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Capítulo IV: Oscuridad inminente

Elizabeth

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—Diana, cariño, te dije que era mala idea curar a esa mujer. Nos ha delatado y ahora estamos en peligro —se limitó a decir mi padre con un tono que reflejó su preocupación al instante, sus manos tiemblan de una forma que nunca antes había presenciado. Sin duda algo anda realmente mal.

—La mujer me prometió guardar silencio... Lo siento mucho, todo esto ha sido mi culpa —algunas lágrimas escapan de sus ojos.

—No es tu culpa, cariño. Tal vez la mujer se asustó ante las amenazas del rey —contestó él.

Prefiero no formular preguntas y oculto mi curiosidad respecto a todo esto. No importa cuánto exija respuestas, ellos no me las darán, tal vez así pretenden protegerme, pero no sé si guardarme secretos sea la forma correcta de hacerlo.

Me siento decepcionada al saber que hay cosas dentro de mi familia que no sé, además, la ansiedad abunda en mi ser en estos momentos y no sé cómo controlar mi miedo.

Dirijo mi mirada hacia todos lados, estoy perdida, sin saber qué hacer. Mientras ellos discuten en voz baja acerca de lo que está sucediendo logro apreciar en la lejanía una silueta blanca oculta tras los arbustos, de su cabeza sobresalen unos enormes cuernos y me mira fijamente con sus profundos ojos de color negro... No puede ser, ¿acaso es un ciervo blanco?

No aparta su bella mirada de mí pero, aun así, un mal presentimiento me invade y hace que mi corazón se acelere. Aquella criatura escapa corriendo dando pequeños saltos y desaparece entre los árboles.

Siento como si algo malo estuviese a punto de pasar...

Llegamos a nuestro hogar y entramos rápidamente al interior de la vivienda, mientras que los dos caballos se quedaron afuera a la espera de nosotros.

—Lo mejor es irnos cuanto antes.

—¿Por qué? —les pregunté observando cómo se movían de un lado a otro con desesperación, desorganizando varias de las sillas en la taberna.

—Hija, no hay tiempo para explicarte en estos momentos. Solo sube a la habitación y empaca algunas prendas dentro de un saco de tela. ¡Hazlo rápido! —obedecí rápidamente las indicaciones de mi madre y llegué hasta las escaleras interiores de la casa, pero antes de subir, me detuve y escuché por un momento su conversación con mi padre.

—Ya es momento de decirle la verdad a Elizabeth —dijo él y suspiró. Lo analicé en silencio y vi cómo se sentó en una de las sillas apoyando su codo en una de las mesas, mientras se golpeaba en la cabeza y dejaba que las lágrimas se desprendieran de sus ojos.

—Ella pronto lo descubrirá, ese es su destino... Debemos protegerla a toda costa —mi madre lo toma del hombro como forma de consuelo —. Si algo me pasa, quiero que la protejas.

Me asusté ante semejantes palabras y subí rápidamente los escalones de madera llegando así al segundo piso, mi cabeza no para de dar vueltas y nuevos interrogantes surgen. ¡¿Qué está sucediendo?!

Llego a la habitación y tomo un saco de tela tal y como me lo había indicado mi madre, abro mi baúl y comienzo a empacar todas las prendas de vestir que poseo. Mis manos tiemblan y mi respiración sigue agitada, debo darme prisa.

De repente, una fuerte brisa se cuela por la ventana interrumpiéndome. Dejo de empacar mis pertenencias y permanezco quieta ante el silencio.

—Estoy muy asustada —murmuro temblorosa y aparto la cortina de tela para observar a través de la ventana, la brisa hace que las hebras de mi cabello vuelen por doquier y las velas ya apagadas se caen todas a la misma vez haciéndome sobresaltar.

Mas allá logro darme cuenta de una escena que me ha dejado petrificada. Varios guardias de la realeza cruzan el puente en dirección aquí, todos traen antorchas y han sacado sus espadas. Tras de ellos, se aglomeran unas cuantas personas del pueblo, muchos con horquillas.

Gritan al unísono palabras que no comprendo desde aquí, pero en sus rostros se refleja ira y elevan sus antorchas mientras señalan nuestro hogar.

