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Capítulo veintiocho

Llevábamos diez minutos estacionados frente a la farmacia. ¿Realmente tengo que hacer esto? 

—No tienes que hacerlo, yo puedo ir. 

—Deja las tonterías. ¿Quieres que te vean o qué? 

—Mientras tenga tu gabán no me verán.

—¿Y si se te cae frente a todos? Yo lo hago, tengo la solución— busqué en la gaveta unas gafas oscuras y me las puse. 

—Así no te va a reconocer nadie de seguro — su tono sarcástico, y risa me molestó—. ¿Por qué formas tanto alboroto? ¿No dijiste que es algo normal? Aparte de eso, no te da vergüenza entrar a un lugar con prostitutas y recibir sus servicios, pero hacer algo como esto sí. Hombres siendo hombres. 

—Si vuelves a reírte, te haré bajar conmigo—salí del auto, suspirando de amargura. 

—¿No olvidas algo? — me preguntó al bajar la ventanilla.

—¿Qué cosa?

—El tamaño, la marca y eso. 

—Dejándome llevar por lo ajustada que debes estar, no creo que sea mucho lo que salga, ¿o sí? 

—Eres un verdadero idiota— cerró la ventanilla. 

¿Acaso eso no tiene que ver? Siento como si estuviera cuidando a una niña, en vez de una mujer. 

Entré a la farmacia y miré a todos lados. Hagamos de cuenta que estoy espiando a alguien y no puedo permitir que me descubran, tengo que ser rápido. Fui a la sesión de mujeres y había una chica ahí, tuve que darme la vuelta y mirar otras cosas. Sujeté una prueba de embarazo y la volví a colocar rápidamente en su sitio, esto es peor que planificar un asesinato. 

Tras ver que se fue de la góndola, me acerqué a buscar lo que necesitaba y cogí las más grandes que se veían, luego las metí por debajo del brazo y caminé hacia la cajera, quien se me quedó mirando mientras me atendía.

—No son para mí — comenté, mirando para ambos lados.

—Estoy segura de que no — lo empacó en una bolsa negra, y sonrió.

—¿Tiene algún medicamento bueno para ese tipo de dolor? 

—Sí. 

—Añádelo a la bolsa.  

Llegué al auto y le pasé la bolsa, dejando las gafas en su lugar para ir de regreso a la casa. 

—Gracias, John. 

—No me des las gracias, ya te dije que es extraño. 

—Siempre andas ayudándome, es lo menos que puedo hacer. 

—Eres una terca e inútil, ¿qué más puedo hacer? 

—Siempre eres tan amable. 

—¿Amable? 

—Entre más trates de aparentar, siempre terminas demostrando tu lado tierno— sonrió.

—¿Me estás jodiendo? Ni que fuera un oso de peluche. Estás perdiendo la cabeza—Daisy seguía riendo—. Si continúas riéndote, te dejaré en medio de la calle.

—Lo siento — se giró hacia la ventana y se tapó la cara.

—No creas que no me doy cuenta de lo que estás haciendo— detuve el auto y me giré hacia ella—. ¿Qué me darás a cambio de lo que hice? — su risa se pasmó.

—¿Darte de qué? No tengo dinero, no tengo nada que pueda darte. 

—No sé, sorpréndeme. 

—No puedo darte mi cuerpo, si es a eso que te refieres. 

—Hay otras cosas que puedes darme. Ese agujero está ocupado ahora, pero tienes dos partes más que están desocupadas.  

—Lo siento, John.

—¿Por qué?

Se acercó inesperadamente y depositó un sutil beso en mi mejilla. Acababa de cogerme con la guardia baja, no esperaba que me atacara así y por eso no pude impedirlo. Es la primera vez que una mujer me besa de esa forma, y lo peor es que, no me desagradó como pensaba. 

—¿Qué demonios ha sido eso? Creí que te había dicho algo, pero veo que no fui suficientemente claro. 

—Acabo de robarte el mismo beso que me robaste ese día, ahora estamos a mano. 

—No es lo mismo. 

—¿Esperabas que te besara en la boca? Te ves decepcionado. 

—Deja de decir ridiculeces. ¿Por qué querría un beso tuyo? Incluso en eso eres una inútil. ¿Te parezco un bebé de teta para que andes besándome como si fueras mi madre?

—Con eso confirmas que querías que te besara en la boca. 

—Si quisiera eso, lo hubiera hecho yo mismo. 

—No me pareces honesto. 

Le callaría la boca, pero no puedo fallar otra vez. Estoy teniendo muchos deslices por ella. 

—Te quedarás con las ganas, mojona. No voy a besarte. 

—Y luego la inútil soy yo, cobarde. ¿Por qué le temes a los besos? ¿Tuviste una mala experiencia? 

