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Capítulo XXIX: Alma Oscura

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Elek

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Nos aproximamos al castillo. Recorrimos gran parte del bosque convertidos en siervos blancos mientras éramos guiados por Diana, quien aún vuela sobre nosotros.

Por alguna extraña razón, mi corazón palpita con fuerza y un sentimiento para nada agradable me roba la paz.

—Tengo un mal presentimiento —fue lo primero que salió de mi boca luego de abandonar mi forma animal.

Aleksei se transformó frente a mis ojos y se irguió en dos patas. En cuanto a Diana, ella se apoyó en la rama de un árbol y fijó su vista en nosotros.

—Yo también, hermano —me respondió. Nuestras miradas se encontraron por un momento, pero luego dirigí mi vista hacia la lechuza.

—Diana, realmente haremos lo que podamos para salvarla y evitar que destroce su vida por el odio en su interior —le dije. Su mirada se mostró fría, no pude escucharla ya que ella ahora es un animal y ha perdido la capacidad del habla y si uso mi magia para escuchar sus pensamientos, quizás alguien note mi luz dorada y eso llamaría la atención de algún humano.

—No te hagas muchas esperanzas —intervino Aleksei con firmeza. A veces no me gusta que él sea tan directo, pero debo admitir que lo que dice es cierto... es cierto y doloroso al mismo tiempo.

La luz de la luna ilumina muy bien esta parte del bosque, y en cuanto todo aquí permaneció en silencio, logramos percibir ruidos extraños a la lejanía. Atravesamos unos arbustos de espinas, fue doloroso atravesarlos, pero no es preocupante ya que nuestras heridas se curarán solas.

El enorme castillo quedó a nuestra vista. Es una estructura majestuosa construida de piedra. Sin embargo, solo me centré en lo destruido que está; las ventanas se encuentran rotas, y del interior del lugar sale humo que sube hacia el cielo.

—Es extraño, no hay guardias en las afueras —comentó Aleksei entrecerrando los ojos, intentando observar con detalle el lugar a lo lejos —. ¡No puede ser! ¡El castillo se está incendiando!

Justo ahora estoy aterrado, sin saber qué hacer. Diana comenzó a mover sus alas desesperadas como suplicándonos que hiciéramos algo ¿Pero qué? ¿Qué podemos hacer? No sé ni siquiera que está ocurriendo.

Veo a algunos hombres lanzarse por las ventanas mientras sueltan alaridos de terror. De la puerta principal del castillo sale una horda de personas, empujándose bruscamente para huir. Muchos de ellos, tanto hombres y mujeres, tienen heridas graves en varias partes de su cuerpo. Unos cuantos tratan de salvar a otros sacándolos del castillo a rastras.

—Esas heridas, no pudo haberlas causado una persona, eso fue...

—Obra de Elizabeth —agregué, interrumpiéndolo.

—Hemos llegado tarde, no creo que podamos hacer algo.

—Pero tampoco podemos irnos sin más, debemos...Al menos podemos rescatarla, de seguro la quieren muerta... tú ya sabes —repliqué. Diana aterrizó en el suelo, y no dejó de mover sus alas. Incluso, se acercó a los pies de mi hermano y lo picoteó para llamar su atención, pero este, está totalmente inmerso en sus pensamientos, quizás trata de buscar alguna opción que nos permita salvar a la muchacha.

Justo en ese momento, vislumbré entre la multitud a una joven en particular. Lleva consigo un vestido negro y agujereado y cubre su cabeza con un manto blanco para ocultar su rostro. Ella es...

—¡Es Elizabeth! —señalé atónito.

Diana emprendió vuelo y traté de correr tras de ella, pero Aleksei agarró mi brazo con fuerza.

—¡¿Acaso eres tonto, Elek?! ¡Si vas, esa gente se va a asustar por tu aspecto! ¡Por esa razón no nos dejan salir de la tribu! —me gritó, su voz se escucha firme. Ahora suena más como líder que como mi hermano.

—¿Acaso importa en este momento? ¡Debo salvar a Elizabeth! ¡Yo la amo y no podemos perderla! —me desprendí de su agarre y comencé a correr con demasiada velocidad, sobrepasando a Diana, quizás por mis habilidades mágicas.

Del castillo, salen un sinnúmero de guardias y señalan a Elizabeth. El resto de personas se percatan de ella y se asustan corriendo despavoridos para alejarse. Los guardias sacaron sus espadas de sus fundas y otros cargaron sus ballestas, muchos apuntaron, pero la aparición repentina de un lobo los hizo fallar en el tiro. ¿Ese es Arthur?
Aquel feroz animal se abalanzó sobre cualquier hombre que tuviera armadura, y sin piedad alguna desgarró la cabeza de uno de los hombres, haciendo que esa parte se desprendiera del cuerpo del hombre y rodara por doquier. Los hombres armados parecían terriblemente asustados, pero aún así no retrocedieron y todos levantaron sus espadas para enfrentar a la bestia.

