
19-Cisnes negros
El amanecer comenzó a deslizarse lentamente sobre el horizonte, bañando el cielo con tonos rosados y anaranjados. El aire fresco de la mañana era un alivio después de una noche tan tensa, aunque la sensación de ser acechados seguía latente en el fondo de mi mente. Ryan y yo decidimos reencontrarnos a las afueras de la ciudad para tener un respiro, para aclarar nuestras ideas... o al menos eso me había dicho.
Nos sentamos en una banca de piedra, rodeados por los árboles que aún mantenían un ligero manto de niebla. El silencio entre nosotros no era incómodo, sino una tregua momentánea, como si ambos estuviéramos recuperando fuerzas antes de enfrentarnos nuevamente a la realidad.
Ryan había estado jugueteando con algo en su mochila todo el camino. Finalmente, lo sacó, con una expresión seria y suave a la vez. Lo observé de reojo, notando el libro en sus manos: Cumbres Borrascosas. La portada, oscura y misteriosa, capturaba mi atención al instante. Las letras desgastadas daban una sensación de antigüedad, como si ese libro hubiese guardado secretos por generaciones.
—Pensé que te gustaría esto —dijo Ryan, extendiéndome el libro- No es cualquier historia, y la verdad... me recordó a nosotros.
Lo miré sorprendida, no solo por el libro, sino por la forma en que lo dijo. Tomé el ejemplar con cuidado, sintiendo el peso de sus palabras y algo más. Había algo simbólico en ese gesto. Lo abrí lentamente y, justo en la primera página, había una dedicatoria escrita en su letra firme y recta:
"Para Kaia, porque a veces somos como los cisnes negros: raros, incomprendidos y, sin embargo, destinados a cruzar caminos en medio del caos. —Ryan."
Un nudo se formó en mi garganta mientras leía. Era una comparación tan acertada, tan profunda, que no sabía cómo responder. Los cisnes negros... raros, majestuosos, pero siempre rodeados de misterio y oscuridad. ¿Así nos veía él?
—¿Cisnes negros? —le pregunté, intentando sonreír, aunque el corazón me latía más rápido.
Ryan se encogió de hombros, sin mirarme directamente.
—Es una especie rara. Igual que lo que estamos viviendo —respondió con un susurro— Algo que no puedes predecir ni controlar, pero que sabes que tiene un significado más profundo.
Lo miré por un momento, tratando de interpretar lo que no estaba diciendo con palabras. Había algo en sus ojos, una verdad no dicha, una conexión que habíamos formado a lo largo de todo este tiempo, entre la supervivencia y los secretos. Era extraño pensar que entre todo lo oscuro que nos rodeaba, pudiera haber algo tan puro como el lazo que compartíamos.
—Gracias —susurré, sosteniendo el libro contra mi pecho. Sabía que no era solo un regalo; era un símbolo, una forma de decirme que, a pesar de todo, él estaba a mi lado, igual que yo al suyo.
Nos quedamos en silencio unos segundos más, viendo cómo el sol ascendía por el cielo. Luego, Ryan rompió la quietud con una pregunta inesperada.
—¿Sabías que en Cumbres Borrascosas, los personajes están atrapados entre el amor y el odio, entre la venganza y la redención?
Asentí. Conocía la historia, pero nunca la había visto desde esa perspectiva. Y ahora, con lo que estábamos viviendo, la sentía más cercana que nunca.
—Tal vez nosotros también estamos atrapados entre esas sombras y algo más grande —murmuré, pensando en lo que la chica había dicho la noche anterior—No sé si podemos escapar de ello.
Ryan se inclinó hacia mí, su brazo rozando el mío de manera casi casual, pero el gesto me hizo sentir un calor reconfortante.
—Y si el destino es como esos cisnes negros, entonces encontraremos una manera de enfrentarlo.
Compartimos una sonrisa cómplice, una de esas que surgen cuando las palabras no pueden expresar todo lo que sientes. Sabía que, de alguna manera, todo lo que venía sería un desafío. Pero mientras estuviéramos juntos, habría esperanza.
Y en ese amanecer, por un breve instante, pude sentir que la luz del día nos ofrecía una tregua, aunque solo fuera por un momento. Entre tantas mentiras, en ocasiones éramos lo único cierto. Solo cuando estábamos juntos.
La calidez de ese momento se desvaneció rápidamente cuando los pensamientos que siempre había mantenido enterrados comenzaron a resurgir. Sostuve el libro contra mi pecho, como si pudiera usarlo para protegerme de la realidad que estaba detrás de todo. Ryan me miraba, esperando una respuesta, algún signo de que las palabras que había dicho significaban algo para mí. Pero el problema no era lo que él había dicho... sino lo que yo no podía decir.
Todo esto había sido una mentira.
Desde el principio, cada paso que había dado, cada sonrisa que había compartido, no eran más que parte de un plan, uno tan oscuro y calculado que pocos se atreverían a intentarlo. Y ahora, con Ryan tan cerca, sintiendo su confianza en mí, todo se sentía equivocado. Pero no podía detenerme. No podía permitirme fracasar ahora.
—¿Kaia? —Ryan preguntó en voz baja, notando el cambio en mi expresión.
—¿Qué? —respondí, más fría de lo que pretendía, apartando la mirada hacia el horizonte. El sol ya estaba alto en el cielo, pero sentía un frío interno que no podía sacudirme.
—Estás distante. —Puso su mano en mi brazo, un gesto de preocupación, de cercanía.