—¿Qué dijiste? — le sujeté fuertemente el mentón—. Repite lo que dijiste, mocosa de mierda. 

—Que eres un cobarde, pero no me interesa un beso tuyo y menos luego de que recibieras esos servicios de una experta. No quiero probar las sobras de alguien más. 

—¿Y quién te dijo que besé a alguien más? ¿Acaso estás celosa? 

—¿Celosa de ti? Ni que fuéramos algo. 

—Entonces, ¿por qué mencionas eso mientras estamos en medio de algo?

—¿En medio de qué? Yo no veo que estemos en medio de nada. 

¿Así que de eso se trata? Debo darle un poco de disciplina a esta insolente. Me cambié a su asiento y presioné el botón para bajarlo. 

—¿Qué rayos estás haciendo? 

—Dijiste que no te parecía que estuviéramos en medio de nada. ¿Ahora te parece que sí?

—Quítate de encima de mí. Deja esa maldita malacostumbre de subirte sobre mí a cada rato. 

—No lo haré. 

—Aún si quieres hacer algo, estoy en mis días y no podrás. 

—¿Y crees que eso me va a detener? Estoy acostumbrado a ver sangre de todo tipo, ¿lo olvidas? Me he manchado de sangre toda la vida, una vez más y en una circunstancia donde voy a disfrutar, no me molestaría en lo absoluto.

—Tú no estás hablando en serio, ¿verdad?

Me acomodé entre sus piernas y la encaré.

—¿Te parece que miento?

—Esto no es gracioso. Déjame tranquila, me duele mucho. 

—Al principio dolerá, pero te acostumbrarás luego. 

—Deja de decir esas cosas tan despreocupadamente, siempre haces lo mismo. 

—¿Te excita que hable así, y por eso no quieres que lo haga?

—¿Quién se va a encender por eso?

—Demuéstrame que no es cierto y sé buena. Supongo que si estás en esos días, no quedarías embarazada por estar conmigo, ¿verdad? 

Golpeó mi pecho con ambas manos y las sujeté.

—Anda, rompe ese miedo, y atrévete a probar algo bueno. 

—Eres odioso, un soberbio troglodita que no acepta un no como respuesta. 

Cada vez que su boca me insulta me enciende. Creí haber saciado esa necesidad por ahora, pero al parecer ha regresado. ¿Cómo puedo ponerme como una roca por una niña que ni experiencia tiene? ¡Qué fastidio!

—Ya es suficiente, ya pudiste vengarte como querías, ya déjame.

—Yo decido qué es o no suficiente — sus labios estaban a centímetro de los míos, podría besarla si quisiera. 

¿A dónde se fueron mis putas reglas otra vez? Tengo ese antojo de ella y si continúo con esto, no podré detenerme después. Quiero acabarla y algo dentro de mí me detiene. ¡Es frustrante!

Me acomodé de vuelta en mi asiento y continué manejando. Estaba cansado de estos estúpidos impulsos y de rebajarme al nivel de esa mujer. Me están desenfocando de lo que realmente importa y no lo soporto. 

—¿Recuerdas que me preguntaste si había pasando una mala experiencia con alguien? Pues sí, hay algo detrás de esa regla que me impuse por todos estos años. Mi cuerpo puede ser de quien sea, pero el afecto, los besos, las caricias y mi amor, solo le pertenecen a una mujer; por eso no me interesa más ninguna. Me da asco besar a otra mujer que no sea ella. ¿Ahora comprendes, mocosa?

Es un vil mentira, pero todo sea para mantenerla lejos. 

Cuando llegamos a la casa, consideré que era el momento oportuno para comunicarle lo que tenía en mente. 

—Voy a hacer los trámites para que comiences a estudiar de nuevo en la universidad. ¿Qué estabas estudiando? 

—Contabilidad.

—¿Contable? No puedo imaginarte, yo que pensé que eres muy tonta. Veo que las apariencias engañan. ¿Lo estudias porque te gusta o por el dinero?

—Porque me gusta.

—¿Cuánto tiempo llevabas estudiando?

—Llevaba solo un año. 

—¿Y cómo es eso posible? Eres muy joven. 

—Estuve en un colegio y terminé mi cuarto año en tres meses, para ser exacta a mis dieciséis años lo terminé.

—Me sorprendes, puedes llegar a ser inteligente en algunas cosas. 

—Si ya terminaste de hablar, me iré a la habitación. 

—Adelante.

Subió las escaleras y la seguí con la mirada. Quizá sí me sirva tenerla de mi parte. Podría servirme de mucho en el negocio. ¿Quién diría que encontraría esa joya? Solo debo pulirla y la tendré en mis manos. 

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