Sin embargo, no todos se centraron en el lobo...Uno de los hombres se alejó de sus compañeros y comenzó a perseguir a Elizabeth con una ballesta cargada en mano. Corrí más rápido y de reojo vi como apretó el gatillo de la ballesta.

Ese lapso de tiempo transcurrió lentamente. Elizabeth giró abruptamente sobre sus talones. En esa fracción de segundos, ella se percató de mí y de la flecha que se acercaba hacia su dirección, pero me interpuse y la flecha atravesó mi pecho.

Los gritos de Elizabeth y los míos se mezclaron. Caí al suelo sintiendo ese dolor punzante en el pecho y la sangre comenzó a desprenderse de la herida, recorriendo mi abdomen.

—Elek... —murmuró ella. Se acuclilló a mi lado temblorosa. Se encuentra totalmente desconcertada y al ver mi herida se quedó paralizada.

Acercó su mano hacia mi pecho y el tacto de sus dedos fríos me hizo estremecer.

—Tienes que salvarte —le dije ignorando el dolor —. Tu madre te espera... y yo... también te quiero de vuelta.

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Elizabeth

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Las lágrimas recorrieron mis mejillas y mis sollozos fueron audibles por todos los que se encontraban cerca. Frente a mí, se encuentra Elek mal herido, él... me ha salvado.

En su pecho, la flecha aún yace enterrada y esta ha provocado una herida grande y profunda que no deja de sangrar.

—Lo lamento. De verdad lo lamento —me disculpé varias veces. Me siento terriblemente culpable, yo debí recibir esa flecha y no él. Yo soy la que merece estar herida.

Simplemente apareció de repente, se interpuso entre el guardia y yo y decidió recibir el dolor en mi lugar.

Tomo su mano temblorosa y la sostengo fuertemente, sus ojos grises brillan por el reflejo de la luna y no deja de mirarme con esa mirada dulce y reconfortante que siempre lo ha caracterizado.

—No hay de qué preocuparse, amiga —me dijo y en su rostro se formó una sonrisa. Es la primera vez que me llama amiga, y siendo sincera, escucharlo llamarme así hace que mi corazón se acelere —. Yo estaré bien y tú... tú puedes reponer los daños causados... Solo corre, acepta tu error y vive, mereces vivir.

—Es una tontería, este es mi fin, Elek. No puedo irme y dejarte aquí ¡No puedo irme y fingir que nada ha pasado! —le respondí completamente asustada, sin saber que hacer.

Permaneció en silencio.

—Lo entiendo... —fue lo único que me dijo. Su piel blanca ahora comienza a tornarse gris y la sangre se ha esparcido por el césped.

—Tu... ¿Por qué tu herida no se cura? —alcé mis cejas y acerqué lentamente mi mano a su mejilla. Negó con la cabeza y noté que la flecha sube y baja sutilmente... ha dado en su corazón, que escasamente palpita. Y recordé, que si el corazón de un Concédants es herido, pierde la vida.

Grité aterrada, le supliqué entre lágrimas que no se vaya de mi lado. Lo maldije varias veces por interponerse en el camino y sacrificarse por alguien tan insignificante como yo.

—Espero que no haya sido en vano —levantó su cabeza y yo agaché la mía. Nuestras respiraciones se mezclaron y lentamente nuestros labios se tocaron. Él comenzó a besarme lentamente, como si ese beso fuese una despedida. Nuestro primer y último beso, supongo...

Ese apasionado momento fue interrumpido, quise seguir a su lado pero los bramidos de furia de los guardias hicieron que levantara mi cabeza abruptamente alejándome así, de los labios de Elek. Levanté mi mirada y nuevamente el miedo que se había esfumado en ese beso, regresó al instante. Los guardias han asesinado al lobo.

—Vete, debes irte —me pidió Elek. Sus ojos demostraron su temor y eso me partió el corazón..

Arthur está muerto, y ahora que los guardias ya han acabado con esa bestia vienen a por mí. Todos corren levantando sus espadas, decididos a acabar conmigo.

Me levanto del suelo con lágrimas en los ojos. Siento como cada parte de mi cuerpo se paraliza por el miedo y solo centro mi mirada en la de Elek, quien siempre estuvo apoyándome y tratando de ayudarme, y que hasta este momento, no se rindió conmigo y siempre depositó su confianza en mí. Eso me hace sentir menos sola.

—Te amo, Elek. Gracias por todo, gracias por no rendirte conmigo —le sonreí. Retrocedí y luego, con el alma cansada y la mente destrozada comencé a correr por la extensa pradera.

Los guardias corren tras de mí, veo de reojo que llevan antorchas consigo y unos se detienen abrumados por el cuerpo de Elek, nunca antes habían visto a alguien con ese aspecto. Escuché los gritos de Aleksei, el hermano de Elek, y cuando observé más en detalle vi que toda la tribu de Concédants habían llegado, para salvar a Elek y protegerlo de los humanos.

En ese instante, un sentimiento de alivio me invadió. Anhelo que puedan salvarlo.

De repente, una lechuza blanca voló en mi dirección. Aquel animal redujo su velocidad para quedar a mi lado y sus ojos grandes y profundos me observaron. Por alguna extraña razón, sentí una sensación familiar, como si ya la hubiera visto antes.

Por la forma en la que me mira, presiento que quiere que la siga y sin otra opción obedeci.

—¡Está huyendo! ¡Atrapenla! —escuché los gritos de los hombres. Se aproximan.

—¡Mató a nuestro rey! ¡Mátenla a ella! —gritó otro. Lo único que escuchaba son gritos de odio hacia mí, y todos me quieren muerta por lo que hice.

La lechuza me guió hasta el bosque. Todo se encuentra casi oscuro, pero gracias a la luz de la luna llena que se encuentra en la cima, pude diferenciar la silueta de los árboles y de esa forma logré esquivarlos.

Sentí una sensación de alivio, como si realmente me fuese a librar de esa situación, pero me di cuenta de que... realmente ya no quiero seguir con esto, yo... yo ya no quiero vivir.

Me desvié del camino, y la lechuza se percató de ello comenzando a seguirme, para persuadirme de que no me apartara de su lado. Atravesé unos arbustos y tropecé cayendo de rodillas sobre una superficie rocosa: mis rodillas y manos se lastimaron pero eso no me importó.

Al ponerme de pie una ráfaga de viento hizo que la prenda delgada de mi vestido se moviera bruscamente al igual que mi cabello. Y fue allí, que observé lo que parece ser el borde de un precipicio.

—Lo siento —murmuré..

Di pasos lentos y temblorosos y me detuve cuando llegué al borde. Mi mirada viajó hacia abajo, está tan alto y eso provoca un vacío en mi estomago, como unas náuseas y un miedo a semejante altura.

La lechuza apareció nuevamente y con sus garras trataba de jalar de mi vestido, para alejarme.

—¡Déjame por favor! —le grité y esta se posó en el suelo rocoso

En ese momento lo comprendí. Ahora entiendo, ver a la lechuza me traía un sentimiento familiar y ahora sé cuál es la razón, ella es...

—Madre —solté totalmente desconcertada. Movió sus alas, lo que parecía ser una respuesta afirmativa.

Acerqué mi mano hacia su cabecita y la toqué. Se siente suave y con tan solo tocarla miles de recuerdos invadieron mi mente, y por suerte, todas esa imágenes hacían referencia a los momentos felices que pasé con ella.

Lloré. Me disculpé. Y nuevamente seguí llorando.

Este sentimiento que me invade es una mezcla de dolor, arrepentimiento, desesperación y ahora, de algún modo, me siento tranquila al saber que pude verla por al menos una última vez.

—¡Quieta maldita! —la voz de un hombre sobresaltó a mi madre. Ella emprendió su vuelo y se escondió entre las ramas de un árbol ya que ese es un instinto.

Un sinnúmero de guardias llegaron al lugar. Me rodearon en círculo sin darme escapatoria.

Dieron pasos lentos y firmes, pero ninguno de ellos me intimida, Eso ya no importa.

—Lamento lo que les hi-hice —tartamudeé. Sus rostros aún reflejan odio y temor al mismo tiempo, pero están decididos a matarme. Pero yo no quiero morir en manos de esta gente.

Es inútil, no hay forma de arreglar todo el daño causado. Pero al menos, podré descansar con mi alma fuera de las garras del ser oscuro, que me aprisionó e incitar el odio que habitaba en mi ser tras la muerte de los que más amé.

Trato de culpar a ese ente, pero no puedo, yo también fui responsable e incluso, de todo lo que ha pasado, yo me llevaré gran parte de esa culpa al morir.

Miro a mi madre. Me observa entre las ramas, y sus ojos brillan hermosamente.

Hija mía... lamento por todo lo que tuviste que pasar. Y entiendo la decisión que estás a punto de tomar. Cuando llegue mi momento, nos encontraremos de nuevo, mi pequeña Elizabeth, mi bebé —escuché la voz de mi madre en mi mente y sonreí.

Te amo, mami —pensé.

Di un último paso. Y me lancé.

Mientras caigo al vacío, mi mirada solo se centra en el cielo estrellado. Luce tan hermoso y hace que la muerte que se aproxima no se vea tan tenebrosa. En ese momento ignoro el vacío, es como si todo ocurriese lentamente... Lamento el mal que hice, pero al menos ahora, podré descansar y alejarme de la oscuridad que acechaba mi alma.

Te estaré esperando, madre... pronto volveré a abrazarte de nuevo.

Y todo se volvió oscuro.

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