Retrocedo lentamente hacia atrás sintiendo como mis sentidos se agudizan, hasta que de pronto tropiezo con lo que parece ser una de las velas que se cayó hace un rato por esa fuerte y extraña brisa. Me levanto nuevamente con rapidez y escucho el sonido de copas rompiéndose junto con voces desconocidas que provienen de la taberna.

¿Y ahora qué hago? Tal vez los guardias ya han entrado al piso de abajo, lo que significa que mis padres están en peligro ¿O tal vez solo estoy paranoica?

—Señor Edward Lassarre ¿Dónde se encuentra su esposa? —la voz de un hombre se alzó entre los ruidos permitiéndome escuchar un poco la conversación.

Me acerqué a las escalas, pero no me atreví a bajar sin antes estar segura de que no nos harán daño. Quizás solo son revisiones de la realeza... o eso espero.

Todo en la taberna se asemeja a un enorme caos debido a los múltiples ruidos, es como si estuviesen golpeando todo.

—¡Diana corre! —le ordenó mi padre.

—¡Atrápenla!

Los ruidos se intensificaron y más gritos se hicieron presentes, me alejo rápidamente de las escaleras y permanezco quieta sin saber qué hacer.

—¡Atrapen a esta familia de brujos! ¡Maten a los lassarre!

Mis manos comenzaron a temblar nuevamente, y las gotas de sudor recorren mi frente. Traté de calmarme para pensar con claridad y miré a mi alrededor en busca de algún arma con el que pueda defenderme para ayudar a mis padres, pero en estos momentos el miedo me consume dejándome paralizada.

—¡¿Qué hago?! —estoy al borde de las lágrimas. Madre siempre me ha dicho que en situaciones así lo mejor es esconderse, pero sus vidas corren peligro y no me puedo quedar de brazos cruzados.

—¡Acaben con estos servidores de satán!

Los guardias de la realeza vociferan al unísono desde el piso de abajo mientras el llanto de mi padre se hace presente, él suplica para que nos dejen en paz.

No logré contenerme y solo me lancé al suelo dejando que las lágrimas recorriesen mis mejillas. De repente, la puerta que lleva hacia las escaleras exteriores de la casa se abre bruscamente y aparece un guardia con su armadura y una espada en mano. Grito atemorizada y me arrastro en el suelo retrocediendo en un intento de alejarme, pero él da pasos rápidos hacia mí y levanta su espada con la intención de hacerme daño.

Las lágrimas contenidas nublan mi visión, trato de buscar algo para defenderme, pero es imposible por el estado en el que estoy por lo que solo permanezco inmóvil temblando del miedo.

—¡Quédate quieta mocosa! ¡¿También eres bruja, perra?! —el tono de su voz refleja odio, enserio su expresión es intimidante.

Todo sucedió de una forma rápida que no logré asimilar lo que verdaderamente ocurrió, su espada se dirigía hacia mí, pero antes de poder hacerme daño un jarrón de cerámica impactó en su cabeza provocando que este cayera al suelo y se retorciera del dolor.

Dirigí la mirada hacia la puerta de entrada que lleva directamente a las escaleras exteriores de la casa y me percaté que mi madre permanece allí de pie con sus brazos extendidos tras haber arrojado ese objeto al hombre, quien ha comenzado a insultarnos por semejante golpe.

—¡Madre! ¡Qué alivio que estés bien! —exclamé con la voz temblorosa e intenté ponerme de pie. Ella corrió hacia mí y vi como su brial está repleto de sangre —. ¡¿Qué ocurrió?! ¿Por qué tienes sangre? ¿Y papá? ¡No sé qué está sucediendo!

Rodea mi cuerpo con sus brazos abrazándome fuertemente mientras llora y me pide perdón múltiples veces, puedo sentir cómo su corazón palpita fuertemente que es como si se fuese a salir de su pecho.

—Hija, lamento no poder responder todas tus preguntas ahora, solo que...