Me tensé, luchando contra el impulso de retirarme. No podía dejar que viera lo que realmente estaba pasando dentro de mí. Tenía que mantener la fachada, tenía que seguir el plan.
—Estoy bien —respondí, sabiendo que era una mentira. Pero, ¿qué más podía decir?
Ryan me observó por un momento, como si tratara de leer algo en mi rostro que yo no quería mostrar. Finalmente, asintió y dejó caer su mano, pero la decepción en sus ojos era inconfundible. Sabía que se estaba dando cuenta de que algo estaba mal, pero no podía saber la verdad.
No podía saber que lo había estado utilizando desde el principio.
El plan era simple, pero a la vez complejo. Mi madre y yo lo habíamos elaborado durante semanas, ajustando cada detalle hasta que fuera perfecto. La idea era encontrar a alguien en una posición clave, alguien con acceso a los secretos que necesitábamos, alguien que confiara en mí lo suficiente como para darme lo que quería. Y Ryan había sido ese alguien. Lo había conocido cuando todavía era solo un peón en mi juego, sin saber que cada paso que daba lo acercaba más a mí y, por lo tanto, a nuestro propósito final.
Pero no había contado con que, en el proceso, empezaría a importarme.
Y ahora todo lo que sentía era una contradicción constante. El plan estaba en marcha, más cerca del éxito que nunca, pero las consecuencias emocionales empezaban a pesar demasiado. ¿Cómo podía seguir adelante sabiendo que Ryan no sabía nada de lo que estaba haciendo? ¿Que todo lo que habíamos compartido estaba basado en mentiras?
—Kaia... —dijo de repente, su voz rompiendo el silencio incómodo entre nosotros— Sea lo que sea lo que estés guardando, lo que no me estás diciendo... está bien. Solo quiero que sepas que estoy aquí.
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Él no sabía que lo que estaba haciendo no tenía vuelta atrás. Que una vez que cumpliera con lo que mi madre y yo habíamos planeado, no habría manera de deshacer el daño.
Finalmente, lo miré, mis palabras frías y distantes, pero necesarias.
—No puedes enfrentarlo conmigo, Ryan —susurré—Porque lo que viene... está más allá de cualquier cosa que puedas imaginar.
Ryan me observó, su mirada llena de incertidumbre y una mezcla de dolor. Sabía que lo estaba alejando, pero no había otra opción. Lo que sea que habíamos compartido hasta ese momento tenía que terminar antes de que fuera demasiado tarde.
—Kaia... —intentó, pero lo interrumpí antes de que pudiera decir más.
—Bésame, Ryan —murmuré de repente, mi voz temblando con cada palabra— Bésame para encontrar la verdad, bésame para dejar de confundirme, bésame hasta que olvide lo prohibido que es tenerte cerca.
El aire entre nosotros cambió en un instante, volviéndose más denso, cargado de una tensión que había estado acumulándose durante demasiado tiempo. Mis palabras apenas habían salido de mis labios cuando vi el brillo en los ojos de Ryan transformarse. Fue como si todo lo que había estado conteniendo, todas las emociones reprimidas y las dudas, finalmente explotaran en un torrente incontrolable.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba a punto de suceder, Ryan se lanzó hacia mí, con una fuerza que no esperaba, una pasión que no podía contener. Su mano se enredó en mi cabello, tirando de mí hacia él con una urgencia que me dejó sin aliento. Su otro brazo rodeó mi cintura, atrayéndome contra su cuerpo como si quisiera asegurarse de que no pudiera alejarme, de que no pudiera escapar de lo que ambos habíamos estado evitando.
Cuando sus labios encontraron los míos, fue posesivo, como si cada beso estuviera cargado con la desesperación de lo prohibido, con la necesidad de encontrar la verdad en medio de todas las mentiras. Había algo en ese beso, algo crudo y real, que me hacía olvidar todo lo que estaba en juego. Mi mente, por un momento, dejó de lado el plan, las mentiras, incluso mi madre. Todo lo que importaba era la forma en que Ryan me sostenía, como si tuviera miedo de que me desvaneciera si me soltaba.
El calor de su cuerpo envolvía el mío, y el mundo alrededor desapareció por completo. El bosque, el peligro, las sombras que nos seguían, todo se desvaneció en ese instante en el que solo existíamos nosotros.
No había espacio para palabras, para preguntas, solo para la necesidad salvaje de estar más cerca, de romper las barreras que ambos habíamos construido durante tanto tiempo. Cada movimiento suyo, cada beso, era una declaración: él no iba a retroceder, no esta vez.
Cuando finalmente nos separamos, nuestras respiraciones eran pesadas, entrecortadas, pero sus ojos no me soltaron. La posesividad que brillaba en ellos me dejó sin aliento. En ese momento, supe que había cruzado una línea de la que no habría regreso.
—Esto es lo que querías, ¿verdad? —susurró, su voz áspera pero llena de algo más profundo.
No pude responder. Las palabras se habían quedado atrapadas en mi garganta. Lo quería. Pero sabía que era peligroso. Sabía que estaba jugando con fuego.
—Bésame de nuevo —le pedí en un susurro, casi sin pensarlo, como si fuera una súplica, una necesidad que no podía controlar.
Ryan no dudó ni un segundo. Volvió a atraparme con la misma pasión desbordada, con la misma intensidad arrolladora. Y por un breve y salvaje instante, todo lo prohibido dejó de importar.
"Como cisnes negros enredados en una danza caótica, nuestros cuerpos se buscaban con la misma intensidad salvaje, sabiendo que lo prohibido era lo que hacía este momento tan hermoso y devastador a la vez."
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro