos.

"Y mientras el mundo se desmoronaba a nuestro alrededor, en ese momento, él era mi única verdad."

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