—¡Mujeres inútiles! —nos interrumpió el guardia, este se levantó rápidamente y corrió en nuestra dirección. Mi madre reaccionó rápidamente y alzó ambos brazos elevando varios objetos del suelo. Quedé totalmente desconcertada, cosas inertes están levitando por si solas y con un simple movimiento de brazos por parte de ella, aquellos objetos impactaron contra el hombre dejándolo inconsciente.

—¿Pero qué? —me alejé rápidamente de ella con espanto, estoy confundida, ¿Cómo hizo eso?

Nuestras miradas se encontraron, sus ojos están llenos de lágrimas como si estuviese arrepentida de no haberme dicho las cosas desde un principio. Aunque esté aterrada de lo que ella es capaz de hacer, tomé aire y respiré tranquilizándome. Al fin y al cabo, es mi madre, y sé que ella no me haría daño...

—Todo va a estar bien Elizabeth. Lamento haberte ocultado la verdad todos estos años, hay muchas cosas de mí que no sabes, pero pronto te enteraras de todo —me dice.

—E-está bien, no... no te preocupes por mí. Lo importante es irnos de aquí ahora —traté de ocultar mi nerviosismo, pero claramente no lo logré.

Forzó una sonrisa y asintió acariciando mi mejilla.

—Debes ir a la tribu de los Concédants, allí estarás a salvo.

—¿A qué te refieres? ¿Qué son los Concédants? —indagué cruzándome de brazos.

—¡Diana Lassarre! ¡Ya no tiene escapatoria! —la amenaza de un hombre nos sorprendió al instante, este entró apuntándonos con una ballesta cargada con una flecha en llamas —. Quédese quieta ¡O disparo!

Reaccionó de inmediato, no sé cómo lo hizo, pero levantó las sillas de nuestro pequeño comedor y las lanzó hacia el hombre, pero no tuvo buena puntería y lo único que provocó fue una reacción inesperada, él disparó. La flecha en llamas se dirigía hacia mí, solté un grito ahogado, pero antes de ser alcanzada mi madre se interpuso en el camino de la flecha dejando que esta impactara en su cuerpo.

—¡No, por favor, no! ¡Mami, tu no por favor! —exclamé impactada y grité aún más fuerte, la sostuve antes que pudiese caer al suelo y comencé a llorar devastada.

El hombre salió del lugar para avisar al resto de personas, mientras que el débil cuerpo de ella cayó en el suelo mientras aún la sostengo.

Sus ojos miran todo el lugar con confusión y la sangre se esparce por el suelo, la sostengo con fuerza y veo cómo su piel se vuelve más pálida de lo normal por la pérdida de sangre.

—De verdad lo siento, lo siento mucho, pero por favor no me dejes —le digo acariciando su mejilla y limpiando las lágrimas que se desprenden de sus ojos.

—No... no hay nada que lamentar, hija mía —hace su máximo esfuerzo para hablar, traga saliva varias veces y veo como de la comisura de su labio comienza a salir más sangre —. Nada de e-esto es tu culpa, así que no te disculpes... He llamado a los Concédants, te prometo que con ellos estarás muy bien hija, me temo que no podré ir contigo.

—¡No me dejes! —le supliqué. Mi corazón se parte en dos al verla en ese estado, parece como si la vida se estuviese apartando de su lado, pero no quiero dejarla ir. No sería capaz de vivir sin ella.

—Yo siempre estaré a tu lado, incluso si no es con mi forma humana —en su rostro se dibujó una sonrisa —. Estoy muy orgullosa de ti, Elizabeth Lassarre, estoy orgullosa de haberte tenido en mi vientre y en la persona que te has convertido hasta el día de hoy. Créeme que te seguiré acompañando.

Comenzó a toser escupiendo sangre y acarició mi mejilla por última vez, pegué su cuerpo al mío y la sostuve fuertemente, pero eso no evitó que se fuera de mi lado. Solo me quedó observar con profunda tristeza como la luz se escapa de sus serenos ojos y solo la abracé entre sollozos suplicando que se quedara, pero llegó su momento, los latidos de su corazón se fueron apaciguando...

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Uhh!! hasta a mí me dolió escribir este capítulo xd, tendremos a Diana en nuestro corazón. Admito que su corta presencia en los primeros capítulos de este libro fue más que suficiente para que me encariñara con ella... 

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